La anarquía de las misiones y el repoblamiento correntino del territorio
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“... Los individuos que componen un resto de las misiones residentes en las ruinas del antiguo pueblo de La Cruz ... se someten a la autoridad ... de la provincia de Corrientes”.
(Tratado del 19 de Abril de 1830)
La proximidad de la guerra cisplatina dio lugar al correntino Félix de Aguirre, antiguo Comandante de Yaguareté Corá (Concepción), designado en San Miguel, pero con apetencias sobre todo el devastado territorio misionero, del que se había intitulado su gobernador, a intentar su ordenamiento(1).
(1) Citado por Ernesto J. A. Maeder y Alfredo J. E. Poenitz. “Corrientes Jesuítica (Historia de las Misiones de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé y San Carlos en la Etapa Jesuítica y en el Período Posterior, hasta su Disolución)” (2006).
Su ambición de poder le requería pueblos más o menos ordenados para gobernar. Para ello, utilizando todo tipo de estrategias y subterfugios, se encargó de involucrar tanto a Entre Ríos como a Santa Fe, Estados con los que firmó pactos de alianza que buscaban mantener a raya las apetencias correntinas sobre su “provincia”.
El Congreso General Constituyente, de Abril de 1824, lo había reconocido como Gobernador de Misiones. En ese carácter, en Diciembre, nombra a otro mestizo correntino, Vicente Ignacio Martínez, corno Comandante de Yapeyú, a quien le ordena un plan de concentración de las familias dispersas en ese pueblo y en el de La Cruz. En la misma Nota, requería la inmediata recuperación del Paso de Higos (Monte Caseros), ocupado por un comandante enviado desde Curuzú Cuatiá.
Es decir que ya Corrientes ocupaba esa área, que el Tratado del Cuadrilátero le otorgara provisoriamente. En efecto, allí se había determinado que, hasta que un Congreso Nacional decidiese sobre los límites interprovinciales, la franja del Miriñay hasta el Mocoretá quedaría en poder de Corrientes, a pesar de los ancestrales derechos misioneros de ocupación.
Y Paso de Higos se hallaba, justamente, en ese espacio. Esto probablemente haya agravado las ya difíciles relaciones entre misioneros y correntinos por los límites jurisdiccionales en esa área.
La situación era confusa, porque los mismos cabildantes de San Roquito, en 1822, habían solicitado su incorporación a Corrientes,
“... en virtud de hallarnos sin protección alguna, por no haber autoridades ni jefe reconocido en Misiones, de la que hemos dependido, por lo que nos consideramos huérfanos y libres de las obligaciones al Gobierno de Misiones y debiendo unirnos y vivir en sociedad ... hemos resuelto todos, decididamente, por un convenio general, unirnos a la provincia de Corrientes, sujetarnos a su Gobierno Superior y componer una sola familia, uniéndonos ... y nos sujetaremos a sus leyes con entera subordinación, reconociendo por gobernador al señor, teniente coronel don Juan José Blanco y a los sucesores...”.
Sin dudas, que la desesperante situación posterior a la fracasada intentona ramirista de su República Entrerriana, habían llevado al Cabildo de la última capital misionera a pedir su anexión a Corrientes, en busca de mejores tiempos.
Semejante documento habían suscripto también las 1.600 familias guaraníes que se habían concentrado al norte del Iberá, en los pueblos de Yatebú (Loreto) y San Miguel.
Puede pensarse que el entusiasmo de Aguirre pudo haber cambiado la situación hacia finales de 1824. De cualquier modo, nuevos conflictos, esta vez internacionales, limarían las ya desgastadas voluntades del sufrido pueblo guaraní, lo que transformaba en una nueva utopía el plan reordenador de Félix de Aguirre.
Cuando ya las fuerzas nacionales se hallaban en el territorio misionero, prestas al inicio de la guerra con el Brasil, se distendió la relación en la zona, al aceptar Aguirre lo pactado en el Cuadrilátero.
Nuevas tormentas se presentaron en el escenario misionero durante la guerra con el Brasil. Reclutadas, una vez más, las escasas pero decididas fuerzas guaraníes, fueron derrotadas en el Paso del Rosario, en Noviembre de 1826, lo que motivó una nueva dispersión, huyendo el propio Aguirre hacia Mandisoví, al encontrarse las fuerzas correntinas en Misiones.
En Febrero de 1827, desde Yapeyú, con un puñado de hombres, Aguirre, empeñado en recuperar su poder, fue sorprendido por los leales al coronel misionero, Mariano Aulestia, y alejado de Misiones. Aulestia fue nombrado Gobernador, en Enero de 1827, siendo destituido, pocos meses después, por el Corregidor del Cabildo de San Roquito, Agustín Cumandiyú, lo que muestra la gravedad de la anarquía misionera de entonces.
En estos trances, fue destacada la actuación de Gaspar Tacuabé, oficial cruceño, nacido en 1804 quien, incorporado a las filas de Rivera en 1828, cuando fue fundada Bella Unión, tuvo relevancia posterior en el Ejército entrerriano, comandando el “Escuadrón de Naturales Restauradores” del general Urquiza.
La anarquía acaecida será la principal excusa para la concreción del sueño correntino de ocupación de las misiones. En Agosto de 1827, el gobernador Pedro Juan Ferré, dispuesto a sofocar los graves problemas políticos de Misiones, que afectaban los intereses de los ganaderos de Curuzú Cuatiá, sometidos a permanentes saqueos por aquéllos, en Nota al Congreso Provincial, informaba que preparaba 400 hombres “... bien armados y municionados” para intervenir en los conflictos misioneros.
Para ello consiguió también la anuencia del Gobierno de Entre Ríos, que autorizó a Ferré a tomar medidas efectivas para terminar con aquella anarquía. El 12 de Noviembre, después de algunos duros encuentros en Cambay y Tuyuné, Ferré escribía su famoso “Manifiesto sobre la marcha de Corrientes sobre Misiones” que justificaba su política anexionista.
Desde entonces, con el argumento esgrimido de restablecer el orden perdido en Misiones, Corrientes incorporó el área del río Miriñay hasta el Uruguay, desde al Aguapey al sur, a su territorio. Los escasos soldados yapeyuanos, cruceños y santotomeños tuvieron, en este último capítulo de la Provincia Guaranítica de Misiones una destacada actuación, bajo las órdenes de Pablo de la Cruz, oficial guaraní que dirigió el éxodo de sus hermanos de sangre hacia Mandisoví, primero, y luego a Bella Unión, después de la derrota ante Ferré.
Pablo de la Cruz tuvo luego una notable actuación en el Ejército entrerriano. Formó la compañía de dragones de Mandisoví y luego fue Sargento Mayor a cargo de un escuadrón de lanceros.
Actuó en Pago Largo, Caá Guazú, Arroyo Grande, Vences y, junto a Urquiza, en la batalla de Caseros. Murió en Federación, en la década de 1870. Casado con María Eusebia Pananyú, sus hijas se enlazaron con criollos, perdiendo así la pureza de sangre a partir de allí.
Los pactos formalizados con San Miguel y Loreto primero, que ya prácticamente desde principios de la década de 1820 se hallaban sujetos al Gobierno correntino, y el de La Cruz, en 1830, afianzaron la conquista militar correntina. De ahí en más y a partir de una política geoestratégica ejemplar, Pedro Ferré fue efectivizando la ocupación militar con un sistemático poblamiento, que tuvo su raíz en la Ley de Enfiteusis de Julio de 1830.