Particular visión sarmientina sobre intervenir o no Corrientes
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En el orden interno, en Octubre de 1868 inicia, el presidente Domingo Faustino Sarmiento, una política que luego rectifícará: la de entregar a jefes de las fuerzas militares nacionales una gravitación excesiva en los conflictos que estallan entre los diversos grupos existentes en cada provincia.
Esto originó inconvenientes pues, al sentirse elementos fundamentales para la pacificación del Interior, se ha creado el equívoco de que cada jefe militar se considere -por esta circunstancia- dueño de un caudal político propio... De ahí que debiera Sarmiento rectificar su original postura, adoptando actitudes enérgicas, a pesar de tratarse, algunas veces, de jefes militares que habían contribuido a su elección.
En el caso de Corrientes, y no obstante la solicitud de intervención que el gobernador Evaristo López interpuso para ser repuesto en el Gobierno, el Poder Ejecutivo Nacional se abstendrá de obrar inmediatamente, “juzgando por los antecedentes y naturaleza del caso, más conforme a los intereses públicos obrar así”(1).
(1) Citado por Domingo Faustino Sarmiento, en: Obras Completas XXXII -Práctica Constitucional (segundo volumen). Ed. por la Universidad Nacional de La Matanza.
“Pocos días bastaron, en efecto, para que el éxito justificara este procedimiento, pacificándose por sí misma la provincia. Quedábale expedito al Ejecutivo el camino para emplear la fuerza, si el caso lo hubiera requerido. Es, pues, un acto fenecido y que no admite revisión por otro poder”, señaló el presidente quien, en la práctica, ratificó lo obrado en Corrientes por su antecesor.
Sarmiento justificó su proceder, explicando que “la Justicia Federal no puede oír demanda sobre usurpación de poderes, por cuanto no es tribunal político, y acepta como existentes y válidos aquéllos que el Departamento Ejecutivo declara tales; el Legislativo, cuya función es dictar leyes para casos generales, no trae a su tribunal los actos del Ejecutivo, en cuanto ejecuta las leyes o llena las disposiciones de la Constitución.
“Ninguna Constitución del mundo comparte entre varios poderes la obligación de mantener el orden y apagar toda sedición, que es función exclusiva del Ejecutivo, a cuyas órdenes inmediatas está la fuerza. Hace uso de ella en la proporción y en la época que juzga oportuno”.
Sarmiento comparó su política (y de alguna manera la de Mitre) con las decisiones adoptadas por Estados Unidos en la materia, país que le servía de referencia:
“Sólo los Estados Unidos pusieron una condición al uso de la fuerza, cuando hubiere de ser empleada para restablecer autoridades provinciales, y es que fuese reclamado su auxilio por la Legislatura o el gobernador contra la violencia doméstica.
“Un caso claro ha ocurrido, y es el tan citado de Rhode Island, en que el Poder Ejecutivo intervino por el solo hecho de haberse mostrado dispuesto a intervenir, dado el caso de necesitar de la fuerza”.
El presidente trataba de responder a la interpelación: ¿por qué no ha intervenido el Ejecutivo Nacional, puesto que hubo fuerza y comienzos de guerra?
“El Poder Ejecutivo Nacional mantiene la doctrina que en sus consideraciones opone al proyecto de ley que proponía someter sus actos en una intervención, a la posterior aprobación del Congreso".
Comparó la decisión adoptada con Corrientes con la decisión del Congreso con respecto a la intervención a la provincia de San Juan:
“El Senado, habiendo sido provocado a revisar los actos del Ejecutivo en la intervención de San Juan, después de una prolongada discusión, pasó pura y simplemente a la orden del día. Propuesto a votación si se aprobaba la conducta del Ejecutivo, rechazó la moción, por cuanto no aprobaba ni desaprobaba actos consumados por el Ejecutivo en virtud de sus facultades propias; y como después se intentase por ley estatuir sobre este punto, la mayoría suficiente para apoyar el veto del Ejecutivo dejó establecido que tales actos no requieren aprobación después de ejecutados.
“Ambos casos establecen jurisprudencia, porque en ambos fue contradicha la pretensión de juzgar del acierto de los actos del Poder Ejecutivo, interviniendo o no. ¿Puede dejar de intervenir, requerido a ello, si así lo juzgare más conducente a la conservación de las instituciones?
“Baste tener presente que es la intervención una función mecánica. No hay atentado contra la libertad o la vida que no pueda cometerse por los que gobiernan, debiendo en todo caso ser sostenidos en el poder”.
Sarmiento trajo a la memoria, "la práctica y declaración expresa del Ejecutivo Nacional, a través de la voz del ministro de Justicia e Instrucción Pública" de Mitre, (Eduardo Costa) quien había establecido que "el objeto de la intervención no es siempre restablecer las autoridades sino en cuanto la buena política y la justicia lo aconsejen".
Así, no se restablecieron los gobernadores depuestos en las intervenciones de Santa Fe, Corrientes (López) y Jujuy, sin provocar los dos últimos casos objeción alguna en el Congreso.
“Intervenir para dar sanción al hecho consumado, equivale a no intervenir, si así fuese juzgado conveniente al logro del objeto de la intervención misma, que es restablecer la tranquilidad y asegurar las instituciones”, señalará Sarmiento.
El presidente considerará que “no habiendo juzgado oportuno intervenir en Corrientes, no acepta que otro poder se aboque el acto ya fenecido para decidir según otras reglas o juicio si debió intervenir o no, lo que constituiría un juzgamiento del hecho para lo que no está facultado un poder sobre otro, sino en el caso preciso de acusar de crimen. Debe, por tanto, pasarse a la orden del día”.
- La relación Sarmiento-Corrientes
El 3 de Junio de 1878, Sarmiento redactará una nota El Nacional, en la cual brindará detalles de lo actuado 10 años atrás, es decir, en los días previos y posteriores, de asumir el P. E. N. En dicha nota, el ex presidente desnudará detalles de una relación sise quiere tortuosa, relación que, en definitiva, dejará marcas imborrables en los hombres de Corrientes. Leamos la nota, que no requiere agregados ni interpretación alguna:
"Puede servir de algo para la discusión de la presente intervención de Corrientes -se refiere a la de 1878- que puede ser la última, penúltima o antepenúltima, si no le tapan bien la boca a aquella vizcachera, recordar las anteriores, porque todas tienen un aire de familia que las hace como hijas unas de las otras.
"Un viajero cuenta que estando tomando café en Venecia, en la plaza de San Marcos, vio venir hacia sí un individuo y dijo a quienes lo acompañaban: 'ç’est un américain' y a medida que se aproximaba 'du Sud', 'argentin', '¡de Corrientes!'. Oyó todo el correntino, reconocióse tal, y preguntó cómo lo conocía, ¡por el tipo correntino!
"Así son las revoluciones y, por tanto, las intervenciones correntinas tienen todo el tipo correntino.
"Discutíase en 1868, en el Senado, un proyecto de intervención a requisición del gobernador Evaristo López y se pasaban los meses en acalorados debates entre el ministro (Eduardo) Costa y el senador (Nicasio) Oroño, quejándose éste de que aquél le había errado la cura en otra intervención, dejándolo baldado para siempre. No; estaba entonces el doctor Montes de Oca de ministro.
"El ministro de Guerra, general (Wenceslao) Paunero, tuvo una conferencia con el presidente electo (se refiere a él mismo), recién llegado de los Estados Unidos.
"Este opinó que no era aquel caso de Intervención, sino de guerra, pues Corrientes era el punto de asamblea del ejército de operaciones en el Paraguay y la línea de comunicaciones entre el Gobierno y el campamento del ejército; que esa provincia fronteriza estaba regida por las leyes de la guerra, en resguardo de almacenes, reservas y aprovisionamientos. Que no necesitaba autorización del Congreso para mover las milicias, pues estaban de antemano movilizadas, ni recursos nuevos, porque los tenía en las Cajas de Guerra.
"Que era aquélla una operación a retaguardia, a causa de sublevaciones como las que hacía diariamente el ejército al frente del enemigo. Que despejase, pues, el campo y dejase de gobernador a quien conviniese a los objetos de la guerra, concluyendo con asegurarle que si quería ésta su opinión por escrito, tendría mucho gusto en dársela, puesto que a él le tocaba ejecutarla en veinte días más.
"Recibióse el nuevo presidente y decretó la intervención, fundándola en razones parecidas. El general (Emilio) Mitre ocupaba el territorio de Corrientes, como ejército de observación, con dos mil veteranos traídos y distraídos de la línea de operaciones en el Paraguay.
"¿Qué observaba? Otro ejército correntino al mando de don Evaristo López, bien o mal electo; otro de los revolucionarios, tan devastador como el primero, ítem más, un ejército entrerriano, también de observación, en la línea divisoria, al mando del general Ricardo López Jordán.
"La intervención tenía, pues, tres bemoles, como decía un general de una batalla. El presidente novicio mandó como interventor al viejo Vélez, hombre pacífico, pero con más agallas que un sábalo, y que llevaba aparentemente por instrucciones únicas, rogar muy encarecidamente a sus señorías -los revolucionarios, los legales y los aliados-, tuviesen la bondad de deponer las armas.
"Verdad es que detrás llevaba un garrote, que era la orden al general (Emilio) Mitre, de acogotar a tanto patriota si resistía, y engrosar las filas del ejército del Paraguay con una buena recluta de guerreros correntinos que se estaban saliendo de la vaina por pelear.
"No llegó felizmente tan triste emergencia, deponiendo todos -honrada y patrióticamente- las armas, sin entregar gato por liebre, tacuaras por fusiles Remington, si los hubiera habido entonces.
"Más, el sagaz interventor, antes de dirigirse a Corrientes, había hecho primero una excursión al Uruguay y, llevádose consigo al general Urquiza, que tascaba el freno por no haber sido electo presidente. El doctor (Dalmacio) Vélez le fue hablando en el camino de la nueva situación, de la nueva política y del plan del presidente de acabar con todas las pasadas rencillas.
"El general se persuadió luego de la sinceridad de estos propósitos; pero se inclinaba del lado de don Evaristo, hasta que el negociador le hizo sentir lo mal visto que sería, y lo mal que lo recibiría el señor presidente, que el gobernador de Entre Ríos pusiese condiciones, ni exigiese nada. El general era generoso a sus horas, y cuando le hablaban lealtad, no se quedaba nunca atrás. Mandó retirar sus fuerzas al llegar a Corrientes y, al recibir la contestación, le pasó el oficio al Comisionado, diciéndole: 'Lea, doctor' (creemos que estaba presente el doctor Plaza, secretario).
"El oficio decía en sustancia: 'Renuncio al mando de la fuerza, no he venido a servir a los salvajes unitarios', (firmado) Jordán. ¡Pobre general Urquiza! Ese día quedó decretada su muerte.
"Esta es la primera intervención de Corrientes. La nueva Administración principió por un acto solemne de autoridad, sin bombo, acabando con una situación ridícula en Corrientes, desarmando y dando confianza al general Urquiza, sin darle satisfacción ni parte en sus actos.
"¿Qué sucedió enseguida en Corrientes? Poco le importaba al presidente el saberlo. Eligieron, según se cree, a un señor Pampín, que no gustaba a muchos comandantes de campaña (se refiere a Juan Vicente Pampín que, en 1869, disputaba la titularidad del P. E. con Victorio Torrent y Santiago Baibiene. - J. V. Pampín será el 23er. gobernador propietario años después, en los años 1875-1876).
"Acertaba a pasar un ministro nacional (Mariano Varela, ministro de Relaciones Exteriores de Sarmiento), camino del Paraguay, y les indicó por su cuenta a un doctor Guastavino (José Miguel), que era Juez Federal por entonces, y daba, con eso, prendas de buen gobierno.
"A su regreso encontró que había sido electo éste y renunciado en seguida, sin duda por no cuadrar a otros, quedando el vice (Santiago) Baibiene en el mando. El ministro, de regreso a Buenos Aires, hizo sentir la posición desventajosa de aquel gobernante joven y sin prestigios militares, en provincia en que todo lo decidían comandantes vitalicios de milicias, (Nicanor) Cáceres, (Isidoro F.) Reguera, (Valerio) Insaurralde, (Marcos) Azcona y varios que le nombró, empeñándose en que lo reconociese de línea con el grado de Comandante (se refiere a un pedido de Baibiene) que había tenido, mandando un destacamento de Guardias Nacionales en la guerra del Paraguay, lo que se hizo (los despachos de Coronel le fueron extendidosa Baibiene con fecha 1 de Febrero de 1871. Baibiene revistó en la P. M. D. -Plana Mayor del Ejército- desde el 1 de Junio de 1869 y, el 17 de Diciembre de 1870 fue nombrado Comandante en Jefe de las fuerzas movilizadas en Corrientes).
- La política sarmientina
Habiendo sido derrocado el Gobierno de Evaristo López, el Ejecutivo -estando reunido el Congreso-, pidió a las Cámaras no facultad para intervenir sino la de movilizar Guardias Nacionales.
El Congreso, no obstante estar en armas los partidos contendientes y haberse distraído de la guerra del Paraguay una fuerza de línea, dejó transcurrir tres meses sin proveer de autorización para mover la milicia -que es el medio usado de intervenir- y sin establecer que autorizaba a intervenir, pues entonces, recordaba Sarmiento, "no pretendía nadie en el Congreso que el Cuerpo Legislativo autorizaba otra cosa que lo que puede emanar de una ley, gastos y movilización".
Dice el presidente: "La jurisprudencia del Congreso era prudencial y facultativa la época de la intervención, demorando autorizar las fuerzas necesarias, pues que la acción del Congreso se limita a proveer de medios, no habiendo uno general que provea para todo los casos.
"El Ejecutivo intervino para pacificar la provincia, aceptando como lo había hecho en Santa Fe, sin restablecer el personal administrativo depuesto por la sedición y provocando a nuevas elecciones".
Pacificada la provincia, se presentó en el Ministerio del Interior, Evaristo López, acompañado de su secretario, pidiendo formalmente intervención para reponerlo. El Poder Ejecutivo dio por terminado el asunto, y entonces el ex gobernador López se presentó a la Cámara, que no hizo lugar a la solicitud.
La jurisprudencia aplicada fue: el Congreso puede demorar por meses, mientras están en armas los partidos, la autorización de movilizar milicias y hacer los gastos, y el Ejecutivo limitar la intervención a restablecer la paz sin restablecer las autoridades. López, como Justo ahora, apela a la Cámara que no hace lugar en el primer caso.