Pitogüé (Pitogue)
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por Guillermo Perkins Hidalgo
El pitogüe (pitogue), no es otro pájaro que el benteveo, el Pito Juan o el bichofeo, como también se lo llama en otras partes.
Una pobre vieja, casi centenaria, vivía a la orilla de un espeso monte, con la única compañía de dos muchachos huérfanos, que ella había recogido. La anciana apenas comía ya, pero sus hijos adoptivos se alimentaban con los productos naturales que ofrecía la zona, como perdices, peces, tatúes y frutas tan sabrosas como la pytãnga, el arasa y el ñangapiry.
El vicio del petỹ o tabaco entretenía la monótona existencia de aquella mujer, a quien le agradaba sobremanera fumar en un rústico pito de palo, que de continuo estaba acariciando. Los muchachos se lo llenaban y encendían.
Así pasaba la mayor parte de sus horas, sentada en un sillón de paja, con la blanca cabellera, sujeta por una sucia vincha. Cuando el tabaco dejaba de arder, ella gritaba llamando a los muchachos con insistencia:
- ¡Pitogue, pitogue! (Pito apagado, pito apagado).
- ¡Enseguida, mamá, enseguidita!-, le respondían ellos, que siempre se acercaban corriendo, para no oírla rezongar ni soportar sus insultos, que sabían ser duros.
Aquel llamado chillón, “pitogue, pitogue”, repetido día a día, durante largos años, llegó a constituir una verdadera pesadilla para los muchachos, que no podían jugar ni salir libremente a cazar por el monte, bajo la luz del sol.
La búsqueda de alimentos la tenían que realizar por turno, para no dejar a la mujer sola.
Al promediar una mañana, cansados ya de semejante vida, después de comer una mulita asada y algunos frutos, decidieron marcharse definitivamente, condenando a su propia suerte a la pobre mujer que los había criado.
En ese momento, ella se hallaba durmiendo en su sillón de paja, con el pito o cachimbo apagado, entre las rugosas manos. Cuenta la leyenda que muy grande fue la desesperación que sintió la anciana, al despertar más tarde, llamando en vano a los muchachos, y que de tal manera se fue transformando en el ave que actualmente es.
Tanto su acostumbrado grito, como la sucia vincha que la vieja usaba para sujetar su cabello, se perpetúan en la cabeza y en la garganta de esta especie insectívora, tan útil a la agricultura, como temida por la superstición.
Se dice que el pitogue anuncia desgracia como el ypekũ (pájaro carpintero), y el suinda (lechuza, mochuelo, especie de búho).
Este pájaro protector de las plantas y de los sembrados, es enemigo del perjudicial gusano conocido con el nombre de bicho de cesto.
Informante: Silvano Hernández, 57 años. Colonia Carlos Pellegrini, costa del Iberá (Yvera), Departamento San Martín.
Nota
“Leyendas y supersticiones del Iberá. Seres metamorfoseados”, por Perkins Hidalgo, Guillermo - Nota aparecida en el fascículo 7 “Corrientes entre la leyenda y la tradición”, de la publicación “Todo es Historia”, colección dirigida por Félix Luna, en Octubre de 1987.