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Visita Corrientes el primer Gobernador del Río de la Plata

El 2 de septiembre de 1614, fue designado Gobernador de las Provincias del Río de la Plata y Paraguay, Hernandarias de Saavedra, el que se hizo cargo el 26 de mayo de 1615. Era la cuarta vez que, el benemérito paraguayo, recibía tan honroso nombramiento. Con el fin de adelantar la conquista del vasto territorio confiado a su pericia, realizó una entrada general contra los indios de las zonas bañadas por el Paraná y el Uruguay, con tropas sacadas de Asunción, Santa Fe y Corrientes, obteniendo una gran victoria, de suerte que pudo imponer, a los caciques vencidos, para convenir la paz, la condición que recibirían “nuestra Santa Fe Católica y Padres que los enseñaran(1).

(1) José Torre Revello, “Esteco y Concepción del Bermejo - Dos ciudades desaparecidas”, p. XXXI, del Apéndice, edición Buenos Aires, Año 1943. Esta obra, es un estudio notable, que debe siempre ser consultado. Su autor era un historiador inteligente, probo y erudito. Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, Legajos Núms. 4.748, 4.878 (2 y 3) y 5.150. Contienen los Informes, al rey, de los gobernadores del Río de la Plata, Diego de Góngora y Pedro Esteban Dávila. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

En cumplimiento de lo pactado, franciscanos y jesuitas se establecieron en las Reducciones que fundaron Hernandarias y sus tenientes, haciendo que, los indios, viviesen en poblaciones organizadas(2).

(2) Raúl de Labougle, “La Reducción franciscana de Itatí” y “La Reducción franciscana de Santa Lucía de los Astos”, en: “Investigaciones y Ensayos”, de la Academia Nacional de la Historia, tomos 3 y 5, respectivamente; Raúl A. Molina, “Hernandarias, el hijo de la tierra”, capítulos VIII y IX, edición Buenos Aires, Año 1948, obra en que, el autor, investigador y erudito, evoca la actuación del primer gobernante del Río de la Plata, nacido en Indias. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

En las Informaciones que se labraron en Corrientes, en 1635, a pedimento del Procurador General de la ciudad, capitán Mateo González de Santa Cruz, los testigos declararon que, era una falsedad, decir que, con la sola palabra evangélica, se habían reducido los indios, pues era público y notorio que, lograrlo, había costado, a los vecinos y moradores de las ciudades, muchas muertes y trabajos, y gasto de sus haciendas(3).

(3) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, Legajos Núms. 4.748, 4.878 (2 y 3) y 5.139; José Torre Revello, “Esteco y Concepción del Bermejo - Dos ciudades desaparecidas”, p. XXI del Apéndice. Edición Buenos Aires, Año 1943. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Fue entonces cuando se completó la fundación de la Reducción de la Limpia y Pura Concepción de Itatí. Ya en años anteriores, una expedición de veinticinco soldados, había sido enviada, por el Cabildo de Corrientes, contra los guaraníes de ese paraje, a las órdenes del capitán Juan Gómez de Mesa(4).

(4) Archivo General de la Nación, Buenos Adres, División Colonia, Tribunales, Legajo E 1, Expediente Núm. 3, pp. 125 y sgtes. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Fueron, los blancos, embarcados en balsas, remontando el Paraná leguas arriba, hasta dar con ellos. Intimóles, Gómez de Mesa, en nombre del rey, que rindiesen obediencia, y, como se negaran, se arrojó sobre ellos. Trabado en singular combate con el cacique -que se llamaba Guarakupi-, “con una espada ancha en las manos y una rodela”, apellidando la voz del rey, dio, el Capitán, con el cacique en tierra, y, venciéndole, le maniató, con lo que se acobardaron los demás indios y rindieron las armas. Conducidos a la ciudad, con sus mujeres e hijos, en número de quinientos, se les puso en Reducción, junto a la Cruz del Milagro, con guardia de soldados(5).

(5) Archivo General de la Nación, Buenos Adres, División Colonia, Tribunales, Legajo E 1, Expediente Núm. 3, pp. 125 y sgtes. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Estando Hernandarias en Corrientes, durante la campaña a que se ha hecho referencia precedentemente, y conociendo la realizada por Gómez de Mesa, dispuso que, el capitán Antón de Figueroa, que era uno de los primeros pobladores, fuese hasta las tribus guaraníes de Itatí para hacer con ellos las paces. Reunió a “todos los ciudadanos” en la plaza, y, allí, dijo a Figueroa que, para mejor realizar su comisión, “se confesase y recibiese al Señor, porque importaba al servicio de ambas Magestades fuese contra dichos indios y les predicase la palabra de Dios”.

Dos meses tardó el enviado del Gobernador, pero, llenó su misión con éxito, logrando atraer varios “caciques e indios, con todas sus chusmas, con palabras amorosas y suaves”, situándoles con su Cura en sitio que señaló Hernandarias y que fue el conocido por Itatí, conjuntamente con aquéllos que estuvieron en la Cruz del Milagro, y en el que perseveraron, hasta su posterior traslación, al que ocuparon definitivamente, quedando, el antiguo, con la denominación de “La Reducción Vieja” o “Táva Kue(6).

(6) Archivo General de la Nación, Buenos Adres, División Colonia, Tribunales, Legajo E 1, Expediente Núm. 3, pp. 125 y sgtes. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

La instalación de los guaraníes, cuyo adoctrinamiento se encomendó a la Orden seráfica, en su nuevo asiento, estuvo a cargo del franciscano, fray Luis Gamez, a quien acompañó y ayudó en su obra, por algunos años, el capitán Juan de Cuenca, elegido por aquél, entre los demás vecinos de la ciudad, “por ser hábil y capaz y tan general en la lengua guaraní”.

Fue así, Itatí, la primera de las Reducciones que se fundaron en jurisdicción de la Ciudad de Corrientes, y que siempre estuvieron a cargo de la Orden seráfica. En cuanto a fray Luis Gamez, que fue su primer Cura Doctrinero, existen, de él, referencias en documentos de la época, de los que resulta, “fue uno de los religiosos que más se afanó y trabajó en la viña del Paraguay”, según juicio del cronista, fray Diego de Córdova y Salinas, quien dice, de él, que

era tan humilde, que jamás admitió oficio de prelado, aunque le eligieron tres veces, por conocerle don de gobierno. Su asistencia fue con los indios desde que entró en el Paraguay hasta que murió tan amado de ellos por su afabilidad, que le buscaban por su nombre de provincias muy remotas, y los que una vez le trataban, no se apartaban de él, y así redujo muchos y los más indómitos y feroces indios. No halló dificultad en la obediencia, sino en admitir los oficios, y así los mayores y más dificultosos caminos que anduvo, las entradas al parecer imposibles, los trabajos y hambres, que se miraban invencibles, los facilitó y allanó”.

Agrega, el cronista, “que era su pobreza evangélica; un hábito y ése muy viejo y roto, con una capilla, y no quería, pudiendo, tener más. Su castidad angélica, pues vivió entre los indios guaraníes más de treinta y seis años, que es la gente más celosa que se conoce en todo el mundo, sin que le adicionasen una palabra ni un divertimento de vista”.

Cuando no estaba adoctrinando a los indios, se le encontraba en la iglesia, ocupado siempre en algún ejercicio religioso, por huir de la ociosidad, enemiga del alma, y concluye, fray Diego de Córdova: “Murió como vivió en la Doctrina de Itatí, de las Corrientes, con aclamación de Santo, y hoy le llaman los indios y le veneran como si estuviere vivo(7).

(7) Archivo General de la Nación, Buenos Adres, División Colonia, Tribunales, Legajo E 1, Expediente Núm. 3, pp. 125 y sgtes. A fs. 132 vta. dice que, fray Luis Gamez, estaba en Itatí, “que estaba recién poblado”. Fray Diego de Córdoba y Salinas, O. F. M., “Crónica franciscana de las Provincias del Perú”, p. 670. Edición “Academy of American Franciscan History”, edición Washington D. C., Año MCMLVII. // Todo citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Cabe señalar, que se ha atribuido, la fundación de Itatí, ya a fray Luis Bolaños, ya al R. P. Roque González de Santa Cruz S. J. Fundaméntase, la primera, en datos del Cura Doctrinero de la Reducción, fray Alonso Marecos, que aseguraba haberlos tomado del Archivo Parroquial, allá por 1730 ó 1738, pero que no se encuentran corroborados por documento alguno de la primera mitad del siglo XVII; y, en cuanto a la segunda, en la identificación del paraje, donde asentó la Reducción, con cierta laguna que, Sebastián Caboto llamara “de Santa Ana”, en homenaje a la Madre de Nuestra Señora, cuando remontó el Paraná hacia el Este, en 1528, y en cuyas cercanías intentó una fundación al mártir, en 1614 ó 1615.

Aparte que no coincide el número de leguas recorridas, por el navegante veneciano, con el que media entre Itatí y la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay -circunstancia que señalara Paul Groussac-, de la Carta Annua de 1616 y de un documento de fecha 23 de febrero de 1615, que se conserva en el Archivo de Indias, se desprende que, Santa Ana estaba frente a Itapúa, o sea, a una distancia tal de Itatí que no permitía los rápidos desplazamientos que, del Padre González de Santa Cruz, nos cuentan los cronistas.

Fuera de lo que, muchos años después de los sucesos, relataran al respecto los cronistas jesuitas, no se ha traído prueba documental que desvirtúe la conclusión a que se llega precedentemente; por el contrario, en Información Jurídica labrada en la Ciudad de Asunción, en agosto y septiembre de 1618, consta, por declaraciones concordantes de calificados testigos, que fray Luis Gamez, desde hacía tres años, estaba ocupado de una nueva Reducción, que había hecho en el distrito y jurisdicción de la Ciudad de Vera, y que ella sería de gran utilidad, por estar sobre el río Paraná.

En la referida Información, no se mencionan los nombres de fray Luis Bolaños ni del P. González de Santa Cruz. Tampoco modifica lo afirmado, precedentemente, el “Informe sobre el Río de la Plata” del gobernador, Maestre de Campo Pedro Esteban Dávila, que se funda en dichos de terceros(8).

(8) Raúl de Labougle, “La Reducción franciscana de Itatí”, en: “Investigaciones y Ensayos”, de la Academia Nacional de la Historia, tomo III. Edición Buenos Aires, Año 1967. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

El sitio, elegido por Hernandarias, para la Reducción de Itatí, sobre la barranca del Paraná, era bellísimo, con muy buenos campos de tierras feraces, aptas para la agricultura y el pastoreo, según lo han señalado viajeros autorizados(9).

(9) Fray Pedro José de Parras, “Diario y derrotero de sus viajes”, pp. 167 y sgtes. Edición Buenos Aires, Año 1943; Alcides d’Orbigny, “Voyage Pittoresque dans les deux Amériques”, p. 243. Edición de París, Año MDCCCXXXVI. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Continuando su obra colonizadora, Hernandarias estableció otra Reducción, a orillas del río de Santa Lucía, en su margen septentrional, en el rincón que éste forma con el río Corriente, al desembocar en el Paraná. Su primer núcleo poblador se constituyó con indios astos, que habitaban la región desde tiempo inmemorial, y, también, con algunos otros, como ellos, de raza guaykuru, traídos al efecto del Chaco(10).

(10) Raúl de Labougle, “La Reducción franciscana de Santa Lucía de los Astos”, en: “Investigaciones y Ensayos”, de la Academia Nacional de la Historia, tomo V. Edición de Buenos Aires, Año 1968. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Para la protección de las Reducciones, Hernandarias estableció sendos fortines, con guarnición de veinte soldados blancos cada uno, lo que favoreció la penetración, hacia el Interior, al asegurar, de esa manera, una vasta zona.

Las sementeras se extendieron, entonces, hasta tres leguas en torno de la ciudad, yéndose ampliando, paulatinamente, a medida que los conquistadores lograban alejar a los indios.

La traza de las Reducciones, al igual que las de las ciudades y pueblos de españoles, era de un damero, formado por manzanas de ciento cincuenta varas de costado. En el centro de ellas estaba la plaza, de idénticas dimensiones, frente a la cual se levantaba la iglesia, y, junto a ésta, la casa destinada a residencia del Cura, a cuyo cargo estaba el adoctrinamiento de los indios, siendo asistido, en la tarea, generalmente, por un compañero.

Poseían, las Reducciones, una determinada extensión de campo, cuya propiedad y explotación eran comunes, y, de sus productos, se sustentaban los habitantes de ellas. Algunos indios tenían, empero, dentro de sus casas y terreno anexo, cierto número -si bien harto escaso-, de animales domésticos. Al comienzo, las dichas casas eran de construcción muy precaria, de paja y barro; salvo la iglesia, que era de pared francesa y madera, con techo de tejas y palma(11).

(11) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, Legajos Núms. 4.748, 4.878 (2 y 3) y 5.139. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

En lo que se refiere a los vecinos de la ciudad, allá por 1620, y luego de la victoriosa entrada, de Hernandarias de Saavedra, ya había chacras en el Pago del Riachuelo y la costa del Paraná, y, aventurándose algunas leguas al Este, a distancia de seis leguas, se establecieron, en el paraje conocido, desde entonces, por “Rincón de Luna”; también, por el sur, llegaron hasta la “Isla de Lomas”, sita a tres leguas.

El rendimiento de las sementeras era escaso, pese a sus esfuerzos, razón por la cual, dichas tierras, fueron calificadas, por el Cabildo, en algún Acuerdo, años después, de “estériles barriales que no producen frutos”. Delimitábanse, las chacras, con palizadas, para defender los cultivos de la acción dañina de caballos, vacas, yeguas y cerdos sueltos.

Tal era el estado de la Ciudad de Vera y sus pobladores, cuando llegó a ella, en la Visita General, que realizara a la Provincia de su mando, el primer Gobernador de Buenos Aires, Diego de Góngora(12).

(12) Diego de Góngora, caballero de la Orden de Santiago, de la ilustre familia originaria de Navarra, a la que también perteneció el poeta, Luis de Góngora y Argote, que es una de nuestras glorias literarias. Fue el primer Gobernador del Río de la Plata cuando se dividió la Provincia del Paraguay. Fue separado de su cargo, no obstante las simpatías de que gozaba en el vecindario, por haber traído consigo mercaderías de particular, lo que le estaba prohibido. Cf. Pedro Francisco Xavier de Charlevoix, S. J., “Historia del Paraguay”, tomo II, pp. 193 y sgtes. Edición de Madrid, Año 1912; Padre Pedro Lozano, de la Compañía de Jesús, “Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán”, tomo III, p. 410. Edición de Buenos Aires, Año 1874. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Venía de la Ciudad de la Inmaculada Concepción del Bermejo, que fundara en pleno Chaco, el 15 de abril de 1585, el capitán Alonso de Vera y Aragón(13), habiendo encontrado, en su camino, una importante Encomienda de indios que, años más tarde, se trasladaría a Corrientes -la de Guácaras-, de los capitanes Antón Martín de Don Benito y Gaspar de Sequeyra.

(13) José Torre Revello, “Esteco y Concepción del Bermejo - Dos ciudades desaparecidas”, p. XXXI, del Apéndice. Edición Buenos Aires, Año 1943; Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 207, Legajos Núms. 4.748, 4.754, 4.878, 4.682, 4.763. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Allí, empadronó cincuenta y un varones, cuarenta y cinco mujeres y cincuenta y ocho muchachos. Además, frente a la Ciudad de Vera, río de por medio, una legua tierra adentro, halló una Reducción, llamada de San Francisco, sin iglesia ni sacerdote, donde empadronó setenta y cinco varones, cincuenta mujeres y cuarenta muchachos, algunos bautizados y otros infieles, que andaban desnudos(14).

(14) José Torre Revello, “Esteco y Concepción del Bermejo - Dos ciudades desaparecidas”, p. XXXI, del Apéndice. Edición Buenos Aires, Año 1943; Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 207, Legajos Núms. 4.748, 4.754, 4.878, 4.682, 4.763. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

No le causó, al Gobernador, buena impresión la Ciudad de Vera. En su Informe al rey, la consideró pobre, de una pobreza mayor que la de Concepción del Bermejo. Estimó, su población blanca, en noventa y un vecinos, o sea, unas quinientas personas. Además, en las chacras, casas y estancias cercanas, empadronó treinta y dos indios, treinta y siete indias y veinte muchachos, que eran empleados, en diversos trabajos domésticos o rurales.

Con todo, la juzgó de buenas tierras y llamó su atención la mucha cantidad de ganado cimarrón. En su Informe dice que la tierra era fértil, de mucho monte, madera y leña, con abundancia de pescado, señalando, en cambio, la escasez de trigo, maíz y legumbres, circunstancias que atribuyó “al exceso de aguas(15).

(15) José Torre Revello, “Esteco y Concepción del Bermejo - Dos ciudades desaparecidas”, p. XXXI, del Apéndice. Edición Buenos Aires, Año 1943; Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 207, Legajos Núms. 4.748, 4.754, 4.878, 4.682, 4.763. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Además de esos productos, que apenas bastaban para su alimentación, consumían

un poco de carne asada y cozida y muchas veces sin sal porque no la ay en esta tierra y de ordinario beven agua porque no se coxe vino en ella y para poder celebrarse trae de Buenos Ayres tucuman ó chile a precio excesivo, pues a llegado a baler una arroba de vino mas de cien pesos y muchos días que a este precio no se alla y ay tanta falta desto en esta tierra que los religiosos del conbento del señor san Francisco desta dicha ciudad que sirven el beneficio y curato della por falta de vino no dicen missa sino en los días de fiesta para que los feligreses cumplan con su obligación y esto es tan conocida verdad como siniestro es falso y contra ella lo contrario”.

El ganado cimarrón provenía del que trajera Hernandarias de Saavedra, de propiedad de Alonso de Vera y Aragón, cuando la fundación, del que, gran número, escaparon, aprovechando el descuido de los blancos, ocupados, de continuo, en incesante lucha con los indios comarcanos. Los vecinos le pidieron, a Góngora, que se les permitiese su matanza, porque, siendo tantos, no se notaría falta, y, de esa manera, podríase aprovechar su carne para el sustento de la población, y el sebo y el cuero para comerciar.

No había jóvenes blancos puestos a aprender oficio alguno, por no haber maestros que les enseñaren; pero no había vagos perdidos, por ser todos hijos de los afincados allí, desde hacía treinta y tres años. Esos “mancebos de la Tierra(16) ayudaban a sus padres, acudiendo a “sembrar y cortar el trigo y el maíz, cosecha principal de esta tierra, y acuden bien ocupados en ésto, y otras cosas del servicio de sus padres, madres y hermanas”, según reza el Acta del Acuerdo Capitular del 26 de octubre de 1621, a que asistió el Gobernador.

(16) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 101, Legajos Núms. 151.2 y 154.3; y, tomo 151, Legajo Núm. 2.792. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

En ese Acuerdo, señalaron los cabildantes la circunstancia de no conocerse vado alguno en el río Paraná, por su “grande ondura y corrientes”, lo que favorecía el aislamiento de la ciudad, en perjuicio de su comercio. Se había pretendido establecer Recogimiento de Doncellas, pero ello causó tal escándalo, que no se pudo realizar, sabedores, los vecinos, que en Santa Fe de la Vera Cruz, las Justicias entregaron a doña María de Cabrera, a la sazón en Corrientes, doncellas que fueron sacadas con violencia y contra su voluntad de casa de sus padres y parientes, para hacerlas hilar y tejer sayales(17).

(17) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 101, Legajos Núms. 151.2 y 154.3; y, tomo 151, Legajo Núm. 2.792. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Comprobó, el gobernador, que sólo había frailes de la Orden seráfica, y que todavía quedaban algunos mestizos viejos, de los primeros pobladores; negros o mulatos no encontró ninguno. Era mayor el número de mujeres que el de hombres, todos estos casados, no conociéndose ningún amancebamiento. Las mujeres se ocupaban en los quehaceres domésticos, en hilar y en tejer, y ellas eran las que cosían sus vestidos y los de los hombres. Todas llevaban puesto un manto de tela de algodón, hilado por sus manos(18).

(18) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 101, Legajos Núms. 151.2 y 154.3; y, tomo 151, Legajo Núm. 2.792. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

Góngora llegó hasta la Reducción de la Limpia y Pura Concepción de Itatí, de la que, dice, haber sido fundada hacía cinco años, por Hernandarias de Saavedra. Tenía iglesia nueva, buena, y casa para el Cura Doctrinero, de tapias y madera. Poseía ornamentos y otros aderezos para servicio del culto, comprados con las limosnas de los indios, que eran de raza guaraní, los unos bautizados y otros no, pero todos de mejor condición que aquéllos que encontrara antes, porque, los dichos indios, andaban vestidos y eran labradores.

En la estancia, que pertenecía a la Reducción, se cultivaba el maíz y se criaba ganado vacuno, consumiéndose, además, para la alimentación, pescado. No les faltaban herramientas, usando bueyes para arar. Señaló, especialmente, que algunos indios sabían leer, escribir y contar, siéndole esto enseñado en su idioma guaraní, lengua que conocía y hablaba correctamente el Cura Doctrinero, que era un franciscano paraguayo, llamado fray Juan de Gamarra. El paraje, donde asentaba la Reducción, informó Góngora que era, “muy bueno, de buenas tierras y aguas, de mucha leña y variedad de maderas”.

Continuando su Visita, estuvo en Santa Lucía de los Astos, situada treinta leguas al sur de la ciudad. Allí no había sacerdotes ni indios, por lo cual, dio orden para que, un soldado blanco y un cacique principal, fueran, tierra adentro, a buscarles y recogerles. La iglesia era mediana, de tapias y madera, sin ornamentos ni otra cosa para el culto.

Sólo formaban, la Reducción, algunas casas de madera y paja, mal reparadas. Comprobó, además, que, de los indios, los bautizados, andaban vestidos, y, los infieles, desnudos, careciendo todos de mantenimiento en comunidad; sin trigo, sin maíz, y sí solamente algunas vacas y cuatro bueyes. Aparte, y como propios, algunos poseían caballos, vacas, bueyes “y otras menudencias” para su uso personal.

Como todos eran buenos cazadores y pescadores, del ejercicio de ello obtenían su principal sustento. Pese a la escasez de recursos, diputó al lugar como sitio de muchas tierras aprovechables, de montes para madera y leña y, también, de excelente agua. Los habitantes de la Reducción, cuando regresaron a ella, explicaron al Gobernador -según éste informó-que procedían de la banda occidental del Paraná, habiendo sido traídos, de allí, por Hernandarias de Saavedra, seis años antes.

Los indios justificaron su alejamiento del asiento de la Reducción en la circunstancia de haber padecido varias enfermedades, como ser peste y cámaras de sangre, de donde, el temor de perecer todos, si allí permanecían, les determinó a obrar de esa manera. Eran indios, tanto los Astos como los traídos del Chaco, de raza guaykuru, hábiles en el remo y en el vaquear, tareas de su preferencia. Góngora empadronó cincuenta y cinco varones, treinta y siete mujeres y cuarenta y un muchachos(19).

(19) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 101, Legajos Núms. 151.2 y 154.3; y, tomo 151, Legajo Núm. 2.792. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

En su Informe al rey, Diego de Góngora aconsejó que, las ciudades de la Concepción del Bermejo y de Vera, dependiesen de Asunción, por estar situadas más cerca de ésta que de Buenos Aires, siendo, entonces, más fácil la ayuda que, en caso necesario, podría prestárseles(20).

(20) Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Colección Gaspar García Viñes, tomo 101, Legajos Núms. 151.2 y 154.3; y, tomo 151, Legajo Núm. 2.792. // Citado por Raúl de Labougle, “Historia de San Juan de Vera de las siete corrientes. 1588-1814”. Buenos Aires, 1978.

No fue atendida la sugerencia de Góngora, pero, no obstante, siempre serían más frecuentes las relaciones de dichas ciudades del Bermejo y de Vera, con Asunción del Paraguay, que con Buenos Aires. Los acontecimientos que sucedían, en alguna de ellas, repercutían en las otras. Y así fue, hasta fines del siglo XVIII.

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