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TODO EL PODER A MITRE. PRIMER GOBIERNO NACIONAL DE FACTO

Las negociaciones con Urquiza habían atenuado el peligro más inmediato para el programa de reorganización nacional de Mitre. La formación de una autoridad nacional, primero sobre una base provisional delegada en el gobernador de Buenos Aires y, luego, en un presidente, Congreso y Suprema Corte establecidos según una fórmula constitucional, completaría el programa. Para alcanzar esa meta, Mitre necesitaba lograr la aceptación de las provincias y el apoyo de Buenos Aires.

En Enero, el regreso de Mitre a Buenos Aires demostraba que la aceptación de su programa por las provincias se había logrado en gran parte. Mitre señaló a los diplomáticos extranjeros que había recibido la autorización de la mayoría de las provincias para reconstituir un Gobierno Nacional y, en el ínterin, para actuar como Poder Ejecutivo provisional en la Argentina.

En consecuencia, a su regreso anunció que esperaba el apoyo de los representantes diplomáticos. El envío de Paunero a Córdoba había iniciado, en efecto, una reacción en favor de la causa liberal. Una columna que se separó de la expedición de Paunero había llevado la antorcha liberal a las provincias de Cuyo. Saá había huido a Chile a principios de Diciembre y un núcleo de liberales en la Ciudad de San Luis inmediatamente se apoderó del Gobierno.

Aunque una revuelta prematura contra el gobernador Nazar había sido aplastada en Mendoza, la llegada de las fuerzas porteñas cambió rápidamente el cuadro y Mendoza recibió a un Gobierno liberal en Año Nuevo. El mismo Sarmiento había llegado a su provincia nativa de San Juan en Enero y pronto fue elegido gobernador.

En el Norte, el núcleo litoral en Santiago del Estero se había extendido a Tucumán a mediados de Diciembre con la derrota infligida a Celedonio Gutiérrez y Octaviano Navarro por los hermanos Taboada.

Estas Administraciones provinciales pro porteñas aceptaron rápidamente las sugerencias que Mitre había hecho a Paunero en su carta del 14 de Diciembre y sus Legislaturas autorizaron a Mitre a actuar como Ejecutivo Provisional y a la convocatoria de un Congreso Nacional.

Había, no obstante, considerable diferencia entre esta aceptación superficial del programa de reorganización nacional de Mitre y el profundo cambio producido en la situación política de las provincias.

Las expediciones militares al Interior podían provocar una aceptación momentánea de los cambios políticos en el Litoral. Pero muchas de las provincias eran pobres, con escasos habitantes y aisladas del resto de la Nación.

La carencia de comercio y de ciudades en esas remotas zonas daba a los elementos “civilizados” del partido liberal poco terreno donde arraigarse. Los caudillos locales seguían dominando la vida política de esas provincias y a menudo era más provechoso ganarse a esos caudillos para el papel predominante de Buenos Aires que alejarlos y construir la poco natural estructura del proceso constitucional.

Los numerosos disturbios y dificultades que hubo que sobrellevar para que las provincias aceptasen la dominación porteña en 1862, por consiguiente se debían en gran parte a la enorme brecha que separaba en ideología, cultura y economía al Interior del Litoral de la Argentina.

Cuatro provincias, particularmente, aisladas en el lejano Noroeste de la Nación: Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy, presentaban una zona muy difícil para el progreso de las ideas o elementos liberales de los porteños.

A fin de penetrar en esa zona y dar aliento a Gobiernos que simpatizaban con Buenos Aires, se empleó una mezcla de persuasión diplomática y presión militar y, casi inevitablemente, antes que destruir el poder de los caudillos locales, fue necesario utilizarlo.

El obispo de Paraná, actuando como emisario de Mitre, pudo lograr la cooperación de las autoridades en Catamarca a principios de Enero(1).

(1) L. S. Gabriel a Mitre, 6 de Enero de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XII, p. 184, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Los peligros de la guerra civil eran inminentes, sin embargo, con el avance de Taboada sobre las fronteras de Catamarca y Salta y con la reacción de Peñaloza, caudillo legendario de La Rioja.

Marcos Paz, el mismo a quien Derqui había arrojado en la prisión antes de Pavón y que luego apareció como Jefe de Estado Mayor en la expedición de Paunero y después como gobernador interino de Córdoba, fue elegido para hallar una solución a la inflamable situación del Noroeste.

La guerra en el Interior era de todas las cosas la que menos deseaba Mitre. Como le escribía a Paunero explicando la misión Paz:

... el estado actual de la República no se puede prolongar sin peligro, debiendo propender por todos los medios a nuestro alcance a la pacificación general de la República, para que cuánto antes entremos al período de la reorganización, evitando en cuanto sea dable los males de la guerra, aunque sin descuidar las legítimas exigencias de la nueva situación, así como las garantías para nuestro partido(2).

(2) Mitre a Paunero, 22 de Enero de 1862. Archivos privados del doctor Mariano Paunero. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Marcos Paz pudo establecer nuevas autoridades en Catamarca, mientras Salta entraba en la causa liberal presionada por las fuerzas de Taboada y una oportuna derrota de Peñaloza. La estrella de Buenos Aires parecía levantarse rápidamente y Paunero intentó extender la influencia porteña hasta La Rioja.

Pronto se hizo evidente que no sería fácil eliminar a Peñaloza. Aunque las unidades militares de Buenos Aires -al mando de Marcos Arredondo- ocuparon la Ciudad de La Rioja a fines de Marzo, Paz y Paunero convinieron en que debía entablarse negociaciones con el caudillo(3).

(3) Paunero a Mitre, 27 de Marzo de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XI, p. 61, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

El prestigio y la popularidad de Peñaloza en el Interior se demostró rápidamente porque bastó que apareciese en la frontera de San Luis para que los gauchos de la campaña se sublevasen en masa contra las nuevas autoridades de esa capital.

José Iseas, que estaba al mando de una unidad porteña en San Luis, se vio forzado a retirarse hacia Córdoba, dejando al Gobierno de la provincia atrincherado en la ciudad y rodeado por más de mil paisanos armados(4).

(4) Los repetidos choques que en el curso de esta campaña se produjeron contra la así llamada montonera, en que un reducido grupo pudo defender la ciudad capital de ciertas provincias contra fuerzas diez o veinte veces superiores, merece una aclaración. Los gauchos sólo combatían montados a caballo y no concebían que se pudiera luchar a pie o en filas disciplinadas. Sus armas eran la lanza y el cuchillo y, en raras ocasiones, el mosquete, pero casi nunca el gaucho sabía manejarlo con alguna eficacia. Los hombres que defendían los pequeños centros urbanos contra tales ataques -y que por lo general se atrincheraban en los edificios- tenían algún conocimiento de la disciplina y sabían usar las armas de fuego. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

A mediados de Junio, las escaramuzas y marchas en el Interior llegaron a su fin con la conclusión de un Tratado con Peñaloza. El caudillo se quedó en La Rioja con el grado de General y se le hizo responsable del orden en la provincia. Otro comandante porteño en el campo de operaciones resumió esta situación en una carta a Mitre:

... la única garantía de orden y tranquilidad en el Interior es Peñaloza; sin él nadie se moverá y está en la mejor disposición en servir a usted ... Así, pues, no hay más hombres que contenga las masas brutas en estos pueblos que Peñaloza; por otra parte, estas gentes son tan atrasadas aún, que no pueden vivir sin un caudillo, porque no entienden de leyes, ni de nada, sino de amo, pues así están acostumbrados desde que han abierto los ojos.
Peñaloza en manos de Urquiza y Derqui, era un malísimo elemento, pues se servían de él para oprimir los pueblos; pero en manos de usted servirá para dar estabilidad a los Gobiernos y quietud a los pueblos(5).

(5) Rivas a Mitre, 15 de Junio de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XI, pp. 261-262, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La necesidad de entrar en componendas con estos elementos en el Interior desalentaba a Mitre. Hubiera preferido concluir algún arreglo para eliminar completamente a Peñaloza de la escena argentina(6).

(6) Mitre a Paunero, 13 de Junio de 1862. Archivos privados del doctor Mariano Paunero; Mitre a Rivas, 4 de Julio de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XI, p. 263, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Llegó a la conclusión, sin embargo, de que los principios liberales no podían imponerse inmediatamente a todo el país:

Es necesario tomar esta República como Dios o, más bien, los hombres hechos por Dios, la han hecho y valerse de ellos mismos para mejorarlos y mejorarla.
Me hace pensar así: ver que Santiago y Tucumán no se rompen por milagro los cuernos; que en Catamarca los liberales que componen cuatro gatos por junto, se dividen en dos campos de dos gatos cada uno, se mata un gato cada uno, y hacen imposible el Gobierno de los liberales; que La Rioja, que no ha podido reunir sino 29 liberales (y creo que me alargo), se manifiesta descontento de que no se haya destruido toda la provincia con un año más de guerra; que Córdoba, es siempre Córdoba; que en Corrientes, los Comandantes Militares en la revolución tienen aquella de Herodes a Pilatos; y que en Buenos Aires, piden como todos, que les dé paz, orden y libertad consolidados, pretendiendo que realice este milagro sacando todo de la nada(7).

(7) Mitre a Paunero, 8 de Agosto de 1862. Archivos privados del doctor Mariano Paunero. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Los altercados internos ponían obstáculos al progreso y a la consolidación hasta en aquellas provincias donde un Gobierno liberal o pro porteño mantenía firmemente el poder. La división que más se notaba, fuera de Buenos Aires, era la que existía en Córdoba entre un ala conservadora o nacionalista y una radical o localista del partido liberal.

Félix de la Peña -separado del mando por Derqui- gozaba del fuerte apoyo del grupo más conservador de terratenientes, comerciantes, clero y jefes militares rurales. Las autoridades insurrectas, que se habían apoderado del Gobierno anticipando el avance de Paunero, se negaron a aceptar a De la Peña. Como compromiso, se eligió finalmente a Marcos Paz para el puesto de gobernador provisional.

La elección de Paz para enviarlo en misión a las provincias del Noroeste planteó nuevamente el problema. Los elementos radicales se agruparon en torno del ministro de Gobierno de Paz, Justiniano Posse y, a pesar de las tardías maniobras electorales de Paunero, eligieron a Posse gobernador en Marzo de 1862(8).

(8) Paunero a Mitre, 21 de Febrero y 18 de Marzo de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XI, pp. 35, 52, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La elección de representantes para el Congreso Nacional dio lugar a luchas aún más acerbas en el mes siguiente. Los nacionalistas se agruparon en torno del Comandante Militar, Paunero, mientras que los localistas se unieron bajo la égida del gobernador.

Esto dio como resultado una elección muy reñida, primero sometida al parecer de Mitre y luego al de la Cámara de Diputados en Buenos Aires. Se dio orden de llamar a nuevas elecciones y llegaron a una solución debido a una lista de coalición que satisfizo a los dos grupos(9).

(9) Paunero a Mitre, 15 de Julio de 1862; y J. Posse a Mitre, 25 de Julio de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo XI, p. 150, y tomo X, pp. 219-220, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Hasta en Catamarca, donde las fuerzas liberales no eran por cierto lo bastante fuertes para permitirse el lujo de dividirse, se produjo una amarga lucha en Mayo y Junio entre los aspirantes al Gobierno de la provincia.

El hecho de que Santiago del Estero y Tucumán prestaban su apoyo a cada uno de los contendientes añadió más leña al fuego y las perspectivas de guerra civil en el Noroeste, un tanto calmadas por el Tratado con Peñaloza, volvieron a renacer.

En Agosto, Mitre envió un interventor a Catamarca para restablecer la tranquilidad y dio estrictas órdenes a los gobernadores de Santiago del Estero y Tucumán de conservar su neutralidad(10).

(10) “Rejistro Nacional (los primeros tres volúmenes impresos como Registro Oficial) de la República Argentina que comprende los documentos espedidos desde 1810 hasta 1873” (1879-1884), tomo IV, p. 466, (seis volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires; “Memoria del Ministerio del Interior de la República Argentina presentada al Congreso Nacional de 1863” (1863), p. 5, Buenos Aires. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Así se obtuvo durante un tiempo la paz en las filas del partido liberal en Catamarca y entre las provincias de Santiago del Estero y Tucumán.

Durante el transcurso de 1862 se levantó gradualmente en Buenos Aires la estructura de un Gobierno Nacional. Aunque la autorización para convocar un Congreso Nacional o para el establecimiento de un Poder Ejecutivo Provisional o hasta la posterior elección de un presidente, descansaba teóricamente en las provincias, el cumplimiento de estas medidas estaba en manos de Buenos Aires.

La ocupación militar, las presiones y negociaciones políticas podían persuadir a la mayoría de las provincias de la Confederación a aceptar el programa de reorganización nacional de Mitre. Se necesitaban técnicas más sutiles para lograr la aprobación porteña al modelo de Administración liberal-nacionalista contemplado por Mitre.

Buenos Aires había tratado tradicionalmente de dominar y controlar las provincias. En los años que siguieron a Caseros, sin embargo, la forma que asumiría este dominio nunca se definió con claridad en la política porteña.

Un vago conflicto entre los elementos conservador y radical de la insurrección de Septiembre de 1852 apareció en las elecciones provinciales de 1856, pero fue rápidamente sofocado por la necesidad de unirse frente a las interferencias creadas por Urquiza.

En 1860, esta división apareció otra vez, pero en una forma vaga y fluctuante. En 1862, no obstante, se presentó la necesidad de llegar a una decisión sobre los problemas de la residencia del futuro Gobierno Nacional, de la participación porteña en el Gobierno argentino y la elección de un Congreso y de un presidente nacionales.

Estos eran los problemas que definirían las nuevas divisiones políticas en la escena de Buenos Aires y que, en Enero de 1862, apresuraron el regreso de Mitre de su Cuartel General militar a su Cuartel General político.

Las divisiones que se habían producido entre los simpatizantes del movimiento de Septiembre de 1852 aparecieron otra vez en la superficie cuando Mitre reasumió su puesto de gobernador. Pastor Obligado y Norberto de la Riestra no estaban de acuerdo con el programa nacional que Mitre había proyectado después de Pavón pero, con el fin de asegurar el éxito de la campaña militar en las provincias, no habían presentado sus renuncias.

Entonces, el énfasis que se dio a los asuntos políticos hizo imposible la prosecución de este arreglo. Obligado renunció y fue reemplazado en el Ministerio de Gobierno por el joven y relativamente desconocido Fiscal de Estado, Eduardo Costa. De la Riestra -por ser casi indispensable en el decisivo puesto de ministro de Hacienda- convino en formar parte del Gobierno de Mitre, por lo menos en ese momento(11).

(11) Mitre a Gelly y Obes, 21 de Enero de 1862. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo IX, p. 75, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

A principios de Febrero, Mitre sometió a la Legislatura de la provincia los distintos proyectos elaborados a fin de poner en acción su programa: autorización para convocar un Congreso Nacional; licencia para que el gobernador pudiese desempeñarse como Ejecutivo Nacional provisional; pago por la Tesorería de Buenos Aires de los Gastos nacionales hasta que se estableciesen autoridades permanentes.

Estos proyectos plantearon lo que habría de ser en los próximos meses el problema más importante: el de la capital de la Nación. Si bien no se había específicamente mencionado el lugar de residencia de las autoridades nacionales, la elección de Mitre, gobernador de Buenos Aires, como Poder Ejecutivo Provisional, hacía necesariamente que el Gobierno tuviese su sede en Buenos Aires.

Los proyectos hallaron alguna oposición en el Senado y la Cámara de Diputados de la provincia pero, al cabo de un debate que duró casi un mes, fueron aprobados por las dos Cámaras con una proporción de dos votos a uno.

Con la autorización en su poder, Mitre, a mediados de Marzo, despachó invitaciones a las provincias para que enviaran sus representantes a un Congreso Nacional que se celebraría en Buenos Aires el 25 de Mayo.

Las discusiones que se entablaron en la Legislatura, sin embargo, habían puesto al descubierto un serio conflicto en la política porteña.

Por una parte, estaban aquéllos que sostenían que Buenos Aires debía tomar una parte activa en la dirección de la Nación Argentina y que la ciudad o la provincia debía convertirse en la capital nacional.

Por la otra, estaban aquéllos que se oponían a la entrega de la riqueza y del poder porteño a un Gobierno Nacional y que deseaban que la Ciudad de Buenos Aires siguiese bajo el régimen provincial.

Aunque la resistencia de estos localistas o autonomistas era menos enconada en ese momento porque era evidente que un porteño, Mitre, sería el futuro presidente, empero les preocupaba el peligro de entregar la autonomía porteña.

Las actividades electorales de los clubes políticos proporcionaron una indicación aún más clara de la política porteña que los debates en la Legislatura y la agitación en la prensa. El poderoso “Club Libertad” no había definido con claridad sus vínculos con el Gobierno porteño, aunque todos tenían sus orígenes en el movimiento de Septiembre de 1852.

Mitre había dirigido este Club a principios de 1860, y orientado las actividades electorales que lo llevaron más tarde al Gobierno de la provincia. Las opiniones estaban un tanto divididas a principios de 1861 entre el Gobierno y el Club, dirigido en ese entonces por Pastor Obligado, pero la unión quedó simbolizada en Febrero de ese mismo año con la entrada de Obligado en el gabinete.

Un año después la tregua llegó a su fin con la renuncia de Obligado y el conflicto resultante se reflejó en las elecciones para representantes a las Legislaturas provincial y nacional.

A mediados de Febrero de 1862, en una reunión celebrada por el “Club Libertad” y el “Club Democracia”, a la que sólo se invitó a una parte selecta de los miembros, se proclamó una base fundamental para la plataforma del partido liberal: la autonomía e integridad de la provincia de Buenos Aires debía mantenerse y la federalización de todo o parte de su territorio evitarse a toda costa. Adolfo Alsina y Juan Chassaing dirigían este intento opositor al programa de reorganización nacional de Mitre(12).

(12) Periódico “El Nacional”, del 17 de Febrero de 1862. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

No obstante, en las siguientes semanas, el “Club Libertad” adoptó un tono más moderado. Una comisión del Club anunció que las reuniones no autorizadas no serían reconocidas. En Marzo, Mateo Martínez fue elegido presidente del Club y apoyó vigorosamente el repudio de la tentativa de Alsina(13).

(13) Periódico “La Tribuna”, 2 y 7 de Marzo de 1862. Cuando censuraron sus actividades, Adolfo Alsina y sus partidarios resolvieron no pertenecer más al “Club Libertad”. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

El 12 de Marzo se celebró una reunión en la que unos mil partidarios dieron voz a su aprobación de una plataforma del “Club Libertad” que invocaba los principios de la insurrección de Septiembre de 1852 y evitaba cuidadosamente mencionar la cuestión más importante: la de la capital. Todos los intentos de Adolfo Alsina y Manuel Quintana para presentar este problema en la plataforma fracasaron(14).

(14) Periódico “El Nacional”, 13 de Marzo de 1862. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La honda división que había sufrido el partido liberal desapareció temporariamente a fines de Marzo durante las elecciones para representantes a la Legislatura de la provincia. Una lista de compromiso dio a los que sostenían a los localistas o autonomistas parte de los candidatos de la ciudad, aunque el Gobierno porteño había impuesto candidatos nacionalistas en casi todos los distritos rurales(15).

(15) Periódico “La Tribuna”, 29 de Marzo de 1862. Adolfo Alsina protestó antes de las elecciones diciendo que en las reuniones preelectorales se había usado el fraude y la fuerza en varios distritos. No obstante, tres de los cuatro candidatos para senadores de la ciudad eran autonomistas y también cuatro de los once candidatos para diputados. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Quince días después, en las elecciones para el Congreso Nacional, se hizo lo posible para mantener este equilibrio entre los distintos candidatos. Rufino de Elizalde y Valentín Alsina, que representaban las tendencias nacionalista y localista respectivamente, fueron elegidos por la Legislatura como senadores para Buenos Aires.

Para candidatos a las cinco bancas de diputados de la ciudad, el “Club Central”, o cuerpo central nominativo que los había nombrado, eligió a dos autonomistas y a tres nacionalistas. Los autonomistas, sin embargo, aparecieron en la elección del 12 de Abril con una lista sorpresiva en la que se reemplazaba a los tres nacionalistas por tres otros autonomistas, y esta lista ganó las elecciones(16).

(16) Periódico “La Tribuna”, 15 de Abril de 1862; “El Nacional”, 19 de Abril de 1862. La treta autonomista al parecer tomó a los nacionalistas completamente por sorpresa. En los tres distritos donde los autonomistas ganaron el control de las Mesas Electorales, se logró amplia mayoría; en Catedral al Norte, en Catedral al Sur y en Pilar, donde los votos normalmente totalizaban alrededor de 150, se obtuvo estos resultados: 791 contra 74; 525 contra 100; y 796 contra 6. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Los nacionalistas aún pudieron colocar a sus candidatos en las bancas de siete distritos rurales, pero los autonomistas obtuvieron una inesperada victoria alcanzando una poderosa representación en la Cámara de Diputados nacional.

En el mismo momento en que estas luchas políticas presagiaban tormentosas discusiones en las Legislaturas provincial y nacional sobre la reorganización nacional, Mitre dio otro paso importante en su programa. El 12 de Abril emitió un decreto basado en la autorización de Buenos Aires y las demás provincias, por el que se adjudicaba el Ejecutivo Nacional Provisional(17).

(17) “Rejistro Nacional (los primeros tres volúmenes impresos como Registro Oficial) de la República Argentina que comprende los documentos espedidos desde 1810 hasta 1873” (1879-1884), tomo IV, pp. 425-426, (seis volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Recordando muy bien la oposición de 1852 a los poderes generales que le habían otorgado a Urquiza y en la que había desempeñado el principal papel, limitó específicamente la autoridad general que le había otorgado la Legislatura porteña.

Su desempeño en las Relaciones Exteriores quedó reducido por decreto al mantenimiento pasivo de los Tratados ya establecidos, sin el goce de autoridad alguna para efectuar cualquier cambio en la política exterior de la Nación. En lo concerniente a los asuntos internos, redujo sus poderes en forma similar:

... las funciones del Encargado del Poder Ejecutivo Nacional se limitarán al mantenimiento del orden público, a hacer que se respete y se observe por las provincias la Constitución Nacional; a atender a la seguridad de las fronteras de dichas provincias con las fuerzas militares puestas a sus inmediatas órdenes y cuya organización haya sido expresamente autorizada por él; a la fiel y regular percepción de las rentas nacionales que se hallen a su cargo, cuidando de su equitativa inversión, con cargo de rendir cuenta detallada al Congreso en su oportunidad, y a los demas asuntos de carácter urgente que pueden sobrevenir”.

Si bien los actos administrativos del Poder Ejecutivo Nacional quedarían separados de los asuntos de la provincia, actuaría el mismo personal; los ministros provinciales de Buenos Aires ejecutarían asimismo sus funciones en un nivel nacional.

A fines de Mayo cobró existencia una Legislatura Nacional cuando los diputados y senadores de las provincias se reunieron en Buenos Aires. Mitre abordó inmediatamente el problema crítico de la capital.

Si bien habían mantenido una seudoneutralidad sobre el asunto de la capital durante los debates en la Legislatura de la provincia, su Mensaje al Congreso Nacional presentó francamente la solución del problema basándola en dos alternativas:

... o bien, poniendo desde luego, a disposición del Gobierno Nacional todas aquellas cosas que por su naturaleza le correspondan en el territorio de la provincia de Buenos Aires, aun renunciando voluntariamente (si fuese necesario) en el interés propio y de la comunidad y hasta donde fuera compatible con su vida propia la posición especial que le han hecho los Pactos existentes; o bien, dando por base a la Organización Nacional la misma provincia de Buenos Aires con sus elementos de Gobierno en el modo, forma y extensión que el Congreso lo halle por conveniente, por lo que respecta a la Nación en general; y que dicha provincia en particular acepte libremente por el Organo de sus representantes, en la parte que le corresponda con arreglo al precepto constitucional(18).

(18) Mensaje, Mitre, 6 de Junio de 1862, en Arturo B. Carranza. “La Cuestión Capital de la República. 1826-1887 (Antecedentes, Debates Parlamentarios, Iniciativas, Proyectos y Leyes)” (1927-1929), tomo III, pp. 580-581, (cinco volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

De las discusiones en el Senado Nacional surgieron dos proyectos: el primero, la erección de una capital federal en la ciudad fronteriza de San Nicolás y la federalización de Buenos Aires como capital provisional durante los próximos cinco años; y, el segundo, establecer la capital nacional en San Fernando después de un interinato de dos años. Ambos proyectos fueron devueltos al Comité para un estudio más detenido.

La proposición sancionada finalmente por el Senado estipulaba una federalización temporaria de cinco años de toda la provincia de Buenos Aires durante cuyo tiempo se establecería la capital permanente en algún lugar apropiado. Luego de considerables discusiones en la Cámara de Diputados, el mismo ministro de Gobierno presentó la sugerencia de federalizar únicamente la Ciudad de Buenos Aires; sin embargo, la versión del Senado fue al fin promulgada como ley.

El 26 de Agosto, Mitre envió esa ley que decretaba la federalización temporaria de Buenos Aires a la Legislatura provincial con un Mensaje que definía claramente tanto su actitud nacionalista como la porteña:

Cualquiera que haya sido el resultado de la discusión, ella ha puesto en evidencia verdades que a nadie pueden ocultarse ya, y que puede decirse forman hoy la conciencia de la gran mayoría del pueblo en todas las provincias argentinas; a saber: que es el deber y la gloria de Buenos Aires llevar a debido término la grande y difícil obra de la organización definitiva de la nacionalidad argentina, cerrando así la revolución a que felizmente ha presidido; que estando irrevocablemente ligados los destinos de Buenos Aires a los destinos de la nacionalidad argentina, al asegurar esa obra, asegura a la vez su propia suerte, garantizando para sí y para todos la paz y el orden constitucional de que tanto necesita y la libertad conquistada para todos bajo el amparo de sus principios y de su opinión; que en consecuencia Buenos Aires es el asiento natural de las autoridades nacionales y que, para que ellos puedan responder a las esperanzas y a las necesidades del pueblo, es necesario que ellos cuenten con medios propios y eficaces y estén rodeadas de la dignidad que corresponde a los que han de representar la soberanía nacional, haciendo que la ley común sea una verdad para todos.
Partiendo de estos antecedentes, el Poder Ejecutivo considera que después de las prolongadas y luminosas discusiones que sobre Capital han tenido lugar, tanto en vuestro propio seno -antes de ahora- como en el seno del Congreso últimamente, sólo dos ideas serias y dignas de la Nación y de los antecedentes y deberes del pueblo de Buenos Aires han quedado en pie y por lo tanto sólo dos combinaciones son posibles para que la Nación Argentina y la autoridad que la haya de presidir sea una verdad que inspire a todos confianza y de a todos garantías, y son: o la federalización de la provincia de Buenos Aires, por la cual se ha decidido el Congreso; o la federalizacion del Municipio de Buenos Aires en los términos en que el Poder Ejecutivo la propuso al mismo Congreso, por cuanto la idea de dejar a los poderes nacionales -que tienen que responder de una situación difícil- sin asiento legal, sin jurisdicción propia, sin completa libertad de acción en la órbita de sus facultades y dependiente hasta cierto punto de una provincia, ni satisface las exigencias de la actualidad ni es conciliable con el decoro de la que debe representar y ejercer en nombre del pueblo argentino, la soberanía nacional(19).

(19) Arturo B. Carranza. “La Cuestión Capital de la República. 1826-1887 (Antecedentes, Debates Parlamentarios, Iniciativas, Proyectos y Leyes)” (1927-1929), tomo III, pp. 591-592, (cinco volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La ley promulgada por el Congreso Nacional era un desafío directo a los autonomistas de la provincia de Buenos Aires y estos reunieron sus fuerzas para rechazar la proposición en las Cámaras Provinciales. El secretario del Senado de la provincia expresaba el punto de vista autonomista en una carta a un colega:

Nuestros queridísimos provincianos han votado la muerte política de nuestra querida Buenos Aires y si no reunimos todos para rechazar este atentado, seremos pasados por las armas sin misericordia aunque después el mundo entero se conduela de nuestra desgracia, como le sucedió a la infeliz Camila O’Gorman que fue fusilada y después llorada.
Las Cámaras de la provincia van a empezar a ocuparse del asunto y es necesario que no falte un soldado de los nuestros en esta gran batalla a que nos provocan.
En Pavón salvamos a Buenos Aires; no podemos dejarlo perecer impúnemente después de aquella gran victoria...(20).

(20) M. Varela a M. Gainza, 21 de Agosto de 1862. Museo Histórico Nacional, Nro. 11.237. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Una Comisión del Senado Provincial se refirió desfavorablemente a la federalización de la provincia y después de un agitado debate, la Cámara rechazó la ley nacional.

El debate en la Cámara de Diputados de la provincia fue aún más violento y Vélez Sársfield observó que todo el empeño de los oradores en las famosas Sesiones de Junio de 1852 era pálido en comparación(21).

(21) Vélez Sársfield a Sarmiento, 12 de Septiembre de 1862. Museo Histórico Sarmiento. “Epistolario entre Sarmiento y Posse” (1946-1947), tomo II, Nro. 223, (dos volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Una aplastante votación de treinta y dos contra nueve destacó la oposición a la federalización de la provincia entera. En forma simultánea, la crisis del gabinete que se esperaba desde hacía tanto, finalmente estalló. De la Riestra se retiró del Senado de la provincia en medio de un discurso de Costa, subrayando así su oposición al Gobierno de Mitre sobre la cuestión capital.

Los dos ministros presentaron sus renuncias. Aunque los servicios de De la Riestra eran imprescindibles en el Ministerio de Hacienda, Mitre había decidido que era aún más esencial lograr la unidad sobre el problema de la capital. Costa se quedó y la renuncia de De la Riestra fue aceptada(22).

(22) De la Riestra a Mitre, 10 de Septiembre de 1862. Museo Mitre. “Sarmiento-Mitre. Correspondencia, 1846-1868” (1911), “Cartas inéditas del general Bartolomé Mitre”, Nro. 10.119, Buenos Aires; periódico “El Nacional”, 15 de Septiembre de 1862. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

A despecho de estos acontecimientos, Mitre seguía confiando en que, en la alternativa de federalizar o la provincia o la ciudad, se podría hallar la solución de la cuestión capital. En el momento culminante de la lucha, escribió a Paunero: “Por aquí todo va bien. La cuestión capital agita los ánimos; pero ganan de terreno a pasos de gigante... A todo evento navego con dos anclas y esto no es una figura retórica(23).

(23) Mitre a Paunero, 4 de Septiembre de 1862. Archivos privados del doctor Mariano Paunero. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La gravedad de la situación, no obstante, se veía en la actitud de sus consejeros más inmediatos, tal como Rufino de Elizalde, que aconsejó posponer toda la cuestión capital por un año a fin de no crear una división permanente dentro del partido liberal(24).

(24) Elizalde a Mitre, 11 de Septiembre de 1862. “Correspondencia Mitre-Elizalde”, pp. 86-88, Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Mitre entonces informó oficialmente al Congreso Nacional el rechazo por las Cámaras de la provincia de la ley de federalización de la provincia de Buenos Aires y pidió al Cuerpo que tomara en consideración otra alternativa, a saber la federalización de la Ciudad de Buenos Aires.

Mientras tanto, entabló consultas con el grupo autonomista en las Cámaras de la provincia. Mitre podía aún exigir algunas concesiones. Su abandono de la vida pública dejaría a Vicente Cazón, presidente del Senado Provincial, en el puesto de gobernador provisional de la provincia y, en consecuencia, trastornaría las relaciones del Poder Ejecutivo Nacional con las demás provincias.

Sugirióse un proyecto por el cual se trataba de lograr un arreglo con la coexistencia en la Ciudad de Buenos Aires de un Gobierno Nacional y de un Gobierno Provincial, con una división apropiada de las responsabilidades y jurisdicciones administrativas y legales.

Esta sugerencia, además de la amenaza hecha por Mitre de renunciar a su puesto, se estudió en una reunión privada de la oposición autonomista y se convino en aceptar tal coexistencia de las autoridades durante los próximos cinco años(25).

(25) Mitre a A. Alsina, 6 de Enero de 1868. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo I, p. 60, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires; C. Beccar a Mitre, 17 de Septiembre de 1862. Museo Mitre. “Sarmiento-Mitre. Correspondencia, 1846-1868” (1911), “Cartas inéditas del general Bartolomé Mitre”, Nro. 9.918, Buenos Aires; Arturo B. Carranza. “La Cuestión Capital de la República. 1826-1887 (Antecedentes, Debates Parlamentarios, Iniciativas, Proyectos y Leyes)” (1927-1929), tomo III, pp. 593-594, (cinco volúmenes), Buenos Aires. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Habiendo logrado un arreglo sobre esta cuestión fundamental, Mitre envió una Nota a la Legislatura de la provincia en la que recomendaba una federalización temporaria de la Ciudad de Buenos Aires.

Se promulgó rápidamente una ley que permitía la existencia de las autoridades nacionales junto con las provinciales en la ciudad. A su vez Mitre presentó esta Nota al Congreso Nacional el que, el 1 de Octubre, aceptó esta solución como ley federal.

La aceptación por las provincias del programa de reorganización nacional de Mitre y la solución de compromiso a que llegó en la cuestión capital en su propia provincia aseguró la hegemonía porteña en la Argentina.

El Colegio Electoral lo eligió por unanimidad como el próximo presidente; el 12 de Octubre de 1862 ocupó el sillón presidencial. El sello de la victoria porteña cerraba así la década de Caseros.

- Conclusión

¿Qué significa esta década en el desarrollo argentino? ¿Qué conclusiones pueden sacarse de estos diez años de dramática lucha entre la Ciudad de Buenos Aires y las provincias?

La conclusión más obvia forma el núcleo a cuyo alrededor se construyeron los episodios de esta historia; a saber, que los acontecimientos políticos de esa década determinaron finalmente el dominio porteño sobre la Nación.

La ciudad y las provincias representaban dos órdenes diferentes, dos formas de vida distintas. La división entre los porteños y los provincianos era muy honda. Los intereses porteños se nucleaban en el intercambio comercial con Europa, el desarrollo y la prosperidad del agro en Buenos Aires y la creación de un orden nacional que consagrase el predominio porteño.

Las provincias, por otra parte, buscaban la protección y el apoyo a sus industrias locales y a su comercio. Deseaban el retorno de la relativa prosperidad económica que habían gozado durante el régimen colonial. Y ante todo querían que se les garantizara su independencia y autonomía locales frente a un Gobierno porteño central.

Los intereses, por consiguiente, estaban divididos entre los que favorecían una economía de tipo pastoril y los partidarios de una industrialización rudimentaria, entre los que deseaban importar una cultura europeizada y los defensores de la tradicional herencia hispánica, entre los que apoyaban un fuerte Gobierno Central y los que preferían la autonomía de las provincias.

Las necesidades económicas y los hábitos políticos hicieron que una separación permanente entre estos dos órdenes no fuera práctica. Llegar a un arreglo o a una forma de coexistencia probó su inoperancia. En consecuencia, sólo quedaba una solución, el triunfo de un sistema o el del otro.

Quizás uno de los acontecimientos más significativos para el auge del desarrollo argentino fue que esta década señaló la muerte de una época. La lanza del paisano ya empezaba a dejar su lugar al fusil del soldado de infantería. Los caudillos políticos ya no eran más Rosas o Urquiza, muy capaces para levantar y dominar a las masas rurales, sino Alsina y Mitre, amos de los partidos políticos y manipuladores de los votos urbanos.

El caudillo seguía dominando la escena política, pero en lugar de usar el chiripá y el poncho llevaba levita y, en vez de escribir manuales sobre el manejo de una estancia, traducía Dante y Horacio. En esta forma, la ciudad había empezado a imponerse a la Nación.

Aunque Buenos Aires seguía dependiendo en su riqueza de las ovejas y el ganado, el puerto ganaba la delantera sobre la campaña en el equilibrio político y económico. El comercio y las inversiones, la inmigración y el incremento económico eran valores dominantes para las clases urbanas. Lo único que podía asegurar su progreso y prosperidad era una estabilidad impuesta, controlada y dirigida por la ciudad.

Muchas y diversas palabras se emplearon para describir la nueva época iniciada en el país. Sarmiento la llamaba civilización. Otros la llamaron liberal, burguesa o aluvional. Es verdad, la “europeización” y la modernización fueron los factores dominantes. El intenso interés por las Constituciones fue otro aspecto de este nuevo espíritu.

La Constitución Nacional de 1853, la Constitución del Estado de Buenos Aires en 1854, y las muchas Constituciones provinciales de la década del 50 reflejan la preocupación por modernizar la Argentina injertando en la situación local los principios del federalismo, del equilibrio de poderes, de las ramas de gobierno y otras técnicas políticas europeas y estadounidenses.

Asimismo se hicieron significativos esfuerzos por promover la modernización en los terrenos económico y financiero. La deuda argentina, tanto la provincial como la nacional, se consolidó y se amortizó, se renovó el pago de los intereses y se reconstruyó el crédito argentino, con lentitud pero en forma deliberada, en los mercados europeos de empréstitos.

Tanto las provincias como Buenos Aires, si bien por motivos políticos diferentes, se apresuraron en aceptar el principio de la libre navegación de los ríos interiores de la Argentina y en estabilizar y alentar los intercambios comerciales con el mundo por medio de tratados y representantes diplomáticos.

La conquista de la unidad fue el acontecimiento culminante de esa década. Dos logros importantes, el uno político y el otro económico, vinieron con este acontecimiento.

En este período surgió la estructura constitucional del Gobierno, modelada en la forma de una fuerte autoridad central por los provincianos en un momento en que creyeron que controlarían el Gobierno, sin embargo modificada en el espíritu de la autonomía local por los porteños cuando temieron perder el control.

La victoria porteña de 1862 no cambió esta estructura, pero hizo hincapié en la autoridad y los poderes ejercidos por el Gobierno Nacional.

En el dominio económico, los éxitos porteños indicaban con claridad la forma que tomaría el desarrollo futuro. El progreso argentino estaba destinado a extenderse desde el puerto al Interior. El rápido aumento de la producción de la lana en el Litoral en la década del 50, aseguraban esta expansión y refirmaron la confianza porteña en las industrias ganaderas y en el intercambio comercial con Europa.

Las inversiones extranjeras y la inmigración entraron en el país, pero siguieron concentrándose en torno de Buenos Aires. El desarrollo nacional se convirtió así en el progreso y la prosperidad del Litoral y especialmente del puerto.

La lucha para alcanzar la unidad terminó con la victoria de los porteños sobre las provincias. El equilibrio económico y político del poder se había desplazado hacia la costa y el puerto.

Una época había llegado a su fin y otra empezaba. El vínculo con Europa estaba a punto de ser forjado: una economía pastoril que buscaba los negocios, el capital y la cultura en el extranjero.

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