PRIMER MANDATO PRESIDENCIAL DE ROCA
- Details
- Category: PRIMER MANDATO PRESIDENCIAL DE ROCA
En la Asamblea Legislativa y después de prestar el juramento de ley, inició Julio Argentino Roca un breve discurso:
“No vengo inconscientemente al poder. Bien sé que el camino que empiezo a recorrer desde este día está sembrado de escollos...”(1).
(1) Julio Argentino Roca nació en Tucumán el 17 de Julio de 1843. Ejerció la presidencia de la República en dos períodos: desde el 12 de Octubre de 1880 hasta el 12 de Octubre de 1886 (primer mandato); y desde el 12 de Octubre de 1898 hasta el 12 de Octubre de 1904 (segundo mandato). Falleció en Buenos Aires, el 19 de Octubre de 1914. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires. Es el 5to. y 10mo. Presidente Constitucional de la Nación Argentina en el hecho y en el título.
Más adelante anticipó que el lema de su Gobierno podría concretarse en “Paz y Administración” y, deteniéndose en una explicación del primer vocablo, afirmó categórico:
“Necesitamos paz duradera, orden estable y libertad permanente; y a este respecto lo declaro bien alto desde este elevado asiento para que me oiga la República entera; emplearé todos los resortes y facultades que la Constitución ha puesto en manos del P. E. para evitar, sofocar y reprimir cualquier tentativa contra la paz pública.
“En cualquier punto del territorio argentino en que se levante un brazo fratricida, o en que estalle un movimiento subversivo contra una autoridad constituida, allí estará todo el poder de la Nación para reprimirlo”.
Volvería a reiterar su valoración de la paz, cuando en Mayo 8 de 1881, al abrir las sesiones del Congreso Nacional, diría en su primer Mensaje:
“Como habéis podido notarlo, la paz más profunda, el orden y la libertad más completas reinan en toda la República, y nuestro crédito político y económico penetra en todos les pueblos y mercados europeos, que empiezan a creer -por fin- que hemos entrado en la época de la razón y de la edad madura”.
“... No es confiadas en los entusiasmos de la plaza pública ni en los arrebatos del momento que las naciones conservan su independencia e integridad, sino con la paz interior, las virtudes cívicas del ciudadano, el respeto al principio de autoridad y el acatamiento a la Constitución y a las leyes...”(2).
(2) “Publicaciones del Museo Roca”, Documentos II (1966). Buenos Aires. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Presidentes Argentinos” (1975), tomo V. Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
En el marco de esa paz interna que Roca reclamaba, se cumplieron los seis años de su presidencia. Al designar el gabinete, los cinco ministros elegidos no solamente debían equilibrar tendencias partidistas, sino también la juventud del propio Roca, quien en ese sentido llegaba al cargo de Primer Magistrado a una edad récord que ha seguido siendo tal en nuestra historia.
“Son cinco presidentes y un timonel”, dijo Roca de ese gabinete para aludir a que se rodeaba de hombres experimentados en la función pública. Calculaba, por otra parte, apoyarse en una nueva fuerza que zurcía grupos venidos de los más diversos horizontes y que se denominó Partido Autonomista Nacional (P.A.N.).
Por supuesto, el Interior y sus gobernadores serían sus mejores aliados, pero no descuidó ir conquistando, poco a poco, a los porteños... Para ello, el trato con la gente de Buenos Aires lo favorecía ... Al verle de cerca y constatar en Roca un físico de hombre de estatura media, barba rubia, ojos azules y un tanto saltones, tez pálida, de gestos y ademanes tranquilos, eran muchos los desconcertados entre esa realidad y la imagen de un provinciano tosco y hasta palurdo con que lo había presentado la pasión política...
Dentro de su uniforme de Brigadier General, grado otorgado por el presidente Avellaneda días antes de asumir Roca la suprema magistratura(3), los movimientos aplomados y la exquisita cortesía sorprendían por lo inesperado... ¿No había pasado años en la vecindad de los indios, durmiendo en los campamentos, comiendo en los fogones de los regimientos en marcha..?
(3) Firmados por Avellaneda y Pellegrini, este último ministro de Guerra; el ascenso tiene fecha 28 de Septiembre de 1880. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Presidentes Argentinos” (1975), tomo V. Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
Tal vez le convendría al Buenos Aires que multiplicaba sus contactos con Europa, empezar a medir a este hombre con mayor justicia... Y a su vez, el Roca que había sometido a montoneros y vencido a los caciques y al desierto, acaso calculaba -después de estos contactos- un Buenos Aires elegante que llegara a sonreirle...
En política exterior, el Gobierno de Roca cumplió una gestión de la que merece recordarse, especialmente el tratado de 1881 que fijaba los controvertidos límites con Chile. Si bien esta cuestión todavía llegó a suscitar años después graves tensiones con el país hermano, el tratado, al reconocer como frontera las cumbres más elevadas de la Cordillera de los Andes, ponía punto final a pretensiones chilenas que anteriormente intentaron fundarse en derechos sobre la Patagonia.
Desde luego facilitaron esta solución la guerra que entonces sostenía Chile con Perú y Bolivia, tanto como la conquista del desierto que en 1879 cumpliera el mismo Roca. Este, en Octubre de 1881, le escribía a Juárez Celman:
“Le envío la pluma con la cual firmé el tratado de límites con Chile, negociado por don Bernardo de Irigoyen. Es y será ese tratado de paz el acto de mayor trascendencia de mi Gobierno.
“Me ha tocado a mí la suerte de concluir un pleito de cuarenta años. En Europa, donde se sabe apreciar en lo que valen las amenazas de la guerra sobre un pueblo, han de dar mayor valor e importancia a este acto que la que nosotros le damos”.
La paz exterior se sumó a la interna para multiplicar los beneficios del progreso en una colectividad acicateada por la inmigración, que dejó en los seis años de la presidencia de Roca un saldo de 400.000 personas; por la ampliación de la red ferroviaria, que contaba en 1880 con 2.300 kilómetros y con 6.100 en 1886; de la red telegráfica, que pasó en igual período de 5.000 kilómetros a 13.000; del valor del comercio exterior que de cien millones de pesos oro en 1880 alcanzó en 1886 a ciento noventa y cinco millones de igual moneda.
Por su parte, el número de alumnos que concurrían a las escuelas primarias: 87.000 en 1881, se elevaba en 1886 a 180.000...
Precisamente en la búsqueda de una nueva orientación educacional, el Gobierno de Roca auspició la realización en Buenos Aires del Primer Congreso Pedagógico Sudamericano. Las deliberaciones de este Congreso -cumplidas en 1882- señalaron la conveniencia de excluir la enseñanza religiosa en las escuelas oficiales.
Este criterio inspiró la ley de educación que, con el Nro. 1420 y promulgada el 24 de Junio de 1884, concitó, al implantar la enseñanza laica, largos y apasionados debates en el Congreso y en la prensa. En esta última combatió la ley especialmente José Manuel Estrada y la defendieron Mitre y Sarmiento, entre las personalidades más prestigiosas.
Atacada por varios obispos, la intervención polémica del propio Internuncio de Su Santidad ante el Gobierno argentino, realizada sin guardar elementales normas diplomáticas, originó se dieran a monseñor Mattera -tal el nombre del representante de Su Santidad León XIII- los pasaportes y se le impusiera un plazo perentorio para abandonar el país.
A la unificación política que significara la capitalización de Buenos Aires se agregó, en 1881, la unificación monetaria; la anarquía en este aspecto había llegado al punto de que cada provincia poseía una moneda distinta cual si se tratara de países diferentes. La ley que concretó la nueva situación(4) puntualizaba las características en cuanto al metal, medidas, inscripciones, etcétera, con las cuales se acuñarían los nuevos signos monetarios, y otorgaba a la Nación la facultad exclusiva de legislar sobre la moneda.
(4) Ley Nro. 1130, de Noviembre 5 de 1881. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Presidentes Argentinos” (1975), tomo V. Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
Roca había prometido no sólo paz sino también administración. Esto último se cumplió organizando el funcionamiento de instituciones representativas: el Consejo Nacional de Educación, con un Superintendente General, cargo para el cual se designó a Sarmiento; una comisión proyectaría la estructuración de la Universidad; otra encararía la organización de los Tribunales de la Capital y Código de Procedimientos.
Se crea el Departamento Nacional de Higiene; se promueve la Ley Orgánica de la Municipalidad de la Capital Federal; se establece el Registro Civil a cuyas oficinas se encomendaba el anotar los nacimientos, los matrimonios y las defunciones lo que, unido a la adopción de la enseñanza laica, resultaba sin duda una evidencia de la política liberal y la consiguiente disminución de la influencia de la Iglesia, tradicionalmente a cargo de estas tareas.
El 17 de Julio de 1881 propone al Congreso que se editen 3.000 ejemplares de las obras de Alberdi, a quien ese mismo día encarga realizar en Londres ciertas negociaciones. Una ley (Octubre de 1881) acuerda $ 10.000 para contribuir a la edición de la “Historia de la Revolución Argentina”, de Vicente Fidel López. En Septiembre de 1884 promulga la ley que ordena entregar a Sarmiento 20.000 pesos para la publicación de sus obras completas.
En Agosto de 1883 reincorpora al Ejército a los generales Bartolomé y Emilio Mitre, Juan Gelly y Obes, José Miguel Arredondo, Martín de Gainza y otros jefes militares dados de baja en 1880 a raíz de su intervención revolucionaria cuando la rebelión de Tejedor.
El propio Roca, por imperio de una ley de cuadros y ascensos militares promulgada en Noviembre de 1882, queda automáticamente designado Teniente General.
Para desarmar recelos y cicatrizar heridas, en su sociabilidad con los porteños, Roca contó con una aliada imponderable: su mujer, doña Clara Funes.
“Dama de viva inteligencia y exquisita sensibilidad política, logró en poco tiempo disipar malentendidos, iluminar con acierto aspectos temibles de la personalidad de su marido.
“Su nativa dulzura provinciana ganó pronto la simpatía de porteñas y porteños, y Roca, maravillado de la labor silenciosa de su mujer, confesó en privado que ésta había sido su mejor salvoconducto”.
Por otra parte, la capital juzgaba al Gobierno de Roca a través de las rápidas transformaciones edilicias que la ejecutiva voluntad del intendente don Torcuato de Alvear le daba a sus calles que ahora se empedraban; a sus nuevas y anchas avenidas arboladas; a las plazas, convertidas en parques y jardines... Obras de salubridad resolvían los primordiales problemas de cloacas de desagüe; kilómetros de cañerías pronto harían del aguatero un oficio del pasado; se encaraba -esta vez con planos y con pesos- realizar el viejo sueño de Bernardino Rivadavia de construir un puerto acorde con la jerarquía y el porvenir de la ciudad.
Y este Buenos Aires que edificaba en la Avenida Alvear palacetes que remedaban a los de París, este Buenos Aires que dejaba, halagado y sorprendido, su ropaje aldeano, no vio ya en Roca al provinciano intruso y le sonrió...
En 1881, a los pocos meses de iniciar Roca su mandato, aparecen los “madrugadores” que calculaban la próxima presidencia. El primero fue Dardo Rocha que, después de apoyar en Buenos Aires la aspiración de Roca a la Jefatura del Estado, había recibido de Roca el apoyo para ser elegido gobernador de Buenos Aires.
Advertido Roca de una visita realizada por Rocha a Córdoba, “inesperada y misteriosa”, y al enterarse de que ella tendía a conquistar posibles adhesiones en algunas provincias, le escribe a Juárez Celman:
“... El apresuramiento y anticipación de Rocha me sorprende... Hay falta de tino y seriedad al empezar los trabajos de que se me habla... ¿Quién nos puede decir las modificaciones, qué cambios, qué transformaciones en la opinión habrá dentro de uno, dos o cinco años?
“Eso de contar con Catamarca, San Luis, etcétera, etcétera, con tanta anticipación, es hasta ridículo...”.
Y recordando la vinculación política que había existido entre él y Rocha, agrega:
“Si no hubiera sido que yo me paré de frente...”, “no hubiera sido ni gobernador. Ya le tenían preparada la cama perfectamente. No creí justo que lo sacrificaran de ese modo y yo le debía consecuencia...”.
Rocha no desmaya en sus pretensiones. Por ello, en Octubre del año siguiente, Roca le advierte a Juárez Celman
“... Rocha es un Catilina capaz de todo ... Yo no me descuido y tomo medidas en toda línea. Es él quien tiene agitado el parlamento, reuniendo y halagando a todos los descontentos.
“Se ha comprado toda la plebe de los diarios de esta capital y derrama el dinero a manos llenas. Quiere gobernar toda la República, siguiendo la manía de todos los gobernadores de Buenos Aires...”.
Otras candidaturas aparecieron más tarde... Lo que sobraban eran postulantes... El de más peso político y de más “pesos” para respaldar sus pretensiones, siguió siendo Rocha... Se hablaba de los militares que lo apoyarían y que, además de emisarios, cargamentos de Remington viajaban hacia las provincias...
Ya en 1884, una caricatura política había aludido a Juárez Celman como el de las preferencias de Roca... Este siguió sin embargo guardando silencio y recién en Abril de 1885, con motivo de inaugurarse el ferrocarril que unía a Mendoza y San Juan, en el banquete servido en la primera de dichas ciudades, no se disimuló que la de Juárez Celman sería la candidatura oficial.
En Septiembre de 1885 se proclamaba en la Ciudad de Buenos Aires la del doctor Dardo Rocha y, en Noviembre, también en la capital, se proclamaba la de Juárez Celman.
El temor a que la candidatura oficial pudiera imponerse por el fraude y la violencia, suscitó la unificación de todos los grupos opositores que resolvieron presentarse a los comicios de legisladores, a realizarse el 7 de Febrero de 1886 en toda la República, con una sola lista de candidatos.
Y posponer, para después de dichos comicios, la elección también de una única candidatura opositora a la presidencia, previa renuncia de las candidaturas propiciadas antes por esos grupos de la oposición.
Las elecciones legislativas del 7 de Febrero no testimoniaron respeto por la libertad electoral; los gobernadores de provincias -partidarios de Juárez Celman- no desdeñaron la violencia encarcelando y hasta baleando a los adversarios...
Estas elecciones anticiparon en cierto modo lo que ocurriría en la elección presidencial, verificada el 11 de Abril de 1886 y a la cual la oposición unificada presentó la candidatura de don Manuel Ocampo. Agravados los procedimientos de fraude y violencia, de los 213 electores, 168 lo hicieron por Juárez Celman para presidente y 179 sufragaron por Carlos Pellegrini como vicepresidente. La candidatura de Ocampo sólo logró 32 electores...
El 7 de Mayo de 1886, Roca se dirige a pie al Congreso. Va a leer el Mensaje anual que la Constitución obliga a presentar a los presidentes al inaugurar las sesiones del Congreso como información a éste de la tarea administrativa cumplida por el Poder Ejecutivo. Lo acompañan los ministros, altos jefes de las Fuerzas Armadas, funcionarios importantes ...
En momentos en que Roca arriba al pórtico del edificio(5), un individuo, desprendido del público que presencia la ceremonia, se abalanzó sobre Roca y lo golpeó en la cabeza con una piedra que llevaba en la mano. La agresión inesperada intentó repetirse, pero lo impidieron algunas personas, entre ellas el doctor Pellegrini, y el sujeto fue llevado por la policía(6).
(5) El Congreso funcionaba entonces en un edificio situado a escasa distancia de la Casa Rosada. Hoy subsiste y es la sede de la Academia Nacional de la Historia.
(6) El agresor ser resultó un semidemente; Roca no sólo lo perdonó, sino que se ocupó de su futuro.
// Todo citado por Gustavo Gabriel Levene. “Presidentes Argentinos” (1975), tomo V. Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
De la frente de Roca manaba sangre; tomado del brazo por el ministro Wilde -amigo y médico del presidente- éste fue atendido y vendado por Wilde. El episodio despertó entre los legisladores la sorpresa consiguiente; sin embargo, pronto se supo que Roca, recuperado, deseaba de todos modos cumplir con la ceremonia de leer el Mensaje e inaugurar el período ordinario de sesiones. Cuando apareció, los legisladores aplaudieron calurosamente y él con la cabeza, el uniforme y la banda presidencial ensangrentados manifestó:
“Señores senadores y diputados...
“Un incidente imprevisto me priva de la satisfacción de poder leer el último Mensaje que como presidente dirijo al Congreso de mi país. Hace un momento, sin duda un loco, me ha herido en la frente, con no sé qué arma. Voy a leeros la última parte de este Mensaje, pero cada uno de vosotros lo hallará completo, en el folleto impreso que os será entregado...”.
Y, en efecto, leyó la parte final en la cual anticipaba “dejaría el Gobierno con la conciencia tranquila, acariciando la idea del silencio y del retiro que las democracias reservan a quienes la han servido bien o mal; sin odios ni rencores para nadie ... ni siquiera para el loco que acaba de agredirme ... y llena el alma de gratitud para los consejeros que me han acompañado en el Gobierno, para vosotros que me indicabais con sabias y oportunas leyes la ruta que debía seguir y para todos aquéllos de mis conciudadanos que me han alentado con sus manifestaciones de aprobación y simpatía”.
Terminada la ceremonia, de regreso a su domicilio, Roca observó reposo durante unas semanas y el 30 de Mayo reanudó las tareas de gobierno. Merecen recordarse, entre las leyes promulgadas en los últimos meses de su presidencia, la que destinaba 10.000 pesos a la publicación de las obras de Alberdi, fallecido dos años antes en París; la que creaba el Banco Hipotecario Nacional; y la que otorgaba un subsidio a Mitre, para la publicación de su “Historia de San Martín”.
Después de la proclamación por el Congreso de Juárez Celman como presidente, Roca le escribía:
“... vencedor en la contienda electoral y por lo tanto presidente constitucional de la República para el período que principia el 12 de Octubre próximo, lo saludo en tal carácter con el afecto y estimación de siempre, deseándole toda clase de aciertos en su Gobierno, que se va a inaugurar teñidos de rosa los horizontes del país en todo sentido.
“Yo llego a la raya, física y moralmente cansado y envejecido; pero siempre me quedarán alientos para ayudarlo en todo lo que pueda serle útil a usted y a la nación...”; “... Estoy contento de haber adquirido la totalidad de ‘La Paz’.
“Siempre he deseado tener en la tierra de Córdoba -centro de la República- un pedazo de tierra con agua, cerros y bosques, para hacer de él mi Mount-Vernon aunque esto parezca pretencioso.
“Ahí haremos nuestro rendez-vous de familia en verano y hemos de poner de moda, a la larga, la sierra de Córdoba...”; “Yo le dejo el puesto con gusto y con la seguridad de que usted tiene las dotes necesarias para desempeñarlo con ventaja, en el progreso del país, la consolidación del principio de autoridad y la conservación del gran partido que lo lleva a usted al Gobierno.
“¿Cómo le va con las visitas, cumplimentaciones, felicitaciones y parabienes? ¡Ya irá sabiendo lo que es bueno y qué inmensa dosis de paciencia hay que tener en estos puestos! La distinción y el honor son grandes; pero así son, también, de serias las responsabilidades, las fatigas y los trabajos que le esperan.
“Cada día hay que ganar una batalla, ya contra los adversarios, ya contra los amigos, que son las más difíciles...”.
Sin intención de retacearle nada a los aspectos positivos del Gobierno de Roca, la historia impone, sin embargo, recordar que no todos los horizontes del país estarían “teñidos de rosa” para su sucesor.
Dos aspectos de la gestión presidencial de Roca pueden objetarse: uno de ellos, el excesivo uso del crédito oficial, pues aunque lo ocultaran las Memorias, el Banco Nacional empezó a sentirse quebrantado en sus finanzas a partir del año 1884...
El otro, más grave, el escepticismo político que inicia una etapa como de insensibilidad para el ejercicio de la ciudadanía. Lo había provocado la actitud de los gobernadores que obedientes a Roca, desvirtuaron los comicios usando contra los opositores el fraude y la violencia.
El gobernador de Catamarca, el teniente coronel José S. Daza -antiguo oficial de Roca- tras reconocer que las elecciones de diputados nacionales verificadas en esa provincia el 7 de Febrero de 1886, habían significado 30 muertos y 80 heridos a los opositores, agregaba, desaprensivo: “... el resultado ha sido inmejorable...”.
Luego de la transmisión del cargo, Roca fue a pasar una temporada de descanso en “La Paz”. Con posterioridad, dispuesto a visitar diversos países del Viejo Mundo, para allá se embarcó... Pero no desembarcaría de la política argentina... Hasta allá siguiéronle llegando informaciones precisas, de cuánto por aquí ocurría...
En Europa supo de su elección como Senador, verificada en Marzo de 1888... Al provinciano Roca lo había designado su representante en la Alta Cámara, la Ciudad de Buenos Aires...
En 1880 se había hecho del nombre de Roca una bandera del federalismo... Y es precisamente durante su presidencia que se instituye el “unicato”, es decir la unificación del cargo de Primer Magistrado con la del jefe del partido oficialista, creando un “poder presidencial” que haría ilusorias las autonomías provinciales...
Los gobernadores de provincia sólo podrían seguirlo siendo en la medida que aceptaran someterse a la voluntad del presidente de la República... Para imponerla, éste dispondrá del halago de las prebendas personales, del otorgar o negar los créditos de los bancos oficiales, de los Remington del Ejército Nacional...
En 1880 se había hecho del nombre de Roca una bandera destinada a combatir la odiada hegemonía porteña. Y he aquí que en el balance de su presidencia, este tucumano hecho Bachiller en Entre Ríos, que ha peleado contra Buenos Aires en Cepeda y en Pavón, que ha matrimoniado en Córdoba y que, para llegar a la Casa Rosada, debió hacer tirotear, a bala limpia, en el Puente de Barracas a la juventud autonomista porteña; este provinciano resultaría -paradojalmente- el gobernante que más hizo por la grandeza hegemónica de Buenos Aires... Le dio a ésta las tierras que quitó a los indios y que en definitiva irían a parar a los núcleos de la oligarquía...
De paradojas como la vida de este “provinciano” suele tejerse, desde un pretérito distante, esa tela que hoy nos ciñe y que se llama historia...