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Cabildos

La más importante que nos queda por mencionar es el Cabildo, de honda gravitación en la vida de las ciudades americanas. Institución de viejo cuño castellano, le correspondía el gobierno local de la ciudad y del ámbito rural circunvecino. Cuando se fundaba la ciudad, se constituía inmediatamente el Cabildo y hubo casos en que se formó éste primero y la ciudad después. Y la verdad es que si bien la ciudad podía tener existencia física sin su Cabildo, a falta de éste carecía de existencia política. También las villas -núcleos urbanos menores-, pudieron tener Cabildo, y Luján es un ejemplo de ello.

El Cabildo estaba constituido por los Alcaldes, Regidores y otros funcionarios especiales. Los Alcaldes -uno o dos según la importancia del lugar-, presidían las reuniones del Cuerpo, ejercían las funciones judiciales en el orden local, y asumían el mando político en ausencia o muerte del Gobernador o de su Teniente. Los Regidores eran los otros miembros natos del Cabildo y con los Alcaldes ejercían el gobierno municipal. Los otros funcionarios eran el Alférez Real -portaestandarte de la ciudad en las ceremonias públicas-, el Alguacil Mayor -ejecutor de las sentencias judiciales y especie de jefe de policía de la ciudad-; y el Fiel Ejecutor -encargado del abasto de la ciudad y de verificar la exactitud de las pesas y medidas utilizadas por su comercio-. Existían otros cargos especiales que tuvieron menor significación que los nombrados y muchas veces no fueron cubiertos.

Los Cabildos tuvieron además de sus funciones de Gobierno y Justicia, la de asesoramiento, y las de Hacienda en el orden local, estableciendo los impuestos necesarios para el sustento de la ciudad -propios y arbitrios-.

La importancia del Cabildo residió en que era una institución local, con cierta autonomía y capaz de representar las tendencias e intereses del lugar, y donde el elemento criollo tenía su campo natural de acción política. Conviene subrayar que, pese a la tradición rural de nuestro país, su historia es sobre todo la historia de sus ciudades, fenómeno común a toda Hispanoamérica. Como bien destacan Moss y Haring, mientras en las colonias angloamericanas las ciudades crecieron para satisfacer las necesidades del campo, en la América española la población rural se extendió para proveer a las necesidades urbanas. Esto es cierto a la vez desde el punto de vista estructural y del cronológico y explica otro aspecto de la importancia del Cabildo.

Estaba éste constituido por vecinos con casa y familia que debían ser electos por los miembros salientes entre los más capaces. Pese a su importancia, el Cabildo americano nunca llegó a tener la del Ayuntamiento castellano. Desde fines del siglo XVI se introdujo la perniciosa costumbre de vender los Oficios de Regidores lo que contribuyó no poco a la decadencia de la institución. Esta tuvo un fugaz resurgimiento en los últimos años de la dominación española, al transformarse en el instrumento a través del cual se manifestaron las tendencias reformadoras y revolucionarias. Pero aun esto sucedió menos por la fuerza propia de una institución debilitada que por la descomposición general del sistema, entre cuyas ruinas emergía el Cabildo, débil pero de pie.

Bibliografía:

Carlos Alberto Floria / César A. García Belsunce - “Historia de los argentinos” - Tomo 1 - Capítulo 6.

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