Derqui ministro. Se inicia la campaña de 1877 por la Gobernación
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El año 1877 estuvo sembrado de elecciones por todo el territorio correntino. Se eligieron Representantes municipales en el mes de Enero, en los Departamentos de Capital, Bella Vista, Esquina, Curuzú Cuatiá, Monte Caseros y Paso de los Libres; en Febrero, se eligió en Candelaria; en Marzo, en Mercedes; y, en Julio, en Goya.
También hubo elecciones de Diputados a la Cámara de Representantes en varios Departamentos. En este caso, los miembros de la Legislatura eran elegidos directamente por el pueblo, en razón de un Diputado por cada cuatro mil habitantes, o una fracción que no bajase de dos mil.
La Asamblea Legislativa se componía de veinticinco Diputados, elegidos en la proporción siguiente:
- por la Capital, por el de Goya y por el de Caá Catí, dos; y
- por los Departamentos de Lomas, Empedrado, Bella Vista, Curuzú Cuatiá, Paso de los Libres, Monte Caseros, Mercedes, Saladas, San Roque, San Antonio, San Cosme, San Luis del Palmar, Itatí, San Miguel, Yaguareté Corá, La Cruz, Santo Tomé, Mburucuyá y Lavalle, uno cada uno.
Los Diputados duraban tres años en el ejercicio de sus funciones y podían ser reelegidos; debiendo hacerse la renovación de la Cámara por terceras partes cada año.
La Cámara se reunía todos los años desde el 1 de Julio hasta el 31 de Octubre, en cuyo período se sancionaban indefectiblemente las leyes de impuestos y el Presupuesto General. Las sesiones podían ser prorrogadas o convocadas extraordinariamente por el Poder Ejecutivo o por su Presidente, a petición hecha por seis Diputados; en este caso, podía abrir sus sesiones por sí misma.
La Asamblea Legislativa no podía abrir sus sesiones ordinarias o extraordinarias sin la concurrencia de los dos tercios de todos sus Diputados pero, después de instalada, podía funcionar con la mitad más uno.
Respecto a la elección de Diputados a la Legislatura Provincial de 1877, en Mayo (y Junio) se votó en sucesivos Departamentos. Es necesario aclarar que las elecciones no se efectuaban simultáneamente en el mismo día en todos los distritos y que muchas veces el número de electos no se cernía al tercio dictado por la Constitución vigente -que fue la aprobada en Mayo de 1864- ya que podía suceder que algunos legisladores hubiesen fallecido o simplemente echados de la Cámara, como sucedió en 1876, y estos también debían ser sustituidos.
El proceso legislativo electoral de 1877 marcó, nuevamente, un fuerte control de las bancas legislativas por parte del Gobierno Provincial. La Administración de Madariaga, una vez más, usó los instrumentos del Estado para dirigir los resultados comiciales y anuló la competencia entre partidos.
Más allá de la seguidilla de elecciones, todos coincidieron que el proceso electoral más importante iba a ser el que tendría lugar en el mes de Noviembre, en las elecciones a Gobernador y Vicegobernador de la provincia y, tanta llegará a ser su trascendencia, que se convertirá “en la elección más compleja y violenta que vivirán los correntinos en su historia”(1), según el decir del historiador Dardo Ramírez Braschi.
(1) Dardo Rodolfo Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Manuel Florencio Mantilla dirá de ella:
“No presentan los anales electorales de la República lucha igual a ésa”(2) y, Hernán Félix Gómez, afirmará: “... ese día fue de verdadero estado de guerra”(3).
(2) Manuel Florencio Mantilla, “Plácido Martínez” (1997), p. 63, segunda edición. Amerindia Ediciones, Corrientes.
(3) Hernán Félix Gómez, “Los últimos Sesenta Años de Democracia y Gobierno en la Provincia de Corrientes. 1870-1930” (1995), Libro 1, p. 86, segunda edición. Ed. Sembrando Producciones, Corrientes.
Las crónicas de la época, los sucesos posteriores y sus consecuencias, son muestra fiel de ello, que reflejarán la efervescencia de la política local.
- La agonía de la clase política correntina
Lo que parece contradictorio no lo es. Cuando se dice que el oficialismo “cerró los comicios”, hacemos referencia a la anulación de la competencia entre partidos. Pero, por esos años, la provincia vivía -literalmente- de elecciones en elecciones, casi se diría mensualmente. Si no había una elección (municipal, provincial o presidencial), en determinado Departamento, la había en otro u otros distritos electorales. La política partidaria agonal no descansaba nunca.
La palabra griega agôn significa “lucha a muerte”. De ahí proviene nuestra palabra “agonía”: lucha contra la misma muerte. La teoría política enseña que la vida política tiene una dimensión agonal: la lucha entre los políticos para sentarse en el sillón del poder. Esta lucha es siempre “a muerte”. A veces literalmente y, a veces, simbólicamente, porque aun cuando no haya violencia, sólo uno entre los contendientes prevalecerá.
El aspecto “agonal” de la vida política es inevitable porque, ya sea en los países bien ordenados o en los países perturbados, siempre el sillón atrae a más de un pretendiente. Lo que distingue la civilización de la barbarie es que, en tanto en aquélla la lucha por el poder está debidamente regulada, en ésta es licenciosa y sin reglas.
Las democracias sólidas procuran circunscribir el período “agonal” de la política dentro de plazos acotados, para que el resto del tiempo sobresalga el otro aspecto esencial de la política: su dimensión arquitectónica, la obligación de construir una obra de gobierno una vez que el político triunfante se haya sentado firmemente en el sillón del poder. De esta manera, la agonía sirve a la arquitectura, en bien de la provincia, en este caso.
Es normal, por ello, que las campañas electorales duren poco tiempo en las democracias sólidas. En ellas se procura que los políticos dediquen la menor proporción posible de sus energías a la inevitable lucha por el poder, reservando lo mejor de sí mismos para la inmensa y difícil tarea de promover el interés general.
¿Prevalecía en la Corrientes de los años 1870 la arquitectura sobre la agonía? Evidentemente no. Se vivía de elección en elección, casi se diría mes a mes. La conclusión es insoslayable: estos períodos de la historia provincial no fueron arquitectónicos, sino agonales. Era un tiempo excesivo para una provincia que necesitaba desesperadamente una arquitectura fundacional en campos tan diversos como la economía, la ética pública, la educación y la seguridad a secas; era una sociedad sometida a la insolencia impune de la delincuencia.
La perturbadora victoria de la agonía sobre la arquitectura se manifestaba no sólo en la desmedida prolongación de la campaña electoral, sino también en la extrema debilidad de las reglas destinadas a contenerla. Toda la clase política, con sus oficialistas y opositores dentro, sufría y hacía sufrir a la provincia la desmesura de su lucha por el poder, de su agonía.
A esa clase oligárquica de políticos enfrascados en su lucha por el poder, la pregunta obligada a hacérseles, a siglo y medio de estos sucesos, es: ¿cuándo se ocupaban de la gente humilde o de simplemente administrar la cosa pública? La provincia navegaba en piloto automático. Pero no lo hacía con buen tiempo, sino en medio de una aguda tormenta, pasando de crisis en crisis.
- Se inicia la lucha por la Gobernación en 1877
Se puede decir que uno de los jalones que marcó el inicio de esta histórica contienda electoral fue el 2 de Abril de 1877, cuando el doctor Manuel Derqui asumió el cargo de Ministro de Hacienda e Instrucción Pública. Permanecerá en dicha función hasta el 12 de Noviembre, cuando renunciará al cargo para ocupar el primer término de la fórmula gubernamental del Partido Autonomista -denominación que había adoptado el Partido Federal en 1876- en las elecciones que se avecinaban.
Derqui era un hombre virtuoso en el arte de la política. Mientras consideró que la situación de la provincia se presentaba agitada, mantuvo distancia prudente entre él y sus adversarios.
El doctor Derqui había sido nombrado, en 1875, Encargado de Negocios de la República en la del Paraguay. Si bien siempre había sido discreto en no exponerse en lo más mínimo, la función diplomática -a la que fue llamado por el presidente de la Nación-, le permitió allanar el camino. Cuando consideró prudente, hizo dimisión de su cargo diplomático y volvió a residir en Corrientes, para actuar en la política local.
Lógicamente era ambicioso, como todo político de raza, y buscó posiciones eminentes. En breve tiempo asumiría el liderazgo dentro de la cúpula autonomista de la provincia, como hombre de pensamiento y de acción.
El gobernador José Luis Madariaga lo nombró ministro de Hacienda e Instrucción Pública en reemplazo de Sebastián Alegre(4). El Gobierno estaba sólido; dueño de la mayoría legislativa y de la estructura del Poder Judicial; los autonomistas consolidaron su posición con las elecciones de 1876.
(4) Según sus opositores, Alegre habría sido “obligado” a dejar el cargo, trayendo a la memoria “un amigo de causa, Francisco Araujo”, quien le habría hecho “cargos (a Derqui) en el seno de la Legislatura”. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor. Esto demuestra que el entramado de la política nacional y provincial era conocido y comprendido sólo por un estrecho grupo del Partido Autonomista local. Tanto Alegre y Araujo no estaban dentro de esa élite.
Otro hombre de influencia -además del Primer Mandatario, por supuesto- era el ex gobernador de la provincia, Miguel Victorio Gelabert, quien también tenía sus pretensiones. Quizás, algunas de las aspiraciones de éste se tocaban con algunas de las de Derqui, por lo que ambos hombres buscarán un acuerdo para definir el futuro inmediato.
El ser ministro del P. E. favoreció a Derqui, ya que así pudo estar en constante diálogo con el gobernador Madariaga y el diputado Gelabert, quien era Presidente de la Legislatura en esos momentos; además, con el nombramiento, su nombre se esparciría en la provincia y adquiriría también más notoriedad en la República.
Sus relaciones con el presidente de la Nación, Nicolás Avellaneda, y el ministro de Guerra y Marina, Adolfo Alsina, estaban en su mejor momento. Estos lo animaban en sus proyectos, alentándolo al compromiso de ponerse en condiciones de negociar los votos de Corrientes con los candidatos que surgieran para la presidencia de la República en 1880.
Años después, y ya cuando el Partido Autonomista estaba bajo la dirección de otros hombres, “La Provincia” -periódico federal y órgano de los mismos que rodearon a Madariaga- dirá lo siguiente, sobre la llegada de Derqui al Ministerio:
“El doctor Derqui vino al Ministerio al finalizar el Gobierno del señor Madariaga; la labor de su Ministerio fue, pura y exclusivamente electoral; vino predestinado para la Primera Magistratura, no por el voto del pueblo de Corrientes, que sólo lo conocía por referencias, sino por la influencia del doctor Avellaneda y de los prohombres de su Gobierno”(5).
(5) Periódico “La Provincia”, Organo del Partido Autonomista, núm. 40, Año 1881, Corrientes. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
Las elecciones solían ser muy disputadas y ésta, a la que se enfrentaba Derqui, aún más. No había regulaciones sobre cómo se constituían los candidatos, como sí ocurre ahora. Ante todo, el candidato debía mostrarse como defensor del “bien común” pero, al no existir reglas claras respecto de las candidaturas, el proceso de selección se fue definiendo a medida que se fue desarrollando la práctica de votar.
La prensa, por ejemplo, fue uno de los órganos que asumió la responsabilidad de divulgar las virtudes de un candidato.
La selección de los candidatos fue siempre motivo de disturbios y de fuertes enfrentamientos entre los partidos. Estos conflictos se desarrollaban tanto en etapas previas a la elección, en las que los partidos intentaban ponerse de acuerdo para lanzar una sola candidatura consensuada, como al momento del comicio, cuando se hacía evidente la inexistencia del acuerdo. Naturalmente, esto otorgó a las elecciones una alta dosis de competencia e incertidumbre, ya que resultaba imposible predecir con anticipación el candidato triunfante.
A su vez. la noción de que el candidato expresaba a la comunidad toda y defendía el bien común, fue una herramienta utilizada para legitimar las propias candidaturas y denostar al contrario, a quien se exponía como el obstructor del consenso y la unidad de opinión, denominando a su partido como una “facción”.
La cualidad de “faccioso”, es decir, “vocero de intereses parciales, en oposición a los intereses generales de la provincia” era uno de los peores insultos políticos de la época, aunque el más común.
Las Legislaturas Provinciales también funcionaron como ámbitos donde surgían candidatos. El ministro de Gobierno confeccionaba la lista oficial e intentaba lograr que ésa fuera la lista única mediante los mecanismos de reclutamiento, movilización y negociación. Pero, por lo general, la competencia fue inevitable. Esto provocó grandes problemas, ya que los partidos apelaban a la movilización popular y desplegaban altas dosis de violencia durante la elección.
La opinión pública también fue una vía de articulación política. Se apelaba a ella como la “expresión racional y autónoma de los ciudadanos libres e iguales” para legitimar las acciones del Gobierno o de la oposición.
Las instituciones que se vincularon con la formación de opinión fueron las asociaciones -logias, sociedades de ayuda mutua, literarias, culturales, científicas, de tiro- y la prensa. En la década de los años 1870, ambas proliferaron en todo el territorio correntino, en un marco de revalorización e institucionalización de las libertades de prensa, asociación y reunión.
En general, las asociaciones incluían más de un sector social, aunque es posible encontrar algunas circunscriptas a un grupo social (la Sociedad de Beneficencia -de mujeres de la élite- o alguna asociación mutual propia de trabajadores).
Su organización interna era pautada mediante reglamentos y estatutos; se privilegiaban formas democráticas de gobierno y de elección de comisiones directivas. Proveían a sus socios de redes económicas y sociales, a la vez que estrechaban lazos de pertenencia y solidaridad.
Pero, sobre todo, conectaban con la vida pública y ciudadana a un sinnúmero de sectores (por ejemplo, extranjeros y mujeres) que carecían del derecho de sufragio y, por lo general, lo hacían con más eficacia que el propio sufragio.
A las asociaciones formales se sumaron otros ámbitos menos ortodoxos (pulperías, plazas, calles, asambleas cívico-militares) que incorporaron otros sectores al debate y a la negociación política.
- Derqui, agente presidencial
En el marco del esquema republicano, representativo y federal -instituido por la Constitución de 1853- cuatro fueron las Instituciones que, a partir de la Administración de Domingo F. Sarmiento, pero, sobre todo, en la de Nicolás Avellaneda, adquirirán particular centralidad en el desarrollo de la vida política: el Poder Ejecutivo Nacional, el Senado de la Nación, el Colegio Electoral y los gobernadores.
Los gobernadores fueron una pieza clave en su coordinación y articulación y el PAN (Partido Autonomista Nacional) fue el instrumento utilizado por la Presidencia para materializar y garantizar el éxito del régimen. El presidente tenía por objetivo central ser “el gran elector”, es decir, controlar la sucesión presidencial desde el Gobierno.
El principio constitucional de la no reelección presidencial -no se podía ser presidente por dos períodos seguidos- exacerbó la ambición del presidente en ejercicio por imponer a su sucesor, con la esperanza de que -en la próxima elección- éste le devolviera el favor. Para esto, fue fundamental el diseño y puesta en funcionamiento de un complejo juego de intercambios y reciprocidades entre distintas Instituciones de la República y sus miembros.
En cada distrito (las provincias y la capital) los ciudadanos votaban por una lista de Electores y la que obtenía el mayor número de votos ganaba la totalidad de los Electores correspondientes al distrito. Los Electores eran designados mediante un sistema de lista completa, sin representación de las minorías.
En general, los Electores actuaban en bloque -según los distritos- y votaban sin fisuras. Eran entonces los acuerdos entre el presidente saliente y los gobernadores (jefes políticos de los Electores de segundo grado), los que definían una elección.
Años después, el sistema solidificará y, usualmente, los acuerdos serán exitosos: así, por ejemplo, a partir de 1886 -con Miguel Juárez Celman al frente del P. E. N.-, los presidentes solían ganar con, por lo menos, el 80 % de los votos de segundo grado. Un grupo amplio y estable de provincias conformó esta especie de coalición que, invariablemente, prestó apoyo a la fórmula presidencial victoriosa: Catamarca, Córdoba, Jujuy, La Rioja, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe y Santiago del Estero.
Otras integraron una oposición circunstancial: Mendoza lo será en 1892 y Entre Ríos en 1904. Otras, una oposición reiterada: Buenos Aires en 1880, 1886 y 1898; Tucumán, en 1886, 1892 y 1904; la Capital Federal, en 1898 y 1904; y, Corrientes, con sus luchas armadas intestinas, movilizadas por el propio sistema político vigente, estará en la oposición en los años 1880 y 1898. Derqui debía evitar lo que, con su derrocamiento, finalmente sucedió en 1880.
En general, las provincias de coalición invariable no sumaban más del 50 % de los Electores. Por lo tanto, resultaba esencial lograr el fraccionamiento de los Electores de las provincias de oposición eventual o repetida, para lograr la mayoría. Estas negociaciones se realizaban fuera de la práctica electoral. En esta instancia, las provincias y los gobernadores gozaban de un rol central.
Los gobernadores asumieron la función de agentes del presidente en las provincias y de una u otra manera se incorporaron al juego político. Intervenían en la confección de listas de los legisladores provinciales y nacionales, lideraban las negociaciones en la Legislatura local para la elección de los Senadores Nacionales y prestaban especial atención a la confección de la lista de Electores a presidente y vicepresidente.
Las negociaciones en el seno de las élites provinciales en torno a las elecciones legislativas locales gozaban del mismo entramado de negociaciones que una elección presidencial y, las reuniones y tertulias previas a la elección, así como las estrategias de cooptación del electorado, estaban a la orden del día. De hecho, una elección legislativa provincial tenía clara repercusión nacional, porque eran las Legislaturas Provinciales las que votaban a los Senadores Nacionales y al propio Gobernador Provincial.
El gobernador saliente solía negociar su apoyo electoral para su sucesión, a cambio de un cargo de Senador Nacional. Así, el Senado se mostrará como una Institución conservadora; acogerá a gran número de ex presidentes y ex gobernadores. El Senado Nacional conectaba a las élites políticas provinciales, para convertirlas en una verdadera élite nacional.
El acuerdo entre el presidente, el Senado y los gobernadores, otorgó muy buena salud al sistema de pactos y alianzas sobre el que se sostuvo el régimen. Además, el presidente gozaba de un instrumento que podía usar si los acuerdos o los rumbos provinciales no eran de su conveniencia: la Intervención Federal. Si bien la Constitución señalaba que ésta sólo debía ejecutarse cuando las Instituciones republicanas estuvieran en peligro, las Intervenciones tuvieron muchas veces un estricto sentido político.
Pero centrémonos en Corrientes. Avellaneda y Alsina se complacieron con el arraigo del doctor Manuel Derqui, quien, creían, que les garantizaría Corrientes, capital respetable y largo tiempo ambicionada; ya en las elecciones de 1874, Corrientes había volcado sus 16 electores presidenciales a la fórmula Avellaneda-Acosta.
Por ello, aquéllos celebraron el tino que les descubriera en Derqui las cualidades de un político práctico, de carácter incontrastable, más juzgando el hecho del punto de vista de los peligros contra la situación nacional de aquellos momentos -verdaderamente graves-, teniendo en cuenta la actitud del Partido Nacionalista, que amenazaba nuevamente con una insurrección sangrienta.
La Administración del gobernador José Luis Madariaga constituyó un Cuerpo político sustentado en antiguas tradiciones y con casi extinguidos ciudadanos de antepasados federales, lo que generará una reacción de coalición entre todos los sectores liberales dispersos, conformándose dos grupos bien diferenciados: el oficialismo (federal o autonomista) y la oposición liberal.
El doctor Derqui metodizó los medios de su consolidación, imponiendo la observancia de sus mandatos. Mientras dirigió la escena de entre bastidores, siempre en consuno con Madariaga y Gelabert, no dejaron de cumplirse sus instrucciones, con el objeto preciso de fundar inmediatamente algo estable. Esto era efecto del cálculo de estos dirigentes, porque se reservaban así el derecho de edificar a su gusto y elegir, ordenar, disciplinar y mandar en persona el Partido.
Cuando Derqui entró en acción, se posesionó del terreno con firmeza. Dueño del Poder Público, buscó imponerse a sus adversarios políticos a través de la disposición de empleos. Si bien la Cámara de Representantes tenía la atribución de crear y suprimir empleos públicos (excepto los establecidos por la Constitución), esta prerrogativa del ministro mostraba que todo el partido estaba tras el objetivo de ungirlo gobernador.
Estaban abiertas -para él- las arcas públicas; las propiedades fiscales esperaban dueños; y los negocios con el Gobierno ofrecían ganancias; para conservarse en el mando, tenía garantidas las espaldas por el presidente y el ministro de Guerra y Marina. De manera que, manejándose con habilidad, pudo construir una máquina electoral que le hiciera adquirir la Gobernación en 1877. Sabía que luchaba contra un adversario vigoroso. El Partido Liberal contaba con considerable adhesión en toda la provincia.
- En busca de votantes. Clubes Electorales
Los grandes protagonistas de las movilizaciones electorales eran los Clubes Políticos que, en Buenos Aires adquirieron amplia difusión ya durante la década de 1850. En las otras provincias -entre ellas, Corrientes- fueron apareciendo más lentamente hasta que se impusieron durante la década de 1870.
“A principios de los años 1860 comenzaron a surgir en Corrientes la organización de ‘Clubes Políticos’ o ‘Clubes Electorales’, que tendrían vital importancia en la vida política local y constituirían los antecedentes inmediatos de los partidos políticos correntinos”(6).
(6) Citado por Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Los Clubes recababan los datos sobre los potenciales electores, asociaban vecinos y sondeaban sus tendencias. También generaban los vínculos con los jefes de milicias que actuaban como intermediarios con los electores. Además, organizaban y lanzaban periódicos partidarios, planeaban reuniones y fiestas, desarrollaban tareas de propaganda y negociaban las candidaturas.
Varios Clubes locales podían trabajar para un mismo partido y, muchas veces, el Club tomaba el nombre del Partido. La estructura de los Clubes y Partidos era, en general, piramidal. Los trabajos electorales eran realizados por aquéllos que más llegada tenían a los diferentes sectores de la población y a los mecanismos de control de una elección: se trataba de los llamados Agentes electorales, verdaderos hacedores de las elecciones como jueces de paz, comisarios, alcaldes, jefes de milicias, capataces de ferrocarril, del puerto o de ingenios.
Por encima de ellos estaban los dirigentes políticos, usualmente candidatos a alguno de los cargos electivos. Los agentes electorales garantizaban la participación electoral y eran ellos los que desplegaban y organizaban todo tipo de estrategias para garantizar el triunfo de su candidato y la derrota del adversario.
Los espacios públicos donde se difundirá el quehacer político correntino eran más limitados en comparación con Buenos Aires u otros centros urbanos del país. No se puede establecer con precisión datos poblacionales básicos hacia los años 1877/1878. Según el censo del año 1869 -casi diez años atrás- la provincia tenía una población total aproximada de 129.023 habitantes, con un gran porcentaje situado en los ejidos y zonas rurales; la ciudad de Corrientes contaba -por aquellos años- con 11.218 habitantes aproximadamente.
Sin embargo, en el segundo Censo de 1895 -15 años después de los hechos que relatamos aquí- Corrientes mostrará un salto cuantitativo y cualitativo en su población, que alcanzará 259.618 habitantes, mostrando varios centros urbanos que más que duplicaron su población como, por ejemplo, Bella Vista, Curuzú Cuatiá, Empedrado, Esquina, Mercedes, Monte Caseros y Santo Tomé(7).
(7) Fuente: Segundo Censo de la República Argentina. Mayo 10 de 1895, volumen 2 [los valores (el primero corresponde al Censo de 1869 y el segundo al de 1895) fueron los siguientes: Bella Vista (1.984; 4.126), Curuzú Cuatiá (1.824; 5.107), Empedrado (1.157; 2.226), Esquina (1794; 4.647), Mercedes (1.950; 5.268), Monte Caseros (672; 2.500) y Santo Tomé (1.188; 3.899)].
Los lugares de reuniones, aparte de los circunstanciales y puntuales Clubes Políticos, se situaban en las reuniones sociales de las clases pudientes y en las pulperías y el mercado público para las clases de menos recursos.
La costumbre de reuniones políticas públicas en domicilios particulares se extendió por varios años. El doctor Ramírez Braschi relata que estas reuniones
“se siguieron realizando para la campaña electoral de 1879”, por ejemplo, las convocadas por el Club Constitucional, en casa de Juan R. Rivera, “con el objeto de cambiar ideas y tomar alguna determinación sobre asuntos políticos de vital importancia”(8).
(8) Archivo General de la Provincia de Corrientes, Hemeroteca, periódico “La Libertad”, (Corrientes), del 16 de Noviembre de 1879. // Citado por Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Otras convocatorias en domicilios particulares tenían carácter cerrado, sólo para un grupo reducido de personas con estrecha afinidad o cuando las Comisiones Directivas de los Clubes debían resolver alguna rápida decisión. Eran informales, no se conocían públicamente y estaban limitados a los invitados y, como ejemplo de ellas, Ramírez Braschi transcribe una esquela enviada por Manuel F. Mantilla a Gregorio María Pampín en vísperas de las elecciones de 1878:
“Dn. Gregorio:
“Anoche nos reunimos los miembros de la Comisión Directiva provisoria de los trabajos para la manifestación del domingo.
“Dn. Roberto fue nombrado Presidente y Ud. Vice; Luque y Verón, Secretarios; Martínez, Tesorero y, Vivar, Morel y yo redactores del programa.
“Esta noche a las 7 nos reuniremos otra vez en casa de Montiel. Le ruego que no falte”.
Mantilla
“Le agradezco su aviso, Mantilla; pero mi ausencia ayer noche ha sido por no haber nacido adivino, pues no sabía de tal reunión. Estaré allá”.
G. Pampín(9)
(9) Ibídem. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Fondo Mantilla, Legajo 17.
En el mercado público diariamente ingresaban mercaderías traídas de la campaña, lo que generaba entrada de personas que servían para traer o enviar informaciones, entre ellas las relacionadas a la política.
También las pulperías fueron exponentes y a la vez caja de resonancia de los sucesos políticos y vecinales en general. Las pulperías en el territorio del Río de la Plata fueron un lugar principalmente de expendio de bebidas alcohólicas y en ocasiones de venta de artículos primarios.
Se constituían a veces en ámbito de encuentro que -en oportunidades- por razones de paso o esporádicas, y otras programadas, aglutinaba a los conocidos de la zona del pueblo o ejido. Al decir de Civati Bernasconi, fue el lugar de diversión para el hombre de campo; algo así como el Club para los de la ciudad(10).
(10) Ibídem. Edmundo H. Civati Bernasconi. “Entre dos Presidencias” (1865), p. 370. Ed. Círculo Militar, Buenos Aires.
Figuras de relevancia de la política local, como Placido Martínez, en algunas oportunidades -según Mantilla- difundían sus criterios movilizándose permanentemente, trasmitiendo en forma oral el convencimiento de sus ideas, visitando rancho por rancho(11).
(11) Ibídem. Manuel Florencio Mantilla. “Placido Martínez” (1997), p. 45, segunda edición. Amerindia Ediciones, Corrientes.
Además de los periódicos, revestía importancia la difusión oral, que comprendían las noticias comunicadas de boca en boca o la difusión de ideas a través de cantos, versos y payadas.
Era común, entre algunos sectores, la difusión de compromiso político a través de confección impresa de mensajes, cartas o tarjetas de invitación a amigos o conocidos, convocándolos al trabajo electoral o al apoyo de algunos candidatos. Las invitaciones estaban dirigidas personalmente al domicilio del ciudadano respectivo, lo que comprometía, de alguna manera, al destinatario por la amistad con el remitente.
Esta costumbre fue practicada en la Capital como en los Departamentos más urbanizados de la campaña, pero se limitó a los sectores allegados al poder económico y político(12).
(12) Ibídem. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Fondo Mantilla, Legajo 20: Impresos Políticos, Carpeta, Año 1873-1877.
El término Club
“ha tenido una acepción amplia, abarcando a las asociaciones en general, tanto sociales como políticas. Las asociaciones electorales en Corrientes no siempre adquirían el nombre de Clubes, sino que también el de Comité, Liga o simplemente Asociación.
“Etimológicamente, la palabra ‘club’ tiene origen sajón. A fines del siglo XVII aparecieron Clubes de carácter político en Inglaterra y Francia. En Estados Unidos, a mediados del siglo XIX se constituían en ocasión de las campañas presidenciales [ver: “Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-americana” (1927), tomo XIII, p. 990. Ed. por Hijos de J. Bapaba Editores, Barcelona].
“En un diccionario de la lengua española de principios del siglo XX da el siguiente significado: ‘Club es la junta de individuos de alguna sociedad política, por lo común clandestina’”(13).
(13) Ibídem.
Leonardo Paso afirma, refiriéndose a aquellas agrupaciones:
“Lo que se debatía en el Club Político como tema principal, lo que en realidad le daba vida al Club, eran las cuestiones políticas electorales y de la organización nacional.
“Los problemas económicos o socio-económicos, cuando se manifestaban, tenían otro ámbito como centro principal: el periodismo y las organizaciones que al efecto iban surgiendo”(14).
(14) Ibídem. Leonardo Paso. “Historia del Origen de los Partidos Políticos en la Argentina” (1972), p. 228. Ediciones Centro de Estudios, Buenos Aires.
Se constituían a través de Asambleas convocadas a tal efecto, donde se labraba un Acta constitutiva, eligiéndose una Comisión Directiva que estaba conformada generalmente por un presidente, un vicepresidente, secretarios, tesorero y vocales, contándose estos últimos en algunas oportunidades por decenas, de acuerdo a las firmas publicadas en los periódicos de la época.
Esta Comisión, en ocasiones, cuando se fijaba previamente, tenía mandato por un año; pero esas formalidades generalmente no estaban reglamentadas y variaban constantemente, por lo tanto, tampoco llegaban a cumplirse, ya que los Clubes generalmente dejaban de existir o se transformaban en menos de un año.
- La oposición liberal se une y reagrupa
Mientras Derqui desarrollaba su programa, las fuerzas de la oposición de los nacionalistas y liberales reaparecieron otra vez y Manuel Florencio Mantilla fundó el periódico “La Libertad”, en el que colaboraron los doctores Angel Esquer, Pedro R. Fernández, Emilio Díaz, Miguel G. Morel y el señor Eudoro Díaz de Vivar. Su posición netamente opositora fue definida así por su fundador en el primer número:
“Estamos mal y pronto estaremos peor. La fatalidad -se refería a la muerte del gobernador Pampín- hizo dueño del poder a un partido funesto en los anales de nuestra historia y consecuencia de ese hecho imprevisto e inevitable es el malestar profundo que reina social y políticamente (...).
“Todo mi anhelo es ver por el suelo, por las vías legales, el grosero esqueleto que nos domina, y con cualquiera y a favor de cualquiera estaré, con tal sea contra la actualidad...”(15).
(15) Emilio Méndez Paz, “Periódicos Correntinos. 1825-1900” (1953), pp. 40-50, Buenos Aires. // Citado por Antonio Emilio Castello. “Historia Ilustrada de la provincia de Corrientes” (1991). Ed. Plus Ultra, Buenos Aires.
Mantilla levantó la bandera de la reconstrucción liberal y encontró eco en “El Constitucionalista”, órgano de los nacionalistas, fundado y dirigido por el doctor Miguel G. Morel, quien definió así su posición en el primer número:
“Es tiempo ya que trabajemos por destruir el despotismo que pesa sobre Corrientes (...).
“He aquí una de las fases de nuestro programa: la unión de todos los liberales, o sea, la reconstrucción del Partido Liberal, a cuyo objeto se consagra también el ilustrado periódico ‘La Libertad’”(16).
(16) Ibídem. Emilio Méndez Paz, “Periódicos Correntinos. 1825-1900” (1953), pp. 51-52, Buenos Aires.
La divisa celeste convocaba nuevamente a todos los liberales para unirse y embestir como un toro de lidia contra el rojo emblema de su inveterado enemigo.
De extremo a extremo de la provincia, los liberales sentíanse unidos en un movimiento uniforme de desprecio hacia el Gobierno de Madariaga. En aquella época, el sentimiento general que los envolvía, resolvía, ante la razón pública, el problema de la unión de las dos fracciones del Partido Liberal, porque consideraban que allí estaba el nervio de la defensa y, sólo unidas, podían todos correr al combate, fuertes, “como en los días épicos del pasado”.
Empero, la realización del hecho no siguió inmediatamente a la exigencia pública. Su forma externa, la deposición pública de los errores y miserias de círculo, vino despacio. La idea de la unión flotaba en todas las cabezas, pero, también, la etiqueta vanidosa de las dos fracciones no cedía del rasgo de debilidad humana que disfraza los sentimientos más generosos, por disculpar un error, cuando es tan noble y bello confesar francamente la verdad, diciendo, como el marqués de Lafayette: “Engañado he sido, más no engañador”.
¿Quién iniciaría la obra? ¿Cuáles debían ser las concesiones recíprocas? ¿Qué carácter tendría el hecho? ¿Sería pacto, alianza o unión? Tales eran las dificultades, como si se tratase de elementos antagónicos y no estuvieran ya resueltas ante el adversario común.
Que de ellas se hablase con seriedad, cuando por medio habría Partidos radicalmente opuestos, se comprende y se explica; más, tratándose, como era, de ramas de uno mismo, sólo movía la pequeñez.
- Los partidos políticos, su esencia
Los partidos políticos no son el resultado de la casualidad. Causas especiales los forman, elementos y principios radicales los separan y, un propósito fijo, los conserva, sea un cambio en la forma del Gobierno, ya una mejora en la marcha de éste, amplitud o restricción mercantil, o la satisfacción de una necesidad inmediata de la comunidad.
Las causas que los engendran y los objetos permanentes o transitorios que se proponen, determinan sus ascensiones y descensos en la opinión y en el Gobierno, cuando fuerzas extrañas al curso natural de la vida colectiva no destruyen o modifican el movimiento propio de la sociedad; porque la vitalidad de los partidos, está en razón directa de la practicabilidad de sus principios y del mayor o menor bien que pueden reportar a la asociación política.
Los partidos marchan con el progreso del centro en que actúan, sin confundirse unos con otros en sus evoluciones, como rieles paralelos sobre los cuales tiene que rodar el Gobierno; y, cuando así no sucede, cuando alguno se atrasa, perece de impotencia.
Esparcen y concentran su acción; cambian y modifican sus elementos; escalan el poder y lo pierden, pero girando siempre sobre la base inconmovible de sus orígenes; no se confunden sus movimientos, no se igualan sus objetivos, porque su oposición es fundamental y sus propósitos excluyentes.
Cada partido tiene su historia y sus dogmas propios, de los cuales no cede ni puede ceder sin morir; son entre sí, lo que las naciones unas con respecto de otras: personalidades independientes, que viven sometidas a preceptos y reglas distintas.
Así, por ejemplo, los demócratas y republicanos de los Estados Unidos de Norteamérica, se saludaron rivales aún antes de sancionada la Constitución y, a pesar del tiempo, no se han encontrado de acuerdo en el principio de su existencia como partidos, porque el predominio absoluto de la Unión sobre los Estados y, el de estos sobre aquélla, en ciertos puntos, son ideas inconciliables.
Así, también, cuando en la República Argentina nacieron, por cuestiones de organización política mezcladas con otras, que el atraso y la ignorancia alimentaron, los partidos unitario y federal, trajeron a la escena política ideas y tendencias opuestas, que no se han hermanado en el curso de tantos años.
Sin embargo, los partidos no escapan a la ley de la descomposición, al fracaso y la ruina misma, si transigen con el vicio; sus propios actos dan causa a la opinión pública para provocarles crisis. Tampoco están libres de la anarquía, si el desorden de su vida interna suscita antagonismos personales.
Un partido conmovido por la opinión, resiste difícilmente a su empuje; cambia de fisonomía, modificando sus principios, o se extingue completamente. No se actúa en política con el apoyo de la opinión teniendo las ideas de un pasado carcomido, sino con las aspiraciones y las conquistas de la época.
Si la raíz de un sacudimiento de desquicio está en los errores que efectúa el movimiento de un partido, sin la intervención de la opinión general, no es irreparable el mal, tiene cercano el remedio, porque nunca son insalvables las barreras levantadas, ni siguen las claudicaciones al desorden.
Por acentuados que sean los motivos de un fraccionamiento de esta especie, se sustrae al naufragio la dignidad que conserva en cada uno el culto de la tradición y de los principios del Cuerpo dislocado, los cuales pueden, más tarde, despertar la atracción recíproca de las fracciones desunidas y confundirlas de nuevo en la entidad primitiva.
El hecho es natural. ¿No se abrazan a los pies de un padre, dos hermanos rivales? ¿No se confunden en el combate, en la muerte, en la gloria, los ciudadanos, sin distinción de clases y de opiniones, cuando el honor nacional los convoca a defender la bandera y la independencia patria?
Sintetizando, pues, lo que es la vida de los partidos políticos, no la de los que así se titulan, sino de los que por su organización, ideas y tendencias merecen este nombre, podemos decir que la fusión de dos o más es incompatible con el respeto a la tradición y a la bandera de cada uno, pero no así la de fracciones indispuestas y separadas que tienen un mismo tronco.
- Los liberales de Corrientes en 1877
Los liberales de Corrientes de 1877 no formaban partidos distintos; estaban divididos en dos grupos por cuestiones domésticas, representando, el conjunto, al Partido Liberal. Ambas fracciones reconocían la misma solidaridad histórica y se honraban de las mismas glorias; las dos habían combatido juntas en pos del poder. ¿Cómo no reconocerse hermanos sus hombres?
Estaban en condiciones facilísimas para volver al compañerismo, y era de sorprenderse que pretextos o desacuerdos de forma mantuviese aún distancia entre ellas. Las causas de la desunión merecían el olvido, no la vergüenza del recuerdo en la continuación de sus efectos.
Fue necesario que la prensa llenase el vacío que mantenía la etiqueta. El doctor M. F. Mantilla fundó un periódico -”La Libertad”-, con el exclusivo propósito de abogar por la reconstrucción del Partido Liberal. No demandaba la empresa esfuerzos de raciocinio ni de dialéctica; para llevarla a buen éxito, bastaban intención pura y franqueza; el pensamiento de la reconstrucción era superior a los obstáculos y combinaciones efímeras, y estaba golpeando las puertas de las fracciones, traído por su movimiento propio.
“No es posible -decía el nuevo periódico- que Corrientes, rica en tradiciones gloriosas, permanezca reducida a su desamparo, sin principios, sin ley, sin orden político, presa de la anarquía y del despotismo, al parecer incapaz de levantarse, como en otros tiempos, desde el fondo de su cárcel, a ser libre, a conquistar sus derechos, a fortificar su conciencia en la eterna luz de la justicia y abrir nuevos espacios a su progreso, hoy estacionario.
“¡No! Pero, ¿cómo? ¿Dónde está su salvación? ¿En quiénes se encarnan sus esperanzas?
“La acción eficaz del patriotismo mancomunado es la fuerza regeneradora de los pueblos, y ella constituye, en la actualidad, la esperanza de Corrientes.
“¿Cómo parar los desmanes del Poder, enfrenar la ambición, extirpar el vicio, si por enemistades transitorias, que no han obedecido a ideas opuestas, o errores, o personalidades, los elementos de resistencia se encuentran desunidos, operando aisladamente, sin cohesión, y el enemigo de todos y conculcador de la ley, dueño del Poder, en perfectas condiciones de batir a todos en detalle?
“La unión hace la fuerza; pero la fuerza de cohesión, en política, es obra del patriotismo, y tiempo es ya de que los miembros del Partido Liberal reconozcan los males que han originado a la patria sus desavenencias y, una vez para siempre, vuelvan sobre sus errores.
“Dividido el partido, ninguna de las fracciones puede resolver sola las cuestiones que afectan permanentemente los intereses de la provincia y, pues, comunes son los sacrificios y las aspiraciones; debe presentarse ahora unido, tomando como lección las diferencias del pasado.
“Con esta evolución lógica y necesaria, el patriotismo mancomunado tendría la misión de redimir a la sociedad del escándalo y al pueblo del despotismo, y la realizaría con brillo, porque la reconstrucción del partido agrupará a todos los que han recibido, en su corazón y en su inteligencia, el espíritu inmortal de la libertad y del bien; quienes, levantando en alto la antigua bandera del progreso y de las glorias de Corrientes, serían los apóstoles del Derecho, superior a la fuerza, de la luz que baña y vivifica la vida, de la ley que nivela todas las condiciones.
“En el terreno de los principios no hay cuestión que resolver para nosotros, de si es o no posible la reconstrucción...
“Las vinculaciones que cada fracción ha tenido fuera de la provincia, no dificultan tampoco el hecho...
“Si, pues, ni en los principios ni en las vinculaciones hay trabas, ¿cuál es el inconveniente? Los nombres propios ¡los hombres! He ahí todo.
“Triste es revelar esta amarga verdad. El orgullo herido y la ambición burlada no deben pesar más que las ideas. La reflexión debe tomar el lugar de la pasión personal. Las almas se empequeñecen y el nivel moral del pueblo decrece, cuando las individualidades suplantan a las ideas.
“Hay que arrojar lejos las personalidades, como harapos que avergüenzan. Ni la libertad ni el bien les debe nada”(17).
(17) Periódico “La Libertad”, núm. 1, Año 1877, Corrientes. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
En este orden de ideas, y desarrollando los argumentos teóricos e históricos que la cuestión sugería, “La Libertad” sostuvo el pensamiento de reconstruir el Partido Liberal. Como fue el primer periódico liberal que se levantó después del estado de sitio, y su propaganda era enérgica, no sólo en la oposición al Gobierno, sino también en la uniformidad de acción que buscaba para los liberales, la prensa autonomista le hizo fuego nutrido y le salió al cruce.
Cabe agregar que a la propaganda liberal de “La Libertad”, agregaron su importante concurso, “La Patria” y “El Constitucionalista”, redactados por los doctores Juan Esteban Martínez y Miguel G. Morel, y que aparecieron posteriormente.
El movimiento unionista, agitado en la prensa liberal, en consonancia con la aspiración pública, acercó a las fracciones e hizo que se entendiesen, sin que las dificultades, anteriormente apuntadas, sometieran a ninguna de ellas a deshonor.
Disipadas todas las nubecillas que obstaculizaban la unión liberal, tratóse de darle forma. Una comisión, compuesta de ciudadanos influyentes de las dos fracciones (liberal y nacionalista o mitrista) recabó, desde la Capital, el acuerdo de los Departamentos y, previa seguridad de su adhesión, convocaron al pueblo a reunión cívica, con el objeto de constituir un Centro Directivo y dar la constitución o programa del partido.
El uso y el asentimiento general indicaban este proceder. El 28 de Agosto de 1877, “más de mil ciudadanos de todas las clases sociales” -según los organizadores- concurrieron al local designado para la reunión, que fue la Cancha de Pelota(18).
(18) Se denominaba “cancha de pelota” a un terreno espacioso, que se ubicaba en la esquina de las calles Libertad (hoy Fray José de la Quintana) y Mendoza. Era privado, su propietario era de apellido Aguirre. // Citado por Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Según fuentes partidarias liberales, gendarmes de policía habrían pretendido impedir el acto o, por lo menos, hacerlo ridículo, por la escasa concurrencia, esparciéndose en la ciudad para detener la gente.
En la reunión se discutió ampliamente cuánto concernía a la reconstrucción del partido y, a pluralidad de votos, quedó nombrado el personal de la Comisión Directiva permanente del Club Político, que todos los asistentes formarían en adelante.
El significado y la importancia de ese acto, puede cualquiera deducir del Manifiesto que dirigieron al pueblo de la provincia los ciudadanos que intervinieron en él, suficientemente autorizados por sus correligionarios de la campaña; decía así:
“La libertad constitucional de un pueblo democrático, no se afianza ni se desenvuelve mientras los gobernantes y los gobernados no ajustan su conducta a los principios fundamentales de su ley política.
“Gobierno esencialmente de opinión, el Gobierno republicano requiere la fecundación constante del Derecho y, el Derecho no existe donde no impera la ley, ni se respeta la Justicia.
“La República Argentina ha sido teatro de luchas crudas, por la intransigencia de sus partidos. El aprendizaje amargo, empero, ha puesto fin al error, presentando, ante todos, como única áncora de salvación, la tolerancia política y la garantía real de los derechos del ciudadano.
“Nuevos horizontes se abren a la patria. La provincia de Corrientes debe responder al movimiento regenerador que se inicia, y ha sido para secundarlo que, en Asamblea Popular, hemos resuelto aceptar la política de Conciliación.
“Y para hacerla práctica y fecunda, hemos convenido:
“1.- Organizarnos cívicamente, en la ciudad y en la campaña, poniéndonos en comunicación fraternal con todos aquéllos que simpaticen con nuestro programa, y difundiendo los principios por medio de la prensa, a efectos de vivificar el espíritu público y tomar parte activa en la vida política, bajo los auspicios de la Constitución Nacional y Provincial;
“2.- Concurrir a las elecciones populares, solicitando de los Poderes Públicos garantías positivas, y obteniendo de los partidos garantías recíprocas, para evitar la violencia, el fraude y la coacción, autorizando, al efecto, a la Comisión Directiva del Club que establecemos en esta fecha, para entrar en arreglo con los últimos y reclamar de los Poderes Públicos el modo de hacer prácticas dichas garantías;
“3.- Constituirse en Asociación Política, bajo el nombre de ‘Club Constitucional’, nombrando -para componer la Comisión Directiva- a los Sres.: Roberto Billinghurst, Presidente; Gregorio Pampín, Vicepresidente Primero; Tomás J. Luque, Vicepresidente Segundo; Miguel G. Morel, Manuel F. Mantilla, Pedro R. Fernández, Secretarios; Simeón Martínez y Nicanor G. de Cossio, Tesoreros; y, entre los Vocales: Fermín Alsina, Tomás B. Appleyard, Eudoro D. de Vivar (...).
“4.- Declarar ante la República y ante la Provincia, que nuestros principios son:
“1ro. - Como partido político de antecedentes, las tradiciones históricas del gran partido de la libertad argentina, reconociendo solidaridad con él, en los trabajos que han hecho prácticos los derechos de todos y han consolidado la nacionalidad;
“2do. - Como partido político de gobierno, reconoce como base fundamental la verdad del sistema republicano federal, según los preceptos constitucionales que aseguran al pueblo el ejercicio imprescriptible del propio Gobierno;
“3ro. - Como partido electoral, su bandera es la del sufragio libre, garantido a todos los ciudadanos individualmente y a todos los partidos, colectivamente, sin excepción alguna;
“4to. - Como partido político de principios y de gobierno, protesta contra los Gobiernos electores y depresores de las libertades públicas, repudiando toda intervención oficial en sus trabajos;
“5to. - Como partido político local, defenderá la autonomía de la provincia, cualquiera que sea la forma del ataque a ella, principalmente en lo que afecta a la integridad territorial del Estado;
“6to. - Como consecuencia de estos propósitos, piden y aceptarán en concurso de todos -sin distinción de colores políticos- con tal que se subordinen a las condiciones del presente programa;
“7mo. - Que en caso de tomar parte de las elecciones Municipales y de Diputados, no harán de ellas cuestión política, sino que elegirán hombres honrados que cumplirán estrictamente con sus deberes;
“8vo. - Que en igual condición aceptarán para el Gobierno de la provincia todo candidato que, respondiendo a la exigencia primordial de normalizar la situación constitucional de la provincia, dé garantías morales a todos los partidos y asegure la paz y el bienestar de la comunidad sirviendo al progreso de la provincia;
“9no. - Que, si lo que no es de esperarse, los ciudadanos fuesen coartados en el ejercicio legítimo de sus derechos cívicos antes de provocar un conflicto, la Comisión Directiva proclamará la abstención, que todos los firmantes se comprometen a observar”(19).
(19) Este Manifiesto, con pocas alteraciones, era el mismo de principios dado por el Partido Nacionalista en Buenos Aires [el manifiesto se puede encontrar en el Archivo General de la Provincia de Corrientes, Hemeroteca, periódico “La Libertad”, (Corrientes), del 29 de agosto de 1877. Ver: Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891); y Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004).
La numerosa convocatoria lograda por los sectores liberales, pergeñaron -para las elecciones de 1877- la conformación del Club Constitucional, con las características que esto implicaba, clarificando principios generales y dando impulso a la maquinaria electoral en los meses que restaban para el día de las elecciones. A raíz de ello,
“este Club tomó por costumbre reunirse los lunes, miércoles y viernes en el domicilio de la calle San Juan esquina Independencia”(20).
(20) Archivo General de la Provincia de Corrientes, Hemeroteca, periódico “La Libertad”, (Corrientes), del 12 de Septiembre de 1877. // Citado por Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Por las declaraciones del Manifiesto, se ve que fue unión, formación de un solo partido, y no conciliación -que dejaba subsistente la división- lo que hicieron las fracciones liberales.
El marco electoral de la provincia estará dado por el Club Nacional -que representaba al oficialismo- y por el Club Constitucional, que aglutinaba -después de varios años- a la mayoría de los liberales correntinos.
Manuel F. Mantilla, quien fue protagonista de aquellos sucesos electorales, menciona a las dos fuerzas políticas en pugna como partidos Liberal y Autonomista, respectivamente; el primero, el cual alcanza su unidad para enfrentar al Gobierno y, el segundo, cambia su nombre de Partido Federal por el de Autonomista como ya se indicó.
Mantilla se refiere a los partidos políticos como parte, sector o grupo, allegados por un ideario de pertenencia y coincidencia en común, “pero aquéllos no habían alcanzado todavía pleno desarrollo orgánico e institucional”.
“En los registros, los documentos y la prensa de la época, son los Clubes y sus componentes quienes participan en el acto electoral o realizan los acuerdos preelectorales, como lo demuestra el Manifiesto del Club Constitucional del año 1877, que menciona la palabra ‘club’ y no ‘partido’ y, en ninguna instancia, se autodenomina Partido Liberal, pero, en cambio, el periódico ‘La Libertad’ identifica al sector como ‘Partido Liberal'(21), por lo que no existían criterios uniformes al respecto”.
(21) Ibídem. Archivo General de la Provincia de Corrientes, Hemeroteca, periódico “La Libertad”, (Corrientes), del 29 de Agosto de 1877.
Comúnmente se utilizaba a los diversos Clubes y Asociaciones que coincidían en objetivos electorales, identificándolos con una idea de partido, pero los engranajes de la máquina electoral seguían siendo los denominados Clubes Electorales.
- El presidente Avellaneda y su política de Conciliación
Hubo también un hecho de importancia nacional, que contribuyó a la unión liberal en la provincia. En los momentos en que estos trabajaban por su unión, la “política de Conciliación” fue iniciada por el presidente de la República y aceptada por el partido oficialista.
Dicha evolución fue una transacción, que llevó al Gobierno y a sus opositores a un terreno pacífico y de concordia, dejando el uno su política centralizadora y, los otros, su actitud de conspiración permanente.
Pese a la encrespada actitud de los liberales, el presidente Avellaneda persistió infatigablemente en los propósitos de concordia. La Conciliación tuvo su principal agente en el gobernador de Buenos Aires, Carlos Casares. Fue concluida el 17 de Julio de 1877 -en casa del gobernador- por los jefes de los partidos porteños, Alsina y Mitre.
El 2 de Octubre entraron como ministros: el doctor Rufino de Elizalde, en la cartera de Relaciones Exteriores; y el doctor José María Gutiérrez, como titular del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, que cupieron por renuncia de Simón de Iriondo -que ocupaba la cartera de Interior y que había sido electo gobernador de Santa Fe- y de Onésimo Leguizamón, compensado con un asiento de la Corte Suprema.
A Elizalde se le destinó la cartera de Relaciones Exteriores, tomando Bernardo de Irigoyen la del Interior. El 7 de Octubre, una gran masa de pueblo llegó hasta los balcones de la Casa Rosada celebrando la nueva política.
Mientras se realizaba la campaña del desierto, Avellaneda hizo este esfuerzo para lograr el acercamiento de los partidos en pugna, con proyección a la fusión electoral entre el Partido Autonomista Nacional -que sostenía al presidente- y el Partido Nacionalista, que acaudillaba Mitre y que, después de la rendición que siguió a La Verde, se había alejado de la cosa pública, se abstenía en son de protesta muda y prescindía en todo lo referente a la política gubernativa.
Aunque vencidos, los rebeldes de 1874 eran una fuerza importante y el país vivía inquieto por esa situación que no era precisamente de apaciguamiento.
Por iniciativa del gobernador de Buenos Aires, Carlos Casares, y la mediación personal de José María Moreno, se estableció contacto con Mitre y se echaron las bases de una política de conciliación. Mitre concretó en un documento los compromisos adquiridos: la rectificación del sistema imperante de presión electoral por el gobernador de Buenos Aires; una política presidencial de grandes actos que pacificara por el olvido y abandonara el campo electoral al movimiento de los partidos.
Avellaneda se propuso privar a los vencidos de todo pretexto para nuevas subversiones y se dedicó a remover los obstáculos que se oponían a un acercamiento. Mitre y sus amigos querían hacerse presentes en la provincia de Buenos Aires como fuerza política, ya que en ella contaban con sus más firmes efectivos.
Decía Avellaneda que “los hombres públicos deben dejar entre sí un campo abierto y libre para poder estrecharse las manos sin odio y sin violencia cuando las conveniencias de la patria así lo exijan”.
Para resolver, en definitiva, la conciliación, se consultó con el jefe del Partido Autonomista, Adolfo Alsina, que se había instalado en el campamento de Carhué. Alsina no opuso resistencia a esa idea. El acuerdo se llamó conciliación de los partidos y fue aplaudido popularmente, mostrándose en las calles desfiles conjuntos de los que días antes eran adversarios.
El ex presidente Sarmiento no vio con buenos ojos la Conciliación propiciada por Avellaneda, ni había visto con simpatía la amnistía de los insurgentes de 1874, aunque procuró manejarse con tacto en la oposición; sin embargo, hizo reparos en las columnas de “El Nacional”, diciendo que las ideas no se concilian y que las conciliaciones alrededor del Poder Público no tienen más resultado que el de suprimir la voluntad de los que mandan.
Algunos jóvenes del Partido Autonomista, encabezados por Leandro N. Alem y Aristóbulo del Valle, rehusaron a someterse a la Conciliación y presentaron una candidatura propia a la Gobernación de la provincia de Buenos Aires, la del doctor Del Valle, preparándose para luchar por su cuenta en las próximas elecciones de Senadores y Diputados.
Fue entonces cuando Alsina, que deseaba mantener la unidad del partido, se dirigió a esos jóvenes para exhortarlos a buscar un acuerdo que suprimiese la lucha entre amigos políticos.
Carlos Casares prometió la más amplia libertad en las elecciones:
“No he de consentir el abuso de la fuerza en los comicios y he de perseguir el dolo, el fraude y la coacción doquiera se presenten”.
Los partidos de la Conciliación triunfaron en los comicios provinciales bonaerenses de 1878, aunque discreparon en torno a la persona que debía suceder a Carlos Casares. Se aprobó una ley general de amnistía, fueron reintegrados en sus puestos los militares que participaron de la sedición mitrista y se proclamó que sería respetada en las provincias la libertad de sufragio.
La oposición se comprometió a declinar todo recurso de violencia y a desistir de su actitud agresiva. En virtud de ese acuerdo y, como se dijo más arriba, Avellaneda incorporará a su Gabinete a mitristas -como Rufino de Elizalde y José María Gutiérrez-.
Se fue difundiendo -a pesar de todos los obstáculos- la fórmula enunciada que “en la Nación no hay nada superior a la Nación misma”. Se hicieron homenajes a Mariano Moreno, el 15 de Abril de 1877 y, Avellaneda, lanzó entonces la idea de la repatriación de los restos de José de San Martín:
“Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos y los que se apoyan en sus glorias son los que mejor preparan el porvenir”.
El 14 de Marzo de 1877 murió en Southampton, Juan Manuel de Rosas; con ese motivo se invitó a un oficio religioso en San Ignacio; el gobernador Carlos Casares y el ministro Quesada prohibieron su realización y, al día siguiente, Carlos Tejedor, Bartolomé Mitre y otras personalidades invitaron a recordar a las víctimas de la dictadura y los gobiernos Nacional y Provincial de Buenos Aires se adhirieron a la iniciativa.
- Y, ¿en Corrientes?
El presidente Avellaneda nunca pretendió la confusión por “refundiciones imposibles”: quería que las pasiones y los intereses se debatieran bajo los recursos de la ley, servida por una tolerancia larga(22).
(22) Nicolás Avellaneda. Carta al doctor Onésimo Leguizamón (Junio 19 de 1877), en: Avellaneda, “Escritos y Discursos”, tomo XI, p. 126. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo II, capítulo XIII: “La Conciliación”. El Ateneo, Buenos Aires.
Más, ¿cómo convergir -en una acción pacífica- los partidos rivales, si en el proceso electoral triunfaba únicamente la audacia y el fraude precedía, acompañaba y seguía al acto de depositar el voto? De una sola manera: acordando antes de cada elección listas comunes de candidatos. Por eso el pueblo creía en una fusión de los grupos hostiles...
Pero eso ya estaba descartado en Corrientes al momento de plantearlo el presidente. Las líneas divisorias y el antagonismo siguieron, a pesar de la Conciliación presidencial.
Además, muchos hicieron una lectura opuesta al espíritu de la Conciliación:
“De la habilísima maniobra resultaba, por una parte, el desarme del Partido Nacionalista, quedando como rehenes en el Ministerio dos de sus miembros más conspicuos; y, por otra parte, gracias a esta presencia, la neutralización de la tutela aparentemente ejercida en el Gobierno Nacional por el Partido Autonomista, la que solía tornarse enojosa y deprimente, no por la actitud de su caballeresco jefe, sino por la de algunos ‘seídes’ más alsinistas que Alsina”(23).
(23) Ibidem. Paul Groussac. “Los que pasaban”, p. 164.
La estrategia presidencial nació y dio frutos en Buenos Aires, llegando al resto de la República apenas el eco de las fiestas celebradas. En Corrientes, la Conciliación no tuvo cabida en el programa de los doctores Mantilla y Derqui, como tampoco en el de ninguno de los mandones de la provincia.
En Buenos Aires, los nacionalistas y autonomistas concretaron la solución conciliadora a ponerse de acuerdo para la elección de gobernador y demás funcionarios de elección directa, conservando -unos y otros- organización independiente pues, como quedó dicho, Avellaneda y Alsina buscaban sólo un modus vivendi: el último, para rehacer su poder, minado por los republicanos; y, el otro, para desarmar a sus adversarios inmediatos, sin desmontar, por eso, la máquina de sus combinaciones.
En Corrientes no sucedió eso. Todo lo contrario. Cuando la maniobra de Avellaneda púsose en transparencia y fue necesario oponerle toda la energía de los partidos conciliados, la forma de la Conciliación porteña debilitó la acción opositora, facilitando el triunfo del presidente; mientras que la táctica elegida por los liberales de Corrientes hizo vencer a Derqui, pero también detuvo a Avellaneda.
Los preparativos para las elecciones de 1877 fueron más intensos que nunca; aumentaron las reuniones públicas, las concentraciones de personas se tornaron numerosas, los reproches y acusaciones en los periódicos alcanzaron niveles pocas veces observados.
“Esta atmósfera política sucede después de algunos años en que no se visualizaba con claridad la diferencia doctrinaria entre los dos sectores políticos en pugna: los antiguos federales y el liberalismo”, subraya el doctor Ramírez Braschi.
Y agrega:
“Desde el Gobierno del urquicista Evaristo López Soto (1865-1868) no se presentaba un panorama político tan claramente definido, ya que generalmente las cohesiones electorales adquirían un alto grado de conveniencias y alianzas personales antes que doctrinarias; de esta manera y focalizando los sucesos desde esta perspectiva, se comprenden aquellos complicados diez años de política correntina”.
Ramírez Braschi fundamentó su explicación en que, antes de la batalla de Caseros,
“la dicotomía de proyectos diferenciaba profundamente a los dos sectores en pugna. Con la Constitución de 1853 y, más precisamente después de la batalla de Pavón, los grupos políticos acordaban asociaciones que procuraban -en la mayoría de los casos- prioridad a las conveniencias personales que a las doctrinarias.
“En cambio -dice- en estas elecciones emergieron las antiguas fricciones ideológicas y doctrinarias. Como ejemplo podemos citar la reivindicación que hace, antes de las elecciones de 1877, el grupo liberal, identificándose con la insurrección porteña del 11 de Septiembre de 1853 (periódico “La Libertad”, (Corrientes), del 12 de septiembre de 1877), por el cual Buenos Aires se separa de la Confederación, defendiendo los intereses mezquinos del Puerto”(24).
(24) Citado por Dardo R. Ramírez Braschi. “Origen de las Agrupaciones Electorales en la provincia de Corrientes (de Caseros a las Presidencias Liberales)” (2004). Moglia Ediciones, Corrientes.
Los grupos políticos se hallaban organizados con notable habilidad y perfeccionamiento para la instrumentación de sus mecanismos electorales y políticos.
“Los liberales -como estrategia electoral, antes y después de aquellas elecciones- manejaron sus misivas con claves, códigos y signos, manteniéndose así comunicados y en secreto.
“Durante las elecciones de 1877 y en los sucesos violentos del año siguiente, Manuel Florencio Mantilla -en comunicación con los demás partidarios liberales- utilizaba numerosas frases codificadas como las siguientes: ‘regresaré pronto’, significaba, ‘es imposible arreglo y hagan revolución’ o, ‘dime si mi cuñado Eudoro regresó ya de la estancia’, que significaba, ‘la Intervención será decretada en nuestra contra; caso de nueva revolución’”(25).
(25) Ibídem. Ver: Archivo General de la Provincia de Corrientes, Fondo Mantilla, Legajo 24, Archivo Personal de Manuel F. Mantilla, Carpeta: Reglamento de Logias y Claves.
La reconstrucción del Partido Liberal fue un aviso para los autonomistas. Ya no se habría de repetir el escenario en el cual se desarrollaron los comicios legislativos de 1876 y Mayo de 1877. El Gobierno y su círculo tendrían que esforzarse un poco más.
La contienda se extendió por todo el territorio provincial y los hombres del Interior secundaron inmediatamente los sucesos que se precipitaban en la Capital, constituyéndose en todos los Departamentos centros políticos, de las dos fracciones.
Por el lado del Club Constitucional, dichos centros del Interior confirmaron, públicamente, el Manifiesto del Comité Central, y delegaron en él la dirección superior del Partido, previa sanción de un Reglamento interno que fijó la organización general del Cuerpo. A la unión se agregó, pues, una constitución capaz de mantener compactas las filas, sin predominios personales.
Por el lado del Club Nacional sucedió otro tanto. La figura del doctor Derqui se afianzó y su popularidad aumentó. Ahora, cabe preguntarse: ¿el Partido Autonomista y, en especial su candidato, rechazaron los términos de la Conciliación presidencial?
Sus opositores señalaron que el doctor Derqui “rechazó la Conciliación, la atacó”, pero es difícil explicar -si esto fue así- que el candidato autonomista siguiera gozando de los mismos favores y de la misma protección de Avellaneda y Alsina.
Según Mantilla, Derqui dirigía “una que otra frase presidencial, dicha con estudio”, disfrazando “la complicidad en la situación de Corrientes”.
Es posible que haya sido así, pero Derqui mostró independencia y desacuerdo, lo que probaba su inteligencia política, pero el candidato autonomista y su comitiva siempre procedieron en perfecta combinación con la política presidencial.
La actitud de los liberales tenía por objetivo inmediato la elección del gobernador que reemplazaría a Madariaga y, la política del Gobierno tendía, igualmente, a garantir dicho puesto al doctor Derqui. Lógicamente, los instrumentos del Estado, los trabajos oficiales, fueron puestos a disposición del ministro de Hacienda.
El doctor Derqui podía, en aquellos momentos, elegir una Senaduría Nacional vacante o, el Gobierno. Aunque lo último dependía de hechos y la Senaduría estaba a la mano, eligió el Gobierno, y la Legislatura nombró Senador Nacional -para el Congreso Nacional a pluralidad absoluta de sufragios- al ex gobernador Miguel V. Gelabert.
Hay dos cargos que constituyen el sueño máximo de todo hombre de Estado correntino: ser Gobernador de la Provincia o Senador Nacional por Corrientes. Derqui aparentemente eligió el primero. Quizás no quiso alejarse de Corrientes y optó por ser gobernador de un Estado poderoso y rico y, gobernador, en cercanía con la Administración del Gobierno Central, infirió que quedaría automáticamente habilitado para todo; aunque no hay que olvidar que la decisión fue el resultado de una transacción consensuada con Gelabert. Además, había sido elegido el delfín del presidente para ser gobernador de Corrientes y no para apoyarlo desde el Congreso Nacional.
- El gran partido
El doctor Derqui ya estaba identificado con un instrumento fundamental -de lo que años después se le dará en llamar el “roquismo”-, de la política presidencial argentina; un sistema de alianzas, tejidas a nivel institucional que, de otro modo hubiese sido decididamente imposible: el Partido Autonomista Nacional (PAN).
Este partido fue inicialmente una liga de gobernadores, y fue fundada en tiempos del presidente Avellaneda. Cuando Derqui asumió el Ministerio de Economía de la provincia, ya estaba incluido como parte de ese entramado.
Justamente, será la insurgencia liberal de 1877/1878 que cambiará la situación y en esa Liga estarán todos los gobernadores provinciales, menos los de Corrientes y Buenos Aires, que apoyarán la candidatura de Carlos Tejedor en 1880.
El PAN se formó a partir de la alianza de dirigentes provenientes del viejo Partido Federal urquicista y del Partido Autonomista porteño, dirigido por Adolfo Alsina. Desde la derrota de la sedición bonaerense de 1880 y hasta la nueva insurgencia de 1890, el PAN contará con las 14 gobernaciones provinciales. Sólo emergerá una leve y poco próspera oposición en 1885, liderada por el llamado Partidos Unidos, bajo el mando de Dardo Rocha y Bernardo de Irigoyen, opositores a la candidatura de Miguel Juárez Celman.
El PAN no era un partido de principios ni una estructura destinada a organizar la práctica electoral. No tenía ninguna forma de organización interna, ni un sistema para promover candidaturas. Se sostenía a partir de los acuerdos entre los gobernadores y las diferentes élites provinciales.
Por ello, a la hora de las elecciones era imbatible. Sin embargo, o tal vez por esa razón, los conflictos y los enfrentamientos, que no habían sido erradicados de la política argentina, pese a las pretensiones presidenciales, se trasladarán a su interior, a través de la formación de Ligas que competían entre sí.
De 1880 a 1886, las Ligas serán cuatro: la Liga roquista, sostenida por el presidente de la Nación y presidente del partido; la Liga de Dardo Rocha, gobernador de Buenos Aires entre 1880 y 1884 y aspirante a la presidencia en 1886; la Liga de Juárez Celman, cuñado de Roca, líder del PAN en Córdoba, exitoso forjador de alianzas provinciales y presidente de la Nación en 1886; y la Liga de Bernardo de Irigoyen, ministro de Relaciones Exteriores y ministro del Interior durante la presidencia de Julio A. Roca.
La interacción de estas Ligas, al interior del PAN, provocó serios conflictos, que se manifestarán en choques electorales, insurgencias, intervenciones federales, juicios políticos o incluso asesinatos.
Los líderes de la oposición vieron en todo esto sólo la formación de una poderosa oligarquía. Para ellos, los Gobiernos Provinciales eran minas inagotables para ciertos hombres y, en situaciones de fuerza, mucho más, levantado pingües fortunas a costa del Tesoro Público y de la fortuna privada y sin que reciban de la sociedad el desprecio que -según ellos- merecían.
Agregaban que estos hombres fueron los que impusieron los dos últimos presidentes (Sarmiento y Avellaneda), que habían formado un Senado Nacional de ex gobernadores y ex ministros; ellos habrían sido los que nombraban y nombran sedicentes Diputados Nacionales; ellos habrían creado también las oligarquías de familias privilegiadas, en las cuales se transmite el mando como un bien cualquiera. El pueblo habría sido declarado ilota y estos hombres del oficialismo constituían cacicazgos, con características dictatoriales.
Entre los nombres que formaban parte del núcleo original del PAN -antes de la elección presidencial de 1880- pueden citarse al gobernador de Santa Fe, Simón de Iriondo (7 de Abril de 1878 a 1882); Ramón Febré, gobernador de Entre Ríos, elegido por la Legislatura de su provincia (desde el 1 de Mayo de 1875 a 1879). Febre pertenecía al Partido Liberal y la Legislatura local lo reemplazará por José Francisco Antelo, un hombre del PAN, que gobernará desde 1879 hasta 1883.
Otros nombres fundadores del PAN avellanedista fueron Francisco Civit, dos veces gobernador de Mendoza. Su influencia nacional era importante, por lo cual fue electo gobernador en octubre de 1873. Se identificó por completo con el Gobierno de Sarmiento y apoyó la candidatura presidencial de Nicolás Avellaneda. Cuando estalló la rebelión de 1874, reunió un contingente de milicianos para oponerse a ellos, pero el general José Miguel Arredondo invadió la provincia, derrotando a las fuerzas que mandaba el coronel Amaro Catalán, en la batalla de Santa Rosa.
Civit huyó a Chile, mientras la ciudad era ocupada por Arredondo que, enseguida, salió a enfrentar al coronel Julio Argentino Roca en el mismo sitio de Santa Rosa, donde el tucumano ganó la batalla para el Gobierno Nacional y recuperó el Gobierno Provincial para Civit (y ganó el grado de General por méritos de guerra).
A esta lista puede agregarse a Octaviano Navarro, gobernador de Catamarca, quien colaboró con el general Roca en la represión de la sedición mitrista de 1874, dirigida en Cuyo y Córdoba por Arredondo; y, finalmente, el gobernador de Córdoba, Antonio del Viso.
Del Viso fue el eje de la Liga de Gobernadores constituida en 1878, bajo el propósito de definir un candidato común a la presidencia de la Nación y frenar las aspiraciones del gobernador bonaerense Carlos Tejedor. El candidato de la Liga era el ministro de Guerra y Marina, Julio A. Roca, que tenía el apoyo de cuatro provincias. La gravitación Del Viso fue tan importante que Roca lo tuvo en un momento de candidato a la vicepresidencia con Tejedor, cuando creyó que podía entenderse con éste.
A esta lista de prohombres, faltaba sumar al doctor Manuel Derqui. Pero su candidatura fue pendón de guerra sin cuartel y, desde que apareció, fue realmente guerra la hecha por el Partido Liberal por las coaliciones oficiales.
El Gobierno autonomista utilizó todos los instrumentos del Estado para dirigir los resultados comiciales. Madariaga y Derqui hicieron bajar a la Capital a los Jueces de Paz y Comandantes Militares de Lomas, San Cosme, San Luis, Itatí, Empedrado, Saladas y Mburucuyá, para darles órdenes e instrucciones electorales.
Cuando estos regresaron a sus respectivos mandos, cumplieron fielmente la consigna oficial, comenzando por reunir a los vecinos, para prevenirles que
“en las elecciones no habría más candidato que el doctor Derqui, y que todos estaban en la obligación de votar por él, en cumplimiento de Orden superior”.
El ministro de Gobierno, doctor Severo Fernández, candidato a Diputado Nacional, salió a recorrer la provincia en misión electoral, llevando a las autoridades lejanas la palabra de orden dada a las convocadas en la Capital; visitó Goya, Mercedes, Curuzú Cuatiá, Paso de los Libres, Monte Caseros, Bella Vista, San Roque, Concepción, San Miguel y Caá Catí.
En cada localidad reunía el vecindario y autoridades para imponerles del plan gubernativo y prevenir, al mismo tiempo, “los castigos que esperarían a los desobedientes”. El ministro en campaña se mostró ardoroso digno de la confianza de su colega. Todos eran hombres ilustrados pero rudos, al punto que algunos de sus actos habrían sido desaprobados -por pudor- por amigos de causa y hasta por el mismo gobernador.
No todos estimaban a Fernández, un hombre muy cercano al ahora Senador Nacional Gelabert. Y como muestra vale un botón: Samuel Navarro, cuyas opiniones federales eran notorias, decía de aquél lo siguiente, en el periódico “La Tribuna” del 7 de Julio de 1877:
“Fernández no ha de ser sino lo que realmente es, un muchacho, un feto de candidato para Diputado al Congreso, para cualquier cosa, un desavisado Paturot(26), en busca de una posición política cualquiera”.
(26) Navarro hace aquí alusión a una obra del francés Louis Reybaud, escrita hacia 1848 y reeditada en París en 1875. Era una sátira sobre las nuevas ideas con las que se embanderaban algunos republicanos de su país, siendo él mismo Diputado Nacional. Se trata de un conjunto de citas y consejos dirigida a un tal Jérôme Paturot, que está en la búsqueda de una mejor posición social. De ahí la comparación con el ministro Severo Fernández. Es interesante observar el tipo de lectura de los hombres de la época, que estaban al tanto de lo último que se editaba en el Viejo Mundo.
Parece ser que la piedra de escándalo que hizo tropezar al ministro Fernández era aquél de no medir las consecuencias al momento de favorecer a sus amigos políticos, cuando algunos de estos no eran del todo merecedores de su confianza. Por ejemplo, el gobernador Madariaga llegó a decir de su ministro, en un asunto que tenía enojada a la población de Paso de los Libres (cuna del Primer Mandatario):
“El doctor Fernández es un niño que aún no tiene experiencia, por eso ha dado carta de recomendación a Cándido Herrera, lo que he desaprobado.
“Yo no quiero estar sostenido por bandidos; primero está mi nombre, que consentir barbaridades”.
Fernández no esperó este efecto negativo. Buscaba apoyo en la zona sur de la provincia y quiso complacer a Luciano Cáceres, “indultando a un bandido”.
Mantilla, escandalizado:
“¡Qué haría aquel Ministro cuando así era juzgado! ¡Y cuál sería el empeño de Madariaga en que Derqui fuera gobernador que, conociendo las barbaridades de su Ministro, no las impedía, ni hacía prender a los bandidos indultados por su Secretario de Estado, para sostener al Gobierno!”
- La Legislatura en apoyo de la candidatura de Derqui
La Legislatura, asociada a los trabajos del Poder Ejecutivo, sancionó -por ese tiempo- cuatro leyes, cuyos proyectos se originaron bajo el calor del Poder Ejecutivo. Para la oposición, las leyes sancionadas tenían por exclusivo propósito el robustecer la acción electoral oficialista, aunque quizás esto no sea exactamente así.
Ellas fueron las conocidas como ley de Permuta; ley de Indemnizaciones; ley de Policía de Campaña; y ley de “remoción de Jueces inamovibles”, tal como la bautizó la oposición. Veamos cada una de ellas a la vez:
* Por la de Permuta, fue autorizado el Poder Ejecutivo para trocar campos fiscales por edificios particulares, en los Departamentos que carecían de casa para Escuelas o Juzgados.
La medida era constitucional, ya que la Carta Magna atribuía a la Cámara de Representantes a decretar la ejecución de las Obras Públicas.
El expediente era aceptable y benéfica la idea pero, los liberales criticaron los términos de la ley y la supuesta amplia facultad conferida al Poder Ejecutivo, que “la convertían en fuente de explotación electoral” pues, limitada al criterio y gusto del gobernador la aceptación de las propuestas de permuta -sin garantía alguna que amparase el mejor derecho de los proponentes más generosos-, podía “negociar la candidatura del oficialismo a costa del Erario Público y convertir la ley en beneficio especial de sus hombres”.
La Legislatura podía calificar los casos de utilidad pública para la expropiación y disponer del uso y de la enajenación de las tierras de propiedad provincial, y fijar su valor. Parece ser que las quejas señalaron que las ofertas de los propietarios habían golpeado “en tropel” las puertas del Ministerio de Hacienda y, no hubo ejemplo de que mereciera curso,
“ninguna solicitud cuyo interesado no prometiera, previamente, su concurso a la candidatura de Derqui”.
También se dijo que -según las denuncias- la Mesa Topográfica “tasaba exageradamente los edificios viejos e inservibles”, que los sostenedores del ministro ofrecían, y las permutas se hacían sobre dicha base, “regalando el Fisco valiosos campos”.
* La ley de Indemnizaciones fue sancionada en sesión secreta. Disponía que todo individuo, perjudicado en los movimientos sediciosos ocurridos en la provincia -desde 1868 hasta la fecha-, tenía derecho a reclamar del Estado la correspondiente indemnización, dentro de un plazo dado, reconociendo, igualmente -como deuda fiscal- la que hubiese contraído Evaristo López Soto, para defender su autoridad, después de su renuncia.
La promulgación de esta ley significó un golpe duro para la oposición, autora del derrocamiento del citado gobernador. Las críticas arreciaron. Leyes especiales y de limitada duración habrían sido dictadas en su oportunidad para cubrir los Gastos comprobados y legítimos de los movimientos del ‘68 [derrocamiento de López Soto] y del ‘72 [campaña de derrocamiento del gobernador Justo]; los correspondientes al Gobierno Nacional del ‘70 [daños provocados por la invasión de Ricardo López Jordán (h)] y del ‘73 [levantamiento mitrista en Corrientes].
La ley englobaba los perjuicios causados en las mismas épocas a los intereses privados.
Los liberales apuntaron en sus críticas a que la Justicia y el tiempo habían concluido con el asunto, sin que nadie pensase ya en él. Para ellos, “los apuros electorales” del doctor Derqui fueron los que resucitaron estas demandas.
Según la oposición, muchos hombres dañados en sus intereses y simpatizantes de la causa autonomista hízose dueña de “subidos” títulos de crédito contra el Fisco. Parece ser que ninguno de los nuevos acreedores había intentado reclamo alguno bajo la vigencia de las anteriores leyes, pero no es menor el detalle que también es dable pensar que un reclamo semejante era de imposible éxito bajo cualquier Gobierno de tinte liberal.
Las leyes eran reparadoras, pero lo liberales calificaron la implantación de estas leyes de “saqueo, con la anuencia del Gobierno”.
* La ley de Policía de Campaña consistía en la movilización de doscientos Guardias Nacionales, al mando de Luciano Cáceres, con el objeto de extirpar la cuatrería.
La oposición vio en esto la intención real de plantar un ejército en el histórico Paraíso(27); y también, apoyarse en ella para convertir la provincia en un inmenso campamento.
(27) Este era el establecimiento de campo del ya desaparecido Nicanor Cáceres, “verdadero Santos Lugares en la época de Evaristo López Soto”, según Manuel Florencio Mantilla [“Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891)]. Mantilla compara la estancia de los Cáceres -situada al sur de la provincia- con la quinta donde el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, levantó el célebre Campamento de los Santos Lugares, en la actual localidad de San Andrés, al norte del Conurbano bonaerense. Este lugar se haría famoso por los sucesos acontecidos en 1848, cuando en la cárcel del Campamento fusilaron a Camila O’Gorman y al cura Ladislao Gutiérrez.
“Hicieron tan elástica dicha ley, que era una especie de agujero donde metían la inmensa soldadesca levantada para aplastar a la oposición”, dirá Mantilla.
Es un poco quisquillosa y suspicaz la presunción de los liberales. En este asunto hay que buscar un punto medio. Sin desmerecer las críticas, todo lo relacionado con las Guardias Nacionales merece un estudio más detallado. Pero, ¿qué eran las Guardias Nacionales en las provincias?
El componente militar constituyó otra dimensión ciudadana y de la vida republicana. Su incorporación se relaciona con la emergencia de nuevos actores que, provenientes de los ejércitos y las milicias revolucionarios, se sintieron protagonistas de la nueva República.
A partir de 1853, las milicias desarrollaron un papel militar y político central en la construcción del Estado. Estas constituyeron un tipo de fuerza que, por su estructura y funcionamiento, se diferenciaron del servicio militar regular-profesional y del posterior sistema de conscripción obligatoria implementado a comienzos del siglo XX.
Las milicias funcionaron como cuerpos auxiliares del Ejército, convocadas y movilizadas cuando las circunstancias así lo demandaban. Estaban integradas exclusivamente por ciudadanos que, mediante su enrolamiento, sellaban su compromiso con la defensa de su país. Inicialmente, las milicias fueron de organización local. Esto permitió a las autoridades provinciales inmiscuirse de forma directa en el enrolamiento y en su movilización.
La posterior organización de la Guardia Nacional tuvo por objetivo reorganizar y nacionalizar el servicio de armas miliciano de los ciudadanos, si bien sus batallones se organizaron en cada provincia. Su funcionamiento era eventual y auxiliar, y se la convocaba en circunstancias excepcionales.
El enrolamiento en la Guardia Nacional era considerado un deber ciudadano e implicaba el potencial servicio de armas en el Ejército regular de manera auxiliar. También incluía entrenamientos periódicos en el uso de las armas y la asistencia a rituales cívico-militares, donde se exaltaban el patriotismo y el servicio de armas como un deber moral con la República y con la Constitución.
Todos los Guardias Nacionales en servicio estaban comprometidos a asistir a estos actos con sus uniformes y armas y ocupaban importantes lugares cerca de las autoridades. Asimismo, la Guardia Nacional tenía -al menos en sus normas- formas democráticas para la designación de la estructura de mando de los batallones: todo Guardia Nacional era elector y los altos escalafones se elegían mediante el voto secreto de los Guardias enrolados en el correspondiente batallón.
Pero esta práctica fue pocas veces implementada. En general, los altos escalafones fueron elegidos por el Poder Central y los gobernadores provinciales. Los ciudadanos-milicianos asumieron como un deber, pero también como un compromiso y un derecho, la defensa de las Instituciones republicanas y de sus leyes frente a gobernantes que abusaran de su poder (los denominados “Gobiernos despóticos”).
Bajo estos principios, se justificaron insurrecciones y levantamientos ocurridos en tiempos de la Organización Nacional que, usualmente, estallaron en tiempos electorales. Más allá de los debates, las rebeliones se asumieron como parte integrante de la vida republicana y como una práctica ciudadana legítima. El ciudadano en armas era también el ciudadano elector, ya que, para poder ejercer su derecho al voto, las leyes electorales consideraban como requisito estar enrolado en la Guardia Nacional.
* Finalmente, revisemos la que se dio en llamar la ley “removiendo jueces inamovibles”, que fue simplemente subrayar una de las atribuciones del Poder Legislativo dictadas por la Constitución de 1864. Más allá de esto, quizás ésta sea la crítica más fundamentada de la oposición, pero el procedimiento obedecía a la esencia misma de la política de la Administración, llevada a cabo desde el ascenso de Madariaga a la titularidad del Poder Ejecutivo.
Varios magistrados sospechados de “liberales”, íntegros muchos de ellos, fueron reemplazados con hombres más amigos de las cosas establecidas. El fin era evidente: que en los Tribunales encontrasen anuencia los actos administrativos de los hombres que conducían el Estado.
Lo único que se hizo con la promulgación de esta ley, fue amparar el procedimiento de sustitución de magistrados adictos por otros que no lo eran, que ya venía aplicando el P. E. en el sistema judicial.
La ley era anticonstitucional. En su artículo 77, la Constitución vigente dictaba que “los miembros del Poder Judicial” eran “inamovibles en sus empleos”. Era un atentado contra la independencia judicial, expresamente garantida por el precepto constitucional, que daba al oficialismo la terrible arma de una Justicia vengativa, con la cual podía mandar al patíbulo, a su antojo, o arruinar o deshonrar o encerrar en los calabozos a sus adversarios políticos, sin reclamo ni amparo posible para las víctimas.
La queja se hizo sentir incluso en el recinto legislativo. Un Diputado opositor de aquel tiempo, decía, combatiendo dicha ley:
“Hace poco, mutilamos la existencia de la Municipalidad de Mercedes; hoy invadimos el Poder Judicial, descuartizando la Constitución que juramos sostener; mañana, entraremos a suprimir también al mismo Poder Ejecutivo; y, retrocediendo de escalón en escalón, llegaremos a la Suma de los Poderes Públicos”(28).
(28) Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
Derqui había puesto en marcha todos los resortes del Estado que pudieran favorecer su candidatura.
“No se ocupaba de otra cosa en el Ministerio, que no fuera preparar los elementos oficiales para el triunfo de su candidatura”(29).