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Final de un año -1866- de incertidumbres

Los últimos días de 1866 fueron calurosos hasta lo insoportable. La mayoría de los hombres en el frente hacía lo que podía para escapar del sol abrasador y en los pasillos de los Gobiernos los políticos maquinaban para aprovechar cualquier oportunidad que se presentara.

Con tantas dudas y ambigüedad en el ambiente, cualquier cosa parecía posible. La Guerra de la Triple Alianza acababa de entrar en su tercer año y todavía no había un panorama claro de lo que podría ocurrir, ni mucho menos de cómo el conflicto podría terminar.

La llegada de Caxias sugería que las cosas podrían cambiar para los aliados más temprano que tarde. Aunque Mitre retuvo el Comando General, ahora pasaba tanto tiempo ponderando las ramificaciones de los distantes levantamientos montoneros como dirigiendo la lucha en Paraguay. Casi por decantación, el marqués podía ver su estrella elevarse por ese solo hecho. Aun así, todavía necesitaba al presidente argentino y Mitre todavía demandaba una deferencia apropiada, por lo cual había mucho de maniobra y de dar y tomar en su relación.

Al tercer mes, llegaron de Río de Janeiro noticias de que el emperador había nombrado un reemplazante de Tamandaré y, el 22, el nuevo hombre llegó a Itapirú para asumir el comando.

Había un sentimiento de feliz anticipación en el campamento aliado. Todos menos el almirante pensaban que las cosas serían ahora mejores. En su último día en Paraguay, como despedida, Tamandaré ordenó a cuatro buques de guerra subir el río y lanzar un ataque de cinco horas de bombas sobre posiciones enemigas en Curupayty. No fue mucho más que un canto de cisne; aunque la descarga logró silenciar los cañones enemigos por un tiempo, no provocó daños(1).

(1) S. D. a “Querido Amigo”, en recorte no identificado de periódico (22 de Diciembre de 1866) en BNA-CJO. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El fracaso de Tamandaré en Paraguay derivó, en última instancia, de varios factores. Por un lado, era una década mayor que la mayoría de los hombres con los que compartía el comando y no podía resistir la tentación de pretender darles lecciones en ocasiones que llamaban a la circunspección y el tacto. Estaba aquejado, además, por severos ataques de reumatismo, mucho peores que los de Polidoro, en los que el dolor lo paralizaba en momentos cruciales.

Y aun cuando estaba en total control de su cuerpo, no podía esconder su desprecio y sospecha por los argentinos, contra quienes había peleado en Ituzaingó durante el conflicto cisplatino. Era también propenso a lanzar afirmaciones exageradas sobre el éxito de sus unidades navales, lo que lo llevó a la perdición en Curupayty. Lo peor de todo, era absolutamente renuente a transmitir malas noticias al emperador, incluso cuando su profesionalismo y responsabilidad lo requerían(2).

(2) Artur Silveira da Mota, “Reminiscencias da Guerra do Paraguai” (Rio de Janeiro, 1982), pp. 102-108. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Pedro estaba lejos, en Río de Janeiro, y era imposible que tomara decisiones informadas sobre una guerra que él insistía en ganar, pero se resistía a dirigir. Él y sus asesores necesitaban información abierta, inequívoca, sobre la situación en el frente, así como leales subordinados que pudieran actuar independientemente cuando la ocasión lo exigiera. Tamandaré, simplemente, no podía cumplir esos requisitos.

Ahora el almirante navegaba de regreso a Montevideo, luego a Río, con una licencia de tres meses, supuestamente por razones de salud. No hizo discursos en la ruta, ni arengas grandilocuentes a favor de las armas brasileñas. Nunca retornó al Paraguay. En cambio, luego de las invariables demostraciones de aclamación pública en la capital, se hundió en el papel que el sistema imperial le había reservado, el de un anciano libertino que gozaba de la pompa y la dignidad de su rango y estatus, pero aislado de cualquier poder real. El nuevo comandante naval aliado en Paraguay era el vicealmirante Joaquim José Ignácio, de quien se decía que era todo lo que no era su predecesor(3).

(3) El ministro británico ante el Imperio lo expresó sucintamente al señalar que se decía del recientemente nombrado que poseía “coraje, energía, capacidad y experiencia”. Si estaba realmente preparado para el desafío, desde luego, debía ser demostrado. Edward Thornton a Lord Stanley, Río de Janeiro, 2 de Diciembre de 1866, en: “Documentos sobre la guerra de 1864 a 1870”, ANA-SH 352, n. 3. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Nacido en Lisboa, en 1808, Ignácio llegó al Brasil a tierna edad y estaba moldeado por las amplias posibilidades de su nuevo país. Al igual que Caxias, mostraba una pronunciada dedicación al estudio, al trabajo duro y al deber. Aprendió latín y francés de adolescente y obtuvo algún conocimiento de inglés durante sus varios viajes por Europa.

Obtuvo altas notas en matemáticas y navegación siendo cadete naval y adoptó las maneras y la forma de vestir de un caballero inglés. Era un estilo que le calzaba perfectamente. Ignácio tenía un récord distinguido en el conflicto cisplatino de 1825-1828. Durante la lucha, el joven oficial fue capturado en alta mar a la altura de Bahía Blanca. Con una agresiva actitud de “ahora o nunca”, ayudó a provocar una revuelta entre noventa prisioneros brasileños que estaban siendo trasladados a un confinamiento argentino a bordo de la goleta capturada “Constança”. Él y otros hombres consiguieron retomar el barco y escapar a Montevideo, que estaba en manos de los brasileños(4).

(4) Antonio da Rocha Almeida, “Vultos da Pátria”, 3: 129. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Después de la guerra, Ignácio continuó ascendiendo en la jerarquía naval brasileña. Ejerció una variedad de cargos importantes y ayudó a aplastar revueltas en Maranhão, Rio Grande do Sul y Pernambuco. Encargó la construcción de nuevos buques de guerra para el Brasil durante su estadía en Plymouth, a finales de 1840, y, a su regreso, fue nombrado uno de los representantes navales en la Corte Imperial.

Sirvió como ministro naval durante el mandato de Caxias en 1861 y, más tarde, entre otras cosas, como ministro de Agricultura, Comercio y Obras Públicas. Cuando comenzó la guerra con el Paraguay, Ignácio estaba en Rio de Janeiro, lejos de la escena de sangre, pese a lo cual el conflicto lo afectó profundamente. Su hijo, un talentoso oficial de treinta y un años y comandante de uno de los acorazados brasileños, fue mortalmente herido en el asalto de la flota a Itapirú y murió a bordo de un barco hospital en brazos del almirante Tamandaré.

Ignácio nunca se repuso de la pérdida. Lo vació de incertidumbres espirituales, que ahora reemplazó con un catolicismo que se volvió más profundo y más oscurantista de lo que era usual en los oficiales brasileños de su generación. Esta fe conservadora y emotiva, le proporcionaba tanto consuelo como dirección, pero también lo separaba de sus camaradas.

Ignácio necesitaría toda la ayuda posible, una vez que llegara al Paraguay. Soldados y marinos en el frente, ya habían comparado su reputación con la de su predecesor y siempre salía bien parado frente al tosco e impetuoso Tamandaré. Más aún, los hombres estaban hartos de la inacción y confiaban en que Ignácio superaría el impasse con un enfoque nuevo y más audaz.

Ya había quedado probado que los acorazados podían soportar la furia de los cañoneros paraguayos, aunque todavía no estaban tan seguros en cuanto a las minas de río. Ignácio tenía treinta y ocho buques de guerra bajo su comando, con 186 cañones y 4.037 hombres, una fuerza formidable bajo cualquier punto de vista(5).

(5) Visconde de Ouro Preto, “A Marinha d’Outrora”, p. 155; en un raro caso de total coincidencia en materia estadística, Juan Crisóstomo Centurión coincide con estos números. Ver: “Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), (cuatro volúmenes), 2: 241. Ed. El Lector, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Tenía la fuerza y buena parte de la autoridad. Podría haber tomado el voto de confianza que los oficiales y hombres le habían dado, como aliciente para forzar el paso río arriba o al menos discutir tal movimiento con Mitre y Caxias. En cambio, “marcó el inicio de su reino doblando la intensidad de los bombardeos”. La misma táctica, los mismos resultados(6).

(6) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 186. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres. Washburn, que de por sí solía tener una actitud de desdén hacia los comandantes brasileños, opinaba que la “única diferencia entre Tamandaré y su sucesor, era que el último era más derrochador de sus municiones”. Charles A. Washburn. “The History of Paraguay with Notes of Personal Observations and Reminiscences of Diplomacy under Difficulties” (1871), 2: 162. Ed. Lea and Shepard, Boston y Nueva York. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Si el nuevo comandante naval no encontraba espacio para la innovación, Charles Ames Washburn no estaba dispuesto a adoptar una actitud complaciente. El 20 de Diciembre de 1866, el secretario de Estado le pidió a él y a los ministros estadounidenses en Buenos Aires y Río de Janeiro, que anunciaran a sus respectivos Gobiernos anfitriones que los Estados Unidos estaban listos para ofrecer sus buenos oficios en busca de una paz general.

La oferta de mediación tomaba la forma diseñada por el Congreso estadounidense unos meses antes. El rasgo principal era la propuesta de una reunión en Washington, en la cual todas las partes beligerantes enviaran plenipotenciarios. Washburn habría tomado seriamente su cargo como posible mediador, si hubiera conocido las instrucciones de su Gobierno, pero ya había abandonado Asunción en dirección a Humaitá -convocado por López-, quien le había enviado un vapor para su transporte. El mariscal se había recobrado de su reciente enfermedad y estaba ansioso de saber si Washburn tenía alguna información útil para él.

Cuando Charles Ames llegó a Paso Pucú, el 22, encontró que las cosas habían ido mal en el campamento, que la atmósfera estaba ahora permeada por el miedo y, no solamente por los ejércitos aliados en las cercanías.

Antes de dejar el Paraguay, aunque [los residentes ingleses] todos sabían que López era un tirano capaz de cualquier atrocidad, nunca habrían supuesto que ellos mismos corrieran algún daño personal. Pero esto había cambiado ahora. Habían visto que López había resuelto que, si no podía continuar gobernando el Paraguay, nadie podría, y estaba dispuesto a destruir a todo el pueblo.
Me habían advertido que fuera cuidadoso en mi intercambio con él; que si podía mantener su favor, mi presencia en el país podría de alguna manera estar al margen de sus barbaridades; pero que si él discrepaba conmigo, habría sido infinitamente mejor para ellos que yo nunca hubiera retornado(7)

(7) Charles A. Washburn. “The History of Paraguay with Notes of Personal Observations and Reminiscences of Diplomacy under Difficulties” (1871), 2: 158-159. Ed. Lea and Shepard, Boston y Nueva York. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Estas palabras, escritas con amargura sólo unos meses después del final de la guerra, no deberían ser tomadas como una exageración. Las cosas eran todavía peores en el frente y, con su país enfrentando una lucha que parecía interminable, el mariscal López se había vuelto más abrupto, más propenso a culpar a aquéllos más cercanos a él, incluso en cuestiones nimias.

Esta propensión hacia la paranoia violenta, había sido siempre parte de su personalidad, ya desde niño, pero nunca antes había hecho aflorar sus caprichos con tan descuidado desapego de la realidad. Pese a ello, en sus entrevistas con el mariscal, Washburn se encontró con un hombre amable, antes que amenazador.

Estaba dispuesto, por ejemplo, a conceder mucha más bravura a los soldados brasileños de la que hubiese admitido la mayoría de los paraguayos en ese tiempo; no era coraje lo que les faltaba a los kamba -subrayaba-, sino liderazgo, y esto no cambiaría con la llegada de ineptos tales como Caxias e Ignácio.

López pensaba que su situación era bastante menos desesperada que antes, ciertamente mucho mejor que cuando cayó Itapirú, época en que los buques de Tamandaré habían bombardeado a su ejército día y noche, sin mucho efecto, es cierto, pero en forma sostenida. Ahora, le dijo a Washburn, los aliados pelearían entre ellos y la alianza se desintegraría; si los brasileños se quedaban solos, entonces las presiones sobre el Erario imperial pronto minarían su voluntad.

Washburn no había todavía recibido las instrucciones de mediación y, dada la estimación de los hechos por parte del mariscal, no tenía sentido traer el tema a colación. Por lo tanto, el ministro se limitó a preguntar por seis prisioneros estadounidenses en el país y, para su sorpresa, López dispuso la liberación de varios(8).

(8) Bergés a Washburn, Asunción, 29 de Diciembre de 1866, en ANA-CRB, I. 22, 11, 2, n. 4. López primero se había negado a liberar a aquellos estadounidenses que habían estado en el servicio naval argentino y habían sido capturados a bordo de sus buques, cuando Paraguay ocupó Corrientes en 1865; Washburn argumentó que los hombres no debían ser responsabilizados por intento hostil alguno contra el Paraguay, ya que el estado de guerra con la Argentina aún no existía cuando ellos fueron capturados. El mariscal, quien entendía que una aceptación de su Gobierno de tal argumento pondría en entredicho la legitimidad de su ataque a Corrientes, se rehusó inicialmente a cambiar de opinión sobre el tema y sólo cedió como un gesto específico de amistad hacia Estados Unidos. Aún así, no todos los estadounidenses fueron liberados y Washburn más tarde halló razones para irritarse con aquéllos que sí lo fueron. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El mariscal también aceptó pagar reparaciones a un comerciante “norteamericano” (en realidad era bohemio, pero se hizo pasar por estadounidense para obtener protección) en Bella Vista, cuyo negocio había sido saqueado por tropas paraguayas durante su invasión a Corrientes(9).

(9) Charles A. Washburn. “The History of Paraguay with Notes of Personal Observations and Reminiscences of Diplomacy under Difficulties” (1871), 2: 150-161. Ed. Lea and Shepard, Boston y Nueva York. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

López fue tan solícito en todos estos asuntos, de hecho, que Washburn comenzó a pensar que las advertencias de sus amigos ingleses tenían poco fundamento. Pero estaba equivocado.

Cuando regresó a Asunción, se enteró de que la Policía había arrestado al propietario de la casa que alquilaba, Luis Jara, evidentemente debido a su amistad con él. Aunque no tenía potestad oficial para protestar por la medida, ello lo hizo preguntarse hasta dónde llegaba realmente la “gran cortesía y civilidad” del mariscal(10).

(10) Charles A. Washburn. “The History of Paraguay with Notes of Personal Observations and Reminiscences of Diplomacy under Difficulties” (1871), 2: 164. Ed. Lea and Shepard, Boston y Nueva York. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los extranjeros en la capital paraguaya también habían experimentado recientemente un inesperado estrés, cuando la Policía los había reprendido por su supuesta falta de entusiasmo público a favor de los esfuerzos de la guerra. Las mujeres del país habían contribuido con sus joyas, su mano de obra y sus seres queridos, y los hombres con sus fortunas y sus vidas, ¿por qué los de afuera habían dado tan poco?

Se puede percibir en estas presiones, la influencia de varios aduladores lopistas quienes, habiendo fracasado en darle al mariscal una victoria militar, ahora deseaban protegerse, tornándose contra todo aquél que pudiera manifestar una postura independiente. La comunidad extranjera respondió en la forma esperada, emitiendo un mensaje más militantemente patriótico que el del Gobierno de Asunción:

¿Cómo podríamos mantenernos indiferentes ante todos los beneficios, toda la solicitud para nuestro bienestar? [...] Queremos ser neutrales, eso es cierto. Pero si neutralidad significa mostrar una fría indiferencia ante los beneficios que hemos recibido, entonces rechazamos con indignación cualquier [definición que podría poner en duda nuestra] gratitud al pueblo paraguayo con el que compartimos lazos de la más cordial fraternidad(11).

(11) Residentes extranjeros al editor, Asunción, 28 de Diciembre de 1866, en. periódico “El Semanario”, (Asunción), edición del 29 de Diciembre de 1866. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El mariscal sonrió ante esta tardía muestra de apoyo y luego la dejó de lado. En cuanto a los extranjeros, ninguno de ellos, ni siquiera Washburn o Laurent-Cochelet, podía sentirse firme acerca de la continuidad de su seguridad o la de sus familias. Si funcionarios menores podían amenazarlos de esta forma una vez, podrían hacerlo de nuevo con peores consecuencias.

A pesar de la creciente ansiedad, había también algunas noticias potencialmente buenas en este tiempo. El 28 de Diciembre, estando todavía en Paso Pucú, Washburn finalmente recibió información sobre la oferta de mediación del Gobierno de los Estados Unidos, a través de los despachos que había estado esperando, que atravesaran las líneas bajo la bandera de tregua(12).

(12) Efraím Cardozo. “Hace Cien Años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870” (1968-1982), publicadas en “La Tribuna”, (trece volúmenes), 5: 192. Ediciones EMASA, Asunción. Parece haber alguna confusión sobre cuándo Washburn recibió estos despachos. El no había recibido mensajes de su Gobierno desde su llegada al Paraguay y, por primera vez, tuvo noticias de las actividades del Departamento de Estado después de leer sobre ellas en un periódico argentino capturado. Ver: George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), 2: 165. Ed. Longmans, Green, and Co., Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Esto le abría nuevas oportunidades. Buscando obtener más detalles y conocer las opiniones de sus camaradas en los Ministerios en Brasil y Argentina, Washburn propuso viajar a los Cuarteles Centrales de Caxias y averiguar lo que pudiera de ese lado. Bergés trasladó el requerimiento al mariscal López, quien firmó su aprobación y, bajo la bandera de tregua, Washburn envió despachos al sur para solicitar las reacciones de sus colegas.

El Año Nuevo de 1867, por lo tanto, comenzó con un halo de esperanza. En una carta a su esposa, el general argentino Juan Andrés Gelly y Obes, contó que todo el ejército había asistido a una Misa a las 04:30 de la mañana, seguida por dos largos días de música, danzas y borracheras(13).

(13) Gelly y Obes a Estanislada Alvarez de Gelly y Obes (Talala), [¿Itapirú?], 1ro. de Enero de 1867, en Gelly y Obes, “Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay”, Revista de la Biblioteca Nacional, 21: 51 (1949), pp. 149-150. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Los paraguayos acababan de terminar de celebrar su propio día de la independencia menos de una semana antes (en esa época se festejaba el 25 de Diciembre, el aniversario de la declaración formal de la Independencia por parte de un Congreso liderado por Carlos Antonio López, en 1844), cantando briosamente -desde sus empapadas trincheras-, mientras las bandas militares tocaban marchas patrióticas. Ahora cantaban de nuevo, en parte por esperanza, en parte por frustración, en parte por envidia de los soldados enemigos y sus estómagos llenos.

Ocho días después, el almirante Ignácio lanzó el ataque más intenso contra las baterías de Curupayty desde el 22 de Septiembre de 1866. Como observó Natalicio Talavera, las bombas de la flota “llovieron sin parar, explotando en el medio del aire, dejando el horizonte de Curupayty cubierto de humo(14).

(14) “Correspondencia del Ejército”, en el “El Semanario”, (Asunción), edición del 12 de Enero de 1867. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

Dado que el Ejército Aliado no embistió, el general Díaz ordenó a sus cañoneros devolver los disparos, dirigiendo toda su energía asesina contra los buques enemigos. El acorazado “Brasil” fue perforado por seis balas de cañón y se alejó rápidamente hacia Corrientes, para salvarse del hundimiento. Otros barcos fueron también alcanzados, no tan seriamente. Los aliados lanzaron 3.000 bombas sobre Curupayty ese día y otras 1.500 sobre Sauce, y los paraguayos respondieron en buena forma. Pero ningún daño real fue causado. Un marino a bordo del vapor “Tamandaré” murió, y eso fue todo(15).

(15) Efraím Cardozo. “Hace Cien Años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870” (1968-1982), publicadas en “La Tribuna”, (trece volúmenes), 5: 212-4. Ediciones EMASA, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (el Triunfo de la Violencia; el Fracaso de la Paz)” (2011), volumen II. Santillana S. A. - Prisa Ediciones, Asunción.

El 13, la flota abrió una nueva ráfaga sobre las mismas posiciones y con los mismos pobres resultados. Las fuerzas terrestres aliadas intentaron forzar la línea cerca de Sauce durante unos cuantos días y, de nuevo, nada resultó de ello.

Si no hubieran sido una expresión tan violenta, estos encuentros habrían sido casi cómicos. Ciertamente, el general Díaz se reía. Si a esto se reducía la agresividad aliada -les decía a sus hombres- entonces la amenaza del emperador contra el Paraguay no era más que el rebuzno de un asno.

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