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El acordeón: un instrumento naturalizado correntino

Entre los años 1900 y 1903, aparecen publicaciones, como “Caras y Caretas”, que anuncian la venta de algunos instrumentos musicales que se habían puesto de moda en el uso popular en Argentina. Esto se refiere, específicamente, a las publicadas en la revista “CARAS Y CARETAS” y otras de la misma época, cuyos textos se citan para una mejor ilustración de lo que se consigna.

Los instrumentos que en un primer momento acaparan la atención, son la MANDOLINA, la CITARA, la OCARINA y, lógicamente, la GUITARRA y el VIOLIN, que poseen una antigüedad mayor.

Con respecto a estos dos últimos instrumentos, hay que hacer una referencia por separado. Cabe mencionar aquí que el MANDOLINO, o “la MANDOLINA”, como se la llamaba en la zona rural de Corrientes, compite el gusto popular con el LAUD, la BANDURRIA y la BANDOLA.

Sin embargo, por razones que se desconocen, se impone la primera, y aún en la segunda parte del siglo XX, se encuentran vestigios de este instrumento en manos de hombres y mujeres que ejecutan viejas melodías (valses, chottis, polkas, pericón, chamamé, entre otras), como solistas, o acompañando a las guitarras y al acordeón, o, con violín, flauta y guitarras.

También los primeros anuncios de las revistas de principios del siglo XX señalan su popularidad.

Con respecto al VIOLIN es, junto con la VIHUELA -precursora de la GUITARRA- uno de los instrumentos que llega a América con las primeras corrientes colonizadoras, al mismo tiempo que el ARPA y la GUITARRA. Su difusión en el territorio argentino se debió, indudablemente, a la acción de los Padres jesuitas, quienes lo emplearon profusamente en la tarea evangelizadora en el Litoral fluvial, a partir del año 1609.

Luego de la expulsión de los jesuitas, ocurrido en 1767/1768, el instrumento que incluso fue fabricado en los talleres artesanales de Yapeyú (Corrientes), perdura en manos de “criollos”, folclorizándose en las zonas de influencia de las antiguas Reducciones. Pero su difusión va más allá de la Provincia, y se adapta a los ritmos y tonadas de cada zona.

En el desarrollo del período colonial, el VIOLIN era un integrante obligado de los conjuntos que interpretaban música sacra y, posteriormente, en la denominada música festiva o popular. Por ello, al folclorizarse, adoptó las especies vigentes de cada región. Puede afirmarse que todas las canciones y danzas de muchas épocas han sido ejecutadas alguna vez con la intervención del violín.

Su dispersión y vigencia llega hasta la adopción por parte de algunos aborígenes, como los TOBAS (provincias del Chaco y Formosa), que han efectuado una construcción rudimentaria de este instrumento, llamado “noviké” y que posee una sola cuerda.

Sin embargo, las construcciones “criollas” de la zona rural de Corrientes mantienen las características del violín europeo, con acabada artesanía. Esta construcción posee una técnica artesanal que, se puede asegurar, proviene -a través de muchos años-, de aquellos antiguos talleres jesuíticos, que se han tamizado con el correr del tiempo en una factura simple, pero que respeta las piezas que la componen (tapa - fondo - faja - mango - clavijero - y puente; almamcadena, diapasón, cordal y clavijas, entre otros).

El “violinisto” o “violinero” correntino sostiene su instrumento en posición más baja y relajada que los violinistas de conservatorio, y su característica es que apoyan el instrumento en el pecho, sin sostenerlo en el mentón. Hay que aclarar que esta posición era común en Europa, hasta el siglo XVIII, y esta vigencia es una supervivencia de aquella usanza transmitida, ocasionalmente, en la época colonial.

Se han hallado, en estudios de campo, a auténticos violinistas chamameceros que poseen toda esa riqueza armónica del instrumento y elaboran un sistema tímbrico con un sonido característico y un vibrato especial que otorga el complemento que logran con abundantes notas dobles y aseguran el desarrollo de la melodía que la asume en forma de solista.

También se han registrado a violinistas ejecutando con guitarras, y la presencia de un acordeón. En tal situación, asume con claridad la complementación instrumental que corresponde, acompañando al sonido del acordeón y realizando dúos armónicos y contrastes en el estribillo. Esto demuestra la versatilidad del ejecutante y el aprovechamiento que estructura el “violinisto” para integrarse en el conjunto musical.

Volviendo a las publicaciones de la revista “Caras y Caretas”, se encuentra que en números correspondientes a los años 1906/1910 -hasta 1930-, se publica, sucesivamente, la promoción del ACORDEON de dos (2) hileras, en sus diversas marcas y, luego, entre 1932 al 37, aparecen las publicidades de venta del BANDONEON y del ACORDEON A PIANO, conjuntamente con violines, arpas, etcétera.

También se hace referencia a la enseñanza de estos instrumentos, por correspondencia, que ha tenido, en su momento, el merecido favor del público, pues se trataba de promover su venta masiva en toda la República. Esto, sin lugar a dudas, establece paralelamente una mayor difusión de los instrumentos en el Interior del país, y de su venta directa en todos los niveles sociales. Los anuncios citados, son testimonio y evidencia de ello. Algunos se vendían con estuche y método o manual de aprendizaje gratuito.

La aparición sucesiva de “la mandolina”, la guitarra, el violín y el acordeón diatónico, en la promoción publicitaria entre los años 1903 y 1938, que se ha hallado en antiguas revistas, permite deducir que su aceptación y empleo se populariza en la Provincia gracias a las posibilidades de fácil acceso de los instrumentos musicales, a su rápida difusión, que conlleva el conocimiento y uso en forma individual y que permite su traslado, por ser un instrumento portátil.

PRECIOS: Otro aspecto que debe ser considerado, como motivo que favoreció la difusión del ACORDEON DIATONICO, fue su bajo precio de venta al público pues, de acuerdo con la publicidad encontrada, de los años 1903 a 1938, era realmente muy accesible. Costaba un acordeón diatónico VEINTE PESOS ($ 20), al igual que una GUITARRA, mientras que un BANDONEON oscilaba entre CIEN a CIENTO CINCUENTA PESOS, es decir, que costaba cinco veces más.

En 1932, un acordeón de 21 teclas y 8 bajos, cuesta 40 pesos; un violín, 24 pesos; un bandoneón, 160 pesos. Esto induce a pensar que siempre ha existido una buena diferencia en los costos del ACORDEON y el BANDONEON, y que pudo ser un factor decisivo en la adopción del primer instrumento en la campaña correntina, además de su aparición, que data del año 1840 en adelante, mucho antes que la difusión del bandoneón en la región.

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