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La reacción en Argentina tras el desastre de Curupayty

Bartolomé Mitre, por supuesto, lo esperaba. De todos los líderes aliados que enfrentaron a los paraguayos en Curupayty, el presidente argentino era el más culpado por la derrota. Sus oponentes políticos lo tildaban de holgazán y predecible y, hasta insinuaban que era cobarde.

Laurindo Lapuente, quien parece haber pasado la mayor parte de su tiempo elucubrando picantes denuncias contra el presidente, aseguró sobre Curupayty que Mitre “nunca había portado una bandera y liderado el avance de sus hombres, nunca había sido el primero en atacar, nunca el último en retirarse”. [Y en Curupayty...] el reloj de don Bartolo, en vez de marcar la hora de la victoria, marcaba la hora de la derrota; una vez más el profeta Mitre fue un fiasco(1).

(1) Ver: Laurindo Lapuente. “Las profecías de Mitre” (1868), pp. 26-31. Imprenta Buenos Aires, Buenos Aires. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Le recordaban al público que había ordenado un ataque funesto y tenía que asumir la responsabilidad de lo que había ocurrido. Muchas importantes familias habían perdido hijos y ahora, mientras digerían la terrible realidad, se preguntaban cuáles serían los siguientes pasos del presidente.

El carácter sensiblero de muchos de los panegíricos en honor de los caídos en Curupayty fue notorio en 1866 y adquirió proporciones aún mayores años después. El sentimiento de pérdida de Domingo Faustino Sarmiento por la muerte de su hijo se derrama en cada párrafo de “Vida de Dominguito” [(1886), Buenos Aires], mientras que el vicepresidente Marcos Paz adoptó un tono absolutamente funerario en su igualmente lúgubre “Una lágrima sobre la tumba de tres soldados” (publicado en forma póstuma en Buenos Aires en 1873), que describe el martirio de su hijo Francisco y otros dos oficiales argentinos, Julián Portela y Timoteo Caliba(2).

(2) Ver también B. Moreno, “Domingo Fidel Sarmiento”, en “La Nación Argentina” (Buenos Aires), del 22 de Septiembre de 1867. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En Buenos Aires pululaban los rumores; la derrota en el Norte liberó una avalancha de especulaciones. Pero si bien las generaciones posteriores recordaron el shock como algo abrumador, de hecho la reacción inicial en la capital fue más bien pasiva. Algunos miembros del Gobierno Nacional, como hemos visto, se inclinaban por otra ronda de negociaciones con el mariscal. Otros, con las advertencias de Alberdi y Guido y Spano en mente y movidos por las desesperadas murmuraciones en las calles, sugerían una retirada lo más rápido posible.

El escritor José Mármol era uno de ellos; en una carta a su amigo, el coronel uruguayo Emilio Vidal, puntualizaba una serie de cuestiones relativas a la marcha de la guerra y observaba que no había habido progresos desde Abril, para luego preguntarse si no había llegado el momento de hacer la paz(3).

(3) Ver: Mármol a Vidal, Buenos Aires, 15 de Octubre de 1866, en el Archivo General de la Nación, Archivos Particulares, caja 10, carpeta 18, n. 18, Montevideo. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Sólo los más cercanos a Mitre -Marcos Paz, Guillermo Rawson y Rufino de Elizalde- continuaban expresando completa confianza en el liderazgo militar del presidente. Elizalde, quien era ministro de Relaciones Exteriores y presunto heredero de Mitre, optó por ignorar las implicancias políticas del revés en el Norte y persistir en tratar la guerra como un desafío estrictamente militar:

Lo que necesitamos es que nos diga qué debemos hacer y, segundo, qué se requiere para ello. Supongo que después del 22 hay un acuerdo más completo entre los generales aliados y que ellos han manifestado lo que quieren hacer y lo que precisan [...]
Estamos haciendo esfuerzos por enviarles soldados pero, si lo solicitan oficialmente, esos esfuerzos serán más [llevaderos]. Necesitamos dinero y esperamos que el Brasil nos adelante un préstamo de un millón [...]
Soy de la opinión de que hoy no existen razones para los anteriores desacuerdos [entre los generales] y creo que esos problemas ahora desaparecerán y que la alianza se revigorizará y nos unirá aún más(4).

(4) Elizalde a Mitre, Buenos Aires, 3 de Octubre de 1866, en Museo Mitre, Archivo, doc. 1.033; y “El general Mitre y el Brasil”, en “La Nación Argentina” (Buenos Aires), del 3 de Octubre de 1866. Elizalde no guardaba ilusiones acerca de los continuados costos de la guerra y en Diciembre se quejó a Mitre de que cualquier futuro fondo para la campaña sería muy difícil de recolectar del lado argentino (sugiriendo que los brasileños debían cubrir la diferencia). Ver: Elizalde a Mitre, Buenos Aires, 24 de Diciembre de 1866, en “Correspondencia Mitre-Elizalde”, p. 250. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El sentimiento que expresaba Elizalde en esta misiva del 3 de Octubre era apenas mejor que champagne sin burbujas. Aunque todavía imbuido en la frutal esencia de un argumento alguna vez serio, había perdido la vitalidad en lo que concernía al público argentino. El patriotismo había sido una poderosa palanca en manos de los liberales porteños desde antes de Pavón; les había permitido forzar la conformidad de los recalcitrantes terratenientes provinciales en una lucha que era “nacional” en carácter y unir entre sí a rivales locales al mismo tiempo. Ahora ese sentimiento de unidad se estaba evaporando.

Buenos Aires se mostraba de duelo como requería la tradición, pero ni aún las demostraciones más lúgubres podían esconder el hecho de que por cada individuo que sintiera una punzada personal de tristeza o de duda ante las noticias de Curupayty, diez simplemente habían perdido interés en la guerra y ya no querían ni verla en los titulares.

En las mentes de los bonaerenses, incluso de los más tolerantes, el Uruguay y el Paraguay seguían siendo estados colchones con poco derecho a una existencia independiente. Uruguay había sido puesto en su lugar a principios de 1865 y que el Paraguay no lo hubiera seguido solamente se podía atribuir a la incompetencia, ya fuera de Mitre como comandante militar, ya fuera, más probablemente, de sus aliados brasileños.

Ya el 5 de Octubre de 1866, el periódico “americanista” “El Pueblo” demandaba que el general Paunero o algún otro oficial argentino de alto rango, reemplazara a Mitre como comandante de las fuerzas aliadas -mejor esto que cualquier general brasileño, todos los cuales habían mostrado su verdadera calaña en Curupayty al “huir traicioneramente del peligro”. Se puede ver -en esta estimación- que el compromiso argentino no se manifestaba como un sentimiento probrasileño. Y “El Pueblo” estaba lejos de ser el único en esta actitud(5).

(5) Ver: “La Tribuna” (Buenos Aires), del 21 de Octubre de 1866 y “El Nacional” (Buenos Aires), del 23 de Octubre de 1866, hacían observaciones similares. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pero si bien ninguno de los viejos señores estaba dispuesto a conceder que los paraguayos habían ganado en Curupayty por sus propias capacidades y coraje, la opinión general en Buenos Aires comenzaba a ser la contraria. Como observó "The Standard":

Tendíamos a pensar antes de la guerra que la fortaleza militar del Paraguay era inferior a sus recursos naturales. Sus habitantes siempre se habían caracterizado por ser tranquilos, inofensivos y extremadamente obedientes.
Pero la presente guerra ha desatado una indudable disposición bélica, alimentada por el estudiado cuidado del presidente López de inculcar entre su gente la creencia fija de que el paraguayo más humilde es más que cualquier extranjero [...].
La tediosa marcha de esta campaña está convirtiendo rápidamente a este país de campesinos en una nación de guerreros y, cuanto más dure, más durable será el cambio"(6).

(6) The Standard (Buenos Aires), 24 de Octubre de 1866; once meses más tarde, un corresponsal de medio tiempo del mismo periódico, captó el sentido básico de los sentimientos contemporáneos argentinos hacia sus enemigos paraguayos, cuando observó que era “divertido escuchar en las calles el uso constante de la palabra ‘paraguayo’ en referencia a una mula obstinada, un caballo arisco, un hombre borracho, o por parte de las mujeres para asustar a los hijos. En historia leemos que los sarracenos mencionaban a Ricardo Corazón de León para atemorizar a los niños”. Ver: “Another Voice from the War”, The Standard (Buenos Aires), 18 de Septiembre de 1867.

Con tanta gente en la ciudad y provincia de Buenos Aires cuestionando el ritmo y, ciertamente, el costo del esfuerzo de guerra, les llevó a los asociados de don Bartolo en el Club del Pueblo semanas de concentrada labor obtener algún apoyo político. Aunque castigados por los recientes acontecimientos, estos liberales todavía podían jactarse de ciertas ventajas organizativas e ideológicas sobre las otras facciones.

Estas últimas representaban una variedad de intereses personales y regionales que les hacía difícil trabajar juntas. En consecuencia, en su clausura de las sesiones parlamentarias el 10 de Octubre, el vicepresidente aún pudo hacer oír una apropiada nota patriótica sin temor de una abierta oposición. Les pidió encarecidamente a los diputados que, cuando regresaran a sus hogares, les dijeran a sus conciudadanos que “la consolidación de la República [se estaba] fortaleciendo día a día y que [no había] dudas sobre el futuro de la nación o de la causa de unidad [...] y que el valor del ejército en el campo de batalla [prometía] una rápida y feliz conclusión de la campaña contra el despotismo(7).

(7) Citado en The Times (Londres), 21 de Noviembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Debe notarse aquí que Mitre había mantenido al Congreso argentino ignorante de ciertos hechos relativos a la marcha de la guerra. Los senadores, por ejemplo, sabían relativamente poco de los asuntos en el frente e, incluso, cuestiones presupuestarias eran oscuras para ellos, una situación sobre la cual el senador Félix Frías se quejó sólo una semana antes de que Paz cerrara las sesiones del Congreso(8).

(8) Ver: “Discurso del senador Félix Frías”, Diario de Sesiones de la Honorable Cámara de Senadores de la Nación (2 de Octubre de 1866). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pero, ¿era así realmente? Por mucho que trataran, los liberales no podían abrir el grifo de una nueva fuente de sentimiento nacionalista entre el pueblo. En cambio, encontraban una creciente insistencia en que, si bien la alianza con Brasil era buen negocio, no siempre era buena política. Para los líderes bonaerenses, especialmente Manuel Quintana, Adolfo Alsina y los demás autonomistas, la era de la ciega adhesión a la guerra de Mitre había llegado a su fin. Ahora esperaban extraer un peaje por cada concesión que ofrecieran al Gobierno Nacional.

Los autonomistas habían siempre concebido la buena política como una cuestión de mercado. Como otros argentinos, se habían enfurecido con el ataque del Paraguay a Corrientes y habían adoptado una posición radical a favor de la guerra, como un paso necesario para poner las cosas en su lugar. Pero ahora que López había sido expulsado del territorio argentino, los autonomistas explícitamente buscaban amoldar la guerra a un ámbito de negocios, no tan crucial para la nación como el comercio atlántico de la lana, pero rentable de todos modos.

Un boom en las exportaciones de lana, generado por la Guerra Civil de Estados Unidos, decreció en 1866 debido a nuevos aranceles impuestos por Washingon, y los proveedores argentinos temían que esto pudiera engendrar un declive general en la economía local; fue así, de hecho, pero los efectos negativos fueron en general contrabalanceados por la venta de suministros, caballos y ganado a los brasileños(9).

(9) Ver: F. J. McLynn, “Argentina under Mitre: Porteño Liberalism in the 1860s”, en: The Americas 56: 1 (Julio de 1999), pp. 58-9. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los mitristas, hay que notar, estaban tan asociados con las ventas al Ejército brasileño, que los críticos contemporáneos en Buenos Aires comúnmente llamaban a los liberales, el “partido de los proveedores”.-.

Sentían que la ira, el resentimiento y los altibajos de los dieciocho meses previos, debían ser recanalizados a apropiadas empresas para hacer dinero y alejados de la tentación de conquistar o “civilizar” un lugar tan atrasado como el Paraguay(10).

(10) Conquistar Paraguay en nombre de la “civilización” tuvo un cariz vacío e hipócrita desde el principio y era un ejemplo del autoengaño aliado en su forma más palpable. Ello recuerda a Lord Byron, quien, en “Don Juan”, correctamente desecha ese parloteo cuando se refiere al sacrificio de vidas humanas. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El éxito en lo anterior era esencial para la grandeza futura de la Argentina, mientras que lo último era un proyecto que mejor se dejaba para otro día. En este contexto, los bonaerenses comenzaron a redefinir sus apuestas en la guerra. Continuaron evocando la dignidad nacional para pagar un servicio nominal a la Alianza, pero en materia militar preferían que la República cediera su posición de liderazgo. En las postrimerías de Curupayty, este sentimiento se manifestó en una amplia frustración hacia Mitre y el Gobierno Nacional y un renovado afán de poner los intereses de la ciudad y la provincia por encima de los de la Nación.

De ello se desprendía que la Argentina debía adoptar un papel subsidiario al del Imperio en lo que a Paraguay concerniera. Los bonaerenses podrían seguir apoyando formalmente al presidente en los asuntos internacionales e insistirían en su parte de las ganancias cuando el fin llegara, pero por el momento habían perdido interés en una lucha prolongada. Dejen a los esclavócratas en Brasil tener su tonta campaña de venganza, importaba poco mientras pagaran en Buenos Aires por sus suministros de guerra.

Aunque es tentador pensar el Congreso argentino en aquellos tiempos como un establo de Augías de hombres petulantes y ladrones, a diferencia de los parlamentarios brasileños, los representantes que se reunían en Buenos Aires al menos no tenían esclavos y nunca olvidaban ese factor cuando se comparaban con sus nominales aliados. Las tendencias antibrasileñas resultantes, que eran claras e inconfundibles, nunca perdieron su resonancia en las calles de la capital argentina, incluso cuando la Alianza estaba ganando(11).

(11) Ver: Hélio Lobo, O Pan-Americanismo e o Brasil (São Paulo, 1939), p. 44. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En cuanto a su propio país, la República Argentina, los bonaerenses pensaban que era mejor que el conflicto paraguayo pasara a un segundo plano, para concentrarse en la importación de maquinaria, la ganadería y la construcción de ferrocarriles. Se tiene un sentido de las prioridades porteñas en este tiempo al revisar los aparentemente interminables reportes de los periódicos acerca de detallados asuntos de negocios, bancos, industria de la lana y la necesidad de planeamiento urbano. "The Standard" (Buenos Aires), 1 de Noviembre de 1866, pone de manifiesto el desgano en la lucha con el Paraguay al manifestar que, “es palmariamente obvio que si no podemos ni siquiera hacer calles y rutas en Buenos Aires, probablemente no podamos organizar una victoria en las fangosas selvas del Paraguay”.

Las consideraciones geopolíticas podían esperar para ser abordadas después de la victoria final. Variaciones de esta actitud se reflejaban en enunciados editoriales de casi todos los periódicos de la ciudad. La Palabra de Mayo, por ejemplo, deploraba el “sacrificio estéril” ofrecido por tantos hijos de la Argentina y se lamentaba de que “el enemigo más formidable de la Alianza es la alianza misma(12).

(12) La Palabra de Mayo (Buenos Aires), 18 de Octubre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Editores y periodistas que alguna vez habían apoyado fervientemente la guerra, ahora se lanzaban con descarada impudicia contra el Gobierno. En el curso del siguiente año, esta postura dio lugar a una apática indiferencia hacia la cuestión paraguaya. Con el tiempo, sólo La Nación Argentina del propio Mitre, continuaba haciendo sonar los tambores de la guerra contra López.

En el Litoral y el Interior, muchos expresaban un profundo resentimiento por el curso de los acontecimientos y algunos incluso incitaban a una rebelión. En provincias tales como Corrientes, Tucumán, Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero, los liberales locales seguían alineados con Mitre y el Gobierno Nacional, pero más por oportunismo que por afinidad ideológica.

El gobernador santafesino de blancas patillas, Nicasio Oroño, era una reflexiva excepción a la corrida general de oportunistas entre los mitristas provinciales. Activista a favor de la guerra desde el principio, continuó despachando tropas y material al Norte a pesar de Curupayty, y lo hizo sin miramientos, pese a la reacción que sabía que ello causaría en el Interior(13).

(13) Ver: Oroño a Marcos Paz, Rosario, 19 de Octubre de 1866; y José M. de la Fuente a Marcos Paz, Rosario, 20 de Octubre de 1866, en Archivo del coronel, doctor Marcos Paz, 5, pp. 231-233. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Más tarde, después de que Mitre hubiera dejado el poder y la victoria aliada ya no estuviera en duda, Oroño se convirtió en Senador de su provincia y un fuerte proponente de una retirada paulatina del Paraguay, argumentando elocuentemente que el honor argentino había quedado satisfecho y que un mayor derramamiento de sangre era un sinsentido(14).

(14) Ver: “Cuestión moral. Un decreto injusto y su refutación”, en Oroño, "Escritos y discursos" (Buenos Aires, 1920), pp. 469-470; y Miguel Angel de Marco, Apuntaciones sobre la posición de Nicasio Oroño ante la guerra con el Paraguay (Santa Fe, 1972), pp. 13-17. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En Córdoba, las facciones políticas dominantes se alinearon con el gobernador Urquiza, de Entre Ríos, y mientras éste se mantuviera leal al Gobierno Nacional, lo mismo harían ellas. En comparación con otras provincias, esta fidelidad les costaba poco y, en cualquier caso, los cordobeses necesitaban la buena voluntad de Buenos Aires, dado que los rebeldes indígenas ya habían sacado ventaja de la confusión doméstica al lanzar ataques contra comunidades aisladas(15).

(15) Ver: F. J. McLynn, “Political Instability in Cordoba Province during the Eighteen-Sixties”, Ibero-Amerikanisches Archiv 3 (1980), pp. 251-269; y León Pomer, Cinco años de guerra civil en la Argentina, 1865-1870 (Buenos Aires, 1986), pp. 47-52. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Corrientes, por su parte, zigzagueaba entre un apoyo incondicional a Mitre en la guerra y una posición más condicional asociada con la de Urquiza [Ver: El Eco de Corrientes (Corrientes), 27 de Noviembre de 1866]. En cuanto a Santiago del Estero, esta provincia seguía siendo proliberal, debido a los esfuerzos de los hermanos Taboada, cuyos lazos amistosos con Mitre databan de los 1850(16).

(16) Ver: Gaspar Taboada, “Los Taboada. Luchas de la Organización Nacional” (Buenos Aires, 1929); y David Rock, “The Collapse of the Federalists: Rural Revolt in Argentina, 1863-1876”, en: Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 9: 2 (Julio / Diciembre de 1998), pp. 6-9. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En Tucumán, los políticos se trenzaron en un vívido debate sobre la ambigua postura de la provincia durante la guerra [Ver: María José Navajas, “Polémicas y conflictos en torno a la guerra del Paraguay: los discursos de la prensa en Tucumán, Argentina (1864-1869)”, ensayo presentado ante el V Encuentro Anual del CEL, Buenos Aires, 5 de Noviembre de 2008].

El acuerdo pisoteaba el escepticismo de aquellos provincianos que veían la alianza como un matrimonio artificial que debía ser anulado sin demoras. Estos rechazaban cualquier concepto de nacionalismo argentino dictado por las estrechas ambiciones de Buenos Aires. Así proviniera de un punto de vista liberal o autonomista, era igualmente inaceptable y, en ese sentido, incluso las acciones más impulsivas del mariscal López parecían una respuesta razonable a la arrogancia porteña.

También había complicaciones internacionales que los hombres de negocios y comerciantes de ganado costeños no alcanzaban a percibir.

Los chilenos tenían reclamos sobre las provincias occidentales (y la Patagonia) que contradecían los intereses locales argentinos en las mismas regiones y de los cuales los bonaerenses estaban bastante aislados. Más aún, en el extremo norte, en Salta y Jujuy, corría el perturbador rumor de que Bolivia podría pronto lanzar una invasión en apoyo al Paraguay(17).

(17) Marcos Paz a Mitre, Buenos Aires, 27 de Octubre de 1866, en Archivo, 6: 152-4; y Fernando Cajías, “Bolivia y la guerra de la Triple Alianza”, ensayo presentado ante el V Encuentro Anual del CEL, Buenos Aires, 5 de Noviembre de 2008. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

La amenaza de una incursión externa en esa zona no era inverosímil. El Gobierno de La Paz, bajo el general Mariano Melgarejo, se había mostrado previamente favorable a los intereses paraguayos y, más específicamente, ansioso de sacar ventaja de la desunión argentina para proyectar su propia influencia en las provincias limítrofes. Casi toda la prensa paceña apoyaba esta posición, actitud que generaba la burla de los periodistas en los países aliados(18).

(18) La Epoca (La Paz), 11 de Julio de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Hombres de prensa en Montevideo también manifestaban desprecio por gran parte de la prensa peruana, especialmente por El Nacional (Lima), que no había ahorrado esfuerzos por convencer a sus lectores de la justicia de la causa paraguaya(19).

(19) Ver: “El Paraguay y la prensa peruana”, El Siglo (Montevideo), 19 de Diciembre de 1866; y Cristóbal Aljovín, “Observaciones peruanas en torno a la guerra de la Triple Alianza”, ensayo presentado ante el V Encuentro Anual del CEL, Buenos Aires, 5 de Noviembre de 2008. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Mitre debía tomar la cuestión con seriedad y no ignorar elm peligro de que ciertos salteños estuvieran contrabandeando armas a través de la frontera boliviana(20).

(20) Mitre a Marcos Paz, Yataity, 8 de Noviembre de 1866, en: Archivo del Coronel Doctor Marcos Paz, 7: 268-269. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El presidente argentino, más que cualquier otro porteño, se daba cuenta de que muchos bolivianos abiertamente deseaban una alianza con Paraguay. Tristán Roca, residente boliviano en Asunción (y consultor pagado del Gobierno de López), elaboró una serie de encendidas notas a sus compatriotas durante este tiempo para acentuar este punto.

En la edición del 6 de Octubre de 1866, de "El Semanario" (Asunción), llamó a juntar sus espadas con la del mariscal y, juntos, “realizar el gran sueño de Bolívar de llevar la libertad al corazón del Brasil, al lado de las Repúblicas democráticas del Nuevo Mundo”; cinco semanas más tarde, amplió su argumento político un poco más al notar que, “México se ha salvado al [vencer] a Maximiliano, lo que dejó al implacable Juárez en posesión de su querida República. España ha abandonado sus pretensiones sobre los Estados del Pacífico. [Esto deja] sólo al Brasil [para lidiar con] [...] Bolivia, una esmeralda perdida en las estribaciones de los Andes, será alguna vez nutrida con la misma ubre de republicanismo [que el Paraguay]”(21).

(21) Ver: Roca, “¡Alerta Bolivia!”, El Semanario (Asunción), 17 de Noviembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En otras provincias, se avecinaban aún más dificultades. En Entre Ríos, el gobernador Justo José de Urquiza apenas podía atajar a sus asociados, que querían una abierta ruptura con el Gobierno y, esto, a pesar de las ganancias que muchos estancieros habían obtenido de la venta de caballos y ganado al Ejército brasileño.

Un año antes, los agentes del Gobierno Nacional habían tratado de apaciguar a los reclutas entrerrianos y todo lo que habían conseguido eran los desbandes de Basualdo y Toledo. Ahora, la propia esposa de Urquiza se impacientaba y lo presionaba para abandonar los desagradables contactos con el Imperio y reclamar a Mitre el lugar que le correspondía(22).

(22) Cardozo, Efraim, “Hace Cien Años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870” (1968-1982)”, publicadas en “La Tribuna”, (trece volúmenes), 5: 24-5. Ediciones EMASA, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Ella no era la única en recomendarlo. Lo mismo hacían algunos de sus ex tenientes de principios de los 1860, viejos “caballos de guerra”, como el entrerriano Ricardo López Jordán y el catamarqueño Felipe Varela. ¿Sugería algo sospechoso en las intenciones del gobernador, la postura de tales hombres?

Chismes en ese sentido llegaron a los oídos de Mitre, 500 kilómetros al norte, en Tuyutí. El presidente era bien consciente de lo difícil que le era a Urquiza hablar de los brasileños sin llamarlos “macacos” y se sintió suficientemente preocupado de que pudiera convertirse en un traidor como para enviar a su secretario personal, José M. Lafuente, a interrogar al caudillo entrerriano sobre los recientes acontecimientos y evaluar sus opiniones(23).

(23) Richard Burton, Letters from the Battle-fields of Paraguay (Londres, 1870), pp. 202-203. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Como epíteto racista estándar para los brasileños, el término “macaco” tiene una larga historia entre los pueblos del Plata. Probablemente deriva de antecedentes folclóricos en Paraguay, con una importante diferencia: mientras la actitud de Urquiza era palmariamente racista en el sentido “moderno” del término, los paraguayos tendían a considerar inferiores a los negros brasileños debido a su estatus de esclavos, no tanto por su raza.

Como hemos visto, la supuesta similitud con los monos aulladores (karaja) explícitamente refleja su estatus como bufones o pestes de mal carácter, que era como eran retratados por el folclore tradicional en la propaganda dirigida contra el Brasil por el Gobierno de López(24).

(24) Michael Kenneth Huner ha explorado este aspecto de la propaganda de guerra paraguaya en su, “Cantando la República: la movilización escrita del lenguaje popular en las trincheras del Paraguay, 1867-1868”, en: Páginas de Guarda (primavera de 2007), pp. 115-34. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El informe de Lafuente del 10 de Octubre resultó una lectura fascinante para Mitre y proporcionó una útil apreciación de las condiciones del Litoral:

Pese a su inconsistencia y variabilidad, que son bien conocidas, el general es su amigo leal y, aunque el constante clamor de su séquito pudiera gradualmente erosionar su sentimiento y estimular sus pasiones más básicas, especialmente la envidia, cuando se refiere a usted [...] se olvida de sus peores temores, le vuelve la espalda a sus más odiosos consejeros [...] y retorna al camino recto y estrecho [...].
El cree que [continuar la guerra traerá] anarquía a nuestro país y [ansía ocupar el] rol de pacificador. Su ambición es retornar a la presidencia y ve esto como una escalera que debe usar para ascender a esa posición(25).

(25) José M. Lafuente a Mitre, 10 de Octubre de 1866, citado en F. J. McLynn, “General Urquiza and the Politics of Argentina, 1861-1870”, tesis doctoral (University of London, 1976), pp. 242-243. Más generalmente, ver: David Rock y Fernando López Alves, “State-Building and Political System in Nineteenth-Century Argentina and Uruguay”, Past and Present 167: 1 (2000), pp. 178-90. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

La provincia de Urquiza se mantendría, por lo tanto, como una espina del lado del Gobierno Nacional, pero el hombre parecía confiable por el momento. El honor, la avaricia y la ambición política lo ataban a Mitre, y ello no cambiaría mientras la guerra continuara.

El peor peligro real para la cohesión nacional argentina, al final de 1866, no estaba en absoluto en las provincias del Litoral, sino mucho más al oeste. Curupayty se convirtió en una señal de fuego para una mezcolanza de intereses rurales en Cuyo y La Rioja, algunos de los cuales tenían lazos con los viejos federales y los blancos uruguayos y todos los cuales guardaban resentimientos hacia el Gobierno Nacional por la recaudación de impuestos, los reclutamientos, sus demandas de “organización nacional” y su alianza con Brasil.

Los esfuerzos de reclutamiento, siempre profundamente impopulares en el oeste, continuaron después de Curupayty, a pesar de las muchas advertencias de que tales actividades llevarían a la rebelión. El caso de Mendoza, una provincia normalmente tranquila, es particularmente instructivo al respecto(26).

(26) Ver: "El Constitucional" (Mendoza), 20 de Octubre de 1866 y, más generalmente, Mirta Fernández et al., “Mendoza y el Litoral al comenzar la guerra del Paraguay”,en: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza 2 (1972), pp. 669-684. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Una situación similar prevalecía en San Luis, donde el gobernador proliberal temía “la gran desconfianza que la propaganda anarquista [sic] de los enemigos ha introducido entre las masas, tan ignorantes y siempre dispuestas al engaño(27).

(27) Ver: Justo Daract a Marcos Paz, San Luis, 5 de Noviembre de 1886, en: Archivo del Coronel Doctor Marcos Paz, 5: 251. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Estos occidentales eran antiguos oponentes de Mitre, los “bárbaros” que sus “civilizados” liberales habían buscado intimidar en tantas ocasiones. Para Mitre, eran una especie de ludistas, una fracasada raza de tradicionalistas que rechazaba absurdamente la era moderna y su nuevo sistema de valores. Pero decir que tales hombres estaban aislados de las sensibilidades políticas de la mayoría de los argentinos era ostensiblemente ingenuo.

Por su parte, los cuyanos y los riojanos detestaban a los “odiosos unitarios” de la ciudad capital, de cuya masculinidad dudaban y cuyas pretensiones de liderazgo nacional despreciaban.

El gobernador Nicasio Oroño, cuya humanidad iba a la par de la claridad de su pensamiento, explicó la diferencia entre los provincianos del Interior y los habitantes de la ciudad portuaria en términos que todavía hoy tienen eco. Señaló que existía en las áreas rurales una población que se hundía en la pobreza y era tratada de la misma forma que los salvajes por los conquistadores, obligándolos a llevar una vida de nómades. “Esta gente es hostil a la civilización porque no se ha tenido la resolución de darle una participación en la propiedad y la posesión de la tierra(28).

(28) Ver: Oroño, "La verdadera organización del país o la realización de la máxima 'gobernar es poblar'" (Buenos Aires, 1869), p. 37. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Estas palabras, escritas por un funcionario argentino responsable que quería un cambio en el Interior, eran correctas hasta cierto punto, pero tendían a eludir el hecho de que los líderes montoneros no eran gauchos desposeídos, sino que provenían de las élites rurales, que también tenían buenas razones para aborrecer a los bonaerenses.

Para estos “americanistas” del oeste, el principio de monarquía, en Brasil o en cualquier sitio, sugería un régimen perverso, corrompido por el poder y la falsa dignidad, cargado con los crímenes del Viejo Mundo y con más de un toque de locura. Resistirse a una alianza con un sistema tal era algo natural para tales hombres.

Después de todo, se consideraban a sí mismos los verdaderos republicanos del continente, aun cuando, como en este caso, ello también significara hacer causa común con un dictador paraguayo. Como era esperable, los occidentales siempre estaban buscando una excusa para rebelarse contra lo que consideraban la ilegítima Administración de Mitre(29).

(29) Historiadores revisionistas en Argentina han sido particularmente activos en desarrollar análisis de las distintas rebeliones montoneras contra Buenos Aires (y sus lazos con la guerra de la Triple Alianza). En esta literatura bastante amplia que, sin mucho éxito, busca ligar a Mitre con el imperialismo británico, varios trabajos se destacan, especialmente los de Ramón Rosa Olmos, Historia de Catamarca (Buenos Aires, 1957), José María Rosa, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas (Buenos Aires, 1964), Fermín Chávez, El revisionismo y las montoneras: la “Unión Americana”: Felipe Varela, Juan Saá y López Jordán (Buenos Aires, 1966), y Norberto Galasso, Felipe Varela. Un caudillo latinoamericano (Buenos Aires, 1975). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

La Rioja había alojado insurrecciones federales en tres ocasiones diferentes desde Pavón y las tres fueron apenas contenidas por tropas enviadas desde Buenos Aires (y, curiosamente, por guerreros indios que se habían plegado incondicionalmente a los mitristas)(30).

(30) Julio Campos, gobernador de La Rioja, a Marcos Paz, Rioja, 17 de Agosto de 1865, en: Archivo del Coronel Doctor Marcos Paz, 4: 100-1. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

En Noviembre de 1866 llegó la gran rebelión que muchos occidentales esperaban. Su protagonista principal era Varela, un delgado y bigotudo federalista de cuarenta y siete años que se había exiliado en Chile después del último levantamiento. Figura impactante a quien posteriores admiradores llamaron “el Quijote andino”, Varela era corto de vista, locuaz y rústico en sus gustos personales.

Con propiedad limitada en la región y antecedentes políticos bastante accidentados, carecía de las características de un caudillo tradicional. Sin embargo, tenía la astucia de un puma y el aplomo de un hombre que cree estar guiado por altos principios.

Como otros occidentales, quería una Argentina que incluyera a Buenos Aires, pero que no fuera subyugada por ella. Habiendo fracasado en anteriores ocasiones, esta vez eligió bien su momento. Cuando las noticias de Curupayty se esparcieron por el Oeste, coordinó su agenda con varios disidentes prominentes, los más notables de los cuales eran un regordete miliciano sanjuanino llamado Juan de Dios Videla y Juan Saá, un intrigante federalista y ex gobernador de San Luis(31).

(31) Vicente A. Almonacid, Felipe Varela y sus hordas en la provincia de La Rioja (Córdoba, 1869); Escipión Cornejo, La verdad histórica. Invasión y montonera de Felipe Varela (Salta, 1907). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los tres complotados planeaban invadir el país desde el Oeste con la connivencia del Gobierno chileno. Los políticos en Santiago de Chile todavía estaban irritados por la indiferencia que había mostrado el presidente argentino al principio del conflicto de las islas Chincha; no olvidaban que los españoles habían bombardeado Valparaíso a fines de Marzo de 1866 después de aprovisionarse en Buenos Aires, y ahora los chilenos encontraban conveniente y placentero retornar el favor, armando y equipando a los oponentes de Mitre. Los montoneros argentinos, por su parte, sabían lo que ocurre cuando la oveja pide ayuda al zorro, pero codiciosamente aceptaron el apoyo chileno de todas maneras.

“Voluntarios” del otro lado de la frontera se unieron a Videla y Saá en Jachal, provincia de San Juan, después de lo cual los rebeldes se lanzaron a conquistar Cuyo. Mientras un éxito seguía a otro, Varela unió sus tropas a las de sus cómplices y se dirigió al norte, hacia su propio territorio en La Rioja y Catamarca. Esto convirtió un limitado levantamiento cuyano en una incipiente revolución nacional. Degustando sangre, los líderes rebeldes se detuvieron justo lo suficiente para despachar mensajes a Urquiza, quien rechazó sus peticiones de asumir el liderazgo de un nuevo movimiento “federal”(32).

(32) El Nacional (Buenos Aires), 4 de Enero de 1867. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los occidentales habían proclamado abiertamente su apoyo a la Constitución de 1853, al mariscal López y a las facciones “americanistas” a lo largo del Plata(33).

(33) Bias Campos Arrundão, “Ending the War of the Triple Alliance. Obstacles and Impetus”, tesis doctoral (University of Texas at Austin, 1981), pp. 89-91. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Se concebían como auténticos patriotas argentinos y tenían al gobernador entrerriano como su jefe honorario. Después de todo, era el mismo capitán general que había barrido a los liberales de su provincia en los 1840 y había una vez, incluso, ordenado a ingleses locales afeitarse sus barbas por formar en sus rostros la ofensiva “U” de los unitarios(34).

(34) Richard Burton (1870). Letters from the Battle-fields of Paraguay, p. 201, Tinsley Brothers, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Urquiza, a no dudarlo, tenía una explosiva personalidad, pero ahora su volatilidad era la de un nervioso anciano de patillas teñidas, no la de un audaz joven rebelde. Hacía tiempo que había cambiado el papel de insurgente por el de productor ganadero y no quería saber nada de un levantamiento occidental cuyo resultado parecía dudoso.

Incluso sin su ayuda, sin embargo, en semanas una tropa de 3.000 rebeldes había tomado una enorme porción de territorio, de cientos de kilómetros de extensión, a lo largo de las estribaciones de los Andes. Esto alentó a los enemigos del Gobierno Nacional, no sólo en Occidente, sino en todas las provincias de la República(35).

(35) Ariel de la Fuente, “Federalism and Opposition to the Paraguayan War in the Argentine Interior. La Rioja, 1865-67”, en: Kraay y Whigham, I Die with My Country, pp. 146-9 y passim; los objetivos y mentalidad de los líderes montoneros están bien descriptos en F. J. McLynn, “The Ideological Basis of the Montonero Risings in Argentina during the 1860s”, en: The Historian, 46 (Febrero de 1984), pp. 235-51; y, como fuente contemporánea, Felipe Varela, Manifiesto del jeneral Felipe Varela a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos de la república Arjentina en los años 1866 y 1867 (elaborado en Chile antes de que la rebelión comenzara), editado por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde (Buenos Aires, 1968), pp. 80-2, 87.

La policía local de Mendoza, que hacía meses estaba sin paga, se levantó contra Mitre al mismo tiempo, liberando a los presidiarios de la cárcel y uniéndose a Varela(36).

(36) “La revolución y los revolucionarios”, en: La Palabra de Mayo (Buenos Aires), 2 de Diciembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)a” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Sin pérdida de tiempo, los numerosos jefes revolucionarios emitieron una serie de floridos, aunque vagos, manifiestos anunciando su intención de marchar al Este, posiblemente a la misma Buenos Aires. Si Urquiza se mantendría leal al Gobierno Nacional bajo la presión de sus victorias, sólo él podía saberlo.

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