La denominada “Operación Hoguera”
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Fracasado el conato del 16 de Junio de 1955, trascendió que los trabajadores estaban preparando una reacción violenta contra lo que ellos consideraban responsables de los hechos ocurridos, es decir la Iglesia Católica.
Era la “operación hoguera”, que se estaba organizando en las sedes sindicales y en varias dependencias oficiales, según pudo saberse después.
Según referencias posteriormente comprobadas, los dirigentes obreros fabricaban bombas “molotov”, y a los jefes de bomberos se los había instruido, en el sentido de que “dejaran quemar, pero evitando que el fuego dañara a los edificios vecinos”. Favorecía el ataque, la orden dada a los católicos que custodiaban los templos y edificios religiosos, que se retiraran, lo que fue cumplido.
“Los templos fueron presa de las llamas -dice Martínez(1)-. Primero, la curia eclesiástica, perdiéndose el riquísimo Archivo colonial y tesoros artísticos. En la catedral, que estaba contigua, fue forzado el Sagrario, quemados los confesionarios, rotas las Imágenes, destrozada la sacristía y dispersadas las reliquias.
“Después, le tocó el turno a Santo Domingo. Conforme al examen técnico, la quema de esta iglesia sólo pudo realizarse por personal especializado, con elementos adecuados, porque hasta el techo fue alcanzado por las llamas.
“Además, se abrieron sepulcros, esparciéndose restos pertenecientes a héroes de las invasiones inglesas. En San Francisco, el procedimiento fue cumplido de la misma forma, aunque en distinto grado; igual suerte corrieron San Nicolás de Bari, La Piedad, San Ignacio, San Juan Bautista, Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora de la Victoria y San Miguel Arcángel.
“El saqueo acompañó a las llamas. Bandas de incendiarios profanaban los objetos del culto y, revestidos, se paseaban con candelabros, imágenes y otros elementos litúrgicos”.
(1) Pedro Santos Martínez. “La nueva Argentina (1946 - 1955)” (1976), pp. 222 y sgtes. Ed. Astrea, Buenos Aires. Hemos tomado la información de este autor, que sigue minuciosamente los acontecimientos ocurridos en Buenos Aires en estos días, los que, en líneas generales, coinciden con la información de otros autores que tratan el mismo tema. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.
Después de señalar varios hechos particulares, producidos en la oportunidad, dice el autor citado que
“en La Piedad quedó destruida la biblioteca para ciegos, que allí funcionaba, y fueron robadas las máquinas impresoras para el sistema Braille”.
El mismo autor reproduce un comentario de G. Oggier:
“Cabe advertir que en aquella noche de incendios, ni una sola manguera de los cuerpos de bomberos se empleó para la extinción del fuego de las nueve iglesias y de la curia eclesiástica incendiadas.
“Las investigaciones practicadas por la comisión nacional investigadora, pusieron de manifiesto que en todos esos dolorosos sucesos existía la complicidad o conocimiento de (Miguel) Gamboa (Jefe de la Policía Federal), quien estuvo en contacto directo con el presidente en la tarde y durante esa noche.
“Asimismo, estaban implicados el vicepresidente Teisaire y R. Apold, jefe de Prensa; Méndez San Martín, ministro de Educación; A. G. Borlenghi, ministro del Interior; Di Pietro, secretario adjunto; Eduardo Vuletich, secretario general de la C. G. T., y otros.
“Durante la tarde y la noche del 16, fueron detenidos obispos, sacerdotes y religiosos (monseñores Martínez, de Andrea, Franceschi); el 17, a la madrugada, se detuvo a los obispos de Bahía Blanca y de Azul. Desde Mayo, otros sacerdotes que se encontraban en igual situación, pasaban de los sesenta. Pero, durante el día, fueron puestos en libertad.
“Se explicó a la prensa que las medidas habían sido dispuestas para ‘protegerlos’”.
La información periodística decía que reinaba tranquilidad en todo el país, buscándose salvaguardar el orden interno, adoptándose, por parte del Ejército, diversas medidas en ese sentido. El mismo 17, Perón dirigió un mensaje por medio de radiodifusión. Dijo que todo había terminado, y que el estado de sitio decretado, impedía desmanes y reuniones públicas.
Afirmó que “el asunto religioso será decidido por el pueblo y no por la violencia, ni por los panfletos ni por las calumnias”.
Seguía diciendo:
“Nosotros queremos la libertad absoluta y la ley. No atacamos la religión, pero sí atacamos la violencia; no queremos otra cosa que la paz y, por ello, llamo a todos a la cordura”.
Pedía finalmente, a los trabajadores, que ayuden a asegurar el orden y no alterarlo, y aseguraba a los sacerdotes que deben tranquilizarse, pues nada les pasaría: “Calma para todos; lo demás lo haremos nosotros, como mejor podamos”.
El 23 de Junio de 1955, Perón habló nuevamente por radiofonía, informando a toda la República acerca de los sucesos, atribuyendo la responsabilidad a algunos jefes de infantería de Marina, y complicidad de la aviación naval, que provocaron la sedición que las fuerzas del Ejército habían sofocado, en cumplimiento de su deber.
En Corrientes, se reanudaron todas las actividades, reinando en la provincia total tranquilidad, más allá de la diversidad de opiniones entre los seguidores del partido gobernante y las sostenidas por los opositores que, religiosos o no, consideraban los atentados como expresión de la “barbarie peronista”.
Más adelante, los bloques de legisladores peronistas -de ambas Cámaras- dieron a publicidad una declaración, expresando su satisfacción por la actitud del pueblo correntino en presencia de los hechos ocurridos, rindiendo, a la vez, un homenaje de respeto y gratitud a los caídos, reiterando su adhesión al general Perón.
Con motivo de celebrarse, el 29 de ese mes, el Día del Pontífice, el presidente Perón envió un telegrama de adhesión al Papa, al que respondió Pío XII, expresando
“Al recibir el mensaje de V. E. en esta fiesta, suplicamos al Señor que ilumine y dirija vuestro corazón, para que el amado pueblo de la Argentina pueda libremente vivir su tradición católica (...)”(2).
(2) Pedro Santos Martínez. “La nueva Argentina (1946 - 1955)” (1976), p. 228. Ed. Astrea, Buenos Aires. // Citado por Ricardo J. G. Harvey. “Historia Política Contemporánea (1949 - 1955). Ed. Moglia Ediciones, Corrientes.
Luego de recobrar su libertad los últimos detenidos, se levantó el estado de sitio en todo el país y cesó en sus funciones el comando de represión.
Todos los ministros y secretarios del Poder Ejecutivo presentaron sus renuncias en la semana siguiente a los episodios del 16 de Junio, con el fin de dejar al Primer Magistrado plena libertad de acción para elegir a sus colaboradores, con relación a la política que se proponga seguir.
Oficialmente, se conocía la aceptación de la renuncia del Angel Borlenghi (ministro del Interior); doctor Armando Méndez San Martín (ministro de Educación); ingeniero Juan Eugenio Maggi (ministro de Transporte); doctor Carlos Alberto Hoggan (ministro de Agricultura y Ganadería), los que fueron reemplazados por el doctor Oscar Edmundo Albrieu, Francisco Marco Anglada, Alberto José Iturbe y el ingeniero agrónomo José María Castiglione(3).