LA TRIPLE ALIANZA
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La invasión paraguaya a Corrientes sirvió como un fermento en la política regional de Sudamérica. Antes de Abril de 1865, la guerra del Paraguay con Brasil implicaba poco más que un aislado frente en Mato Grosso.
Pocos pensaban que el Imperio podía responder efectivamente aun si el almirante barón de Tamandaré se las arreglaba para forzar el paso por los ríos Paraná y Paraguay, un escenario altamente improbable dada la postura de neutralidad de Mitre.
La caída de Corrientes, sin embargo, cambió la configuración política en el Plata de manera fundamental. En Uruguay, los colorados habían sometido efectivamente a los blancos. La afamada caballería de las provincias del Litoral -a instancias de Urquiza- se había puesto ahora bajo las órdenes del Gobierno de Buenos Aires(1).
(1) En referencia al llamado de Urquiza a las armas, ver Manuel Basavilbaso al secretario de la Jefatura Pública de Gualeguay (Entre Ríos), Concepción del Uruguay, 19 de Abril de 1865, Archivo Histórico y Administrativo de Entre Ríos, Paraná, División Gobierno, Sección “C”, Comandancia de Gualeguay, Carpeta 42, Legajo 6. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Esto dejó a los paraguayos acorralados por tres flancos, con pocos amigos en la vecindad inmediata y ninguna esperanza real de ayuda por parte de rebeldes correntinos o entrerrianos. Solano López estaba solo.
El ministro brasileño en Buenos Aires, Francisco Octaviano de Almeida Rosa, se movió rápidamente para firmar una Alianza político-militar con Argentina. Se reunió con un grupo de importantes notables (Urquiza fue uno de ellos) y comenzó complejas negociaciones sin instrucciones específicas de Río de Janeiro.
Para el 24 de Abril, Octaviano llegó a un entendimiento con Mitre sobre los términos de la Alianza; los dos hombres de inmediato informaron al presidente uruguayo Venancio Flores, quien igualmente confirmó su apoyo al Acuerdo(2).
(2) Thornton a Lord Russel, Buenos Aires, 24 de Abril de 1865, en “Correspondence Respecting Hostilities in the River Plate”, pt. 3, Nro. 19. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El Tratado de la Triple Alianza fue firmado el 1 de Mayo de 1865 y ratificado unánimemente por el Congreso argentino veintitrés días después. Brasil y Argentina intercambiaron sus respectivas ratificaciones el 12 de Junio. Uruguay se sumó al día siguiente. El Tratado guió las naciones aliadas en su lucha contra el Paraguay por los próximos cinco años.
Sus términos, tal como fueron revelados públicamente, eran nobles y moderados, aunque absolutamente enfocados en el objetivo de victoria final. Los signatarios sostenían que el Gobierno de López inicuamente amenazaba la paz y la seguridad de sus respectivos países.
Dado que la guerra estaba dirigida específicamente contra López y no contra su pueblo, los aliados expresamente aceptaban la ayuda de todos los paraguayos amigos (artículo 7); de hecho, una Legión Paraguaya de “patriotas” anti-López estaba siendo organizada en Buenos Aires con ese propósito(3).
(3) Juan Bautista Gill Aguinaga. “La Asociación Paraguaya en la Guerra de la Triple Alianza” (1959), pp. 44-48, Buenos Aires; Doria Escragnolle. “A Legião Paraguaia” (Agosto de 1945), en “Nação Armada”, Nro. 69, pp. 40-45, Río de Janeiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
En el artículo 8vo., los aliados prometían “respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay”. Al final, el pueblo paraguayo “elegiría el Gobierno y las instituciones que consideren convenientes sin que ninguno de los aliados lo anexe o le impongan su protectorado como resultado de la guerra”(4).
(4) “Tratado de la Triple Alianza”, Buenos Aires, 1 de Mayo de 1865, en el Arquivo Histórico do Itamaraty, Rio de Janeiro, 389.4.1. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El tono liberal de estas palabras reflejaba el cuidadoso libreto de Mitre y su ministro de Relaciones Exteriores. Ellos consideraban la guerra como el producto de una necesidad histórica, como el inevitable choque entre un régimen bárbaro, despótico que “por veinte años ha estado afilando la espada” y una República que “en toda la América española se distingue como civilizada, progresista y con sus brazos siempre abiertos a los de afuera”(5).
(5) Periódico “La Nación Argentina”, del 19 de Abril de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La implícita referencia a la dicotomía “civilización vs. barbarie”, que obtenía su inspiración del famoso ensayo “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento, era tan obvia entonces como lo es hoy.
Menos manifiesto -tal vez- era el hecho de que era demostrablemente falsa. La “civilización” estaba presente en ambos sistemas y en ambos países -como Mitre bien sabía por sus contactos con Solano López durante la mediación de 1859-.
En cuanto a “barbarie”, si ese término implica las violentas irregularidades de la política rural entonces, una vez más, eso era más típico de las provincias occidentales del propio Mitre que de lo que fue jamás en el Paraguay. Sugerir que el bando aliado era enteramente virtuoso y los paraguayos enteramente “salvajes” equivalía a afirmar que el primero no tenía intereses ocultos en el asunto, y nada estaba tan lejos de la verdad en 1865.
Específicamente, los aliados argumentaban que su guerra estaba dirigida únicamente contra Solano López, pero tanto Mitre como los brasileños tenían otras aspiraciones, más sustanciales de las que inicialmente revelaron; lo que no dijeron estaba en los artículos 16, 17 y 18 del Tratado de la Alianza, deliberadamente dejados en secreto.
Posteriormente emergió que estos artículos les otorgaban a los mayores aliados la totalidad de sus demandas territoriales sobre el Paraguay, aunque manteniendo el país nominalmente independiente(6).
(6) La ironía de las cláusulas secretas del Tratado de la Triple Alianza es que, por extremas que fueran, específicamente abjuraban de lo que más temían los paraguayos: la extinción de su Nación a través de la partición entre Brasil y Argentina. Esta drástica medida habría eliminado a un útil Estado-colchón, dejando así al Imperio enfrentando directamente a una Argentina que difícilmente jugaría un rol de aliado permanente. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Mitre claramente pretendía incluso más concesiones territoriales en el Chaco. Los brasileños, sin embargo, no quisieron permitirle la asignación de más tierra de la que se había estipulado inicialmente durante las primeras negociaciones.
En un despacho escrito mientras estas conversaciones estaban todavía en marcha, Edward Thornton observó las proclividades expansionistas de Elizalde y su presidente:
“Yo había supuesto que al arribo aquí del señor Octaviano -el ministro brasileño- quien había llegado más rápido de lo que había estimado por invitación del Gobierno argentino, las negociaciones se habrían concentrado directamente en una Alianza formal con Brasil en relación con la guerra contra Paraguay; pero, desde el principio fue evidente la frialdad entre el señor Octaviano y el Gobierno argentino.
“Sólo puedo atribuir esto a la estipulación demandada por el primero de que ambas partes debían declarar que respetarían la independencia de la República del Paraguay. Tanto Mitre como el señor Elizalde me habían manifestado en ocasiones distintas que por el momento deseaban que Paraguay sea independiente, que no estaba en su ánimo anexar Paraguay, incluso si los paraguayos lo quisieran, pero que no veían con buenos ojos hacer un compromiso sobre esto con el Brasil ya que ellos no me ocultaron que, más allá de sus puntos de vista actuales sobre el asunto, las circunstancias podían cambiar de aquí en adelante y el señor Elizalde -quien tiene unos cuarenta años- me dijo un día, aunque en mera conversación, que “esperaba vivir para ver a Bolivia, Paraguay, Uruguay y la República Argentina unidas en una Confederación y formando una poderosa República en Sudamérica”(7).
(7) Thornton a Russell, Buenos Aires, 24 de Abril de 1865, en Phelan Horton Box. “The Origins of the Paraguayan War” (1930), pp. 270-271, New York. Ed. Russel & Russel. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Thornton que, como todos los diplomáticos británicos en el Plata había por mucho tiempo favorecido la idea de un Estado-colchón para promover la paz en la región, no tenía simpatías por la visión argentina en esta cuestión.
El Gobierno británico, como una señal de disconformidad, optó por hacer público su Informe a fines de Junio de 1865. Todavía hoy, pasado tanto tiempo, es extraño que el contenido del Informe haya provocado tan escasos comentarios en América del Sur ya que claramente demostraba que el mariscal estaba en lo correcto al sospechar de las intenciones de Mitre(8).
(8) Las mismas tendencias expansionistas fueron exhibidas durante los debates secretos de ratificación en el Congreso argentino, en el cual ciertos miembros sostuvieron que el artículo 8 del Tratado contradecía provisiones constitucionales argentinas que establecían que “nuevas provincias podrían ser admitidas en la Nación”. Ver Phelan Horton Box. “The Origins of the Paraguayan War” (1930), p. 271, New York. Ed. Russel & Russel. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
También mostraba que, lejos de instigar la guerra, los británicos consideraban un conflicto violento como la peor situación posible y que no querían tener nada que ver con ella. La Alianza -creían los británicos- era una pieza de diplomacia necia y engañosa ya que al enlazar los intereses brasileños con los argentinos el Tratado buscaba unir el aceite y el agua.
Nadie, después de todo, podía predecir el resultado de la guerra, pese al pronóstico de tres meses que había hecho Mitre. La única cosa que el Gobierno británico consideraba cierta era que el comercio en el Plata -que ellos habían hecho tanto para promover- con seguridad sufriría(9).
(9) Privadamente, Thornton y otros funcionarios británicos estaban en favor de los aliados por la simple razón de que los intereses británicos eran mayores en la Argentina y en Brasil que en Paraguay. Esta opinión no siempre era compartida por el Foreign Office, que se sentía más exasperado que otra cosa. El público británico -por su parte- era o bien indiferente o estaba confundido, ya que un importante número de lectores que diariamente hojeaba “The Times” aceptaba el argumento aliado de que su bando representaba la civilización y el progreso, mientras otros tantos defendían al Paraguay como una “gallant little nation” (pequeña y valiente nación). Ver: Leslie Bethell. “The Paraguayan War” (1996), pp. 25-27, Londres. Institute of Latin American Studies. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los brasileños no tenían interés en ver al Paraguay tragado por su aliada Argentina y específicamente rechazaron aprobar tal plan. Hablando ante el Parlamento imperial unos diez años más tarde, José Antonio Saraiva explicó la oposición de su Gobierno al expansionismo argentino en términos concisos:
“Reconozco que los argentinos desean formar un gran Estado en las márgenes del Plata. Ese deseo es natural. Enfrentando al Brasil, cuyo territorio se extiende 1.200 leguas a lo largo del Atlántico (...) es natural que los argentinos quieran constituir una fuerte nacionalidad. Suprimir las pequeñas Repúblicas que más de una vez han afectado la paz en aquellas regiones.
“Pero el Gobierno argentino sabe que esas pequeñas Repúblicas quieren ser independientes y que el interés del Brasil consiste en mantener esa independencia. Más adelante, cuando el Brasil se vuelva gigante, podrá ser indiferente a la unidad en el Plata”(10).
(10) Citado en Joaquim Nabuco. “La Guerra del Paraguay” (1901), p. 346, París. Ed. Garnier. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aun cuando los brasileños rechazaron los planes argentinos de expansión territorial, no habría sido político admitir que tales discusiones habían tenido lugar. Octaviano entendió el carácter explosivo de las provisiones territoriales del Tratado tal como estaban e insistió en que todas las referencias al respecto permanecieran secretas hasta que los aliados hubieran aplastado a López.
H. G. Lettsom, el ministro británico en Montevideo, no se sintió atado a ninguna de tales consideraciones. Habiendo recibido una copia en confidencia del joven canciller uruguayo, lo transmitió in extenso a Londres donde, a principios de 1866, el Gobierno lo publicó como parte del “Libro Azul” anual del Parlamento.
Esta vez las revelaciones del Gobierno británico causaron furor en América del Sur donde muchos que anteriormente se habían declarado neutrales ahora se inclinaron decididamente contra los aliados. Había poco lugar para la especulación; los términos del Tratado que se referían a asuntos territoriales eran específicos, inequívocos y extensivos.
El artículo 11 declaraba los ríos Paraná y Paraguay permanentemente abiertos al tránsito naval. De hecho, en su mayor parte, los ríos ya habían estado abiertos desde mediados de los 1850 aunque, indudablemente hubo momentos en que Carlos Antonio López molestaba a los buques brasileños que pasaban por su territorio.
El artículo 14 sostenía que el Paraguay, si era derrotado, debía cargar con la totalidad del costo de la guerra. El artículo 16to. instituía arreglos para los litigios de territorio “para evitar las contiendas y guerras que las cuestiones de límites pudieran generar”.
Las fronteras del Paraguay y Argentina fueron establecidas en los ríos Paraná y Paraguay hasta el territorio brasileño; en otras palabras, en el caso de una victoria aliada, los argentinos recibirían la totalidad del territorio de las misiones al sur del Alto Paraná y todo el Gran Chaco bien al norte hasta Bahía Negra. La Villa Occidental y todas las tierras frente a Asunción pasarían al control argentino.
Thornton, que consideraba insólitos los reclamos hechos en el artículo 16, escribió a Lord Russel que el “Señor Elizalde me ha dicho que aunque el Gobierno argentino aparezca exigiendo la margen derecha del río Paraguay hasta la frontera brasileña, está dispuesto a reconocer que Bolivia tiene un derecho a un importante espacio desde la frontera brasileña hasta el río Pilcomayo y que ellos consentirían -incluso, bajo ciertas condiciones- ceder a Bolivia hasta el río Bermejo pero, tanto el Gobierno brasileño como el argentino piensan que es muy deseable que el Paraguay no tenga en ningún sitio el dominio sobre ambas orillas del río con ese nombre”(11).
(11) Citado en Phelan Horton Box. “The Origins of the Paraguayan War” (1930), p. 271, New York. Ed. Russel & Russel. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El Imperio fijó sus límites con Paraguay en la confluencia de los ríos Paraguay y Apa, al oeste, y de los ríos Alto Paraná y Ygurey al este. Ambos puntos se unirían por una línea que bordeara la cresta de la Sierra de Mbaracayú. En suma, ambos aliados se reconocían uno a otro las más extensivas reivindicaciones a expensas del Paraguay.
Mediante un Protocolo adicional, Argentina y Brasil acordaban desmantelar Humaitá y eliminar para siempre todas las capacidades bélicas del Paraguay. El artículo 18 era el último del Tratado y declaraba que sus distintos detalles debían permanecer secretos hasta concluir su principal objetivo: la eliminación del régimen de López.
Sin embargo, el contenido del Tratado se filtró luego de varios meses. El resultado, como Octaviano y sus colegas habían pronosticado, fue que la resistencia paraguaya se fortaleciera en todos los sentidos, ya que ahora el pueblo paraguayo veía que la ambición de sus enemigos estaba guiada por más que la simple política; la supervivencia del Paraguay como nación, como una comunidad, estaba en juego.
Dado este hecho, poco importaba que el mariscal fuera irresponsable. Los paraguayos lo seguirían -si fuera necesario- por la larga y penosa ruta hasta Armageddon.