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AGUSTIN PEDRO JUSTO, GOBERNADOR

- El Ejército vencedor de Ñaembé como poder electoral

Si Ñaembé trajo la paz a la República y restableció el imperio de la ley constitucional en la provincia, sus dianas no tuvieron eco en el corazón correntino. Un drama terrible, la epidemia de la fiebre amarilla, ponía aros de hierro en el espíritu de sus varones y enlutaba hondamente sus hogares(1).

(1) Citado por Hernán Félix Gómez. “Los Ultimos Sesenta Años de Democracia y Gobierno en la provincia de Corrientes. 1870-1930” (1931), Buenos Aires.

Al Ejército vencedor, acantonado en las proximidades de Goya, llegaban los ecos de esta tragedia. Inútilmente La Esperanza, único diario que se publicaba en la Capital, calló los detalles y silenció los nombres de las víctimas. Inútilmente las oficinas del correo, abandonadas por sus empleados, permanecieron cerradas, paralizando las actividades del intercambio durante largos días.

La voz popular, misteriosa en sus caminos, llegaba a todas partes, y los relatos prendían en preocupaciones e impaciencias.

La espera se hacía larga para el Ejército. Se necesitaba arrancar a sus componentes de esas preocupaciones, y el espíritu del gobernador Baibiene, apasionado y enérgico, encontró de inmediato el asunto importante que debía ocupar esas horas de incertidumbre, planteando a sus amigos el problema de su sucesor en el Gobierno.

Su período vencía el 25 de Diciembre de ese año, de 1871; en el Ejército revistaban los hombres de mayor prestigio de los Departamentos; nada más lógico que anticipar un problema en que su opinión, de general vencedor, sería decisiva.

- Baibiene y el círculo goyano

El nombre del doctor Agustín P. Justo, hijo de Goya -como Baibiene- ilustrado y valiente, fue levantado como candidato y los viejos jefes departamentales del campamento adhirieron. Cerrados los caminos de la capital, centro de la opinión política y sede de los ciudadanos de consejo, la solución encontrada tomó cuerpo, enrolando a todo el elemento joven del baibienismo, solidarizado en los afanes de la campaña recién concluida.

Por su parte, los viejos guerrilleros correntinos buscaron integrar la formula planteando los nombres de los coroneles Desiderio Sosa y Manuel de Jesús Calvo.

El propio Baibiene proclamó la candidatura del doctor Justo en el Ejército y en la plaza de la Ciudad de Goya, en grande asamblea ciudadana, y con la imprenta tomada en Ñaembé, símbolo de la victoria, se editó un bisemanario, La Patria, tribuna de esta política de imposición.

Escrita por el doctor Justo, Valentín Virasoro, Plácido Martínez y el propio Baibiene, el doctor Tomás Canevaro y lo más selecto de la época, sus ediciones invadían la provincia abriendo camino a sus ideas.

El horizonte fue aclarándose. Informes de Entre Ríos sobre la completa dispersión de las últimas montoneras de Ricardo López Jordán, permitieron regularizar las licencias en el Ejército y, más tarde, una orden del presidente Domingo F. Sarmiento puso al gobernador Baibiene en condiciones de disolverlo, en forma de que sus miembros pudiesen volver a sus hogares directamente, sin pasar por la capital.

Imponente la ceremonia presidida por el gobernante y su Estado Mayor. Completos, por regimientos, desfilaron los vencedores de Ñaembé, para depositar las armas del parque que habían usado con valor, en defensa del régimen de orden.

Y mientras en los transportes fluviales embarcábanse las pocas fuerzas de la Nación, hacia Buenos Aires, por los caminos abiertos en abanico, de Goya a todos los vientos, los buenos criollos, en columnas, perdíanse para desgranarse uno a uno hacia sus hogares.

Centros de esas columnas de ciudadanos eran los jefes veteranos en la epopeya provincial, que volvían a los solares de su inmediato prestigio: Payba, del Uruguay; Leyes, de Saladas; “el Pájaro”, de Itatí; Insaurralde, de Curuzú Cuatiá; Azcona, de Mercedes; y cien otros, duros para la faena de la guerra y buenos, como un corazón, en las horas de paz.

En Goya quedó la mozada de la capital rodeando al gobernador. Uno que otro, por razones especiales, había logrado permiso para trasladarse a la capital, donde la fiebre amarilla hacía sus últimas víctimas.

El 11 de Febrero (1871) había fallecido el gobernador delegado Pedro Igarzábal quien, como un varón estoico, se mantuvo al frente del pueblo dolorido de pena. Sustituido en el P. E. interino por Alejo Ceballos, la influencia política no salió de las manos de los allegados del titular coronel Baibiene, venidos del Ejército, y propiamente de las del doctor Juan Lagraña designado ministro de Gobierno, en reemplazo del doctor Lisandro Segovia.

El joven político centralizaba las miradas. Llegado de Goya, donde permaneció desde el licenciamiento del Ejército, era portador de las últimas instrucciones del titular Baibiene, quien deseaba arribar a la Capital cuando la solución del problema de su sucesor en el Gobierno fuese conocida.

Lagraña, actor en las conferencias y trabajos realizados en la ciudad del sur, íntimo amigo del candidato auspiciado por el gobernante -su compañero de armas y contemporáneo- era indudablemente el indicado para trabajar los espíritus.

Así lo hizo. El exaltó la personalidad del doctor Agustín P. Justo y planteó, como un anhelo de los viejos jefes de las milicias, la vicegobernación del coronel Manuel de Jesús Calvo. Los amigos del coronel Desiderio Sosa, que prohijaban su nombre para el segundo término de la fórmula -contando con fuertes adhesiones en el Interior de la provincia- reaccionaron.

Como el gobernador Baibiene era el gran elector, la protesta se orientó contra el Gobierno y la campaña se abrió ruda, fuera y dentro de los círculos oficiales.

La oposición abrió sus fuegos con el periódico La Fusión, nombre que implicaba el acuerdo íntimo de los ciudadanos contrarios a la política de Baibiene, y en el que se sumaron nacionalistas y liberales del grupo desplazado del Gobierno por el titular.

Hombres del oficialismo, molestos por el criterio cerrado de la fórmula trabajada en Goya, fueron negando su apoyo y el encuentro de las ideas derivó en apasionamiento. Nada escapó a ese choque de intereses y preferencias, ni los actos que en ese momento lograban todo el respeto de la Nación.

Y así, Mariano Llano, buen opositor, periodista y hábil grabador, daba el semanario La Cotorra, distribuido gratis, en que Baibiene presentaba a Sarmiento -en amplia bandeja- un enorme zapallo, donde la ironía de un espíritu ático escribió una palabra: “Ñaembé”.

El 10 de Junio llegaba a la capital de la provincia el gobernador titular, coronel Baibiene, asumía el mando y, cuatro días después designaba ministro de Gobierno. Nombraba al doctor Lagraña, quien habíale sostenido -combatido por la oposición- que su dignidad, en el mismo cargo, provenía del interino Ceballos, que no lo obligaba, y que ese nuevo nombramiento valdría como una ratificación del gobernante a los actos políticos ejecutoriados en su ausencia.

En efecto: el decreto nombrando a Lagraña fue como una línea de muralla entre la oposición y el Gobierno; Baibiene, solidarizándose con los trabajos hechos, se convertía en el gran elector de la candidatura del doctor Justo, fijándola como irreductible en el seno mismo de los hombres dirigentes de la opinión, radicados en la capital, que no habían contribuido para nada a sus orígenes.

El oficialismo de la capital no se declaró vencido; llevó hasta el gobernante algunos nombres, buscando una transacción amistosa y, si bien no se puso punto final a las gestiones, había como la impresión de que ellas fracasarían.

- “Trátase de una imposición, y por tanto no existirán libertades electorales”.

Y esto que el valiente periodista doctor Díaz decía desde La Fusión, se generalizaba como un axioma. Si Baibiene, con el círculo goyano, imponía a la fracción liberal del oficialismo, su candidato, avasallando la opinión de los dirigentes, ¿iría acaso a abrir los comicios al pueblo?

La propaganda prendió en conciencia y cuando el 16 de Noviembre se organizaron los comicios, la oposición no llegó a ellos.

Las órdenes a los Departamentos eran severas; piquetes bien municionados debían dominar los atrios de los templos. En la capital, como todos los años, las urnas se pusieron junto a la Iglesia Matriz, entre el amplio espacio que quedaba entre su construcción y la de la torre, área que gozaba de fresca sombra, pero bajo el fuego de quienes se situaran en las almenas del Cabildo.

En años de paz, el sufragio era posible; cuando la pasión agitaba los espíritus, era cuestión previa conquistar el monumento que legó la Colonia...

No se votó en la Capital. En los Departamentos, la oposición -reunida en lugares estratégicos con sus caudillos- hizo acto de protesta y algunos, como Azcona en Mercedes, Maciel en San Luis y Vallejos en San Cosme e Itatí, se declararon abiertamente contra las autoridades.

Esta última noticia alarmó al Gobierno. El coronel Manuel Vallejos (a) “el Pájaro”, era uno de los guerreros populares y capaz de levantar la provincia y, el coronel Sosa, Inspector General de Armas, fue encargado de reprimir el movimiento de San Cosme.

Maniobrando de acuerdo con el mayor Marcos Núñez, buscó tomar entre dos fuegos a “el Pájaro”, pero éste se desplazó para Itatí y, conocedor del terreno, el caudillo de la revuelta cruza al Paraguay.

- Elección del doctor Justo

El retorno del coronel Sosa a la capital coincidió con la reunión del Colegio de Electores que debía designar al gobernador y vicegobernador de la provincia. Baibiene nada había comprometido para el segundo término de la fórmula, en que las candidaturas de Sosa y Calvo estaban planteadas desde los últimos días del Ejército licenciado en Goya.

En vísperas de la Asamblea Electoral, se decidió por el último, en medio de la sorpresa general, apoyo que no impidió al Inspector General de Armas contar con una minoría sintomática de sufragios.

La proclamación del doctor Justo como gobernador electo de la provincia, hecha el 13 de Diciembre de 1871 por el Colegio de Electores, puso un aro de hierro a la situación política. Ya no era posible un acuerdo que conservase la unidad del mitrismo o hiciese esperar la integración a breve plazo del partido liberal.

Las candidaturas del coronel Fermín Alsina y del doctor Juan Eusebio Torrent, que hubiesen asegurado este último propósito, cedieron ante la presión enérgica del grupo goyano, regenteado por Baibiene y cuyas primeras figuras eran el electo doctor Justo, el doctor Juan Esteban Martínez, su hermano Plácido, Valentín Virasoro -casado con una hermana del ex gobernante- y el elemento joven del Ejército victorioso en Ñaembé.

El comandante Baibiene -convertido en gran elector de la provincia- impone la candidatura del doctor Agustín Pedro Justo, enrolado en la corriente mitrista del partido liberal.

Las elecciones, prácticamente, fueron una parodia de tales, pues la oposición, representada por el fusionismo (unión de sectores liberales y nacionales o federales), no participó en ellos, dada la violencia puesta en marcha por el Gobierno.

El Colegio Electoral eligió sin problemas al doctor Justo, acompañándolo el coronel Manuel de Jesús Calvo, a quienes Baibiene indicó como sus candidatos, asumiendo el 25 de Diciembre de 1871, generando la natural reacción del resto de los sectores, que aún esperaban una posible recomposición de fuerzas.

El 25 de Diciembre ocupó el P. E. el doctor Justo, convirtiéndose en el vigésimoprimer gobernador constitucional de Corrientes. Designó ministros de Gobierno y Hacienda al doctor Juan Lagraña y al ingeniero Valentín Virasoro respectivamente, llevando a la Inspección General de Escuelas a Eudoro Díaz de Vivar; a la Jefatura de Policía, a Julio Pessini; al cargo de Oficial Mayor, a Plácido Martínez; en una palabra, a los hombres del Estado Mayor del baibienismo.

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