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Revolución en Buenos Aires

- La Proclama del 18 de Mayo

El 13 de Mayo de 1810 recaló en Montevideo una fragata inglesa portadora de diversos periódicos, en los cuales se informaba acerca de la caída de Andalucía en poder de los franceses.

Los impresos traídos por la nave se conocieron en Buenos Aires, donde provocaron justificada agitación. Ante el curso de los sucesos, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros optó por comunicarlos al pueblo el 18 de Mayo, por medio de una Proclama, en la que aconsejaba tranquilidad y obediencia a las autoridades españolas(1).

(1) En el citado documento, el virrey informaba sobre el avance de las tropas francesas y agregaba que en el caso de una derrota total en la Península ejercería el mando en Buenos Aires hasta que un Congreso de virreinatos nombrara una regencia en representación de Fernando VII. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

Enterados de la Proclama, los insurgentes requirieron la colaboración de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, quien manifestó que había llegado el momento de actuar.

lezica
El acaudalado comerciante Juan José Lezica, Alcalde de primer voto del cabildo de Buenos Aires cuando se produjo la Revolución de Mayo.

- El sábado 19 de Mayo

Por delegación de los rebeldes, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano se reunieron con el Alcalde de primer voto, Juan José Lezica, para solicitarle la necesidad de convocar -con anuencia de Cisneros- un cabildo abierto “al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suerte”.

Juan José Castelli fue comisionado para cumplir idéntica misión ante el Síndico Procurador, Julián de Leyva.

- El domingo 20 de Mayo

Al día siguiente, Lezica comunicó lo acontecido a Cisneros quien, antes de tomar una decisión, reunió en la Fortaleza a los jefes militares para requerir su apoyo.

En la entrevista, Saavedra -en nombre de todos- “se explicó con tibieza”, por lo que el virrey se despidió sin tomar ninguna medida.

Por la noche, los revolucionarios se reunieron en la casa de Nicolás Rodríguez Peña y dispusieron que Juan José Castelli y Martín Rodríguez se apersonaran a Cisneros para exigirle la reunión de un cabildo abierto.

Los comisionados encolerizaron al virrey quien -serenado por el oidor Antonio Caspe- finalmente aceptó la convocatoria.

- El lunes 21 de Mayo

Núcleos de vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud de un cabildo abierto. Los regidores obtuvieron la autorización escrita del virrey para “convocar por medio de esquelas, la principal y más sana parte del vecindario”.

Conviene destacar que, con su actitud, Cisneros aceptaba de hecho la revolución, por cuanto accedía a la imposición popular.

Los regidores dispusieron efectuar la sesión pública el día siguiente -22 de Mayo- a las 09:00. Redactóse la esquela de invitación y se resolvió imprimirla sin pérdida de tiempo, para que fuese repartida entre los más caracterizados miembros de la Administración militar, eclesiástica y civil.

Sentido de las oposiciones

Los objetivos de los grupos que constituían la oposición al virrey Cisneros y al sistema virreinal y metropolitano eran diferentes(2).

ESQUEMA DE LOS OBJETIVOS DE LOS GRUPOS POLITICOS DE LA OPOSICION (1808-1810)

                                 PARA OBTENER EL CAMBIO DE

Tipos de oposición Personal del Gobierno Alguna política específica del Gobierno La estructura política  La estructura económica y social  Ejemplos en Buenos Aires 
1.- Grupos de presión NO SI NO NO Hacendados Cabildo Militares
2.- Grupos orientados hacia una política SI SI NO NO Elío
3.- Reformismo político SI SI SI NO Partido "Republicano" (Alzaga)
4.- Reformismo social SI SI NO SI Partido de la "Independencia" (1808-1809)
5.- Movimiento revolucionario SI SI SI SI Partido de la "Independencia" (1810)

(2) Inspirado en Robert A. Dahl: "Les oppositions politiques dans les democratics occidentales". Bulletin SEDETS. Futuribles Nro. 927, Supl. Nro. 2. Futuribles Nro. 99. 1 de Septiembre de 1965. París. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

Había verdaderos grupos de presión -como ahora se les llama- entre los hacendados y, en ocasiones, los militares. Buscaban cambios de políticas específicas del Gobierno -como la política económica- actitud en la que solía enrolarse accidentalmente al Cabildo que operaba entonces como un grupo de presión interno en la burocracia virreinal.

Había grupos que estaban orientados hacia políticas específicas de oposición y que -en ese tren- querían tanto la imposición de aquéllas como los cambios que fueran necesarios en el personal de Gobierno para lograrlo. Tal, por ejemplo, el caso de Francsco Javier de Elío y sus seguidores.

Elío era un ejemplo de “españolista exagerado”, como lo llama Enrique Corbellini(3) que pretendía el cambio del personal político para asegurar el dominio español en su desconfianza hacia Santiago de Liniers, Juan Martín de Pueyrredón, Nicolás Rodríguez Peña.

(3) “La Revolución de Mayo y sus antecedentes desde las invasiones inglesas”, de Enrique C. Corbellini. // Ed. Lajouane, Buenos Aires (1950), tomo I, p. 297, y tomo II, p. 175. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

Elío fue caudillo de la reacción absolutista de 1814 -en España- para restaurar a Fernando VII. Desde esta perspectiva se comprende su comportamiento en torno del año 1810. En todo caso era un conservador que, con el tiempo, se haría reaccionario.

Existía también una oposición que tendía al reformismo político -como el Partido Republicano encabezado por Martín de Alzaga- que si bien aspiraba a producir cambios en el personal de Gobierno -Liniers- y en políticas específicas, quería además una modificación sustancial de la estructura política a través de la formalización de un Gobierno independiente pero dominado por los españoles europeos.

Y por fin, el llamado Partido de la Independencia que, entre 1808 y 1809, tendía hacia una suerte de reformismo social a través de la promoción de la participación política de los criollos en la estructura virreinal y al que los acontecimientos y los designios de sus jefes conducirían a una actitud revolucionaria que al cabo implicaba el cambio de los gobernantes, de la estructura política y social y, consecuentemente, de políticas específicas.

Esa tipología heterogénea de la oposición rioplatense explica la convergencia transitoria de los protagonistas en la fórmula del cambio de gobierno. En ella coinciden todos los grupos con aspiraciones de poder, salvo los de presión que -por definición- sólo aspiran a influir en el sentido de las decisiones pero no a ocupar el poder mismo. Y también explica las divergencias posteriores en cuanto a la explotación política de los sucesos de Mayo.

- Cabildo Abierto del 22 de Mayo

A la hora establecida reunióse el Cabildo con la asistencia de doscientos cincuenta y un invitados(4), sin contar los regidores que no tenían voz ni voto. Los ausentes eran -en su mayoría- partidarios del Gobierno español y, a la vez, muchos de los presentes no reunían las condiciones requeridas por el Cabildo.

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El grabado reproduce una de las invitaciones que se enviaron a los vecinos para asistir al cabildo del 22 de Mayo. Observe al pie el nombre de la persona citada.

(4) Otros historiadores afirman que el número de asistentes era de doscientos cuarenta y cuatro. La divergencia de opiniones se ha producido por imperfecciones del Acta y en el hecho de que algunos “se escabulleron en una u otra forma”. Paul Groussac da doscientos cuarenta y cuatro asistentes, representados por las siguientes clases sociales: militares, 60; empleados civiles, 39; religiosos, 25; profesionales (en especial abogados), 26; comerciantes, hacendados y vecinos en general, 94. Alzaga no pudo concurrir y tampoco Sentenach, por no haber finalizado el proceso seguido contra ambos por su actuación del 1ro. de Enero de 1809. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

El hecho se explica si se tiene en cuenta que las bocacalles próximas a la Plaza Mayor y la entrada al Ayuntamiento estaban custodiadas por soldados del cuerpo de Patricios, efectivos favorables a los revolucionarios, quienes controlaban el acceso.

- El debate

La sesión la inició el escribano del Cabildo, Justo Núñez, quien leyó una Proclama notoriamente realista, pues aconsejaba a los presentes “evitar toda innovación o mudanza, pues generalmente son peligrosas y expuestas a división”.

Este discurso repetía conceptos ya enunciados en la Proclama del 18 de Mayo, lo que prueba el acuerdo previo existente entre el virrey, los miembros del Cabildo y de la Audiencia. Era evidente que Cisneros había aceptado la reunión de un Congreso General con la esperanza de obtener un triunfo y consolidarse en el poder.

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El abogado Juan José Castelli, de destacada actuación en el transcurso de la Semana de Mayo.

Al escribano siguió en el uso de la palabra el obispo de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, quien se mostró contrario a toda innovación. Sostuvo que, aun en el caso de una pérdida total de la Península, los españoles debían continuar mandando en América, y los hijos del país sólo podrían llegar al poder cuando no quedara ningún español en estas tierras.

Para defender los ideales de los revolucionarios habló a continuación el doctor Juan José Castelli, quien sostuvo la caducidad del poder en España debido al cautiverio de Fernando VII y a la disolución de la Junta Central de Sevilla. Sobre estos principios, argumentó los derechos del pueblo de Buenos Aires para ejercer su soberanía e instalar un nuevo Gobierno.

Luego hizo uso de la palabra el militar Pascual Ruiz Huidobro para destacar que Cisneros debía cesar en el mando -por haber caducado en España la autoridad que lo nombró- y reasumirlo el Cabildo, para luego entregarlo a otra persona.

Opinó seguidamente el fiscal Manuel Genaro Villota, quien negó a Buenos Aires el derecho a decidir sobre la legalidad del Consejo de Regencia y, menos aún, en erigirse como Gobierno soberano. Su argumentación trataba de demostrar que el virrey debía continuar en el mando, pues las resoluciones de los vecinos porteños carecían de validez.

Es probable que después de Villota hayan intervenido en el debate otros oradores(5), entre ellos el presbítero Nepomuceno Solá, partidario de entregar el poder al Cabildo -con voto decisivo del síndico- hasta la reunión de una Junta Gubernativa integrada por diputados de todo el Virreinato.

(5) Aunque los historiadores han podido reconstruir documentalmente la opinión de los principales oradores del Congreso General del 22 de Mayo, es imposible pretender transcribir los diálogos pues no hay constancia valedera de ellos. Las referencias más detalladas se encuentran en los Informes del virrey y de la Audiencia, en algunas Memorias -como las de Saavedra- y otras fuentes tradicionales que adolecen de serias contradicciones. El historiador Groussac afirma que “los discursos e incidentes analizados o comentados en las obras de Bartolomé Mitre y Fidel López son meras inducciones de sus autores y carecen de autenticidad”. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

Se afirma que entonces habló el abogado criollo Juan José Paso, quien rebatió los conceptos de los oradores anteriores al sostener la urgente necesidad de establecer en Buenos Aires una Junta Gubernativa.

- Los votos del 22 de Mayo y la coalición del 25

El cambio de ideas provocó ansiedad en los presentes, por lo cual se decidió votar una proposición concreta para resolver si había cesado la autoridad del virrey y en tal caso quién debía reemplazarlo.

A continuación, los presentes manifestaron su parecer en alta voz o por escrito, de acuerdo con el orden sucesivo de asientos, mientras el escribano transcribía los votos en el Acta.

El obispo Lué y Riega -intransigente en sus ideas- dio el voto rotundo en favor de la continuación del virrey en el mando, pero asociado al oidor Manuel Velazco y al regente de la Audiencia.

El militar Ruiz Huidobro -jefe de la escuadra- fundó su voto en la cesación de Cisneros y su reemplazo por el Cabildo; fue seguido en su opinión por algunos patriotas: Juan José Viamonte, Feliciano Antonio Chiclana y Nicolás Rodríguez Peña.

La reacción española se manifestó con el voto del oidor José de Reyes, favorable al virrey, pero asociado con el Alcalde de primer voto y el Síndico Procurador.

Saavedra interpretó el sentir democrático de la mayoría del Congreso al votar por la cesación del virrey y la delegación interina del mando en el Cabildo, hasta la formación de una Junta que lo ejerciera en base a la participación popular. “No queda duda -agregó- de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando”.

Adhirieron a este parecer figuras de singular notoriedad, como Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Mariano Moreno, Bernardino Rivadavia y otros.

La ceremonia se había prolongado en exceso debido a la lentitud del procedimiento utilizado y se dejó para el día siguiente la verificación del escrutinio.

En el Acta consta que debió levantarse la sesión “por ser ya pasada la hora de las doce de la noche y no ser posible de continuar el trabajo, después del incesante que se ha tenido en todo el día”(6).

(6) La Asamblea realizada en Buenos Aires el 22 de Mayo de 1810 se diferencia fundamentalmente de los típicos cabildos abiertos, pues surgió y fue impuesta por el curso de los acontecimientos contra el parecer de los regidores y aun del propio virrey. Ya no fue un simple y cordial cambio de opiniones entre las autoridades españolas y unos pocos vecinos, sino la expresión de un verdadero movimiento revolucionario. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

La coincidencia es visible en el cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810, reclamado por los rebeldes al conocerse -desde el día 17- las noticias de la caída de Sevilla y la disolución de la Junta Central(7)Allí votaron en el mismo sentido -la deposición del Virrey- hombres como el general Ruiz Huidobro, Saavedra, Castelli, Moreno, etc., que representaban distintas mentalidades y grupos diversos.

(7) El 17 de Mayo de 1810, Manuel Belgrano y los demás corifeos del movimiento -incluidos varios militares- deciden que el momento es lo suficientemente serio como para llamar a Cornelio Saavedra, que descansaba en su chacra de las afueras de la ciudad. Saavedra llegó el día siguiente y los complotados se reunieron en casa de Nicolás Rodríguez Peña. Saavedra se pronuncia por la revolución con su célebre frase: “Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”. En consecuencia, se decide entrevistar al virrey para que convoque a cabildo abierto. El 19 de Mayo, Juan José Castelli y Martín Rodríguez -que representaban a los elementos civiles y militares, respectivamente, de los conjurados- entrevistaron a Cisneros y le transmitieron la exigencia. Luego hicieron otro tanto con el Cabildo. Otros conjurados trataron de ganar a hombres del partido Republicano, enemistados con el virrey. No se sabe exactamente cuáles fueron esas gestiones, pero el acuerdo existió, como lo demostraron los hechos posteriores y el conocimiento que tenía Julián de Leyva de lo proyectado. Leyva, Síndico del Cabildo, sabiendo que los revolucionarios no darían un golpe inmediato apresando al virrey, demoró los trámites, previendo que éste podría dominar la situación, previa consulta con los jefes militares para determinar qué apoyo tenía. Cisneros se enteraría el 20 de Mayo que los comandantes le negaban su apoyo, consideraban caduca la autoridad que lo había nombrado -la Junta Central- y que debía dimitir, dejando el Gobierno en manos del Cabildo que oportunamente lo entregaría a la autoridad que el pueblo designase. El mismo día, Cisneros dio a publicidad una Proclama -redactada dos días antes- que es muy ilustrativa. Tras recordar la lealtad de Buenos Aires al rey, para que se conservase en América la libertad e independencia de la monarquía española, intenta neutralizar los posibles efectos de la convocatoria pedida: “... en el desgraciado caso de una pérdida total de la Península, y falta del Supremo Gobierno, no tomará esta Superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las Representaciones de esta Capital, a que posteriormente se reúnan las de sus provincias dependientes, entre tanto que de acuerdo con los demás virreinatos se establece una representación de la Soberanía del señor Don Fernando VII”. Cisneros subrayaba que la voluntad de la ciudad capital era insuficiente para cambiar la suerte política del Virreinato y menos de toda la América española. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

- El escrutinio del día 23

Por la mañana, el Cabildo ordinario efectuó el recuento de sufragios que arrojó las siguientes cifras:

* Por la destitución del virrey: 155 votos.
* Por su continuación en el mando (solo o asociado): 69 votos(8).

(8) Recuérdese que los asistentes al cabildo abierto del 22 de Mayo fueron 251; en consecuencia, y dada la cantidad de sufragios, no votaron 27 personas, probablemente por haberse retirado antes de emitir el voto. De los 155 que se expresaron por la cesantía de Cisneros, 87 disponían que el Cabildo asumiera interinamente el mando -con voto del síndico Leiva- hasta que se constituyera una Junta, “no quedando duda de que el pueblo confería la autoridad o mando”. Conviene aclarar que los votos fueron precedidos por extensas opiniones, en gran cantidad dispares. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

La mayoría de los sufragios decretaban la cesantía del virrey y la entrega del Gobierno provisionalmente al Cabildo, hasta constituirse una Junta, elegida por el pueblo.

El cabildo abierto había demostrado el pensamiento de los revolucionarios y la solidaridad de algunos grupos, pero era evidente la diversidad de opiniones, debido a la falta de unidad de la masa revolucionaria.

Sus vacilaciones fueron aprovechadas por el Cabildo ordinario para elaborar un audaz plan que burlaba la voluntad popular. En efecto: los regidores se creyeron con facultades suficientes como para nombrar -por sí solos, sin consultar al pueblo- una Junta provisional, que tomaría el mando “mientras se congregaran los diputados que se han de convocar de las provincias interiores, para establecer la forma de gobierno que corresponda”.

La audacia culminó con la designación del propio virrey como presidente de la Junta(9).

(9) Sólo 25 votos -de los 155 que disponían la cesantía del virrey- conferían al Cabildo atribuciones para constituir una Junta en la forma que creyere más conveniente. Estos sufragios minoritarios respondían a la fórmula de Ruiz Huidobro, que fue apoyada -entre otros- por Chiclana. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

Enterado de lo dispuesto, Cisneros aceptó la resolución del Cabildo, pero juzgó prudente consultar al respecto con los jefes militares pues estaba seguro que el pueblo no deseaba su permanencia en el mando.

Seguidamente se efectuó una entrevista en cuyo transcurso los jefes declararon que era necesario hacer pública la destitución del virrey, única forma de aquietar la efervescencia popular.

La opinión de los militares fue aceptada y esa misma tarde un pregonero -escoltado por soldados patricios- leyó por las calles de Buenos Aires un Bando relativo a la destitución del virrey.

- El jueves 24 de Mayo

Por la mañana se reunió el Cabildo y dispuso “que continúe en el mando el Excmo. señor Virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros” presidiendo una Junta de Gobierno integrada por Juan M. Solá, cura párroco de Montserrat; el comerciante José Santos Incháurregui (ambos españoles); y los criollos Juan José Castelli, abogado de la Real Audiencia; y Cornelio Saavedra, Comandante del cuerpo de Patricios.

Bajo la dirección del síndico Julián de Leyva -cabecilla de la reacción española- el Ayuntamiento redactó un Reglamento de trece artículos, con el propósito de vigilar el desempeño del nuevo organismo(10).

(10) El Cabildo se reservaba la atribución de nombrar el sustituto de cualquier miembro de la Junta (Art. 4to.) y si sus integrantes no se desempeñaran con corrección podía deponerlos y reasumir la autoridad (Art. 5to.). Además, la Junta no estaba facultada para imponer contribuciones sin la anuencia del Ayuntamiento. Otros artículos son verdaderas innovaciones en el Derecho Político vigente hasta esa época. Así, la Junta no tenía atribuciones judiciales, pues éstas correspondían a la Real Audiencia (artículo 7mo.) y todos los primeros días del mes debía publicar el estado de las finanzas (Art. 8vo.). Ninguna orden del virrey sería valedera sin la conformidad escrita de los demás miembros (Art. 10mo.). // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

Previa consulta con los jefes militares -que apoyaron a los electos- los integrantes de la Junta juraron esa tarde en la Sala Capitular del Cabildo, que había sido ornamentada para la ceremonia.

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El coronel Antonio Luis Beruti apoyó desde el comienzo la gesta de Mayo. En esa época integró el grupo de jóvenes apodados “chisperos”.

Cisneros usó de la palabra con el evidente propósito de mantener la tranquilidad pública y luego, acompañado por los integrantes del nuevo Gobierno, se trasladó al Fuerte entre “repiques de campanas y salvas de artillería”.

- La coalición. La agitación revolucionaria

Aunque la Junta había logrado el consentimiento de los jefes militares y la integraban dos representantes de los criollos -de buena fe, aunque equivocadamente- no cabía duda que tal solución era inaceptable.

Cuando trascendió que el virrey permanecía en el mando, la agitación cundió por la Plaza Mayor y los cuarteles de Patricios. El descontento era encabezado por Domingo French, Antonio Beruti y otros jóvenes criollos -en su mayoría de los suburbios- conocidos con el apodo de “chisperos”.

Por su parte, los principales revolucionarios -civiles y militares- se reunieron en la casa de Rodríguez Peña. En esa entrevista, Castelli admitió su error y prometió elevar su renuncia como miembro de la Junta, a la vez que intercedería ante Saavedra para el mismo propósito.

Fue necesario comunicar lo resuelto a los regimientos de Patricios y Arribeños, que ya estaban sobre las armas dispuestos a brindar su apoyo a los revolucionarios.

Por la noche, Saavedra y Castelli comunicaron al virrey la gravedad del momento y luego de una breve deliberación todos elevaron su renuncia y devolvieron el poder al Cabildo.

El síndico Leyva aceptó la convocatoria del Ayuntamiento para el día siguiente, mientras los insurgentes se reunieron nuevamente en casa de Rodríguez Peña, hasta las primeras luces del alba.

En esa larga sesión se resolvió -para evitar una maniobra reaccionaria- presentar al Cabildo los nombres de las personas que integrarían la nueva Junta de Gobierno. Además de confeccionar esa lista, se dispuso enviar a la brevedad una expedición militar al Interior con carácter de “auxiliadora”(11).

(11) Seguimos la opinión más generalizada -defendida entre otros por Groussac y Levene- según la cual la lista de los integrantes de la futura Junta Gubernativa se hizo el día 24 de Mayo, por la noche. Con esto se rebatía la opinión tradicional -sostenida por Mitre- que ubicaba en la mañana del día siguiente la redacción de la citada lista. En la actualidad, algunos historiadores -Roberto Marfany, Ruiz Guiñazú- vuelven a insistir, en base a documentos, en la tesis de Mitre, pues afirman que la redacción “corresponde al glorioso día 25”. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

- Los jefes militares niegan su apoyo al virrey

Desde el amanecer del día 25 grupos de revolucionarios se trasladaron a la Plaza Mayor y, debido a la inestabilidad del tiempo -lluvioso y frío- debieron dialogar bajo las arquerías del Cabildo y de la Recova.

Los cabildantes se reunieron a las 08:00 y resolvieron rechazar la renuncia de la Junta presidida por el virrey y, a la vez, aconsejarle que se impusiera por la fuerza en caso de necesidad.

Cuando trascendió lo resuelto, un grupo de rebeldes consiguió llegar hasta la Sala y exigió la inmediata destitución de Cisneros; Leyva logró tranquilizarlos cuando les prometió ocuparse para lograr “el mejor bien y felicidad de estas provincias”.

Los cabildantes juzgaron necesario dominar a los descontentos por medio de la fuerza y entonces nada mejor que consultar la opinión de los jefes militares.

Estos se presentaron a las 09:30 y ante la pregunta de si podían contar con un apoyo “para sostener el Gobierno establecido”, la mayoría contestó en forma negativa.

Mientras los jefes militares permanecían con los cabildantes, un grupo de patriotas penetró por los corredores del Ayuntamiento y luego de dar fuertes golpes en la puerta cerrada de la Sala, manifestaron “que querían saber de qué se trataba”. Fue necesario que el comandante Martín Rodríguez saliera hacia los corredores para contener a los más exaltados.

- La petición del pueblo

Ante la delicada situación que se les presentaba, los cabildantes decidieron recabar la renuncia indeclinable del virrey y, en consecuencia, de la Junta. Una delegación salió rumbo al Fuerte y regresó al cabo de un rato con la noticia de que Cisneros había aceptado la imposición.

En esas circunstancias, un nuevo grupo popular -encabezado por Beruti- se hizo presente en la Sala de Acuerdos y dio a conocer oralmente la nómina de los ciudadanos que integrarían la nueva Junta Gubernativa; además, una vez establecida la última, debería enviarse una expedición de 500 hombres al Interior(12).

(12) “Una Junta gubernativa compuesta de Saavedra como presidente y comandante de armas; de los vocales Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu y Larrea; y de los doctores Paso y Moreno como secretarios, con la precisa cualidad de que, establecida la Junta, debería enviarse en el término de quince días una expedición de 500 hombres para las provincias interiores” (Acta capitular del 25 de Mayo). // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

Con el propósito de ganar tiempo, el síndico Leiva argumentó que era necesario presentar esa petición por escrito y firmada por sus adherentes. Así lo hicieron los revolucionarios y, después de un largo rato, entregaron a los cabildantes varios cuadernillos con numerosas firmas(13).

(13) El documento se conoce con el nombre de “la petición del pueblo”. Ya hemos dicho que no todos los historiadores coinciden en que esa representación escrita se efectuó la noche anterior, pues otros afirman que se hizo el 25 de Mayo, durante el “largo intervalo de espera”. Las firmas son 401 y en su gran mayoría corresponden a los militares. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

No conformes con el petitorio, los cabildantes exigieron la ratificación del mismo por el pueblo congregado en la plaza.

El síndico Leyva se asomó entonces al balcón y ante la vista de un grupo de vecinos preguntó con ironía a los patriotas:

“¿Dónde está el pueblo?” Varios le replicaron “que las gentes -por ser hora inoportuna- se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana del Cabildo y que el pueblo se congregase en aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían tocar generala y que se abriesen los cuarteles”.

25 de mayo
El grabado -un óleo del pintor Ceferino Carnacini- evoca la mañana del 25 de Mayo de 1810. A pesar del mal tiempo, grupos de vecinos se reúnen frente al edificio del Cabildo, mientras comentan los sucesos políticos que culminarían esa jornada.

El 25 de Mayo de 1810 vuelve a expresar una coalición de los grupos políticos actuantes: frente a la reacción oficialista del día 24, que llevó al nombramiento de Cisneros como Presidente de la Junta, los grupos revolucionarios se movieron rápidamente e hicieron saber al Cabildo que el pueblo había resuelto reasumir los poderes que le había delegado el día 22, y exigía la constitución de una Junta integrada por Saavedra como presidente; Paso y Moreno como secretarios; y Alberti, Azcuénaga, Belgrano, Castelli, Larrea y Matheu como vocales.

Es evidente la coalición del grupo de la Independencia con el Republicano. Al primero pertenecen Saavedra, Paso, Belgrano, Castelli y Azcuénaga; al segundo Moreno, Larrea y Matheu; Alberti representa la opinión del clero criollo afín al primer grupo.

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Cornelio Saavedra, el Presidente y Comandante de Armas de la Primera Junta. (Oleo de B. Marcol, en el Museo Histórico Nacional).

Se concede la presidencia a Saavedra, jefe del regimiento más poderoso de la ciudad y detentador, por lo tanto, del poder decisorio de la fuerza, y jefe de la revolución en la medida en que a él había correspondido -el 18 de Mayo- la decisión de lanzarla a la calle(14).

(14) Se ha exagerado frecuentemente la juventud de los miembros de la Primera Junta. Un somero examen revela que primaban los hombres que -para la época- habían alcanzado ya la plena madurez. Las edades eran las siguientes: Azcuénaga, 56 años; Paso, 52; Saavedra, 51; Alberti, 47; Castelli, 46; Matheu, 44; Belgrano, 40; Moreno, 32; y Larrea, 28. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

- Primera Junta de Gobierno. La Junta Provisional Gubernativa

Sin medios con qué resistir y para evitar actos de violencia, los cabildantes decidieron acatar la voluntad de los rebeldes y reconocer la autoridad de la Junta revolucionaria. Previa lectura del acta respectiva, el nuevo Gobierno quedó integrado por nueve miembros, en la forma siguiente:

Presidente y Comandante de Armas: Cornelio Saavedra.
Secretarios: doctores Mariano Moreno y Juan José Paso.
Vocales: presbítero Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, doctor Manuel Belgrano, doctor Juan José Castelli, Domingo Matheu y Juan Larrea(15).

(15) Era evidente que la Junta daba representación a las principales clases sociales; así, el clero estaba representado por Alberti, y los abogados -los más numerosos- por Moreno, Paso, Belgrano y Castelli. Por su parte, los militares lo estaban por Saavedra y Azcuénaga. Finalmente, y con el propósito de congraciarse con los españoles que habían apoyado el movimiento -o al menos permanecido neutrales- se designó a los comerciantes Larrea y Matheu. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

La solemne ceremonia del juramento se efectuó a las 15:00. En presencia de las más altas autoridades -civiles y militares- los miembros de la Junta se hincaron y con la mano derecha apoyada sobre el libro de los Evangelios juraron: “desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII y a sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino”(16).

(16) La situación imperante en España, la invocación al rey cautivo por los miembros de la Junta y una distinta interpretación de la Semana de Mayo han hecho dudar -desde muy antiguo- sobre la tendencia emancipadora del movimiento. Uno de los primeros en hacerlo fue Tomás Manuel de Anchorena quien -en carta a su primo Juan Manuel de Rosas- expresó: “todos los papeles oficiales no respiraban sino entusiasmo por la obediencia y subordinación a Fernando VII”. Sin embargo, el primero en dudar sobre la idea separatista fue Florencio Varela; más tarde le siguieron Luis Domínguez y, actualmente, entre otros, el doctor Enrique de Gandía. Este último sostiene que el 25 de Mayo “sólo hubo un cambio de gobierno” a consecuencia de una guerra civil que comenzó en épocas de Santiago de Liniers. Por su parte, la mayoría de los historiadores -de Mitre en adelante- afirma que “el ideal de la independencia de estas Provincias está explícitamente manifestado antes del 25 de Mayo de 1810”. La invocación al rey cautivo o “máscara de Fernando” como ha sido llamada, se utilizó -escribe Andrés Lamas- “porque las conveniencias políticas le aconsejaron (a la Junta) encubrir bajo esas formas su pensamiento fundamental”. // “Historia Argentina”, de José Cosmelli Ibáñez. // Editorial Troquel, Buenos Aires.

La autoridad del virrey había caducado definitivamente, y la Junta Provisional Gubernativa -tal como figura en los documentos- se trasladó al Fuerte en medio del entusiasmo popular, mientras se escuchaban salvas de artillería y las campanas de los templos eran echadas a vuelo.

Constituida la Junta Provisional Gubernativa no tardó en manifestarse la sistemática oposición del Cabildo, de la Audiencia y del ex virrey. Estos focos contrarrevolucionarios tenían la esperanza de volver al régimen anterior, confiados en que los diputados provinciales se pronunciarían contra la Junta, de carácter provisional.

- La constelación de poderes

Siguiendo a J. Ladriere, la sociedad política rioplatense puede apreciarse como el conjunto organizado de una constelación de poderes, en la que es posible distinguir cuatro diferentes: el político, el económico, el militar y el moral.

junta gubernativa
La Junta Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata. (Archivo Gráfico de la Nación).

Mientras los tres primeros conciernen a comportamientos específicos, el último se refiere a las motivaciones -convicciones, normas, valores, creencias, etc.- de los actores, y comprende tanto al poder religioso como el ideológico(17).

(17) “Le Pouvoir”, de J. Ladriere, p. 49. Citado por Natalio Botana en “La légitimité, próbleme politique”. // Ed. del Centre d’Etudes Politiques (I.R.E.S.P.), Lovaina, Bélgica, y de C. L. Broiusse. // Impreso en Buenos Aires, en 1968. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

En la sociedad rioplatense, el sistema político español había logrado mantener embridada -o bajo control- esa constelación de poderes. Producidas las primeras etapas de la crisis y sucedidas la invasiones inglesas, aquel control disminuyó.

sellos
Dos de los sellos que usó la Primera Junta de Gobierno. El de la izquierda representa al “Supremo Poder Ejecutivo de las Provincia Unidas del Río de la Plata”. El siguiente, al “Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre del Sr. D. Fernando VII”.

El poder político de la burocracia y del virrey fue cediendo ante el parcializado pero vigente de los grupos descriptos. La fuerza económica de los monopolistas españoles fue debilitada por las medidas de libertad comercial alentadas por la política comercial inglesa y por la actitud crítica de los hacendados bonaerenses.

El poder militar criollo había aumentado en relación con el español, y Cisneros no pudo revertir el proceso. El poder religioso quedó escindido entre la jerarquía española y los sacerdotes criollos y españoles que -desde el Río de la Plata- actuarían en favor del cambio político; y el ideológico residía especialmente en los abogados criollos y en los intelectuales asediados por la opinión militante de la época, que no era otra que la liberal.

La quiebra del sistema político español produjo pues, la orfandad política del virrey y de la burocracia del Imperio español en América; afectó la autoridad del gobernante y puso en cuestión la legitimidad del régimen político virreinal en sí mismo, más bien que del principio monárquico.

- Poder militar y poder ideológico

Quebrado el sistema, esa constelación de poderes quedó liberada y comenzó a actuar por su cuenta. Pronto se destacaron dos de dichos poderes sobre los demás: el militar y el ideológico. El primero como factor decisivo; el segundo como justificador y detonante.

Cuando ambos convergieron y llegaron al acuerdo mínimo de la oportunidad y del objetivo inmediato, el cambio político fue un hecho. Cuando coincidieron en el objetivo mediato del proceso, se puso en marcha la revolución por la independencia política.

En otras palabras, cuando el poder militar criollo dejó de operar como un grupo de presión para transformarse en factor -hacedor- de poder, se adhirió al partido de la independencia aunque controlando -a través del liderazgo militar a Saavedra- los procedimientos y el ritmo del cambio.

Frente a la unidad de acción de los poderes ideológico y militar, el resto de la constelación se plegó al proceso -por ejemplo, el poder económico y el religioso- o careció de fuerza para contenerlo -por ejemplo el poder político, burocrático y el propio virrey-.

El poder militar, por otra parte, había tenido participación en todos los sucesos, cualquiera fuese su signo, que ocurrieron en la época crítica definida entre 1806 y 1810, y resueltamente no dejaría de tenerla después.

Esta amalgama de ambos poderes -el ideológico y el militar- se refleja desde los lugares de reunión -casas de Rodríguez Peña y Martín Rodríguez, por ejemplo- y sus asistentes militares y civiles, hasta la representación conjunta en todas las cuestiones trascendentes: Castelli y Martín Rodríguez, el 18 de Mayo; Saavedra y Belgrano, el 23; Castelli y Saavedra, en la Junta del 24(18).

(18) El 23 de Mayo de 1810 el Cabildo debió abocarse a la realización del mandato recibido de la Asamblea el día anterior. Pese a que el partido del virrey había sufrido una dura derrota, los hombres del Cabildo -sea por adhesión a Cisneros, sea por procurar que el cambio fuera lo menos definido posible, o por evitar que la conducción de la Junta recayese en un criollo- resolvieron, a instigación de Leyva, que la presidencia de la Junta fuese ejercida por Cisneros. En la mañana del día 24 el Cabildo aprueba la constitución de una Junta Provisional presidida por Cisneros e integrada por Juan Nepomuceno Solá, José Santos de Incháurregui, Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, todos partidarios de la cesación del virrey en el mando. Antes de darse a publicidad lo resuelto, se consulta nuevamente a los comandantes, quienes dan su aprobación. Los pasos dados -tendientes a anular la resolución del día 22- parecían tener éxito. // Citado en “Historia de los Argentinos”, de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce.

El proceso de cambio político adquiere -como se ve- cierta naturalidad objetiva. Los protagonistas actúan con más sentido común del que se atribuye a las situaciones revolucionarias, y se comportan siguiendo, en la mayoría de los casos, conductas relativamente previsibles.

Todo eso se producía, además, favorecido por una crisis de autoridad y de una precaria legitimidad del régimen, que anunciaba ya otra nueva.

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