Caída de Santiago del Estero
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Durante la insurrección de 1874, Santiago del Estero apareció afiliada, como siempre, a la tendencia nacionalista, si bien -en la fase crítica- rehuyó la lucha.
Regía, entonces, la provincia don Absalón Ibarra, deudo y heredero político de los antiguos caudillos. En Buenos Aires y Córdoba, los diarios autonomistas nacionales atacaban rudamente la situación santiagüeña; e Ibarra, persuadido de que su predominio estaba próximo a eclipsarse, presentó su renuncia e influyó para que la Legislatura lo reemplazase con el doctor Octavio Gondra, partidario de Avellaneda.
Gondra expresó su simpatía por el partido triunfante en la República.
“Así como la Nación ha experimentado una maravillosa transformación -escribió a su colega de Buenos Aires- tiene que operarse en esta provincia un cambio radical”(1). La mudanza poco satisfizo, y los diarios prosiguieron su prédica.
(1) Gondra. Telegrama al gobernador Casares (Enero 4 de 1875), en “La Tribuna”, Nro. 7.260, Enero 21 de 1875. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
El Ejecutivo consideró formalmente el asunto, fluctuando las opiniones entre preconizar una Intervención fundada en la garantía de la forma republicana o pulsar otros medios que operasen la transmutación deseada.
Prevaleció el segundo procedimiento, decidiéndose a valerse de una incidencia producida por el Juez Federal de Santiago del Estero. Este magistrado, que incoaba un proceso a los presuntos cómplices de la rebelión, había pedido el apoyo del Ejército por desconfianza hacia la policía local.
El 14 de Febrero de 1875 entró en Santiago del Estero un batallón de línea. Gondra tentó diversos arbitrios, desde sustituir el Ministerio hasta delegar temporariamente sus funciones; pero como todos resultaran inútiles, dimitió el 24 de Marzo.
La Legislatura eligió gobernador a Gregorio Santillán, quien designó ministro al cirujano del batallón de línea. Enseguida empezaron las persecuciones. El juez ordenó la prisión de Ibarra y otros antiguos funcionarios; el general Antonino Taboada y su hermano Gaspar huyeron de la provincia para nunca más volver a ella; alguno de los perseguidos fue ultimado en el momento de la detención; y las turbas asaltaron varias casas, incluso la del senador nacional Luis Frías.
Contóse que Ibarra fue conducido a través de la ciudad, sin sombrero, y puesto de plantón frente a la casa de Santillán, sin serle permitida una silla, obligado a pasar de pie el día y la noche, en tanto el juez lo vigilaba desde su domicilio o se corría a la esquina para observarlo de cerca, con compañeros a quienes solazaba el espectáculo.
A un tío del Juez, coronel de la época heroica, Manuel Taboada había afrontado durante un combate en un encuentro cuerpo a cuerpo y, quitádole la vida abriéndole la cabeza de un sablazo(2).
(2) Periódico “El Liberal”, (Santiago del Estero), edición de Mayo 9 de 1913, en G. Taboada. “Los Taboada”, tomo I, p. 448. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
La caída de Santiago, virtual desde 1869, fue pues menos estruendosa que la de Entre Ríos y que la que luego sufriría Buenos Aires. Solamente la resistió alguna montonera, que fue dispersada con facilidad. Sin embargo, las fuerzas de la nación quedaron por varios años en la provincia.
Los sucesos referidos fueron interpretados de modo contradictorio. Lo evidente era que el régimen de los Taboada desaparecía por efecto de la irrupción militar. En 1876, el diputado Marcelino Gacitúa declaró que la provincia estaba bajo la tutela federal, habiéndose erigido el interventor en ministro(3).
(3) Cámara de Diputados, sesión de Mayo 29 de 1876. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Simultáneamente, el doctor Jerónimo Cortés dijo en el Senado que el Ejecutivo ocupaba algunas capitales arguyendo que no producía acto de intervención: él no concebía influencias desmesuradas fuera de los casos del artículo 6to.(4).
(4) Senado, sesión de Junio 20 de 1876. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Más tarde, el senador Torrent preguntó si el presidente tenía derecho a Intervenir permanentemente, conservando en las provincias tropas de ocupación con órdenes de mantener la paz pública: no creía que Santiago del Estero, después de tantos años de constituida la República, se hallase imposibilitada para gobernarse por sí misma y requiriese la asistencia del Gobierno Federal(5).
(5) Senado, sesión de Septiembre 1 de 1877. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Sin discutirse la facultad referente a las fuerzas militares, chocaba su abuso en cuanto hería los derechos autonómicos. Con todo, la opinión general aplaudió la política de Avellaneda, el cual, al realizar el inventario de su Gobierno, anotó como triunfo propio aquel cambio:
“Bajo el aspecto de las libertades -manifestó- vemos que ya no hay provincias esclavas o sometidas a un régimen tradicionalmente opresivo y bárbaro; la última que rompió sus cadenas fue Santiago del Estero, al iniciarse la Administración presente, bajo la acción tranquila de la Justicia Nacional y sin el derramamiento de una gota de sangre”(6).
(6) Nicolás Avellaneda. Mensaje al Congreso (Mayo 17 de 1880), en: H. Magrabaña, “Los Mensajes (Historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes. 1810-1910)”, tomo III, p. 517. Buenos Aires, Comisión General del Centenario, 1910, (5 volúmenes). // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.
Estas palabras, estampadas en un mensaje, repetían otras más explícitas, escritas del mismo puño en la prensa:
“La última que rompió sus cadenas fue Santiago, ayudada y sostenida por el presidente actual: habrá allí discordias, anarquías, un Gobierno muy imperfecto; pero ya no hay el Bracho, el señor de vidas y haciendas y, sobre la plaza pública, el silencio del calabozo”(7).