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Un alfabeto para cada lengua

La primera exigencia del sistema alfabético es la identificación de los fonemas del idioma y la adopción de signos gráficos para la representación visual de esos fonemas.

Este conjunto de signos se ha denominado -en griego- alfabeto, debido a que sus primeras letras se denominaron alfa, beta y gamma.

En castellano se denomina abecedario, o conjunto de a, b, c, d; y, utilizando el mismo mecanismo, en guarani lo denominamos achegety, o conjunto de a, ch, g.

En cuanto a los signos, en Occidente se ha generalizado la utilización de los caracteres, letras o signos latinos.

Los antiguos griegos utilizaron otros signos para representar sus fonemas: alfa se representaba con ( α ); beta con ( β ); y gamma con ( γ ).

La antigua Roma adoptó y adaptó -para escribir el latín- los caracteres o signos fenicios, que son éstos que actualmente se usan.

Al desintegrarse la Roma Imperial, los dialectos latinos provinciales se consolidaron como lenguas diferentes, pero todas escritas con caracteres latinos. Sin embargo, ello no significa que el alfabeto sea único para todas estas lenguas.

Ellas adaptaron las letras a sus fonemas y adoptaron alfabetos distintos, de modo que virtualmente cada letra adquirió un valor fonemático diferente.

Ej.: lo que en castellano es: a, be, ce, de; en inglés es: ei, bi, ci, di, y no es cuestión de mera forma de pronunciar las letras; sus combinaciones producen palabras con sonidos diferentes.

La generalización de las letras latinas en Occidente ha venido a crear cierta confusión. Personas ilustradas creen -aún hoy- que se puede escribir un idioma con el alfabeto de otro idioma, y esto no es verdad.

Todas las lenguas del mundo pueden usar los caracteres latinos, pero cada una de ellas deberá adaptarlos a su corpus fonémico, asignando a cada letra la representación de algún fonema de ese idioma.

Al comparar dos idiomas siempre se encontrará que un grupo de fonemas coincide y otro grupo no. De allí el imperativo de que cada lengua tenga su propio alfabeto; no es ningún capricho, es una necesidad práctica.

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