La campaña de Lavalle en el Litoral
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- La obra militar de Lavalle en 1840
La expedición del general Juan Lavalle a Entre Ríos había sido mirada con desprecio por la dictadura, cuyo ministro Felipe Arana la llamó “fuerza miserable”, incapaz de obrar.
Pero fue lo exacto, que su internación en aquel territorio y la pequeña victoria de Yeruá, paralizaron bastante las actividades del general Pascual Echagüe quien, al frente de un poderoso ejército estaba invadiendo la Banda Oriental.
Cuando éste fue vencido en Cagancha por el general Fructuoso Rivera y cuando la derrota de Vicente Zapata -el gobernador delegado de Entre Ríos- en Yeruá, llegó a Buenos Aires, la alarma cundió en las filas del rosismo, sobre todo cuando se supo que Corrientes se levantaba en armas para poner su Ejército y sus recursos bajo la dirección de Lavalle.
Pese al aparente desdén con que se miraba el esfuerzo de los aliados, las medidas tomadas evidenciaron la alarma de la dictadura. Ya antes de Cagancha, cuando se supo a Lavalle sobre las líneas de comunicaciones de Echagüe, se ordenó que el gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López, alias “Mascarilla”, con una fuerza de 500 soldados, marchase a batirlo.
Es de presumir que Juan Manuel de Rosas, quien conocía la ineptitud de López y el valor y táctica de Lavalle, no esperase de su teniente una victoria; seguramente sólo deseaba que el caudillo santafesino mantuviese a Lavalle en la zona de territorio en que desembarcó, dando tiempo a la llegada de refuerzos veteranos confiados al general Manuel Oribe, para evitar precisamente lo que ocurrió, que Lavalle se corriese a la provincia de Corrientes donde era notoria la existencia de sentimientos de reacción “como consecuencia de la expoliación y atrocidades allí perpetradas por los vencedores de Pago Largo”(1).
(1) Legación del Brasil en la Argentina. Oficio del 4 de Octubre de 1839. // Citado por Hernán Félix Gómez. “La Victoria de Caá Guazú” (1941). Edición Oficial.
Burlado en sus designios por la rapidez de los acontecimientos, Rosas envió -en los primeros días de Octubre de 1839- al general Oribe con 500 hombres que, unidos con otras fuerzas hasta completar 1.500 plazas, debían cruzar de Santa Fe a Entre Ríos, batir a Lavalle y seguir al Uruguay.
En ejecución de este plan se produce Cagancha, la derrota de Echagüe; Lavalle aparece en la frontera de Corrientes buscando a “Mascarilla”, que huye, y llegan embarcados al Salto, para cruzar por tierra, por Río Grande, hasta Corrientes, y sumarse a Lavalle, los guerrilleros vencidos por la dictadura en el sur de las campañas de Buenos Aires.
El momento no era seductor para el rosismo. Su horizonte, oscurecido por la reacción de la libertad, aparecía ensombrecido por la acción y la propaganda. Establecido por el Gobierno de Ferré, veía la luz pública, el 23 de Enero (1840), en la capital correntina, un periódico semanal con el título de “El Pueblo Libertador”, consignando en sus columnas todo cuanto interesaba al noble esfuerzo y cuyos ejemplares -franca o disimuladamente- fueron esparciéndose por el país.
En lo que respecta a la acción, el general Lavalle se había trasladado a San Roque, congregando en el lugar de “Rincón de Ombú” a sus escasas unidades y a las milicias regladas de Corrientes que Ferré citó con sus jefes habituales.
Cuando la organización del ejército estaba en ejecución, aparecieron en la frontera de Entre Ríos -sobre el arroyo Basualdo- las fuerzas que la dictadura había puesto a las órdenes de los generales Oribe y Juan Pablo López, ya respetables, en número de cuatro mil soldados. Lavalle se retira sobre el río Corriente, dejando dos escuadrones para obstaculizar la invasión con golpes de sorpresa los cuales, a las órdenes de Joaquín y Juan Madariaga, logran arrebatarles la caballada.
Las fuerzas de Rosas, desde el lugar Rojas Cué, debieron retornar arreando la propiedad semoviente de la zona sur correntina, mientras Lavalle -reinstalándose en el acantonamiento de Rincón de Ombú- volvía a las tareas de organizar el Ejército.
Para ese entonces el haber de crímenes políticos de la dictadura ya era formidable. El fusilamiento del comandante Ramón Maza; el asesinato de su ilustrado padre, presidente de la Legislatura porteña; el sacrificio de Domingo Cullen, arrancado a la hospitalidad de Santiago del Estero; y cien actos más, que sembraban pasiones y propósitos de represalia, estimulaban a obrar para defenderse.
De ahí que el esfuerzo para reorganizar al derrotado ejército de Echagüe fuera intenso; a las unidades que se organizaban -además de emigrados orientales, a los cuales se decidía con el argumento de la prisión- incorporábanse, sin distinción de edad, profesión o estado físico, los hombres desafectos a Rosas o a aquéllos que no habían dado pruebas de una adhesión incondicional.
Preparadas las listas en la propia secretaría de Rosas, se citaba y actuaba por intermedio de los Jueces de Paz; llegados los ciudadanos a los cuarteles, sujetos a una disciplina severa, se decidían en buen número -los adinerados- a colocar “personeros” por su cuenta, de cuya conducta eran responsables.
Con estos procedimientos de remonta, el Ejército que el general Echagüe organizaba en Entre Ríos -sobre los restos del vencido en Cagancha- se vio pronto en condiciones de lucha.
Igual actividad se desplegaba en el acantonamiento de Rincón de Ombú. Once meses después de Pago Largo, el 27 de Febrero de 1840, el general Lavalle, al frente del segundo Ejército que armaba Corrientes, abría la campaña contra la dictadura.
Lo hacía a los cuatro meses de su internación en la provincia -circunstancia interesante- porque comprueba que las legiones que comandaba tenían una existencia anterior a la gestión organizadora y táctica que se le atribuye.
Fuerte, de más de tres mil plazas, el Ejército correntino pisó el territorio entrerriano. Marchaba enfervorizado, entusiasta; un éxito pequeño, en Paso de la Laguna, al que se magnificó para entonar el sacrificio de los recursos todos de Corrientes, robustecía el espíritu de los veteranos y de las milicias.
La columna orientó su vanguardia hacia el puerto de Diamante. Una circunstancia intempestiva, en cierto modo inconcebible por las altas dotes del General en Jefe y su conocimiento de las necesidades de la guerra, explicaba este objetivo curioso del Ejército: consistía ella en el Informe de que el parque carecía de municiones y de que era necesario llegar a ese puerto -en poder de la escuadra francesa- para proveerse de las reservas indispensables.
El general Echagüe se preparó -al frente de 3.000 hombres y seis bocas de fuego- a debatir el paso de los correntinos. Para ello ubicóse en una fuerte posición: coloca su frente sobre una cuchilla y sus flancos en dos cañadas de difícil acceso, apoyando su línea derecha en el arroyo Don Cristóbal y, la izquierda, en los montes de Montiel; sobre todo, y aprovechándose del terreno, maniobró en forma de hacer imposible se descubriese el lugar de su fuerte infantería (600 hombres) y de los cañones.
Lavalle, al frente de 2.700 soldados, 400 de ellos infantes, con dos bocas de fuego, atravesó el Nogoyá en Paso Pedro Romero y continuó por la Cuchilla Grande, divisoria de las vertientes de Entre Ríos, encontrándose con el enemigo en la situación referenciada, el 10 de Abril de 1840.
Su orden de marcha, lo avanzado de la hora (3 de la tarde) y la natural fatiga de la jornada, llévale a mantener el contacto con Echagüe pero sin abrir operaciones hasta el día siguiente cuando dos de sus soldados -que antes sirvieran con Echagüe- llevaron al jefe rosista el Informe de la falta de cartuchos en el Ejército correntino.
Este Informe precipitó los acontecimientos. Era para Echagüe casi la seguridad de la victoria completa y, en ese concepto, inició las hostilidades, lanzando una nube de guerrillas de tiradores desde su flanco izquierdo.
El Ejército correntino había organizado su derecha con las divisiones López y Torres, de caballería; el centro, con las divisiones Vilela (caballería) y Salvadores, compuesta de un cuerpo de infantes y dos cañones; y la izquierda, con la división Vega, de caballería. Estaban de reserva las legiones Mayo y Rico.
Cuando las guerrillas entraron en juego, Echagüe modificó su línea, situando en el ala derecha a dos divisiones de caballería, a las órdenes del general Ramírez; en el centro, una división de esta arma, comandada por Lavalleja y 6 cañones dirigidos por el coronel Thor, apoyados por una brigada de infantería, a las órdenes de Eugenio Garzón; y a la izquierda, otra división de caballería, del general Servando Gómez.
Tiradores del Ejército correntino pretendieron poner coto a las guerrillas de Echagüe, pero fuese su menor número o la economía de cartuchos, las bajas experimentadas fueron incesantes en la división López.
De pronto, la división Torres (de Lavalle), con aparente espontaneidad, se lanzó íntegra sobre las guerrillas de Echagüe y, a punta de lanza, las llevó hasta la propia línea enemiga.
El comandante Vilela creyó imprescindible el apoyo a esta carga y también se lanzó adelante, generalizándose la acción, desde el momento que la división López había procedido en la misma forma.
Haciendo frente a esta última, el general Servando Gómez -de la línea de Echagüe- había contracargado, pero sus éxitos iniciales fueron destruidos con la intervención de parte de la reserva de Lavalle, a las órdenes de Rico.
Gracias a ello se dispersó la izquierda de Echagüe llegando los soldados de Lavalle -con el empuje de la carga- hasta el convoy del enemigo, situado buenos metros a retaguardia.
En el centro y en la izquierda de la línea de combate otro era el espectáculo, desde que su infantería y su artillería -bien situadas- contaban con el apoyo de numerosos escuadrones.
Lavalle impartió sus órdenes y las fuerzas todas de su Ejército entraron en juego. Vilela martilló con cargas enérgicas el centro -que las tropas de Lavalleja repelían- y el propio Lavalle, al frente de la legión Mayo, lo siguió, logrando dispersar a ese sector de la línea.
La masa de infantes y artilleros de Echagüe resistía. Inútilmente la división Salvadores se esforzaba; de menor número y deficiente armamento, era contenida con éxito.
El escuadrón Maza (de Lavalle), que había batido con otras fuerzas a la izquierda de Echagüe, giró para atacar por retaguardia a las infanterías del rosismo. Advertido el movimiento, Garzón formó en cuadro las infanterías que, momento a momento, robustecieron los desmontados en la lucha.
Sobre las bayonetas del dictador se quebró la carga del Maza con enormes pérdidas y mientras hacia este núcleo de resistencia corrían los dispersos a guarecerse, Lavalle, como a un tiro de cañón, reorganizaba sus divisiones.
Más de un millar de bajas en la caballería de Echagüe y los bagajes de su ejército -incluso diez carretas de municiones- fueron los saldos del combate, al cual puso término la hora.
Y mientras el campo de Rosas se trasladaba a un sitio con mejores condiciones estratégicas, Lavalle, desfilando por la derecha -a medianoche- instalaba su campamento en las márgenes del Quebracho.
Ambos Ejércitos se atribuyeron el triunfo. Echagüe sin caballería y sin el parque perdido no pudo sostenerse ni continuar en la simulación de un éxito que no había logrado, resolviendo retirarse hasta Paraná, hostilizado por Lavalle.
Este primer éxito de la campaña era fruto de un largo esfuerzo. No fue solamente la preparación militar y el sacrificio de la provincia; fue también el contemporizar con los factores que jugaban reproduciendo, en las filas de los aliados, el choque de las intrigas y las prepotencias y, sobre esto, hasta la falta de ideas sobre la acción militar.
Lavalle, por ejemplo, sugiere a Mariano Vera, una expedición por el Chaco a base de la cooperación de 200 indios y de 300 individuos de tropa, que le arbitraría.
Se recurre a Ferré quien, vencido por las gestiones, accede al sacrificio; se prepara el elemento auxiliar, se reúnen los caballos y el general no entrega la tropa veterana.
Vera se empeña en el proyecto, logra algunos voluntarios y encuentra en el fracaso y en su muerte -en Cayastá- el fruto de esa falta de coordinación.
En lo político, Ferré sufría la presión de los partidarios de Rivera y de Lavalle. Mientras los primeros buscaban el desplazamiento del jefe del Ejército correntino, los segundos deseaban se entregase mayor autoridad al general en desmedro de los poderes políticos de Corrientes.
Ferré, que incorporaba al Ejército los pertrechos y elementos de guerra que cedía el general Rivera -tan importantes, que sus dos únicos cañones tenían ese origen- y los recursos en dinero y efectos que arbitraban a Lavalle -desde Montevideo- mantenía este estado de cosas, de indecisión, con una prudente conducta de equilibrio.
Rivera había concluido por acreditar, como su enviado, para ante el Gobierno correntino, al doctor Santiago Derqui, con el propósito de tratar y acordar sobre el modo de llevar la guerra a Rosas.
Llegó el distinguido hombre público acompañado por el capitán del bergantín francés “Bordaleza”, por tierra, desde el puerto de Esquina, donde habían desembarcado, conferenciando en Corrientes con el ministro Manuel Leiva, a quien Ferré designó al efecto.
El negociado se labró sobre la base de que Corrientes, como único poder político argentino en condiciones de hacerlo, autorizaba al general Rivera para abrir la guerra, estipulación que se completaba con proveídos sobre el comercio.
Rivera no aprobó en definitiva el Tratado, ni los enviados de Ferré lograron encontrar en el campamento de éste al general José María Paz, que se había ofrecido y a quien se hacía llamar aceptando su colaboración.
En el ínterin, el Ejército de Lavalle progresaba en su avance sobre Entre Ríos. El gobernador Ferré, que había resuelto y prometido a sus jefes concurrir a Paraná para convenir sobre la campaña, embarcóse con aquél destino y se encontraba sobre aquel puerto cuando se produjo la batalla de Don Cristóbal.
Simultáneamente al hecho de armas, que satisfacía su orgullo supo, en la escuadrilla francesa, que el general Lavalle había solicitado su cooperación para el pasaje del Paraná y la invasión a Buenos Aires.
En sus divulgadas Memorias..., con acopio de datos, el gobernante correntino establece sospechaba ese plan -o uno análogo- en Lavalle y llega a decirnos, fundado en confidencias del vaqueano del Ejército, que la batalla se dio sin voluntad del general.
Falta la prueba documentada de esta afirmación, pero resulta fuera de duda, contemplando los sucesos coordinadamente, el propósito del general Lavalle de abandonar la Mesopotamia.
No vamos a hacer la exégesis de estos elementos convincentes de inducción(2), a los cuales pueden enfrentarse otros, conforme a los cuales si el gobernador Ferré se opuso, ante el jefe de la escuadra francesa, y lo expresó -conforme asegura- a los generales Abalos y Ramírez, fue una oposición proforma, para salvar responsabilidades, hallando así una solución al grave conflicto planteado por el proyecto.
(2) Véase “Memorias del brigadier Ferré”, pp. 120 y siguientes. // Citado por Hernán Félix Gómez. “La Victoria de Caá Guazú” (1941). Edición Oficial.
Ferré mismo ha documentado este nuestro juicio. En un Memorial pasado al Congreso correntino, a fines de 1840, en oportunidad de debatirse la procedencia de algunas leyes de carácter constitucional, reconoce ser exacto que los jefes del Ejército correntino le pidieron dijera si la orden de ir al occidente del Paraná era o no de él.
Agrega que, con una sola palabra, hubiese disuelto el Ejército, pero que no lo hizo y “conservé armado y fuerte al general Lavalle, haciéndolo de un modo digno y, con este hecho elocuente, un honor y un servicio real”.
Abunda en este punto de vista el que Ferré, conociendo estos proyectos y la preeminencia que Lavalle tenía en la escuadra francesa, la abandonara el 5 de Mayo de 1840 para trasladarse a Esquina e internarse en la provincia.
La situación de los Ejércitos contendores después de Don Cristóbal, fue curiosa. Mientras el de Lavalle, inclinándose al sur, se apoyaba en el Diamante, a la vista y en comunicación con la escuadra francesa, el de Echagüe poníase en contacto con la Ciudad de Paraná por la que recibía -vía Santa Fe- los elementos que le hacían falta.
El primero, con insuficiente infantería y escasas bocas de fuego, encontraba peligroso presentar nueva batalla, mientras el segundo, aleccionado por la impetuosidad de las caballerías correntinas, manteníase a sí mismo en un campo de fácil defensa, por sus quebradas y obstáculos naturales.
En este sentido, Echagüe fue hábil. Estableció su campo como a tres leguas del pueblo de Paraná, entre los arroyos de Las Conchitas, al norte, y el Pelado, al sur. En el paso de éste, frontera al Sauce Grande, colocó su vanguardia, compuesta exclusivamente de caballería; detrás, dentro de la defensa de palo a pique de fuertes corrales, su infantería y artillería; y, en último término, al resto de las fuerzas de caballería.
El total del campo estaba guarnecido por los dos cursos de agua ya expresados y su flanco izquierdo -entre las nacientes del Conchitas y el Pelado- por terrenos quebrados y pequeños arroyuelos que hacían el terreno inaccesible para las operaciones de caballería.
Dentro de estas defensas Echagüe se consideraba seguro confiado -sobre todo- en las “impetuosidades” de Lavalle, cuando la fuerza de las cosas lo obligasen a tomar una iniciativa.
Por su parte, el Ejército correntino colocó dos escuadrones sobre el Paso del arroyo Sauce Grande, como si intentase rodearlo, y reunió sus demás fuerzas algunas cuadras al sudeste, con frente hacia el paso de referencia, apoyadas en una fortificación o reducto cuadrangular en que colocó su infantería y cañones.
La prolongada expectativa de los Ejércitos era interpretada diferentemente; mientras unos sostenían que Lavalle sitiaba a las fuerzas de Rosas, otros aseguraban eran éstas las que tenían inmovilizado al Ejército correntino.
En estas condiciones, el último recibió un refuerzo de 600 hombres de caballería -a las órdenes del general Ramírez- que había solicitado del gobernador Ferré y Lavalle se decidió a la acción.
Después de fracasadas algunas tentativas para sacar a Echagüe de su campo, reunió una Junta de Guerra, resolviéndose afrontar al enemigo en sus defensas.
La nueva organización de Lavalle agrupaba a sus soldados en la división de caballería, al mando de Vega, compuesta de dos legiones con cuatro escuadrones; en cuatro legiones más, de la misma arma, comandadas por Vilela, Torres, Esteche y Rico, en la infantería, a las órdenes de Salvadores; y en una brigada de artillería, la escolta del general y dos escuadrones.
El día 15 de Julio de 1840 la jornada se inició con un duelo de artillería, continuando inmóvil, en sus situaciones, las fuerzas de Rosas; por la noche, Lavalle impartió las órdenes para una acción general en las primeras luces del día siguiente, ataque que hubo de postergarse hasta la una de la tarde, por la persistencia de una densa niebla.
Reservando bajo sus órdenes inmediatas dos legiones, Lavalle organizó sus fuerzas en dos columnas, una de caballería, destinada a romper la derecha rosista, confiada por Echagüe a Urquiza y, la otra, de infantería y artillería, que lanzó contra el centro enemigo, a cuya cabeza estaba el ex presidente uruguayo, Oribe.
Mientras la primera, en una ola incontrastable, se llevó todo por delante, la otra chocaba contra los buenos infantes de Echagüe, cuyo intenso fuego dominó a los atacantes.
Quiso entonces Lavalle renovar su proeza del combate de Don Cristóbal y, poniéndose al frente de la reserva, cargó sobre la izquierda para dividirla y luego quebrar la resistencia del centro mediante una conversión que lo amenazara por aquel flanco.
Desgraciadamente, para el Ejército correntino, un feliz contraataque de fuerzas que se corrieron del centro en auxilio de Urquiza restableció la línea de Echagüe, cediendo entonces la presión de Lavalle, por desaliento, con enormes pérdidas en hombres y elementos de guerra.
Al día siguiente, los restos del Ejército correntino llegaban a Diamante, donde los dispersos habíanse congregado y, sin que Echagüe molestara en nada a su contendor, no obstante el gran número de caballos de que pudo incautarse.
¿Fue ésta una derrota lealmente experimentada o fue una maniobra de Lavalle para que su ejército lograse la cooperación de la escuadra francesa, para cruzar al occidente del Paraná?
El segundo supuesto de este dilema ha llegado a reunir la mayoría de opiniones. Cuando el general Ramírez -el jefe a quien Ferré había encomendado las fuerzas de reserva que envió a Lavalle a su pedido(3)- vino a Corrientes, comisionado por el general del Ejército correntino, a raíz de Sauce Grande, dio al gobernante la impresión exacta de lo ocurrido:
“Hasta después de la batalla lo ignoró; pero cuando, retenido en Diamante por los vientos, pudo ver el Ejército Libertador listo para embarcarse, se hizo la luz en su espíritu, y Ferré documentó sus Informes en Mensajes legislativos, expresando que Lavalle, ‘bajo un plan premeditado, hizo sacrificar víctimas en Sauce Grande para luego, suponiéndose derrotado, dejar a la provincia de Entre Ríos y lanzarse al otro lado del Paraná’”.
(3) Ramírez se incorporó a Lavalle en Alcaraz, el 21 de Mayo de 1840, hacia donde éste había retrocedido a los efectos de esa unión de fuerzas. // Citado por Hernán Félix Gómez. “La Victoria de Caá Guazú” (1941). Edición Oficial.
El mismo juicio lo sostuvo el gobernador de Corrientes, con gran acopio de indicios, durante todo tiempo, incluso en sus divulgadas Memorias..., y con esos fundamentos morales dio su Proclama del 4 de Agosto de 1840 en la que, declarando a Lavalle desertor, formulaba, con respecto al Ejército, “que era correntino”, votos por su felicidad y su honor.
Hemos sostenido que el cruce del Paraná fue un plan premeditado de mucho antes por Lavalle y hemos dicho que Ferré, conociéndolo, hizo una oposición formal, como para salvar las responsabilidades de la hora.
Creemos conveniente aclarar nuestro juicio: Ferré podía oponerse con eficacia a la aventura antes de Sauce Grande; al hacerlo, perdía al Ejército que -debilitado o disperso- hubiese sido fácil presa para 1as fuerzas de Echagüe durante su inevitable retirada por tierra a la provincia. Y ese Ejército, ya en Corrientes, ¿tendría la vitalidad necesaria para oponerse a una invasión?
Para Ferré, entre la disolución del Ejército y el cruce del Paraná, existía una tercera posición, que morigeró su resistencia y la redujo a su aspecto formal. Esta tercera posición consistía en que Lavalle, antes de abandonar a Entre Ríos, venciera a Echagüe, para garantizar la paz en la Mesopotamia. Creyó en esta hipótesis y de ahí los refuerzos enviados, y los infantes listos para un embarque en la capital de la provincia.
Réstese la sospecha de esta tercera posición en el ánimo de Ferré y se encontrará su conducta ilógica y atentatoria a los legítimos intereses de su provincia. Algo más: creemos que si el gobernante correntino hubiese imaginado la “solución” de Sauce Grande, no hubiera dudado un momento en disolver el Ejército para salvar algo a utilizarse en las horas de tragedia que se avecinarían.
Desde el punto de vista del general Lavalle, el problema estaba planteado sobre bases diametralmente opuestas. Actor y jefe del grupo de hombres que cooperaba en sus proyectos, no ignoraba la red de intrigas que -desde Montevideo a la capital correntina- enconaba los espíritus destruyendo esa unidad indispensable a todo esfuerzo colectivo.
Precisamente, en ese entonces las cosas subieron de tono. En efecto; estando en las cercanías de Diamante se agudizó la desinteligencia de Lavalle con algunos de sus mejores colaboradores. Chilavert -su jefe de Estado Mayor- pidió su dimisión, pasando a Montevideo y ese malestar se tradujo en dicterios e intrigas.
Desde el Salto, Chilavert escribió a Ferré informándole de los manejos de Lavalle, empeñado en hostilizar a Rivera; de cómo había comisionado a Angel Murguiondo para seducir al coronel Angel Núñez, ofreciéndole la gobernación de Entre Ríos si abandonaba a Rivera con la división a sus órdenes, etc.
Agregábale que la campaña de Entre Ríos no presentaba un aspecto lisonjero y que en todo caso no era Lavalle el destinado a concluirla con éxito(4).
(4) De éstas y otras cartas de Chilavert, la legación del Brasil obtuvo copias, las que dan pie a esta información. Ver: Alfredo Varela. “Duas Grandes Intrigas”. // Citado por Hernán Félix Gómez. “La Victoria de Caá Guazú” (1941). Edición Oficial.
Si resulta evidente que, por su actuación en el Ejército, Chilavert debe, en sus cartas, expresar un fondo de verdad, no es menos exacto que su conducta posterior (al pasarse a las fuerzas de Rosas) y las causales de su separación del Ejército correntino (el jugar dineros de su tesoro), quitan respetabilidad al detalle de sus informes.
Por lo demás, sin ellos, fue exacto el negociado Lavalle-Angel Núñez, que atentó contra las fuerzas de Rivera, de quien habría defeccionado el último, aun cuando se explique el hecho recordando que ese valiente jefe, a las órdenes del presidente oriental, era entrerriano y era llamado por un general argentino.
El coronel Olazábal, designado para ir a Corrientes, no tardó en dispersar noticias que agudizaron estas intrigas. Su hermano, el general Félix de Olazábal, preguntado por el Encargado de Negocios del Brasil en Montevideo sobre Lavalle, expresó tenía informes de Corrientes sobre su próxima sustitución del comando del Ejército correntino, de acuerdo a una carta que el diplomático brasileño copió.
En ella, Manuel de Olazábal, después de referirse al asunto de sus gestiones, con las palabras “mi comisión es referente a Lavalle; nada más puedo decirte”, refiere un encuentro en el camino del Salto, en Paso Quinteros, con un nuevo agente del gobernador Ferré, J. Baltasar Acosta, quien traía a Rivera, con la destitución de Lavalle, el nombramiento de Comandante de las tropas de la Liga.
Agregaba que -según informes de Acosta- Rivera no había aceptado el nombramiento por considerarlo irregular desde que, según el Tratado de Alianza entre Corrientes y la Banda Oriental de 1838, le correspondía de derecho el título de Director de la Guerra.
Agregaba la carta que esta circunstancia venía a reducir o facilitar su misión, que quedaba limitada a gestionar el retiro de Lavalle, “que no obedecía a nadie”, mediante el pago de 20 ó 30.000 pesos, que no era escasa compensación por el desprestigio en que se encontraba...
Por otro conducto, se informó a la legación del Brasil que, en cuanto Lavalle llegase a Paraná, se produciría una crisis en los negocios políticos y militares que allí se agitaban, en virtud de un entendimiento entre Rivera, el almirante francés Dupotet y el gobernador Ferré, por el que se nombraría -al primero- Jefe de las fuerzas argentinas, contribuyendo el almirante con dinero y el apoyo de la flota.
Ferré, por su parte, sería nombrado Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina por las provincias sublevadas y, más luego por las que lo quisieran, en forma de disminuir el poder de Rosas y su prestigio fuera del país.
Si este plan tenía alguna lógica en su concepción, armonizando con el anterior, es indiscutible que presentaba fallas graves, como la de descontar el consentimiento de los cientos de argentinos del Ejército de Lavalle, de someterse a Rivera sin protestas, conocido como era el poco prestigio y la resistencia que suscitaba el presidente oriental.
Como medida previa a todo esto, Rivera debía cruzar el Uruguay al frente de dos mil hombres, acuartelándose en Entre Ríos. Este plan, exacto o no, debió llegar a oídos de Lavalle e influir en sus resoluciones posteriores.
La indiscreción reinaba desde la frontera de Río Grande a Buenos Aires, en un grado tal que llevaba al sacrificio las más trascendentales combinaciones de la política y del esfuerzo en los combates.
Si a esto se agrega la actitud de Rivera, fácil es suponer el estado de ánimo del general del Ejército correntino. En efecto, mientras las intrigas referenciadas trabajaban la “armonía” de los aliados, Rivera -filósofo siempre- callaba sobre ellas, tal vez convencido de que muy pronto Lavalle sería -usando de la gráfica expresión de la época- “una carta fuera de la baraja” en la partida que se jugaba para lograr la preponderancia en la Mesopotamia.
Pero si callaba, procedía, y en este concepto acercó sus fuerzas al río Uruguay, listo para cruzarlo en cuanto fuese necesario, paso que dio poco después, logrando con ello restablecer la línea de comunicaciones de Lavalle con el Uruguay, que cortaban las partidas de Echagüe.
Nosotros no buscamos excusar la conducta del general Lavalle. Lo que deseamos es explicarla, advertir la razón de sus actos, en la relatividad de los puntos de vista.
- El detalle de la campaña de Juan Lavalle en el Litoral
El 1ro. de Enero de 1840 Pedro Ferré publica un nuevo Manifiesto de Guerra contra “contra el usurpador tirano Juan Manuel de Rosas y sus secuaces...”, poniendo en pie de guerra a todo el territorio provincial.
El gobernador correntino recurre a las armas, levantando tres Ejércitos “libertadores” contra el poder rosista, con el fin de conseguir con la fuerza lo que no logró por las palabras.
Para ello recibirá a Juan Lavalle y reclamará -poco después- la sapiencia del general José María Paz. “Caá Guazú y Arroyo Grande jalonan con laurel y luto esta etapa de su vida”.
El 17 de Enero de 1840, el gobernador Ferré envió el despacho que designaba al general Lavalle, Brigadier General de los Ejércitos correntinos en la lucha contra Rosas. Las tropas recibieron el nombre de “Segundo Ejército Libertador Correntino”.
Un día después y mientras el brigadier general Juan Lavalle organizaba el Ejército correntino, fuerzas rosistas -con aproximadamente 4.000 hombres- invaden la provincia por el Arroyo Basualdo, las que estaban al mando de Manuel Oribe y Juan Pablo López.
Considerando Lavalle que sus tropas no estaban aún preparadas para la lucha, se retira hacia el río Corriente. Este deja sólo dos escuadrones al mando de Joaquín y Juan Madariaga quienes -por sorpresa- arrebatan la caballada al invasor, la que trasladaron hasta el lugar en que se encontraba acampado Lavalle.
El general -impaciente- quiso iniciar cuánto antes las acciones contra Entre Ríos y pidió a sus aliados los franceses que hicieran los esfuerzos posibles para cooperar con su empresa.
A Ferré le expuso un plan de invasión a Santa Fe que podía ser beneficioso para la futura campaña en la margen derecha del río Paraná, pero ni los franceses ni Fructuoso Rivera hicieron nada efectivo para colaborar con la campaña que quería emprender Lavalle y éste fue ganado por el desaliento.
Más, no todo era mezquindad y esos amargos momentos del jefe aliado fueron superados al ver la generosidad inagotable del pueblo y del Gobierno correntinos que lo daban todo sin exigir nada pudiendo así -por fin- completar su ejército que estuvo formado por “una división, cinco legiones, una escolta y una reserva, ésta separada del ejército activo, destinada a guarecer la frontera y ocurrir donde las circunstancias lo demandasen.
“Sobre un total de 3.360 hombres (menos la reserva), 531 eran de infantería y 58 de artillería, con dos piezas de a cuatro. La división y las legiones llevaban los nombres de sus respectivos jefes”(5).
(5) Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, p. 14. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Legiones Vilela, Salvadores, Rico, Méndez y Torres, estando las dos últimas a las órdenes del general José López (a) López “Chico”. El cuerpo de reserva estaba a las órdenes del general Vicente Ramírez. Así describe Mantilla la indumentaria de los integrantes del ejército:
“El ejército estaba regularmente uniformado; pero todo él llevaba divisa celeste y blanca, con un sol bordado la del jefe u oficial. La infantería y la artillería usaban gorra blanca, chata, con borla celeste, blusa celeste y pantalón blanco; la caballería tenía sombrero, blusa al capricho y ‘chiripá’ de bayeta azul”(6).
(6) Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, p. 15. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Para apoyar la cruzada, el Gobierno correntino creó un periódico de combate: “El Pueblo Libertador”, nombre que rendía homenaje al pueblo de la provincia, siendo confiada la redacción al doctor Juan Thompson. Su primer número salió el 23 de Enero de 1840 y el último el 23 de Junio del mismo año.
El programa de acción adoptado por Ferré fue que Berón de Astrada había manifestado a las otras provincias -en Enero de 1839- para que sus pueblos y Gobiernos supieran la cruzada en que estaba empeñada Corrientes.
Pero en cuanto a las relaciones con los franceses, consultó al Congreso Permanente, el que dictó una Ley al respecto -el 10 de Febrero de 1840- en la que
“después de una amplia consideración de la materia en sus aspectos histórico y doctrinario establecía que Corrientes -como una parte de la comunidad argentina- no podía ofrecer a Francia un Tratado que pertenecía a la Nación entera pero que estando el Poder Ejecutivo ampliamente facultado por el Congreso General para los asuntos todos, debía hacer efectivo el decreto del 6 de Marzo de 1839, concediendo a los franceses su reclamo de no tener vigencia en Corrientes la Ley de la provincia de Buenos Aires del 10 de Abril de 1821. Como razón definitiva -expresaba- que todas las leyes que estuvieran en oposición estaban derogadas por la ley de la imperiosa necesidad”(7).
(7) Hernán Félix Gómez. “La Victoria de Caá Guazú” (1942), pp. 37-38, Corrientes. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Pero se estableció el principio de que su cooperación militar para la guerra corría pura y exclusivamente por cuenta del General en Jefe del “Ejército Libertador”.
Esto último importó un gran error, porque dio al general de las fuerzas provinciales una independencia contractual que no correspondía, pues él había sido designado Jefe del ejército correntino y estaba subordinado al Gobierno de la provincia. Este error se hizo notable cuando Lavalle arregló por su cuenta con los franceses el cruce del río Paraná, sin la autorización de Ferré.
Con fecha 17 de Enero de 1840 este último envió a Lavalle el despacho de Brigadier General de los ejércitos correntinos, pero pronto debió dirigirse personalmente al campamento, a pedido de los Madariaga, Chilavert y otros jefes, porque el Ejército corría el riesgo de disolverse por las desavenencias y disgustos de los jefes.
Sobre esta situación decía Ferré:
“...Había lugares donde se carneaba una res para cinco hombres, y por este estilo todo lo demás, pues nada bastaba. La provincia entera extrañaba esto y con justo motivo, pues ni en los tiempos de mayor desmoralización se había visto un desorden semejante...”(8).
(8) “Memoria del brigadier Pedro Ferré”, p. 114. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Con respecto a este desorden, también decía Chilavert en carta a Francisco Pico:
“...le agregaré que el Ejército Libertador va a asolar este país. Rodeos enteros desaparecen por el desorden con que se carnea. ¡A los Molina, padre e hijo, les carnearon 2.200 reses en seis días! Nada se respeta: las manadas de yeguas, las crías de mulas, se destrozan para hacer botas”(9).
(9) José María Rosa. “Historia Argentina” (1973), tomo IV: “Unitarios y Federales. (1826-1841)”, p. 430, Buenos Aires. Ed. Oriente. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
En las “Memorias” del general Jose María Paz y en otros testimonios pueden encontrarse otros ejemplos de los vicios que habían adoptado muchos miembros del Ejército.
- Lavalle penetra nuevamente en Entre Ríos
El 27 de Febrero de 1840, Juan Lavalle iniciará su avance hacia Entre Ríos(10). Por fin, el General en Jefe decidió mover sus fuerzas hacia tierras entrerrianas y allá fueron todos con gran entusiasmo y valentía, de los que hicieron derroche, entonando la canción guerrera que habían adoptado, el himno “A la Lid”, atribuido al poeta uruguayo Francisco Acuña de Figueroa:
CORO
¡A la lid, correntinos, corramos!
¡A la lid, argentinos, volad!
¡Guerra y muerte al cobarde tirano!
¡Guerra, guerra, y después habrá paz!
En la tercera estrofa decía:
Hoy el blanco y azul estandarte,
recupera su antiguo esplendor,
y al abrirlo Lavalle y sus bravos
palidece el tirano opresor.
Por fin en la última expresaba:
De Ferré generosa la espada
os anuncia segura victoria,
que en sus filos refleja la gloria
del campeón de una causa sagrada.
Correntinos: la hora ha sonado
de venganza contra los tiranos.
¡A las filas venid! Los porteños
más que amigos son vuestros hermanos.
Dice Mantilla que la música era casi la misma del “Himno de Bilbao” y que “el poder fascinador de ‘A la Lid’ en aquellos tiempos y aún hoy (época en que Mantilla escribió su historia de Corrientes, fines del siglo XIX) en Corrientes, sólo es comparable al de ‘La Marsellesa’ durante la Revolución Francesa”(11).
(10) Pablo Camogli. “Batallas entre Hermanos” (2009), pp. 130-131. Ed. Aguilar.
(11) Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, p. 16. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
Y esto hay que comprenderlo porque para Corrientes la lucha contra Juan Manuel de Rosas significó una cruzada sagrada. No hubo una provincia que se levantara tantas veces contra el omnímodo poder del gobernador de Buenos Aires.
- Expedición a Santa Fe por el Gran Chaco
Simultáneamente partió una expedición hacia Santa Fe -que cruzó el río Paraná frente a Goya- para avanzar por tierra por el Gran Chaco, al mando del ex gobernador santafesino Mariano Vera y del ex jefe del Ejército provincial cordobés, Francisco Reinafé.
Estos fueron abandonados por los indígenas que los guiaban y fueron derrotados completamente en Cayastá el 26 de Marzo de 1840; ambos comandantes murieron en la batalla(12).
(12) Leoncio Gianello. “Historia de Santa Fe” (1988), p. 276, Ed. Plus Ultra.
El grueso del ejército correntino al mando de Lavalle, formado por 3.360 hombres, de los cuales 531 de infantería(13), marchó hacia el río Uruguay para bordearlo en dirección a Concordia. Algunos días de marcha más atrás marchaba la reserva, al mando del general Manuel Vicente Ramírez.
(13) “Lavalle -al frente de unos 4.000 hombres- marchó hasta la localidad entrerriana de Diamante y en las alturas del arroyo Don Cristóbal libró un combate indeciso contra Echagüe (10 de Abril de 1840). El jefe unitario se retiró en dirección al río Paraná y el 16 de Junio volvió a guerrear contra Echagüe, esta vez en Sauce Grande. El triunfo correspondió al caudillo rosista. // Citado por José Cosmelli Ibáñez en “Historia Argentina”, Buenos Aires. Editorial Troquel.
Ya en territorio entrerriano Lavalle expidió un Edicto, el 11 de Marzo de 1840, por medio del cual trató de atraerse la simpatía y colaboración de los nativos de esa provincia. Prometía respetar las propiedades particulares y castigar severamente al miembro de su Ejército que las violare.
Expresaba -además- que no reconocía más enemigo que aquél que hallare con la espada en la mano en el campo de batalla y todo el que permaneciera tranquilo en su hogar sería declarado “amigo de la libertad”; pero castigaría ejemplarmente a todo entrerriano que “continuase prestando sus servicios a la causa del tirano”.
Generosa y atractiva resolución que, sin embargo, no produjo el efecto esperado pues los entrerrianos se mantuvieron fieles a su jefe, el general Echagüe que, aunque derrotado en la Banda Oriental, había regresado a la provincia, habiendo podido cruzar el río Uruguay gracias a la oportuna acción de “Mascarilla” López que, acampado en el Ayuí, sorprendió e incendió una escuadrilla francesa que bloqueaba el río. Además, los jefes rosistas Oribe -en Paraná- y Urquiza, sobre la costa del Uruguay, organizaron fuerzas para enfrentar la invasión.
- Rivera, General en Jefe del “Ejército Aliado Libertador”
Para colmo en el bando antirrosista las pequeñas rencillas continuaron y fueron creciendo, llevando a Lavalle a quedarse sin su jefe de Estado Mayor y a enterarse de que pasaba a ser subordinado de Fructuoso Rivera.
Esto último se debió a que el Gobierno de Corrientes había ajustado un Acuerdo con el doctor Santiago Derqui, enviado del jefe oriental, por el cual se aumentaría el poder del Ejército aliado en dos o tres mil orientales y recursos que la provincia negociaría en el extranjero.
Además, Rivera sería el General en Jefe de las fuerzas combinadas de Corrientes y la República Oriental del Uruguay. Esto último causó la airada reacción de Lavalle y, enterado de esto, Ferré trató de calmarlo diciéndole lo siguiente:
“El sacrificio único que hay que hacer para esta adquisición es que usted tendrá que repartir sus glorias con el presidente Rivera y esto me parece el más pequeño servicio de los que usted tiene rendidos a su patria.
“Por otra parte, la pasada del general Rivera es una cosa ajustada según las comunicaciones del señor Martigny; nosotros no podemos resistirlo y esto supuesto, ¿qué otro lugar deberíamos darle sin mengua del carácter elevado que inviste, sino el de General en Jefe?”(14).
(14) Publicaciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Documentos del Archivo. “La campaña libertadora del general Lavalle. (1838-1842)” (1944). Introducción de Enrique M. Barba, tomo XI, La Plata. Talleres de Impresiones Oficiales. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
En la misma fecha en que le escribió esa carta a Lavalle, 21 de Marzo de 1840, Ferré decretó que el Ejército Oriental y el que estaba al mando de Lavalle formasen un solo Cuerpo denominado “Ejército Aliado Libertador” y nombró General en Jefe de él al general Fructuoso Rivera.
Los argumentos en contra de esta designación -por parte del general argentino- fueron de que la campaña en territorio nacional debía ser hecha bajo el mando de jefes argentinos, pues no sería bien visto el ejército si era mandado por un extranjero, con el agravante que era nada menos que Fructuoso Rivera.
Lavalle, indignado, expresó públicamente su desacuerdo con el Tratado y Rivera, poniendo de manifiesto su sagacidad, al ver que su posición no iba a ser airada, se negó rotundamente a ratificarlo por considerarlo “indecoroso a la dignidad del Pueblo Oriental”. Además, exigió para entrar en campaña que Corrientes ratificase el Tratado de Alianza celebrado el año anterior por Berón de Astrada, cosa que el Gobierno correntino no podía hacer sin desmoralizar o destruir a su Ejército.
Tampoco podía rechazar de plano esta pretensión porque se consideraba necesaria la alianza con Rivera; entonces se decidió mantener las relaciones con la República Oriental sin ceder a la exigencia.
El presidente uruguayo se ofendió con el Gobierno de Corrientes y cuando el enviado de éste, Manuel Díaz, le fue a pedir que ayudara a la provincia con armas, no lo reconoció en ese carácter y lo despidió, expresándole: “En mi persona ha sido ofendido el Pueblo Oriental. Quien así ha procedido se ha colocado en el rango de sus enemigos”.
A Lavalle, indignado por el nombramiento de Rivera, se le ocurrió pasar el Paraná y dirigirse a Santa Fe, cosa que, a su vez, causó la indignación de Ferré que si bien contemplaba la posibilidad de esa acción, pensaba que debía realizarse después que fuera destruido totalmente el ejército de Echagüe y la seguridad de Corrientes estuviera consolidada.
Ferré le ordenó esperarlo en La Bajada para allí decidir lo que fuera conveniente. Lavalle decidió moverse hacia Nogoyá y Diamante luego de que su vanguardia hubo obtenido un pequeño triunfo en el combate de Paso Laguna, en la costa del río Villaguay, sobre fuerzas al mando de Servando Gómez.
Pero así como tuvo esta satisfacción, pronto recibió una noticia descorazonadora: la expedición que, al mando de Mariano Vera, había sido enviada sobre Santa Fe, había terminado en un desastre total. Vera fue abandonado por los indios tobas que había llevado desde Corrientes y por otros que había incorporado en la región chaqueña, muriendo él y Francisco Reinafé, que lo acompañaba, en el combate de Cayastá.
Pero Lavalle prosiguió con sus planes, que eran encontrar a Echagüe cuánto antes y batirlo. En el Paso Laguna -costa del río Villaguay- chocaron por vez primera, el 18 de Marzo de 1840(15), las fuerzas correntinas y las de Juan José Pascual Echagüe, siendo éstas derrotadas(16).
(15) “El 26 de Marzo de 1840 un destacamento de observación entrerriano fue dispersado por los correntinos a orillas del arroyo Villaguay. Ante la inacción de Echagüe, Lavalle continuó avanzando”. // Citado en Wikipedia, “Segundo Ejército Correntino contra Rosas”.
(16) Esa pequeña ventaja no reparó los males causados al Ejército por el desacuerdo entre el general Juan Galo Lavalle y su jefe de Estado Mayor, Martiniano Chilavert, que abandonó la campaña y, enseguida, hizo propaganda ardiente contra el general. Chilavert pasó después a las banderas de Juan Manuel de Rosas. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Aunque el hecho de armas fue parcial e insignificante(17), el general Lavalle le atribuyó tal importancia, que decía al gobernador de Corrientes: “Puedo ya pronosticarle un triunfo completo sobre Entre Ríos y que éste pueblo será, de hoy en adelante, un apoyo fuerte de la libertad argentina”. La batalla de Don Cristóbal demostró muy pronto que el general Lavalle facilitaba sin razón al enemigo.
(17) Sólo el Escuadrón Victoria obtuvo el triunfo, pues, cuando los demás de la División Vega se pusieron a la carga, ya no encontraron enemigos; éstos se retiraron al trote, cuando el Victoria tomó el Paso, defendido por el capitán Balán, que murió allí. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
- La batalla de Don Cristóbal
Desde Concordia, Lavalle giró hacia Paraná en busca del gobernador Echagüe. Sus deseos se cumplieron en Don Cristóbal, el 10 de Abril de 1840. El choque de ambos ejércitos dejará un saldo netamente favorable para el primero pues la caballería de Echagüe se desorganizará y desbandará, a pesar de que éste luego se atribuyó el triunfo. Es que Lavalle no supo rematar su obra y dejó escapar la oportunidad de acabar con el ejército enemigo.
* Detalles de la batalla
Hasta el 9 de Abril de 1840 marchó el Ejército sin tropiezo, en dirección a Nogoyá. Aquel día, las guardias exploradoras avisaron la presencia de otras enemigas y en la madrugada del 10 de Abril encontraron fuertes guerrillas bien colocadas y sostenidas por reservas. Adelantó sobre ellas el Ejército, en tres columnas paralelas, llevando de vanguardia a la División Vega.
Los rosistas se retiraron lentamente hasta alcanzar su ejército, que distaba poco. Avistadas las dos masas rivales, desplegaron sus líneas a distancia de un tiro de cañón.
Echagüe tenía cinco mil hombres, de los cuales 1.200 eran infantes; ocho piezas de artillería, de distintos calibres; y posición ventajosa. Su derecha -apoyada sobre el tajamar de Don Cristóbal- se componía de toda su infantería, un cuerpo de coraceros y la artillería, ésta colocada en dos baterías; el centro, sobre el camino de Nogoyá, tenía las divisiones de caballería de Justo José de Urquiza y Manuel Oribe; la izquierda, extendida hacia los montes de Montiel, estaba ocupada por la división de Servando Gómez e indios del Chaco; un cuerpo de caballería, formaba la reserva.
La infantería y la artillería correntinas ocuparon el centro de la línea de Lavalle; López Chico formó la derecha, con los escuadrones Ituzaingó, Esquina, Rebajados, Granaderos y la legión Vilela; el coronel Niceto Vega ocupó la izquierda con su división; la legión Rico y los escuadrones Río Bamba y Mayo, quedaron de reserva.
Al marchar Lavalle en busca de Echagüe no sospechó encontrarlo con las fuerzas que tenía y en el terreno ocupado; sus informes eran equivocados, pues daban al enemigo tres mil hombres escasos.
Persuadido de la superioridad de su rival, no atacó: esperó ser atacado. Otra causa medió también para éso: el Ejército correntino tenía escasas municiones: un paquete de cartuchos a bala por plaza(18).
(18) “El coronel Chilavert -jefe del Estado Mayor- es responsable a la patria de la falta de municiones, que comprometió la salud del Ejército pues no fue conocida por el General en Jefe sino cuando la campaña iba a emprenderse y cuando era ya imposible salvar tan grave inconveniente. Repetidas veces le manifesté la urgente necesidad de aumentar las municiones y siempre fue su contestación: ‘El general lo sabe, y sin embargo no toma medida alguna’. ¡Descarada impostura! Pues el general Lavalle, hombre de intachable veracidad, aseguró después que nunca le habló aquél sobre ésto y, antes bien, cada vez que se trataba de los aprestos del Ejército, le dijo: ‘Todo está listo’. Coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Guerrillas de tiradores hacían pasar el tiempo en toda la línea. Echagüe se mantuvo quieto; sus guerrillas encaramuzaban principalmente sobre la izquierda correntina.
Después de mediodía, Lavalle reunió Junta de Guerra y ésta resolvió no comprometer la batalla, continuar el fuego débil de las guerrillas hasta la noche y retirarse en ésta a una ventajosa posición de retaguardia. Se impartieron órdenes en conformidad a lo acordado.
El Ejército estaba en línea de batalla, pero como en descanso; la izquierda -colocada en una cañada- no veía el centro ni la derecha; ésta, desmontada, contemplaba indiferente los movimientos de los guerrilleros de su frente; grupos de soldados iban a beber a larga distancia.
El General en Jefe observaba desde una posición central; un grupo de jefes de Cuerpo conversaba entre la línea de guerrillas y la formación de las tropas: las balas enemigas picaban por allí(19).
(19) “Enfrente de la línea, esto es, entre la línea y las guerrillas, estaba un grupo de jefes a pie: eran López Chico, Méndez, Torres, Casas, Pacheco y otros. Me llamaron para saber de los combates de la izquierda, por la mañana. Hice una sucinta relación y tomé unos mates con ellos. En eso vino una bala de las guerrillas -de las que cruzaban por encima de nosotros- y cortó la rienda del caballo del general López; el asistente, que estaba asegurando el caballo, le dijo entonces a López con acento correntino: ‘che ruvicha; cortaron tu rienda’; a lo que López contestó, con el mismo laconismo: ‘Enmiende con tiento’ (la rienda era de plata)”. Referenciado por el Sargento Mayor Víctor Dumoncel; relatado por el coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
En esa situación, “una nube de tiradores audaces” cayó sobre las guerrillas de la derecha correntina, llegando hasta una cuadra de la línea(20).
(20) Elía atribuye esta inesperada hostilidad a que Echagüe fue instruido del descuido o debilidad de la línea por ese lado por dos soldados entrerrianos prisioneros en Cagancha, que ese día se pasaron. Lo mismo decía Lavalle a Ferré. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Un ayudante de Lavalle transmitió a López Chico ésta orden: “Mande arrollar a esos atrevidos”; y López, a su vez, dijo al teniente coronel Prudencio Torres, presente: “Arrolle”. La orden, mal entendida, empeñó la batalla. Torres partió a escape(21) hacia el extremo de la derecha -donde estaban sus escuadrones- y a poco ya se le vio cargar al frente de ellos por escalones.
(21) “El teniente coronel Torres, que estaba con su caballo de la rienda y en pelos, saltó en su hermoso tordillo negro y se fue a media rienda ...”. Referenciado por el Sargento Mayor Víctor Dumoncel; relatado por el coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El grupo de jefes se disolvió para ocupar cada uno su puesto. Desde la derecha hacia el centro se movieron los Cuerpos en sostén -los unos de los otros- y llevaron por delante, a punta de lanza, a los despavoridos tiradores enemigos(22); pero la legión Torres, en vez de contener su arrojo a prudente distancia de la línea rosista, se lanzó temeriamente sobre ella y en protección de la legión así comprometida.
(22) “Las guerrillas del enemigo, desparramadas en gran extensión, no tuvieron tiempo de replegarse en orden. Torres, aprovechando, cargó a fondo. Entonces pronuncióse tal desorden en las guerrillas que me hizo el efecto de una majada de ovejas extendida en el pasto y atropellada por un perro bravo”. Referenciado por el Sargento Mayor Víctor Dumoncel; relatado por el coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
López Chico cargó con todas sus tropas. El resto del Ejército atacó también entonces. Se peleó con brillante bravura. La izquierda rosista fue lanceada y arrojada del campo de batalla, no obstante haber sido protegida a tiempo con los fuegos nutridos de tres piezas volantes y a pesar de la muerte de López Chico(23).
(23) Decía Lavalle, en su Parte: “Tengo el dolor de anunciar a V. E. que el virtuoso general López murió al frente de su división, herido por una bala de la artillería enemiga en el momento en que -rodeado de doble número de enemigos y con la más imperturbable serenidad- conducía sus escuadrones a la carga”. El cuerpo de López Chico fue “retobado” y enterrado el día 11 de Abril de 1840 en el arroyo “Espinillo”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El centro fue roto y puesto en fuga por la legión Vilela, que le tomó una bandera oriental. Algunos escuadrones de caballería buscaron el amparo de la infantería. La división Vega y la legión Salvadores fueron rechazadas por la infantería y la artillería de la derecha; dos cargas dio la división, realizando prodigios de valor; el escuadrón Maza lanceó artilleros al pie de los cañones, pero toda la caballería de esa ala fue batida(24).
(24) “Rechazada la primera carga nos abrigamos en una cañada que nos resguardaba del cañón hasta la cintura. En un momento se reorganizaron los escuadrones de la división y apenas habíamos concluido esta tarea cuando se presentó el enemigo a distancia de 200 pasos y nos traía una carga furibunda. Vega, que acababa de organizar su división para cargar la infantería con cargas sucesivas, desdobló al galope por la derecha y puesto en línea -haciendo frente a la izquierda- habló en voz alta: ‘Soldados: ahora es caballería. Ella por ella. ¡Heia!’, y mandó cargar. Estábamos a 60 pasos. Sería difícil hallar un empuje de más valor. El ‘Yeruá’ chocó con el Cuerpo del coronel Serrano; fue lo mismo que un trueno. Serrano quedó caído a retaguardia del ‘Yeruá’ y escapóse en el caballo de un muerto. La caballería del enemigo fue llevada hasta el cuadro de infantes y más allá pasamos llevando el parque y ambulancia del enemigo por delante de manera que, cuando formamos para continuar la pelea, el enemigo se hallaba entre nosotros y su parque, hospital, caballos, etc.”. (Víctor Dumoncel, ayudante de Vega. Referenciado por el Sargento Mayor Víctor Dumoncel; relatado por el coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires). “Toda la caballería de la derecha fue atacada y lanceada por la espalda, después de una valerosa resistencia” (Parte de Lavalle). // Todo citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El desigual resultado de la batalla en los dos ejércitos dejó al correntino a retaguardia del rosista, dueño aquél de los bagajes, parque y caballada del enemigo y éste concentrado sobre su infantería. Echagüe hizo un movimiento de conversión sobre su izquierda para tomar posición más fuerte en la costa del arroyo Don Cristóbal y dar de nuevo frente a Lavalle, que reorganizaba sus tropas. La caída de la noche impidió un nuevo choque.
A las 22:00 desfiló Lavalle por su derecha, en dirección a la Ciudad de Paraná y acampó a las 02:00 en la costa del arroyo Espinillo(25).
(25) “Arroyo Quebracho”, dice Lavalle en su Parte. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El Ejército correntino perdió a López Chico, al teniente coronel Carlos Anzoátegui (muerto por bala de cañón), 16 oficiales, cien largos de tropa; tuvo -además- 56 heridos. Los dos pequeños cañones del Ejército se desmontaron en el fuego: uno, al tercer disparo; el otro, al octavo.
Echagüe sufrió grandes pérdidas: 800 hombres, entre muertos y heridos; 2.000 dispersos; 24 carretas con vestuario; municiones; útiles de parque, maestranza, ambulancias, numerosa correspondencia y unos dos mil caballos.
El general Lavalle no sacó de Don Cristóbal la ventaja decisiva que le ofreció la apurada situación de Echagüe después de la acción; según militares de autoridad y él mismo, tarde ya, si el Ejército correntino hubiese permanecido en el campo de batalla y atacado nuevamente, habría destruido al enemigo(26).
(26) “El general Lavalle, alejándose del campo de batalla, dejó escapar la ocasión más propicia que su estrella pudo jamás presentarle. Su permanencia en el sitio del combate y la renovación de las hostilidades al día siguiente habrían coronado el éxito y los libertadores hubieran visto a sus plantas a las legiones del tirano. El general Garzón, jefe del Estado Mayor de Echagüe -más tarde prisionero nuestro- ha asegurado que aquél, si es acometido de nuevo al día siguiente habría sucumbido irremisiblemente porque el desaliento llegaba a su colmo”. Relatado por el coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // “El general Lavalle convenía -algún tiempo después- en que si el enemigo hubiera sido atacado al día siguiente habría sido batido; pero él daba las razones que tuvo para no hacerlo”. Referenciado por Rafael Lavalle. // Todo citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El suceso no persuadió tampoco al general, cual debiera de que necesitaba meditar más sobre sus empresas, organizar y disciplinar mejor sus tropas, prepararse de infantería y artillería para vencer al enemigo.
Siempre dado a entusiasmos ligeros y a exageraciones inconvenientes, comunicó haber librado una batalla “que sería memorable en los fastos de la República”. La batalla de Don Cristóbal quedó como un triunfo del lado correntino, pero no fue una victoria decisiva para Lavalle, porque Echagüe retiró sus tropas a tiempo para reorganizarlas y salvarlas del desastre y porque el general porteño no supo sacar provecho de su ventaja.
Esta victoria tuvo como consecuencia que el almirante francés Dupotet, que negociaba con Felipe Arana -ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires- diera por terminadas estas negociaciones y se decidiera a dar una ayuda más eficaz a Lavalle.
Pero, a pesar del rudo golpe que fue para Echagüe la batalla, sus fuerzas no fueron destruidas y el gobernador ocupó posiciones inexpugnables para la caballería enemiga recibiendo, además, refuerzos de Rosas ante la ineficacia de la escuadrilla francesa para impedirles el paso del río Paraná.
La guerra fue adquiriendo -con el transcurso del tiempo- un carácter crónico y esa situación de indefinición favoreció el afianzamiento de las posiciones de Echagüe y fue desgastando más las ya débiles relaciones de Lavalle con Ferré y Rivera.
Mientras tanto los emigrados argentinos de Montevideo se desesperaban por tratar de solucionar las discrepancias entre el general del llamado "Ejército Libertador" y el gobernador de Corrientes, pudiendo por fin Valentín Alsina convencer a su primo Ferré para que accediese al pedido de Lavalle de enviarle la división de reserva que estaba al mando del general Ramírez.
Pero luego el gobernador, con el propósito de evitar que los franceses trasladaran al Ejército de Lavalle a la banda derecha del río Paraná antes de que hubiera acabado con Echagüe, se trasladó hasta las naves francesas y allí conferenció con el comandante Penaud y con Salvador María del Carril, esperando poder entrevistarse con Lavalle también, cosa que no logró.
- Rivera en Entre Ríos
Mientras Lavalle se internaba en Corrientes, Fructuoso Rivera derrotaba a Pascual Echagüe en Cagancha, el 29 de Diciembre de 1839. Pero estas sonrisas de la fortuna tendrían su precio. Rivera pretendió nuevamente subordinar a Lavalle y Ferré -prevenido contra un jefe que era porteño- entregó el mando supremo al general oriental
El 16 de Abril de 1840, Rivera invadió Entre Ríos, ocupando Concepción del Uruguay. De todos modos, tardó mucho tiempo en decidirse a avanzar hacia el Interior de la provincia. Sólo el jefe de su vanguardia, general Angel Núñez, hizo algunas excursiones hacia el oeste.
No obstante, Lavalle decidirá operar según su criterio y penetrará en Entre Ríos nuevamente, con el propósito ulterior de pasar el Paraná. Como se vio, en Don Cristóbal obtendrá un triunfo relativo sobre Echagüe, en Abril 10 de 1840.
En tanto, Echagüe retiró sus tropas a Nogoyá y luego hacia Paraná, estableciéndose en una posición defensiva en Sauce Grande, rodeado de defensas naturales. Rosas -por su parte- envió un refuerzo considerable al ejército de Echagüe.
Este Echague se había retirado en columna cerrada por el camino de Nogoyá y maniobró para cubrir su comunicación con la Ciudad de Paraná, ocupando al fin -de firme- un terreno de zanjas y otras defensas naturales, en Sauce Grande, de donde era difícil desalojarlo. Hasta allí fue hostilizado por guerrillas de caballería; cada vez que éstas apuraban sus movimientos, aquél formaba cuadro y hacía jugar su artillería.
El Ejército correntino se estableció en la costa del arroyo Seco, sobre cuya margen fue construido un gran reducto de palizada y zanjas, artillado con los dos cañones del Ejército y dos carronadas de a 18, facilitadas por la escuadrilla francesa anclada en Punta Gorda o Diamante.
Las operaciones militares de importancia pararon; los dos Ejércitos -de posición a posición- no pasaban de escaramuzas y guerrillas sin provecho. La base de las comunicaciones de Lavalle era Punta Gorda; la vía terrestre de Corrientes estaba interceptada por el enemigo.
El gobernador Ferré se trasladó al teatro de la guerra para acordar con el general los medios de concluir satisfactoriamente la campaña; mandó, a la vez, un agente confidencial a la República del Uruguay, en procura de la cooperación de Rivera y del general José María Paz, a quien ofreció el mando de un nuevo ejército que levantaría la provincia.
El engreído Rivera, despechado por la actitud de Ferré respecto a su indeclinable exigencia de la dirección de la guerra, se negó a todo “mientras no se le diese cumplida satisfacción de las ofensas recibidas”.
Paz, se excusó. Ferré manifestó a Lavalle, con franqueza, sus temores por la situación aislada en que se encontraban y le propuso ideas que -en su concepto- domeñarían la terquedad de Rivera, a fin de disponer de sus elementos.
El general le aseguró que no necesitaba de Rivera, que no convenía cederle en nada y que terminaría victoriosamente la campaña de Entre Ríos, con la incorporación de la división de reserva del coronel Ramírez.
No pidió más auxilio. “El gobernador se penetró de la verdad y, en perfecto acuerdo con el General en Jefe regresó a Corrientes para enviar la división de Ramírez”(27).
(27) Coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
- Tres meses de observación de ambos ejércitos
La situación de los dos ejércitos, mientras tanto, era la siguiente: Echagüe se había hecho fuerte en un terreno de zanjas y otras defensas naturales en Sauce Grande, enviando guerrillas para tratar de cortar las comunicaciones de Lavalle con Corrientes.
A su vez, el ejército de éste se estableció en la costa del Arroyo Seco, construyendo defensas de palizadas y zanjas, artillado con dos cañones y dos carronadas de a 18, estas últimas facilitadas por los franceses.
Para conseguir caballadas que necesitaba, animales para el consumo y facilitar la incorporación de la división de Ramírez, abandonó el reducto fortificado y dejó en él a la artillería y la infantería, marchando al norte.
Entonces, Echagüe aprovechó para atacar en varias ocasiones pero los defensores del reducto lo defendieron con bravura, resistiendo, hasta que regresó la caballería que obligó al enemigo a encerrarse en sus posiciones.
Lavalle tenía ventajas de posición, de abastecimientos, de moral de las tropas y de caballería. Echagüe lo superaba en infantería y en artillería, de allí su inexpugnabilidad. Posiblemente con más paciencia por parte de Lavalle se hubiera consumado la disolución del Ejército entrerriano, como lo dijo el general Paz.
Pero hubo varios factores que impulsaron al jefe del Ejército correntino a buscar una batalla decisiva: uno de ellos fue la noticia del pronunciamiento de Tucumán contra Rosas, el triunfo de Gregorio Aráoz de Lamadrid sobre el gobernador de Santiago del Estero y el pronunciamiento en favor del movimiento que hicieron las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja; otro factor fue que la inactividad estaba provocando en su ejército una deserción considerable y la falta de pastos en el invierno comenzó a destruir las caballadas.
El Ejército correntino se puso en actividad de ofensiva parcial -acosadora y constante- a principios de Mayo de 1840; día a día redujo el radio de acción del enemigo, estrechándolo sobre la Ciudad de Paraná.
Escasez de subsistencias, destrucción de las caballadas, desaliento en las tropas, deserción, penurias emanadas de la aglomeración de fuerzas en un punto desprovisto, debilitaron la situación de Echagüe.
Para hacerse de caballos y animales de consumo así como para recibir la incorporación de la división de Ramírez, dejó Lavalle en el reducto la infantería y la artillería y con el resto del Ejército marchó hacia el Norte, por retaguardia del enemigo. El reducto fue atacado, pero se sostuvo hasta el regreso de la caballería(28).
(28) “Al siguiente día de la marcha, el Ejército enemigo fue a circunvalar el Reducto llegando hasta intimarle rendición la que, habiendo sido desechada, dio lugar a un ataque que consiguieron rechazar los defensores logrando desmontar una pieza de una de las baterías establecidas contra él. Ese primer ensayo no desalentó a los agresores y sus ataques -aunque repetidos con frecuencia- no obtuvieron mejores resultados. El enemigo, volviéndose más cauto, redujo sus operaciones a un estrecho sitio y sólo durante la noche tentaba ataques siempre infructuosos. Al fin, advertido el enemigo de la proximidad de la caballería libertadora, levantó su campo en la tarde del 22 de Mayo”. Coronel Juan E. de Elía. “Memoria Histórica sobre la Campaña del Ejército Libertador. 1839-1841” (1888), publicada en la “Revista Nacional”, tomo V y siguientes, Buenos Aires. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
La atrevida operación dio definitiva superioridad para la victoria fácil. El refuerzo de la división de Ramírez, la posición desahogada de Lavalle, la abundancia para el sostenimiento de sus tropas, el espíritu de ellas, eran ventajas importantísimas sobre el enemigo reducido a la defensiva, falto de alimentos, minado por la deserción, en pie únicamente por sus buenas defensas y la superioridad de su artillería e infantería, “con un mes más de paciencia -dice el general José María Paz- se hubiera consumado la disolución del Ejército de Echagüe”.
- La batalla de Sauce Grande
Por fin la Junta de Guerra reunida por Lavalle decidió el ataque a las posiciones entrerrianas, cosa que se verificó el 16 de Julio de 1840. Los atacantes fueron batidos en toda la línea por el aguerrido ejército enemigo en el que, además de su jefe, revistaban destacados comandantes como los generales Justo José de Urquiza, Manuel Oribe y Servando Gómez, el teniente coronel Gerónimo Costa y el comandante Juan B. Thorne.
Pero esta vez el que cometió el error de no rematar al ejército vencido fue Echagüe y las fuerzas de Lavalle se pudieron retirar hacia Punta Gorda para encontrar refugio en las naves francesas.
La actitud del general Lavalle durante esta batalla fue sospechosa(29) y llevó a Ferré a afirmar que se dejó vencer para tener un pretexto para cruzar el río Paraná.
(29) El general Tomás Iriarte, testigo presencial de la batalla, relata: “No me causó poca admiración que el general Lavalle desde el principio del movimiento se situase a retaguardia de la línea de nuestras reservas y a gran distancia del campo que debía servir de teatro a los encuentros de ambos ejércitos, porque así no podía impartir sus órdenes de modo que éstas pudieran ejecutarse en oportunidad de los momentos decisivos (...) no podía ni diastinguir bien lo que pasaba en ambas líneas (...). Se lo veía frío y como suspensa su mente, vagar en ambas direcciones y sin fijarse en nada; y hubo momentos en que marchando a discreción su caballo y en la dirección que éste quería eguir, se encontró en un bajío desde el que estaban a nuestra vista las tropas enemigas y las propias, en los precisos momentos del choque. Parecía una máquina sin movimiento; no he conocido un general que tenga menos acción en una función de armas: imposible es dar razón de tan extraña apatía. ¡Y éste era nuestro General en Jefe! (general Tomás de Iriarte. “Memorias. La tiranía de Rosas y el bloqueo francés” (1948), pp. 349-350, Estudio Preliminar de Enrique de Gandía, Buenos Aires. Ediciones Argentinas). // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1999).
* Detalles de la batalla
Durante casi tres meses los ejércitos permanecieron uno frente al otro sin combatir, hasta que, el 16 de Julio de 1840, Lavalle atacó la posición de Echagüe en la batalla de Sauce Grande(30). Este será rechazado con graves pérdidas, pero esta vez fue Echagüe quien no sabrá aprovechar la ventaja.
(30) El sitio de la batalla de Sauce Grande está en la actual estación Racedo.
Es que general Lavalle dio -sin necesidad y contra toda previsión militar- la batalla de Sauce Grande. Sin ella estaba vencedor. Por un movimiento estratégico, el Ejército correntino se colocó, el 14 de Julio de 1840, a retaguardia del flanco derecho del enemigo; cuando Echagüe se dio cuenta de la operación, cambió de frente en el mismo campo ventajoso que ocupaba.
Fuertes guerrillas, sin resultado, hubo aquel día entre las vanguardias. En la noche se movió nuevamente el Ejército y al amanecer apareció formado cerca de su contrario, en este orden: la artillería(31), en baterías, situada en altura; la infantería(32), en cuadro, a retaguardia; las caballerías, por escalones, a retaguardia de la izquierda de la infantería.
(31) La artillería había sido aumentada con dos piezas de a 4 y dos obuses de nueva invención; las plazas aumentaron también con las del escuadrón “Mayo”, no todo.
(32) El batallón Cazadores -única infantería- estaba reducido a 400 plazas escasas, a causa de las pérdidas en Don Cristóbal, los combates del Reducto y el rigor del invierno crudo de aquel año. // Todo citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Adelantó más el día 15 de Julio de 1840, hasta la proximidad del arroyo Sauce Grande, interpuesto entre los dos campos. Allí desplegó Lavalle sus tropas, tomando por centro una altura en que situó la artillería: a retaguardia de ella, la infantería; a la izquierda, la división Vega, las legiones Torres y Rico, la división Ramírez; a la derecha, por escalones, las legiones Vilela y Méndez; el escuadrón Mayo a retaguardia del centro.
El enemigo desprendió algunos Cuerpos de caballería, un batallón y unas piezas sobre la llanura de su frente, para evitar que los correntinos pasasen el arroyo, pero retrogadaron por el fuego de artillería.
Durante tres horas tronaron los cañones, de una y otra parte, sin cesar, asistiendo los dos ejércitos como simples espectadores. Terminado el cañoneo, tiradores rosistas adelantaron nuevamente sobre la derecha; la legión Vilela pasó entonces el arroyo -bajo los fuegos de ellos- y durante el día se batió en guerrillas.
Por la tarde, convocó Lavalle una Junta de Guerra para discutir el plan de ataque; él se inclinaba al ataque nocturno; la Junta resolvió ejecutarlo en la madrugada del siguiente día.
El Ejército de Echagüe ocupaba una gran colina; su frente y flanco izquierdos estaban cubiertos por el arroyo Sauce Grande; y su derecha se apoyaba en zanjas profundas. La infantería -colocada en el centro- tenía adelante dos baterías de cuatro piezas cada una; otra igual se encontraba en la extrema derecha de la línea; las caballerías formaban, a la derecha, en martillo y, a la izquierda, por escalones. A las 13:30 del 16 de Julio marchó el Ejército correntino al ataque. Una espesa niebla impidió ejecutar la operación en la madrugada.
Los Cuerpos llevaban las siguientes colocaciones: compañías de los escuadrones Maza y Victoria, desplegadas en tiradores, al frente de la columna de caballería formada por la división Vega, las legiones Torres y Rico; la división Ramírez, en dirección al flanco derecho del enemigo; la infantería, en columna; y la artillería, sobre el frente enemigo; las legiones Vilela y Méndez y el escuadrón Mayo en la reserva.
Cargar el centro de Echagüe con la infantería y flanquear su derecha con las masas de caballería, para batirle por la retaguardia de su línea, fue el plan de Lavalle.
Las dos columnas atacaron con denuedo. La infantería y la artillería correntinas superaron a lo que de su número y valor reconocido se esperaba, llegando a obligar al centro federal a un cambio de frente(33); las caballerías pasaron a rigor de fuego las zanjas de la derecha y conmovieron seriamente esa parte de la línea.
(33) El general Tomás Iriarte, juzgando la carga de la infantería, decía en carta privada dirigida a un amigo, el 19 de Julio de 1840: “He visto pelear a la infantería francesa en Europa; los bravos correntinos que el intrépido coronel Díaz condujo al ataque contra 900 infantes y 12 piezas de artillería, no son inferiores a aquellas brillantes tropas”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
En ese momento del combate Echagüe reforzó su derecha con un batallón de infantería y Lavalle lanzó su reserva sobre el flanco de la izquierda enemiga. La aparición de la reserva correntina produjo resultado diverso al esperado, porque la izquierda rosista rehuyó el combate y se corrió en protección de la derecha.
La posición, la superioridad numérica de la infantería y la artillería -en el centro-, la aglomeración de toda la caballería, los fuegos del batallón de infantería y de la batería -en la derecha-, rechazaron al fin las dos columnas de ataque, que se retiraron desechas del campo bajo la protección de los Cuerpos de la reserva.
La batalla fue como un desastre para el Ejército correntino, reducido después de ella a tres mil hombres escasos. La infantería perdió más de un tercio(34) de sus plazas; casi todos los oficiales salieron heridos.
(34) “Salimos apenas 200 hombres”, me ha dicho, más de una vez, mi amigo, el coronel Juan Andrés del Campo, teniente de los “Cazadores” entonces. Elía y el biógrafo de Lavalle, Lacasa, afirman que la pérdida de la infantería fue de un tercio. Me inclino a la información de Del Campo. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
La caballería tuvo bajas de consideración por muerte, heridas y dispersión; un capitán y 26 de su tropa cayeron prisioneros. Perecieron los tenientes coroneles Zacarías Alvarez y Patricio Fernández y varios oficiales subalternos. De los jefes principales quedó herido de lanza, “el bravo entre los bravos”, coronel Niceto Vega. Echagüe mandó degollar a todos los heridos y prisioneros.
- Lavalle se retira a Punta Gorda
El general Lavalle se retiró a Punta Gorda. Allí lo esperaba la escuadrilla francesa. De la división Ramírez formó la legión Ocampos, mandada por el teniente coronel Manuel Ocampos, jefe de aquélla; la legión Torres tomó el nombre de su jefe(35), el teniente coronel Manuel Jesús Noguera; el teniente coronel José Domingo Abalos pasó a mandar la legión Vilela, que también cambió de nombre; las legiones Noguera y Abalos, formaron la división Vilela; el coronel Cayetano Artayeta reemplazó al teniente coronel Indalecio Chenaut en el mando del escuadrón Mayo.
(35) Torres se retiró del Ejército. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El General en Jefe no dio colocación al general José María Paz y otros jefes que se le presentaron en Punta Gorda; representaban -sin embargo- un contingente poderosísimo.
Echagüe siguió a Lavalle lentamente, poniéndose el día 20 de Julio de 1840 sobre la posición del Ejército correntino pero sin hostilizarlo, conforme habría ejecutado un guerrero experto. “Es preciso que levantemos un monumento de oro al general enemigo, que tan generosamente contribuye a que nos salvemos”(36), dijo Lavalle a Paz en un arrebato de satisfacción.
(36) “No sé si alguna vez hizo Rosas cargos a Echagüe, que bien los merecía. Cuando le convenía precipitar su marcha y atacar bruscamente -aún cuando más no fuese- daba un paso y se paraba, de modo que tardó cinco días cumplidos en andar seis leguas. Sin su negativa y cooperación no hubiera sufrido Rosas la importuna visita que hizo el general Lavalle a la provincia de Buenos Aires”. General José María Paz. “Memorias Póstumas”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
El general de los correntinos no intentó resistir porque su retirada a Punta Gorda había tenido por objeto pasar allí el río Paraná, abandonando definitivamente Entre Ríos, para llevar la guerra a la provincia de Buenos Aires.
Este proyecto era el de su anhelo íntimo, desde que la provincia de Corrientes le puso al frente de sus tropas y, a él, más que a destruir a Echagüe, tendieron siempre sus empeños; el desastre en Sauce Grande sirvió para cohonestar la necesidad de la operación largo tiempo meditada y reservada.
A la vista del enemigo se realizó el transporte del Ejército a la banda occidental del río Paraná, quedando ella terminada el 25 de Julio de 1840. Mientras Lavalle huía hacia el Sur, el coronel Urquiza derrotaba a la división de Angel Núñez en el combate de Arroyo del Animal, cerca de Gualeguay.
La derrota en Sauce Grande fue grave, no por lo sucedido en el campo de batalla, sino por sus consecuencias estratégicas: cerró a Lavalle la posibilidad de dominar Entre Ríos, antes de cruzar el Paraná.
Tampoco le era posible demorar este cruce, para el que necesitaba la escuadra francesa, ante los rumores serios de un próximo arreglo entre Francia y Rosas (en Octubre de 1840 la flota francesa levanta el bloqueo al Puerto de Buenos Aires).
Retirándose a Corrientes, no hacía sino complicar su situación. Entonces, decidió trasladar su ejército, sin demora, al oeste del Paraná, y atacar a Rosas directamente, con la esperanza de provocar un alzamiento general.
De esa suerte inesperada concluyó la campaña de Entre Ríos. Lavalle dejó a sus espaldas el Ejército enemigo victorioso y a la provincia de Corrientes completamente abandonada, inerme, sin aliados, a merced de los verdugos de Pago Largo.
El general procedió de acuerdo con la Comisión Argentina, pero faltó a sus compromisos solemnes de hombre y de soldado contra los intereses vitales de la causa nacional, con ingratitud hiriente para el pueblo que lo recibió con los brazos abiertos y le dio cuánto tenía.
A esa conducta, agregó la burla. Despachó por agua al general Ramírez con Oficio en que pedía refuerzos al Gobierno de Corrientes, asegurándole que pensaba desembarcar en el pueblo Victoria y continuar la guerra en la provincia de Entre Ríos(37).
(37) “Como medio de evitar la repugnancia que podrían mostrar los correntinos al pasaje del Paraná, se ideó separar al general Ramírez, que era el más caracterizado entre sus comprovincianos. Se le dio una comisión para Corrientes, haciéndole creer que el Ejército se embarcaba no para pasar a la margen derecha del Paraná, sino para descender este río hasta Victoria, en donde tomaría tierra, para continuar la guerra en Entre Ríos. En este sentido se redactó una comunicación y se le dio un lanchón guarnecido de 4 ó 6 hombres, para que marchase cuánto antes. El viaje no era tan fácil; más esto no importaba, como el que Ramírez cayese o no en poder de los rosistas; lo único que se quería era deshacerse de él. En el estado a que habían llegado las cosas, el pasaje del Ejército era lo mejor que podía hacerse; pero yo deseaba que se hubiese procedido con más franqueza y diré también con más lealtad con el Gobierno de Corrientes, que nada podía estorbar. Fue una especie de perfidia inútil; ¡Qué digo inútil! Perjudicialísima. A veces creo que se quiso satisfacer una pueril venganza, poniendo en ridículo al crédulo magistrado. En el asunto Ramírez, fue tanto el ridículo de que se colmó a éste, que le dije a Del Carril: ¿Por qué no alejan a este hombre sin añadir el insulto a la mentira? ¿Por qué obra Vds. de un modo tan indigno?” General Paz. “Memorias Póstumas”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, parágrafo 154, Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Más adelante aún llevó Lavalle sus errores. No dio colocación al general Paz en el Ejército, ni aprobó que fuese a Corrientes, conforme dicho guerrero pensaba y se lo pedían con insistencia los jefes correntinos. Según Paz, hizo grandes empeños para disuadirle:
“En Corrientes nada hay qué hacer -le decía-; es un tristísima provincia, sin recursos ni medios para levantar un Cuerpo de reserva, como es su pensamiento. Aquí está la patria y Vd. se desentiende de lo principal para ocuparse de lo accesorio.
“Echagüe queda imposibilitado de mover su ejército durante tres meses y en este tiempo he sucumbido o he salido vencedor. Si lo primero, nada hará Vd. con el poder que pueda formar, porque será insuficiente y todo estará perdido; si lo segundo, una simple carta de intimación bastará para arredrar a Echagüe.
“Cuando estemos en la campaña de Buenos Aires, yo tomaré una parte del ejército, Vd. tomará otra, y maniobraremos convenientemente”.
Afortunadamente, predominó el buen sentido patriótico de Paz, no obstante “el descontento de Lavalle, que rayaba en una especie de despecho”, y aquél partió hacia Corrientes(38) en un convoy mercante, llevando en su compañía los jefes y oficiales sin colocación en el Ejército(39).