EL MOVIMIENTO DEL 4 DE JUNIO DE 1943
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El 4 de Junio de 1943 se produjo un movimiento militar que estuvo destinado a transformar la marcha de los acontecimientos históricos del país y, también, de la provincia. Toda una época va a quedar atrás, no sólo cronológicamente, sino como consecuencia de cambios que habrán de modificar la manera de actuar y de pensar de amplios sectores de la vida nacional.
No interesa a nuestro estudio hacer apriorísticamente juicios de valor sobre tales transformaciones, porque estos hechos del pasado, además de ser relativamente recientes, lo tuvieron al autor de estas líneas actuando de manera inequívoca en uno de los sectores, que en su momento parecieron irreconciliables.
Pese a ello, tratará de reflejar -en el relato de los hechos- lo más aproximadamente, lo que se vivió en esa época y hará un esfuerzo de voluntad para que los resabios de viejas pasiones no alteren su mejor deseo de expresarse con la mayor objetividad posible. No está demás señalar que, como en toda la obra, sus afirmaciones estarán basadas en los documentos y publicaciones que en cada caso serán materia de citas.
- Los sucesos insurreccionales
“La fuerza militar que marchó contra el Gobierno de Castillo, el 4 de Junio, era mucho más poderosa que la que se había alzado contra Yrigoyen trece años antes.
“Se recordará que entonces los cadetes del Colegio Militar, acompañados por un núcleo relativamente reducido de tropas del Ejército, formaban la totalidad de las fuerzas revolucionarias. Ahora, un Ejército de diez mil hombres que constituían la totalidad de las guarniciones de Campo de Mayo y de Liniers, y a las órdenes de sus mandos naturales, se desplazaron en tres columnas sobre la capital”, dice el agudo escritor estadounidense, Robert A. Potash(1).
(1) Robert A. Potash. “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928 - 1945 (de Yrigoyen a Perón)” (1981), p. 286. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Los acontecimientos comenzaron a desarrollarse el día 3, en horas de la noche, al reunirse -en el acantonamiento de Campo de Mayo- catorce jefes militares, junto con el general Arturo Rawson y los tenientes coroneles Enrique P. González y Carlos Vélez, que habían arribado momentos antes desde la Ciudad de Buenos Aires(2).
(2) Robert A. Potash. “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928 - 1945 (de Yrigoyen a Perón)” (1981), p. 281. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. Los jefes de fuerzas allí reunidos fueron el coronel Elbio C. Anaya, comandante de la Guarnición Campo de Mayo y su Jefe de Estado Mayor, teniente coronel Fernando Terrera; el coronel Eduardo J. Avalos, Director de la Escuela de Artillería; el coronel Emilio Ramírez, Director de la Escuela de Suboficiales; el teniente coronel Leopoldo Orstein, Director de la Escuela de Caballería; el teniente coronel Aníbal Imbert, Director de la Escuela de Comunicaciones; el teniente coronel Rodolfo Rosas y Belgrano, Director interino de la Escuela de Infantería; el teniente coronel Héctor V. Nogués, Director de la Escuela de Defensa Antiaérea; el teniente coronel Antonio C. Carosella, Jefe del Regimiento 1 de Caballería; el teniente coronel Romualdo Aráoz, Jefe del 10mo. Regimiento de Caballería; el teniente coronel Indalecio Sosa, Jefe del Regimiento 8vo. de Caballería, que había venido desde Liniers. Fue notoria la ausencia del coronel Juan Domingo Perón, quien fue citado para esa reunión. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Los jefes allí reunidos decidieron derrocar al presidente Ramón S. Castillo e instalar un régimen militar, en el que los civiles no participarían y los militares debían dirigir el futuro Gobierno.
Dos diferencias notables con relación a la insurrección de 1930: en aquélla, prácticamente la participación militar fue insignificante y fue el pueblo lanzado a la calle el que le dio el espaldarazo consagratorio; en ésta, el golpe fue puramente militar sin ninguna participación civil, detalle que sospechosamente muchos historiadores omiten consignar. Tal vez ello ocurra porque el primero derrocó a un Gobierno radical, mientras el segundo lo hacía contra uno “conservador”.
Las fuerzas insurrectas, bajo el mando del general Rawson, avanzaron hacia la Ciudad de Buenos Aires, prácticamente sin hallar oposición, salvo un encuentro con efectivos de la Escuela de Mecánica de la Armada.
El día anterior, el presidente Castillo había abandonado la Casa de Gobierno como todos los días, aproximadamente a las 20:00, dirigiéndose a la residencia presidencial de Olivos. En las primeras horas del día 4, el ministro del Interior, doctor Miguel J. Culaciati, que había tomado conocimiento de las acciones que se proponían llevar a cabo los efectivos militares, concurrió a informarlo al presidente, que se hallaba con otros ministros del Poder Ejecutivo. Poco después se trasladaron a la Casa de Gobierno, donde se realizó una reunión de gabinete.
Previamente, el doctor Castillo se había trasladado a los cuarteles de Palermo en busca de apoyos para defender el Gobierno constitucional. En la reunión de ministros se analizaron las ramificaciones del movimiento militar que ya se insinuaba con caracteres definidos. Escuchado el informe del jefe de policía, general Domingo Martínez, el presidente de la nación resolvió resistir, dictando un decreto en virtud del cual se ponía al general Rodolfo Márquez al frente de las fuerzas de represión.
De acuerdo a las versiones, el ministro de Guerra, general Pedro Pablo Ramírez, había sido comisionado para entrevistar a los jefes militares de Campo de Mayo para disuadirlos del proyecto que tenían preparado o, al menos, lograr un plazo de 24 horas para analizar la situación y los requerimientos en que fundamentaban el golpe.
El general Ramírez regresó e hizo saber al presidente de que “el movimiento estaba en marcha y que ya no era posible detenerlo”.
La actitud ambigua adoptada en la oportunidad por el ministro y los acontecimientos ocurridos en días anteriores -a los que ya nos referiremos- determinaron que el doctor Castillo dispusiera su inmediata detención, considerándolo un traidor, detención que fue cumplida en una oficina anexa a la presidencia(3).
(3) Diario “La Prensa”, (Buenos Aires), edición del 5 de Junio de 1943; Robert A. Potash. “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928 - 1945 (de Yrigoyen a Perón)” (1981), pp. 282 - 288. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
El movimiento militar fue una simple excursión -dice Luna(4)- para expresar, seguidamente, que fue matizado por un tiroteo producido al pasar frente a una dependencia naval y que en la tarde del mismo día ya estaban instalados los jefes de la conspiración en la Casa Rosada, mientras el presidente derrocado, embarcado en un buque de guerra, retornaba a la ciudad al comprobar la orfandad de todo apoyo.
(4) Félix Luna. “La Argentina de Perón a Lanusse.1943/1973” (1993), p. 18. Ed. Planeta, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Esto es exacto, aunque algunos autores lo hacen aparecer huyendo apresuradamente de la sede del gobierno y del territorio nacional, lo cual no es exacto, ya que se omite señalar que Castillo intentó resistir a la conspiración desde aquel navío buscando el apoyo de la flota de ríos. En rigor de verdad, mientras estuviese embarcado en una nave de la Marina de Guerra, el presidente estaba en suelo nacional y desde allí podía dar sus órdenes de gobierno.
Y de que no estaba huyendo, lo demuestra la circunstancia de que habiendo podido desembarcar en la Ciudad de Colonia (República del Uruguay), como lo hicieron algunos de sus ministros, el presidente en momento alguno abandonó el territorio argentino.
“Ante la certeza de la cercanía de las fuerzas militares sublevadas, el presidente Castillo optó por abandonar la Casa de Gobierno con algunos miembros de su séquito y ministros de su gabinete” dice Rodríguez Lamas(5), quien agrega que el rumbo tomado fue el puerto de la Ciudad de Buenos Aires, embarcándose allí en el rastreador “Drummond” -de la Armada Nacional- ya que esperaba contar con el apoyo de la Escuadra de ríos, cosa que luego no se efectivizó.
(5) Daniel Rodríguez Lamas. “Rawson / Ramírez / Farrell” (1983), p. 18. Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
La evidencia de que el doctor Castillo no huía, ni se exiliaba en un país extranjero, la da el telegrama que envió al presidente de la Suprema Corte, comunicándole el traslado de la sede de su gobierno a la Escuadra de ríos, “donde ha izado la insignia de Comandante en Jefe ante la rebelión, que tendrá condigno castigo”. Terminaba diciendo que, desde ese lugar, se resguardaba la autoridad nacional para restablecer el orden(6).
(6) Daniel Rodríguez Lamas. “Rawson / Ramírez / Farrell” (1983), p. 19. Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
E igual determinación se puso en evidencia en la proclama que lanzó dirigida al pueblo de la nación, en la que decía:
“Ante la asonada militar que deprime las instituciones y empaña el prestigio ganado por el país en la evolución progresiva para el imperio del Derecho y el predominio exclusivo de métodos pacíficos en la renovación de su gobierno, el Presidente de la Nación se dirige al pueblo, al Ejercito, a la Marina y a todas las autoridades constituidas, para reclamar la inmediata y absoluta solidaridad con su investidura y el acatamiento más disciplinado de su autoridad.
“La rebelión encubierta por el ministro de Guerra impidió, a causa de su solidaridad cómplice, las medidas de previsión necesarias. El ministro de Guerra detenido por mi orden en la Casa de Gobierno fue destituido y reemplazado por el señor ministro de Marina.
“El general Rodolfo Márquez, encargado de la defensa, deberá ser acatado y secundado por los elementos militares en todas las medidas, para reforzar y colocar en actividad las fuerzas del orden.
“Forzado a trasladar a un buque de la Armada la sede del gobierno, tomaré las medidas necesarias para el restablecimiento de la disciplina del Ejército y el imperio de la ley en la nación. Impondré con inquebrantable energía el imperio del orden y de la dignidad en las instituciones, en la seguridad de que la opinión unánime acompañará mis esfuerzos y los secundará con la exaltación que despierta el patriotismo.
“Herida la cultura nacional en sus intereses más vitales y la tradición pacífica y legalista en su más justificado orgullo, no consentiré jamás -ni como gobernante ni como ciudadano- la instalación de un comando militar subversivo en la Casa de Gobierno, ni el olvido de la consigna sanmartiniana en las instituciones militares.
“En una actitud de intransigencia inquebrantable, el pueblo me encontrará identificado en sus más vitales intereses para sobreponerlo a la anarquía”(7).
(7) Periódico “El Noticioso”, (Corrientes), edición del 5 de Junio de 1943. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
No parecen las palabras propias de un hombre que huye.
Cualquiera sea el criterio con que se juzgue la conducta política del anciano gobernante conservador, no podrá negársele la dignidad y entereza con que asumió las responsabilidades de su mando, más allá de que en su gabinete lo integrara un hombre que abusó de la confianza dispensada y al que públicamente pudo llamar traidor -indigno mote para un militar- y que en última instancia ninguna de las fuerzas con que esperaba resistir le hayan brindado su apoyo.
Las fuerzas militares triunfantes llegaron a la Plaza de Mayo en las primeras horas de la tarde del día 4 y tomaron posesión de la sede del gobierno, donde ya se encontraba otro grupo de jefes militares. El general Arturo Rawson ocupó la presidencia(*) y anunció que tres días después juraría(8).
(*) Golpe de Estado contra el presidente Ramón S. Castillo. En la tarde del 3 de Junio de 1943, el ministro de Guerra, Pedro Pablo Ramírez, pidió al presidente Castillo que retirase la candidatura de Robustiano Patrón Costas, acusado por el GOU de conservador y probritánico, y quien -junto con Manuel M. de Iriondo- habían sido postulados para presidente y vicepresidente por Castillo para las elecciones de 1944. Castillo se negó. Al otro día, las tropas de Campo de Mayo avanzaron hacia la Casa Rosada. Cuando el ministro de Guerra, Ramírez, llegó en la mañana del 4 del Junio de 1943 a la Casa de Gobierno, el presidente Castillo lo interpeló duramente, calificándolo de traidor, y ordenó su arresto, pero ya las tropas de varias guarniciones avanzaban sobre Buenos Aires. Sólo hubo un enfrentamiento entre fuerzas del Ejército y de la Armada, que dejó un saldo de unos 70 muertos. El general Arturo Rawson ocupó el poder durante unas 40 horas, pero no llegó a prestar el juramento de estilo como presidente. Castillo presentó la renuncia a su cargo, en La Plata, el 5 de Junio. Su dimisión, fechada este día, es apenas una breve nota, escrita con trazos cortantes. El golpe militar del 4 de Junio de 1943 se caracterizó por su indefinición ideológica y por la convivencia de tendencias disímiles. Entre ellas primó el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una logia militar de carácter nacionalista que, a su vez, englobaba diferentes líneas y planteos. El general Rawson lideró el derrocamiento de Castillo y proponía un acercamiento a Estados Unidos. Las primeras medidas adoptadas por el Gobierno militar se orientaron a reprimir la agitación política y la protesta social: proscipción del partido Comunista, intervención de la CGT y de las universidades, la censura a la libertad de expresión y los discursos de tono moralizante prepararon el clima para la instauración de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, concretada en 1943.
Tras el golpe militar de 1943 y, destituido el presidente Castillo, en el período 1943 - 1946 serán presidentes de facto Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Julián Farrell, produciéndose la disolución del P. E. y el P. L. constitucionales. Es la tercera suspensión parcial de la Constitución Nacional de 1853. Hay consentimiento de la Corte Suprema de Justicia. La estructura del poder bajo control de las Fuerzas Armadas. El Gobierno es autoproclamado provisional y los presidentes militares citados asumieron el P. E. y el P. L. Se produce la Intervención de las provincias y suspensión de los derechos y garantías, registrándose proscripciones y detenciones a cargo del P. E.
(8) Diario “La Prensa”, (Buenos Aires), edición del 5 de Junio de 1943; Daniel Rodríguez Lamas. “Rawson / Ramírez / Farrell” (1983), p. 19. Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. Encabezaban las columnas militares, los generales Arturo Rawson, Elbio C. Anaya, Emilio Ramírez, el coronel Fortunato Giovannoni y el teniente coronel Tomás A. Ducó; y los esperaban en la sede gubernativa los generales Pedro Pablo Ramírez -que pocos momentos antes había sido liberado-, Edelmiro Julián Farrell, Juan Pistarini y los almirantes Saba H. Sueyro y José Guisasola. Más tarde se reunirían con los mencionados, en la Casa de Gobierno, los generales Martín Graz, José María Sarobe, Jorge Giovannelli, Juan N. Tonazzi, Juan Carlos Bassi, Horacio Crespo, Jorge J. Manni, Diego I. Mason, Angel N. Zuloaga, Víctor M. Masó, Francisco Reynolds, Ralpio Restelli, Domingo Martínez y, entre los de la Marina, los contraalmirantes Osvaldo Repetto, Enrique B. García, Marcos A. Zar y el almirante, en situación de retiro, León Scasso, además de otros altos jefes y oficiales de ambas fuerzas. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Convencido de la inutilidad de sus esfuerzos para sostener su Gobierno, el presidente Castillo desembarcó en La Plata (provincia de Buenos Aires) y allí, en la sede del regimiento 7, como trece años antes lo había hecho el doctor Hipólito Yrigoyen, en la misma habitación donde fue detenido, presentó su renuncia indeclinable a la presidencia de la nación(9).
(9) Diario “La Mañana”, (Corrientes), edición del 9 de Junio de 1943. Allí se refiere al dramático episodio que lo tuvo como partícipe al presidente y al coronel Suárez Girado, comandante de infantería de la primera división de Ejército, quien fue comisionado para requerirle la renuncia al primero, entregada la cual, lo trasladó desde La Plata a la Ciudad de Buenos Aires, quedando inmediatamente en libertad para dirigirse a su domicilio. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Terminaba así una etapa controvertida de la historia argentina y se iniciaba otra, con nuevas características, técnicas y modalidades, que será aún mucho más controvertida y cuyo dictamen final seguramente corresponderá a historiadores más desapasionados del futuro.
- Las causas de la insurrección
Los autores en general coinciden en las causas motivantes del proceso insurreccional del 4 de Junio, en el sentido de que la razón principal que los llevó a esta situación extrema -argumento esgrimido por sus protagonistas- fue lo concerniente a la perpetuación del fraude que se encarnaría en la impopular figura del político salteño Robustiano Patrón Costas, candidato del presidente Castillo a la presidencia de la nación, que la convención del partido Demócrata Nacional iba a proclamar formalmente, precisamente ese día 4 de Junio(10) en la Ciudad de Buenos Aires.
(10) Daniel Rodríguez Lamas. “Rawson / Ramírez / Farrell” (1983), p. 14. Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Se señalan, además, varios factores desencadenantes que impulsaron a un grupo de jefes y oficiales de alto rango a adoptar semejante determinación. Entre ellos se menciona, la posibilidad de alzamientos de naturaleza comunista frente a una situación económica difícil como la que atravesaban determinadas capas sociales de la población; la corrupción y el peculado, que habían invadido los ámbitos de la sociedad política, que socavaba los pilares del sistema republicano; y el temor que abrigaban los militares nacionalistas sobre la posible inclusión de la Argentina en el bando “aliado”, en el supuesto de ser elegido presidente Patrón Costas, cuyas simpatías hacia esos países era pública y notoria.
Es importante destacar que esta rebelión fue impulsada puramente por militares, aunque entre ellos no existieran necesariamente afinidades en su pensamiento político, como tampoco la había en su posición en relación a los países en guerra. Se afirma que el núcleo generante del episodio insurreccional estuvo en un grupo de oficiales, en su mayoría coroneles y tenientes coroneles, que conformaron la cúpula del Grupo de Oficiales Unidos (G. O. U.), aunque el jefe inmediato de las fuerzas rebeldes, el general Arturo Rawson, desconociera su existencia, no así el general Pedro Pablo Ramírez que, en su carácter de ministro de Guerra, había actuado con doblez frente al presidente de la nación.
- La actitud del general Pedro Pablo Ramírez
Como se recordará, el presidente Castillo ya había sido jaqueado por elementos militares en Septiembre y Octubre de 1941 y que, en 1942, para congraciarse con ellos y liberarse de la tutela que en el orden castrense parecía ejercitar el general Agustín Pedro Justo, removió de su cargo al general Juan M. Tonazzi en su condición de ministro de Guerra, nombrando precisamente al general Pedro Pablo Ramírez en aquellas funciones(11).
(11) Conferencia del doctor Ricardo J. G. Harvey, en “Historia Política Contemporánea de Corrientes (de Benjamín S. González a la Intervención Domínguez)”, tomo 1, pp. 487 y 509. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Castillo desarrolló a lo largo de 1942 y 1943 una serie de acciones tendientes a afirmar su posición personal y de tal manera de imponer sus planes a sus correligionarios conservadores y a los aliados antipersonalistas, referidos a la sucesión presidencial. La muerte de su principal obstáculo, el general Agustín P. Justo, aparentemente le facilitó las cosas.
Sabemos cómo Castillo destruyó las aspiraciones del gobernador de Buenos Aires, doctor Rodolfo Moreno, al que terminó Interviniendo en su provincia. A todo ello debe agregarse las permanentes invitaciones de militares y marinos de la más alta graduación a su residencia presidencial para congraciarse y lograr el apoyo de las Fuerzas Armadas.
Pero lo que Castillo no pudo prever, y aún previéndolo no lo pudo evitar, fue la acción de un grupo de oficiales de graduación inferior a la de General, que comenzó a conspirar -especialmente a principios de 1943- dándose forma orgánica en una logia militar, a la que denominaron “Grupo de Oficiales Unidos”, integrada en su mayor parte por militares de tendencia nacionalista y simpatizantes de las potencias del “Eje” Roma-Berlín-Tokio.
Según lo afirma Rodríguez Lamas, y coinciden muchos autores, el detonante que puso en marcha el golpe militar estuvo originado en las conversaciones que en los últimos días del mes de Mayo celebraron algunos miembros del comité nacional de la Unión Cívica Radical con el general Pedro Pablo Ramírez, a quien le habrían ofrecido la titularidad del binomio presidencial que su partido presentaría en los próximos comicios a llevarse a cabo en el mes de Septiembre:
“La proposición no era caprichosa -dice el autor citado- sino que obedecía a una estrategia partidaria tendiente a desechar toda posibilidad de fraude electoral.
“El radicalismo, con un peso político de suma importancia, carecía de una figura de alcance nacional que pudiera enfrentar, en condiciones de relativa paridad, a Patrón Costas”, y al aparato electoral del Gobierno, agregamos(12).
(12) Daniel Rodríguez Lamas. “Rawson / Ramírez / Farrell” (1983), p. 15. Ed. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires; Antonio Emilio Castello. “Historia Contemporánea de los Argentinos” (1987), pp. 169/170. Ed. Abaco, Buenos Aires, dice que la candidatura le fue ofrecida por los diputados radicales Mario Castex y Juan Carlos Vázquez, en casa del teniente coronel Enrique P. González, que luego será Secretario de la Presidencia del general Ramírez, reunión a la que asistieron también otros diputados del mismo partido; ver también Robert A. Potash. “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928 - 1945 (de Yrigoyen a Perón)” (1981), pp. 275/276. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Todo citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
Pero, pese a la confidencialidad de la reunión, trascendieron las conversaciones y llegaron a oidos del doctor Castillo quien, inmediatamente, reclamó una definición por parte de su ministro y éste publicó en la prensa una declaración imprecisa, ambigua, que no satisfizo al presidente y dispuso el relevo de su colaborador.
El decreto removiendo al ministro no llegó a ser firmado, pues los acontecimientos se desencadenaron precisamente como consecuencia del conocimiento anticipado, por una infidencia, de esta medida por la que se iba a eliminar del Gobierno a la persona con que los oficiales contaban para concretar sus aspiraciones.
Luego vino el desenlace; los militares necesitaban un jefe que los condujera, ya que Ramírez puso sus objeciones de carácter “ético” -dado que aún era ministro- y se designó al general Arturo Rawson, que tenía en marcha su propia conspiración. Esta designación dá la pauta de la improvisación con que trabajaron los actores del golpe, ya que no tenían un plan político definido y existía entre ellos notorias diferencias que habrían de eclosionar a los pocos días del triunfo insurgente.
Ciertamente -dice Potash- el general Ramírez se había puesto en una posición contradictoria, que difícilmente podría hacer honor a su sentido ético ya que, sin haber presentado la renuncia al cargo, mediante su inacción estaba respaldando de hecho al derrocamiento de un Gobierno del cual era miembro. Por lo tanto no puede sorprender -dice el autor citado- que cuando el ministro de Guerra se presentó en la mañana del 4 de Junio, el presidente lo calificase de traidor, ordenando su arresto en la Casa Rosada(13).
(13) Diario “La Prensa”, (Buenos Aires), edición del 5 de Junio de 1943; Robert A. Potash. “El Ejército y la Política en la Argentina. 1928 - 1945 (de Yrigoyen a Perón)” (1981), pp. 284 a 286. Ed. Sudamericana, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea de Corrientes (del doctor Juan Francisco Torrent al doctor Blas Benjamín de la Vega. 1936-1946)” (1997). Ed. EUDENE (Editorial Universitaria de la Universidad Nacional del Nordeste), Corrientes.
La presencia del general Rawson al frente de las tropas y el anuncio de que asumiría como Jefe del Estado hizo suponer a algunos sectores políticos que el movimiento militar se inclinaría en su favor o, al menos, evitaría que la “Concordancia” hasta ese momento gobernante, pudiera volver a las prácticas de fraude electoral, asegurándose -al menos así lo creían- la futura presidencia de la nación.
Los partidos de la “Concordancia”, demócrata nacionales y radicales antipersonalistas, debían realizar precisamente ese 4 de Junio sus respectivas convenciones para elegir a los candidatos, ya convenidos, Robustiano Patrón Costas y Manuel de Iriondo.
No pudo ser.
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