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Curuzú (batalla)

El sudoeste de Paraguay se había convertido en el lugar más fortificado de Sudamérica. Aparte de las obras a lo largo del Estero Bellaco y de Humaitá propiamente dicha, los ingenieros del mariscal habían comenzado a construir una compleja línea de trincheras en Curupayty. Localizada a unos 2 kilómetros al sur de la fortaleza, estas obras corrían en dirección perpendicular por 5 kilómetros desde la costa del Paraguay hasta los pantanos de Laguna Méndez.

Justo debajo de Curupayty, a mil metros de la orilla, se levantaba una fortificación subsidiaria en Curuzú, cuya única batería constituía la primera línea defensiva de López en el río. Esta era la posición que los brasileños se proponían ahora atacar.

Los hombres del mariscal no habían estado inactivos desde la victoria en Boquerón. Conscientes de su debilidad en el flanco derecho, cavaron una nueva trinchera desde Paso Gómez, en un arco alrededor del interior del Potrero Sauce. La abertura de este último fue luego profundizada y convertida en un canal para desviar el curso del Bellaco(1).

(1) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 167. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Las construcciones también continuaron en Curupayty, donde los paraguayos habían colocado una cadena que atravesaba el río hasta el Chaco. Pero sólo habían completado en parte la trinchera al sur de Curuzú. Además, aunque López poseía algunas reservas de tropas veteranas en los campamentos arriba de Tuyutí, no las trasladó a las orillas del Paraguay. Como resultado, dejó Curuzú inexplicablemente expuesto, hasta el punto de poner en riesgo todas las defensas en esta sección del frente.

El 29 de Agosto, Pôrto Alegre reunió a su Segundo Cuerpo para comenzar el embarque cerca de Itapirú. Más de la mitad de la fuerza expedicionaria había abordado los doce barcos de transporte, cuando llegó la noticia de que el barón había pospuesto la partida, alegando una caída en la presión barométrica y la consecuente amenaza de lluvia que, efectivamente, se precipitó fuertemente durante las siguientes treinta y seis horas.

El 1 de Septiembre, las tropas de nuevo abordaron los buques para el corto, pero peligroso viaje río arriba del Paraguay. Los brasileños tenían que preocuparse no solamente por las baterías costeras y las minas; los hombres de López habían también hundido varias barcazas cargadas con piedras que podían dañar las quillas de los barcos. Para entonces, las trampas probablemente se habían movido con la fuerte corriente y nadie sabía dónde podían estar. Tamandaré decidió correr el riesgo. Sus ingenieros finalmente habían diagramado una ruta a través de las minas(2).

(2) La búsqueda de una ruta a través de las minas paraguayas había sido efectuada por hombres a bordo de un pequeño vapor, el “Voluntário da Pátria” (con fuego de cobertura proporcionado por el “Belmonte”) que, cuidadosamente, se deslizó entre los obstáculos y encontró una vía segura a lo largo de la orilla occidental del río. Ver: Visconde de Ouro Preto. “A Marinha d’Outrora”, (Rio de Janeiro, 1981), pp. 141-2. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Alrededor de las 07:30, el almirante zarpó al frente a bordo del “Magé”. Fue seguido por los acorazados “Bahia”, “Lima Barros”, “Rio de Janeiro”, “Brasil”, “Barroso” y “Tamandaré”; las cañoneras “Ypiranga”, “Beberibé”, “Parnahyba”, “Belmonte”, “Yguatemí”, “Mearim”, “Greenhalgh”, “Chuí”, “Ivaí” y “Araguarí”; una docena de barcos de transporte, dos buques de comando y un barco hospital. Era una flotilla impresionante, moderna para cualquier estándar de la época. Contaba con 80 cañones, la mayoría de 32 y 68 libras (con varios Whitworth de 150 libras en los acorazados)(3).

(3) Comunicación personal con Reginaldo J. da Silva Bacchi, São Paulo, 29 de Enero de 2008. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pese a todo, más allá de su poder de fuego, los brasileños tenían razones para sentirse aprensivos, ya que tenían que pelear en un escenario fluvial que solamente estaban comenzando a entender. Podían mostrar resolución y templarse a sí mismos para la batalla, pero estaban preocupados. A las 11:00, los acorazados dejaron a los barcos de madera anclados cerca de los pastizales de la Isla de Palmar y avanzaron río arriba para barrer las baterías enemigas en Curuzú y Curupayty.

Mientras tanto, Pôrto Alegre desembarcó a sus voluntarios -zuavos baianos y otras unidades- media legua al sur. Envió una pequeña patrulla al lado del Chaco para buscar un ángulo ventajoso desde el cual bombardear al Paraguay a través del río(4). El resto de sus unidades avanzó aceleradamente al norte hacia Curupayty, para bloquear cualquier refuerzo que el mariscal pudiera enviar desde esa dirección. El comando del barón contaba con 4.141 infantes, 3.564 jinetes (muchos de los cuales pelearon desmontados ese día) y 710 artilleros(5).

(4) Un miembro del grupo era un irlandés, John Neale, quien imprudentemente se alejó de la vista de su buque y cayó en manos de los paraguayos junto con varios de sus camaradas. Él y los otros fueron pronto transportados río arriba hasta Curupayty, donde fueron interrogados y relativamente bien tratados. Neale conoció a madame Lynch y a varios otros expatriados europeos antes de ser enviado a Asunción, donde permaneció dos años como changador. Fue liberado por los brasileños durante la campaña de la Cordillera en 1869 y produjo un corto, pero colorido relato de su cautiverio para “The Standard” (Buenos Aires), 2 de Septiembre de 1869.
(5) Pompeyo González [Juan E. O’Leary]. “Recuerdos de gloria. 3 de Septiembre de 1866. Curuzú”, en: “La Patria” (Asunción), del 4 de Septiembre de 1902.
// Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Esta sustancial fuerza encontró una solitaria legión de la infantería enemiga patrullando la costa del río. Sorprendidos por el gran número de soldados aliados que avanzaba hacia ellos, los paraguayos lanzaron una ronda de mosquetería y se retiraron rápidamente a las espesuras de Curuzú.

El bombardeo aliado a esta trinchera no resultó tan bien como deseaba Tamandaré. Las baterías paraguayas estaban protegidas por travesaños densamente cubiertos por enredaderas que, por su flexibilidad, resistían los proyectiles hostiles. Durante varias horas, la flota disparó bomba tras bomba a los precarios parapetos enemigos, pero la mayoría se fue ancha. Los cañoneros navales brasileños habían tenido poca práctica y casi ninguna experiencia bajo fuego.

El humo gris rápidamente cubrió todo a su alrededor y entró en sus ojos, lo que hacía que apenas pudieran distinguir el blanco. Los cañoneros de López, en contraste, hicieron un trabajo respetable ese día, con sus 8 y 32 libras causando un sustancial daño a los barcos. En cierto momento, el “Ivaí” se acercó demasiado y los paraguayos hicieron un enorme agujero en una de sus canteras. Pocos buques atacantes escaparon sin rasguños.

Al anochecer, la flota se retiró para recomenzar el bombardeo en el mismo punto a la mañana siguiente. El “Lima Barros”, el “Brasil”, el “Bahia” y el “Barroso” navegaron por el canal principal hacia Curupayty, disparando durante todo el trayecto, aunque de nuevo con limitado efecto. Los paraguayos resistieron enérgicamente por horas y, aunque pudieron acertar al “Bahia” con varios proyectiles en treinta y ocho ocasiones distintas, el barco, desafiantemente, continuó su ruta. Un maquinista a bordo del “Lima Barros” murió, sin embargo, y una buena cantidad de otros marineros sufrieron serias contusiones y heridas de esquirlas(6).

(6) Visconde de Ouro Preto. “A Marinha d’Outrora”, p. 145. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Para los paraguayos agazapados en la poco profunda zanja, el momento más satisfactorio llegó a eso de las 2 de la tarde. El ruido era ensordecedor, los soldados se recostaban en las paredes húmedas de la trinchera y se tapaban los oídos. A través del humo, divisaron el “Rio de Janeiro”, que en sus idas y venidas por el agua ya había recibido dos impactos en su coraza de cuatro pulgadas. Navegaba hacia el Chaco cuando chocó con dos “torpedos sumergidos” de Mieszkowski.

La explosión resultante rasgó la base del buque, que se hundió en pocos minutos. Se ahogaron 51 tripulantes y cuatro oficiales, incluyendo el comandante del barco, Américo Silvado, un teniente primero que había servido en la Armada francesa(7). Este fue el gran y único triunfo del ingeniero polaco. Ningún otro buque aliado se perdió a causa de las minas paraguayas durante todo el curso de la guerra(8).

(7) El único oficial que sobrevivió al hundimiento del “Rio de Janeiro” fue el teniente Custodio José de Melo quien, en calidad de Almirante, veintisiete años después, lideró un importante motín naval contra el nuevo Gobierno republicano. Sobre el hundimiento en sí, ver: Efraím Cardozo. “Hace Cien Años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870” (1968-1982), publicadas en “La Tribuna”, tomo 4, pp. 196-7 (trece volúmenes). Ediciones EMASA, Asunción; reporte del corresponsal de guerra “Falstaff” (Héctor Varela), vapor “Guaraní”, Corrientes, 7 de Septiembre de 1866, en “La Tribuna” (Buenos Aires), del 11 de Septiembre de 1866; y “As Experiencias do Capitão James H. Tomb na Marinha Brasileira, 1865-1870”, en: “Revista Marítima Brasileira” (Enero-Marzo 1964), p. 45. En el lado paraguayo, Natalicio Talavera atribuyó el hundimiento a una bomba disparada desde las baterías de Curuzú (“El Semanario”, 8 de Septiembre de 1866); esta opinión fue secundada por el hijo del comandante del barco, quien señaló también que la rápida inmersión del “Rio de Janeiro” ocurrió debido a que llevaba un pesado cañón y bolsas de arena como lastre. Ver: Americo Brazilio Silvado. “A Nova Marinha. Reposta a Marinha d’Outrora” (Rio de Janeiro, 1897), pp. 191-193. A pesar de estas dudas, la preponderancia de la evidencia favorece la interpretación de Tamandaré, Thompson y los otros observadores, que sostuvieron que fue un “torpedo” el responsable del hecho. En aguas bajas, el oxidado casco del “Rio de Janeiro” todavía puede ser visto hoy, aunque está muy escondido entre el follaje y el barro; algunos dicen que ese vestigio más probablemente corresponde al barco hospital brasileño “Eponina”, que encalló en la misma proximidad, en Enero de 1867. Ver: Javier Yubi. “Eponina a la vista”, en “ABC Color” (Asunción), del 30 de Noviembre de 2008.
(8) Mieszkowski tuvo poco tiempo para disfrutar su victoria. Masterman lo relató de esta manera: “Una mañana de “septiembre [...] Mischkoffsky [sic] comenzó como de costumbre con un torpedo; no había llegado lejos en el río cuando se percató de que se había olvidado algo, por lo que le dijo a Jaime [Corvalán] que lo dejara en la costa y esperara a que regresara. Pero sólo esperó hasta que su superior estuviera fuera de vista y les dijo a los muchachos que siguieran remando; cuando estuvieron debajo de las baterías, escapar fue fácil y se pasaron a los brasileños, con torpedo y todo. El ingeniero [...] buscó en vano la canoa perdida y luego, de vuelta en Humaitá, reportó lo que había pasado. Fue arrestado de inmediato, acusado de connivencia con la deserción, le pusieron grillos dobles y luego lo degradaron [...] y lo enviaron al frente, donde pronto murió”. George Frederick Masterman. “Seven Eventful Years in Paraguay” (1869), p. 113. Ed. S. Low, Son and Marston”, Londres.
// Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En cuanto a los hombres en Curuzú, no pudieron detenerse a celebrar, ya que el bombardeo duró hasta el anochecer. Hacía temblar la tierra y lanzaba metrallas y barro por todos lados. En total, la Marina disparó unos 400 proyectiles el 2 de Septiembre. Asombrosamente, solo un paraguayo murió, un explorador que se había trepado a un árbol para observar los movimientos del enemigo al sur, y voló en pedazos por su osadía(9).

(9) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 170. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Hasta ese momento, la inversión naval en Curuzú no había recompensado el esfuerzo brasileño. Tamandaré había golpeado las obras paraguayas durante dos días y, pese a la enorme cantidad de munición que gastó, no las pudo dañar. Pôrto Alegre se sentía tenso por el próximo enfrentamiento terrestre y esto quedó revelado en un mensaje que envió a Mitre al final de la tarde del 2 de Septiembre. En términos que revelaban su poca confianza, rogó al comandante lanzar sin demora un ataque divisional contra la izquierda paraguaya(10).

(10) El requerimiento llegó demasiado tarde a los cuarteles de Mitre. Ver: Christopher Leuchars. “To the Bitter End (Paraguay and the War of the Triple Alliance)” (2002), p. 143. Greenwood Press, Westport, Connecticut. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El barón no tenía razones para sentirse alarmado. Aunque el enemigo había luchado duramente hasta ese momento, cualquier resultado positivo era ilusorio. Después de todo, los parapetos en Curuzú todavía estaban incompletos. Hasta allí sólo contaban con una trinchera de 800 metros desde el río hasta un amplio y poco visitado estero que, en tiempos de paz, únicamente servía como espejo de la luna. Su trinchera adyacente era todavía tan superficial que una serie concentrada de cañonazos podía acertar cualquier parte de ella. El fracaso de la Armada en reducir el “fuerte” reflejaba más la ausencia de espacio de maniobra en el río (y el susto de los cañoneros de Tamandaré) que la real eficiencia y sofisticación de las defensas paraguayas.

La mañana del 3 de Septiembre, la verdadera debilidad de las obras en Curuzú se evidenció en toda su magnitud. Los hombres del mariscal habían dedicado las últimas horas de la noche previa a quemar maleza al frente de sus trincheras, en un esfuerzo por afectar el cronograma enemigo. Esperaban que el crujido de las llamas, la caída ocasional de un árbol, el calor abrasador y el humo sofocante aterrorizaran a la vanguardia adversaria. Pero el viento no quiso cooperar y, a altas horas, el fuego se tornó hacia los paraguayos. Todavía estaba ardiendo poco antes del amanecer(11).

(11) Ver: “Parte do commandante do Segundo Corpo de Exército a respeito da tomada de Curuzú” [Septiembre de 1866], en: “Jornal do Commercio” (Rio de Janeiro), del 6 de Octubre de 1866; Albert Amerlan. “Nights on the río Paraguay. Scenes of War and Character Sketches” (1902). Traducción del alemán al inglés de Henry F. Suksdorfj, p. 53, Buenos Aires. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pôrto Alegre eligió esa hora para el ataque. Sus tropas avanzaron en tres columnas desde el sur, sacando ventaja del hecho de que las baterías paraguayas estuvieran ocupadas con la flota y fijas en ángulo hacia el oeste, de cara al río. El barón, por lo tanto, tenía que preocuparse únicamente de los francotiradores y, su sola presencia, no debería causarle un problema demasiado grande. El día antes de la batalla, sin embargo, los paraguayos habían traído otras diez piezas de artillería desde Curupayty.

También trajeron refuerzos de tropas que incrementaron su contingente en Curuzú a 2.500 hombres. Algunos eran veteranos de la campaña de Mato Grosso, pero la mayoría (incluyendo la totalidad del Batallón 10) había sido reclutada para el servicio en el frente hacía poco tiempo(12).

(12) “La Nación Argentina” (Buenos Aires), 12 de Septiembre de 1866, reportó la afirmación de un prisionero paraguayo de que la guarnición de Curuzú tenía 12.700 hombres, pero este número nunca fue creíble más que para lectores muy alejados del frente. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Normalmente, ésta debía haber constituido una fuerza poderosa, pero el coronel al mando, Manuel A. Giménez, no sabía mucho de estos nuevos hombres. Había servido con distinción en Tuyutí como subordinado de Díaz, pero tenía poco del carisma del general. Ahora, a medida que se acercaban las columnas izquierda y central de Pôrto Alegre, el coronel no consiguió dirigir un fuego apropiado sobre ellas. Como resultado, el grueso de las unidades brasileñas tomó la trinchera en menos de cuarenta minutos(13).

(13) “Parte do Coronel Manoel Lucas de Lima, Commando da Terceira Divisão, Acampamento nas ruinas do Forte do Curuzú”, 3 de Septiembre de 1866, en Arquivo Nacional (Rio de Janeiro), 547, v. 9. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

De cualquier manera, ello no les aseguraba una fácil victoria, porque cuando ingresaron a la posición paraguaya se encontraron con que la rampa era varios metros más alta de lo que esperaban. Como no habían traído escaleras, tenían que permanecer en el agujero del parapeto, donde los soldados paraguayos no pudieran dar cuenta de ellos. Esto les brindaba una momentánea seguridad, pero no podían ganar la batalla estando agachados en esa posición(14).

(14) Christopher Leuchars. “To the Bitter End (Paraguay and the War of the Triple Alliance)” (2002), p. 144. Greenwood Press, Westport, Connecticut; “Notas sobre Forças Militares, 1867 [sic]”, Biblioteca Nacional (Rio de Janeiro), Coleção A. C. Tavares Bastos, 17, 1, 25, n. 15. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El avance brasileño no había estado efectivamente cubierto por la artillería. Los animales de tiro se negaron a pasar por las cenizas calientes y los leños encendidos y los cañoneros brasileños tuvieron que atarse los carromatos y estirarlos ellos mismos. No pudieron entrar apropiadamente en acción. Esto dejó aisladas a las unidades de avanzada de la infantería(15).

(15) Albert Amerlan. “Nights on the río Paraguay. Scenes of War and Character Sketches” (1902). Traducción del alemán al inglés de Henry F. Suksdorfj, p. 54, Buenos Aires. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los hombres que se agruparon contra la línea paraguaya debieron haber estado terriblemente asustados. En cierto momento, una granada rodó por la rampa y alcanzó al Batallón 47 de Voluntários de Paraíba, matando a dos cabos e hiriendo gravemente a otros dos; esto dejó la unidad sin liderazgo, pero ninguno de los hombres corrió(16).

(16) Reporte del teniente coronel Luis Inácio Leopoldo de Albuquerque Maranhão, Curuzú, 3 de Septiembre de 1866, en: Paulo de Queiroz Duarte. “Os Voluntários da Pátria”, pp. 104-5. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Más o menos al mismo momento, un zuavo, que se había enlistado bajo el nombre de José Luiz de Souza Reis, cayó con un ataque epiléptico y fue trasladado, todavía temblando, a la retaguardia. Más tarde se supo que el hombre era un esclavo fugado de la plantación Boaventura en la provincia de Bahia, llamado Felippe(17).

(17) Pese a alegar su extenso servicio militar, Felippe fue finalmente arrestado en su provincia natal mientras funcionarios investigaban su estatus. Aunque parte de la evidencia sugería que su servicio no fue ni por asomo tan amplio como afirmaba, no está claro si alguna vez fue devuelto a su amo. Ver: “Preguntas feitas ao cioulo Felippe [José Luiz de Souza Reis]”, Salvador, 10 de Junio de 1870, en Arquivo Público do Estado da Bahia, Seção de Arquivo Colonia e Provincial, maço 6464 [extraído por Hendrik Kraay]. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pese a las difíciles circunstancias que algunos brasileños soportaron a la izquierda, de hecho muchas más bajas se produjeron a la derecha, donde la columna de soldados rodeó el flanco paraguayo. Una misión de reconocimiento había ya constatado la superficialidad de la laguna (quizás un metro y medio en la parte más profunda) y que los brasileños podían cruzarla para acortar el camino. Fue una maniobra lenta y, por un período, los voluntarios y jinetes desmontados fueron enfilados desde la trinchera de Curuzú. Llegaron, no obstante, a tierra seca y pronto cayeron sobre Giménez por la retaguardia(18).

(18) Capitán Henrique Oscar Wiederspahn. “Tomada de Curuzú”, en la: “Revista do Instituto Histórico e Geográfico do Rio Grande do Sul” (1948), pp. 155-64. Informe del corresponsal de guerra “Falstaff” [Héctor Varela], en el periódico “La Tribuna” (Buenos Aires), del 11 de Septiembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En este crucial momento, el Batallón 10 paraguayo se quebró. Sus soldados, muchos de los cuales no habían descargado sus armas, huyeron en confusión por la estrecha picada a Curupayty. Algunos hombres soltaron sus lanzas y mosquetes, mientras otros se aferraron tanto a ellos que sus nudillos quedaron blancos. Solamente el comandante del batallón se quedó y resistió. Gritaba a sus hombres que regresaran y pelearan, pero su voz se perdía en el clamor, hasta que los brasileños lo fulminaron de un tiro.

Las otras unidades continuaron luchando en la trinchera. Las balas atravesaban el humo del aire, rostros, cuellos, cajas torácicas. Los soldados se acercaron y, con sables y lanzas, se rebanaban unos a otros con terrible furia. Nadie pidió tregua, nadie la concedió. Hombres que estaban enteros un instante antes caían desplomados en el suelo. El aire se llenó de explosiones, maldiciones, gritos de venganza e invocaciones a la Virgen Bendita, sordas plegarias a las madres muertas y desesperadas exclamaciones de agonía. Un paraguayo y un brasileño fueron vistos arremeter uno contra otro tan violentamente que ambos se traspasaron con sus bayonetas(19).

(19) Diario “La Nación Argentina” (Buenos Aires), del 12 de Septiembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Cientos de soldados murieron o resultaron heridos en los siguientes treinta minutos. Para entonces, los brasileños aparecían por todos lados y los paraguayos ya no podían aguantar. Giménez dio la orden de retirada. Los defensores de Curuzú que quedaban escaparon al norte a través de los matorrales, llevándose a los heridos por la misma espinosa picada que habían tomado los del Batallón 10.

Algunos brasileños -la mayor parte guardias nacionales riograndenses- los persiguieron eufóricamente hasta la línea de Curupayty. Inflados de excitación por tan fácil victoria, lanzaban burlas y maldiciones y disparaban sus rifles al aire. Luego, percatándose de que habían avanzado demasiado lejos y de que los clarinetes tocaban a reagrupamiento, dieron la vuelta a regañadientes y retornaron sobre sus pasos a Curuzú.

Mientras tanto, los brasileños que se habían quedado atrás encontraron buenas razones para celebrar. Habían tomado un punto estratégico, capturado dos estandartes de batalla, trece cañones enemigos y puesto a por lo menos 700 paraguayos fuera de acción. La moral del ejército del mariscal sufrió una seria paliza por el audaz asalto de Pôrto Alegre y, esto, pronto fue de común conocimiento en todas las filas y en Asunción.

Cuando las últimas rondas aplacaban y los signos finales de resistencia paraguaya se extinguían, los hombres del barón trajeron sus banderas, lanzaron gritos de satisfacción y alzaron sus armas en un feliz saludo. Cuando sus voces se elevaban en crescendo, un enorme estallido interrumpió en seco el jolgorio. Un polvorín paraguayo había explotado justo al lado de los brasileños, matando a doce y escupiendo al cielo una inmensa y vívida bola de fuego, al tiempo que una nube de humo y arena se esparcía en todas las direcciones(20).

(20) Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 2, p. 88 (cuatro volúmenes). Ed. El Lector, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Fue un significativo recordatorio de que cada victoria aliada tenía sus ironías, así como sus costos. El logro brasileño en Curuzú fue mucho más conspicuo que todo lo que el mariscal había conseguido en Boquerón. Pôrto Alegre había perforado la defensa de López en su punto más débil y arruinado sus planes de construir una defensa impenetrable desde el río hasta los esteros. A pesar del sentimiento de incertidumbre del barón, la ventaja táctica que había obtenido no tenía marcha atrás y en ese sentido justificaba las casi mil vidas brasileñas perdidas el 3 de Septiembre(21).

(21) El número de pérdidas brasileñas en Curuzú fue, como de costumbre, motivo de mucha disputa, con una cifra improbable de 2.000 muertos, sugerida por el coronel George Thompson (“The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 170. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres), mientras que los propios reportes del barón registraron una más creíble de 772 hombres (incluyendo 53 oficiales) muertos, heridos y perdidos. Ver: “Parte do Commandante do Segundo Corpo”, Curuzú, 14 de Septiembre de 1866, en “Jornal do Commercio” (Rio de Janeiro), del 6 de Octubre de 1866; Henrique Oscar Wiederspahn. “Tomada de Curuzú”, en la “Revista do Instituto Histórico e Geográfico do Rio Grande do Sul” (1948), p. 162, Pôrto Alegre, ofrece una cifra de bajas totales de 933, que incluye las pérdidas sufridas por las fuerzas navales brasileñas. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Por su parte, Tamandaré había contribuido poco y no había ganado casi nada en su búsqueda de gloria e influencia. La victoria les pertenecía casi completamente a las tropas de Pôrto Alegre, un hecho que irritaba a los demás comandantes aliados casi tanto como el resultado enfurecía al mariscal(22).

(22) Ver: “Officios e correspondencias dos generales Polidoro e Pôrto Alegre”, 7 de Octubre de 1866, en el Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, lata 312, pasta 14, Rio de Janeiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pero, pese a lo completo de su victoria, el barón no atinó a darle seguimiento. Curupayty se levantaba ante él básicamente desprotegida y, con 7.500 soldados de su Segundo Cuerpo, todavía en condiciones de servicio, fue imperdonable que no intentara un reconocimiento. Si lo hubiese hecho el 4 de Septiembre, habría descubierto una débil línea de trincheras incompletas a cargo de unidades paraguayas confundidas y desmotivadas. Si hubiera atacado enseguida, los brasileños habrían barrido esas trincheras como lo hicieron con las de Curuzú. La posición del mariscal en Estero Bellaco habría quedado irremediablemente flanqueada y el camino ampliamente abierto hacia Humaitá(23).

(23) Sobre este punto particular, parece haber amplia coincidencia. Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 2, pp. 189-90 (cuatro volúmenes). Ed. El Lector, Asunción, sostiene que Pôrto Alegre perdió la oportunidad de una victoria total; esta opinión encontró apoyo en varios analistas, incluyendo a Christopher Leuchars. “To the Bitter End (Paraguay and the War of the Triple Alliance” (2002), pp. 144-5. Greenwood Press, Westport, Connecticut e, incluso, a João José de Fonseca, cuyo testimonial “Diário”, p. 146, lamenta la decisión de no tomar Curupayty inmediatamente. Solamente el Visconde de Ouro Preto, en “Marinha d’Otroura”, p. 145, se pone del lado del barón y sostiene que Pôrto Alegre carecía de mano de obra para hacer más de lo que hizo. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pôrto Alegre eligió no montar nuevos ataques. Quizás el comandante brasileño realmente pensaba, como luego afirmó, que sus hombres estaban demasiado cansados para continuar. Aun si las tropas que regresaban de la refriega reportaban que las trincheras en la izquierda paraguaya estaban apenas defendidas, el barón podía todavía alegar un conocimiento inadecuado del terreno y el número de paraguayos que tendría que enfrentar(24).

(24) “Parte do Commandante do Segundo Corpo”, en el “Jornal do Commercio” (Rio de Janeiro), del 6 de Octubre de 1866; Augusto Tasso Fragoso. “História da Guerra entre a Tríplice Aliança e o Paraguay” (1957), tomo 3, p. 92. Biblioteca do Exército, Río de Janeiro. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Centurión, sin embargo, sostiene que Pôrto Alegre se sintió satisfecho con los méritos de su señal de victoria al emperador y que un triunfo decisivo para la causa aliada estaba en ese momento lejos de su mente. De hecho, antes que presionar sobre Curupayty, envió mensajes a Mitre para que enviara más tropas para asegurar el control sobre Curuzú(25).

(25) Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 2, pp. 189-90 (cuatro volúmenes). Ed. El Lector, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Algunos han afirmado que necesitaba estos refuerzos para lanzar un ataque más amplio, pero la mayoría de los indicios sugieren que el barón meramente quería mantener lo que había tomado. No tenía idea de cuán débiles eran sus oponentes paraguayos; otro ejemplo más del fracaso de la inteligencia táctica aliada y de su escasa disposición a correr riesgos(26).

(26) George Thompson (“The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 171. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El mariscal reaccionó ante la derrota en Curuzú con furibunda ira. Había seguido la batalla desde Paso Pucú, donde su telescopio le había revelado la escala del revés sufrido. Hasta ese punto, había actuado con sorpresiva serenidad. Recientemente se había enterado del apoyo diplomático de los países andinos y fantaseaba con que el ministro de Estados Unidos, Charles Washburn, se las arreglaría para llegar desde Corrientes para efectuar una paz negociada con el total respaldo de Washington.

Pero el golpe de la fácil victoria de Pôrto Alegre en Curuzú lo devolvió a sus sentidos. Se sentía indignado por la forma tan bochornosa en que los hombres del Batallón 10 le habían fallado. Para su manera de pensar, cualquier negligencia en las obligaciones, cualquier inconstancia, cualquier vacilación, necesariamente significaba traición y merecía un implacable castigo.

Que hombres obedientes pudieran caer en pánico no se le pasaba por la cabeza. Como ha sido dicho de las maquinarias de guerra de déspotas posteriores, había que ser un hombre valiente para ser cobarde en el ejército paraguayo. Era bien sabido que, en momentos de estrés personal, López podía desatar una incontenible violencia, incluso contra sus seres cercanos.

En esta ocasión, agregó también una porción de cálculo. Primero culpó al general Díaz, quien comandaba las tropas en ese sector. Unos meses antes, el General era un personaje de poca distinción en Paraguay, un arribista, incluso dentro del limitado círculo de los inmediatos subordinados del mariscal.

Ahora, sin embargo, se había convertido en un favorito y se sentía suficientemente seguro de sí mismo como para atreverse a discretas, pero definitivas protestas. Los comandantes de la unidad, argumentó, deberían hacerse responsables por la conducta del Batallón 10, no él. El mariscal consideró su respuesta y luego reaccionó contra los oficiales que habían estado presentes en la batalla. Al coronel Giménez lo redujo al grado de Sargento. Hizo lo mismo con el segundo de Giménez, el mayor Albertano Zayas. Luego dio órdenes de diezmar el batallón culpable, sacando un hombre de cada diez de la línea y fusilándolo sumariamente como ejemplo(27).

(27) Un sargento se salvó de la ejecución alegando que el décimo hombre no debía ser elegido de los soldados reunidos, sino de la lista oficial. El general Díaz, a quien López había asignado la onerosa tarea de elegir qué hombres debían morir, asintió con la cabeza y el sargento escapó del escuadrón de fusilamiento (aunque otro hombre murió en su lugar). Ver: Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 2, p. 191, nota b (cuatro volúmenes). Ed. El Lector, Asunción. Sobre el desmantelamiento del batallón, Thompson remarcó que sólo supo de ello “dos años después de que ocurrió, tal era el secreto que se mantenía sobre todo”. Ver: George Thompson (“The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 172. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres). // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los oficiales tuvieron que echarlo a la suerte y, los desafortunados que sacaron el palito más largo, sufrieron el mismo destino. Todos los demás fueron degradados(28).

(28) Albert Amerlan afirma que la decisión de castigar duramente al Batallón 10 fue instigada por Elisa Lynch, pero esto parece improbable. Como Madama, casi nunca se metía en cuestiones de política militar. Ver: Albert Amerlan. “Nights on the río Paraguay. Scenes of War and Character Sketches” (1902), pp. 58-9. Traducción del alemán al inglés de Henry F. Suksdorfj, Buenos Aires. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Mucho se ha dicho sobre esta draconiana respuesta como ejemplo de la brutalidad del mariscal. Los paraguayos, sin embargo, llevaban mucho tiempo acostumbrados a hacer cualquier sacrificio necesario. El que el Batallón 10 no hubiera resistido, no era meramente desventurado, era escandaloso. Centurión habló en nombre de un buen número de paraguayos, al argumentar que la cobardía y la desobediencia debían esperar una rápida ejecución. Incluso los hombres de armas aliados tendían a coincidir con que López tenía pocas alternativas en el asunto.

Lo que generalmente se omitió mencionar en cuanto a estas evaluaciones es que, al culpar al Batallón 10 por la pérdida de Curuzú, el mariscal, esencialmente, absolvía a los que habían preparado tan deficientemente las defensas a lo largo del río. El plan general de proteger el flanco derecho del ejército había fallado una vez, y podía fallar dos. En este sentido, Curupayty se les presentaba a los brasileños en bandeja, a menos de dos kilómetros de distancia. Era el blanco más sensible de todo el frente y Pôrto Alegre sólo tenía que alcanzarlo y tomarlo.

López se reunió con sus altos oficiales el 8 de Septiembre y le informaron de que, a pesar de las dificultades que presentaba cavar con palas improvisadas, tazones y machetes, la construcción de las defensas en Curupayty había progresado en cierta medida, aunque faltaba mucho para terminarlas. Como regla, las tropas del mariscal tenían pocas habilidades para erigir o defender fortificaciones regulares y necesitaban tiempo para hacer un buen trabajo bajo la dirección de ingenieros.

Díaz estaba molesto por esto y acentuaba su descontento, por lo que se había logrado hasta el momento: “Oî porã kuatiápe, pero peicha ñamopuãramo la trinchera, ndajajokoichéne los kambápe” (“Está bien en los papeles, pero si dejamos así las trincheras no vamos a detener a los negros”)(29).

(29) Juan E. O’Leary. “Nuestra Epopeya” (1985), p. 171 (primera parte). Ed. Mediterráneo, Asunción (se adecuó la frase en guaraní a la grafía moderna). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En realidad, las fortificaciones, a las que todavía les faltaban reductos, travesaños, posiciones alternativas y una segunda línea de trincheras, no lucía bien ni en los papeles, ya que el diseño básico era defectuoso.

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