Solar Mercedario e Iglesia de N. S. de las Mercedes
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Está constituido por la mitad Oeste de la manzana rodeada por las calles 25 de Mayo, Buenos Aires, Pellegrini y Salta, en el cual se encuentran actualmente la Iglesia de N. S. de La Merced y el Convento, en buena parte reedificado, de la Orden Franciscana de Misioneros(1).
(1) Material extraído del libro “La Ciudad de Corrientes”, del doctor Hernán Félix Gómez, editado en 1944.
A fines del siglo XVI, y seguramente desde que la ciudad fue corrida (siglo XVII) a su actual emplazamiento, el lugar fue ocupado por una capilla, erigida para el culto de San Juan Bautista.
Debióse la circunstancia a que la ciudad fue fundada bajo la advocación de San Juan Bautista, como Patrono, al que después se sumó la “Cruz del Milagro”.
El templo de Nuestra Señora de La Merced, construida durante el Gobierno del doctor Juan Gregorio Pujol, en 1856, en pleno casco histórico de la ciudad. La galería lateral derecha tuvo que demolerse para poder delinear la calle Buenos Aires. El templo actual data de 1904 (fuente: fototeca del M. H. P. C.).
En igual carácter, se entronizó a María de las Mercedes y a San Sebastián, cuya ermita fue construida en la punta rocosa, y que se adentra en el cauce del Paraná, en la prolongación de la actual calle Tucumán, y que lleva su nombre.
Ese culto de San Juan Bautista era atendido por los curas que tenían el gobierno de la Iglesia correntina, como vicarios del Obispado de Buenos Aires, desde la Iglesia Matriz, que se levantaba en el solar actual, ocupado por la Casa de Gobierno.
El 28 de Enero de 1628, el mercedario, fray Pedro Gómez, solicitó del Cabildo de la ciudad un terreno para fundar la Casa religiosa e Iglesia de la Orden Mercedaria, concediéndosele el solar de la esquina de las actuales calles 25 de Mayo y Buenos Aires.
De entonces data la creación del Convento mercedario y de la Iglesia correspondiente. Dicho solar era el de la capilla de San Juan Bautista, que por haberse destruido y carecerse de recursos para reedificarla, fue amurado por orden del Cabildo, por encontrarse en un recinto las cenizas de los primeros conquistadores.
El prestigio de la Orden mercedaria y la ilustración de sus representantes en la Casa de Corrientes, dio gran importancia a la nueva institución, sobre todo por la fama de milagrosa que se atribuyó a la Imagen reverenciada en el templo, en torno de cuyos orígenes existe una leyenda emotiva.
Por la eminencia de los hombres de su comunidad, la Orden se vinculó a la clase culta, y por su vecindad a la barriada popular del Tacurú (Takuru), a la masa general del pueblo.
En la primera década independiente, el número de miembros de la comunidad empezó a decrecer y, como no eran renovados, la ancianidad paralizó sus actividades.
El P. E. hubo de disponer viviesen en el Convento otros hombres de iglesia (1823), para la atención del templo, y, como restaban construcciones sin aplicación (Ley del 12/V/1826), el Gobierno ocupó parte del convento con escuelas, con el consentimiento de la Orden mercedaria.
Era presidente del Congreso provincial, en ese año de 1826, el doctor Juan Francisco Cabral, eminente sacerdote y vicario del Obispado de Buenos Aires.
Hacia 1840, la comunidad mercedaria ya no existía en la ciudad. Por Ley del 16 de Febrero de 1841, se destinó el local del Convento y sus propiedades de renta a un colegio, que actuaría con el nombre de “Nuestra Señora de las Mercedes” y, con la misma fecha, por otra Ley, se creaba la Universidad de San Juan Bautista, que el P. E. reglamentó (26/II/1841).
Los primeros actos de esta alta Casa de Estudios se realizaron en el Convento mercedario. Luego, como las angustias de la guerra contra Juan Manuel de Rosas obligaron a paralizar la vida del nuevo Organismo, funcionó en el local una cátedra de Latinidad o, en otras palabras, de enseñanza secundaria.
La desaparición de la Orden mercedaria perjudicó a la Iglesia, porque si sacerdotes de fuera de esa Regla atendían las ceremonias, faltaba el administrador legal.
La iglesia no era sede de parroquia, limitadas a las de las iglesias Matriz y de la Cruz del Milagro o, en otras palabras, faltaban los derechos llamados de fábrica.
El P. E. estableció, en 1857 (14/II), una comisión, que corriera con el templo con su reconstrucción, y organizó una lotería reglamentada, para reunir los recursos.
Casi simultáneamente, autorizado por Ley de 1858 (30/VI), se entregó el dominio útil del Convento de la Merced, a los Padres misioneros de la Orden franciscana, quienes actualmente lo ocupan y atienden el templo.
La reconstrucción de la iglesia, iniciada sobre estas bases, documenta el fervor popular impreso al culto de la Imagen patrona de la ciudad.
Tradiciones familiares de enorme emoción, refieren al voto colectivo de proveer a la obra del templo del agua que los albañiles necesitaban todos los días; desde la puesta del sol hasta que la tarea colmara los toneles en que ese elemento se depositaba, una columna ininterrumpida, de todas las clases de la ciudad, de todos los sexos y edades, se formaba entre los muros de la iglesia en construcción y la barranca del río Paraná, en la playa inmediata a la Punta San Sebastián.
El agua de la ofrenda colmaba diariamente los depósitos de la obra.
La reconstrucción de 1857, bajo el Gobierno del doctor Juan Gregorio Pujol, fue continuada hasta 1858, con la colaboración popular. Una Ley de 1882 destinó el valor de ocho leguas de campos fiscales a la construcción del frontis del templo y de dos naves laterales, obras que se iniciaron en 1887, durando un quinquenio.
Cuando la iglesia terminó, dominaba en el interior el orden toscano, piso de baldosas francesas, bóveda y techo de tejas, trece ventanas semicirculares colocadas en 1890 con cristales, y seis puertas renovadas en parte (dos) en 1890.
Su fotografía fue publicada en “El Niño Cristiano”, en 1917; presenta un frente con cuatro grandes arcos de medio punto, dos torres y en el centro un muro, cerrando la nave central con una gran Cruz incrustada.
La demolición de una de las torres aconsejó imprimir al templo líneas más modernas y, nuevamente, a los veinte años, él adquirió, con una gran torre central y las líneas arquitectónicas de la basílica de nuestros días, el aspecto monumental que presenta.
Como implementos notables, como expresión artística, el templo de N. S. de las Mercedes conserva el altar mayor del más puro estilo colonial, y los confesionarios tallados en cedro, de origen misionero.
Estos últimos han sido divulgados (Pág. 344) en la obra de M. Bernárdez, “De Buenos Aires al Iguazú”. También debemos recordar su antiguo y magnífico órgano, reconstruido por fray Antonio de Jesús Pou.
Se le añadieron algunos juegos, como el flautado armónico actaviante y el celeste salicional, etc. Fue estrenado en la Navidad de 1902.
En Agosto de 1920 se iniciaron las obras del camarín de la Virgen, financiado por Luisa T. de Llano. Pertenece el proyecto al ingeniero Antonio Samela, y fue terminado en 1921.
Era Superior del Convento, el R. P. Ignacio M. Martí.
El culto de Nuestra Señora de La Merced va indisolublemente ligado a la historia de los religiosos mercedarios. Según documentos existentes en el Convento de los Mercedarios de Lérida, habiéndose retirado San Pedro Nolasco para meditar, tuvo una aparición de la Santísima Virgen, mandándole creara una Orden en la cual ejercitara la caridad, redimiendo cautivos.
Se había de llamar Santa María de la Misericordia o Merced de los cautivos.
El culto a la Virgen comenzó a desarrollarse en la primera iglesia que los mercedarios tuvieron en el antiguo hospital de Santa Eulalia.
San Pedro Nolasco consiguió hacer levantar una capilla en las afueras de Barcelona y, en 1245, la nueva capilla era pública. En 1249, el obispo de Barcelona consintió se levantara una iglesia de mayor capacidad y, diez años después, ya se había levantado el altar en honor de la Santísima Virgen.
La Imagen de la Virgen, junto al Niño que lleva sobre sus rodillas, fue Coronada el 21 de Octubre de 1888.
Las principales asociaciones que fomentan la devoción de Nuestra Señora de La Merced son: La Salutación Sabatina; Hijas de María, fundada en 1879; Laus Perennis; Corte de Honor; Ilustre Cofradía de la Esclavitud, fundada en 1739; y Ropero de N. S. de La Merced (1903).
En Corrientes, N. S. de La Merced es uno de los cuatro Patronos que amparan la ciudad, desde los lejanos días de la Colonia.
En cuanto a los orígenes de la Imagen de N. S. de las Mercedes, de Corrientes, no existen -en poder de la Orden de Misioneros Franciscanos que ocupa el Convento y atiende el templo-, antecedentes de naturaleza alguna.
Sin embargo, una tradición divulgada en los viejos hogares correntinos, afirma que cuando esa Imagen fue encargada a Europa, llegó a nuestro puerto en el barco que también conducía la Imagen que el obispo del Paraguay adquiría para entronizarla como Patrona de la Ciudad de Asunción, en reemplazo de la vieja Imagen de la fundación que, representando a la Concepción, había sido exaltada como de la Asunción; era denominada: “La Conquistadora”.
Tratábanse de dos cajones iguales, provenientes del mismo fabricante, residente en Nápoles, semejanza que dio pie al error de bajarse en Corrientes la Imagen destinada al Paraguay (de la Asunción), y llevarse a aquel destino la enviada para Corrientes (de las Mercedes).
Según la tradición, se vio en el error una voluntad de la Imagen, posición que, a su vez, habría sido la de la Iglesia paraguaya, en cierto modo documentada por la actitud de ambas tallas y su correlación con los simbolismos correspondientes.
La equivocación fue reparada en lo posible, modificándoseles la posición de los brazos, a cuyo efecto, en la de Corrientes, para que representase a Las Mercedes, se le alzó el derecho, donde tiene los hierros de esclavitud que usaban los moros para seguridad de los cristianos prisioneros, mientras en la del Paraguay, le era bajado el mismo brazo, para que la posición fuese la de Asunción (de asumpta, llevar), el momento en que en cuerpo y alma es llevada la Madre de Jesús a los cielos.
Ambas Imágenes son tallas pero, por las modificaciones a que referimos, debieron ser vestidas, tal cual se encuentran en sus altares actuales. Se advierte, además, la exactitud de esta tradición, en que la talla paraguaya carece de la base de nubes y de ángeles que ostentan todas las del simbolismo de la Asunción.
Según un estudio publicado en Asunción del Paraguay, el 15 de Agosto de 1917, aquella talla y la de Corrientes llegaron “poco antes de 1742”.
Mientras la de La Merced fuera encargo de la Orden mercedaria en nuestra ciudad, la de Asunción fue pedida por el canónigo de la Iglesia Catedral del Paraguay, doctor Alonso Delgadillo y Atienza quien, apenas recibida, al advertir la sustitución, desiste de erigirla en Patrona, en reemplazo de “La Conquistadora”, obsequiándola a una sobrina, esposa de Juan Antonio de Zabala.
El reclamo del pueblo y de la curia paraguayos obligó a desarmar la vieja talla de la época de Irala, y a entronizar a la Imagen de 1742, que es la que el Paraguay reverencia.
Imagen extraída del libro “La Corrientes que Mantilla conoció. Colección de fotografías de la ‘belle époque’ correntina”, de Eduardo Rial Seijó, edición del Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes, 2008, Editorial Amerindia.
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