El choque entre la expansión correntina y la misionera. El poblamiento de la Cuenca del Iberá (1750-1773)
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La comprensión del proceso histórico de expansión y poblamiento de esta región, necesita apoyarse, inicialmente, en la geografía de Corrientes, cuyo paisaje, en buena medida, explica las direcciones que tomó el movimiento y los resultados que alcanzó.
Corrientes forma parte de la Mesopotamia argentina, encerrada entre los grandes ríos Paraná y Uruguay. Dentro de ese marco, la planicie correntina exhibe un conjunto de paisajes o regiones que han sido caracterizadas, con nitidez, en una serie de trabajos recientes: el triángulo fluvial del Paraná-Santa Lucía; la Cuenca del Iberá; los malezales del Miriñay y del Aguapey; la planicie del Pay Ubre; y los bajos de los ríos Corriente y Guayquiraró(1).
(1) Una buena caracterización geográfica de Corrientes, puede leerse en el trabajo de Enrique D. Bruniard, “Bases fisiogeográficas para una división regional de la provincia de Corrientes”, en: “Nordeste”, Núm. 8, pp. 7-80. Resistencia, 1966. Una síntesis del tema, en “Geográfica”, Núm. 1, p. 11. Resistencia, 1972. Para otros aspectos, de este mismo tema, puede consultarse: Rafael Herbst, “Esquema estratigráfico de la provincia de Corrientes” en: “Raga”, t. XXVI, Núm. 2, pp. 221-243. Buenos Aires, 1971; la “Memoria explicativa del mapa geo-agrológico y minero (catastral-gráfico)”, de Guido Bonarelli y Ernesto Longobardi. Corrientes, 1929, en dos volúmenes, así como las, “Notas descriptivas de la provincia de Corrientes”, Corrientes, 1894, de Zacarías Sánchez, que contienen mucho material, de valor histórico. Conviene tener presente, también, varios artículos recogidos en el volumen XI del “Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica”, Buenos Aires, correspondiente a las IX Jornadas Argentinas de Botánica - “Las Ciencias Naturales en el Nordeste Argentino y Este del Paraguay”, editado en Buenos Aires, en 1970. La bibliografía de estos trabajos es muy completa sobre el tema. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810”. Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, (1981).
La primera de estas regiones, el triángulo formado por los ríos Paraná y Santa Lucía, constituyó la jurisdicción inicial de Corrientes, hasta el siglo XVIII. La Cuenca del Iberá, por su parte, recibió -desde fines del siglo XVII- una penetración desde el norte -y hacia el sudoeste- por parte de las estancias de los pueblos guaraníes, que concluyeron por chocar con los establecimientos correntinos.
En los malezales del Miriñay y Aguapey se instalaron, sobre la margen del Uruguay, los pueblos guaraníes de Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú, que constituyeron una unidad geopolítica con los restantes pueblos asentados en la llamada plataforma submisionera, donde la selva cede ante la sabana.
En cambio, los bajos de los ríos Corriente y Guayquiraró, y la vasta planicie del Pay Ubre, aisladas entre sí, permanecieron sin ocupación humana permanente.
A partir de esta caracterización de la geografía correntina, es posible advertir que, la ocupación del territorio, sujeto a la ciudad, admitió sucesivas fronteras, que pueden ser fechadas aproximadamente así:
* el Riachuelo, en las primeras décadas;
* el río Empedrado o Santiago Sánchez, hacia mediados del siglo XVII;
* el río Santa Lucía, hacia 1700.
Todas ellas se suceden, hasta alcanzar los límites de la primera región, el triángulo fluvial del Paraná y el Santa Lucía.
Los guaraníes, bajo la Administración jesuítica, ocuparon, en cambio, la región del Aguapey-Miriñay y, entre ambos, la Cuenca del Iberá sólo admitió, por su misma naturaleza palustre, pocas penetraciones, separando, de hecho, ambas jurisdicciones.
Las regiones del sur, y sobre todo el Pay Ubre, constituyen, en cambio, una extensión despoblada y abierta, hacia la cual convergen -desde 1750 en adelante- los intereses de los ganaderos correntinos y de los guaraníes, urgidos por la necesidad de trasladar sus pueblos y estancias, ubicados en las tierras orientales del río Uruguay y cedidos a Portugal por el Tratado de Madrid, de 1750.
Este proceso, poblamiento y desarrollo ganadero de Corrientes, y emigración y búsqueda de tierras por los pueblos guaraníes de Misiones, llevó, inexorablemente, al choque entre ambos intereses, defendidos con ardor por los cabildantes correntinos y los jesuitas.
Durante los años anteriores al conflicto, se habían mantenido, en cierta concordia, ambas regiones, a pesar de los fugitivos guaraníes. La relación con los jesuitas parecía satisfactoria en Corrientes, a pesar de las repercusiones del problema comunero(2).
(2) Existe una declaración del Cabildo, fechada el 2 de Mayo de 1736, muy elocuente y elogiosa para la actividad de los Padres y su labor en Corrientes, que da testimonio de ello (en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, Colección de Angelis, 1-29-4-62). Los disgustos causados por los guaraníes, parecen haber sido los motivos iniciales de esta animosidad, que fue creciendo en las décadas siguientes - Carlos Leonhardt, “Establecimientos Jesuíticos en Corrientes y Entre Ríos” (1932), en el “Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas” - Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (Buenos Aires), pp. 89-90, tomo XV. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Pero, a partir de 1750, la crisis se precipitó y agrió por distintos motivos, entre los cuales pueden señalarse
* la traslación de la Parroquia de Saladas (1749-1752);
* la guerra guaranítica (1754-1756), con la muerte de Bernardo Casajús, en Yapeyú; y, finalmente,
* la sublevación comunera en Corrientes, de confusa trayectoria (1763-1766).
Pero la cuestión de fondo estuvo centrada en la disputa por las tierras limítrofes entre Corrientes y Misiones, tal como Gaspar de Munive León Garabito Tello y Espinosa -el Marqués de Valdelirios- lo dio a entender, a Pedro de Cevallos, en 1759:
“aunque la Ciudad de Corrientes, distante más de treinta leguas de sus confines (Misiones) fuese la más cercana población de españoles, no tenían con ellos la mejor amistad, por razón de sus estancias”(3).
(3) Pastells-Mateos, “Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay” (1912-1949), tomo VIII, p. 473, Madrid; Raúl de Labougle, “Litigios de Antaño” (1914), pp. 109-133, Buenos Aires; la guerra guaranítica en la Colección de documentos publicados por el Archivo General de la Nación, “Campaña del Brasil. Antecedentes Coloniales (1750-1762)” (1939), tomo II, Buenos Aires. El conflicto comunero fue estudiado por Raúl de Labougle en “Historia de los Comuneros” (1953), Buenos Aires. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Esta pugna de intereses, y la acusación que algunos Tenientes de Gobernador recibieron, en su época, de favorecer los intereses jesuíticos, constituye el principal motivo de la enemistad(4).
(4) Nicolás Patrón (1747-1758) y Bernardo López Luján fueron principales destinatarios de esa imputación, así como Pedro de Cevallos en la Gobernación de la provincia. La historiografía correntina ha recogido profusamente esta opinión. Conviene verlo, además, en Andrés Lamas, “Los Comuneros de Corrientes” (1871), en la “Revista del Río de la Plata”, tomo I, pp. 138-152, Buenos Aires. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Las estancias de Misiones se habían establecido al norte y sudeste del Iberá. Los pueblos de Santa Ana, San Ignacio Miní, Corpus y Trinidad, ocuparon la región comprendida entre el Alto Paraná y los límites del Iberá. Allí se ubica el Mbaecua, que figura ya en los mapas desde 1722.
Los pueblos del Uruguay se habían mantenido en el Miriñay, tal como lo prescribía un Auto del gobernador del Río de la Plata, Alonso Juan Valdés e Inclán, en 1706(5).
(5) Isidoro Martínez y Cires, en: “El Telégrafo Mercantil...”, etc., Ed. facsimilar de la Junta de Historia y Numismática, 1914-1915, tomo II, pp. 563-564, Buenos Aires. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Pero el Tratado de Madrid -conocido en septiembre de 1750 en las misiones- provocó un problema verdaderamente dramático para los pueblos ubicados al Este del Uruguay. La transferencia de esas regiones a Portugal, los obligaba, no sólo a transmigrar los 7 pueblos, con 29.000 habitantes, sino que otros, como Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú, perdían las estancias, que constituían su fuente principal de abastecimiento.
Es indudable que ello obligó, a los jesuitas, a buscar, apresuradamente, tierras al Oeste, sin advertir que su angustia, por resolver el problema guaraní, los precipitaba en un enfrentamiento con los correntinos, al cerrarles virtualmente su expansión, con la ocupación de las tierras, al otro lado del río Corriente(6).
(6) Esta preocupación, por hallar nuevas tierras dónde reinstalar los pueblos, está presente en la Relación del P. Bernardo Nusdorffer, publicada en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, “Manuscritos da Coleçao De Angelis”, tomo VII: “Do tratado de Madrí a conquista dos sete povos (1750-1802)” (1969), con introducción y notas de Jaime Cortesao, pp. 143-149, Río de Janeiro, en cuanto a lo obrado en 1752. Este momento, donde se enfrentan los intereses guaraníes con los correntinos, coincide, además, con un momento crítico del poblamiento correntino, detenido como consecuencia de las agresiones de abipones y charrúas. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Un Acta del Cabildo, del 6 de Abril de 1751, refleja claramente la actitud correntina, dispuesta a no ceder sus posibilidades y derechos. La ocupación de los rincones de Curupayty, Santa Ana y Ayucú, en las proximidades de las actuales Loreto y San Miguel, así como la pretensión de los jesuitas de comprar el Rincón de Medina, en los Esteros del Batel, llevaron a los cabildantes a negar derecho para ocupar esos sitios, pedir su desalojo y señalar que
“en quanto a la población que por aora se pretende del dicho rincón de Medina, y los demas, que caen de esta parte del rio Corriente, desde luego unánimes y conformes decimos, que de ninguna manera permitimos se efectúen dichas poblaciones por el perjuicio que puede resultar contra los vecinos de esta ciudad siñendolos a tan poco distrito y quitando el veneficio que pueden tener todos los Vecinos a que son acreedores en comunidad...”(7).
(7) Este documento es uno de los mejores alegatos del Cabildo sobre sus derechos a la jurisdicción. En: “Colección de datos y documentos referentes a Misiones como parte integrante del territorio de la provincia de Corrientes” (1877), tomo I, pp. 26-28, Corrientes. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Esta disposición y la voluntad de impedir la venta del Rincón de Medina, así como los desórdenes ocurridos en los pueblos de Misiones, virtualmente sublevados en 1753, se añadieron al clima de creciente desconfianza oficial, que empezaba a rodear a los jesuitas(8).
(8) Un Acta del Cabildo, del 30 de Junio de 1753, contiene el dictamen del Procurador en las tierras del Rincón de Medina, dadas al capitán Baltasar Aguirre. En el mismo se expresa que “poblándola los referidos indios, sucederá lo que se experimenta en las demás estancias y pueblos, que, además de negar la entrada a ellos no reconocen superioridad en los ministros de Justicia, sino que le parece a cada estanciero es señor temporal sobre todo español y permitiéndoles introducirse más se experimentarán graves inconvenientes causados de sus voraces jenios y descomedida soberbia, a cuyo reparo devera estar siempre mi parte”. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Actas Capitulares, L. 20-21 (1750-1759). El clima de hostilidad a los indios y, por ende, a los jesuitas, ya es un hecho: el Cabildo hizo suyo el dictamen del Procurador. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
En el caso de sus difíciles relaciones con Corrientes, los perjuicios y los rumores acentuaron el clima de hostilidad que se gestaba(9).
(9) El gobernador del Río de la Plata, José de Andonaegui, escribió, al Cabildo de Corrientes, el 20 de Julio de 1752, para obtener su disposición favorable. Las noticias daban por cierta la resistencia en las misiones, se aludía a zanjas y fortificaciones en el Mbaeua, y ataques a las estancias de los “taragüís” o correntinos. A su vez, los misioneros escuchaban amenazas de “destruir, de una vez, todos estos guaraníes y arruinar sus pueblos”, y supieron de cartas amenazadoras enviadas por los yapeyuanos que, al parecer, no llegaron a destino, pero que se divulgaron abultadas. Todo ello, en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, “Manuscritos da Coleçao De Angelis”, tomo VII: “Do tratado de Madrí a conquista dos sete povos (1750-1802)” (1969), con introducción y notas de Jaime Cortesao, pp. 228-229; 270-272 y 295. Además, Pastells-Mateos, “Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay” (1912-1949), tomo VIII, p. 38, Madrid. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
A principios de 1754, estalló la guerra y, como consecuencia de esa situación, se multiplicaron los motivos de fricción, tales como la muerte del regidor Casajús, en Yapeyú, y las depredaciones ocasionadas por los soldados reales en las estancias misioneras(10).
(10) La muerte del regidor Bernardo Casajús, en Yapeyú, se supo en Corrientes el 17 de Agosto de 1754 y repercutió en la ciudad dolorosamente. El Cabildo pidió justicia al Marqués de Valdelirios. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Actas Capitulares, L. 20-21 (1750-1759) y Archivo General de la Nación, Sala IX, Cuerpo 3, Armario 3, Número 6; también en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, “Manuscritos da Coleçao De Angelis”, tomo VII, cit. Las acusaciones de robos de ganado, denunciadas por el Cabildo de La Cruz y giradas por José de Andonaegui al Cabildo de Corrientes, fueron contestadas airadamente, el 13 de Julio de 1756, como “nulas, maliciosas, indecentes e intempestivas”. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Actas Capitulares, L. 20-21 (1750-1759). // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Concluida la guerra, en 1756, las disputas por las tierras continuaron en sordina. El caso de la Estancia de Trinidad, ubicada en Ayucú, es bien ilustrativo de la pugna existente y los resortes tocados. En ese caso, los jesuitas obtuvieron, del gobernador Pedro de Cevallos, la confirmación de la posesión dada a Trinidad, con inclusión del Rincón de Santa Ana, también en litigio. Este Auto, del 15 de Agosto de 1766, fue obedecido por el Cabildo el 9 de septiembre, dejando a salvo su derecho “respecto a no hallarse, en este archivo, en sus Libros Capitulares, razón de que, para dicha posesión, hubiese consentido esta ciudad y su Procurador”(11).
(11) El litigio con Trinidad, referido por Isidoro Martínez y Cires, en: “El Telégrafo Mercantil...” etc., Ed. facsimilar de la Junta de Historia y Numismática, 1914-1915, tomo II, pp. 558-559, Buenos Aires. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Pero, aunque la anulación del Tratado, en 1760-1761, pareció resolver la cuestión de fondo, el conflicto con los comuneros correntinos (1763-1766) y la posterior expulsión de los jesuitas (1767-1768), impidieron todo arreglo.
Los guaraníes no siguieron su avance y las circunstancias facilitaron, a los correntinos, la expansión en procura de las tierras abiertas del Pay Ubre, hasta alcanzar las costas del Miriñay, primero, y del Uruguay y Mocoretá, posteriormente.
Con ello cortaron, definitivamente, la posibilidad de dominio misionero en la región y se aseguraron la ruta hacia el Salto, que facilitaba la comunicación con Buenos Aires. Esta historia constituirá el tema de este capítulo.
Los límites alcanzados por Corrientes y Misiones, a mediados del siglo XVIII, son bien conocidos. Para el caso de Corrientes, los testimonios no faltan y, uno de los más completos es, sin duda, la “Descripción Geográfica”, redactada por el Teniente de Gobernador Bernardo López Luján, en 1760. Para esa fecha, la jurisdicción estaba marcada por el río Corriente:
“el distrito y jurisdicción de la ciudad se estiende, por el Este, siendo su mayor estensión sesenta leguas hasta las estancias dé los pueblos de Misiones Guaranís, y por el Sur la de setenta leguas hasta la jurisdicción de Santa Fe, que divide el rio Corriente; por los otros vientos no tiene estencion alguna la jurisdicción por dividirle el rio Paraná: por el norte de las tierras que tienen los Pueblos de Misiones Guaranís y por el Poniente de las tierras que oupan, en el Chaco, los infieles, esceptuándose la nueva reducción de abispones, nombrada San Fernando, situada en el mismo Chaco, a la banda occidental de dicho rio Paraná”(12).
(12) La descripción histórica y geográfica de la Ciudad de San Juan de Vera de las siete Corrientes, etc., fue datada, en Corrientes, por el Teniente de Gobernador Bernardo López Luján, el 12 de febrero de 1760, y redactada a pedido del gobernador Pedro de Cevallos. Fue precedida de una cuidadosa información de la que, en las Actas del Cabildo correspondientes a 1760, y en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, 1.28-34-24, se conservan algunos testimonios de interés. Fue reproducida por Vicente G. Quesada, en un tomo especial de “La Revista de Buenos Aires” (1865), pp. 141-164, Buenos Aires y, algo más tarde, por Trelles, en la “Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires” (1881), t. III, pp. 262-284, Buenos Aires. El manuscrito, que se conserva en el Archivo General de la Nación, Manuscritos Biblioteca Nacional, Núm. 129, es una copia antigua, ya que el original no se conoce. El texto está copiado en un cuadernillo in 8vo., de 42 páginas, sin firma y sin el mapa a que se alude en el texto. Las versiones publicadas han reproducido este texto con varias erratas, sobre todo, la versión de “La Revista de Buenos Aires”. Las citas que se hacen, en este trabajo, son tomadas del manuscrito. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
La ocupación plena del territorio, correspondiente a la región del Iberá -encerrada entre los ríos Santa Lucía y Corriente- se produjo entre 1760 y 1773.
Dichas fechas indican sólo el momento culminante de ese proceso, porque es sabido que, desde principios del siglo, hubo propiedades importantes en esa región; tal, por ejemplo, la famosa estancia del Rincón de Luna, que, hasta 1767, fuera propiedad del Colegio Jesuítico de Corrientes, así como otras de parecida importancia.
Pero las invasiones de 1718 y 1739, y la inseguridad en que vivía la frontera, incidió, de modo decisivo, para que la zona se despoblara. Restablecida la seguridad, los asentamientos se afirman después de 1760 y se vuelven numerosos y definitivos(13).
(13) La historia inicial de la estancia del Rincón de Luna, famosa en Corrientes por su privilegiada situación y extensión, es bien ilustrativa de lo ocurrido en el poblamiento de la frontera. Dicha estancia se hallaba situada en una lengua de tierra entre el Batel y el Batelito, con salida hacia Yaguareté Corá (Concepción). Había sido obtenida en merced por Baltasar Maciel, en 1690, en atención a sus méritos y servicios. En 1722, su hijo hizo donación de esas tierras al Colegio de la Compañía en Corrientes. Los jesuitas poseyeron también, en la banda del Este del Santa Lucía, otra estancia, anterior a aquélla. La solicitaron en 1696 y el Cabildo certificó que aquellos lugares eran realengos, que la merced no iba en perjuicio de los vecinos, que los campos se hallaban entonces desiertos y que su poblamiento podía constituir un freno para los charrúas y sus confederados. El gobernador otorgó la merced el 3 de octubre de 1696 y la posesión se obtuvo el 11 de noviembre de 1697. Sin embargo, en 1711, los jesuitas desisten de estas tierras, por su poco rendimiento, larga distancia y amenazas constantes de los indios, y piden, en permuta, otra suerte de estancia, mucho más próxima a la ciudad, en las costas del río Ambrosio, a lo que el Cabildo accede. El retroceso de 1711 y la cesión de 1722, de la estancia del Rincón de Luna, prueban, no sólo, la antigüedad de propietarios en la zona, sino también el escaso valor de las mismas, por hallarse en región fronteriza, de difícil defensa y escaso provecho. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Expedientes Administrativos, L. 1 (1810-1812) y Archivo General de Indias, Jesuitas, L. 96, t. 1-2, Sevilla. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Los centros principales, desde donde se afianzó esta corriente pobladora, fueron Caá Catí y Saladas. El primero, ubicado al Este del Santa Lucía, y poblado desde principios del siglo XVIII, tropezó, en su expansión, con el obstáculo que significaban, para su vecindario, las estancias de los pueblos misioneros, instaladas entre las nacientes del Santa Lucía y el Corriente.
Después de la expulsión de los jesuitas, el litigio se reanudó, provocado, en buena medida, por la necesidad de tierras de los correntinos, como por los desórdenes y latrocinios de los guaraníes. De esto último, se quejaba el Cabildo, en 1772.
En 1774, la ejecución del deslinde de las tierras de la estancia de Curupayty, que pertenecía al pueblo de Trinidad, en Paraguay, provocó nuevos encontronazos entre ambos Cabildos(14).
(14) Archivo General de la Provincia de Corrientes, Actas Capitulares, L. 24 (1770-1775), Acta del 3 de Diciembre de 1772; “Colección de datos y documentos referentes a Misiones como parte integrante del territorio de la provincia de Corrientes” (1877), tomo I, pp. 32-34, Corrientes. Los antecedentes pueden verse en los “Autos obrados entre el Ilustre Cavildo en razón de la contradision puesta por el Procurador General desta Ciudad a la posesión dada al Pueblo de la Trinidad del Rincón del Ayucú y Santo Año el año de 1760”, Actas Capitulares, L. 23 (1760-1769). // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
Pero, al problema del deslinde de las jurisdicciones -que no pudo resolverse-, se agregó la paulatina ocupación del territorio misionero por vecinos de Caá Catí. Reclamado por el Administrador de Misiones, dio lugar a una Providencia del gobernador del Río de la Plata, Juan José de Vértiz y Salcedo, ordenando cesar esa penetración,
“hallándome informado, por el Administrador General de las Misiones de indios Guaranís, que varios individuos, de esa jurisdicción, han formado estancias en los terrenos en que los tenía el pueblo de Trinidad y desocupó por la decadencia en que está, doy con esta fecha la correspondiente orden al Governador de aquella Provincia para que les haga salir inmediatamente de ella y lo prevengo a V. M. para que concurra por su parte ... celando en lo succesibo que sus subditos no ocupen terreno alguno perteneciente a los referidos indios”(15).
(15) Archivo General de la Provincia de Corrientes, Documentos de Gobierno, L. 19 (1774-1776), dirigida al Teniente de Gobernador Juan García de Cossio, datada en Buenos Aires el 31 de agosto de 1774. Es interesante destacar que, el Cabildo, al menos desde 1770 en adelante, se había negado a otorgar mercedes en ese lugar, por reconocer la propiedad de Trinidad. Las ocupaciones aludidas por Vértiz y Salcedo son, seguramente, irregulares. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
El problema no tuvo solución satisfactoria durante muchos años. El 2 de agosto de 1800, Gonzalo de Doblas informaba, a la Junta Superior de diezmos del Virreinato, la situación irregular en que se hallaba esta región, indicando que, subsistían allí, 4 estancias pertenecientes a los pueblos de Santa Ana, San Ignacio Miní, Corpus y Trinidad, situados todos
“... al occidente del Estero nombrado Iberá cuyas cuatro estancias están en términos de Corrientes; pero los pobladores reconocen por sus curas párrocos a los de los pueblos indios, a que corresponden en lo temporal, y pagan los diezmos al Paraguay; estas estancias distan de sus respectivos pueblos de 4 a 50 leguas, y sin embargo obligan los curas a los pobladores españoles a que vayan a sus respectivos pueblos a cumplir las obligaciones espirituales, sin permitirles le verifiquen en el curato de Caacaty, que está inmediato a dichas estancias y corresponde a este Obispado”.
Respecto al irregular poblamiento en esa zona, advierte Martínez y Cires que las tierras eran aptas para ganadería, pero que los pobladores españoles eran gente de poco caudal,
“... debiendo creerse que algunos se valen de este efugio para evadirse de las fatigas militares ... y otros, estimulados de la imposibilidad de adquirir terrenos en ellos, cuya dificultad crece cada día al paso que aumentándose el vecindario se limita la extensión de la campaña”(16).
(16) Isidoro Martínez y Cires, en su: “Señalamiento primero de jurisdicción que se hizo a esta ciudad en orden a límites en sus confines, y se da idea de la demarcación que podría hacerse en su estado presente”, publicado en: “El Telégrafo Mercantil...” etc., Ed. facsimilar de la Junta de Historia y Numismática, 1914-1915, tomo II, pp. 509-517; 557-568. Reeditado en la “Revista de Buenos Aires” (1865), tomo único de documentos, pp. 193-212, Buenos Aires. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
En esos mismos años, Diego de Alvear expresaba idénticos juicios sobre la situación de esas tierras, que recorrió en 1801, a su regreso de Misiones(17).
(17) “El Diario” de Alvear, en: Melitón González. “El Límite Oriental del Territorio de Misiones” (1882-1886), en 3 volúmenes, Montevideo. La alusión a los problemas de Corrientes en el tomo III, p. 339. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
El problema -en definitiva- continuaba pendiente en 1807, en que se renovó, a través de una demanda del Subdelegado de Candelaria. El Procurador de Corrientes contestó con un largo alegato, donde examinó la calidad de los títulos de propiedad y concluyó pidiendo la desocupación de las tierras de Curupayty, Ayucú y Rincón de Santa Ana, para que, en ellas, “puedan acomodarse los vecinos de esta ciudad, su parte, que se hallan oprimidos en la jurisdicción sin tener dónde poblarse, a causa de la inmensidad de vecinos”.
Este problema no llegó a solucionarse hasta mucho después, en que Misiones fue incluida en la provincia de Corrientes, por el decreto del Director Gervasio Antonio de Posadas, en 1814(18).
(18) Archivo General de la Provincia de Corrientes, Actas Capitulares, L. 29 (1807-1810). Pero, aún después de la provincialización de Corrientes, la situación de las estancias de Misiones seguía siendo confusa. En 1827, algunos de los pobladores guaraníes, que subsistieron a la destrucción de sus pueblos por la invasión portuguesa de 1817-1818, se agruparon en Loreto y San Miguel, bajo jurisdicción correntina. // Citado por Ernesto J. A. Maeder. “Historia Económica de Corrientes en el Período Virreinal. 1776-1810” (1981), Buenos Aires. Academia Nacional de la Historia.
La región, ante la cual Saladas extendía su influencia, desde principios del siglo XVIII, por el contrario, permitió un deslizamiento constante y fecundo hacia el sur y el este.
El límite natural que imponía el Santa Lucía fue rebasado y el poblamiento entre las márgenes de este río y el Corriente se operó con gran celeridad, al punto que, ya desde 1770 en adelante, aparecen mercedes de tierras, más allá de este río.
El número de vecinos, y su efectiva radicación, se pusieron de manifiesto cuando, el 14 de agosto de 1771, peticionaron una capilla para el lugar. El Cabildo respondió positivamente al requerimiento y, junto con el Teniente de Gobernador García de Cossio y el vicario Martínez de Ibarra, se eligió, el 11 de octubre de 1773, el paraje, se le asignó la feligresía y sus límites. En este lugar se formó el pueblo de San Roque, muy poco después(19).