Paka’a
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por Guillermo Perkins Hidalgo
El paka’a, la paka’a o gallina de monte, como también lo llama el pueblo, era un mozo necio y haragán, que poco duraba en las estancias donde se empleaba como peón. Vivía con su madre, ya vieja, en un pequeño rancho.
Un día la abandonó misteriosamente. ¿Qué había pasado? Aquel mal hombre había encontrado un entierro de oro y plata en una botijuela o tinaja. De la noche a la mañana, se convirtió en un hombre rico y poderoso.
Compró campo y ganado. Pasó el tiempo. Una noche alguien llamó a la puerta. Era su madre enferma y hambrienta, que mucho se alegró de volver a verlo.
Ella lo quiso abrazar con cariñosas palabras, pero él la rechazó con airado gesto. La pobre madre le pidió. solamente. que le diera una cebadura de mate y el infame se la negó diciendo:
- ¡Opa el ka’a, opa el ka’a! (se acabó la yerba, se acabó la yerba).
Por eso fue castigado por Dios a perpetuar su ingrata contestación filial.
La historia del paka’a no es otra. Para nombrarlo se omite la o de opa, cuyo sonido se advierte con facilidad, cuando se escucha con atención su canto:
¡Opa el ka’a, opa el ka’a!
El paka’a es una especie de esbelto pollo, de vistoso aspecto, por su plumaje de color verde amarronado, cuya tierna carne se aprovecha con deleite. Es como la martineta, la perdiz o ynambu común y los patos y patillos silvestres que abundan en la laguna Iberá (Yvera).
En la cocina de los pobres y de los ricos no faltan nunca estas sabrosas presas de la opulenta cinegética comarcana.
El paka’a habita en los sitios boscosos, cerca de los riachos, arroyos y lagunas. Por eso, en el Paraguay, según el Diccionario de Ortiz Mayans, se lo llama Ypaka’a o gallineta del agua.
Su canto se oye generalmente al atardecer; es monótono y triste. Parece una queja, ya al llegar la noche y en el silencio del campo:
¡Opa el ka’a, opa el ka’a! (se acabó la yerba, se acabó la yerba).
Con ligeras variantes trae esta leyenda Juan B. Acosta, en la página 90 de su libro “Ipotí yavé” publicado en Buenos Aires en 1953.
Informante: Benjamín Franco, 55 años, cazador. Colonia Galarza, costa del Iberá (Yvera), Departamento Santo Tomé.
Nota
“Leyendas y supersticiones del Iberá. Seres metamorfoseados”, por Perkins Hidalgo, Guillermo - Nota aparecida en el fascículo 7 “Corrientes entre la leyenda y la tradición”, de la publicación “Todo es Historia”, colección dirigida por Félix Luna, en Octubre de 1987.