Los logros de Gelabert y las críticas de la oposición
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El restablecimiento sucesivo de la paz no reponía las pérdidas del Tesoro Público y de la riqueza particular; las armas sostenedoras de la autoridad triunfaban, pero los intereses materiales retrocedían, los hábitos de trabajo se debilitaban, los capitales temían radicarse en un territorio tan castigado por la guerra.
Con respecto a la acción del gobernador, un opositor dijo de él:
“Gelabert, que no era más que un viejo patriota exaltado de buenos servicios en las filas populares desde 1843, fue arrebatado en el Gobierno, honrado en la Administración, neutral en asuntos electorales, sin plan y sin vistas políticas”(1).
(1) Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo II, capítulo XXVI: “Período Constitucional (1870-1880)”, parágrafo 258. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.
Las Rentas alcanzaron -en su período- la cantidad de 260.333 pesos fuertes. La Instrucción Pública se representó, al finalizar el año 1872, por 116 escuelas públicas y particulares. ........ niños, tenía 141 escuelas con 8.331 alumnos a mediados de 1874. Dependían de una Inspección General.
Cinco bibliotecas populares entregadas al servicio, acreditaban -en Agosto del mismo año- los trabajos de la Comisión Provincial de dicho ramo.
La Mesa Topográfica ejecutó obras de salubridad en la Capital, con fondos votados por el Congreso Nacional. Varias Municipalidades celebraron contratos para construir mercados y mataderos higiénicos.
En obras públicas fueron invertidos 32.468 pesos el año 1874, e inferior suma presupuestada el anterior.
Los títulos de Deuda Pública, llamados “Bonos”, emitidos desde 1863 para cancelar déficit de Presupuestos y créditos particulares de origen revolucionario, quedaron reducidos a 101.620 pesos fuertes al 31 de Diciembre de 1874, habiéndose invertido, en sólo dicho año, 79.197 pesos en la amortización de capital y pagos de intereses.
Los pagarés hipotecarios otorgados por compras de tierras públicas eran, en la misma fecha, de 898.220 pesos fuertes.
El periodismo aumentó las publicaciones con “El Noticioso”, “La Campaña”, “El Nacionalista”, “Boletín Oficial” (del Gobierno), “La Situación”(2).
(2) Ver la obra del doctor Manuel Florencio Mantilla. “Bibliografía Periodística de la provincia de Corrientes”.
- Críticas de la oposición
"El Gobierno de Gelabert fue radicalmente estéril y, en más de una ocasión, vergonzoso. No podía comprender aquel hombre cómo un mandatario constitucional está limitado a cierto orden de funciones y aún en ellas sometida su acción a la ley, no su amplia voluntad. En todo quería mezclarse y era obra de romanos detenerle. Actuar dentro de la ley era para él un suplicio, como el de Tántalo”(3).
(3) Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
Quien habla así es Manuel Florencio Mantilla, que echa luz sobre el pensamiento de los opositores sobre la gestión del gobernador Gelabert. El historiador continúa diciendo:
“A mediados de 1873 sacudió el tutelaje, ejercido con trabajo sobre su carácter y temperamento. Porque un periodista le clasificó de ‘vampiro’, en carta particular que fue violada, lo desterró de la provincia; porque un cura de campaña sostuvo que el derecho de sepultura correspondía a la fábrica de la Iglesia y no a la Municipalidad, le prohibió decir Misa; porque el Juez Nacional de Sección encauzó a un ex Juez de Paz, que encarceló injustamente a un Administrador Nacional de Correos y violó la correspondencia, se alzó contra su autoridad, arrebatándole al culpable; y como estos, cientos de hechos más.
“‘¡Ahora sí, gobierno!’, decía, cuando tuvo libertad para hacer su gusto. Los situacionistas liberales, que tenían la responsabilidad de aquel estado de cosas, lo combatieron, sino para detenerle, a lo menos para salvar el honor; por el contrario, los federales lo rodearon, obteniendo, en premio de su fidelidad, concesiones de importancia, que les dio influencia en el Gobierno, a la par que los otros la perdieron.
“La conducta de Galabert favoreció la política de los reaccionarios(4). Este factor de la situación, creada en Enero del 72, aspiró -desde los primeros días del triunfo- a ser potencia independiente. Durante la insurrección, como después, sus hombres fueron tratados como sinceros amigos, con lo que tomaron aliento: una cartera, asientos en la Legislatura y puestos en la Administración de campaña, eran posiciones que, de ninguna manera, convenía entregarles sin antes pasar por la prueba de fuego; pero la muletilla del nada harán lo resolvió todo en favor de ellos y adquirieron cierta importancia”.
(4) Mantilla llama “reaccionarios” a los hombres del partido federal. La insurrección a que se refiere es a la de 1868, cuando los liberales derrocaron a Evaristo López Soto.
“Entonces iniciaron trabajos reservados, tendientes a crearles una fuerza propia dentro de la situación, con la que pudieran minar a sus benefactores, restaurar su política y ascender al poder e hicieran camino sin entorpecimiento”, prosigue Mantilla.
“La oposición tenaz de la fracción liberal caída los benefició indirectamente porque, contrariada la del poder por Gelabert y obligada a mantener una lucha diaria, creyó más prudente contemporizar con los amigos postizos, que trazar entre ella y ellos una línea divisoria o arrojarlos fuera.
“De ese modo, aunque en la apariencia había uniformidad, en realidad constituían -los reaccionarios- una fracción de inclinaciones especiales que conspiraba. Gelabert los robusteció más.
“En ese estado de la política local de Corrientes se abrió en la República la campaña electoral de 1874. Los liberales de la oposición abrazaron, en masa, la candidatura del brigadier general Bartolomé Mitre; los situacionistas se dividieron, patrocinando unos, la del doctor Adolfo Alsina y, otros, la del doctor Nicolás Avellaneda; los federales figuraron en estos dos bandos.
“Si la lucha local no hubiese estado por medio, Avellaneda y Alsina no habrían tenido más partidarios que los reaccionarios pero, la cuestión de la futura presidencia fue subordinada a aquélla por la preponderancia local y a las ya graves causas internas de pugna y hostilidad se agregaron las que agitaban a todo el país.
“La opinión libre de la República estaba con el general Mitre. Para vencerla, a más de la corrupción, los candidatos contrarios llamaron, en su ayuda, al partido federal, alejado voluntariamente de los negocios públicos desde la reconstrucción nacional realizada después de la batalla de Pavón. Con la reaparición de su partido, los de Corrientes cobraron mayor coraje y extendieron sus maniobras afuera de la provincia; tenían ya méritos y base nacional.
“El 12 de Octubre de 1874 ocupó la Presidencia de la República el doctor Nicolás Avellaneda. El nuevo magistrado asumió el mando en medio de una conflagración general, hecha por el Partido Nacionalista(5) contra la Presidencia expirante de Sarmiento aunque, en verdad, su objeto fue impedir la elevación de Avellaneda, elegido por la coacción oficial y el fraude, según las causas invocadas”.
(5) El partido liberal de Buenos Aires se dividió, después de la batalla de Pavón. El general Mitre, gobernador entonces de dicho Estado, tomó su victoria por base de la reconstrucción nacional con la Constitución General, ya jurada por Buenos Aires; pero el espíritu local de la Comuna porteña fue levantado por el doctor Adolfo Alsina y otros corifeos, contra el gran pensamiento, llegando el delirio hasta lanzar este grito: segregación definitiva de Buenos Aires. De la lucha así iniciada nacieron las denominaciones partido nacionalista, partido autonomista con que cada fracción se distinguió. El general Mitre realizó su política poniendo a prueba su popularidad y, en el tiempo, ha vencido a los adversarios de aquella hora, mejor de lo que esperara tal vez. // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
Una parte del Ejército de Línea y de la Escuadra se sublevó. En Corrientes tuvo eco la insurrección, no para derrocar al Gobierno local, sino para evitar que protegiera -con tropas y otros recursos- al de la Nación; la sostenían los partidarios del general Mitre y algunos del doctor Alsina, que no aceptaron la alianza con Avellaneda.
"Vencido el movimiento, en las batallas de La Verde y Santa Rosa, era de esperar que entrase el país en el camino de las reparaciones, pues estaba en el patriotismo y en la propia conveniencia de los vencedores poner término a los males. No fue así. La victoria no garantizó el orden constitucional; se la empleó como ventaja para oprimir, sin respetar ni la fe pública de un pacto de capitulación.
“Derribado el altar sagrado de la Justicia, para el fallo de la razón o sinrazón de la apelación a las armas, ¿qué queda -preguntaba entonces un publicista americano- de la religión de la patria en las materias políticas?
“Nada más que el espantoso væ victis de los antiguos romanos. ¡Ay de los vencidos, del Quebracho, de Pago Largo, de Quinteros, de Vences y del Pocito! En las cabezas y en los pechos de los paladines de la libertad quedará consagrado el derecho de la lanza y del cuchillo, contra los cuales la Constitución fulminó su elocuente anatema(6). ¡Este fue el fruto del triunfo!”, dice Mantilla.
(6) Juan C. Gómez. “Defensa de los Revolucionarios” (1874). // Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Resistencia Popular de Corrientes. 1878” (1891). San Martín, Escuela de Artes y Oficios de la provincia de Buenos Aires. Editor.
“¡Brillante ocasión para el gobernador de Corrientes, Miguel Victorio Gelabert!”, sentencia Mantilla.
“Con increible saña, se entregó a todo género de arbitrariedades y desmanes. Para él no cesó el período anormal; con el estado estado de sitio, declarado a causa de la revolución y que duró mucho tiempo después de terminada, fueron el objetivo de su tarea diaria las persecuciones, los encarcelamientos, las vejaciones y los destierros; todo sin razón. Gelabert marcó los últimos días de su desgobierno con actos de inolvidables vergüenzas.
“Más que los vencidos, se declararon encarnizados adversarios suyos los liberales que lo nombraron y él, que poco necesitaba para romper definitivamente con ellos porque no quería estorbos -según su dicho- aceptó el reto, echándose de lleno en brazos de los reaccionarios que aplaudían y atizaban su inquisición.
“He ahí cómo, por una serie de errores y de faltas, a los seis años de arrojados del poder, los federales fueron dueños de sus principales resortes, porque supieron explotar las debilidades de sus tradicionales adversarios. Seis años de batallar entre sí los liberales, había sido trabajo para ellos. Los vencidos y los vencedores de 1872 tenían, de hecho, reproducida la situación derrocada en 1868 y ellos profundamente divididos.
“Y no tenían a quién culpar; aquéllo era obra de sus hechos; unos más, otros menos, todos contribuyeron a ese desenlace. Guastavino, abandonando el poder; Baibiene, que lo dirigió extraviadamente; los opositores a éste, aceptando a los reaccionarios y elevando, enseguida, a Gelabert, formaban los puntos culminantes de seis años de agitación política y esterilización de fuerzas en beneficio del común adversario.
“Sin duda alguna la política es la materia más difícil de ser abarcada de cuántas caen bajo la acción y la inteligencia del hombre; los necios la facilitan y, los corrompidos, la explotan; pero quienes piensan en ella con profundidad y corazón sano, la encuentran vasta, complicada, siempre nueva y oscura. Por eso, los errores políticos -por nimios que sean- son gérmenes que se siembran en tierra fecunda. Más daña un error que el enemigo.
“Los liberales correntinos no se hostilizaron, seguramente, para robustecer a los federales y allanarles el camino del poder; sostener ésto sería suponerlos empeñados en desaparecer y, sin embargo, día a día ofreciéronles ocasiones propicias que ellos supieron aprovechar.
“Hoy se maldice la horrible situación de Corrientes y se le da por causa los sucesos nacionales de 1880. Su origen verdadero remonta a más lejos: a los hechos que venimos recordando, sin los cuales otra hubiera sido la suerte de los reaccionarios.
“Dividido el partido liberal y rehabilitados ellos, tenían que hacer camino, sobre todo, en una época como la de 1874 a 1880. Lo difícil es el primer paso. Roca no los levantó del polvo del olvido para lanzarlos, como las hordas desbastadoras de Timur, sobre la segunda provincia condenada a la ruina por los reconstructores de 1880; los encontró hechos, como agrupación de su color político, en virtud de ocho años de actuación y a pesar de su derrota en 1878.
“Sin ese instrumento de suplicio listo -con el cual amenazó desde que su candidatura no tuvo eco en Corrientes- la conquista de esta provincia hubiera sido más humanitaria y menos depredadora. Ellos no hubieran salido de su inacción vegetativa y destructora si en vez de las imprudencias, los errores y las faltas del partido liberal, una conducta previsora y discreta hubiese ahorrado los escándalos que se dieron; el partido liberal se habría afianzado y puéstose, tal vez, en condicionas, de resolver -con su influencia- el problema de la presidencia de la República.
“¡En cambio de ello, Gelabert y los reaccionarios unidos!”(7).