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LA MUERTE DE JUAN RAMON VIDAL

El 4 de Septiembre de 1940 falleció el senador nacional, doctor Juan Ramón Vidal. Fue un caudillo político que incidió en la vida política de su provincia y del país en sesenta de sus ochenta largos años.

Como acompañando la congoja de una gran parte de su pueblo, el día de su desaparición, una jornada de frío y lluvia se registró en la ciudad capital de la República, donde se encontraba en ese momento cumpliendo sus deberes legislativos. Lluvia e intenso frío determinados por una corriente de aire polar que a las 09:00 cubría todo el territorio nacional.

El viento se había hecho sentir con más violencia que días anteriores, soplando en forma permanente del sector sur, registrando altas velocidades en horas de la mañana. Los días previos, temporales de viento, agua y nieve, causaron un descenso general y pronunciado de la temperatura.

La férrea contextura del caudillo no soportó este último embate de su vida y la muerte sobrevino con gran rapidez, tanto que sólo los muy cercanos a su persona tuvieron conocimiento de la gravedad de su estado de salud. La noticia, en Corrientes, causó asombro y consternación por lo inesperada.

La vida pública del doctor Vidal -nacido en 1860- se inició como ministro de Gobierno del doctor Manuel Derqui, desde 1883 hasta 1886 y, luego, gobernador de su provincia desde esa fecha hasta terminar su mandato en 1889. Desde 1890 fue senador nacional hasta 1898 y luego de un breve paso por la Cámara de Diputados de la Nación, desde 1908 hasta 1909, fue consagrado por segunda vez gobernador de la provincia, mandato que cumplió íntegramente hasta 1913.

Elegido nuevamente senador nacional desde 1914 hasta 1922, fue reelecto en esta función hasta 1930, período que fue interrumpido por el estallido cívico-militar del 6 de Septiembre. Nuevamente electo senador nacional en 1932, le tocó por sorteo un mandato que vencía en 1935 y, desde esa fecha, fue nuevamente reelecto por un período que debía terminar en 1944.

Conocido su deceso, el Gobierno de la Nación dispuso los honores fúnebres correspondientes a la alta investidura que ejercía, los que de igual manera fueron adoptados por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación y, en su provincia natal, adhirieron los tres poderes del Estado.

Sus restos, luego de ser velados en el Senado de la Nación, fueron trasladados a la Ciudad de Corrientes por vía férrea en un convoy especialmente preparado en el que viajaron sus familiares y numerosas delegaciones que lo acompañaron desde la Ciudad de Buenos Aires y las que se iban sumando a partir del paso por las estaciones dentro del territorio provincial, en las que sucesivamente se le rendía el homenaje de un pueblo dolorido.

La recepción de sus restos en la ciudad fue imponente y, detenido el tren en la parada ubicada en la intersección de las Avenidas Tres de Abril y Maipú, fueron trasladados a pulso por más de veinte cuadras hasta la casa paterna, acompañando el cortejo las más altas autoridades de la provincia y la enorme concurrencia que se dio cita para rendir el postrer homenaje al caudillo.

Los faroles de las calles con crespones negros daban el marco a las marchas fúnebres que durante todo el trayecto ejecutaron dos bandas de música.

Sus restos fueron velados primero en su domicilio y de allí trasladados a la Casa de Gobierno, desde donde se lo llevó al panteón familiar en el que los distintos sectores de la comunidad lo despidieron(1).

(1) Diarios “La Prensa” y “La Nación”, (ambos de Buenos Aires), ediciones del 5 al 10 de Septiembre de 1940. Hablaron -para despedir sus restos- en el cementerio el gobernador de la provincia, doctor Pedro Numa Soto; Carlos Alvarez Colodrero -en su condición de vicegobernador- por la Cámara de Senadores; por la Municipalidad de la Capital lo hizo el intendente Elías Abad; por la junta de gobierno del partido autonomista, el doctor Pedro Díaz Colodrero; por la Unión Cívica Radical antipersonalista, el diputado nacional Alcibíades Devoto Acosta; por el Museo Social Argentino, el doctor David Speroni; por la Cámara de Diputados de la provincia, el doctor Juan Dimas Soloaga; por los residentes correntinos en Buenos Aires, el doctor Benjamín Solano González; por el Consejo Superior de Educación, el presbítero, doctor Carlos Sosa Levalle; por el Concejo Deliberante, Rodolfo Fernández; por el comité capital del partido autonomista, el doctor Mariano Llano; por el Colegio de Abogados, el doctor Enrique Rodríguez Santa Ana; por el diario “El Liberal”, el doctor Juan T. Figuerero; por el Centro de Residentes Correntinos de la Ciudad de Buenos Aires, el doctor Antonio Ramayón; por el partido liberal pactista el diputado provincial Arturo Achinelli; por el diario “La Mañana”, Sabino Acosta Monzón; por el diario “Nueva Epoca”, el doctor Manuel H. Esquivel; por el Colegio Salesiano su Director, el Padre Luis Mura; por el Club Social, el doctor Hernán Félix Gómez; por la Municipalidad de San Luis del Palmar, Pedro M. Acosta; por el comité Goya del partido autonomista, el doctor A. Castro; por el de Esquina, el senador provincial Manuel R. Botello; por el de Empedrado, el presidente de la Cámara de Diputados, Oscar J. Dansey; por el de La Cruz, Aníbal Silvero; por el de Loreto, Vicente Iturriaga; y por el de Itatí, el diputado provincial doctor Tomas Korimblum. Rindieron homenajes un batallón del regimiento 9 de infantería y del cuerpo de guardiacárceles de la ciudad capital. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.

De las expresiones vertidas en tal ocasión es necesario destacar especialmente a dos: una por provenir de un hombre de su partido en el orden nacional con el que tenía viejas diferencias políticas, el senador nacional, doctor Robustiano Patrón Costas. Dijo éste en la sesión de homenaje que se rindiera en el Alto Cuerpo:

Expresión de su medio y de su época, acaudilló a su partido con autoridad indiscutida; combatido por sus adversarios, respetado y querido entrañablemente por sus amigos, baja a la tumba dejando entre ellos y en el escenario político de su provincia el enorme vacío que ocupara su vigorosa personalidad por más de medio siglo.
Fue, por su vasta ilustración, su serenidad imperturbable y su larga experiencia, un hombre de consejo que se sentaba con real autoridad en este cuerpo, que conservará su memoria con respeto y recordará su pérdida con dolor”.

La otra, la del diputado nacional, también correligionario y de una gran afinidad en su pensamiento, el doctor Vicente Solano Lima. Dijo, al despedir sus restos en nombre del partido Demócrata Nacional:

El doctor Juan Ramón Vidal, que representaba en la tarde de su vida la prudencia de los viejos senadores de la República, habría preferido morir en la serenidad de los campos y de las almas.
Tal vez eligiera la hora que avendrá luego de la bruma que nos envuelve el cuerpo y oscurece la visión. Porque él, que conocía el destino de la raza en los tiempos, aprendió en su madrugada experiencia que detrás de los que sufrimos hay luz reverberante.
Y en esa luz alumbra el secreto de nuestro devenir nacional”.

Mas adelante, agregaba:

El poder personal del ilustre y acaso el último de los caudillos de los que florecieron en el período de la organización nacional, duró cincuenta años en el seno de una gran masa de opinión en su provincia. Y derivaba de esa virtud mágica apenas explicada por la sociología, que crea el símbolo humano como un coeficiente del cariño colectivo.
Por eso llorarán en su tumba los antiguos y fíeles soldados que condujeron por campos de triunfos la vieja divisa del autonomismo correntino, que empenachó de gloria un partido y de perennidad a una tradición.
El caudillo ilustrado y el orador sobrio no excluían al estadista que participó en los grandes movimientos de la opinión nacional e hizo, de los altos cargos que desempeñó, escuelas de moderación y de paz, a la luz de un sano patriotismo y de un exaltado amor a las cosas de la República”.

- La muerte de Vidal y el partido Autonomista

La muerte de un caudillo de la envergadura del doctor Juan Ramón Vidal, que había conducido férreamente los destinos del partido Autonomista durante tantos años, que había sido artífice de la celebración de acuerdos políticos de tal significación que le habían permitido mantenerse en función oficialista durante tantos años, que había actuado en el orden nacional arbitrando soluciones de distinto carácter -tanto en el orden partidario como en función de su alta dignidad senatorial- era muy difícil que no trajese problemas, y muy serios problemas, a la marcha de su agrupación.

Es muy difícil que los grandes caudillos dejen preparado a alguien para sucederlo en el instante postrero de su tránsito definitivo hacia el más allá. No tuvieron sucesores de su envergadura grandes caudillos como Roca, Pellegrini, Yrigoyen, por citar sólo algunos de los más significativos en la historia que hemos venido analizando.

La extraordinaria cantidad de dirigentes autonomistas, tanto de la Ciudad de Buenos Aires como del Interior provincial, no sólo concurrieron a rendir el tributo póstumo al gran jefe desaparecido; también guiaba su presencia la necesidad de definir cuánto antes cómo se manejaría el centenario partido.

Muchas eran las expectativas y muchas las aspiraciones. En el sentir de algunos se presentaba la posibilidad de reemplazar al viejo dirigente, no sólo en la conducción del partido, sino en una de las codiciadas bancas senatoriales que necesariamente debían llenarse en forma inmediata, para cubrir su vacante, además de la del doctor Juan José Lubary que vencía en Abril del año entrante.

Uno de los puntos en lo que parecía haber coincidencia era la necesidad de renovar a la Junta de Gobierno, para dar cabida a un más amplio espectro de la dirigencia partidaria, para lo cual debía convocarse a la convención general, órgano que tenía a su cargo la elección de sus integrantes.

Se había llegado a un principio de acuerdo en el sentido de que los miembros de la actual junta presentarían su renuncia, habida cuenta de que su mandato aún se hallaba vigente. En ese entendimiento se convocó a convención general para el día 17 de Octubre, oportunidad en la que primeramente se realizaría un solemne funeral religioso en memoria del ilustre fallecido, que sería oficiado por el obispo diocesano, monseñor Vicentín, en la Iglesia Catedral y luego un acto cívico en el Teatro “Juan de Vera”, para pasar después los convencionales a deliberar sobre el futuro del autonomismo.

Tres cuestiones fundamentales debían ser materia de tratamiento en esas reuniones, siendo la primera la reafirmación de su unidad que, a juicio de la dirigencia, no se encontraba de ninguna manera comprometida, pero que estimaban conveniente consolidarla mediante la creación de una nueva junta que encarnara y representara la voluntad de los núcleos departamentales lealmente consultados.

En segundo lugar debía ratificarse la política de la Concordancia que, si bien ningún hecho nuevo la había puesto a prueba, convenía que fuera mantenida por una autoridad partidaria con poderes más efectivos que los que exhibía la junta actuante y, finalmente, el problema de la elección de dos senadores que correspondía hacer a la brevedad. Este último aspecto conllevaba dos situaciones: una era la decisión de designar a los candidatos y la otra determinar si se daría satisfacción al pedido antipersonalista de que uno de los senadores fuese un hombre salido de sus filas.

El autonomismo contaba con la mayoría legislativa necesaria para poder consagrar por si mismo a los dos senadores y eran muchos los dirigentes que se manifestaban en la postura de elegir a dos hombres del partido, lo cual permitiría dar satisfacción a las dos corrientes que comenzaban a insinuarse dentro de las filas.

Pero, por otra parte, otros dirigentes pensaban que era el momento de actuar con grandeza y afirmar el vínculo político que los unía con el antipersonalismo, el cual debía ser defendido contra toda eventualidad, máxime que aquella agrupación se había manifestado en su última convención, expresando claramente ese anhelo. La última elección había permitido exhibir el potencial ascenso de sus filas.

- Las gestiones ante los organismos nacionales del partido

Reunida la Junta de Gobierno bajo la presidencia del vicepresidente 1ro., doctor Pedro Díaz Colodrero, participaron de la reunión no sólo sus titulares y suplentes, sino también otras figuras de prestigio en el partido, que se encontraban accidentalmente en Corrientes, a las que se consideró conveniente consultar en la emergencia.

Se resolvió formar una comisión encargada de entrevistarse con el presidente del partido Radical Antipersonalista, Alcibiades Devoto Acosta, y con el gobernador de la provincia, doctor Pedro Numa Soto, para cambiar impresiones sobre temas comunes e informarlos de lo resuelto por la Junta(2).

(2) Diario “La Prensa”, (Buenos Aires), edición del 12 de Septiembre de 1940. Integraban la comisión: el doctor Pedro Díaz Colodrero, presidente accidental del partido; los ex gobernadores, doctores Benjamín Solano González y Juan Francisco Torrent; los diputados nacionales, doctor Felipe C. Solari y José A. Borda; el vicegobernador, Carlos Alvarez Colodrero; el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Oscar J. Dansey; y los secretarios de la Junta de Gobierno, senador Oscar M. de Llano y Eduardo Lujambio Torrent. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.

Posteriormente, la junta de gobierno resolvió destacar una comisión de su seno para trasladarse a la Ciudad de Buenos Aires y entrevistarse con el presidente del partido Demócrata Nacional, para ratificarle la solidaridad del distrito y buscar arbitrios para encontrar una solución al ya insinuado conflicto interno.

Esta comisión, más numerosa que la anterior, tenía por misión trasladar al alto organismo del partido las diversas posturas que agitaban el seno del autonomismo provincial. Al hallarse un principio de solución, se envió a los comités una circular telegráfica en la que se les recomendaba no comprometer opinión ni hacer compromisos de ninguna clase que pudieran afectar más tarde la disciplina, la solidaridad, el prestigio y la vida misma del partido, hasta tanto se les hiciera conocer los resultados de las tratativas llevadas a cabo(3).

(3) Diario “La Prensa”, (Buenos Aires), edición del 30 de Septiembre de 1940. Integraban esta comisión, además de las personas señaladas anteriormente, el senador nacional Juan J. Lubary; el diputado nacional, doctor Adolfo B. Sánchez; el ministro de Hacienda, Pedro Resoagli; el intendente municipal Elías Abad; los senadores provinciales Ramón M. Gómez y José León Echavarría; el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Edmundo Resoagli; los doctores Juan P. Danuzzo Amadey y Mariano Llano; y el señor Carlos C. Araujo. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.

Coincidentemente con aquel viaje, también viajó el gobernador de la provincia, doctor Pedro Numa Soto, asegurándose que el motivo estaba relacionado con las gestiones tendientes a obtener de parte de los autonomistas la cesión de una de las dos senadurías nacionales que debían elegirse próximamente(4).

(4) Periódico “La Argentina”, (Buenos Aires), edición del 21 de Septiembre de 1940. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.

Terminadas las conversaciones, regresaron los delegados a esta capital, tomándose conocimiento de que se había acordado ceder a los antipersonalistas la vacante producida por el fallecimiento del doctor Vidal, mandato que vencía en Abril de 1944, mientras que la banca que dejaba vacante el senador Lubary correspondería a un autonomista. Decisiones que habían sido tomadas ad referendum de la convención partidaria.

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