La tormenta se desata
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Por pesimista que se sintiera, Saraiva respondió el despacho de Herrera con una digna Nota acentuando que el Uruguay había reconocido la neutralidad del Brasil en muchas ocasiones. Repitió sus ruegos de que los funcionarios blancos protegieran a los residentes brasileños y no los maltratara.
Concluyó observando cuán desafortunada e inoportuna era la Nota de Herrera, debido a que “el Gobierno uruguayo con ella enterraba las esperanzas de que los amigos de la paz construyeran un compromiso que, salvando las sagradas instituciones de la República, pudiera asegurarle un futuro más feliz que el presente”(1).
(1) Pelham Horton Box. “The Origins of the Paraguayan War” (1930), pp. 130-131, New York. Ed. Russel & Russel. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Hasta allí, Saraiva se había apartado de sus Instrucciones sólo en términos de su presentación, no en términos de su sustancia. Ahora, a fines de Mayo, decidió alterar completamente el alcance de su misión. Escribió a su Gobierno solicitando una extensión de poderes para explorar la posibilidad de una pacificación total del Uruguay.
Ya no consideraba que las reparaciones y las promesas de mutuo respeto fueran suficientes garantías de una paz futura. La guerra, o al menos la amenaza de una guerra por parte de todos los poderes externos, podría ser la única salida. La clave, sabía Saraiva, era la Argentina de Bartolomé Mitre y, en menor grado, el Paraguay de Solano López. Una reaproximación con por lo menos la primera resolvería la cuestión uruguaya.
En Buenos Aires, Mitre y el canciller Elizalde tenían algunos de los mismos pensamientos. Les preocupaba que si no se interponían en ese momento, el Imperio invadiría la Banda Oriental y los dejaría sin influencia alguna en Montevideo.
El 1 de Junio los dos se reunieron con Edward Thornton, quien ya había recomendado a Elizade reabrir negociaciones con el régimen blanco. Mitre ahora sugería que Thornton acompañara a Elizalde a la capital uruguaya a conferenciar con Saraiva sobre una base informal (cualquier contacto oficial estaba descartado debido a las tirantes relaciones existentes entonces entre Brasil y Gran Bretaña por el “Caso Christie”)(2).
(2) Gran Bretaña había sobrellevado relaciones bastante pobres con Brasil desde que Londres presionó a este país para frenar su comercio de esclavos. Cuando el Gobierno brasileño no quiso disculparse por pasadas violaciones (ni devolver las cargas robadas de barcos británicos), el ministro de Su Majestad en Rio de Janeiro, William Dougall Christie, respondió ordenando que un buque de guerra británico confiscara embarcaciones mercantes brasileñas en las proximidades de la capital imperial. El emperador rápidamente rompió relaciones con Gran Bretaña. Ver: Richard Graham. “Causes for the Abolition of Negro Slavery in Brazil: An Interpretative Essay” (1966), en la Hispanic America Historical Review 46:2, pp. 123-137. Ed. Durham. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Mitre sabía lo que estaba haciendo al formular esta propuesta. La inclusión de un funcionario británico agregaba prestigio a cualquier conversación e, independientemente de cualquier contribución de Thornton, las discusiones tendrían la apariencia de tener la venia de Londres.
El presidente requirió que los dos diplomáticos se embarcaran en un buque de guerra británico, ya que un barco argentino no podía entonces arriesgarse a acercarse a las costas uruguayas.
La inclusión de Thornton estaba bien meditada. A pesar del hecho de que su Gobierno no tenía representación formal en Rio en ese tiempo, las clases altas brasileñas respetaban al ministro. Gran Bretaña había garantizado la independencia uruguaya desde fines de los 1820 y en el Plata continuaba siendo la potencia extracontinental más influyente. Los británicos querían que condiciones comerciales estables se restablecieran lo antes posible; por lo tanto, estaban a favor de una solución pacífica de la lucha blanco-colorada sin clara preferencia por unos u otros.
Al mismo tiempo, la presencia del ministro en las negociaciones podría mitigar la impresión de que la Argentina y el Brasil estaban a punto de amenazar la independencia de la Banda Oriental. Thornton tenía considerable experiencia en la región. Hablaba español y portugués con fluidez. Había visitado el Paraguay en 1862 y había ofrecido sus buenos oficios para mediar en el conflicto uruguayo en varias ocasiones durante 1863 y principios de 1864. Ahora gustosamente se mostraba al lado de Elizalde(3).
(3) Bergés a Herrera, Asunción, 6 de Febrero de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 23, 48; Thornton a Lord Russell, Buenos Aires, 25 de Abril de 1864 (despacho n. 35), Public Records Office, London-Foreign Office 6/250. A fines de los 1860, Thornton fue a los Estados Unidos, donde se ganó el respeto de sus contrapartes norteamericanas. Su pericia diplomática ayudó a resolver la disputa en torno a las depredaciones provocadas por la corbeta corsaria de la Confederación Alabama, construida por Gran Bretaña. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Luego de cierta vacilación, en que musitó que ya estaba hasta la coronilla con Saraiva, Herrera decidió recibir la delegación de Buenos Aires. La única condición que puso fue la inclusión de Andrés Lamas en las discusiones. Cuando Thornton, Elizalde y Lamas arribaron el 6 de Junio, inmediatamente se pusieron a trabajar en favor de la conveniencia de hacer las paces con Flores.
Como se esperaba, la presencia del distinguido Thornton calmó la ansiedad que sentía el Gobierno de Montevideo ante el pensamiento de tener que dejar que el destino de Uruguay fuera determinado por sus dos poderosos vecinos. Saraiva estaba especialmente complacido y se apresuró a insistir a Aguirre que aceptara la mediación de los tres diplomáticos.
El 10 de Junio el presidente promulgó un decreto que englobaba su sugerencia de paz. Ello incluía una amnistía para los rebeldes, un desarme general de las fuerzas en armas contra el Gobierno y medidas para elecciones abiertas en las que los colorados pudieran presentar sus candidatos(4).
(4) Decreto de Aguirre, Montevideo, 10 de Junio de 1864, referenciado en Helio Lobo. “Antes da Guerra (a Missão Saraiva ou os Preliminares do Conflicto com o Paraguay)” (1914), pp. 164-165, Rio de Janeiro. Ed. por el Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Bien al Norte, Flores aceptó que una victoria total no era una expectativa realista. Su caballería le era suficientemente adepta como para seguirlo en un ataque a sus oponentes, pero no tenía infantería y ninguna forma de consolidar un triunfo frente a los blancos. Los esfuerzos de mediación de Elizalde, Thornton y Saraiva parecían ofrecerle la mejor chance de éxito futuro. Decidió unirse a los negociadores.
El 18 de Junio se reunieron para firmar un Acuerdo en Puntas del Rosario. No existen registros de lo que se dijo exactamente y ello provocó subsecuentemente muchas especulaciones de conspiración. Treinta años más tarde, Thornton recordaría el encuentro de Punta del Rosario como la inauguración de la Triple Alianza entre Brasil, Argentina y Uruguay contra el Paraguay(5).
(5) Joaquim Nabuco. “La Guerra del Paraguay” (1901), pp. 46-47, París. Ed. Garnier. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Tal vez haya un toque verdadero en este testimonio; surge como lógico suponer que la postura paraguaya recibió atención por parte de los diplomáticos reunidos. Historiadores revisionistas, sin embargo, han utilizado los comentarios de Thornton para tejer toda una hipótesis imperialista que presume la mano invisible de Gran Bretaña en cada aspecto de la política en el Plata(6).
(6) José María Rosa. “La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas” (1974), pp. 147-151, Buenos Aires. Hyspamérica; León Pomer. “La Guerra del Paraguay: ¡Gran Negocio!” (1968), pp. 116-121, Buenos Aires. Ediciones Caldén; Atilio García Mellid. “Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay” (1964), tomo 1, pp. 492-494, Buenos Aires. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Ciertamente, el Acuerdo firmado en Puntas del Rosario debía reflejar el decreto de Aguirre. Al permitir que la Deuda nacional cubriera los costos de la invasión de Flores, los mediadores fueron más allá de los términos originales expresados en el documento del 10 de Junio, un cambio que juzgaron insignificante. Flores firmó incondicionalmente; los negociadores blancos, ad referendum.
En una Nota separada al presidente Aguirre, Flores exigió que el nuevo Acuerdo recibiera total garantía. Para tal fin, sugirió un cambio ministerial para abandonar la práctica de integrar el gabinete sobre una base partidaria y hacerlo sobre una base no partidaria(7).
(7) Helio Lobo. “Antes da Guerra (a Missão Saraiva ou os Preliminares do Conflicto com o Paraguay)” (1914), p. 175, Rio de Janeiro. Ed. por el Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Esto no podía ser incluido en el Acuerdo formal porque implicaba un trato en pie de igualdad entre Flores -un rebelde- y el legítimo Gobierno en Montevideo. Aun así, los negociadores creyeron que Aguirre aceptaría esta condición como un precio necesario por la paz.
Al principio, el presidente uruguayo dio señales de hacer exactamente eso. Emitió una Proclamación a sus soldados que anunciaba el inminente cese de hostilidades. Llamó personalmente a los tres mediadores para manifestarles su agradecimiento por su muy buen trabajo pero luego, cuando envió oficiales a organizar el desarme de las fuerzas coloradas, Flores les dijo que no habría arreglo sin la correspondiente aceptación del punto señalado en su carta.
El 1 de Julio los mediadores regresaron a Montevideo para urgir a Aguirre que cambiara el gabinete como se requería. Expresaron su consternación por la posibilidad de que se dejara pasar la oportunidad de paz por una cuestión trivial.
Pero Aguirre no lo consideraba un punto menor. Temía que los “amapolas” dentro del Gobierno harían todo lo posible por frustrar el Acuerdo si eran desplazados. Luego de varias reuniones sin resultados con el presidente, Elizalde, Saraiva y Thornton se retiraron y el plan colapsó.
El siguiente paso de Saraiva fue viajar a Buenos Aires a conferenciar con Mitre. Habiéndose dado por vencido con los blancos, el diplomático brasileño esperaba obtener el respaldo argentino para una intervención conjunta. Su trabajo con Elizalde el último mes había sido tan llevadero que se sintió seguro de que podía contar con su colega. Después de todo, una intervención no amenazaría los intereses argentinos porque inmediatamente seguirían elecciones libres y el retiro de las fuerzas extranjeras.
Mitre, sin embargo, se mantuvo al margen, todavía temiendo una ola de revueltas en el Oeste del país. También le preocupaba que Urquiza se opusiera a la intervención y ubicara al Gobierno Nacional en la embarazosa posición de apoyar una aventura militar extranjera contra tropas de argentinos. No obstante, aceptó las intenciones amistosas de Saravia, lo cual se constituyó en el único punto destacado de la misión del diplomático brasileño.
A fines de Julio, el ministro italiano en Montevideo llegó a la capital argentina con una petición final de renovada mediación. Saraiva, quien había recibido noticias de una fiebre bélica en el Parlamento brasileño, replicó que ya era muy tarde. El italiano se marchó y Saraiva se embarcó a Montevideo para reunirse una vez más con los blancos.
El 4 de Agosto le presentó a Herrera un ultimátum. Exigió que los blancos aceptaran en un plazo de seis días los términos indicados en la Nota del 18 de Mayo. Si ello no ocurría:
“Las fuerzas del Ejército brasileño estacionadas en la frontera, recibirán órdenes de proceder a responder en la eventualidad de que súbditos brasileños sean objeto de violencia o se vea amenazada su vida o seguridad.
“Será de incumbencia de los respectivos comandantes proporcionar la forma más conveniente de protección que se necesite. El almirante barón de Tamandaré recibirá igualmente instrucciones de proteger de la misma manera con las fuerzas del escuadrón bajo su comando a los agentes consulares del Brasil y a los ciudadanos heridos por cualquier autoridad (...).
“Las represalias y las medidas para garantizar a mis conciudadanos arriba indicados no son, como Vuestra Excelencia lo sabe, actos de guerra; y espero que el Gobierno de esta República evitará aumentar la gravedad de estas medidas precipitando eventos lamentables, la responsabilidad de los cuales descansará exclusivamente en tal Gobierno”(8).
(8) “Jornal do Commercio”, Rio de Janeiro, 20 de Agosto de 1864. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Mientras Saraiva entregaba su Nota, destacamentos del Ejército imperial se reunían a lo largo de la frontera y los buques de guerra de Tamandaré se enfilaban hacia Montevideo. Herrera esperó hasta justo antes de la expiración del plazo para enviar su respuesta, la cual era larga, polémica y evasiva. Pidió que los Cuerpos diplomáticos en Montevideo arbitraran en las cuestiones más importantes.
El 10 de Agosto, Saraiva anunció que su misión ante el Gobierno uruguayo había llegado a su fin; el general Netto y el almirante Tamandaré tenían órdenes de proceder. El diplomático brasileño partió inmediatamente para Buenos Aires para formalizar la entente que ya existía de facto. Doce días después, él y Elizalde emitieron un Protocolo en el que la Argentina y el Brasil se prometían mutua ayuda en sus esfuerzos por encontrar una solución en la Banda Oriental.
Esto le daba al Imperio vía libre para eliminar al Gobierno de Aguirre. La única esperanza que le quedaba al régimen blanco era la conexión paraguaya, y esto difícilmente podía considerarse una garantía de hierro.
Las relaciones entre Paraguay y el Gobierno en Montevideo habían sido cualquier cosa menos perfectas durante 1864; un incidente en Febrero en el cual autoridades portuarias uruguayas habían tratado de inspeccionar por la fuerza el buque paraguayo “Paraguarí” sólo fue dado por cerrado meses después, cuando Vázquez Sagastume presentó las disculpas de su Gobierno a Solano López(9).
(9) Bergés a Juan José Brizuela, Asunción, 21 de Abril de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-22, 12, 1, n. 86. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Asimismo, el rechazo de Brasil y Argentina de la mediación del Paraguay en Uruguay había ofendido al líder paraguayo y enfriado su entusiasmo por ejercer ese rol. Los uruguayos siguieron tratando de alistar la ayuda paraguaya y Bergés continuó respondiendo afirmativamente, pero no mucho más había pasado.
A fines de Julio, el Gobierno de Montevideo envió a uno de sus más altos funcionarios, Antonio de las Carreras, en una misión secreta a Asunción para obtener el compromiso definitivo de apoyo. Pero Carreras no tenía autoridad para hacer promesas y esto dejó a Bergés y a Solano López en la incertidumbre en cuanto a cuáles deberían ser sus próximos pasos(10).
(10) La misión de Carreras a Asunción está descripta en un comentario no publicado, escrito veinticinco años después, por Joaquín Requena, un ex agente confidencial del presidente Aguirre. Comentario de Requena (Montevideo, Abril de 1889), en el Museo Histórico Militar de Asunción-Colección Zeballos, carpeta 141, n. 16. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Agentes del Gobierno paraguayo diseminados por Corrientes, Paraná, Buenos Aires y Montevideo enviaban informes regulares a Solano López, debido a lo cual él sabía más acerca de las condiciones en la Banda Oriental que el propio Vázquez Sagastume. Las noticias del rechazo del ultimátum de Saraiva, sin embargo, no llegaron al presidente paraguayo sino hasta el 24 de Agosto, cuando el “Paraguarí” atracó en Asunción.
A bordo del barco venían el nuevo ministro-residente brasileño, Cesar Vianna de Lima, y Edward Thornton, el ministro británico en Buenos Aires. Este último se dirigió a Solano López para rogarle serena consideración sobre lo que había ocurrido. Trató con “admirable destreza”, pero sin éxito, de disipar la sospecha de que se habían iniciado acciones brasileñas en la capital paraguaya.
Respondiendo los pedidos de Vázquez Sagastume (y las solicitudes confidenciales de Carreras), Solano López ordenó a Bergés redactar una Proclama política, una protesta que el Imperio no pudiera ignorar.
Como parte de esta Nota, que Bergés presentó a Vianna de Lima el 30 de Agosto, los paraguayos lanzaban una inequívoca advertencia de lo que podía ocurrir si Brasil continuaba su agresivo curso en la Banda Oriental:
“El Gobierno de la República del Paraguay considerará cualquiera ocupación del territorio Oriental por fuerzas imperiales (...) como atentatorio al equilibrio de los Estados del Plata que interesa á la República del Paraguay, como garantía de su seguridad, paz y prosperidad, y que protesta de la manera más solemne contra tal acto, descargándose, desde luego, de toda responsabilidad de las ulterioridades de la presente declaración”(11).
(11) Bergés a Vianna de Lima, Asunción, 30 de Agosto de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 24, 26. Ver también Gregorio Benites. “Anales diplomático y militar de la Guerra del Paraguay” (1906), tomo 1, pp 94-96, Asunción (dos volúmenes). Ed. Muñoz Hermanos. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los días siguientes, Vianna de Lima y Bergés intercambiaron una serie de Notas, todas muy inflamadas. Ningún progreso podía resultar de esta correspondencia porque el ministro brasileño carecía de autoridad para hacer concesiones de cualquier clase. Solano López, además, ya estaba determinado a incrementar la presión sobre el Imperio. Sus esfuerzos conciliadores habían fracasado.
Si los brasileños hubieran lidiado más gentilmente con el amor propio de López en este asunto, tal vez mucho de la tragedia que siguió podría haberse evitado. La opinión pública en Asunción, hasta entonces indiferente sobre el conflicto río abajo, comenzó a enfurecerse. La expresión de sentimientos políticos nunca había sido bienvenida bajo el poder de la familia López.
En una sociedad como la del Paraguay, sin embargo, las órdenes estatales podían generar y dirigir el fervor popular con la misma facilidad que organizar fiestas de trabajo. En esta ocasión, como notó un observador británico:
“Una comisión de los principales hombres de Asunción fue al Palacio a declarar su adhesión. Luego marcharon en procesión desde el Palacio hasta la plaza principal, acompañados por una compañía de soldados. Allí izaron la bandera nacional, que fue saludada con 21 cañonazos; posteriormente todo el pueblo se puso a bailar, beber y dar serenatas -por orden superior, por supuesto-.
“Todos, sin excepción, estaban obligados a tomar parte en estas juergas, bajo pena de ser reportados por la Policía como apátridas, lo que era equivalente, para las señoras, a ser deportadas a las selvas y, para los hombres, a ser encarcelados (...).
“Ni aun los grandes pesares de familia eran suficiente causa para faltar a estas manifestaciones (...). Se redactaron manifiestos, que fueron firmados por todos, ofreciendo sus vidas y sus bienes para defender la causa. Hasta las señoras y los niños fueron obligados a firmar estos documentos; igual cosa sucedió en todos los pueblos y aldeas del Paraguay, de manera que no quedara nadie en el país que no hubiera puesto en manos del Gobierno su vida y su propiedad, sin saber por qué”(12).
(12) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), pp. 20-21, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Vianna de Lima y los residentes brasileños en Asunción sabían de estas demostraciones, pero sus compatriotas en Rio dudaban de que la protesta paraguaya fuera más que mera rimbombancia.
De hecho, según un observador, los cariocas recibieron la protesta “con carcajadas, mientras los colorados (uruguayos) le recomendaban a su autor (por López) que se ocupara del estado de sus propias tolderías y que se fuera a mediar en las peleas de sus indias semidesnudas”(13).
(13) George Frederick Masterman. “Seven Eventful Years in Paraguay” (1869), pp. 89-90, Londres. Ed. S. Low, son and Marston. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Estas burlas posiblemente despertaban sonrisas en los rostros de los funcionarios de los Gobiernos de Brasil y Argentina, pero seis meses más tarde ya no parecerían tan divertidos. Bergés dirigió una Protesta final a Vianna de Lima el 9 de Septiembre.
Los paraguayos habían recibido noticias de que una corbeta -al mando de Tamandaré- había perseguido al “Villa del Salto”, un buque blanco que llevaba refuerzos a Mercedes (un puerto sobre el río Uruguay que era amenazado por la caballería de Flores) y lo había forzado a tomar refugio en Paysandú, bien río arriba.
Bergés señaló que tales acciones “profundamente impactaron al Gobierno que suscribe, que no puede más que confirmar por medio de esta comunicación sus declaraciones del 30 de Agosto”. Los paraguayos ya no enviaron más comunicaciones, sino que incrementaron las preparaciones militares a una enorme escala.
Dada la Alianza de hecho que existía entre Paraguay y los blancos uruguayos, uno pensaría que ambos se habrían apurado por formalizar su relación. Algo muy diferente pasó. El 30 de Agosto, el mismo día que se emitió la Protesta del Gobierno paraguayo, Bergés respondió a Vázquez Sagastume con una larga Nota. Luego de catalogar y describir en detalle toda la correspondencia que había pasado entre su oficina y la del canciller uruguayo, Bergés severamente condenó la posición en la cual su país había sido colocado.
Paraguay, insistió, había sido ignorado en todos los casos, engañado en varias ocasiones y, en general, tratado con menosprecio por los mismos países que habría esperado ayudar.
Debido a estos antecedentes, su Gobierno no tenía otra opción que guiarse exclusivamente por sus propios consejos; aunque los líderes paraguayos consideraban la integridad e independencia del Uruguay necesarias para su propia seguridad, no podían aliarse pese a ello con su Gobierno(14).
(14) Bergés a Vázquez Sagastume, Asunción, 30 de Agosto de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-22, 11, 1, n. 410. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Solano López se aseguró de que la Gaceta oficial publicara esta carta con las comunicaciones confidenciales que contenía. Este paso sin precedentes indignó a muchos en el Cuerpo diplomático local(15).
(15) El ministro de Estados Unidos sugirió a sus colegas que redactaran una Protesta conjunta. Washburn a Seward, Asunción, Septiembre de 1864, National Archives and Records Administration, Washington, D.C., M128, n. 1. Antonio de las Carreras se sintió incluso más escandalizado. Carreras. “Notas sobre la situación de la República Oriental de Agosto de 1864 a Febrero de 1865”, Washburn-Norlands Library, Livermore Falls, Maine. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Es difícil de entender qué pretendía ganar Solano López con esta publicación. Hay que admitir que nunca había tenido mucho apego a la discreción, pero se tomaba el trabajo de hacer aparecer sus juicios como calculados y sagaces. Cualquiera haya sido su intención en esa ocasión, lo que consiguió fue sólo avergonzar a los blancos.
La única voz que todavía se levantaba en favor de la paz era la de Andrés Lamas en Buenos Aires. Desafortunadamente, la opinión pública en la capital argentina se había inclinado en la misma dirección que la de Montevideo, Asunción y Rio de Janeiro. En todos lados la gente hablaba de guerra. Ninguna figura política se sentía capaz de denunciar esta escalada de violencia.
El régimen de Mitre, por más que respetara los esfuerzos de Lamas, no tenía intenciones de cambiar su política sobre la Banda Oriental. Elizalde declaró la neutralidad argentina en la eventualidad de cualquier conflicto entre Uruguay y Brasil pero, al mismo tiempo, armas y municiones seguían fluyendo desde Buenos Aires hacia Flores. En cuanto a la actitud del Paraguay, el Gobierno argentino se contentaba con el hecho de que Solano López concentrara su resentimiento en Brasil y dejara a la Argentina tranquila.
El presidente paraguayo no se había olvidado ni de las pretensiones de su vecino del sur ni de las disputas de límites en las misiones. Tenía en mente a Justo José de Urquiza, cuyos incondicionales entrerrianos todavía profesaban un sesgo problanco y con quienes se podía contar en caso de que estallara una guerra más amplia en el Plata(16).
(16) Los seguidores de Urquiza -entre ellos el periodista Evaristo Carriego, el clérigo español Domingo Ereño, el estanciero Ricardo López Jordán y el escritor José Hernández (autor de la gran obra épica argentina “Martín Fierro”)- eran más apegados a los blancos que el propio Urquiza. El caudillo entrerriano acababa de aceptar un préstamo del barón de Mauá que le proporcionó fondos para sus emprendimientos privados de negocios. El barón, que tenía excelentes relaciones con Mitre y especialmente con Lamas, estaba interesado en la paz y dispuesto a suministrar dinero a cualquiera de las partes, incluyendo a Urquiza, quien podía ser persuadido de adoptar una postura similar. “La Nación Argentina” (Buenos Aires) 27 de Octubre de 1863. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los hechos luego demostrarían que este cálculo no era más que una expresión de deseos. Tropas brasileñas cruzaron la frontera uruguaya el 16 de Octubre de 1864 y poco después ocuparon Villa de Melo, capital del Departamento de Cerro Largo.
Si Aguirre y sus asociados en Montevideo pensaban que esta acción dispararía una inmediata respuesta paraguaya, se habrán desilusionado. Las fuerzas de tierra de López estaban listas, reportaban sus comandantes de campo(17). Su flota fluvial, sin embargo, no estaba preparada para operaciones de ofensiva. Y bajar por el Paraná para ayudar a Montevideo habría con seguridad generado acciones militares en el camino.
(17) Wenceslao Robles a Solano López, Campamento Cerro León, 19 de Octubre de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación 748. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La vacilación de Solano López podría haber sido comprensible, pero Vázquez Sagastume no paraba de instigarlo a atacar. Le recordó que un vapor brasileño, el “Marqués de Olinda”, tenía previsto entrar al Paraguay durante las primeras semanas de Noviembre. El buque, que realizaba la ruta entre Montevideo y Corumbá mensualmente, formaba parte del plan del Imperio de desarrollar el Mato Grosso(18).
(18) Un cronograma de 1860 con las paradas del “Marqués de Olinda” puede ser hallado en el periódico “La Unión Argentina” (Corrientes), 5 de Enero de 1860. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Ahora sería el gatillo de la guerra más sangrienta jamás peleada en Sudamérica. El “Marqués de Olinda” pasó frente a la fortaleza de Humaitá, intercambió los acostumbrados saludos y continuó al Norte hasta atracar en Asunción sin incidentes el 11 de Noviembre. Era un buque importante, de 198 toneladas, con un teniente naval como comandante y una tripulación de cuarenta y tres.
Sus pasajeros incluían al coronel Federico Carneiro de Campos, el recientemente nombrado gobernador de Mato Grosso, diez otros soldados brasileños, el nuevo cónsul argentino Adolfo Soler y dos colonos italianos. Luego de desembarcar Soler, el barco se aprovisionó de carbón mientras su comandante intercambiaba noticias con Vianna de Lima.
A las dos de la tarde zarpó a Corumbá y se abrió apaciblemente rumbo por el río con su usual estela de vapor gris elevándose desde su chimenea. A su llegada, sin embargo, un mensajero especial había partido en locomotora a Cerro León, donde Solano López pasaba revista a sus tropas.
El general esperó todo el día, todavía dudando acerca de su próximo movimiento. De acuerdo con un relato, López finalmente subrayó: “Si no tenemos una guerra con el Brasil ahora, la tendremos después, cuando sea el momento menos conveniente para nosotros”(19).
(19) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 25, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Despachó entonces a su ayudante de campo en un tren expreso con un mensaje para Remigio Cabral, comandante del vapor de guerra “Tacuarí”: alcanzar al barco brasileño y obligarlo a retornar a Asunción.
El vapor paraguayo partió sin demoras y al día siguiente divisó al otro buque más lento en las cercanías de Concepción. Cabral ordenó a sus cañoneros abrir fuego por sobre la proa. Los brasileños inmediatamente obedecieron ante los gritos del comandante y revirtieron su curso. El “Marqués de Olinda” llegó a Asunción la tardecita del 13 de Noviembre. Aun antes de soltar el ancla, Vianna de Lima recibió una Nota donde se le informaba que el Paraguay había cortado relaciones con el Imperio(20).
(20) Bergés a Vianna de Lima, Asunción, 12 de Noviembre de 1864, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-22, 11, 1. n. 452. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
A primera luz de la mañana siguiente, oficiales paraguayos abordaron el barco y arrestaron a todos. Confiscaron la carga -incluyendo dos mil mosquetes- y revisaron los paquetes de correo más dos cajas que contenían doscientos mil milreis en papel moneda.
Poco después, otra patrulla liderada por el coronel Vicente Barrios regresó al barco a confiscar su pabellón imperial. La bandera fue convertida en una alfombra y entregada a López para cubrir el piso de su oficina en el Palacio presidencial(21).
(21) Gustavo Barroso. “A Guerra de Lópes” (1929), pp. 39-47, São Paulo. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Este no iba a ser el último símbolo de la autoridad imperial que Solano López insultaría en los cinco años siguientes.