Un verdadero fiasco: hambre y miseria
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La jornada iniciada por la armada de Pedro de Mendoza en España, bajo tan brillantes auspicios, resultó un verdadero fiasco.
Ulrico Schmidl, el primer cronista del Río de la Plata, ha dejado un muy conocido testimonio de las penurias que castigaron a esos pobladores, acosados por el hambre y por la hostilidad de las tribus querandíes y guaraníes, cuya colaboración no supieron ganarse.
La falta de árboles, de cultivos y de ganado mayor, es decir, de los elementos indispensables para la subsistencia de los europeos, no compensó las bondades del clima ni las ventajas del fondeadero del Riachuelo.
No habrá indios mansos aptos para ser encomendados.
Pronto, los caballeros de rancio apellido que rodeaban a Pedro de Mendoza, gente aventurera dispuesta a emular las hazañas de Amadis de Gaula pero reacia a trabajar con sus manos, se sintió desmoralizada.
Se buscaron víveres en el Delta, en la isla de Lobos, en el Brasil. Todo resultó insuficiente. Ante la falta de alimentos en la zona, para procurarlos, Mendoza envió un galeón a las costas del Brasil y, más tarde, a su lugarteniente, Juan de Ayolas, hacia el Norte.
El último se hizo a la vela con tres embarcaciones, y el 15 de Junio de 1536 fundó Corpus Christi, en las cercanías de la laguna Coronda (Santa Fe).