PRESIDENCIA DE JOSE EVARISTO URIBURU
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Es inocultable que Luis Sáenz Peña no había prestigiado el cargo... Al sucesor, José Evaristo Uriburu, debió preocuparle ese antecedente y ello explica la importancia de un episodio que el nuevo mandatario aprovechó hábilmente para hacer sentir que el Jefe del Estado mandaba con firmeza.
Fue motivado por la visita que el almirante Solier y el general Francisco B. Bosch le hicieron para presentarle sus saludos y expresarle que la Marina y el Ejército se ponían a sus órdenes para sostenerlo. Uriburu, en tono enérgico, que contrastaba con su habitual cortesía, les dijo:
“Lo que ustedes me manifiestan es un desacato que no puedo admitir; vayan arrestados: el Señor Almirante al acorazado ‘Almirante Brown’, y el Señor General al Parque de Artillería, pues el presidente es el Comandante Supremo de las Fuerzas de mar y tierra, y el ofrecimiento de obediencia que hacen significa subordinarla al arbitrio de ustedes”(1).
(1) Carlos Ibarguren, “La historia que he vivido”. EUDEBA, Buenos Aires, 1969. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
En contraste con su antecesor, José Evaristo Uriburu contó con una base política firme: el apoyo de Roca que, elegido -en Mayo de 1895- Senador por Tucumán, había merecido de esa Cámara la designación de Presidente Provisional de la misma.
Este cargo, no obstante su carácter de provisional, tenía importancia, por la falta de presidente titular, pues quien lo había sido, Uriburu, estaba ahora a cargo de la Presidencia de la República. Y en caso de impedimento de Uriburu, debía reemplazarlo el presidente provisional del Senado, es decir Roca...
Tal situación, aparentemente sólo hipotética, no tardó en presentarse... Uriburu se enfermó y la dolencia del presidente dio pábulo a rumores intranquilizadores... Lo cierto es que, enfermo desde mediados de Octubre de 1895, un decreto por él firmado el 25 de ese mes, llamaba a Roca a desempeñar la Presidencia...
El día 28, Roca presta juramento ante el Congreso... La ausencia de Uriburu, impuesta por una afección ocular, se prolongaría hasta el 8 de Febrero, fecha en que retoma el cargo. Son “los cien días de presidencia de Roca...”. Una manera de que “el Zorro” no perdiera la mano... Y afianzara sus viejos planes de regreso al poder...
Aunque descendiente de familias tradicionales, en el físico alto, ceñido de carnes y de tez cobriza de Uriburu, había muchos rasgos de esos caciques indios que señoreaban la región norteña cuando aparecieron los conquistadores españoles...
En el gusto por la coca se reforzaban las analogías con los antiguos aborígenes... Pues tanto como el tabaco -con sus variantes de cigarro o cigarrillo- el doctor José Evaristo Uriburu no olvidó, cuando llegó a la Presidencia de la República, el seguir saboreando el “acullico”.
¿Qué esperaba de esa bola de las hojas del árbol que los indios paladeaban para aumentar su resistencia a las jornadas extenuantes, prohibían a sus mujeres y consultaban cual oráculo..?
Tal vez nada, sino que José Evaristo Uriburu creía que, para mejor mandar, se debe compartir los usos y costumbres ancestrales de la tierra natal.
Una semblanza periodística de la época en que asumió la Presidencia lo mostraba como dotado de un físico débil y enfermizo, pero resistente...
“Cachaciento como buen salteño, no es aficionado a los placeres de la mesa y su pasión favorita es el café..."(2).
(2) Con el seudónimo de “Chirimoya”, en “Caras y Caretas” del 15 de Octubre de 1898. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
“... No es aficionado a teatros ni a diversiones y pasa sus largas veladas, pues padece de insomnios, en tertulia íntima con sus parientes, jugando a la malilla... Amante de la buena música, gusta especialmente del canto”(3).
(3) Con el seudónimo de “Chirimoya”, en “Caras y Caretas” del 15 de Octubre de 1898. // Citado por Gustavo Gabriel Levene. “Nueva Historia Argentina (Presidentes Argentinos)” (1975). Ediciones Argentinas S. R. L., Buenos Aires.
La presidencia de Uriburu disfrutó de paz interna... Al apoyo de Roca debe sumarse el menos ostensible, pero también valioso, de Pellegrini y de Mitre que integraban el Senado...
La fuerza opositora más vigorosa hasta poco antes, la Unión Cívica Radical, tardaba en reponerse de la represión desencadenada contra ella por Quintana (a partir de Agosto de 1895), cuando la muerte la privó de sus dos líderes más prestigiosos: Aristóbulo del Valle fallecía víctima de una apoplejía, en Enero de 1896, y Leandro N. Alem se suicidaba en Julio de ese año...
La renuncia de Quintana produjo la extinción del modernismo, que se volcó en el cauce del partido tradicional. Este restauró el Acuerdo de 1891.
Aceptando la solución, el nuevo Primer Magistrado resolvió hacerse asesorar, en los problemas de cierta monta, por Mitre, Roca y Pellegrini, jefes, respectivamente, de los cívicos, los autonomistas nacionales del Interior y los autonomistas nacionales bonaerenses y porteños.
Los tres citados ex presidentes fueron electos Senadores: por la Capital, el primero; Tucumán, el segundo; y Buenos Aires, el último. Aplacábase, entretanto, la prédica insurreccional; muchos dirigentes radicales ejercían representaciones en el Congreso y en diversas Legislaturas; y la crisis económica, entrando en su fase de liquidación, abría perspectivas de calma que presagiaban el auge de los elementos conservadores.
El Censo General del país -levantado en 1895- evidenció una grave modificación de la estructura política. Al Organismo federal anterior a 1880, administrado por autoridades que vivían riñendo con la provincia que las albergaba, había sucedido otro cuyas tendencias absorbentes se fortificaban con la posesión de una urbe poderosa; la Ciudad de Buenos Aires comprendía más de la sexta parte de la población de la República -663.854 sobre 4.044.911- habiendo triplicado el número de sus habitantes desde que fue federalizada, en tanto que las provincias no habían conseguido duplicar las cifras de 1869.
También constituían un factor centralizante los quince mil kilómetros de vías férreas que cruzaban la República. Unidas por río Buenos Aires, Santa Fe, Paraná y Corrientes, escogióse -en un principio- a Rosario como punto de enlace entre el Litoral y el Interior; Sarmiento llevó el riel hasta Córdoba y, Avellaneda, hasta Tucumán; Roca abrió el ramal a Santiago del Estero y construyó la línea a San Luis, Mendoza y San Juan; Juárez Celman dejó terminado el desvío a Catamarca y casi concluida la prolongación a Salta y Jujuy; y tocó a Uriburu trazar la bifurcación a La Rioja.
En 1886, la Ciudad de Buenos Aires quedó ligada a Rosario por ferrocarril y pasó a ser el eje de la red provinciana. Eralo ya de la bonaerense, cuyos pueblos se comunicaban con La Plata a través de ella...
Correspondió a la presidencia de Uriburu realizar, en 1895, el II Censo Nacional dispuesto por el Gobierno de Saenz Peña.
Respecto del Primer Censo, cumplido en 1869, las cifras del segundo revelaron un positivo “achicamiento” del analfabetismo, y de la existencia de los antihigiénicos ranchos: del 80 %, ambos índices de atraso colectivo pasaron a ser de sólo el 50 %...
Que el país se “agringaba” era evidente: de los cuatro millones de habitantes que el Censo constataba, casi un millón eran extranjeros...
Una Convención Constituyente reunida en Marzo de 1898 elevó, en cumplimiento de preceptos constitucionales, la cantidad de habitantes fijadas como mínimo para la elección de Diputados por las diferentes provincias...
Consecuencia del acrecentamiento del poder naval, producido por la adquisición de barcos de guerra, se hizo necesario desdoblar el Ministerio de Guerra y Marina, en dos Ministerios que encararán, separadamente, los problemas del Ejército y de la Flota.
El desarrollo de la red ferroviaria y la expansión de los cultivos explica, a su vez, la aparición, después de la reforma sancionada en la mencionada Convención Constituyente, de los Ministerios de Obras Públicas y Agricultura.
Esta diversificación de las tareas ministeriales empezaría a cumplirse a partir del Gobierno que continuará al de Uriburu.
- Los problemas limítrofes con Chile
Durante el lapso presidencial de Uriburu, la paz nacional marcó vivo contraste con los temores de guerra externa, manteniéndose la relación con Chile en un pie de extrema gravedad, que obligó a fortalecer el Ejército y la Armada.
Así como en la ocasión de las hostilidades con el Paraguay, se infirió un ataque contra el poder de las provincias, al establecerse una nueva fuente de rentas nacionales, así en esta otra padecieron un cercenamiento más al privárselas de las milicias.
Hasta entonces, las fuerzas permanentes de la Nación se componían de voluntarios, enganchados e infractores o desertores incursos en el servicio militar punitivo y, en caso de insuficiencia, los vacíos se llenaban mediante contingentes que los gobernadores formaban por sorteo, si bien los insaculados gozaban de la prerrogativa de señalar reemplazantes.
Las milicias constituían una institución independiente, temporaria y accesoria para la Nación y de índole provincial(4).
(4) Ley 542, de Septiembre 28 de 1872. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XX: “Resurgimiento del Acuerdo”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Perdieron de hecho el último carácter cuando se implantó el servicio militar obligatorio, ya que resultó injusto someter las mismas personas a una doble carga. Para mayor claridad, se dio dicho nombre a los Cuerpos integrados por individuos que hubiesen pasado por las unidades de línea y se precisó que los gobernadores sólo podrían reunirlos si el presidente lo ordenase o autorizase(5). El sistema fue reafirmado y perfeccionado en 1898 y principalmente en 1901(6).
(5) Ley 3318, de Noviembre 23 de 1895.
(6) Leyes 3686 y 4031, de Mayo 23 de 1898 y Diciembre 11 de 1901.
// Todo citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XX: “Resurgimiento del Acuerdo”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
La paz internacional pareció amenazada. Y a defenderla, sin abdicar de lo que consideraba los legítimos derechos del país, debió Uriburu dedicar la mayor parte de sus días y sus noches. Resultarían meritorios su paciencia y los conocimientos adquiridos durante su larga permanencia en el exterior.
En la diplomacia, esa red sutil hecha de palabras que se callan y de silencios elocuentes, tejió José Evaristo Uriburu las más valiosas y perdurables horas de su quehacer presidencial.
Al término de la guerra de la independencia, Argentina había debido delimitar las fronteras que respecto de los vecinos implicaba su nueva condición de país emancipado.
Las ramas que, durante tres siglos, aparecieron referidas al común tronco hispánico, eran ahora otras tantas nacionalidades. Se iniciaron los trámites de la sucesión...
Por una paradójica ironía, el más enojoso de los pleitos que, por cuestiones de límites, debió afrontar el país, fue con Chile, la nación que tan estrechamente se uniera a nosotros en solidaria lucha cuando, guerreando contra España, buscábamos la emancipación.
Entre Chile y la Argentina la naturaleza había tendido la Cordillera de los Andes... ¿Cómo suponer que semejante relieve no bastase para demarcar la frontera? En 1881, un Tratado de Límites aceptaba ese trazo de rocas que el destino del planeta anterior sin duda al de los hombres, había jalonado. Pero el Tratado no fue el final sino el punto de partida de las desavenencias.
La tensión se agravó a partir de 1895. A la superioridad naval, que Chile no ocultaba, siguieren preparativos del país vecino: una misión militar alemana contratada para mejorar la preparación profesional del Ejército chileno, aconsejaba la adquisición de armamentos para equipar a 150.000 hombres y, mientras esto último se cumplía, Chile enviaba a Europa un agente secreto encargado de negociar un empréstito de 3.000.000 de libras esterlinas que, aparentemente, destinadas a obras públicas, debían en realidad constituir un fondo financiero de reserva.
Las nubes que la disputa amontonaba sobre la cordillera, terminaron por impregnar a todas las actividades argentinas de la consabida respuesta armamentista.
Se dispuso la adquisición de varios cruceros acorazados; la creación, en las proximidades de Bahía Blanca, de una base naval; se instalaron -en todas las capitales de provincias- polígonos de tiro; se efectuaron en Curú-Malal, un punto del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, maniobras militares... Para estas maniobras se verificó la primera conscripción
Contingentes de todo el país concurrieron a Curú-Malal: allí, armados con el fusil Máuser model-1891 y con cañones Krupp, los conscriptos cumplieron un período de adiestramiento a cuyo término, el general Alberto Capdevilla, Jefe del Estado Mayor, los despidió con una proclama en la cual, entre otras afirmaciones, apuntaba:
“Hemos visitado los campamentos y observado las maniobras de combate en la serranía y en el llano.
“Es la primera vez que el país realiza una campaña sin sangre ni dolores”.
El esfuerzo, sin duda meritorio e indispensable, suponía el sacrificio de muchas jornadas sustraídas al trabajo: si el acero de la reja del arado se reemplazaba por la bayoneta, y el fardo de pasto o de lana por la mochila, era previsible que la Argentina recargaba de ese modo sus obligaciones financieras y demoraba la recuperación económica.
“... Las necesidades militares no permitían esperas. Terminaban las construcciones navales y se precipitaban los vencimientos y giros a pagar. Fue menester recurrir a aumentos impositivos.
“El gravamen al alcohol, que en 1895 era de pesos 0,15 el litro, subió a 0,30 en 1896, a 0,60 en 1897 y a un peso en 1898. Otro, tanto se hizo con el derecho a la importación de diversos artículos de consumo, además del 10 % cuyo producto fue exclusivamente dedicado a los gastos de la paz armada”.
La preocupación por el posible conflicto armado repercutió en las decisiones de la política interna. La experiencia administrativa y militar de Roca hicieron de “el Zorro”, algo así como el candidato inmejorable para suceder a Uriburu en la Jefatura del Estado, en la renovación presidencial que correspondía verificar en 1898...
La adhesión de Pellegrini, que destacó los merecimientos de Roca en actos públicos y agregó, en conversaciones privadas, los argumentos de la situación internacional, le aseguraron a Roca la segunda presidencia.