Elecciones de Diputados Nacionales en 1874
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En Agosto de 1873, Adolfo Alsina y Nicolás Avellaneda aceptaron sus candidaturas, proclamadas, respectivamente, por los partidos autonomista y nacional. Enseguida, ambos renunciaron los cargos que desempeñaban. El Congreso rechazó la dimisión del primero; y el presidente Domingo F. Sarmiento pretendió desechar la del segundo, pero le fue preciso aceptarla, ante la insistencia de éste.
La candidatura de Bartolomé Mitre ya había sido levantada por el partido nacionalista; y José Miguel Arredondo proseguía sus trabajos en favor de Manuel Quintana, con el apoyo del gobernador de La Rioja.
Divididas así las fuerzas políticas, el 1 de Febrero de 1874 se efectuaron, en todas las provincias, las elecciones de diputados nacionales. Los comicios apasionaron, porque sus resultados revelarían los de la inmediata elección presidencial.
En aquellos tiempos y durante varias décadas, los comicios traían gran cortejo de incidentes sangrientos. Todos los votantes debían concurrir al atrio de las iglesias; los partidos rivales formaban sendas columnas, esperando turno para el sufragio, y cada vez se llamaba a un ciudadano de distinto partido; los que se creían perdidos, asaltaban las mesas para falsificar la actas o anular la elección o recurrían a discusiones interminables, dilatando el proceso y dejando sin voto a muchos ciudadanos, con lo que, al cerrarse el comicio, el resultado quedaba parejo.
Si así se desarrollaban los actos públicos, cabe imaginar cuántos enjuagues se pondrían en práctica en la preparación de los padrones y en los escrutinios. La libertad electoral, por consiguiente, era un simple mito, salvo cuando la abonaba una casual conjunción de procederes honestos.
Las elecciones del 1 de Febrero fueron pródigas en incidentes en las provincias, donde más de un partido se presentó a disputar el triunfo. Cabe señalar que este fenómeno de lucha cívica se producía contadas veces, pues pocos partidos opositores se exponían a los riesgos de un combate contra la policía del Gobierno.
En Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza, Tucumán y Salta, el partido nacional triunfó sin lucha. En Santiago del Estero votaron sólo los adherentes del partido nacionalista y, en Catamarca, los autonomistas. En San Juan -también con arreglo a procedimientos en boga- se suprimió la lucha, sufragando todos por los candidatos del partido nacional, aunque con la reserva de que en las eleccciones presidenciales se votaría por Mitre.
En La Rioja, los adherentes del Partido Nacional -auxiliados por el coronel José Olegario Gordillo, jefe del Ejército a cargo de la Oficina de Enganche-, juzgaron oportuno el derrocamiento del gobernador, que era aliado de Arredondo y, al efecto, llevaron un ataque contra el Cabildo, con ánimo de suspender las elecciones.
El gobernador rechazó a los sediciosos; el coronel tuvo que alejarse de la ciudad, y los comicios se efectuaron, si bien bajo la fiscalización de las fuerzas provinciales, circunstancia de que se valió la Cámara de Diputados para rechazar el diploma del candidato electo, doctor San Román.
En Jujuy, el gobernador Teófilo Sánchez de Bustamante, resolvió oponerse a la candidatura del doctor Cástulo Aparicio, adherente del partido nacional, apoyando para el cargo de diputado a un deudo suyo.
El 31 de Enero decidió la suspensión de los comicios en dos Departamentos, declarando que la provincia peligraba de ser invadida desde Salta; en las mesas restantes venció Aparicío, por pocos votos, y el gobernador presidió -el 14 de Febrero- los comicios suspendidos, en los que triunfó su pariente, único que fue votado en ellos. La Cámara de Diputados aceptó, no obstante, el diploma de Aparicio, sentando la tesis de que un gobernador no puede suspender elecciones
En Corrientes, el Partido Nacional -constituido por los elementos oficiales-, prevaleció a duras penas sobre los nacionalistas, a quienes aquéllos habían vencido por las armas dos años atrás con el aplauso del Ejecutivo. Los electos serán Mariano Castellanos, Emilio Díaz (quien es reelecto) y Juan Manuel Rivera.
En Buenos Aires, finalmente, la lucha se circunscribió a los antiguos adversarios.
Los actos electorales, memorables por lo reñidos y sangrientos, acusaron resultados dudosos; más, los nacionalistas se atribuyeron la victoria con ciega seguridad. La Cámara aceptó los diplomas autonomistas, a quienes computó una ventaja de doscientos sesenta votos sobre cerca de trece mil sufragantes; escrutinio que determinó ruidosas protestas contra lo que se llamó fraude oficial, las que remataron con la famosa insurrección de Septiembre.
Los cómputos generales favorecieron, pues, a Avellaneda, que pudo anotar para su candidatura ciento dieciocho electores, tres más de los necesarios. Se cumplía el vaticinio de Sarmiento -los candidatos porteños no hallaban eco en las provincias interiores-, pero se producía otro fenómeno inquietante: el candidato de éstas estaba huérfano de apoyo en Buenos Aires.
Planteado el problema en tales términos, Alsina repitió el gesto de 1868, plegándose a la candidatura de Avellaneda. Explicó que procedía así teniendo en cuenta los antecedentes del rival, su ilustración reconocida, las afinidades existentes entre una y otra agrupación, la necesidad de oponerse al partido que deseaba la federalización de Buenos Aires y la conveniencia de constituir una fuerza realmente nacional que garantizase los derechos de todas las provincias.
Por otra parte, el futuro presidente debía contar con el apoyo de los elementos de orden
“Negarte el concurso de la opinión del pueblo de Buenos Aires, casi indispensable para gobernar con eficacia, sería sacrificar a sentimientos apasionados los intereses permanentes del país”(1).
(1) Alsina. Manifiesto (Marzo 16 de 1874), en: "El Nacional", Nro. 8.321, Marzo 17 de 1874. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo XII: “Proceso electoral de 1874”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
A raíz de este paso, se fusionaron las dos agrupaciones, constituyendo el partido autonomista nacional, llamado a gobernar la República por largo tiempo. En la fórmula presidencial acompañó a Avellaneda el gobernador de Buenos Aires, Mariano Acosta. A su vez, el partido nacionalista completó su fórmula asignando la vicepresidencia al doctor Juan Eusebio Torrent, y obtuvo la adhesión de Arredondo.
- Las autoridades constituidas y el Poder Judicial
A principios de 1874, el Ejecutivo Nacional acentuó una doctrina ya enunciada, referente a la personalidad para requerir. El gobernador de Entre Ríos había destituido del cargo de presidente del Superior Tribunal al doctor Manuel García, dejándolo como vocal del Cuerpo, y había exonerado a otros dos jueces del mismo.
El doctor García reclamó ante el Ejecutivo; a su juicio, únicamente la Legislatura podía removerlo; y el acto del gobernador, en cuanto suprimía uno de los Poderes Públicos, alteraba la forma republicana.
El ministro Uladislao Frías negó la ayuda, desconociendo a García capacidad para requerir por ser simplemente uno de los miembros del Superior Tribunal, el que a su vez sólo era una parte del Poder Judicial(2).
(2) Frías. Nota al doctor García (Marzo 19 de 1874), en: Memoria del Ministerio del Interior presentada al Congreso Nacional en sus sesiones de 1874 (Buenos Aires, Imprenta Americana, 1874), p. 600. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo XII: “Proceso electoral de 1874”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Más adelante, el ministro amplió el concepto: el Ejecutivo tampoco hubiera intervenido en caso de que el Tribunal en pleno o el Poder Judicial íntegro hubiesen formulado el requerimiento. El Poder Judicial -precisó-, “por la manera como está organizado y la naturaleza de sus funciones, no está habilitado para pedir la intervención nacional en una provincia, como pueden hacerlo los otros dos Poderes”(3).