El gobernador Cevallos toma distancia de la política madrileña
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De acuerdo con las convenciones existentes entre España y Portugal, referidas a la Colonia del Sacramento, los lusitanos tenían derecho, a ocupar el territorio circundante, hasta la distancia de un tiro de cañón, desde sus muros. A la llegada de Cevallos, como Gobernador, tal cláusula no se cumplía y, en la práctica, los portugueses incursionaban en el territorio de la Banda Oriental y de Entre Ríos, para la recolección de leña y la hacienda que hallaran(1).
(1) Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
En cuanto al contrabando, lo efectuaban, impune y descomunalmente, en connivencia con comerciantes y funcionarios hispanos residentes en Buenos Aires, incluyendo, en ese tráfico, la introducción de negros esclavos. Pedro de Cevallos puso coto inmediato a la primera extralimitación, designando al comandante Martín José de Echauri, y las tropas a su mando, para poner efectivo cerco a la Colonia, mediante un verdadero bloqueo(2).
(2) Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-4-3-2 del 27-02-1758. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Por supuesto, los portugueses protestaron enérgicamente, pero de nada valieron sus argumentos, ante la férrea negativa del Gobernador, que se atuvo estrictamente a los términos del Tratado. En cuanto al contrabando, procuró detenerlo, en lo posible, pues no se le pasaba pcr alto que, para destruirlo, era necesario conocer a los dirigentes y obrar sobre ellos, sospechando, ya entonces, que se trataba de gente principal, con acceso directo al conocimiento de las medidas que, para contrarrestarla, se tomaban en cada ocasión.
De vuelta de su viaje, culminado en Santa Fe, y, ya instalado en San Borja, Pedro de Cevallos dedicóse a poner al día, contestando la numerosa correspondencia recibida y enterándose de las novedades ocurridas durante su ausencia(3).
(3) Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-4-5-l. Novedades, en San Borja, durante la ausencia de Cevallos. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Entre las primeras, hallábase una nota, del Consulado de Lima, requiriendo la remisión del 2 % de los caudales embarcados desde el puerto de Buenos Aires(4). Por tal razón, urgió a Francisco Pérez de Saravia, el 6 de marzo de 1758, para que diera cumplimiento a tal demanda.
(4) Biblioteca Nacional, Buenos Aires - Legajo 295, Exp. 4.638. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Resuelto ya, el Gobernador, a no entregar territorio alguno a los portugueses, dispuso demorar la transmigración de los indios ubicados en la estancia de San Miguel, de pertenencia dudosa(5), construyendo, para ellos, un pueblo, con iglesia, hospital, almacenes, locales para carpinterías, herrerías, tejedurías, calles y de material con techos de paja(6).
(5) Archivo General de Indias, Sevilla - Audiencia de Buenos Aires, Legajo 535.
(6) Archivo General de Simancas, Castilla La Vieja, España - Estado. Legajo 7.399, folio 35, etcétera. // Todo citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Valdelirios, molesto porque, de tal manera, no se cumplía el Tratado, se lo hacía notar con acrimonía a Cevallos, contestándole éste que ello se debía, exclusivamente, a la indecisión de los demarcadores, en señalar, de una buena vez, los hitos fronterizos. Esas, y otras discrepancias agrias y constantes entre el Marqués y Pedro de Cevallos, no tardaron en ser conocidas por el ministro español Ricardo Wall y Devereux, quien, en carta a este último, lo acusaba, directamente, de ser el causante de las disensiones y de la demora en el cumplimiento del Tratado(7). Esa nota, con el retardo de rigor en aquel tiempo, le llegó, al Gobernador, a comienzos del año siguiente.
(7) Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-25-3-5. Nota del ministro Wall y Devereux. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Entretanto, Cevallos, defendiéndose de los cargos que, Valdelirios, elevaba a la Corte, en su contra, le escribía al Bailio fray Julián de Arriaga, exponiéndole la situación real, confirmada por elementos fehacientes, que había podido apreciar, desde su arribo a las misiones, la cual, en suma, había sido distorsionada por el Marqués, que ocultó, al soberano, numerosos episodios, achacando, a los jesuitas, las culpas de los levantamientos indígenas y que, en lugar de batallas y combates contra estos, los ejércitos unidos, hispano-lusitanos, los sacrificaron en verdaderos holocaustos. En la carta, que le remitió al Bailio, el 20 de febrero de 1759, le decía, textualmente, respecto a la masacre de Cabayté:
“Aseguro a V. E. que, según las noticias constantes que tengo, se obró con tanta inhumanidad que, metidos en una zanja, gran parte de los indios, la tropa iba dando vuelta sobre ellos, dándoles sus descargas, hasta acabar con todos, cuanto a ella se habían acogido, creyéndose, por su estupidez muy seguros, al mismo tiempo que, otros, que quisieron huir por los campos, eran alcanzados y muertos por los nuestros sin resistencia y sin que se hubiesen perdonado las vidas a los que, huyendo del rigor, se subían a los árboles, de donde los derribaban a fusilazos y, lo que es más, ni a los que, puestos de rodillas y plegadas las manos, pedían misericordia”.
Finalizaba así:
“Los portugueses se llevaron todos los ganados y todavía, desde España, se les dio las gracias”(8).
(8) Ismael Bucich Escobar, “Campaña del Brasil”, tomo II, pp. 270 a 272. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
El cuidado y atención, que puso Cevallos, en favor de la tropa, los humildes y los indios y negros, se comprueba en numerosas disposiciones, de las que, como ejemplo, se entresacan las expresadas a continuación: carta, del 6 de noviembre de 1758, desde San Borja, a Nicolás de Elurduy, Comandante de San Nicolás...:
“En la Guardia de Monte Grande, que está a cargo del Capitán de Blandengues, don Juan Tomás Troncoso, hay algunos soldados que no han recibido el último socorro (subsidio) que se les ha dado a los demás del mismo Cuerpo”(9).
(9) Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-4-3-2 del 06-11-1758. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Desde el mismo Cuartel, el 18 de diciembre de ese año, les contestaba a los Oficiales Reales, sobre los que no tenía autoridad:
“He recibido la carta de Vms., del 14 del pasado, en que me comunican que, el 25 de septiembre se concluyó la venta de tabaco en polvo que estaba en esos almacenes y queda enterado de esta noticia con la que, por haber practicado Vms. el medio que les indiqué en esa ciudad (Buenos Aires) en orden a facilitar el expendio de dicho tabaco...”.
De esta manera, evitó, el habitual acaparamiento, para elevar los precios, efectuado en connivencia con muy conocidos personajes de entonces.
La carta, también escrita desde San Borja, el 21 de marzo de 1759, a José Nieto, Comandante de El Salto, revela el caraácter humanitario de Cevallos. En un párrafo, le sugiere: “... en cuanto a los negros (que huyeron del poder de sus dueños portugueses, desde la Colonia del Sacramento) que Vm. tiene detenidos ahí, se me hace duro entregarlos a quienes recelo los traten con la crueldad que acostumbran los de su nación (los lusitanos) y, así, verá Vm., lo que, en su conciencia, debe hacer, procediendo de modo que no puedan justificar (los portugueses) contra Vm., su queja de haber faltado a la buena armonía, que tanto nos ponderan”.
Cualquier argentino, que tenga antecesores criollos del siglo XVIII, conoce, por tradición oral, que la peor intimidación que se le podía formular a un esclavo de entonces, consistía en amenazarlo con venderlo a un brasileño. Al mismo Comandante de El Salto, el 22 de abril, le comunicaba: “Los infieles nimanes están haciendo excursión contra los indios de Yapeyú, y no les dejan recoger ganado que necesitan para mantener el pueblo, pues, teniendo en dos a tres mil reses, se han visto precisados a abandonarlas. Prevengo, a Vm., que los auxilie, para que consigan recoger las reses”.
Ese verano, Cevallos había vuelto a sufrir un nuevo y prolongedo ataque de paludismo que lo tuvo postrado durante más de un mes. Resulta oportuno señalar que, se había habituado a tomar mate, costumbre que ya no la perdió, pues, en sus dos viajes a Europa, tuvo la precaución de proveerse de yerba, y, durante su estadía en la Península, se la hizo remitir. Además, desde joven fumaba cigarros, y aquí cigarrillos, envuelto el tabaco picado en la chala del choclo.
En previsión a futuras hostilidades, con los portugueses, concibió fortificar, adecuadamente, al puerto de Maldonado. A tal fin, le requirió, a Francisco Pérez de Saravia, las Ordenes Reales que habían autorizado, a Andonaegui, para realizar esas obras, pero ni aquél ni tampoco otros funcionarios, dieron con ellas, viéndose precisado a obtener duplicadcs en España(10).
(10) Biblioteca Nacional, Buenos Aires - Legaio 295, Exp. 4.640. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Luego de haber sido relevado, del mando del bloqueo de la Colonia del Sacramento, José de Echauri, lo reemplazó, provisoriamente, José Martínez Fontes, hasta el arribo del titular, designado por Cevallos, el Capitán de Dragones Francisco de Graell, quien, se encontraba enfermo en Buenos Aires. Éste, se hizo cargo de su función, el 12 de junio de 1759(11). Las instrucciones que le dio el Gobernador, revelan sus profundos conocimientos militares.
(11) Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-4-3-2. Notas a Graell, de enero y febrero de 1759. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Paul Groussac, de gran predicamento, dentro del orden literario de nuestro país en su tiempo, incursionó en la investigación histórica, cometiendo, en esta ardua disciplina, algunos gazapos sustanciales y lamentables(12).
(12) Paul Groussac, “Mendoza y Garay”. Ubicación equivocada de la “Isla” del Gato, refutando a Manuel Ricardo Trelles, que estaba en lo cierto (V Compilación de Referencias Documentales, Dirección de Geodesia, Catastro y Mapa, dirigida por Numa Tapia, tomo I, p. 65, etcétera); Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-48-1-1, Folio 357 del 20-08-1610. Venta de tierras en la Isla (en el sentido de bosque, rodeado de praderas) del Gato; Vicente Osvaldo Cútolo, artículo en “Todo es Historia”, Núm. 102. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Influido, acaso, por apreciaciones del Deán, doctor Gregorio Funes, enemigo de los jesuitas, y la lectura de la “Defensa” de Hilson, se permitió expresar las siguientes manifestaciones acerbas sobre Cevallos:
“Ciertas cartas del obispo Latorre, las del honrado brigadier Hilson, de don Domingo Basavilbaso, arrojan extraña luz sobre aquella figura de soldado santurrón, avaro y despótico, amigo de los jesuitas, hasta el perjurio, y enemigo de Bucareli , Casa Tilly y Valdelirios, hasta la difamación, y que gastó su influencia en cerrar el camino del mando de Vértiz, el mejor Virrey de Buenos Aires”(13).
(13) Deán Gregorio Funes, “Ensayo histórico”, volumen 11, p. 120; “Anales de la Biblioteca Nacional”, tomo IV, volumen II, pp. 171 y 172; “Revista del Río de la Plata”, tomo V, pp. 322 y sgtes. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
En el curso de esta obra, se despejarán los erróneos conceptos de Groussac, e, inmediatamente, el concerniente al “honrado” brigadier Hilson. He aquí la nota, enviada por Cevallos, al ministro bailio, fray Julián de Arriaga, desde San Borja, el 20 de agosto de 1759(14):
“Exmo. S. y Muy Señor mío: Estando siempre con el recelo, que es natural me cause la consideración de hallarse el Puerto de Maldonado sin defensa alguna, y, teniendo, por otra parte, noticias del ansia que lo desean los portugueses, determiné enviar, para su resguardo, cien hombres de la tropa de infantería, que todavía quedaba en esa plaza, mayor guarnición de la que le correspondía.
“Cuán oportuna fuese la providencia que tomé de enviar este destacamento a Maldonado, no sólo para seguridad del puerto, si no para mantener la posesión de aquel terreno, se reconoce en la copia Núm. 4, que incluyo, de carta e información del Gobernador de Montevideo que, después de haber dado la citada providencia, recibí, sobre cuyo asunto debo hacer presente a V. E., que el cacique Moreira, nombrado en la misma información, es muy favorecido de los portugueses y tiene una patente del general Gómez Freire, a cuyas órdenes, y de los oficiales de su nación, me persuado estará en todo lo que le mandaren, por cuyo motivo y los antecedentes que tengo, sospecho que esta invasión, intentada por los infieles, sobre el puerto de Maldonado, como los robos de caballos y otras extorsiones que nos han hecho, han sido a influjo de los mismos portugueses.
“Y habiendo nombrado, para el mando del expresado Destacamento, al brigadier don Tomás Hilson, usando de los términos tan atentos que reconocerá V. E. en la copia de mi carta Núm. 1, me hallé, cuando pensaba que ya estaba en su destino, con la extraña respuesta que verá V. E. en la copia Núm. 2, en cuyo contenido se deja notar tanto exceso de cavilaciones, como defecto de obediencia, siendo lo más sensible y perjudicial al servicio del rey, el pernicioso ejemplo que ha dado a la tropa con esta falta de subordinación, cuyo escándalo ha subido de punto con la ostentación que, de ella, ha hecho, en Buenos Aires, mostrando en sus ccncursos la citada carta que me escribió, hablando al mismo tiempo de mí, del modo que se deja entender sus cualidades, como lo hago.
“Aunque era justo haber tomado, con este oficial, alguna providencia, que corrigiendo una falta tan grande como ésta, del servicio, cortase el abuso que, por ella, se puede introducir en la disciplina militar, con todo he tenido por más conveniente, suspenderla, atendiendo a la fatal constitución en que el Marqués de Valdelirios y sus parciales han puesto generalmente los ánimos, sobre cuyo asunto informo a V. E., en esta ocasión, en otras dos cartas, y me ha sido forzoso contentarme con escribirle lo que se reconoce en la copia Núm. 3, reservando darla V. E. cuenta de lo acaecido con este sujeto y darle alguna breve noticia de sus cualidades, como lo hago.
“El referido Tomás Hilson, con el dinero que, siendo mercader, ganó en estas provincias, pasó a España, a tiempo que se levantaba el Regimiento de Dragones de Parma, en el cual benefició una Compañía, y, habiendo logrado volver, con ocasión de un refuerzo de tropa que vino a Buenos Aires, obtuvo, después, por el dinero que aumentó, ejerciendo a un tiempo la mercadería y la milicia, con el grado de Coronel.
“Con este carácter, introducía, libremente los contrabandos en aquella ciudad (Buenos Aires), donde con su desarreglada vida, daba también mucho escándalo, por cuyos motivos le hizo causa el gobernador Don Miguel de Salcedo, pero, al tiempo de tomar en vista de ella alguna resolución, llegó a sucederle, en el Gobierno, Don Domingo Ortiz de Rozas, quien, con su nimia benignidad, se interesó en que todo se ocultase, persuadido, acaso, a que esta indulgencia haría el efecto que pudiera hacer el castigo, pero, la experiencia ha mostrado su ineficacia, pues habiendo continuado sus desórdenes en tiempo de mi antecesor, Don José de Andonaegui, se vio éste obligado a sacarlo de la ciudad y, no hallando otro medio, lo envió al campo del bloqueo de la Colonia, donde aumentó mucho su caudal, según las noticias que tengo, con los contrabandos.
“En fin, él es tan pernicioso, que, no sólo por lo referido, sino también por su mala lengua y depravados dictámenes, merecería ser desterrado de este país y aún estar excluido del servicio, especialmente por las inquietudes con que perturbó este ejército en la primera campaña, que es la única que ha hecho en su vida, y por la insolencia con que, públicamente, perdió, repetidas veces, a su General, el expresado Don José de Andonaegui, tratándole, en su presencia, con indecorosas expresiones, no contento con desdorar su honor en los corrillos.
“Pero, como en lugar del gravísimo castigo que debía temer de su mala conducta, se hubiese informado al rey la verdad, ha logrado el grado de Brigadier con el apoyo del Marqués de Valdelirios, según él mismo lo publica, diciendo a todos que, a él solo debe esta gracia; se ha hecho intolerable, procediendo de un modo que da a entender que, para cualquier oficial, el camino de lograr sus ascensos, es despreciar a quien tiene del rey la autoridad del mando y obsequiar, en esto, al mismo Marqués.
“V. E., enterado de todo lo que dejo referido, formará, del expresado oficial, el concepto que le dictase su notoria justificación, para proponer, a Su Majestad, la providencia que juzgare más conveniente a su Real Servicio.
“Nuestro Señor Guarde a V. E. muchos años, como deseo”
Pedro de Cevallos
(14) Archivo General de Indias, Sevilla - Audiencia de Buenos Aires, Legajo 536. Nota de Cevallos a Arriaga. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976. -- Fray Julián Manuel de Arriaga y Ribera (1700-1776), fue un marino, militar y hombre de Estado español, bailio de la Orden de Malta, Gobernador interino de la Provincia de Venezuela, Presidente de la Casa de la Contratación de Indias, Secretario de Estado de Marina e Indias y Consejero de Estado.
Conforme a lo anunciado, en varias oportunidades, al ministro Ricardo Wall, acerca del sumario que se les incoaba a los jesuitas y, específicamente, a los once consignados en las “Instrucciones Reservadas” que recibió del rey, el 31 de enero de 1756, antes de salir de España, Cevallos, le dirigió un extenso Informe al respecto, fechado en San Borja, el 30 de Noviembre de 1759. Los párrafos más destacados de este memorial, rezan como sigue(15):
“Habiéndose concluido el proceso -encomendado al Teniente Coronel y Mayor General del Ejército, Don Diego de Salas- he visto, por él, que no sólo no resulta que alguno de los Padres de la Compañía, aun de los once nombrados en mi Instrucción, haya tenido parte alguna ni influido de algún modo en la desobediencia de los indios; antes, por el contrario, consta de las deposiciones de todos estos, que los Padres hicieron cuantos esfuerzos les fueron posibles, para contenerlos en la debida obediencia y fidelidad, a las órdenes de Su Majestad, lo que también corroboran las declaraciones de los oficiales y principales empleados del ejército, como todo lo verá V. E. con individualidad por el mismo proceso... ya expuse a V. E. en orden a la pasión que había advertido en el modo de hablar de algunos contra los referidos Padres y que no me equivoqué en el juicio que, entonces, hice de ellos por haber visto el amor y fidelidad con que se empleaban en servicio del rey, como también cuán justos han sido los motivos que he tenido para proceder con tanto tiento... y que no dejarme llevar de las repetidas instigaciones que me ha hecho el Marqués de Valdelirios, a fin de que envíe, a España, los once sujetos nombrados en las mismas Instrucciones y aún otro más, queriendo precipitarme a una demostración tan ruidosa sin duda; con el fin de que, publicando, por medio de ella, ser culpados los jesuitas, se creyese, en todas partes, que su informe, en este asunto, había sido verdadero, quedando así descubiertos los artificios con que él y los portugueses se han empeñado por sus fines particulares en persuadirlo...
“Sobre el segundo punto dije a V. E., en la misma carta de 15 de febrero que, estando el Obispo del Paraguay, para venir a la Visita de estos pueblos, quedaba esperando su llegada para conferir con él y proceder con su acuerdo, en lo que estuviese de mi parte, al más exacto cumplimiento de la voluntad de Su Majestad. El Obispo del Paraguay (y, luego, de Buenos Aires, Manuel Antonio de la Torre) venía particular y secretamente encargado de entender en estas previas disposiciones.
“Por la copia adjunta Núm. 4 de su respuesta (la del obispo) verá V. E. el informe circunstanciado que me hace, concluyendo, en virtud de las razones que expone, y de lo que dice ha visto y palpado en su Visita, que no conviene, en la coyuntura presente, el mover jesuitas en estas Doctrinas, con cuyo dictamen no puedo menos que conformarme cumpliendo con la expresada Real Orden, de no dar paso en este asunto, sin acuerdo de este prelado, especialmente estando, como estoy, en el conocimiento de ser muy cierto cuanto dice en su citado Informe...”.
(15) Ismael Bucich Escobar, “Campaña del Brasil”, tomo II, pp. 270 1 272. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
La carta del obispo De la Torre, escrita en Santa Rosa, comentada por Cevallos a Wall, era del 8 de noviembre de 1759 y, en otros aspectos de elogio a la misión evangelizadora de los Padres de la Compañía, le decía:
“en lo temporal, dos veces por día se distribuye la yerba de que usan para confeccionar la ordinaria bebida a que llamamos mate. Una vez por la tarde, se le da, a cada familia, carne fresca para todo el día. Se saca, de la misma cocina de los Padres, abundante comida para los enfermos, como lo tengo visto; y, finalmente, pude asegurar a V. E. que, en esta parte, son más felices los indios que los españoles, cuyo número, en esta Provincia del Paraguay, no logran una vida tan cómoda para la precisa manutención de sus familias.
“Para convencerme de todo lo dicho, me he valido de toda la prevención de un Salomón, reconociendo cuidadosamente el semblante de aquellas mansas ovejas...”, finalizando así: “Y cuando hubiese igual número de sustitutos en el Clero y demás religiones, no deberían removerse a los Padres jesuitas, en las circunstancias presentes, atendido el piadoso ánimo de Su Majestad...”.
Manuel Antonio de la Torre
Obispo del Paraguay
Este pintoresco prelado, mencionado elogiosamente por Paul Groussac, cuando advirtió la futura caída en desgracia de los jesuitas, cambió diametralmente de opinión, como se referirá más adelante, al igual que muchos otros personajes.
Por su parte, Pedro de Cevallos, en una nota remitida, a último momento, al ministro Ricardo Wall, desde San Borja, el 30 de noviembre de 1759, le exponía, con harta claridad(16):
“Muy Señor mio. Habiéndose dilatado la salida del navío que lleva estos pliegos, contra lo que se esperaba, en virtud de las noticias, que tuve a fines de agosto, de que estaba próximo a hacerse a la vela, he tenido tiempo de ver concluida la información que digo a V. E. en carta de 6 de septiembre, se estaba haciendo, y no resultando de ella prueba alguna de lo que el Marqués de Valdelirios afirma en su papel de 2 de septiembre, que remito con la citada de 6 del mismo, sino todo lo contrario, como lo verá V. E. por la misma información que va en esta ocasión, con carta de la fecha de ésta, era muy natural le reconviniese, haciéndole patente, con ella, ser incierto lo que dice, en su papel, contra los jesuitas, pero me he abstenido de hacerlo, por cumplir con las estrechas órdenes que tengo, de procurar, de mi parte, concertar, con el expresado Marqués, la mejor armonía, y sólo le he respondido en los términos que reconocerá V. E. en la copia adjunta, pidiéndole las pruebas en que se fundan sus aserciones, no porque yo espere que me las pueda dar, sino para que se vea, que, sin embargo, de tan plena justificación, no omito aún esta diligencia, que se pudiera presumir ,necesaria, para descubrir del todo la verdad, que se pretende oscurecer con mil artificios, y, entre ellos, el de publicar que soy afecto a esta Religión, sobre todo lo cual espero que, examinados los documentos que tengo remitidos, y los que ahora remito, de cuantos pasos he dado en este negocio, se persuada S. M. a que, en todos, he procedido con la debida exactitud.
“Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años, como deseo”.
San Borja, 30 de noviembre de 1759
Exmo. Sr. - Besa las manos de V. E. su más seguro servidor,
Don Pedro de Cevallos - Exmo. Sr. Dn. Ricardo Wall.
(16) Biblioteca Nacional, Buenos Aires - Legajo 295, Exp. 4.633; Archivo General de la Nación, Buenos Aires - IX-25-3-5 del 30-11-1759. // Citado por Hialmar Edmundo Gammalsson, “El virrey Cevallos”. Ed.Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.
Resulta imprescindible precisar que, en aquel momento, aún no había llegado, al Río de la Plata, la noticia del fallecimiento del rey de España, ocurrida el 10 de agosto de 1759(17).