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Doña Toribia de los Santos, la cautiva que fallece en cautiverio

CORONEL DESIDERIO SOSA
Esposo de doña Toribia de los Santos que fallece en cautiverio

Esteban Bajac, en su bella y extensa oda Itatí, compendiando en escasos nombres de hijos de Itatí, su pretérito hazañoso, al referirse al coronel Sosa, lo hace en estos términos:

“... un Sosa, que en los campos de batalla
como en las selvas se destaca el cedro,
de buen soldado destacó su talla
para prez, honra y medro
de su patria argentina
y gloria de su cuna correntina”.

En verdad, que la figura del gran itateño emerge límpida en la constelación de rutilantes glorias militares que ha brindado la provincia de Corrientes(1).

(1) Material escrito por Gaspar Bonastre. “Coronel Desiderio Sosa (Esposo de Doña Toribia de los Santos que Fallece en Cautiverio)”. // Citado por Eduardo Rial Seijo y Miguel Fernando González Azcoaga. “Las Cautivas Correntinas de la Guerra del Paraguay (1865-1869)” (2007). Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes. Ed. por Amerindia Ediciones Correntinas, Corrientes.

El doctor Juan Eusebio Torrent, ministro que fue de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, amigo muy conocedor de su conducta, consideraba a Sosa, con la sola excepción de José de San Martín, el jefe militar más ilustre que la provincia de Corrientes dio al Ejército de la Nación.

Por nuestra parte, podemos afirmar que entre los distinguidos hombres de armas, nativos de Itatí, sólo el coronel Manuel Antonio Vallejos puede admitir paralelo con él. Ocho severas campañas, a lo largo de 25 años -dentro de los 49 de su vida- certifican la capacidad, el desinterés y el probado patriotismo de Sosa.

Desiderio (Antonio) Sosa, nació en el paraje Curuzú (ex Yacareí), en el Departamento de Itatí, el 29 de Diciembre de 1829(2).

(2) En la biografía del héroe, escrita por Pedro Bonastre, se da erróneamente como fecha de nacimiento el 31 de Diciembre de 1832, dato que fue suministrado por la medio hermana del coronel, doña Tránsito Ojeda de Meza. // Citado por Eduardo Rial Seijo y Miguel Fernando González Azcoaga. “Las Cautivas Correntinas de la Guerra del Paraguay (1865-1869)” (2007). Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes. Ed. por Amerindia Ediciones Correntinas, Corrientes.

Hijo de Angela Sosa y Angel Corrales, llevaba sangre heroica, ya que era sobrino del coronel Castor de León, ex maestro de escuela en Itatí, sacrificado bárbaramente por los rosistas después de Vences.

desiderio sosa

CORONEL DESIDERIO SOSA (1829-1878)
Su esposa, Toribia de los Santos fallece en cautiverio.

Criado por Clara Sosa, hermana de la madre, cursó los primeros grados en San Cosme (donde fue bautizado) y más tarde pasó a Corrientes e ingresar a la Escuela San Francisco, dirigida por el preclaro sacerdote, fray José de la Quintana; en esa escuela fue condiscípulo de Juan Eusebio Torrent, circunstancia muy importante de señalar, ya que muchas de las actitudes que tomó en momentos cardinales de la vida fueron determinadas por esa larga e invariable amistad.

La primera actuación de Sosa ocurre en 1849, cuando aún no tenía 20 años, con motivo del pronunciamiento encabezado en Itatí por su condepartamentano Manuel A. Vallejos (a) “el Pájaro”, contra el gobernador delegado Miguel Virasoro.

Sosa, al dirigirse en Setiembre de 1872 al Comandante General de Armas de la Nación, enumerando sus antecedentes, destinados a la confección de su foja de servicios, expresa:

1849. Siendo gobernador de Corrientes el señor general, don Benjamín Virasoro, senté plaza voluntariamente en la clase de Portaestandarte de Caballería de Línea en el escuadrón Escolta en el referido año e hice mi primera campaña a las órdenes del sargento mayor don Fermín Alsina, quien fue comisionado por el Gobierno de la provincia para reunir las milicias del Empedrado y marchar con ellas a sofocar la rebelión de Manuel Vallejos (a) “el Pájaro”; en esta corta campaña serví en calidad de Ayudante en Comisión del expresado mayor Alsina”.

Tres años después, en las filas de la libertad, su conducta valerosa en Caseros, causa admiración, “sosteniendo en tus manos -le decía el doctor Torrent, dirigiéndose al propio Sosa- el pabellón que triunfó en Caá Quazú, único blanco que Chilavert divisaba adonde dirigía su certera artillería que caía a tus pies como el granizo, haciendo levantar más alto ese símbolo venerado y aclarar lleno de valiente entusiasmo la libertad que fuiste a conquistar”.

Allí es ascendido a Teniente Primero.

Cuando Buenos Aires se puso al frente de la Confederación, a raíz del movimiento del 11 de Septiembre, se origina un ataque contra Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay), cuyos jefes eran los generales Manuel Hornos y Juan Madariaga, contando este último con dos batallones correntinos.

Allí Sosa hizo alarde de sin igual bravura, conducta que descollaba más gallarda aún al compararla con la de Madariaga, su inepto y pusilánime jefe. Un investigador de nuestra historia naval, Callet Bois, refiriéndose a este episodio expreso:

... la invasión fracasó por completo y uno de sus jefes, Madariaga, que había atacado a Concepción, tuvo que reembarcarse desastrosamente abandonando en tierra a gran parte de su gente”.

En su biografía de Sosa, Pedro Bonastre, con menos paliativos y más exactitud, comentando el mismo episodio anota, refiriéndose al itatiano:

¡Cómo padeció nuestro oficial cuando vio a sus compañeros muertos en el agua, cuando buscaban salvación a nado, mientras su cobarde jefe, sin participar de los peligros, ponía en marcha el buque, abandonando a los que, próximos a embarcarse, habían llegado hasta asirse de las cadenas!

A fines de 1861 juega papel decisivo en el movimiento que pone fin al Gobierno del canónigo doctor José M. Rolón -el gobernante era urquicista y la mayoría del pueblo correntino cifraba sus esperanzas en el general Mitre quien, finalmente, comprometió la participación de las fuerzas de Sosa-.

Con fuerzas muy inferiores, Sosa ostenta su proverbial intrepidez en los combates de Costa del Timboy y Laguna Pucú; en ambas acciones es ascendido en el campo de batalla.

toribia de los santos de sosa

TORIBIA DE LOS SANTOS DE SOSA
(+ ¿1868?)

Poco después, el general Mitre le obsequia una espada acompañado de una esquela donde, entre otras cosas, le dice lo siguiente, que demuestra la opinión que tenía del patriotismo y capacidad de Sosa:

Envío a Vd. la espada que encargué al doctor Torrent prometiese a Vd. en mi nombre, en la seguridad que Vd. la empleará en todo caso de la manera más digna para un patriota y para un valiente como en la revolución que ha devuelto a Corrientes sus derechos y libertades”.

En 1864 acompañó -en una breve expedición al desierto- al general Antonio Rivas alcanzando Azul y Tapalqué y había llegado a Corrientes para reclutar soldados para la remonta de los grupos de línea por orden del mismo jefe.

Cuando se produjo la artera invasión paraguaya a Corrientes, Sosa acude entre los primeros y sube al “Gualeguay” donde inicia una desigual y asombrosa resistencia; el denuedo que luce el valeroso soldado contagia a todos y hasta el grumete Pedro Romero, un niño de 12 años, se bate con la decisión de un veterano; cuando ya es imposible la resistencia, se tira al río y a nado gana la costa.

Ese mismo día del ataque a Corrientes, Sosa, con diligencia y tenacidad, se impuso la nobilísima y patriótica tarea de reclutar hombres para repeler al invasor; fue el origen del celebérrimo batallón “1ro. de Corrientes” (conocido con el nombre de “Batallón Correntino”) que alcanzaría insuperable renombre y gloria en los campos de la Guerra del Paraguay. Por cierto que, después, fue nombrado Jefe del mismo.

El primer suceso notorio en que interviene al frente de su batallón es en Itatí; ese 17 de Agosto de 1865, el espíritu del Gran Capitán de los Andes parecía haberse reencarnado en la bizarría de Sosa, a tal punto que asombra a los generales argentinos y uruguayos allí presentes.

Por su valor, el Gobierno argentino lo asciende a Teniente Coronel y el Gobierno de Uruguay le otorga medalla de oro; poco después, el Imperio del Brasil le concede idéntica laurea por la intervención que le cupo en la rendición de las fuerzas paraguayas en Uruguayana, que estaban al mando del coronel Antonio de la Cruz Estigarribia.

Interviene con su glorioso Cuerpo en Estero Bellaco, ataque y rendición de la fortaleza de Itapirú, batallas de Tuyutí, Yataity Corá y Curupayty, o sea, en todas las acciones capitales de la horrorosa contienda. En todas participa con la eficacia y bizarría que habría de ser indiscutible, al frente de su batallón, que se incorpora al Ejército comandado por el general Paunero, batallón que duplicó su fama cuando, con tropas diezmadas en Yataity Corá, acudió en ayuda y salvó a un batallón catamarqueño que se desbandaba y contuvo en una épica acción a más de tres mil paraguayos al mando del celebérrimo general José Eduviges Díaz, el futuro vencedor de Curupayty.

Los generales Daniel Cerri y José Ignacio Garmendia (este último, además, notable historiador militar) tienen, al comentar estos hechos de guerra, frases consagratorias para el comportamiento de Sosa y, muy especialmente, al examinar su descollante actuación en la mencionada acción de Yataity Corá, llevada a cabo en los días 10 y 11 de Julio de 1866, donde su papel asumió rango protagónico.

Como en la guardia nocturna había rotación, naturalmente correspondía algunas veces al aguerrido batallón y, por entonces, corrió en todo el frente y se popularizó la frase atribuida al general Gelly y Obes: “Podemos dormir tranquilos; está de guardia el Correntino”.

Mientras el bravo itatiano maravillaba con su coraje en los campos de batalla (vale la pena la digresión), en la capital correntina, conocidos ciudadanos de la sociedad se ponían a las órdenes del invasor, favoreciendo sus planes e incluso -como buenos conversos- persiguiendo a veces a sus compatriotas con más saña que el propio invasor.

Estaban entre ellos Roberto Bíllinghursth, Antonio Díaz de Vivar (el doctor Ramón Contreras, aclaró debidamente su situación), Rafael Gallino (h), el alférez Ricardo Azula, el juez Benjamín Romero y otros de menor importancia.

El 24 de Julio de 1865, cumpleaños del tirano paraguayo(3) se celebró un banquete en su honor, donde hubo varios brindis, que exactamente dos años más tarde los reproduce el diario “La Esperanza” (Gallino, por ejemplo, decía entre otras cosas:

... hoy a él (López), debemos cuánto existe, nuestra libertad, nuestro ser, nuestra armonía”, reiterando -al mismo tiempo- al Juez Federal, el pedido de procesamiento, como se había hecho en Córdoba y otras provincias, por traidores a la patria.

(3) Desde los remotos tiempos de la guerra, se consideró unánimemente en el Paraguay a López como un tirano repudiable, a ese hombre de quien el insigne paraguayo Juan Silvano Godoy dijo que “las generaciones se renovarán en el olvido e indiferencia de su nombre”. En Febrero de 1936, el presidente del Paraguay, general Rafael Franco, lo declaró por decreto: “Héroe Nacional sin ejemplar” (sic). Ya tienen la receta nuestros rosistas; cuestión de conseguirse un decreto... // Cita de Gaspar Bonastre, reproducida por Eduardo Rial Seijo y Miguel Fernando González Azcoaga. “Las Cautivas Correntinas de la Guerra del Paraguay (1865-1869)” (2007). Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes. Ed. por Amerindia Ediciones Correntinas, Corrientes.

Además, doña Toribia de los Santos de Sosa, esposa de nuestro héroe, soportó con otras distinguidas damas (las demás eran Encarnación Osuna de Atienza, Carmen Ferré de Alsina, Jacoba Plaza de Cabral y Victoria Bart de Ceballos), tremendo y prolongado cautiverio.

El gran soldado vivía moralmente abatido por esa virtual esclavitud de su esposa y por todos los medios trató de hacerle llegar su ayuda material y su palabra de consuelo. Cuando la histórica entrevista de Yataity Corá (la presencia de Sosa entre la oficialidad que acompaña a Mitre, verifica el altísimo concepto que tenía en él el Jefe Supremo de los Ejércitos Aliados), Sosa tuvo oportunidad de hablar con el capitán Francisco Martínez, ayudante del mariscal López, y le preguntó por su señora, pidiéndole al mismo tiempo le entregáse un retrato.

Martínez le expresó que su señora estaba bien, pero no se animó a llevarle el retrato porque temía comprometerse. ¡Cuál sería el aislamiento y trato que sufrirían esas infelices cuando todo un ayudante del Mariscal, supremo autócrata, no se animaba a cumplir tan inocente y caritativa misión!

Meses después se anuncia que el ministro de los Estados Unidos pasaría a las líneas enemigas, escoltado por soldados del generalísimo interino, marqués de Caxias; el corresponsal de un diario de la época -que firmaba con el seudónimo de Juniel- comentando este episodio expresaba:

Sé de un modo positivo que el ministro, prestándose deferentemente a la súplica del comandante Sosa, es conductor de una carta y una cantidad de dinero que envía el referido a su señora; el ministro aseguró que llegará.
Si así sucede, será un servicio de gran importancia para esas desgraciadas matronas argentinas”.

De las cautivas todas regresaron, menos ella; dejó sus huesos en tierra paraguaya. Sosa era hombre bastante culto, redactaba correctamente y escribía con caligrafía. Ejercía las funciones de Diputado en la Legislatura de la provincia cuando se produce la invasión de López Jordán. Sosa se alista en las filas correntinas al mando del coronel Baibiene y el 26 de Enero de 1871 se produce la batalla de Ñaembé que decreta el fin de las actividades del caudillo entrerriano, entre cuya tropa venía José Hernández, quien poco después habría de comenzar su inmortal “Martín Fierro”.

Es fama que la temeraria y oportuna carga iniciada por Sosa fue la causa del descalabro del caudillo, siendo ascendido al grado de Coronel en el campo de batalla; allí mismo fue ascendido a idéntico grado, el después General y presidente de la Nación, Julio Argentino Roca.

Todavía el gran soldado intervino en algunas acciones importantes. Dirigió la sangrienta batalla del Tabaco (4 de Marzo de 1872) en el Departamento de Empedrado, donde venció al coronel Santiago Baibiene, camarada de glorias en los campos paraguayos, concluyendo con el efímero Gobierno del doctor Agustín Pedro Justo, padre del presidente de la Nación del mismo nombre.

La insurección mitrista de 1874 contó con su apoyo. El Gobierno Nacional lo castigó reduciendo su sueldo a la mitad ... La última acción en que intervino fue el movimiento organizado por el doctor Nícasio Oroño contra el Gobierno de Santa Fe ejercido por don Santos Bayo. Fueron vencidos, pero tal fue la bravura y la habilidad desplegadas por Sosa, que dirigió una magistral retirada, que el pueblo de San Nicolás lo recibió como a un triunfador bajo una lluvia de flores.

En Sosa, su valor romancesco sólo conocía par en su firmeza y energía moral; un episodio que se recordó en el diario “Las Cadenas”, nos lo presenta de cuerpo entero. Cuando la invasión paraguaya, fue capturado un espía y enviado al Batallón Correntino al mando del entonces sargento mayor Desiderio Sosa.

El general Hornos, jefe de la vanguardia, tal vez para librarlo de un inevitable fusilamiento, impartió a Sosa la orden de hacerle aplicar quinientos azotes. El austero y digno oficial contestó que no lo haría “porque esa orden era contraria a la Constitución”.

Hornos, molesto por la “insubordinación” del "jefecito correntino" -como dijo- reiteró las órdenes en términos amenazantes.

Sosa contestó -a su vez- que él, respetuoso de la Constitución, jamás cumpliría esa orden y si quería azotar al preso que mandase a sus asistentes para que lo hicieran. El general se tragó la lección y calló. De ese calibre era la dignidad y el pundonor de Desiderio Sosa.

Con motivo de la biografía que, cuando joven, escribió de él Pedro Bonastre, requirió a distinguidos ciudadanos sus opiniones acerca del héroe.

Lucio V. Mantilla (que posiblemente lo conoció en la expedición al desierto que mencionamos), entre otros conceptos expresa:

El coronel Sosa, con la lanza en la mano era un paladín terrible”; Bartolomé Mitre, por su parte afirma: “Es uno de los militares más distinguidos que la provincia de Corrientes ha dado al Ejército Nacional”; y Carlos Guido Spano, que se envanecía con su amistad, lo califica de “valerosísimo soldado” y añade:

Lo conocí accidentalmente; simpaticé con él y fui su amigo.
Me atraía su bizarría, su porte militar, su natural franqueza. Me pareció siempre un hombre de acción y esta creencia la confirmé con el relato de sus hazañas, hecho por quienes las conocían en sus detalles. En el Paraguay se portó como un león”.

Pobre y desalentado por calumnias y vilezas increibles, levantadas por sus propios correligionarios, los liberales correntinos, falleció en Buenos Aires a los 49 años de edad, el 5 de Mayo de 1878.

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