Profundización de la crisis política
- Details
- Category: Profundización de la crisis política
- Se ahonda la grieta entre oficialistas y oposición
Los puntos de vista que el brigadier Pedro Juan Ferré hizo valer al referirse a la cuestión de la presencia paraguaya en el Nordeste provincial, o respecto a la comisión que se le encargaba ante los Gobiernos litorales, a lo que se sumó la decisión del H. Congreso de la provincia al aceptarle la renuncia, dan la impresión que el ex gobernador se apartaba del grupo de hombres que lo sustituía en el Gobierno, cuya figura central era el titular, Rafael de Atienza.
Y es tanto más exacta esa circunstancia cuando se observa que el Congreso General restaura la vigencia de las libertades públicas y despoja al P. E. de las facultades extraordinarias que asistían a Ferré desde el Gobierno.
- Contra Atienza
En Diciembre de 1833 Ferré es reelegido por cuarta vez con facultades omnímodas (que ya las tuvo en su anterior Gobierno), pero se niega a aceptar. Tampoco acepta un premio de 1.500 pesos anuales que le vota el Congreso local y, solamente admite el grado de Brigadier de los Ejércitos de la patria
Reiteradas varias veces su renuncia, el Congreso Provincial acaba por designar a Rafael Atienza con el cual no tarda en rozarse Ferré. Es diputado y hostiliza al gobernador. En 1836, cuando el Congreso reelija a Atienza, será con disgusto de Ferré:
“Yo me opuse -dirá éste- porque era anticonstitucional ...; pero confieso que mi opinión no hubiera sido tan sostenida si sólo me hubiera fijado en el motivo indicado, porque aunque hubiera sufrido de Atienza algunas ingratitudes, siempre en mi corazón lo estimaba.
“Mi interés solamente se reducía a sacar el poder de sus manos y colocarlo aunque fuera en las de un enemigo mío”(1).
(1) Habíase olvidado de su reelección en 1827. Pedro Ferré. “Memoria del Brigadier General Pedro Ferré” (1921), p. 88, (dos volúmenes). Ed. Coni Hnos., Buenos Aires. // Citado por José María Rosa. “Nos los Representantes del Pueblo” (1963), segunda edición. Ed. Huemul, Buenos Aires.
En 1837 muere Atienza y su partido lleva al Gobierno al joven Berón de Astrada; "una nulidad, un botarate", le parece el gobernador a Ferré; tampoco congenia con su ministro Pedro Díaz Colodrero(2).
(2) Pedro Ferré. “Memorias del Brigadier General Pedro Ferré” (1921), p. 100, (dos volúmenes). Ed. Coni Hnos., Buenos Aires. // Citado por José María Rosa. “Nos los Representantes del Pueblo” (1963), segunda edición. Ed. Huemul, Buenos Aires.
- Para Ferré, los diputados de las provincias reunidos debía resolver disputa con el Paraguay
Ferré, en sus “Memorias”, abunda en esta impresión. Dícenos que no se trataba de conminar a los Gobiernos litorales al cumplimiento de los Pactos de Alianza, sino de plantear como cuestión previa la reunión de los diputados de las provincias que suscribieron la Liga de 1831 para que esa Corporación de diputados resolviese el asunto con el Paraguay, disponiendo la guerra y la prestación de los recursos necesarios por las provincias signatarias.
“Reunida la Comisión de Diputados -agrega- no sería difícil mantenerla y con ello se habría dado el primer paso para la organización del país”.
Como plan político, el pensamiento de Ferré resulta discreto, moderado. Pero, ¿era lógico subrogar los peligros y perjuicios que la invasión paraguaya producía a Corrientes, a la ejecución de un plan político que no implicaba gestión urgentísima para la provincia?
Su Gobierno no podía subrogar el interés inmediato de Corrientes al interés -más lejano- de organizar el país o, mejor dicho, de tentar la organización de una Junta Representativa de un Gobierno Nacional.
Por otra parte, la resistencia de los hombres de Buenos Aires a organizar el país era conocida y estaba fundada en los sucesos ocurridos desde 1810, como una consecuencia de su situación privilegiada, oposición que continúa en los hechos hasta la capitalización de la República, cuando se la consolida en su funcionamiento, aunque sin perder su carácter centralista.
- El Congreso General busca contemporizar con Paraguay
Atienza, más militar que político, sin la visión final de los sucesos, vio la verdad en los problemas inmediatos de la provincia y, al darles preferencia, al disciplinar el Ejército, al crear la fuerza veterana y respetabilizar a Corrientes, creyó estar en lo cierto desde que todo ello aseguraba la paz y el progreso local.
Para afirmar esos saldos, se vinculó a los hombres que tenían la preeminencia política en las provincias litorales, y fue amigo de Juan Manuel de Rosas, cuya personalidad se hacía en el horizonte de Buenos Aires.
La filosofía histórica no puede censurar a Atienza en este su primer período de Gobierno. Después de Caseros, fue el Acuerdo de los Gobernadores -la coincidencia de hombres y no la de Instituciones- el que hizo el país.
No fueron diputados de las provincias, conforme a la Liga del Litoral, los que realizaron la obra constructiva delegada en Justo José de Urquiza. Fueron los gobernantes -caudillos o no- pero hombres que accionan intereses creados que se equilibran y armonizan.
Esta actitud de Atienza no importaba la renuncia absoluta de un principismo levantado. El Congreso de la provincia, por ejemplo, consultado por el Gobierno de Santa Fe sobre el destino que debía darse al general José María Paz -hecho prisionero estando al frente de la reacción unitaria en Córdoba- contestó que debiendo ese general ser juzgado por Tribunales nacionales y no existiendo éstos, bastaba que se lo hiciera salir del territorio bajo palabra de honor de concurrir al llamamiento nacional cuando se lo fuera a juzgar. Valga esto como ponencia del pensamiento provincial.
Interpretando con justeza los acontecimientos, se puede establecer que mientras el gobernador Atienza buscaba el relieve de la provincia dentro de las valías de la hora histórica, el grupo de hombres que formaban el Congreso Permanente procuraba darle una base de arraigo en el régimen de las Instituciones.
- El Congreso Permanente de Corrientes de 1834 y sus graves declaraciones
Las pasiones se exaltaron; convocado, el Congreso General de Corrientes deliberó con la presencia de dos tercios de sus miembros en dos largas Sesiones, resolviendo, en vista de las Notas de las provincias aliadas -especialmente de la de Buenos Aires- que el P. E. hiciera evacuar el territorio de las antiguas misiones si después de negociaciones que se debían abrir veía no poder llegar a nada concreto(3).
(3) Sesión del 15 de Marzo de 1834. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde la Revolución de Mayo hasta el Tratado del Cuadrilátero)” (1929), Capítulo XVII. Edición del Estado.
Agregaba se situase en la banda occidental de la Tranquera de Loreto la fuerza veterana, a distancia conveniente, así como piquetes a retaguardia en los Pasos más peligrosos y que después de observar si el Paraguay pensaba sólo recuperar lo que tuvo antes o invadir la provincia, licenciase en el primer caso a las milicias hasta el número que podían soportar los recursos normales del país.
Se dieron estas Instrucciones al P. E. -según consigna el Acta- por ser inútil continuar el negociado abierto con las provincias de la Liga:
“Santa Fe y Entre Ríos -detallaba- ofrecen recursos insuficientes en absoluto, que no guardan la menor proporción con la importancia de la empresa a que deben ser destinados”, mientras Buenos Aires indica más que suficientemente que no se reconoce ligada al Tratado del 4 de Enero y al cumplimiento del artículo reservado".
Agregaba que la Escuadra ofrecida por Buenos Aires no serviría para nada en una guerra continental, cuyos extremos fatales debían ser conservar perfectamente las Misiones Orientales, o invadir el Paraguay con un ejército poderoso.
En cualquiera de estos casos, continuaba, “Corrientes atraería sobre sí nuevos y mayores peligros, porque no siendo posible lisonjearse con los acontecimientos prósperos de la guerra, Corrientes será, en los reveses, el punto de las reacciones con que es posible obren unas fuerzas distantes del centro de sus recursos”.
Y terminaba:
“Por estas razones, la Sala arregla su resolución a la certidumbre moral que presenta el enemigo, guardando con fuerzas considerables el territorio que antes ocupó y por ello se ordena, también, el retiro inmediato del diputado que negociaba el cumplimiento del Pacto del 4 de Enero y el artículo reservado”.
- Atienza rechaza postura del Congreso controlado por la oposición
El 3 de Febrero de 1834, con aprobación del Congreso General, Atienza delegó el P. E. en Manuel Antonio Ferré, para salir a campaña(4).
(4) Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde la Revolución de Mayo hasta el Tratado del Cuadrilátero)” (1929), Capítulo XVIII. Edición del Estado.
El gobernador Atienza, que se encontraba en campaña cuando el pronunciamiento del Congreso, retornó de inmediato a la capital solicitando, en Mensaje del 9 de Abril de 1834, la reconsideración del asunto y acatando exclusivamente el retiro de las fuerzas a retaguardia de Santa María, por la calidad inferior de los pastos y el aniquilamiento de las caballadas.
El P. E. abundaba en la probabilidad de que el enemigo invadiese la provincia saliendo de los límites de su vieja posesión y en el deber constitucional que le asistía de defender en toda forma el territorio que se había individualizado por la ley del 1 de Septiembre de 1832.
Los argumentos no convencieron al Congreso, que volvió a deliberar extensamente, con especialidad sobre el pedido del P. E. de que se lo eximiera de responsabilidad.
Declaró que la ley del 1 de Septiembre de 1832 sobre límites y los artículos 4 y 8 de la Sección Sexta de la Constitución (deber de defender el territorio), en nada influían en la resolución tomada el 15 de Marzo de 1834, puesto que ninguno de los puntos de ésta derogaban tales preceptos, y agregaba:
“La evacuación de las antiguas misiones no compromete el derecho que la provincia de Corrientes hará valer cuando la Nación organizada se halle en estado de pronunciarse al respecto”.
Al comunicar al P. E. estos puntos de vista, decía en el oficio del mismo día, 14 de Abril de 1834, que “todo acomodamiento cediendo temporalmente a accidentes imprevistos es propio de la prudencia y debido al amor mismo de los pueblos”.
A la convicción de que toda otra actitud importaría un sacrificio estéril, los diputados sumaban preocupaciones que enunciaron francamente:
Insistimos -decían- en declarar cesantes los negocios con Buenos Aires, tanto porque esa provincia no se reconoce ligada al Pacto público y solemne del 4 de Enero de 1831, cuanto porque “el triste auxilio de la escuadrilla es debido a otros principios que tratan de encubrirse bajo el honroso título de fraternidad y filantropía”, y agregaba que la conducta de la Legislatura estaba regulada “por el presentimiento de un instinto que hace recelar nuevos y mayores peligros, que no es lícito presentar en todos sus detalles”.
En cuanto a las sospechas expuestas por el gobernador Atienza, de que los invasores podían internarse más en el territorio, la Legislatura enunciaba la convicción lógica de que el hecho de no haber el Paraguay pasado una línea del territorio que creía suyo en Misiones, que en más de veinte años estuviera sujeto a una alternativa ocupación, no implicaba -pese a las diversas crisis e insurrecciones- sino “una política, aunque mezquina, profundamente calculada”.
Y a continuación, como para afirmar el pronunciamiento, el Congreso General se disolvía, quedando sólo la Comisión de diputados que integraba la Sala Permanente(5).