La antigüedad de los humanos en América
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La datación de los grupos humanos en América es una cuestión muy discutida, ya que existen científicos que aseguran que no tienen una antigüedad superior a 11.500 años a. de C. En cambio, otros estudios, junto con dataciones de carbono 14, arrojan fechas de entre 28.000 a 38.000 años a. de C.
La fecha más aceptada era la del yacimiento de Clovis, localizado en el Estado de Nuevo México (Estados Unidos) que, según las dataciones y los restos líticos y humanos ahí encontrados, posee una antigüedad de 11.000 años a. de C.
Los paleoindios -así llamados por los estudiosos de la prehistoria americana-, eran fabricantes de puntas de piedra acanaladas (denominadas puntas Clovis) y grandes cazadores de mamíferos, como el mamut y el bisonte gigante, y se les consideraba los pobladores más antiguos de América.
En otros yacimientos, como el de Folsom, también en los Estados Unidos, se han encontrado puntas de piedra del mismo tipo Clovis, pero con variantes en la manufactura. En el resto del continente también se han hallado puntas líticas del estilo Clovis, aunque en América del Sur el tipo de punta lítica más extendido es el lanceolado plano.
Los yacimientos de Meadowcroft (Estados Unidos), Monte Verde (Chile) y Boqueirão da Pedra Furada (Brasil), son los que arrojan las dataciones de rastros de poblaciones más antiguas. En el primero, se han datado los restos de un cesto carbonizado en 17.600 años a. de C; en el segundo, se han fechado restos de hogueras con una antigüedad de 32.000 años a. de C; y en Pedra Furada restos con 30.000 años a. de C.
Teniendo en cuenta estas fechas se presume que América del Sur tuvo que haber sido poblada hace aproximadamente 31.000 años a. de C, por lo que la migración inicial al continente americano debió haberse producido 7.000 a 8.000 años antes, lo que establece una posible antigüedad de 38.000 años a. de C. para la presencia humana en América.
Con respecto a la Cuenca del Plata, tenemos que tener en cuenta las investigaciones regionales: las del arqueólogo brasileño Jorge Eremites de Oliveira, en la región del Pantanal matogrossense; las de los arqueólogos Emilia Kashimoto y Gilson R. Martins, en la zona del Alto Paraná; y las del equipo argentino del Museo de La Plata y Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de La Plata, en el Chaco litoraleño(1).
(1) Para leer sobre estudios arqueológicos de la región del Sudeste sudamericano se tienen las obras de Emilia Mariko Kashimoto y Gilson Rodolfo Martins, “Uma Longa História em um Grande Rio. Cénarios Arqueológicos do Alto Paraná” (Campo Grande, Oeste, 2005); de Jorge Eremites de Oliveira, “Arqueología das Sociedades Indígenas no Pantanal” (Campo Grande, Oeste, 2004); de Jorge Eremites de Oliveira, “Arqueología pantaneira: história e historiografía (1875-2000)” (Dourados, Editora da UFGI, 2008). Todas estas obras permiten tener una visión bastante amplia de la prehistoria de esta región, sobre todo en lo que concierne a los paleoamericanos y los guaraníes. - "El período prehispánico", de Adelina Pusineri y Raquel Zalazar, en Historia del Paraguay, Julio de 2010, Ed. Taurus.
Según Oliveira, para la región pantanera (incluye el Alto Paraguay), las fechas radiocarbónicas más antiguas de presencia humana van desde los 6.100 hasta los 2.500 años a. de C., y se relacionan con la “arqueología de las tierras bajas” de América del Sur ocupadas por pescadores-cazadores-recolectores.
El llamado “óptimo climático ambiental” del Holoceno Medio -etapa en la que las condiciones climáticas, luego de la última glaciación, mejoraron y dieron paso a un clima más cálido y húmedo-, que se extendió desde los 5.000 a los 2.500 años a. de C., permitió que en el Alto Paraná y en Mato Grosso se dieran las condiciones para la expansión de estos grupos de pescadores-cazadores-recolectores.
Los yacimientos en Corumbá y Ladario, en Mato Grosso do Sul, evidencian material lítico y cerámica de grupos humanos dedicados a la caza, la pesca y la recolección de moluscos, quienes formaron intencionalmente estructuras monticulares con los restos de su alimentación y, probablemente, utilizaron canoas como medio de transporte en la zona de inundación.
También es posible que estos humanos incorporaran la cerámica hace 2.500 años a. de C., en forma propia o por adquisición de otros grupos, pues la formación monticular, sobre todo en Mato Grosso do Sul, demuestra una ocupación continua de más o menos 200 años, lo que evidencia cierto grado de sedentarización.
Dichos montículos también se pueden localizar en Paraguay, concretamente en Puerto 14 de Mayo, Departamento de Alto Paraguay, en el lago Ypoa, entre los Departamentos Central y Ñeembucú, así como en otros lugares. A estos montículos se les llama comúnmente yvy chovi, “tierra acumulada”, en guaraní.
En la zona del Alto Paraná, Brasil, los estudios arqueológicos confirman la presencia humana en esa región hace 4.000 años a. de C. Se presume que grupos de pescadores-cazadores-recolectores fueron los primeros habitantes de esa zona y que contaron con una industria lítica abundante, gracias a los yacimientos de rocas en la ribera del río Paraná.
Sin embargo carecieron de cerámica, cuya presencia recién se registra hace 2.000 años, posiblemente perteneciente a grupos agricultores advenedizos que desplazaron a estos antiguos grupos de pescadores-cazadores-recolectores.
Dentro de la clasificación de las llamadas “tierras bajas”, la planicie chaqueña, o Gran Chaco sudamericano -región que comprende la planicie centro-sur del continente sudamericano en los territorios de Bolivia, Paraguay y Argentina-, constituye una gran laguna en la arqueología, aunque las investigaciones arqueológicas en el sector ribereño Paraguay-Paraná han contribuido a esclarecer el panorama de los sistemas sociales del pasado en esta zona.
Según las investigaciones realizadas por un equipo multidisciplinario conformado por arqueólogos y etnólogos argentinos del proyecto “De las historias étnicas a la Prehistoria en el Gran Chaco argentino”(2) -Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata-, y el Centro del Hombre Antiguo Chaqueño, con sede en Las Lomitas (Formosa), la secuencia de las ocupaciones humanas en la región se puede remontar hasta comienzos de la Era cristiana, esto es, de 900 a 1.700 años d. de C.
(2) Sobre el Gran Chaco se puede recurrir a los estudios de los argentinos José Braunstein y otros, “Historia de los Chaqueños. Buscando en la ‘papelera’ de reciclaje de la Antropología sudamericana” (Acta Americana, “Revista de la Sociedad Sueca de Americanistas”, Vol. 10, Nro. 1, 2002); de Horacio Calandra y Susana Salceda, “Registro Arqueológico Regional Chaqueño”, Folia Histórica del Nordeste, Nro. 16, 2006); de Guillermo Lamenza y otros, “Complejidad e interacción de sociedades prehispánicas ribereñas del Gran Chaco argentino” (Actas del XXVI Encuentro de Geohistoria Regional, 2006) y “Contribución al conocimiento arqueológico del Sector Ribereño del Chaco Meridional” // Presentación en el Encuentro de Geohistoria, 2009 //. Todos estos estudios arrojan nuevas evidencias sobre las sociedades prehistóricas de la planicie chaqueña) - "El período prehispánico", de Adelina Pusineri y Raquel Zalazar, en Historia del Paraguay, Julio de 2010, Ed. Taurus).
Igualmente, las investigaciones arqueológicas realizadas en el sector ribereño chaqueño sobre las formaciones monticulares han puesto en evidencia diferencias entre los emplazamientos al sur y norte de la confluencia de los ríos Paraguay y Paraná, por lo que se han establecido posibles vinculaciones de los yacimientos de la zona norte con el gran pantanal matogrossense, a través del río Paraguay.
Este hecho es muy importante porque vincula la ocupación del Chaco por grupos humanos antiguos que se movían probablemente por este río, desde el Pantanal hasta la desembocadura en el Paraná.
Como se observa, la presencia humana en el Chaco, según los datos arqueológicos, es muy posterior a las otras regiones sudamericanas, tal vez por su clima inhóspito.
Cabe recordar que la datación se realiza a partir de materiales líticos y cerámicos, y restos orgánicos dejados por los humanos; también podría ser que no hayan quedado rastros de otros tipos de materiales, como puntas de proyectil de hueso, asta o madera, por lo que se podría presumir que el Chaco pudo haberse poblado mucho antes ya que, como dice Calandra, estaban dadas las condiciones climáticas y ambientales, junto con la rica biodiversidad existente en la zona, para que grupos humanos habitaran la extensa planicie chaqueña con anterioridad de lo que las dataciones registran.
En Paraguay, las investigaciones arqueológicas son muy escasas. A pesar de ello, se recurre a los estudios científicos basados en dataciones y no en estimaciones, como las que realizaron Pallestrini y Perasso y Lasheras. Los primeros, en 1986, dataron al hombre de Py-puku (en el Sitio Frutos, Departamento de Paraguarí), en 1.600 años a. de C.
Mucho más reciente ha sido la investigación arqueológica de José Antonio de Lasheras, director del Museo de Altamira (España), quien dirigió, en 2008, un equipo multidisciplinario para estudiar el poblamiento prehistórico de la zona del Amambay, al Norte de la Región Oriental paraguayo, en un abrigo del cerro Jasuka Venda, lugar mítico de la cultura Paĩ Tavyterã(3).
(3) Se destacan los trabajos de José Luiz de Morais y José A. Perasso, "Tecno-tipología de estructuras de lascamiento del sitio Marcelina-Kue (Itapúa-Paraguay)" y "Ensayos de Arqueología Paraguaya I" (Asunción, Arte Nuevo Editores, 1984); de Luciana Pallestrini, José A. Perasso y Ana M. Castillo, "El hombre prehistórico del Py-pucú. Esbozo arqueo-etnológico" (Asunción, RP, 1989); de Luciana Pallestrini y José A. Perasso, “Projeto Leroi-Gourhan: Arqueología das ‘Ilhas’ do Paso Py-pucú” (Revista do Museu Paulista, Nova Série, V. XXXI, 1986). Cabe citar a José Antonio Lasheras, con su trabajo “Patrimonio cultural del pueblo Paĩ Tavyterã en Jasuka Venda. Arqueología y arte rupestre en Itaguy Guasu/Abrigo 1”, de Marzo 2009. -También ver "El período prehispánico", de Adelina Pusineri y Raquel Zalazar, en Historia del Paraguay, Julio de 2010, Ed. Taurus).
La excavación arqueológica indicó que grupos humanos la ocuparon por largo tiempo. Por la datación del material lítico, de los vestigios de huesos de animales y de los restos de hogar-fuego, el equipo de Lasheras concluyó que “la excavación arqueológica nos informa que el abrigo Itaguy Guasu fue utilizado por grupos humanos que residieron ahí tiempo antes y tiempo después de hace 3.200 años a. de C.”.
Asimismo, según el Informe de Lasheras, por los tipos de grabados de arte rupestre encontrados en el sitio y del tipo pisadas, “se puede afirmar que este tipo de expresión tuvo su origen o desarrollo en este lugar y de ahí se difundió por otras regiones”.
Esta ocupación humana de larga duración fue anterior a los grupos guaraníes que se instalaron en el lugar, ya que los ocupantes guaraníes de la región datan de unos 800 años d. de C. Para Lasheras, los grabados rupestres de Jasuka Venda ubican al Paraguay en el mapa del arte prehistórico mundial, y a Amambay en la región donde se concentra mayor cantidad y densidad de grabados del estilo de pisadas.
Por su parte, en el Chaco paraguayo pocos son los estudios arqueológicos realizados hasta el momento y, en su mayoría, no poseen datación radiocarbónica, sólo estimaciones y comparaciones con otros estudios de la región.
Aún así, se tiene el destacado trabajo de Branislava Susnik (1959) en los conchales de Puerto 14 de Mayo, en Alto Paraguay(4), donde encontró formaciones monticulares similares a las ya mencionadas en la zona del Pantanal brasileño y del Chaco argentino.