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GOBIERNO DEL COMUN

González de Alderete gobernó con prudencia, evitando, en lo posible, todo motivo de desórdenes. Mantuvo relación con los jesuitas, visitando, frecuentemente, su Colegio -a imitación de lo que hicieron los comuneros, en 1732- y toleró las actividades de los cabildantes, sin inmiscuirse para nada en sus deliberaciones y decisiones.

La conducta que observaron los Padres jesuitas, contra quienes, en realidad, estaba enderezada la inquina de los sublevados, fue de una extraordinaria mesura. Ni siquiera desconocieron a las autoridades del Común, con los que trataron, en diversas ocasiones, disimulando lo ilegítimo de su origen(1).

(1) El Padre José Klein, Cura Doctrinero de la Reducción de San Fernando del Río Negro, cuando viajó a Corrientes y a Buenos Aires, solicitó la pertinente licencia a Gaspar de Ayala, dándole tratamiento de Maestre de Campo y Capitán a Guerra, procediendo, de igual forma, el Padre Juan Francisco Quesada, su compañero, cuando necesitó y pidió ayuda al Gobierno comunero. Ver: “Informe del doctor Labardén”, en: Archivo del Arzobispado de Buenos Aires, Legajo 33, Expediente Núm. 29, fs. 161 a fs. 191. El Padre Guillermo Furlong S. J., dice: “Pocos misioneros, del siglo XVIII, llegaron a adquirir un prestigio tan grande en el arte de gobernar a los indígenas, conquistándoles, por el afecto y el cariño, e imponiéndose por la paternal dirección y maternal solicitud, como el Padre José Klein”. Este era alemán, natural de Glatz, en Silesia; permaneció en San Fernando del Río Negro hasta la expulsión de los jesuitas, en 1767. “El elogio está reñido con la verdad, que surge de la documentación coetánea”, dice Labougle // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

El 31 de diciembre de 1764, expiraba el mandato de los funcionarios electivos de la ciudad. Reunidos, los Capitulares, para considerar la situación planteada por la circunstancia de estar preso el Teniente de Gobernador, a quien correspondía presidir las elecciones que debían celebrarse al día siguiente, 1ro. de enero, resolvieron intimar, a González de Alderete, le pusiese en libertad, “por no constarle aeste ayuntamiento las causas judicialmente que aya para ello”, protestando no practicar las elecciones, en caso que no se les obedeciera.

Diputaron, para efectuar dicha diligencia, al Alcalde de segundo voto, Francisco Xavier de Solís, quien la realizó el mismo día 31, sin resultado favorable, por lo cual, el 1ro. de enero, en Acuerdo plenario, resolvieron reelegir a todos los cabildantes, absteniéndose de pronunciarse sobre la situación en que quedaba el cargo de Justicia Mayor, por carecer de las necesarias facultades y “hallarse abto para ejercerlo dicho Teniente de Gobernador mediante aber mejorado de sus dolencias”. De todo lo actuado, se dio cuenta a Pedro de Cevallos.

El 14 de enero, el Cabildo dispuso se reparasen las Casas de su sede, para lo cual, se encargó al Mayordomo adquiriese doscientas tejas de palma, cuyo precio satisfaría el citado funcionario, “por no tener ramo ninguno la ciudad”.

- El Cabildo repudia el levantamiento

En el Acuerdo del 21 de enero, dejaron, los cabildantes, constancia de su repudio al levantamiento, considerando que había, “el vezindario, libertosamente, atropellado la Jurisdicción R1. mucha parte de ellos no son dignos que por este Congreso se les de ninguna Sertificacion ni papel que haga asu favor Judicial o estra Judicial por el poco respeto que nos an guardado asta que su Exa. castigue o mande lo que fuese servido y sedara voz al Alcalde de primer voto y de la hermandad gurde nros, acuerdo(2).

(2) Archivo General de la Provincia, Corrientes, Actas Capitulares del Año 1765. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

- Solicitan la liberación de Ribera Miranda

El 28 de enero de 1765, ante la actitud de la “jente plebe sublevada”, que no daba señales de libertar a Ribera Miranda, acordaron, los capitulares, intimar a González de Alderete, pusiese presos a los que, la noche del 29 de octubre, habían agredido a aquél, antes que fugasen, y, para que asegurase la persona de Ribera Miranda, a fin de evitarle nuevos atentados.

Fue portador de la comunicación, José de Acosta, al que el Jefe comunero le respondió que no tenía jurisdicción para prender a los agresores, y que, en “lo que miraba a la vida del Theniente con la suya le aseguraba”. Sin noticias del Gobernador -e ignorantes de los propósitos que abrigase, dado su largo silencio- no obstante las cartas y representaciones que le habían sido dirigidas, el Cabildo no se atrevió a insistir.

Empero, el 4 de febrero de 1765, determinaron, los cabildantes, tomar medidas, para impedir que los comuneros reforzasen su armamento, si bien, dada la situación, ellas se ejecutarían con el mayor sigilo. Así, resolvióse prohibir a los mercaderes que tuvieran pólvora y municiones en venta, hasta nueva orden, bajo apercibimiento, a quienes lo contrario hiciesen, de pérdida de todos sus bienes, declarándose por traidores al rey a aquéllos que les fuere comprobado haberlas vendido a la “plebe sublevada”.

Un proyecto de evasión fue preparado por el regidor Solís, para llevar al Teniente de Gobernador al pueblo de San Fernando; fue desechado por Ribera Miranda que, no obstante las seguridades de éxito que se le dieron, no quiso abandonar su prisión. Entonces, el 18 de febrero, el Cabildo reiteró, una vez más, a González de Alderete, su intimación para que pusiera en libertad a aquél, conminándole a manifestar las razones por las cuales continuaba privado de ella y amenazándole con el castigo que, a él y a los demás comuneros, impondría Pedro de Cevallos.

Expresaron, los cabildantes, en su oficio, que los vecinos de Corrientes eran leales al rey, pero que muchos, “por su avanzada edad y otros por su notoria pobreza no an sacado la cara(3).

(3) Archivo General de la Provincia, Corrientes, Actas Capitulares del Año 1765. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

El Jefe comunero, luego de varias entrevistas con vecinos principales, decidió, por fin, acceder a los pedidos del Cabildo, previa consulta al vecindario. El domingo 1 de marzo de 1765, convocó a los vecinos, a son de caja de guerra, concurriendo a la plaza el día 10, “mas de sien onbres aoir el auto todos armados con trabucos y garrotes que su consecuencia replicaron Gaspar de Ayala y Cardoso no conbenir la soltura del Sr Theniente por aber dado quenta al Sor Exmo.”.

Incitados por algunos exaltados, los concurrentes se alborotaron, produciéndose “mucho tumulto con boserias y amenazas tratando aeste aiuntamiento Indignamente”, según rezó el Acta del 11 de marzo. El Cabildo, falto de fuerza militar, no pudo imponerse, y resolvió dar cuenta de lo acaecido al Gobernador, por intermedio de Acosta, a quien se lo envió a Buenos Aires, provisto de los pliegos necesarios.

- Los sublevados cambian de Jefe

En cuanto a González de Alderete, acusado, por sus compañeros, de “queera un traidor contra su Patria”, vióse obligado a resignar el mando. Esa misma noche del 10, reunidos en La Cruz del Milagro, los comuneros eligieron, en su reemplazo, a Pedro Nolasco Pabón(4).

(4) Archivo General de la Provincia, Corrientes, Actas Capitulares del Año 1765; y Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5. Declaración de José González de Alderete, de fs. 71 a fs. 92. No firmó, por no saber. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

El nuevo Maestre de Campo del Común, era correntino, de treinta y ocho años de edad, estanciero de profesión y de no mayores alcances que su predecesor. Obró con energía, desterrando, de la ciudad, a algunos de los leales, entre ellos, a José Bonifacio Barrenechea, por “enredador y alborotador”, medida ésta que no se pudo cumplir porque, el sindicado, se encontraba refugiado en el Convento de La Merced.

Amenazó castigar a quien fuere “ozado” mentar la palabra “común”, y prohibió toda comunicación epistolar con Buenos Aires, estableciendo Guardias en los sitios estratégicos; no obstante ello, se recibieron noticias que Cevallos preparaba una expedición contra Corrientes. De éstas, se hizo eco el Cabildo, en su Acuerdo del 1 de julio de 1765, resolviendo que -cuando fuese la ocasión- saldrían los Alcaldes de la Hermandad al encuentro de las tropas reales, a fin de expresarles la fidelidad del Cuerpo y ofrecerles su obediencia, sin limitación alguna.

Habían seguido, hasta entonces, sus gestiones municipales, los cabildantes, sin otro incidente de bulto que el ocurrido con motivo de las fiestas del Patrono de la ciudad. Acordado, el 18 de junio, que, el Día de San Juan, enarbolase el Estandarte el Alférez Real, quien debería invitar al “convite”, a los festejos de ese día, “solamente aquellas personas Leales Padres de la República quenosean mesclados en estas Revoluciones”, y también, que se oficiase Misa cantada, con asistencia de los prelados, tuvo noticia Pabón de dichos propósitos, por lo que comunicóles, ásperamente, que no permitiría semejante desaire y que, por el contrario, sería él quien pasearía el Pendón Real.

Los cabildantes, “por obviar disputas y escándalo”, tuvieron que someterse, si bien, con la condición que, en los actos a realizarse, ninguno de los militares sublevados se mezclaría con los funcionarios del Cabildo. A la sequía, langosta, y enfermedades que aquejaban a Corrientes, desde 1758, se sumaba el malestar, lógicamente derivado de la insurrección.

Con el designio de aliviar el estado de la población, en el Acuerdo del 7 de julio, el Procurador General, teniendo en cuenta que, en los últimos meses anteriores, se había llevado demasiada cantidad de ganado vacuno para las misiones -en perjuicio de los intereses de la ciudad-, propuso se limitara el número de las piezas que se sacasen. Fijóse éste en cuatro mil por año, debiendo, los vecinos, dar razón, al Cabildo, de los animales que vendiesen, bajo pena de perdimiento de aquéllos que excediesen la cantidad indicada, pena de la cual, la mitad se aplicaría a la Real Cámara de S. M. y Gastos de Justicia. Se publicó lo resuelto por Bando, a son de caja y voz de pregonero, tanto en la ciudad como en la campaña.

- Trasladan a Ribera Miranda a Itatí. Deposición del Maestre de Campo

El continuado silencio, de Pedro de Cevallos, inquietaba por igual a leales y comuneros. El Cura de Itatí, fray Roque Ferreyra, inició gestiones, ante el Maestre de Campo del Común y los cabildantes, para obtener que se le permitiera, a Ribera Miranda, trasladarse al mencionado pueblo, en libertad bajo fianza, con resultado satisfactorio.

Sigilosamente, el 24 de agosto de 1765, el Teniente de Gobernador abandonó la ciudad, con la conformidad de Pabón, pero sin conocimiento de los comuneros. La indignación de estos no tuvo límites. Reaccionaron con violencia, recorriendo las calles tumultuosamente y persiguiendo a los vecinos leales más caracterizados, que se vieron obligados a acogerse a Sagrado. Pabón fue depuesto y encerrado en la Cárcel Pública.

El 6 de septiembre de 1765, los amotinados eligieron, por Maestre de Campo, a Gaspar de Ayala. Al día siguiente, “en voz de uno todo el vezindario”, fue confirmado Ayala en su cargo, por considerarse concurrían, en él, “hasta oy día, esfuerzo, fidelidad, prontitud, y buenas correspondenzias, y selo, a esta abatida ciudad que es el origen y empeño nuestro porque debemos atendernos en todo y por todo, como patriotas que lo somos”. Resolvióse que siguiera preso Ribera, ya prófugo en Itatí, lo que hacía ilusoria la medida(5).

(5) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5. Declaración de Gaspar de Ayala, de fs. 9 a fs. 22. Dijo que se sublevaron, porque, “para decir lo que sienten todos son uno”, y que, por esa razón, no podrá señalar particularmente a nadie, “porque todos eran uno”. En la confirmación del nombramiento de Ayala, para Maestre de Campo, fs. 23 vta., del expediente citado; reza el Acta: “En voz de uno todo el vezindario”. Los comuneros siempre encabezaban sus Bandos así: “Nos, el Vecindario”, o “Nos, la Vecindad”. Leyendo estos documentos, viene a la memoria la respuesta altanera de los vecinos de Fuenteovejuna. No desmentirían su estirpe hispánica los comuneros corrrentinos. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

Ayala era criollo(6), natural de Corrientes, de treinta y tres años, chacarero de modestos recursos y escasísima instrucción, pero protegido e instrumento de los Casajús.

(6) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5. Declaración del Maestre de Campo Juan de Almirón, a fs. 158 vta. Dijo que los sublevados querían que fuese Teniente de Gobernador un criollo. Con esta palabra, se designaba, entonces, al nacido en el país, pero de las clases inferiores; “patricio” o “español americano”, se designaba al blanco puro de las clases altas, o bien, simplemente, “español”. Esta interpretación fluye de los documentos que he consultado, especialmente en el Legajo, mencionado al principio de esta nota, Expediente Núm. 4, a fs. 15 vta. También: Archivo General de Indias, Sevilla, Contratación, Legajo 5.483. Licencias para fray Pedro Rodríguez Guillén, de la Orden Seráfica, y para con Miguel Rodríguez, Alcalde Mayor de Sonora, en Nueva Vizcaya, Año 1736. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

Había ido al río Pardo, como Sargento, en la expedición de Bernardo López de Luján, prestando servicio en el Cerro de Puycazuru, con tres mil indios; de allí, le mandaron al Ibicuy, con nueve soldados y cien indios, para recoger toros y, estando en esta función, llegaron cincuenta y cuatro correntinos desertores, con los que, él y sus compañeros, pasaron a Corrientes, abandonando el ejército de Catani.

En Corrientes, Ayala se presentó con sus sesenta y tres hombres a Barrenechea, y parece fue el temor que se castigase por ése y otros hechos, en que participara, lo que le decidió a sublevarse, siendo, desde el primer momento, uno de los más exaltados. Se gobernaba por los consejos de Alonso Hidalgo. Al asumir el mando, dijo aceptarlo, “para conserbar a su Patria sin desórdenes, hasta que el señor Govor. y Capn. Gral. dispusiese lo que gustase(7).

(7) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5. Declaración de Gaspar de Ayala, citada. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

Con Ayala, compartieron el mando, Diego Cardozo, como Sargento Mayor; y Javier Toledo, como Secretario. Este último, resultó aprovechado, pues lucraba con las licencias para pasar al Paraguay, lo que se descubrió y motivó su destitución y procesamiento.

El 8 de septiembre de 1765 se desterró de la ciudad a todos los moradores forasteros, dándoseles, por Bando, plazo de un mes para abandonar la jurisdicción -bajo pena de destierro- al pueblo de San Fernando, y pago de quinientos pesos. Al comunicarlo al Cabildo, Ayala le hacía saber que respetaría su autoridad:

Sres. Alcaldes Ordinarios y Justicia Mayor de esta ciudad: el Maestre de Campo Dn. Gaspar de Ayala, vecino y natural de esta ciudad de Corrientes, en la mexor forma que aia lugar en dro. ante Vsa. Mrd. paresco, y digo que promulgué autto en la plaza publica para que todos los forasteros dentro de un mes salgan de esta Ciudad los quales an rrecaido ante mi con sus memoriales ha que lo les dé ausilio para sus Cobranzas, pidiendo que mande a los Sargentos Mayores, y Jueces Comisionarios les dé ausilio Y porque Vmrds. pueden sobre esta materia entender en Cossas políticas y lo en cossas Militares será presiso que sigamos cada uno aquella jurisdicción que nos toca y no quiero quitarles su jurisdicción, por lo que vien pueden entender Causas que Io les auxiliaré en lo que lo pudiere, y protexto estar ha la mira de oyr e entender rrecursos en cuios términos a Vmrds. pido y suplico Provean lo que llevo dicho por ser de Justicia y para ello se le devolbera este con lo Probeido (fdo.) Gaspar de Ayala(8).

(8) Archivo General de la Provincia, Corrientes, Actas Capitulares del Año 1765. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

Los capitulares encontraron algo confuso, el escrito, e invitaron, a Ayala, para que concurriese a dar explicaciones, pero éste se excusó de hacerlo, manifestando que el Cabildo obrase como le pareciere mejor. Se redoblaron las Guardias y persecuciones, tornándose, la plebe, tan insolente, que los principales vecinos y sus familias buscaron refugio en los conventos e iglesias de la ciudad.

Fueron, no obstante, muchos los encarcelados, entre ellos el antiguo cabildante, Juan Manuel Cano de la Pera, cometiéndose, además, toda clase de excesos. Al intentar prender a Carlos José de Añasco, éste y sus criados se resistieron. Ocurrió el episodio el domingo 15 de septiembre de 1765, a las 15:00. Estaba Añasco en su casa de la calle de San Francisco, departiendo amigablemente con el Maestre de Campo Juan de Almirón, Roque Verón y los capitanes Francisco Cabral, Luis de Soto y Juan Bautista de Arriola, cuando se presentó Ayala con un pelotón de soldados.

Iban ya las cosas subiendo de punto y era inminente una refriega pero, casualmente, acertó a pasar el Vicario, doctor Martínez de Ibarra, quien intervino con energía, aquietando los ánimos. Ayala echó la culpa, de todo lo acontecido en Corrientes, a Añasco y sus amigos, y dijo, dirigiéndose al Vicario:

Todos ustedes son los que han sido causa de estos alborotos, porque siendo Padres de la República, no contubieron a Dn. Manuel de Ribera, o lo despacharon a S. Exa. qe. entonces no hubiéramos tenido necesidad dusar de nuestras armas para defender a nuestra Tierra”.

A cuias palabras respondió dicho Vicario (sacándose el sombrero) le agradecía el favor tan grande que le hasía; a que le replicó Aiala entendía mui vien Sumrd. por qué se lo desía”.

Martínez de Ibarra empeñó su palabra, de que Añasco nada intentaba contra los comuneros, con lo cual estos quedaron satisfechos y se retiraron. La discusión duró desde “vísperas hasta el Ave María(9).

(9) Archivo de la Curia eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires, Legajo 38, Expediente Núm. 121, fs. 19 vta. En el pleito que siguiera -en el año 1791-, el regidor Francisco Xavier de Casajús contra los Alegre, recuerda aquél que, “por cierta competencia que tuvo dho. Dn. Joseph de Añasco con Dn. Gaspar de Ayala, este dho. lo trató a Añasco de mulato, como es público y notorio en esta ciudad”. Ver: Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Tribunales, Legajo 260, Expediente Núm. 21, caratulado: “Información de Limpieza de Sangre del Regidor Dn. Francisco Xavier de Casajús y Dn. Sebastián de Alegre, obrados en razón del impedimento puesto por dho. Regidor sobre las Bodas que intentó celebrar su cuñado, Dn. Man1. Ant°. Casajús, con hija del citado Alegre. Juzgado de segundo voto, Año 1791, Corrientes”. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

A fines de septiembre de 1765, llegó a Corrientes, el Cura de Naturales de la Ciudad de Santa Fe, doctor Pedro José de Crespo, a quien, el obispo De la Torre, había comisionado, para que practicase las necesarias averiguaciones, a fin de determinar la participación que -en el levantamiento- hubieran tenido el Vicario, doctor Martínez de Ibarra, y el maestro Casajús. Inició sus diligencias el 3 de octubre y las continuó durante dos meses, sin que se le opusiera obstáculo alguno por los comuneros.

- Los comuneros correntinos solicitan depender de Asunción

Malas noticias traían, los viajeros que llegaban de Buenos Aires, para los comuneros. Decíase, en la Capital de la Provincia, que Pedro de Cevallos mandaría un Juez provisto de plenos poderes, que pasaría a todos a degüello y sólo dejaría con vida a los menores de doce años.

El tema, impulsó a los rebeldes a dar un paso de extraordinaria gravedad, y fue el de solicitar, a las autoridades de la Provincia del Paraguay, el que aceptasen la incorporación de Corrientes a su jurisdicción, por oficio de fecha 20 de septiembre de 1765. El gobernador, Fulgencio de Yegros y Lcdesma, el 14 de octubre del año 1765, desde Asunción, acusó recibo de la representación del vecindario de Corrientes expresando: “Contemplo ser de la plebe deel”, y, agregaba, que se compadecía de la falta de resolución del conflicto por el gobernador Pedro de Cevallos, durante tantos meses, refiriéndose a Corrientes y Asunción en los siguientes términos:

Fue su hija en un prinzipio y Poblazion que nose como se sujetó al domicilio de la posterior Buenos Aires; cuio domizilio, sería dependiente del Rey Nro. Señor alómenos en su confirmación por cuio respecto, nome esfacultatibo, condezender a la presente suplica, de ese Vezindario alquedesde oy le diera el título de hija esta Prova. sino hubiera el ympedimento de la ympotencia dha. y no fuera yo, aunque yndigno como Ministro del Govno. de ese Vezindario y Bazallo deel mismo Rey, de cuio brazo y Señor, no puede protexerles esta República, ni menos libertarla de castigos, puede esa Vezindad ocurrir donde competa asi a buscar su remedio como a solicitar la disoluzn de su actual domizilio”, y terminaba su larga Nota, llena de citas bíblicas y de figuras literarias de pésimo gusto, evocando las luchas comunes que habían sostenido las dos ciudades contra los indios infieles"(10).

(10) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5, fs. 27, 27 vta. y 28. De este Fulgencio de Yegros y Ledesma, era sobrino, el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador del Paraguay, y uno de los próceres de la Independencia sudamericana, personaje extraordinario, cuya biografía ha escrito, magistralmente, el historiador paraguayo Julio César Chaves. “El Supremo Dictador (biografía de José Gaspar de Francia)” (1942), Buenos Aires. Editorial Difusión. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

A su vez, el 16 de octubre de 1765, el Cabildo de Asunción se dirigió a los “Señores Vezinos de la ciudad de Sn. Juan de Vera de las Siete Corrientes”, acusando recibo del pedido de incorporación al Paraguay, y manifestando no había en ello inconveniente por parte suya, siempre que ocurriesen ante el rey, que era el único que, para resolverlo, tenía facultad. Decíase, en Corrientes, que, fracasadas las gestiones con el Paraguay, los comuneros abrigaban la intención de entregarse a los portugueses.

El 28 de octubre de 1765, durante la celebración de la Misa en la Iglesia Matriz, el Vicario interino, maestro José Verón, pronunció un vibrante sermón, amenazando a Ayala y sus secuaces con la excomunión, y fustigando sus excesos. Los cabildantes continuaron reuniéndose semanalmente, sin adoptar decisiones sobre ningún asunto, hasta que llegó el 1ro. de enero de 1766, fecha en la cual, nuevamente, se les planteaba el problema de las elecciones.

En el Acuerdo, que realizaron ese día, eligieron Alcaldes de primer voto y Juez de Menores a Luis de Soto; Alcalde de segundo voto y Alférez Real, en depósito, a Juan de Solís; Procurador General a José Ponciano Rolón; Mayordomo de la ciudad, a José Díaz; y Alcaldes de la Santa Hermandad, a Pedro José Sotelo y Fernando Soberón, todos de la parcialidad de los leales, por ser su deber buscar

el bien de la República máxime -reza el Acta correspondiente- en las circunstancias deplorables en que se halla actualmente esta ciudad y deviendo poner la mira en sujetos idóneos y que no se haian mezclado en manera alguna con el delito público de la sublevación acriminándose esta por la ninguna obediencia que se ha thenido a los Jueces abrogándose en la Jurisdicción Real los Caudillos tumultuantes de que ha resultado que se ha visto este aiuntamiento casi sin libertad y sin determinación de practicar otras elecciones”.

Se dejó constancia, además, que la efectividad de lo resuelto quedaba sujeta a lo que proveyese el gobernador Pedro de Cevallos y, asimismo, se estableció, constase que los vecinos de los Partidos, no habían hecho causa común con los sublevados y seguían acatando la autoridad real.

El Gobierno de Ayala, acentuaba, cada vez más, su rigor contra los leales; temía, aquél, ser asesinado, y ello le determinaba a perseguirles encarnizadamente. Denunciado como conspirador, Pedro Antonio Molina fue llevado a un montecillo y allí le aplicaron doscientos azotes, dejándole moribundo(11).

(11) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5, fs. 27, 27 vta. y 28. Declaración de Gaspar de Ayala, citada, y Justicia, Legajo 2, Expediente Núm. 19, fs. 48. En 1732, también habían expresado, los comuneros correntinos, su intención de unirse al Paraguay, si no eran escuchados en sus demandas, por Bruno Mauricio de Zabala. Ver: Padre Pedro Lozano S. J., “Historia de las revoluciones de la Provincia del Paraguay”, tomo II. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

El 3 de febrero de 1766, el Cabildo desestimó una solicitud de Francisco Antonio de Alvarado, montañés, que acababa de radicarse en la ciudad, y pretendía ser nombrado Escribano Público, considerando que no correspondía tomar determinaciones en las circunstancias porque atravesaban, y estando cosas tan graves pendientes. Fue su última reunión pues, habiendo los comuneros arreciado en sus persecuciones, los Solís se vieron precisados a refugiarse en Sagrado(12).

(12) El denunciante fue un tal Pedro de la Quintana Gamboa, vecino de Saladas, por carta a Gaspar de Ayala, de fecha 23 de enero de 1766. Era, Molina, “mozo de juicio, aunque de humilde y bajo nacimiento”, según el doctor Labardén. Ver: Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Criminales, Legajo 4, Expediente Núm. 5, fs. 17. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

- Buenos Aires adopta medidas contra los insurgentes

Ya había llegado la hora en que, el gobernador Pedro de Cevallos, desembarazado de las ocupaciones enojosas derivadas de los Tratados con Portugal, tomase medidas contra los comuneros. En efecto, en enero de 1766, ordenó, al teniente coronel Carlos Morphy -que se encontraba en el Yacuy y río Pardo- pasara a Corrientes, a restablecer el orden, para lo cual dióle ochenta soldados de infantería y cien dragones.

Tres meses empleó en su marcha, el comisionado real, a quien se unió, en el camino, el Auditor de Guerra, Juan Manuel de Lavardén, provisto de plenos poderes para entender en la Sumaria Información a practicarse. El 22 de abril de 1766, la fuerza expedicionaria llegó a Saladas, donde Morphy recibió carta de Ayala que, en nombre del vecindario, le ofrecía acatamiento y obediencia. Días después, el 9 de mayo de 1766, estaba a las márgenes del Riachuelo, en el lugar llamado Paso de los Padres.

Allí, el comisionado real publicó su primer Bando, ordenando, a los vecinos de Corrientes, retirarse a sus casas y entregar las armas que poseyesen, dentro de ocho días, so pena de ser considerados, “rebeldes al Rey y castigados Irremisiblemente con la pena de muerte afrentosa(13).

(13) Archivo General de la Provincia, Corrientes, Actas Capitulares del Año 1766. // Citado por Raúl de Labougle. “Historia de San Juan de Vera de las Siete Corrientes. (1588-1814)” (1978), Buenos Aires.

A un cuarto de legua de la ciudad, en el Paraje del Sombrerito, hizo alto Morphy, y asentó su real, al que llamó de San Carlos, en homenaje al monarca reinante. Trescientos sesenta comuneros armados salieron a su encuentro y depusieron las armas sin ninguna resistencia, “dispuestos a padezer cualquier castigo viniendo por mano de su Rey y sus Ministros(14). Así terminó la rebeldía de los comuneros.

(14) Archivo General de la Nación, Buenos Aires, División Colonia, Criminales, Legajo 5, Expediente Núm. 5. Declaración de Gaspar de Ayala, citada. Existía, entonces, lo que Aurelio Miró Quesada y Sosa, en su obra “El Inca Garcilaso”, capítulo II, ha llamado, “tenor evidente, bando y reverencial, al monarca de España”. Sobre este particular, trae acertadas consideraciones Ramiro de Maeztu, en su “Defensa de la Hispanidad” cuando, en 1778, el Teniente de Gobernador de Yapeyú, Juan de San Martín, enfrentó a los indios sublevados en la Sala de Acuerdos del Cabildo, “descubriendo el retrato del rey y se puso debajo de él”. Ver: Raúl de Labougle. “Litigios de Antaño”, capítulo: “La sublevación de Yapeyú en 1778” (1941). Edición de Buenos Aires.

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