Hechos entorpecedores de la guerra. Prosperidad de las armas de Rosas en el Litoral
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- Gobernadores argentinos en La Bajada
El 4 de Febrero de 1842 entró el general José María Paz en la capital entrerriana, siendo recibido con benevolencia por la población aunque en realidad no había nadie afecto a su causa, porque la inmensa mayoría era partidaria del rosismo y se dividía en “echagüistas” y “urquicistas”. Estos últimos fueron los que más se acercaron para tratar de convencerlo de que su jefe quería llegar a un acuerdo con él.
Desde que entró en la capital entrerriana el cordobés fue investido con toda la autoridad militar y nombrado General en Jefe de las fuerzas entrerrianas. Ferré desaprobó secretamente esta designación e influyó para que las autoridades de la vecina provincia la revocaran, insinuándole el ministro de Gobierno a Paz que renunciara.
Verificada la renuncia, le fue inmediatamente aceptada. Paz consideró que Pedro Juan Ferré hizo esto porque quería que continuase dependiendo de Corrientes para protegerla.
La entrada de Paz en La Bajada fue un duro golpe para Rivera, cuyo enviado llegó a la ciudad con un mensaje para el gobernador delegado de Justo José de Urquiza cuando éste ya había huido y el general Vicente Ramírez era dueño de la situación. Don Frutos le comunicaba su proximidad y disposición de entrar en arreglos pacíficos para anticiparse a Paz y tomar posesión de la ciudad.
Frcutuoso Rivera era -nominalmente- el jefe del Ejército Unido, por eso, Paz -que no confiaba en él- se adelantó y ocupó la Ciudad de Paraná en Febrero de 1842. El cordobés recomendó al delegado uruguayo que llevara la carta a Buenos Aires donde se encontraba su destinatario o se volviera a su propio campo, cosa que hizo aquél sin más tardanza.
Rivera, que había establecido su campamento a cinco leguas de La Bajada, canalizó su rabia en el desconocimiento del carácter oficial que ostentaba Paz, no manteniendo con él ni entrevistas ni comunicaciones, entablando estas últimas con los gobernadores de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe.
En tanto, el 10 de Febrero de 1842, la Sala de Representantes de Corrientes otorgó por ley el permiso correspondiente al gobernador para que se trasladase a La Bajada para acordar con los gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe la política a seguir en esas circunstancias(1).
(1) Fue delegado de Pedro Ferré durante su cuarta Administración, su hermano, el coronel Manuel Antonio Ferré: la primera vez desde el 12 de Octubre de 1839, durante la permanencia del propietario en campaña, ocupado en la organización del segundo Ejército correntino contra Juan Manuel de Rosas; la segunda, en Agosto de 1840, durante la visita del propietario a los Departamentos de campaña, como lo establece la Carta constitucional; la tercera, desde Junio hasta Septiembre de 1841, en la ausencia del propietario de la capital para la organización del Ejército que puso al mando del general José María Paz; y, la cuarta, desde el 10 de Febrero de 1842 hasta el 31 de Marzo de 1842, mientras se organizaban los Ejércitos destinados a libertar al país de la dictadura que, lejos de propender a su desaparición, la afianzaban cada vez más, no por falta de patriotismo y valor -que sobraban- sino siempre por falta de armonía y unidad de acción y por la anarquía y espíritu de emulación que existía en los mismos jefes entre sí. // Antonio Abraham Zinny. “Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas” (1987). Ed. Hyspamérica. // Referenciado por Gabriel Enrique del Valle. “Los Hombres que Gobernaron Corrientes (Compendio de Historia Política)” (2007). Edición del Autor.
En principio, el gobernador correntino y el general Paz se dieron cita en la Ciudad de La Bajada del Paraná para combinar los planes futuros contra Juan Manuel de Rosas, pero el viaje de Ferré a Paraná obedeció al propósito de acordar la política de Corrientes con los gobernadores Juan Pablo López -de Santa Fe- y Pedro Pablo Seguí -de Entre Ríos-, además de las razones generales que así lo aconsejaban.
Teníase en cuenta el propósito bien claro del presidente Fructuoso Rivera, de ser factor político en el caso de Entre Ríos, que podría extender al resto del país.
La correspondencia del presidente uruguayo no podía ser más categórica. En Enero (25/1842), en Oficio al general José María Paz, al avisarle la toma de un convoy de familias que abandonaron las tropas de Urquiza en su retirada sobre Gualeguay, habíale expresado:
“En vista de esto, yo debo permanecer aquí algunos días, a fin de organizar todos estos puntos y, muy especialmente, el litoral del Uruguay”.
Y Paz, hábil en rectificar procedimientos, había contestado:
“Encuentro muy natural el arreglo que V. E. piensa hacer en los puntos que han ocupado las armas orientales, para que en ellos se guarde el orden y se restablezca la tranquilidad que debe darse a un país a quien se viene a libertar.
“Yo he practicado esto mismo en los que ocupan las armas argentinas, de un modo tan provisorio como debe ser hasta que un Gobierno especial de esta provincia -fuera de la influencia armada del tirano- disponga lo conveniente a este respecto con la autoridad que le es exclusivamente propia”.
Concluía comunicando haber nombrado Comandante del Departamento de Concordia -el que ya estaba en su puesto- precisamente la autoridad política de la zona vecina a Rivera.
Cuando Ferré llegó a La Bajada (17 de Febrero de 1842) se encontró con tan grave novedad que importaba convertir a Rivera en enemigo, sin ninguna utilidad.
- Las conversaciones. Gestiones preliminares
Urgía aprovechar la victoria de Caá Guazú, porque el Ejército de Manuel Oribe ya bajaba del Norte. Reunidos López, Ferré y Seguí (21 de Febrero de 1842) para dar forma a la manera de hacer la guerra contra Rosas, resolvieron previamente poner de lado lo ocurrido con Rivera, en invitarlo a una conferencia, debiendo antes declarar él en qué carácter y con qué facultades concurriría a la acción común.
Rivera se negó y resistió todo arreglo, declarando a la vez que continuaría la guerra de su cuenta (23 de Febrero de 1842). Desde aquel día, hizo oficio de enemigo. Depredó el territorio ocupado por sus tropas, suscitó con sus actos y sus intrigas levantamientos parciales contra las autoridades, cerró de hecho el comercio con Montevideo.
Ferré abrió los procedimientos nombrando -el 28 de Febrero (1842), desde Paraná- al doctor Santiago Derqui, comisionado especial de Corrientes cerca del Gobierno de Entre Ríos, autorizándolo ampliamente para reclamar una indemnización de los quebrantos que la provincia había sufrido en las tres invasiones de Echagüe, tanto por los robos y desolación que permitió a sus soldados como por las contribuciones impuestas y por las que recibió, en 1839 solamente: 35.000 pesos metálicos.
Esta gestión preliminar acercó a los gobernadores; al excusar el de Entre Ríos la responsabilidad en los excesos, planteó de hecho cuestiones generales que pasaron a ser consideradas y, como resultaba necesario su consignación por escrito, en forma de tratados o convenios -para fijar las bases sobre las que debía actuarse en la guerra contra Rosas- el 3 de Marzo de 1842 Ferré comisionó a su ministro de Relaciones Exteriores y Hacienda, Manuel Leiva.
Conforme a las Instrucciones que se le dieron debía, el representante correntino,
* gestionar la consignación de la fuerza con que cada provincia contribuiría a la guerra;
* acordar sobre los fondos que se emplearían, en caso de que cada provincia no proveyera a los Gastos de su contingente; el que las fuerzas se denominarían “Ejército Aliado de”, seguidas del nombre de la provincia respectiva;
* que dependieran de sus Gobiernos respectivos, hasta que éstos no se constituyesen en un cuerpo de Nación;
* que estos Ejércitos estuviesen mandados por un General en Jefe, debiendo votar -para ese efecto- por el general Paz;
* que los Gastos de la guerra se reputaran deudas de la Nación, computándose al efecto los de Corrientes, a contar de la iniciación de sus campañas contra Rosas;
* que el Ejército de Corrientes no pasaría a la margen derecha del Paraná antes que el de Entre Ríos y, sólo después que el del general Rivera cruzara a la margen izquierda del Paraná;
* que su número llegaría a 2.000 hombres de tropa;
* y que debería organizarse una Comisión representativa de los tres Gobiernos, con atribuciones semejantes a las de la Comisión establecida en el Pacto del Litoral.
Los tres gobernadores reunidos en La Bajada nombraron representantes para acordar las bases de la acción conjunta en la guerra ofensiva: se proyectó la organización de un Ejército de seis mil hombres, formado por divisiones de dos mil, que las tres provincias entregarían respectivamente al general Paz, armadas, equipadas y con su Caja de Guerra; el general Paz sería nombrado Comandante en Jefe de las tropas aliadas y Director de la Guerra.
Ya en La Bajada, los representantes de Corrientes, Manuel Leiva; de Entre Ríos, Florencio del Rivero; y de Santa Fe, Urbano de Iriondo, se reunieron en varias oportunidades para lograr un acuerdo para continuar la guerra.
Estos bosquejaron un proyecto sobre las bases de las Instrucciones dadas por Ferré a Leiva y coincidieron en lo general en ellas, redactando un proyecto que fue puesto a consideración del general Paz quien lo rechazó porque -a su vez- propuso el antiguo proyecto de la creación del Directorio de la Guerra que debía ser ejercido por él, cosa que a su vez fue rechazada por Ferré con el argumento de que no se consideraba facultado para crear autoridades nacionales.
- Desacuerdos con el general Paz
Los representantes de los tres gobernadores habían coincidido en lo general de estas bases y hasta redactaron un proyecto que las traducía pero, consultado el general Paz, se opuso totalmente.
El general Paz desaprobó absolutamente el plan, declarando a la vez que no aceptaría ningún mando fuera de la organización militar y plan de guerra por él combinados. Pretendía el general la creación de un Supremo Poder militar con facultades nacionales, igual o parecido al que antes estatuyó para sí por medio de los Gobiernos del Interior, cuando desempeñaba la gobernación de Córdoba.
Paz tenía la obcecación de combatir a Rosas con un poder semejante al del dictador, porque donde él estaba solo, él quería ser la cabeza y la voluntad en todo, conviniese o no a la causa, según el criterio de los demás hombres políticos dirigentes y según las circunstancias.
En La Bajada reprodujo el general Paz su tenaz pretensión, esperanzado -tal vez- en que López y Seguí prestarían su apoyo; pero tampoco logró su empeño.
La cavilosidad del ilustre guerrero atribuyó la resistencia a causas pequeñas, indignas de ser tomadas en cuenta por un hombre de su altura y con precipitación impolítica hizo fracasar todo arreglo.
Inicióse un período de choque de influencias, de intrigas, en que Paz propuso al antiguo proyecto de un Directorio de la Guerra que, naturalmente, debía ejercerlo, que no contó con el auspicio que esperaba.
Desde la llegada de Ferré a La Bajada las desavenencias con Paz se intensificaron y ambos personajes -en sus respectivas “Memorias...” ilustran sobre ellas, claro que llevando agua a sus respectivos molinos.
Pero, con respecto a estos hechos, las informaciones que se tienen de los distintos protagonistas comienzan a ser divergentes, lo que dá la pauta que la brecha entre ellos se iba ahondando.
Ferré en sus “Memorias” dice que, una vez en Entre Ríos, Paz comenzó a confiscar bienes sin ajustarse a lo que había prometido al Gobierno de Corrientes, que serían solamente los de aquéllos que se mantuvieran con las armas en la mano contra su Ejército y sólo cuando fuera necesario.
Ante las quejas de Seguí, Ferré pasó un Oficio a Paz haciéndole saber que habían cesado las atribuciones que a ese respecto le había conferido.
Por otro lado, Ferré reclamó indemnizaciones y el Ejército premios, siendo esto explotado con habilidad por Rivera, haciéndose pasar entre los entrerrianos como defensor de sus intereses. Sin embargo, más de la mitad del ejército de éste fue empleado en arrear ganado hacia el río Uruguay y hacerlo pasar a la otra banda.
El uruguayo -además- excitó a los caudillejos de tendencia urquicista -que por entonces se mantenían tranquilos- contra el Gobierno de Paz, con el propósito de que lo apoyaran luego a él; claro que éstos, cuando pudieron, lo que hicieron fue combatirlo.
Paz afirmó que toda esta acción intrigante y disgregadora del “Pardejón” lo llevó a caer en el mayor descrédito y alejó rápidamente y para siempre la posibilidad de concretar sus planes de incorporar Entre Ríos y Corrientes a la República Oriental del Uruguay.
La división de Velazco, que había sido destacada por Paz para perseguir a Urquiza, al regresar y reincorporarse al Ejército de Reserva había perdido casi la mitad de los hombres, porque desertaron. El cordobés culpó también de esto a los Madariaga -como de tantas otras cosas- por promover el desorden permitiendo el saqueo, aunque piensa que no lo hicieron intencionalmente.
- Paz amaga dejar el Ejército de Reserva. Es electo gobernador de Entre Ríos
El general Paz expresó, entonces, abandonaría el Ejército, trasladándose a Corrientes para gozar de un descanso, noticia que conmovió los espíritus. Es que como presión última sobre los gobernadores, el general Paz había dejado el mando del Ejército de Reserva sin renunciarlo y preparó viaje a Corrientes para reunirse con su familia.
Ante esta situación de tirantez, el general solicitó permiso a Ferré para ausentarse de La Bajada, siéndole concedido inmediatamente -según recuerda el cordobés- agregando que los entrerrianos se sintieron afligidos porque temían quedar a merced del gobernador correntino y de sus tropas que exigían indemnizaciones y realizaron las gestiones pertinentes para que no se marchara de Paraná.
Paz decidió suspender su viaje, pero como ya no conservaba el mando del Ejército correntino y no tenía fuerzas, le ofrecieron el Gobierno de Entre Ríos, cosa que aceptó. Aparentemente los rosistas entrerrianos prepararon hábilmente esto para precipitar el rompimiento de los aliados.
No era posible que el general de Caá Guazú abandonase la escena y, con ese argumento, el gobernador Seguí -de Entre Ríos- presentó su renuncia, nombrándose (12 de Marzo de 1842) al general Paz, sin consultarse con Ferré.
Naturalmente se estaba en presencia de un plan político. Corrientes perdía el “conductor” de sus legiones; Paz, prestigiado por la gobernación, podía atraerse al Ejército de Reserva y volcar así el poder que Corrientes tenía en sus manos. Ferré se defendió, designando Jefe del Ejército al general Vicente Ramírez y congregando sus unidades.
- Gestión militar del general Paz
Paz inició su gestión militar como gobernador de Entre Ríos, llamando así a los jefes y oficiales no correntinos del Ejército de Reserva y pidiendo a Ferré (14 de Marzo de 1842) las unidades que se habían organizado con los prisioneros tomados en Caá Guazú y un batallón de infantería.
Los gobernadores no le tenían mala voluntad -especialmente Ferré- sobre quien hacía recaer injustamente la exclusiva responsabilidad del rechazo de su proyecto.
Lo probaron a la evidencia cuando no se opusieron a los trabajos iniciados la víspera del viaje del general para que la Sala de Representantes lo nombrase gobernador de la provincia, a fin de darle una posición oficial que -a la vez de calmar su resentimiento injusto- le obligase a proceder conforme a las necesidades de la causa.
El mismo Seguí fue de los más empeñados. Instado Paz a desistir de su marcha, cuando su nombramiento estaba ya asegurado, la abandonó, y el 12 de Marzo de 1842 quedó electo gobernador de Entre Ríos.
No era posible llevar más lejos la deferencia patriótica de los gobernadores. Ella se fundaba en que “las azarosas circunstancias de la provincia demandaban ser ella presidida por un jefe militar que, tomando medidas rigurosas, pusiese en perfecta seguridad la libertad conquistada”.
Como el general no había renunciado el mando del Ejército correntino, sino dejádole por despecho, en virtud de la distinción recibida, volvió sobre sus pasos y solicitó la aquiescencia de Ferré para el nuevo destino...
“Quiera V. E. secundar mi obedecimiento al llamado de la patria -decía en su Oficio- prestando la aquiescencia que solicito, haciendo la más formal protesta de que nada disminuirá la impresión que ha dejado en mí el noble y heroico patriotismo de Corrientes y de V. E., con quien me ligan -lo más estrictamente- vínculos de amistad y reconocimiento.
“Sólo ha podido contrastar la idea, tan ingrata para mí, de separarme del mando inmediato del virtuoso, valiente y glorioso Ejército de Reserva, la de que voy a continuar combatiendo al lado de él contra el enemigo común y que me verá en los campos de batalla por donde tengamos que pasar hasta llegar al fin anhelado por la patria”.
Ferré contestó:
“Al prestar mi aquiescencia al nombramiento de gobernador hecho en su benemérita persona, no felicito a V. E. por tan acertada elección, sino a la provincia que le ha confiado sus destinos; a mí mismo; a la Nación entera.
“La provincia de Corrientes, su Ejército y yo, no olvidarán jamás los importantes servicios que V. E. le ha prestado, considerándolos siempre como uno de sus principales libertadores”.
Abandonado el mando del Ejército correntino que penetró en Entre Ríos en operaciones ofensivas contra Rosas y rechazado el del futuro Ejército aliado que para el mismo objeto quisieron formar los gobernadores, porque llenó más las aspiraciones del general Paz el Gobierno de una provincia que no era la suya, que él no conocía y cuya opinión pública era favorable a Rosas, el gran triunfo de Caá Guazú quedó esterilizado, el avance de los antirrosistas detenido, el general Paz poco menos que inutilizado por los errores generadores de aquel resultado.
El mismo lo reconoció en sus “Memorias Póstumas”: “En mi nueva posición -dice- ya no podía pensar en llevar la guerra ofensivamente”.
El guerrero se convirtió en gobernante. Ese cambio completo de destino, de preocupaciones, de actividad, de responsabilidades en el hombre señalado por los sucesos para la dirección de la guerra, aplazó la prosecución de ésta hasta que la provincia de Entre Ríos pudiese afrontarla satisfactoriamente.
Requirió también armas y municiones recibidas en esos días de Montevideo, con cargo de devolución y, cuando el gobernador Ferré resolvió retirar su Ejército para salvarlo de la disolución, requirió artillería, 400 infantes, 1.000 soldados de caballería, como fuerza indispensable para mantener con vida la insurrección en Entre Ríos.
- Ferré retira el Ejército de la provincia de Entre Ríos
Ferré manifestó lealmente al gobernador Paz (22 de Marzo de 1842) la necesidad de retirar el Ejército a la frontera correntina a fin de reorganizarlo, remontarlo y proveerlo de equipos y buenas cabalgaduras, para volver con pujanza a la guerra ofensiva cuando el Gobierno de Entre Ríos se resolviese a ella.
A pesar de que Paz consultó a Ferré y obtuvo su consentimiento para asumir el Gobierno, el correntino luego se sintió ofendido y con animosidad hacia él, tomando la decisión de trasladarse al campamento de Las Conchillas, a cinco leguas de La Bajada, donde se encontraba la caballería correntina, pero dejando en la capital la artillería y la infantería.
En el campamento correntino comenzó a difundirse la palabra desertor para referirse a Paz y, por último, Ferré ordenó que todas las fuerzas de su provincia que estaban en la capital entrerriana la abandonaran y se dirigieran hacia Las Conchillas dejando solo al nuevo gobernador de Entre Ríos con su escuadrón escolta formado con los prisioneros de Caá Guazú y un pequeño batallón de negros.
El Ejército de Reserva ya nada tenía que hacer en el pueblo libertado; no era conquistador; lo ocupó de paso con el programa de la ofensiva contra Rosas y ésta no era posible. Además de este hecho fundamental, el Gobierno de Entre Ríos no podía sostener el Ejército, lleno de necesidades. El de Corrientes únicamente alcanzaba satisfacerlas en su propio territorio, merced a la proximidad y relativa abundancia de recursos.
La aguas estaban divididas definitivamente: si además de todos los factores enumerados hay que agregar que Ferré, interesado en cobrar indemnizaciones por parte de la provincia vencida, que consideraba debía pagar, tuvo la oposición de Paz, que decidió defender los derechos de los entrerrianos, el resultado de todo ese proceso será ineludible: la Alianza tan trabajosamente elaborada, estaba rota(2).
(2) Antonio Emilio Castello. “Caaguazú, la gloria efímera”, en “Todo es Historia”, Nro. 107.
En respuesta -el 20 de Marzo de 1842- Pedro Ferré prefirió defender su provincia antes de terminar con el peligro que la acechaba y se retiró con las fuerzas correntinas rumbo a Corrientes, llevándose todo su Ejército.
Una otra circunstancia gravísima impuso, además, el retiro temporal de las fuerzas correntinas: desde que el general Paz asumió el Gobierno, todos los jefes y oficiales no nativos de Corrientes abandonaron el Ejército en forma anárquica y disolvente, dando por única causal el deseo de servir a las órdenes del gobernador de Entre Ríos, hecho que produjo la desorganización de las tropas, cual si el propósito de sus autores hubiera sido destruirlas.
Diversas razones indujeron a Ferré a retirar el Ejército: además de la falta de caballos, resultaban imprescindibles elementos que no podían obtenerse, porque el general Rivera cerró el comercio con Montevideo; también llegaba el invierno y la desorganización en que se había caído, con el retiro de los jefes y oficiales que siguieron a Paz, hacía peligrosa la permanencia del Ejército en un territorio donde la pacificación ni el régimen de libertad se habían regularizado.
A Paz sólo le quedaron los prisioneros entrerrianos de Caá Guazú y los milicianos de Paraná, es decir, un poder nominal y una tremenda soledad porque, de la ineptitud del gobernador santafesino, “Mascarilla” López, no podía esperar absolutamente nada.
La retirada efectiva del Ejécito de Reserva se efectuó a principios de Abril de 1842, quedando a las órdenes inmediatas del gobernador Paz el batallón Cazadores de la Unión y dos escuadrones de caballería, todos perfectamente armados. Dejósele -además- fusiles, tercerolas, sables, espadas, municiones y balas que el Gobierno de Corrientes recibió a última hora.
También auxilió el Gobierno de Corrientes al de Santa Fe remitiéndole -desde La Bajada- fusiles, sables, municiones, pólvora, balas, plata y 500 caballos.
- En el campo rosista todo es actividad
La situación creada por los aliados no deja de ser sorprendente, ya que todo se hará mal. Las rencillas entre Rivera, Paz y Ferré anularon todo:
* el caudillo oriental temía la influencia de Paz y esperaba que éste invadiera al oeste del Paraná, quedándose él en Entre Ríos, para asegurar su influencia allí -tal vez soñara con reeditar la Liga de Artigas-;
* Ferré -a su vez- con un localismo estrecho, pretendía que Paz permaneciera en Entre Ríos por temor a que se reeditara la situación del año ‘40;
* López temía que Paz limitase su influencia y no veía con tranquilidad el avance de Oribe;
* sorpresivamente, cuando Paz se disponía a cruzar el Paraná, Ferré retiró el Ejército correntino hacia su provincia y lo licenció; Rivera repasará el Uruguay; y Paz no tendrá más remedio que retirarse a Montevideo.
La reacción rosista no se hará esperar: Juan Pablo López será batido en Coronda y Paso Aguirre (12 y 16 de Abril de 1842) y huirá a Corrientes.
A mediados de 1842 se oscureció nuevamente el horizonte. La gobernación del general Paz fue -desde el principio- un fracaso completo, agravado después con desastres militares. Entre Ríos rechazaba combatir a Rosas.
Por el contrario, en el campo enemigo todo era actividad para enfrentar el peligro de invasión del ejército de Paz a la provincia de Buenos Aires. Rosas, para impedir el paso de esas fuerzas a Santa Fe, envió al capitán Juan Francisco Seguí con algunas embarcaciones al río Paraná.
Además se organizaron las fuerzas que debían converger sobre Santa Fe: las de Pacheco, que operaban en Cuyo; las de Maza, que operaban en Catamarca; y las de Garzón, que custodiaban Río Seco, las que se unirían a las de Oribe que venía desde el Norte.
A su vez se preparaba una fuerza que operaría -también allí- a las órdenes de Pascual Echagüe y el Ejército de Operaciones -a las órdenes de Urquiza- con tres mil soldados, que se concentró en El Tonelero.
Como dijimos, con fecha 20 de Marzo de 1842 Ferré dio la orden del caso al general Ramírez y, tres días después, el gobernador recibía (el 23 de Marzo) una urgente comunicación del de Santa Fe, Juan Pablo López: se anunciaba que Oribe, al frente de 3.000 hombres, marchaba a reunirse con las fuerzas de Echagüe para invadir su provincia por Cruz Alta y solicitaba -para triunfar ampliamente- mil hombres del Ejército de Reserva.
¡Mil hombres para resistir a las fuerzas unidas de los generales del dictador..!
Con la retirada de las fuerzas correntinas, que fueron a reorganizarse al Campamento de Abalos, todo se vino a tierra. El gobernador Paz, que saliera a perseguir montoneras, fue abandonado por sus tropas entrerrianas, refugiándose en el Cuartel del general Rivera y el gobernador López -de Santa Fe- depuesto por Oribe pedía, a principios de Mayo, desde la costa que enfrenta a la Ciudad de Goya, asilo en la provincia...
El mandato de Paz al frente de la gobernación de Entre Ríos será efímero. Al disponer Ferré llevarse las tropas correntinas a su provincia, dejó indefenso al general cordobés; éste -en breve- optará por renunciar y marcharse al Uruguay. Por su parte, Rivera se dedicó a arrear todo el ganado que encontró hacia Uruguay(3).
(3) Antonio Emilio Castello. “Caaguazú, la gloria efímera”, en “Todo es Historia”, Nro. 107.
Paz avisó de su nombramiento de gobernador a Rivera con el propósito de llegar a un acuerdo y el oriental, que se encontraba en una difícil situación con sus jefes, enseguida aceptó la insinuación y envió un emisario para dar al cordobés las mayores seguridades de amistad y buena disposición, aunque cada uno de ellos ignoraba la afligente situación del otro y por eso dejaban de lado la animosidad que se profesaban mutuamente. Pero el jefe uruguayo comenzó el retiro de toda colaboración y emprendió la marcha hacia la costa del Uruguay.
Desde ese momento todo fue anarquía. El rosismo vio su salvación en la desintegración de los esfuerzos de sus enemigos. Paz decidió establecer su Cuartel General en Gualeguay, punto más apropiado a su criterio para formar una fuerza respetable con qué hacer frente a Oribe, que era casi seguro que cruzaría el Paraná.
- Tratado de Galarza
El Gobierno del general José María Paz en Entre Ríos no se extendía más allá de la Ciudad de Paraná y carecía de todo apoyo popular. Rivera tampoco le envió ayuda, por lo que Paz partió hacia el Este, a pedírsela, el 29 de Marzo de 1842; en el camino desertaron casi todos sus soldados(4).
(4) Antonio Emilio Castello. “Caaguazú, la gloria efímera”, en “Todo es Historia”, Nro. 107.
Tras dejar como gobernador delegado a Pedro Seguí, con una pequeña guarnición, a fines de Marzo de 1842 el general Paz comenzó una penosa marcha con trescientos hombres que quedaron reducidos a no más de sesenta cuando, por fin, pudo llegar a las cercanías de Gualeguaychú.
Ya el 3 de Marzo de 1842, la guarnición y la población de Paraná proclamaron gobernador a Justo José de Urquiza, mientras los Comandantes locales controlaban rápidamente las villas y pueblos de la provincia. Aun así, la recuperación de la provincia tomó casi tres meses.
En tanto, en la estancia de Galarza, Paz se encontró con Rivera y no tuvo más remedio que deponer su tremendo orgullo ante el hombre que era uno de los principales responsables de su fracaso y decidió retirarse del teatro de los sucesos pues consideró que ya nada tenía que hacer y que era mejor dejar al uruguayo en libertad de conducir la guerra a su modo, que no era precisamente el de él.
El 12 de Abril de 1842 se firmó el Tratado de Galarza entre los representantes del presidente oriental y de los gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe, aunque estos últimos conservaban nada más que títulos nominales, pues sus provincias ya no les pertenecían: López había huido a Corrientes porque Santa Fe había sido tomada por Oribe; y la Legislatura de La Bajada había depuesto a Paz y repuesto en el cargo a Urquiza.
- Ferré, Paz y la Comisión Argentina
El Gobierno correntino decidió declarar a la provincia en estado de Asamblea. La opinión le prestó ilimitado concurso. Además, ofreció el mando del Ejército al general Paz -al cual se recurría nuevamente- que nada hacía ni podía hacer en Entre Ríos; y el Ministerio General al doctor Valentín Alsina, pariente de Ferré y uno de los más conspicuos miembros de la Comisión Argentina.
En presencia de esa patriótica espontaneidad de Ferré, equivalente a entregar la dirección de la política y del ejército y no obstante la conveniencia evidente en no perder tiempo, a pesar de todo lo que se le ofrecía, Paz exigió la reunión previa de una Asamblea de argentinos para que resolviesen todas las cuestiones relacionadas con la guerra aceptando -luego de ella- el mando, siempre que sus decisiones lo satisfaciesen. Era un entorpecimiento imprudente e inmotivado.
La Comisión Argentina de Montevideo se dirigió a él tratando de convencerlo de que lo que pedía no era conveniente ni viable en esas circunstancias y que debía hacerse cargo inmediatamente del Ejército correntino que ponía a su disposición Ferré quien, a su vez, demostraba la mejor buena voluntad.
Tan luego como Ferré se dirigió a Paz, la Comisión Argentina indicó al primero los medios de evitar futuros desacuerdos entre el gobernador y el general y ellos fueron aceptados de plano. La misma intentó disuadir al general.
“El proyecto que propone -le decía en largo documento de fecha 6 de Septiembre de 1842- parece bueno, como auxiliar y posterior. Ahora sería inejecutable. A presencia de un porvenir tan incierto y oscuro no se hallará hombres que se presten.
“Esa especie de Asamblea, sin base, sin atribuciones bien definidas, carecería de respetabilidad y de acción y estaría muy expuesta a caer en el ridículo. Fuerza es aceptar los hechos y las cosas como son, sacando de ellos el mejor provecho; fuerza es también aventurar algo.
“No es probable una decepción en el señor Ferré. Lo importante en el día es que el general Paz ocupe su puesto. La necesidad de proceder, sin perder instantes, nace de la estrechez del tiempo y otras circunstancias. Las últimas cartas de Corrientes llegan el 10 del pasado; según ellas, salían la artillería y el batallón Caá Guazú en dirección al Ejército, habiéndose ordenado que los contingentes departamentales fuesen al mismo.
“La dirección general es a Entre Ríos, pero en el concepto de estar a las órdenes del señor general Paz. Todo indica la necesidad de no perder tiempo; así como los sucesos que puedan desenvolverse en este país por resultado de su extraña política o de operaciones diplomáticas en Buenos Aires, indican la urgencia de organizar y poder contar con un elemento exclusivamente argentino, cuya posesión emancipe al general Paz de su equívoco estado actual.
“Puede ser que se encuentre un grave obstáculo en la reasunción del mando en Jefe en el general Paz, en este Gobierno y en el presidente, porque el plan querido de estos hombres es amalgamar todas las fuerzas. El se trastornará si el general Paz se apoderase de los correntinos. Si el general Rivera se opone o desprueba que el general Paz vaya a Corrientes, ir no obstante.
“Será un mal disgustarse con el presidente, pero lo será mayor el no ir. En circunstancias extremadas y decisivas, es forzoso marchar a saltos; no empeñarse en desatar el nudo, sino sablearlo.
“De todo brota la irresistible necesidad de que el general Paz camine, y pronto, a ocupar su verdadero lugar, el único que le corresponde. En el estado presente de las cosas, ese paso es primordial, es esencial, es decisivo.
“Las dificultades son de hoy y nacen de la actual posición del general; si él la cambia, es casi seguro que ellas desaparecen. A las pruebas de la buena fe del señor Ferré, una ciertamente poderosa, pues escribe al doctor Alsina llamándole a su lado a ocupar el Ministerio General. ¿Le llamaría si pensase mal o rehusase oir consejos ?”
El empeño de la Comisión Argentina encalló en la tenacidad del general Paz el cual, antes que ceder prefirió seguir como reemplazante titular de Rivera en el mando superior de las desordenadas fuerzas ocupantes de la costa argentina del Uruguay, no obstante residir él en Paysandú, donde continuaba usando la investidura de gobernador nominal de Entre Ríos.
Paz no quiso ceder y prefirió continuar en Paysandú como posible reemplazante de Rivera, conservando su nominal título de gobernador de Entre Ríos. Por su parte, Ferré no pudo ser convencido por el doctor Santiago Derqui -delegado de Paz- para que suscribiera el Tratado de Galarza.
No había acuerdo entre los opositores de Rosas, pues cada uno tiraba para su lado y quería hacer que los demás tiraran igual, pero sin ceder un ápice en sus posiciones. Así, la gloria de Caá Guazú había sido efímera, solamente un triunfo en el campo de batalla.
Paz, soberbio y mandón, tenía razón en la estrategia que había pensado llevar a cabo, pero le faltó ductilidad política para convencer a sus aliados y prefirió perder todo esperando que estos se lanzaran desesperados a pedirle que se pusiera al frente de ellos nuevamente y aceptando todas sus condiciones.
Ferré tuvo miras cortas y orejas largas para escuchar las intrigas en contra del cordobés; no vio que la derrota de Rosas era la mayor seguridad para Corrientes y que había que consolidar los logros del “Manco” hasta ese momento.
Retirando al Ejército correntino permitió al enemigo reorganizarse, recuperar su provincia y fortalecerse, poniendo nuevamente en peligro a Corrientes.
Y de Rivera, qué se puede decir: ambicioso, intrigante, desleal y sin rumbo fijo, consiguió lo que se proponía, aunque después él también fue un gran perdedor.
Como consecuencia de ese triste resultado, Paz, Rivera y Juan Pablo López celebraron el Tratado de Galarza por el cual se dio a Rivera la dirección de la guerra y la facultad de hacer tratados comprometiéndose -los otros dos gobernadores- a poner en acción todos los medios y recursos de las provincias de sus respectivos mandos y Rivera a entregar un subsidio de ocho mil pesos mensuales a cada Gobierno para subvenir al reclutamiento, equipo y armamento de sus tropas.
La Alianza no modificó el estado de cosas. El gobernador de Entre Ríos perdía, sucesivamente, terreno por las derrotas de sus jefes y los pronunciamientos hostiles de los “urquizistas”, en quienes confiara, hasta quedar reducido a un mando nominal en el pueblo Arroyo de la China.
- Malas condiciones del Ejército de Reserva. López es desalojado del poder
Los recursos de la provincia de Corrientes eran muy limitados para continuar la guerra ofensiva contra todo el poder de Rosas, libre -ya entonces- de la cuestión francesa y dueño del Interior de la República.
El mismo Ejército de Reserva estaba en malas condiciones, no obstante haber sido agotados los esfuerzos. Sobre cinco mil doscientos caballos que tenía solamente una cuarta parte se encontraba en regular estado.
El parque se componía de: 1.238 cartuchos a bala y metralla para cañones de 1, 4, 8 y 12; cuarenta cuñetes de pólvora; 16.250 cartuchos de fusil; 140 fusiles útiles; 64 fusiles para componer; 11.830 cartuchos de tercerolas; 32 tercerolas útiles; 19 tercerolas para componer; algunos centenares de piedras de fusil; estopines; tarros de metralla; y balas sueltas de cañón.
La herrería y la carpintería estaban muy pobres de útiles y elementos; los vehículos eran 20 carretas con 275 bueyes de servicio y 3 canoas.
Las necesidades de la guerra ofensiva imponían forzosamente que Entre Ríos y Santa Fe concurriesen con sus tropas y sus recursos a la empresa común, porque de otra suerte ella era imposible.
Contra la satisfactoria solución de la dificultad, estaba el sentimiento público verdadero de las dos provincias: “federal rosista” genuino, por tradición y por índole étnica. Los Gobiernos del día eran aguantados “a más no poder”; no tenían autoridad material consistente ni influjo moral.
Además, el regreso de Oribe con el fuerte ejército del Interior alentaba a sus correligionarios de Santa Fe, así como las intrigas de Rivera azuzaban a los entrerrianos. Las desavenencias entre Ferré y Paz privaron a López -el gobernador de Santa Fe- de toda ayuda externa.
La supina inutilidad de Juan Pablo López perdió, al mismo tiempo, la provincia de Santa Fe, refugiándose él en Corrientes, con algunos soldados, mientras Oribe hacía de aquélla su Cuartel General.
Es que Rosas había enviado en su contra al ejército de Oribe -en que formaba la división santafesina de Andrada- y otra división desde Buenos Aires, dirigida por Pascual Echagüe -nativo de Santa Fe- con una vanguardia al mando del coronel Martín Santa Coloma. Este derrotó a los santafesinos en Monte Flores, ocupando a continuación Rosario(5).
(5) Leoncio Gianello. “Historia de Santa Fe” (1988), pp. 282-283. Ed. Plus Ultra.
Poco después llegó también Oribe. López retrocedió hacia el norte, dejando al general Juan Apóstol Martínez cubriendo su retirada, pero éste fue derrotado y fusilado; su sacrificio fue inútil, porque unos días más tarde López fue alcanzado y derrotado por Andrada en Colastiné. Huyó con un exiguo resto de su ejército a Corrientes(6).
(6) Leoncio Gianello. “Historia de Santa Fe” (1988), pp. 282-283. Ed. Plus Ultra.
La provincia de Santa Fe fue severamente castigada por su rebelión, por lo menos hasta que fue elegido gobernador el general Pascual Echagüe. Este conservaría el cargo casi exactamente diez años(7).
(7) Leoncio Gianello. “Historia de Santa Fe” (1988), p. 284. Ed. Plus Ultra.
A fin de desahogar en algo la situación del Gobierno provisorio de Entre Ríos, Ferré hizo caso omiso de las indemnizaciones que la provincia de Corrientes tenía derecho a reclamar y también dejó sin efecto las facultades que confiriera al general Paz sobre embargos y secuestros de los bienes de los enemigos, en represalia.
- La política del terror
Mientras esta larga y sangrienta guerra se definía en favor de Rosas, ahogando los arrestos federalistas de las provincias del Noroeste y de Corrientes, el gobernador de Buenos Aires había decidido imponer silencio a sus adversarios por medio del terror.
Desde el asesinato del doctor Maza se fue implantando un régimen de intimidación pública que alcanzó su culminación durante la campaña de Lavalle, del año 40.
A medida que crecía el peligro se agigantaba la represión, cuyo principal instrumento era la Sociedad Popular Restauradora. Bastaban leves sospechas, un gesto antirrosista, una denuncia de un doméstico, para que una persona fuese encarcelada.
Si la sospecha era más grave o si era un opositor sindicado, se lo mataba o fusilaba. El archivo de la Policía porteña de esos meses registra centenares de órdenes de arresto y condena, sin contar con los procedimientos no registrados de La Mazorca.
La Ciudad de Buenos Aires se sumió en un silencio de espanto. Hasta los ministros de los Estados extranjeros se sintieron amenazados. Cuando Mendeville pidió protección, Rosas se declaró impotente para sujetar a sus secuaces y le enrostró al ministro su “coraje temerario” por salir solo de noche.
Tal impotencia era ficticia. Ningún resorte del poder escapaba a la habilidad del dictador. Después de Caa Guazú recrudeció el terror, como si se quisiera ahogar toda posibilidad de un debilitamiento del frente interno en Buenos Aires.
Pero cuando Rosas consideró que lo político es restablecer la calma y que los “ejecutores de la Justicia federal” le deben también obediencia, los enfrenta en un solo día con el decreto del 19 de Abril de 1842.
El terror no había sido un desborde de sectores extraviados, sino una verdadera arma política.
- La navegación del Paraná después de Caá Guazú
La economía provincial buscó los primeros frutos de Caá Guazú en el uso del río liberado, que la ocupación de la Ciudad de Paraná por el Ejército y el avance de la escuadrilla de Corrientes para servir de punto de apoyo al pronunciamiento de Santa Fe, habían posibilitado.
Y en efecto, como las rápidas corrientes que se forman en una masa contenida cuando la ruptura de un dique, toda la producción pecuaria acumulada en los depósitos de los puertos buscó el camino de los mercados extranjeros, afluyendo a Montevideo.
Los barcos uruguayos del presidente Rivera se encargaron de su protección en el sur, mientras en el tramo del Paraná Medio actuaba la escuadrilla correntina, cuyo conductor más capacitado fue el coronel Alberto Villegas.
Cuando las conferencias de Paraná hicieron crisis y el Ejército de Corrientes volvió a la provincia después de perder a su general -designado gobernador de Entre Ríos- aquella actividad del río inició su decadencia: primero, la derrota de López (de Santa Fe); después, el retiro de Paz, que abandona el asiento de su magistratura para refugiarse en el campamento de Rivera, van cerrando el río proceloso y fácil, cuyo tráfico queda limitado al cabotaje entre los puertos de Corrientes y del Paraguay.
El Gobierno uruguayo, que preparaba las conferencias de Paysandú, buscó darles la base de un hecho que se atrajese la buena voluntad del Litoral y, a ese efecto, proyectó abrir el río Paraná, creando una era de bienestar.
Encomendó entonces al coronel José Garibaldi, Jefe de la segunda división naval uruguaya, forzara el paso de Martín García y navegase el río Paraná. Naturalmente, la provincia fue advertida del plan, cuyo gobernador dispuso (29 de Julio de 1842) que el coronel Villegas, al frente de una escuadrilla de tres buques menores y una canoa, armados en guerra, bajase el río desde la capital al encuentro del coronel Garibaldi, debiendo ponerse a sus órdenes como auxiliar.
Así lo hizo, piloteando el lanchón “Caá Guazú”, convertido en la embarcación capitana de la expedición. Los otros dos barcos eran una balandra “de cruz”, con un cañón y, otro lanchón, equivalente a la “Caá Guazú”, armado, como ésta, con un pedrero.
La “Caá Guazú” era una embarcación de 10 a 12 toneladas, de corte fino, proa eclipada, con elegante tajamar terminado en un hermoso violín, que sustituía al mascarón. La popa era cuadrada y la arboladura -imitando a los faluchos de vela latina triangular- tenía, además, una enorme vela sujeta por dos sólidos burros.
Construida en los astilleros de Corrientes, filaba de 9 a 10 millas, crucero rápido, que contaba con una dotación auxiliar de remos.
Hacia fines de 1840, la “Caá Guazú”, que entonces tenía otro nombre, había ido a parar a un fabricante de cal de las barrancas del Paraná, en Entre Ríos. Arrendada para llevar mercaderías a los campamentos en que Echagüe preparaba las diversas divisiones de su ejército de invasión a Corrientes, al que tenía establecido en el puerto de Alcaraz, fue puesta bajo la dirección del piloto Benito Roca, quien concibió el plan de adueñarse de la embarcación volviéndola a la Ciudad de Corrientes.
Con la colaboración de los tripulantes que reclutó, sorprendiendo al negociante que la había arrendado, pasó de largo el puerto de Alcaraz, llevándola hasta el de Goya. Luego, por tierra, marchó a la capital, informando al gobernador Ferré de las condiciones de abandono del puerto de Paraná donde dos pequeñas embarcaciones y una goleta -actuando de pontón- servían de depósito de pólvora, apenas defendidas por dos cañones emplazados en la costa.
El Gobierno pensó apoderarse de esos elementos de guerra y el coronel Alberto Villegas, gran práctico del río, varón prudente y valeroso, tomó a su cargo la ejecución del plan. Reclutada la tripulación, que fue embarcada en seis amplias canoas, navegó hasta Goya, ocupó la “Caá Guazú” y la curiosa flotilla descendió el río hasta las inmediaciones de La Bajada.
Cubriéndose con ramas y camalotes para tomar el aspecto de las masas de vegetación que las grandes corrientes arrastran, las seis canoas abordaron el pontón, sorprenden a sus tripulantes y se adueñan de tres toneladas de pólvora -en cuñetes- y de paquetes de balas para fusiles y tercerolas.
El pontón fue desarbolado, la audaz escuadrilla protegida por la “Caá Guazú” llegó a Corrientes y el pequeño parque sirvió al Ejército vencedor en Caá Guazú.
- Garibaldi y la batalla de Costa Brava
Tales eran los servicios del lanchón convertido en nave capitana de la escuadrilla enviada a auxiliar a Giuseppe Garibaldi(8).
(8) Garibaldi nació en Niza, Reino del Piamonte, el 4 de Julio de 1807. Niza es una ciudad que está situada en la costa del mar Mediterráneo, actualmente en territorio francés, cerca de la frontera italiana. Sin embargo, puede considerarse que Garibaldi era italiano, dado que en esa fecha la ciudad pertenecía al Reino del Piamonte (posteriormente incorporado al Estado italiano con la unificación) habiendo sido la misma cedida a Francia en 1860, como consecuencia de la guerra con Austria. Garibaldi se hará notorio históricamente a causa de su participación en las actividades político-militares vinculadas al proceso que finalmente produjo la unificación política de Italia, durante el segundo y tercer cuartos del siglo XIX. En 1834 participó en el movimiento de la denominada “Joven Italia”, entregando su vida al país y ganando los galones de capitán en la Marina del Piamonte. La “Joven Italia” (Giovine Italia o Giovane Italia) era una asociación política instituida en Marsella, en Julio de 1831, por Giuseppe Mazzini, cuyo fin era conseguir la independencia de Italia y la reforma social, siguiendo los principios de libertad, independencia y unidad. Viéndose obligado a huir, partió hacia Sudamérica en el bergantín “Nautonnier”, haciéndose pasar por un tal Borrel (en referencia al mártir revolucionario Joseph Borrel), siendo seguido por otros camaradas de la “Joven Italia” como el capitán Juan Lamberti. Una vez llegado a su nuevo destino, se afincó en Rio Grande do Sul. Allí contactó con otros disidentes italianos por las revueltas de la “Joven Italia” y llegó a ser presidente de la filial de esta organización en el continente americano gracias a su amigo Giuseppe Stefano Grondona. También formó parte de la logia masónica “Asilo di Vertud”. Luchó contra el Imperio de Brasil en la insurrección de la República riograndense, liderada por Bento Gonçalves da Silva. En estas acciones tomó -junto al general Davi Canabarro- la ciudad portuaria de Laguna -en el Estado de Santa Catarina- lo que facilitó la creación de la República Catarinense o República Juliana. Mientras que en Italia buscaba la unificación, en Sudamérica luchaba por la fragmentación de las antiguas colonias. Por ese tiempo Garibaldi ingresó en el Cuerpo de sediciosos denominado “La joven Europa”. También durante esta época tuvo como amantes a Manuela de Paula Ferreira -sobrina de Bento Gonçalves da Silva- y a Ana María de Jesús Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi. En 1841 pasó a Uruguay, donde tenía lugar la guerra entre Manuel Oribe -apoyado por el Gobierno de Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas- y el Gobierno de Fructuoso Rivera instalado en Montevideo, movimiento beligerante que fue declarada en Diciembre de 1838 y que se desarrolló desde este año hasta 1851. Garibaldi -ya radicado en Montevideo- además de su actividad revolucionaria dio clases de Matemáticas e ingresó en la Logia masónica “Les Amis de la Patrie”. Por ese entonces en el Río de la Plata operaba la flota de la Confederación, al mando del almirante argentino Guillermo Brown, que intentaba bloquear el puerto de Montevideo. La flota armada por el Gobierno de Montevideo, guiada por el comodoro Juan Coe, había sido destruida. En 1842, el Gobierno oriental designó a Garibaldi como sustituto de Coe. Al mando de esta flota librará -el 16 de Agosto de 1842- un combate naval en el río Paraná, en una sección del río llamada Costa Brava, en proximidades del pueblo de Esquina. Las naves comandadas por Garibaldi serán derrotadas por las fuerzas de Brown. Después de sufrir fuertes pérdidas, el italiano escapó.
El valiente marino que había logrado forzar el paso de Martín García y eludir la persecución de la escuadra que Juan Manuel de Rosas pusiere a las órdenes del almirante Guillermo Brown, navegaba el río Paraná en procura de los puertos de la provincia.
Cruzó a la vera de las baterías de La Bajada y de Cerrito, teniendo en su seguimiento a los poderosos barcos de la dictadura, en número de siete velas.
La escuadrilla de Corrientes, con víveres y prácticos para los barcos de Garibaldi, había llegado a la Cancha de San Juan (Departamento Esquina) sin encontrar a la flota uruguaya.
La “Caá Guazú” avanzó entonces hasta La Paz, en Entre Ríos (en ese entonces llamada Cabayú Cuatiá), sorprendió una Guardia de las fuerzas de la dictadura, haciéndola prisionera, en cuyo lugar se encontró con los barcos de Garibaldi.
Iniciada la navegación hacia el norte, el buque-jefe de la escuadra uruguaya, la “Constitución”, no tuvo agua para cruzar el paso del río.
No era el caso de abandonar el poderoso barco y Garibaldi tomó las disposiciones para el combate. Cruzó el cauce del Paraná con la “Constitución”, el bergantín “Pereira” y un yate con cuatro cañones, en línea perpendicular a la costa de la isla de Costa Brava, asignando a la flotilla correntina un lugar a sotavento de la línea tendida, apoyada en la isla.
Los poderosos barcos de Brown atacaron el 15 de Agosto -usando del mayor alcance de sus cañones- y se impusieron a la marinería de desembarco con la que Garibaldi buscó impedir las operaciones de espiadas y sirga.
El combate fue duro y valientemente sostenido; al caer la tarde, el “Constitución”, acribillado de balas, se sostenía a flote con dificultad y Villegas fue llamado por Garibaldi, debatiéndose la actitud que correspondía.
El jefe correntino opinó por una retirada prudente ante el estado de los barcos de guerra y Garibaldi por la continuación de la lucha, la preparación de brulotes para incendiar la escuadra de Brown y, en caso de una derrota, el incendio de las embarcaciones y la retirada por tierra hasta la costa firme, en busca del vecindario de Esquina.
El coronel Villegas, ante el desastre inevitable y la obligación impuesta por el gobernador Ferré en sus Instrucciones de salvar la flotilla, enunció su propósito de retirarse. Así lo hizo apenas las sombras cubrieron el río. Garibaldi quedó en la Costa Brava.
Fracasados sus brulotes, en cuya preparación trabajó su tripulación toda la noche, vióse obligado -apenas iniciado el combate- a quemar sus naves y buscar tierra firme. Un dantesco espectáculo, como fue la voladura de la “Constitución”, llevó al almirante Brown a suspender la lucha en tierra y los valientes marineros de Garibaldi con su jefe pudieron lograr la costa de Corrientes.
Poco después, el coronel José Garibaldi, jefe de una escuadrilla oriental mandada al río Paraná para operar en combinación con Rivera, fue batido en Costa Brava, por el almirante Guillermo Brown, al servicio de la dictadura, con pérdida de toda la escuadrilla, incendiada por el mismo Garibaldi.
El coronel Villegas llegó a la capital con su flotilla y Garibaldi con sus soldados -por tierra- hasta las inmediaciones del Campamento de Villanueva, en Mercedes, donde los legionarios levantaron campamento.
El ilustre guerrillero italiano descansó en Santa Lucía, marchó a la capital cuando el gobernador Ferré volvió de las conferencias de Paysandú y luego retornó por tierra a la plaza de Montevideo.
El río Paraná quedó cerrado al tráfico de la riqueza litoral a contar de Costa Brava.