La batalla en la Isla de Redención
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Todo revivió en Corrientes las semanas posteriores al encuentro de Tamandaré con Mitre, Osório y Flores. El Ejército brasileño había operado dos factorías en el pueblo desde principios de año: una para la producción de municiones y otra para la reparación de armas. Estos establecimientos eran ahora capaces de sumarse a los de la principal fábrica de armas en Campinho, Rio de Janeiro.
Distribuían cartuchos a cada uno de los soldados, que se mostraban ansiosos por entrar en acción. Lo mismo ocurría con los argentinos, quienes finalmente recibieron tanto amplias raciones como refuerzos(1).
(1) Marcos Paz a Mitre, Buenos Aires, 21 de Marzo de 1866, en “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo VI, pp. 58-59, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. En esta carta, Paz se refirió extensivamente al transporte de provisiones, incluyendo sombreros, zapatos, túnicas, pantalones y alimentos. Y la compañía de Anacarsis Lanús -de Buenos Aires- prometía mucho más (una ración diaria de harina y arroz y una libra y media de charque o dos y media de carne fresca, más tabaco, yerba, jabón y sal). Ver el contrato celebrado con Lanús and Brothers, Buenos Aires, 28 de Febrero de 1866, en Juan Beverina. “La Guerra del Paraguay” (1921), tomo 3, pp. 667-669 (Anexo 54), (cuatro volúmenes). Ed. Establecimiento Gráfico Ferrari, Buenos Aires. En relación con los suministros de municiones y armamentos brasileños, ver: José Carlos de Carvalho. “Noçoes de Artilharia para Instruçao dos Oficiais Inferiores da Arma no Exército fora do Império pelo Dr. (...) Chefe da Comissão de Engenheiros do Primero Corpo do Mesmo Exército” (1866), p. 59 y passim. Montevideo. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Incluso los uruguayos de Flores ahora se sentían listos para pelear, habiendo recibido garantías de su General de que la victoria era suya y que sólo debían ir por ella. Cada unidad en el Ejército Aliado recibió órdenes de levantar campamento y marchar hacia el río para embarcarse a la costa paraguaya. Nadie, sin embargo, había todavía dado la fecha y el lugar para el comienzo de la invasión.
La mayoría de los buques de guerra brasileños estaban ahora totalmente desplegados en el Alto Paraná y, cuando no ocupados con las chatas o el “Gualeguay”, estaban constantemente hostigando a Itapirú. Habían acertado varias veces en la estructura principal, hecho volar sus ladrillos y, en ocasiones, echado su bandera, que era inmediatamente reemplazada(2).
(2) Periódico “The Standard”, (Buenos Aires), 25 de Abril de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
El bombardeo llenó el campo de balas de cañón a más de un kilómetro a la redonda. Hablando estrictamente, sin embargo, hicieron poco daño, ya que el Mariscal había hecho retroceder a sus hombres más allá del alcance de los cañones enemigos. De noche, pequeñas patrullas de paraguayos volvían a Itapirú a recoger municiones reutilizables, que esperaban devolver a los brasileños a la primera oportunidad.
Tamandaré también intentó bombardear el principal campamento paraguayo en Paso de la Patria, pero aquí tuvo menos éxito. Los hombres del Mariscal habían hundido dos canoas cargadas con piedras en el poco profundo canal del norte, arriba de la Isla Carayá. Esto limitó efectivamente el paso de la flota, que debía conformarse con navegar por el más amplio canal sur, que quedaba muy distante para poder lanzar un fuego certero sobre las posiciones paraguayas(3).
(3) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), pp. 122-125. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Además, aunque los paraguayos no habían logrado afianzar Itapirú, en Paso de la Patria las obras continuaron progresando bajo la dirección del entonces teniente coronel George Thompson, ingeniero británico contratado por el Gobierno de López. Thompson preparó una trinchera de más de tres metros de ancho y dos metros de profundidad que seguía la cresta de un campo alto desde el que se divisaba el campamento, con la que rodeó los Cuarteles Centrales del mariscal.
Esta trinchera tenía varios pequeños reductos para flanquear el fuego y para disparar a través del frente. Miles de hombres podían entrar confortablemente en sus refugios y treinta cañones de campo proporcionaban una buena dosis de seguridad. Los Aliados no iban a poder avasallar esta posición tan fácilmente como lo hicieron con Itapirú.
Frente al Fuerte, dentro de rango de rifle, estaba la pequeña y arenosa Isla de Redención, a veces llamada Banco de Purutué, de aproximadamente un kilómetro de extensión y cubierta con altas pasturas(4).
(4) El coronel George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 125. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres, señaló que la isla se había formado recientemente como uno de tantos pequeños islotes que periódicamente surgían con las aguas bajas del Paraná. Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), p. 46, (cuarto volúmenes). Ed. El Lector, Asunción, negó que ese fuera el caso, argumentando que una isla de media legua de longitud había existido siempre en el sitio. El general Dionísio Cerqueira puso finalmente punto final a esta cuestión menor en 1903 cuando -como miembro de una Comisión Demarcatoria de Límites- pasó con un vapor por encima del lugar donde alguna vez estuvo Redención. Cuando preguntó qué había sido de la isla, le dijeron que el Paraná hacía mucho tiempo se la había tragado. De esa forma, el río hizo lo de las arenas con Ozymandias y redujo a su propia perspectiva los restos de la vanidad humana. Ver: Evangelista de Castro Dionísio Cerqueira. “Reminiscências da Campanha do Paraguai. 1864-70” (1948), pp. 137-139. Gráfica Laemmert, Río de Janeiro. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Los cañoneros de Bruguez, que defendieron este banco de arena tan asiduamente en el tiempo de Corrales, se habían ahora reposicionado en la parte continental, cerca de Paso. Los Aliados se enteraron de su ausencia y decidieron hacer algo al respecto.
Entrada la noche del 5 de Abril, tropas brasileñas -bajo las órdenes del teniente coronel João Carlos de Vilagran Cabrita- desembarcaron y convirtieron el islote en la primera porción de territorio paraguayo en caer en manos enemigas. Cabrita se puso inmediatamente a trabajar.
A pesar de una sofocante humedad que no se aplacaba con la caída del sol, sus hombres trabajaron duro cavando trincheras y fosas para instalar baterías. Los brasileños pronto tuvieron 2.000 hombres desplegados en Redención, guarecidos por cuatro Lahitte de 12 libras y cuatro morteros pesados.
Durante el día, los hombres permanecían abajo en sus trincheras, cavándolas aún más profundo, aunque al mismo tiempo disparando regularmente a los paraguayos. Cuando la azul neblina de la noche reemplazaba la tenue luz diurna, salían de sus guaridas y hacían llover fuego de cañón y rifle sobre Itapirú, apenas descansando para tomar agua(5).
(5) André Rebouças. “Diario: a Guerra do Paraguai. 1866” (1973), pp. 65-79, passim. Universidad de São Paulo, São Paulo. Aunque el calibre del Lahitte era el mismo que el viejo de 12 libras francés, técnicamente debería haber sido considerado cañón de 12 kilogramos, ya que ése era el peso del proyectil (a menudo un poco más). De hecho, la documentación no describe estos cañones en términos del peso de las bombas, sino siempre como cañones Lahitte de 4, 6 ó 12 (comunicación personal con Adler Homero Fonseca de Castro, Río de Janeiro, 28 de Junio de 2009). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Sus oponentes no se quedaban atrás y también cambiaban disparo por disparo. “Esta clase de guerra inútil se prolongó por varios días”(6).
(6) Charles Ames Washburn a Seward, Corrientes, 27 de Abril de 1866, en Washburn-Norlands Library, Libermore Falls, Maine. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Quizás Mitre y Osório pensaron que ganar esta cabecera de playa en este islote facilitaría el paso de los Ejércitos Aliados. O quizás fue por diversión, ya que argentinos, brasileños y uruguayos todavía no habían decidido una ruta y un cronograma precisos para la invasión. En cualquier caso, con la isla en manos de Cabrita, los paraguayos ya no podían monopolizar el control del canal del río encima de la Isla Carayá.
El coronel brasileño era un austero oficial de ingenieros que entendía tanto las ventajas como los peligros de su posición. Conocía bien a sus enemigos, habiendo servido como instructor de artillería en Asunción a mediados de los 1850.
Ahora, asistido por el constante bombardeo de la flota a Itapirú, Cabrita tenía a sus hombres cavando dos largas líneas de trincheras, llenando bolsas con arena y construyendo gaviones, cuidando de dejar un camino en un ángulo oblicuo en la parte posterior para el caso de una apresurada retirada(7).
(7) Aurelio de Lyra Tavares. “Vilagran Cabrita e a Engenharia de Seu Tempo” (1981), pp. 119-131. Ed. Bibliex, Río de Janeiro; Joaquim Antonio Pinto Junior. “Guerra do Paraguay (Defesa Heroica da Ilha de Redençao. 10 de Abril de 1866)” (1877), pp. 4-5 y passim. Typ. Domingo Luiz dos Santos, Río de Janeiro; periódico “El Mercurio”, (Valparaíso), 2 de Mayo de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
La noche del 10 de Abril de 1866 estaba apenas iluminada por un cuarto de luna cuando 800 paraguayos cruzaron el río en 50 canoas. El teniente coronel Díaz, quien dirigía el ataque desde Itapirú, esperaba que la oscuridad jugara en su favor, pero francamente dudaba de que sus hombres pudieran llegar a tierra sin sufrir grandes bajas.
Madame Lynch y el hijo mayor del Mariscal habían despedido a los soldados con efusivos elogios y promesas de promociones y recompensas. Aunque los centinelas brasileños habían recibido advertencias de un potencial ataque, reaccionaron con sorpresa cuando el enemigo se acercó a la costa. Un soñoliento soldado levantó su rifle para desafiar al primero de los intrusos y recibió un grito burlón como contraseña: “¡Somos paraguayos y venimos a matarte, kamba!”(8).
(8) André Rebouças. “Diario: a Guerra do Paraguai. 1866” (1973), p. 9. Universidad de São Paulo, São Paulo. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Los hombres del Mariscal cargaron inmediatamente sobre el frente brasileño y dieron de baja a un buen número de hombres antes de que los defensores se dieran cuenta de lo que había pasado. Pero Cabrita se repuso rápidamente. Sus hombres dispararon ronda tras ronda de metralla contra los paraguayos que avanzaban, alcanzando a muchos de ellos, incluyendo a unos 200 jinetes sin monturas de una reserva de 400 enviados por Díaz para unirse a sus compatriotas.
Si los paraguayos hubieran presionado más fuertemente sobre el centro enemigo y usado sus pocos cañones más efectivamente, podrían haber tomado la primera línea de trincheras. Pese a su talento en el despliegue de artillería, Cabrita, probablemente, no habría conservado el control de Redención. Pero la confusión reinó entre los atacantes paraguayos, lo cual está lejos de ser sorprendente. Después de todo, más de 3.000 hombres estaban disputando una porción de terreno de solo unas 30 hectáreas en completa oscuridad.
El coronel Thompson y “El Semanario” afirmaron que los hombres de Díaz, “muchos de ellos armados sólo con sables”, habían tomado una parte de las trincheras en varias ocasiones, pero siempre terminaron rechazados(9). Los brasileños negaron que esto ocurriera, así como negaron que los paraguayos hubieran capturado varios de sus cañones(10).
(9) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 125. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres; periódico “El Semanario”, del 21 de Abril de 1866.
(10) A. de Sena Madureira. “Guerra do Paraguai (Resposta ao Sr. Jorge Thompson, autor da ‘Guerra del Paraguay’ e aos Anotadores Argentinos D. Lewis e A. Estrada)” (1982), p. 20, Brasilia. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
En cualquier caso, Cabrita se las arregló para mantener un fuego sostenido sobre el enemigo, lo que probó ser el factor decisivo para frustrar el asalto. Para el amanecer, los brasileños estaban críticamente escasos de municiones y, aunque el ataque había perdido ímpetu, los paraguayos todavía persistían.
Cuando tres de los buques de Tamandaré se movieron para proporcionar fuego de apoyo, Cabrita ordenó a sus fatigadas tropas calar bayonetas y contraatacar. Los “mercenarios indios de López” no habían previsto esto y los soldados del Mariscal chocaron unos con otros para escapar. Su retirada se convirtió en una desbandada.
Los derrotados hombres de Díaz lucharon por ponerse a salvo en sus canoas pero allí, una vez más, quedaron bajo una lluvia de fuego de los buques “Greenhalg”, “Chuí” y “Henrique Martins”, que habían avanzado para dar el golpe de gracia.
Los paraguayos remaron desesperadamente o nadaron detrás de las canoas en dirección de Itapirú. Muchos volaron por los aires. Aquellos pocos que lograron alcanzar la costa pudieron escuchar a lo lejos las trompetas de la banda militar de Cabrita tocando el Himno Nacional brasileño en la Isla Redención. Fue el insulto final.
Los Aliados intercambiaron descargas el resto del día, pero nadie dudaba de que Cabrita había obtenido una estupenda victoria. Las bajas paraguayas sumaron más de 900 -entre muertos y heridos- y cientos de pistolas, sables y mosquetes quedaron abandonados en la isla(11). Los hombres de Cabrita incluso capturaron treinta canoas(12).
(11) Por una vez, fuentes brasileñas y paraguayas dan números similares de bajas, aunque André Rebouças. “Diario: a Guerra do Paraguai. 1866” (1973), p. 85. Universidad de São Paulo, São Paulo, da a entender que de los 900 a 1.000 paraguayos que quedaron fuera de combate la mayoría murió, mientras Centurión parece pensar que la mayor parte de las 960 bajas que registra correspondía a heridos. Entre los 62 prisioneros que tomaron los brasileños ese día estaba el delgado y poco educado teniente Juan Mateo Romero, comandante de una de las unidades y “siniestro” veterano de la campaña de Mato Grosso. El hecho de que haya caído en manos de Cabrita sin estar mortalmente herido fue suficiente para que el Mariscal lo catalogara como traidor y se forzara a su esposa a denunciarlo como tal en las páginas de “El Semanario”. Ver: Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 2, pp. 51-52, (cuarto volúmenes). Ed. El Lector, Asunción. Romero -por su parte- expresó genuina sorpresa por el buen trato que recibió de los brasileños. Como ex edecán del ejecutado general Wencesclao Robles, había sido arrestado hasta hacía poco por López y ahora, irónicamente, eran sus jurados enemigos quienes le prodigaban toda clase de deferencias a bordo del “Apa”, donde le proporcionaron la comida más suntuosa que había tenido en meses. Ver: Miguel Calmon. “Memorias da Campanha do Paraguay” (1888), p. 119, Pará; “Declaration of Captain (sic) Romero”, en el periódico “The Standard”, (Buenos Aires), 19 de Abril de 1866; y “El capitán paraguayo Romero”, en el periódico “El Siglo” (Montevideo), del 21 de Abril de 1866.
(12) Theotonio Meirelles. “O Exército Brasileiro na Guerra do Paraguay (Resumos Históricos)” (1877), p. 98. Typ. do Globo, Río de Janeiro; ver también: Dr. Moreira Azevedo. “O Combate da Ilha do Cabrita”, en la “Revista Trimestral do Instituto Historico, Geographico e Etnographico do Brasil” (1870), Nro. 3 , pp. 5-20. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
López no obtuvo ventaja alguna con esta incursión. No podía reemplazar fácilmente las pérdidas y, con Redención en manos brasileñas, Itapirú claramente no tenía futuro como posición defensiva paraguaya. Probablemente sería el próximo en caer. El Mariscal tenía ahora que reconsiderar toda su estrategia.
Del lado brasileño, el teniente coronel Cabrita había vencido en el enfrentamiento y merecía todo el crédito por ello. En su victoria resaltaban una dependencia sobre los hechos empíricos y la precisión, tal como habían insistido los ingenieros militares en Praia Vermelha desde el establecimiento de la Academia.
Puesto de manera simple, en la guerra no hay sustituto para el buen entrenamiento y la preparación. Con el correr de los años, el mismo principio serviría como un exaltado precepto sagrado para los ingenieros.
En este caso, la rápida construcción por parte de Cabrita de profundas y bien estructuradas trincheras, la precisión de su artillería y su temple bajo el fuego hicieron posible a sus hombres reaccionar bien incluso estando completamente agotados cuando comenzó la batalla. Probablemente perdió unos 200 hombres, tal vez más. Pero los brasileños sí los podían reponer(13).
(13) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 126. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres, habló de una pérdida brasileña de unos 1.000 muertos, una cifra muy improbable. Pedro Werlang -un testigo ocular- registró una pérdida de casi 400 hombres. Ver: “Diário de Campaña do Capitão Pedro Werlang” en Klaus Becker. “Alemães e Descendentes do Rio Grande do Sul na Guerra do Paraguay” (1968), p. 125. Ed. Hilgert, Canoas. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
Las capitales aliadas celebraron hasta bien entrada la noche cuando llegaron las noticias del logro de Cabrita en Redención(14).
(14) Periódico “The Standard”, (Buenos Aires), 20 de Abril de 1866; “Jornal do Commercio”, (Río de Janeiro), del 3 de Mayo de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.
En Río de Janeiro, en particular, la victoria trajo una doble satisfacción, ya que había sido el trabajo de uno de los suyos. Un eufórico Pedro II comenzó a bosquejar una jubilosa proclamación que incluía menciones para el coronel y sus hombres. Luego llegó una segunda noticia desde Corrientes que empañó el ambiente festivo: Cabrita estaba muerto.
Seis horas después de que el último paraguayo hubiera dejado la isla, el coronel se embarcó en una balsa remolcada por la pequeña cañonera “Fidelis”. Mientras hacía su viaje por el río, comenzó a escribir un resumen de la acción que acababa de concluir. Antes de que pudiera firmar el Informe, un proyectil de 68 libras disparado desde Itapirú los hizo volar a él y a otros dos oficiales antes de impactar en el “Fidelis”, que más tarde se hundió.
El comandante de la batería paraguaya que había realizado el ataque no era otro que José María Bruguez, uno de los mejores pupilos de Cabrita en el curso de artillería que había conducido doce años antes en Asunción(15).