La destrucción de los pueblos de San Carlos, Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú (1816-1819)
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- Arden las misiones. Andresito y sus luchas contra el Imperio del Brasil
“Es increíble que un enemigo indisciplinado, sin orden y puesto en confusión, siguiese por espacio de varias horas, a punto de hacer balancear nuestras armas”.
(Das Chagas Santos, 28 de septiembre de 1816)
Ocupado el Departamento de Candelaria por las fuerzas paraguayas, Andresito, cumpliendo órdenes de su jefe, José Gervasio Artigas, iniciará, inmediatamente a la recuperación de Concepción, su marcha sobre los pueblos del Paraná(1).
(1) Citado por Ernesto J. A. Maeder y Alfredo J. E. Poenitz en, “Corrientes Jesuítica (Historia de las Misiones de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé y San Carlos en la Etapa Jesuítica y en el período posterior, hasta su disolución)” (2006), Corrientes.
En agosto de 1815, medio millar de hombres, comandados por Guacurarí, se acantonaron un tiempo en el pueblo de San Carlos, para la organización de la campaña. Figuraban, entre ellos, oficiales que tendrían destacada actuación contra las fuerzas de Chagas: Julián Baruyé, Ignacio Mbaybé, Manuel Cayré, Blas Uré, entre otros.
En septiembre, postrado por una enfermedad, desde San Carlos, conminaba Andresito a José Isasi, comandante paraguayo de Candelaria, que se le uniese o abandonase aquel territorio, reiterando que “al otro lado del Paraná es la frontera de la provincia republicana”.
El 12 de septiembre, las fuerzas de Andresito, al mando de Manuel Miño y el Padre Domingo Acevedo, sacerdote incondicional del caudillo guaraní) se apoderarán de Candelaria, ante la oposición de 300 hombres, la que fue recuperada por la soldadesca artiguista. Con ello, volvían a reintegrarse, a la Provincia de Misiones, además de la capital departamental, los pueblos de Santa Ana, Loreto, Corpus, San Ignacio y el extenso espacio hasta el Santa Lucía, en la Provincia de Corrientes, ocupado por los paraguayos desde 1811.
Hasta enero de 1816, permaneció Andresito en las riberas del Paraná, ordenándole Artigas su regreso a Santo Tomé para, desde allí, controlar la costa del Uruguay, fronteriza con el Imperio lusitano. Comenzaba en aquel lugar la sangrienta lucha contra las fuerzas de Chagas Santos.
Hasta mediados de 1816, el comandante Andrés se dedicó a preparar el plan de contraofensiva con los brasileños, preparado por José Artigas. Se instaló, por ejemplo, un taller de reparación de armas en San Carlos y se entrenó militarmente a la población activa de los pueblos misioneros, bajo el mando del coronel Miño y Pantaleón Sotelo.
En septiembre de ese año inicia Andresito la marcha sobre el Cuartel General de Chagas, en San Borja, localidad que es sitiada a partir del 21 de ese mes. Eran entre 1.500 y 2.000 soldados, armados básicamente con lanzas y unas pocas armas de fuego.
Las fuerzas brasileñas defendieron la plaza con 14 cañones, bayonetas y varias compañías de milicianos guaraníes. Uno de los oficiales de aquella plaza, Vicente Tiraparé, se plegó a las fuerzas de Andresito en esa oportunidad, acompañándolo desde ahí, en toda su campaña. Pantaleón Sotelo, desde Yapeyú, debía acompañar el sitio, pero, por un golpe de fortuna, el teniente coronel José de Abreu, quien venía desde Alegrete en defensa de los sitiados en San Borja, se encuentra, en el paso de Santa María, con las fuerzas del general misionero, venciéndolo en duro combate.
La llegada posterior de Abreu, con 650 hombres bien armados, obligó a Andresito a abandonar el intento de la toma del cuartel de Chagas. A partir de allí, el general brasileño iniciará la contraofensiva. El 19 de enero de 1817 cruza Chagas el Uruguay, por el paso de Itaquí, en busca de Andresito, que se hallaba en La Cruz. Este retrocede, alejando la población de la presencia enemiga y concentrando la misma en el Paso del Rosario, sobre el Miriñay.
Al día siguiente, Chagas se acantona en La Cruz y envía a un segundo, el mayor José María de Gama Lobo, con 330 hombres de caballería, hacia Yapeyú, a la que encuentra también desierta. Ambos pueblos fueron incendiados, destruidos y sus bienes trasladados al territorio brasileño, lo que le valió a Chagas el mote de “Atila del Uruguay”.
Paralelamente a la campaña de los pueblos meridionales, otras partidas reducen a cenizas el pueblo de Concepción, el 19 de enero. Chagas, mientras tanto, después de destruir La Cruz y Yapeyú, se dirigió por las costas del Uruguay hasta Santo Tomé, la que es ocupada sin oposición.
Chagas, desde allí, envía a Manuel José de Mello a destruir los pueblos de Santa María, San Javier y Mártires. El teniente Luis de Carvalho, mientras tanto, llegado a Candelaria con el mismo objetivo de destrucción, destroza y saquea los campos entre San Carlos y Candelaria, localidad que había sido abandonada por Ignacio Mbaibé, quien se replegó a la frontera con Corrientes.
Los pueblos del Paraná, debido a su aún irresuelta jurisdicción, fueron respetados, para no ganarse la animadversión del Gobierno paraguayo, que pugnaba por su dominio. En un informe al marqués de Alegrete, Chagas Santos resumía los logros de su campaña:
“Destruidos y saqueados los siete pueblos de la margen occidental del Uruguay; saqueados solamente los pueblos de Apóstoles, San José y San Carlos, dejando hostilizadas y arrasadas todas las campañas adyacentes a los mismos pueblos por espacio de cincuenta leguas, además de que nuestra partida de Carvalho caminó más de 80 leguas, para perseguir y derrotar a los insurgentes. Se saqueó y se trajo de este lado del río cincuenta arrobas de plata, muchos y ricos ornamentos, muchas y buenas imágenes, 3.000 caballos, igual número de yeguas y 1.300.000 reis de plata”.
Era la realidad que presentaban los pueblos misioneros, por el “escarmiento” portugués. Con él quedaban definitivamente destruidas las otrora pujantes reducciones jesuíticas.
El remanente de la población misionera buscó refugio en los límites con Corrientes, naciendo así poblaciones como Yatebú (actual Loreto), San Miguel, en el norte del Iberá, o San Roquito y Asunción del Cambay, sobre el Miriñay, en el área meridional de la provincia guaranítica.
Machón consigna una cifra aproximada a los dos millares de muertos y unos 360 prisioneros, como saldo de la contraofensiva lusitana en el territorio misionero. Pero lo más grave es que, a partir de allí, la población guaraní, heredera de las misiones, quedó definitivamente disuelta, sus pueblos destruidos y sus producciones devastadas.
Pero la lucha entre Andresito y Chagas no terminó allí, a pesar de las consecuencias aludidas. En marzo, con las familias errantes por las campañas misioneras, se había fundado Asunción del Cambay, que, por un breve lapso, fue la capital misionera.
Desde allí, Andresito se organiza para la reconquista de La Cruz, la que el 12 de marzo es recuperada, en breve combate librado con las fuerzas dejadas por Chagas. Desde allí, y con la ayuda de tropas correntinas, reocupa los otros pueblos asolados por los brasileños, preparando heroica venganza contra aquéllos.
A mediados de 1817, se reinician las hostilidades. Ante la reorganización de las fuerzas guaraníes de Andresito, Chagas Santos repasa nuevamente el Uruguay y se dirige a Apóstoles, donde había acantonado parte de sus fuerzas el cacique artiguista.
El 2 de julio se enfrentan nuevamente, repeliendo heroicamente las fuerzas de Guacurarí la arremetida portuguesa. Andresito no estaba allí, pero su participación define en su favor la batalla.
Desde San José, enterado de la presencia de los luso-brasileños, apura su socorro a la sitiada Apóstoles, la que libera, a pesar de la fuerte oposición del coronel José Maria da Gama Lobo, oficial de Chagas, quien salió a su encuentro.
El Padre Joao Pedro Gay, canónigo de San Borja en la década de 1860 y principal fuente histórica a partir de su "Historia da Republica Jesuitica do Paraguay", indica en su obra que a partir de allí, “Andresito volvía a ser dueño y señor de las misiones”.
En marzo de 1818, la localidad de San Carlos, aún no destruida, sino sólo saqueada, según el informe de Chagas Santos, va a ser escenario de una de las batallas más crueles de los misioneros artiguistas contra los misioneros orientales.
El fracaso en Apóstoles provocó una nueva actitud de represalia de Chagas quien, el 18 de Marzo cruzaba nuevamente el Uruguay, por Santo Tomé, tras las fuerzas de Andresito.
El día 30, con una tropa superior en número a la que había utilizado el año anterior en Apóstoles, invadió San Carlos. Tropas misioneras y correntinas se defendieron heroicamente en la iglesia y el colegio, en espera de refuerzos.
El 2 de Abril, el capitán correntino Aranda, quien participó a favor de los misioneros durante toda la etapa de Andresito, llegó en auxilio de los sitiados, pero la mala fortuna de la explosión de un polvorín dentro del colegio, donde se habían refugiado cientos de combatientes, apuró el resultado a favor de Chagas, de un combate que duró cuatro días y fue uno de los más sangrientos de todos los librados en ese caótico período.
Aranda murió en la acción, al igual que otros oficiales guaraníes. Andresito, según informa Martín de Moussy, con un grupo de oficiales, quebró las fuerzas enemigas retirándose de la lucha para evitar ser detenido. Chagas, como ya había hecho con la mayoría de los pueblos misioneros, después de remitir prisioneros y bienes a San Borja, destruyó todo lo que quedaba en pie en esa plaza.
Desde Tranquera de Loreto, límite entre las misiones y Corrientes, Andrés Guacurarí planificó una inmediata respuesta contra las fuerzas luso-brasileñas. Para ello, solicitó hombres y armas al gobernador de Corrientes, Juan Bautista Méndez, quien ordenó -al jefe correntino Francisco Vedoya- que fuera en auxilio del cacique artiguista.
Este, movido por intereses personales e influencias políticas opositoras a Artigas, no sólo desoyó la orden, sino que con las fuerzas que debió auxiliar a Andresito, se dirigió a Corrientes, destituyendo al gobernador artiguista Méndez.
José Artigas decidió, entonces, el envío de Andresito a Corrientes para restablecer su poder en aquella capital. Ese hecho impidió la concreción de la estrategia de Andresito contra los misioneros orientales, pues debió marchar hacia Corrientes para restablecer el orden a favor del caudillo oriental.
No fue tarea fácil, para las desgastadas fuerzas guaraní-misioneras, sofocar la rebelión de Vedoya. Más de dos meses y varios encuentros con las tropas rebeldes correntinas en Saladas, Caá Catí, Curuzú Cuatiá, fueron necesarios para retomar el poder, constituyéndose Andresito, a partir de mediados de Agosto, en Comandante General de Misiones y Corrientes.
A fines de Septiembre, reponía en el cargo a Juan Bautista Méndez. Hasta Marzo de 1819 permaneció en Corrientes Andrés Guacurarí, y en esos meses debió apoyar a Santa Fe en sus luchas contra el Gobierno porteño y repeler una invasión naval paraguaya a la capital correntina.
Pero no olvidó a su principal enemigo, Francisco das Chagas Santos, ni a sus destruidos pueblos misioneros, a los cuales regresó a fines de aquel mes, con la intención de iniciar una nueva ofensiva contra las Misiones Orientales, a pedido de José Artigas.
A fines de Abril, desde Santa María, iniciaba su última operación militar. En una operación de pinzas, acompañado por el mismo Artigas desde el sur de las Misiones Orientales y por las fuerzas de Cayré, que operaba en La Cruz, cruzó el Uruguay, por última vez, con más de 1.500 soldados, asentándose en San Nicolás.
Un sorprendido Chagas intenta, diez días después, recuperar ese pueblo, acción que es resistida por Andresito. Pero Chagas no estaba solo. El propio Capitán General de Río Grande, el conde de Figueiras, y el coronel José de Abreu se unen a Chagas para protagonizar la derrota final de las fuerzas guaraní-misioneras de Andresito Artigas, en el paso de Itacurubi, el 6 de Junio de 1819.
En escaramuzas siguientes, perdió la vida Vicente Tiraparé, fue apresado el comandante correntino Sánchez Negrete y el mismo Andresito es detenido por las fuerzas portuguesas en el Paso de San Lucas, cuando intentaba regresar. Las fuerzas de José Artigas, como las de Manuel Cayré, nunca llegaron.
El valiente Andresito debió luchar solo, contra lo mejor de las fuerzas riograndenses. Junto a su leal sacerdote, el Padre Domingo Acevedo, el caudillo guaraní fue enviado a Porto Alegre en Septiembre y, desde allí, a Río de Janeiro.
El historiador misionero, Jorge Machón, estudioso de este período, narra que a mediados de 1821, ante la posibilidad de la liberación de su destierro, merced a una riña con marineros ingleses, Andresito es nuevamente encarcelado en la Ilha das Cobras, donde probablemente haya muerto, pues de allí en más no se ha conocido el paradero de este valiente indio guaraní santotomeño-sanborjista (Machón señaló tiempo después, que Andresito llegó a ser puesto en libertad, desconociéndose su final fuera de la prisión).
Las misiones sin Andresito. La hora de los caudillos santotomeños, Pantaleón Sotelo y Francisco Javier Sití
“... convoco al pueblo a la Misa de honras ...
por nuestros finados hermanos, quienes,
en defensa nuestra y esforzándose hasta lo último,
tuvieron la gloria de morir
con honor en el campo de batalla”.
(Cabildo de Corrientes al pueblo, en homenaje a Pantaleón Sotelo,
muerto en combate, 15 de Febrero de 1820)
La sucesión de Andresito fue un tema que debió resolver el mismo José Artigas. Para tal fin, ante el apresamiento de aquél por los portugueses, convocó a los principales lugartenientes del ex comandante de las fuerzas misioneras, a una reunión en la improvisada capital de las Misiones, el campamento de Asunción del Cambay.
La principal decisión fue el reconocimiento de Artigas de la imposibilidad de la continuación de las luchas contra el Imperio del Brasil. Las ciudades destruidas, los campos arrasados y baldíos, la sociedad guaraní casi totalmente disuelta, la amenaza constante de los Estados limítrofes, eran razones más que suficientes como para no continuar con utopías militares.
Al mismo tiempo se decidió el nombramiento de Pantaleón Sotelo, un indio guaraní, con su apellido españolizado, nacido en Santo Tomé, como nuevo Comandante General de Misiones. Casado con una yapeyuana, María Victoria Mbaré, había acompañado a José Artigas en el primer sitio de Montevideo de 1811; en el segundo sitio, de 1813; en el Exodo Oriental hacia el Salto Chico, designándolo Artigas, siendo teniente de gobernador de Misiones, como instructor de milicias del Departamento de Yapeyú. Fue segundo Jefe del Ejército de las Misiones Occidentales, después de Andrés Guacurarí.
La primera y trascendente misión de Sotelo fue la de preparar las fuerzas misioneras que habían sobrevivido al desastre contra Chagas, para acompañar a Artigas en su intento de desalojo de los portugueses de la Banda Oriental. Una vez más los valientes guaraníes eran trasladados, como en toda esta triste época y como se seguirá repitiendo en varias décadas posteriores, a defender intereses que no siempre los afectaban directamente, como en este caso. Pero allá fueron, tras el líder que habían elegido años atrás, a cuya causa toda la sociedad guaraní-misionera ofrendó su destino.
Después de algunos pequeños triunfos en tierra oriental, el 22 de Enero ocurrió la desgraciada batalla de Tacuarembó, en la cual, las fuerzas artiguistas al mando de Andrés Latorre, secundado por los guaraníes Manuel Cayré y Pantaleón Sotelo fueron destrozadas por el ejército portugués, muriendo en este combate el mismo comandante misionero.
La derrota en Tacuarembó prácticamente marca el final del liderazgo de José Artigas de la Liga de los Pueblos Libres. Pocas semanas después, el segundo del oriental, el entrerriano Francisco Ramírez, rompía relaciones con Artigas, obligándolo a abandonar el escenario misionero.
La mayoría de los jefes guaraníes habían muerto en los graves acontecimientos de esta catastrófica década. Quedaban sólo oficiales de segundo plano, entre los que se encontraba el también santotomeño Francisco Javier Sití, quien en la improvisada capital de las destruidas misiones, que aún conservaba la categoría de Provincia, Asunción del Cambay, fue nombrado nuevo Comandante General de las Misiones Occidentales, el 5 de Marzo de 1820.
Ya entonces, la estrella de Artigas había languidecido, su liderazgo estaba en total decadencia y, a pesar de algunos intentos de mantenimiento de la lealtad de aquellos valientes soldados guaraníes que lo acompañaban desde la primera hora, en Julio, Francisco Javier Sití decide pactar con el entrerriano Francisco Ramírez.
Esto traerá malestar entre los oficiales guaraníes, divididos en sus adhesiones a Artigas o Ramírez. Algunos seguirán con el oriental, lo que provocará desobediencias y deserciones, quizás por primera vez en toda la era artiguista, en el alicaído ejército guaraní.
En la mitad de 1820, Artigas ya no tenía más que unos pocos aliados misioneros. Había perdido su liderazgo en la Banda Oriental, en Entre Ríos y en gran parte de la oficialidad guaraní. Sólo le quedaba un camino, a pesar de un último frustrado intento por reponer su autoridad en Asunción del Cambay, defendida férreamente por los segundos de Sití, en Agosto. El único destino posible era el Paraguay, y hacia allí se dirigió el oriental, donde trascurrió el resto de su vida.
El corto tiempo de relaciones entre Ramírez y Sití fue caracterizado por una larga lista de conflictos entre ambos, los que, según Machón, tenían una razón más económica, la explotación de los yerbales, que política. A fines de 1821 y decidido el entrerriano a poner fin a lo que consideraba una rebeldía de su subordinado, envía fuerzas de su provincia, al mando de Gregorio Piris, hacia las misiones, con el objeto de intimidar a Sití e imponer su autoridad en aquella parte de su República.
Dispuesto a dar lucha, el comandante guaraní instala su Cuartel General en su pueblo natal, Santo Tomé, siendo atacado el 13 de Diciembre de 1821 por las fuerzas de Gregorio Piris, y obligado a cruzar el Paso del Hormiguero junto a cientos de misioneros occidentales que, finalmente, se instalaron en el pueblo de San Miguel.
Años más tarde Sití, último Comandante General guaraní de las Misiones Occidentales, acompañará a Fructuoso Rivera en la reconquista de las Misiones Orientales, formando parte, como teniente coronel del Estado Mayor del Ejército del Norte, en Bella Unión.
Alejado Sití del territorio mesopotámico, ya no habrá más comandantes generales, ni tampoco sobrevivirá la cadavérica Provincia de las Misiones. Como parte de la República Entrerriana de Ramírez, un caudillo criollo, el capitán Nicolás Cabral, será el comandante del campamento de Asunción del Cambay y un mestizo correntino, Félix de Aguirre, administrará la importante población de San Miguel, conformada íntegramente por familias guaraníes emigradas desde los pueblos septentrionales, destruidos por el Paraguay en 1817.
En aquellas ruinas del Alto Paraná, quedaría Nicolás Aripí, quien se encargaría de recibir al sabio francés Amado Bonpland, a su llegada a las misiones, en Julio de 1821.