Dilema militar argentino en la región. El asalto a Corrientes
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El dilema argentino en la región había estado exacerbado por continuos errores de inteligencia. El general Wenceslao Paunero, un viejo oficial de barba blanca que compartía el mismo inusual nombre de su oponente paraguayo, tenía mucha más experiencia en el mundo y en el arte militar que su contraparte(1).
(1) José Ignacio Garmendia. “La cartera de un soldado (bocetos sobre la marcha)” (1891), pp. 251-295, Buenos Aires. Ed. J. Peuser. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Pero esto no evitó que malinterpretara la situación en el Nordeste. Paunero contó desde el principio con un activo apoyo de la flota brasileña. Después del ataque del 13 de Abril de 1865, el almirante Tamandaré había enviado diez buques a Bella Vista para iniciar preparaciones para un bloqueo río arriba.
La primera división de Paunero llegó al pueblo de Bella Vista el 2 de Mayo de 1865, sólo para enterarse por mensaje que, aunque el reclutamiento entrerriano se había desarrollado satisfactoriamente, Urquiza no estaría en condiciones de desplegar sus tropas por un buen tiempo.
Esto era desafortunado, ya que se habían recibido noticias de Cáceres que indicaban que los paraguayos se habían retirado de Empedrado y habían incluso abandonado su campamento en Riachuelo. Para Paunero, esto sólo podía significar que la indecisión de los paraguayos, incluso su cobardía, finalmente rebotaba en favor de la Argentina.
Rápidamente pidió a la Armada Imperial transportar a su fuerza de dos mil hombres para cortar la retirada de Wenceslao Robles y destruir a los intrusos paraguayos antes de que pudieran alcanzar Paso de la Patria. De hecho, el enemigo no tenía intención de retirarse.
Bajo órdenes específicas del mariscal, Robles había transferido al puerto de Corrientes todos los hombres que él considerase que no estaban preparados para una marcha forzada al sur. Esta fue la “retirada” que Nicanor Cáceres había reportado.
Por lo tanto, cuando Paunero partió de Bella Vista lo hizo creyendo que iría en persecución de un ejército en pleno repliegue, pero descubrió, a su arribo a Empedrado, que los paraguayos lo superaban ampliamente incluso entonces. No había nada más que hacer. Paunero reembarcó a sus hombres a bordo de los vapores brasileños y regresó a Bella Vista sin haber hecho contacto una sola vez con las fuerzas de Robles.
A su vez, la rapidez del ataque paraguayo le hizo imposible intentar alguna resistencia en Bella Vista y, entonces, bastante avergonzado, de nuevo se retiró, esta vez a un viejo saladero justo al norte de Goya, llamado Rincón de Soto.
- El asalto a Corrientes
El 19 de Mayo de 1865, el confundido Wenceslao Paunero recibió un refuerzo de dos batallones de infantería y un escuadrón de artillería. Esto le dio a su Primera División un total de unos tres mil quinientos hombres y doce cañones, sin contar los cinco mil irregulares de caballería de Cáceres(2).
(2) Augusto Tasso Fragoso. “História da Guerra entre a Tríplice Aliança e o Paraguay” (1957), tomo 2, p. 70, Rio de Janeiro. Ed. Biblioteca do Exército. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aunque todavía distintivamente inferior al Ejército de Robles, esta fuerza era por lo menos capaz de acción efectiva. Los brasileños todavía tenían diez buques en el área y quizá Paunero podía sacar ventaja de su poder de fuego, aunque esto no era en modo alguno seguro, ya que los paraguayos podían simplemente ubicarse fuera de alcance.
El comandante argentino inicialmente planeó desembarcar en Bella Vista, pero abandonó la idea cuando Robles se le adelantó. Esto dejaba dos opciones posibles: para mantenerse en su misión de retrasar el avance paraguayo, Paunero podría consolidar una posición defensiva en el río Santa Lucía. Si bien los hombres de Robles podían sobrepasar o flanquear su división, sus pérdidas serían significativas. Pero también lo serían las de Paunero.
Otra opción implicaba el uso de la flota brasileña para transportar a sus hombres río arriba y desembarcarlos detrás de los paraguayos para atacarlos por su retaguardia. Robles había establecido una línea de comunicaciones que se extendía 160 kilómetros hasta Corrientes y que estaba prácticamente indefensa en toda su longitud.
El oficial paraguayo dependía de los barcos de Meza para trasladar a sus hombres a las líneas del frente; esto tenía sentido inicialmente, cuando la flota enemiga aún no había reaccionado, pero ahora no se sabía cuándo la Armada Imperial podría elegir tomar una acción ofensiva.
Esta incertidumbre jugó en favor de Panuero. También lo hizo el hecho de que el mariscal López había dejado solamente una fuerza preventiva para resguardar el puerto de Corrientes, un imperdonable error considerando los treinta mil hombres mantenidos en reserva en Humaitá. Si López hubiera usado estas tropas para reforzar Corrientes y defender las líneas de comunicación de Robles, Paunero se habría visto aún más superado.
En cambio, el comandante argentino se convirtió en el feliz receptor de importantes noticias. La medianoche del 23 de Mayo de 1865, buques brasileños capturaron una pequeña canoa paraguaya que estaba intentando llegar hasta Robles por el Paraná; su tripulación, cuando fue forzada a hablar, informó a los oficiales aliados la verdadera situación de Corrientes: el puerto tenía apenas una esquelética fuerza de defensa y un buque de guerra anclado(3).
(3) Efraím Cardozo (1968-1982). “Hace cien años (Crónicas de la Guerra de 1864-1870)”, tomo 2, p. 38, publicadas en el periódico “La Tribuna” (trece volúmenes), Asunción. Ediciones EMASA. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Paunero de inmediato decidió montar un gran asalto para coincidir con el 25 de Mayo, el día de la revolución de Mayo registrada en la Ciudad de Buenos Aires en 1810. Su plan era partir con su Primera División de Rincón de Soto a bordo de nueve buques brasileños y dos argentinos, luego desembarcar y capturar la capital provincial bajo cobertura del fuego de la Armada.
Nicanor Cáceres, quien estaba ya bajo dura presión, recibió una orden de contribuir con mil quinientos hombres de caballería que eludirían a los paraguayos en el Este, cabalgarían duro sobre Corrientes y apoyarían las fuerzas de desembarco sobre el río(4).
(4) Juan Beverina. “La Guerra del Paraguay (las operaciones de la Guerra en territorio argentino y brasileño)” (1921), tomo 1, p. 104, Buenos Aires (siete volúmenes). Ed. Ferrari Hnos. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Esta parte del plan, sobre la cual el general correntino manifestó estruendosa oposición, estaba mal considerada. Requería que sus hombres se trasladaran a una distancia de 180 kilómetros a través de un territorio en parte ocupado, se unieran a una batalla en pleno desarrollo y luego se retiraran rápidamente por la misma ruta. Hombres exhaustos pelean pobremente.
Además, como Cáceres bruscamente señaló a su superior, su participación era innecesaria para un asalto exitoso. No agregaba nada y desarticulaba las operaciones de dilación en el sur. Paunero, sin embargo, ejerció su autoridad sobre Cáceres y puso en ejecución los preparativos para el ataque.
La fuerza aliada de desembarco consistía en aproximadamente cuatrocientos oficiales y hombres. Esto incluía la primera división de Paunero que, para entonces, tenía mil doscientos infantes y cien artilleros; la novena brigada de infantería del Brasil, bajo el comando del coronel João Guilherme Bruce, quien contaba con mil trescientos infantes y cincuenta artilleros; y dos mil trescientos tripulantes, incluyendo cañoneros comandados por el almirante Francisco Manoel Barroso, un viejo marinero de blancos bigotes recientemente llegado de Montevideo.
Los defensores paraguayos, que también tendrían que contender con los mil quinientos montados de Cáceres, tenían dos batallones de infantería y tres viejos cañones de bronce fijos de bajo calibre en batería para un total de seiscientos hombres.
La fuerza de asalto arribó a las afueras del Riachuelo a la media tarde del 24 de Mayo de 1865. Los paraguayos ya habían dejado su campamento base de las inmediaciones y Paunero se sintió confiado en poder sorprender a sus enemigos sin temor de ser detectado. De hecho, los paraguayos supieron de su presencia casi inmediatamente(5).
(5) Un testigo señaló que “la noticia (de la presencia aliada) llegó como de un misterioso teléfono; nadie sabía cómo (se originó) y menos aún cómo se esparció, pero en cada hogar se sabía y se comentaba”. Ver: E. R. Cristiano (Enrique Roibón). “25 de Mayo de 1865” (1903), en el periódico “La Libertad” (Corrientes), del 24 de Mayo de 1903; y, más generalmente, “Asalto y toma de la Ciudad de Corrientes”, en el diario “La Nación” (Buenos Aires), 25 de Mayo de 1915. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
A las 07:30 del día siguiente, los barcos aliados se pusieron de nuevo en marcha y, luego de bordear un recodo justo abajo de Corrientes, se pusieron a la vista de los tripulantes del barco paraguayo “Pirabebé”. Como el “Ranger” -de bandera británica- esta embarcación había previamente navegado el río hasta tan al norte como Corumbá y era bien conocida en la región. Solano López había autorizado su compra sólo un corto tiempo antes y estaba complacido de haberla incorporado a su flota. Con 120 toneladas, sin embargo, era uno de los vapores más pequeños y no presentaba muchas condiciones para dar una buena pelea.
Tal como habían afirmado los prisioneros paraguayos, ningún otro barco estaba por entonces en el puerto. El “Pirabebé” disparó dos cañonazos -los dos fallidos- y luego se retiró lo más rápido que pudo hacia Humaitá para advertir a las tropas allí apostadas. Pasó a todo vapor frente a Corrientes sin detenerse, aunque su tripulación le avisó por señales a la guarnición paraguaya del inminente ataque.
A las 10:00 la flota aliada fue divisada en Corrientes. Las calles de la ciudad, aunque arenosas y accidentadas, estaban dispuestas en perfecta cuadrícula; esto permitió a la flota disparar en línea recta hacia Corrientes y hacer difícil cualquier movimiento de los defensores paraguayos.
El general Paunero y el almirante Barroso, sin embargo, habían decidido mantener el fuego a un mínimo y concentrarlo solamente en los puntos donde pretendían desembarcar tropas.
El lugar elegido para el desembarco estaba varios kilómetros al norte del puerto, en un paraje llamado “La Batería de San Pedro”. Después de su invasión seis semanas atrás, los paraguayos habían erigido un pequeño Fortín en el sitio, que controlaba el acercamiento desde Paso de la Patria.
Uno de los dos batallones paraguayos disponibles se había movido más temprano al lugar para defenderlo, tras recibir noticias de la llegada de Paunero. Estaba listo cuando, a las cuatro en punto de la tarde, dos compañías de infantería argentinas bajaron a tierra justo frente a ellos(6).
(6) Manuel Aranda, comentario, Puesto de las Olivas, 31 de Junio de 1865, en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 149, Nro. 3. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Una de estas compañías estaba organizada como una unidad llamada la “Legión Militar”, conformada mayormente por mercenarios italianos y franceses reclutados en Europa en los tiempos de la crisis en la Banda Oriental.
Algunos de estos hombres habían combatido en Crimea y a todos les habían dicho que la lucha contra Solano López era la misma que la suya contra los odiados austríacos. Estaban ansiosos porque comenzara la refriega. Su comandante, mayor Gianbattista Charlone, había anteriormente servido en las Fuerzas italianas y, como muchos aventureros del molde de Garibaldi, había cultivado una apariencia elegante y un aire de superioridad. El también estaba listo para pelear.
Antes de que esta legión pudiera avanzar, sin embargo, tenía que hacer cancelar el fuego de apoyo de sus aliados brasileños, que ya habían hecho llover bombas accidentalmente entre sus hombres(7).
(7) George Thompson. “The War in Paraguay with a Historical Sketch of the Country and Its People and Notes upon the Military Engineering of the War” (1869), p. 67, Londres. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Más habrían de morir cuando trataran de asaltar el pequeño puerto. La resistencia paraguaya probó ser más decidida y sostenida de lo que cualquiera en el bando aliado habría adivinado. Charlone recibió una seria herida cuando un soldado paraguayo lo sentó de un sablazo en momentos en que intentaba ingresar a la posición enemiga. Sus hombres lo llevaron a un lugar seguro, pero varios de ellos fueron lanceados en el proceso. De todos modos, la mayoría de las bajas sufridas en ambos bandos fueron por fuego de mosquetes y rifles(8).
(8) Ver Paunero a Gelly y Obes, Corrientes, 26 de Mayo de 1865, en “La Nación Argentina”, 31 de Mayo de 1865 (vuelto a publicar en “El Siglo”, Montevideo, 2 de Junio de 1865). Los paraguayos, no muy convincentemente, afirmaron haber tenido 120 muertos y 83 heridos de su lado, mientras que los aliados -según aseguraron- tuvieron bajas “mucho más considerables tanto en términos de muertos como de heridos”. Ver José de Jesús Martínez al ministro de Guerra, Lomas, 26 de Mayo de 1865, en el periódico “El Semanario”, Asunción, del 27 de Mayo de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aunque los paraguayos lucían sucios y mal ataviados en comparación con la Legión Militar, no había nada de torpe en su capacidad de combatir. Mantuvieron la cohesión de la unidad en medio del humo y la confusión e incluso bajo presión a corta distancia. Los aliados ya comenzaban a notar y a admirar la capacidad de lucha de los hombres de López(9).
(9) Sobre esta acción, Charlone posteriormente escribió:
“Puedo dar fe de que nunca he presenciado una lucha más encarnizada y que los paraguayos son buenos soldados y solamente abandonan sus puestos (cuando son obligados) por bombas y bayonetas (...).
“Para derrotar a los paraguayos, tendremos que matarlos a todos ya que, cuando en la batalla las fuerzas son equivalentes, tropas como éstas son invencibles”.
Ver: Gregorio Benites. “Primeras batallas contra la Triple Alianza” (1919), pp. 43-45, Asunción. Ed. Talleres Gráficos del Estado. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La muestra más impresionante de la perseverancia paraguaya llegó ya transcurrida una hora y media de batalla. El comandante del mariscal en Corrientes, mayor José de la Cruz Martínez, era un joven oficial con apariencia dispéptica, con un fino, casi cómico bigote y sin experiencia de guerra.
Martínez envió su batallón de reserva al frente para reforzar “La Batería” sin importarle la artillería alineada contra él. Dado el constante bombardeo, el batallón sólo llegó hasta el Arroyo Poncho Verde, unos quinientos metros al sur del objetivo. El arroyo, de lentas aguas verdosas, sólo podía ser efectivamente cruzado por un puente de piedra. Ya que no podían ir más allá, los paraguayos decidieron mantener el puente para evitar que los aliados avanzaran hacia Corrientes.
Los defensores de “La Batería”, al ver lo que había pasado, abandonaron el Fuerte y se unieron a sus camaradas en el puente. Martínez, quien observaba la escena desde la torre del Palacio Legislativo de Corrientes, no tenía tiempo para planear una defensa elaborada, pero a lo que sus hombres les faltaba en preparación les sobraba en temple.
Trajeron al lugar dos de sus tres cañones de bronce justo antes del ataque masivo de los argentinos. Dispararon con todo lo que tenían y blandieron sus sables al enemigo. Un acre humo de pólvora negra rodeó su posición; ninguno de los bandos podía ver a qué estaba disparando. Muchos defensores cayeron ensangrentados al Arroyo Poncho Verde y murieron ahogados.
Los argentinos pelearon bien por un tiempo, concentrando el fuego de sus rifles con buen efecto en la delgada línea frente a ellos, pero no pudieron quebrar a los paraguayos, por lo que la fuerza de ataque se retrasó para reagruparse. Justo en ese momento llegó el coronel Bruce y su novena infantería brasileña.
Traía consigo una batería de dos cañones que, de inmediato, procedió a disparar granadas directamente a la posición paraguaya. Esto fue demasiado -incluso para Martínez- que hizo señales a sus hombres para abandonar el puente, dejando atrás a los cadáveres que lo abarrotaban a ambos extremos. Esa noche nadie pudo cruzar el puente sin pisar los cuerpos que habían caído(10).
(10) Wenceslao Néstor Domínguez. “La toma de Corrientes (el 25 de Mayo de 1865)” (1965), p. 25, Buenos Aires. Impr. López; Daniel Cerri. “Campaña del Paraguay” (1892), pp. 19-22, Buenos Aires. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los paraguayos se retiraron a través de la ciudad hasta un punto situado a aproximadamente 2 kilómetros al Este. Allí, en un área boscosa, se detuvieron, reagruparon y esperaron ayuda de Humaitá. Bergés, la Junta Gubernativa y grupos de correntinos pro-López ya los habían precedido hacia Las Lomas, donde encontraron refugio en la casa de verano de Teodoro Gauna. Los paraguayos habían perdido unos cuatrocientos hombres y los aliados unos trescientos(11).
(11) Juan Crisóstomo Centurión. “Memorias o reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay” (1987), tomo 1, p. 262, Asunción (cuatro volúmenes). Ed. El Lector. En un Informe al representante paraguayo en París, el ministro de Hacienda invirtió las pérdidas, asegurando que hubo un total de entre 400 y 500 bajas para los aliados y 203 para los paraguayos. Ver: Mariano González a Cándido Bareiro, Asunción, 9 de Junio de 1865, en la Biblioteca Nacional de Asunción-Colección Juan E. O’Leary. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
De todas formas, resultó luego que los aliados carecían de suficiente apoyo naval para permanecer en Corrientes. Definitivamente no tenían deseos de perseguir a Martínez lejos del río y de la protección de los cañones navales. En vez de eso, marcharon a la ciudad y tomaron una gran cantidad de armas y municiones paraguayas(12). Luego, durante la noche, celebraron con tragos y fuegos artificiales. Los correntinos mostraron poco interés en estas festividades y ningún signo en absoluto de amistad hacia sus liberadores porteños(13).
(12) Los ítems tomados incluían cerca de trescientos rifles e igual número de filosas lanzas. Ver: Parte Oficial de Paunero, Corrientes, 26 de Mayo de 1865, en el periódico “La Reforma Pacífica” (Montevideo), 2 de Junio de 1865; y Paunero a Gelly y Obes, a bordo del vapor “Pavón” en el Rincón de Zeballos, 29 de Mayo de 1865, en el periódico “La Nación Argentina”, 8 de Junio de 1865.
(13) Juan Bautista Charlone a Gelly y Obes, Corrientes, 26 de Mayo de 1865, en la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Sección Manuscritos, Doc. 15.039. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Parte de la gente de la ciudad mantuvo su distancia preocupada de que los paraguayos contraatacaran, pero una mayoría no consideró el asalto como una victoria verdadera, excepto los liberales. De hecho, las tropas brasileñas y argentinas saquearon al menos un grupo de casas y se quedaron con los restos que encontraron, lejos de un tipo de conducta calculada para construir apoyo para la causa aliada entre los correntinos(14).
(14) Ver: “Registros de la Comisión Fiscal” (Mayo-Agosto de 1865), en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 26, 60, Nros. 1-164; y testimonio de Víctor Silvero, citado en Arturo Rebaudi (1924). “La declaración de guerra de la República del Paraguay a la República Argentina”, pp. 10-11, Buenos Aires. Ed. Serantes Hermanos. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
En cuanto a Cáceres, cuya participación Paunero había considerado tan crucial, no consiguió llegar sino hasta el día siguiente. Para lograr la máxima perturbación de los movimientos paraguayos, Paunero deseaba estacionar la flota brasileña más adelante, directamente en el canal que separaba Corrientes del Paraguay. Esto evitaría cualquier rápido refuerzo a Martínez desde el lado opuesto del Paraná.
El almirante Barroso se resistió, sin embargo, alegando que su flota no tenía pilotos familiarizados con esa parte del río. Temía que sus barcos pudieran encallar y quedar bajo los cañones de Paso de la Patria(15).
(15) Francisco Manoel Barroso a Paunero, a bordo del vapor “Biberibe” en Corrientes, 25 de Mayo de 1865 (11:00 de la noche), en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 150, Nro. 45, pp. 198-199. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aunque no se hicieron grandes comentarios de esto en su momento, la negativa de Barroso al requerimiento argentino era sólo una primera muestra de lo que se convertiría en un problema crónico: sin un Comandante General, las fuerzas navales y de tierra operaban autónomamente y sus líderes no podían o no querían subordinar sus intereses individuales a una meta común. Los celos jugaron un papel en esto, como lo hizo la desconfianza, todo lo cual era de mal augurio para el futuro(16).
(16) Mitre pensaba que el asalto del 25 de Mayo había sido un serio error porque había sido lanzado sin prestar seria atención a las operaciones combinadas con los brasileños o al rol de los hombres de Cáceres. Ver: Estanislao Zeballos, “Batalla de Corrientes”, en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 141, Nro. 26. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Renuentemente, Paunero reembarcó a sus tropas a bordo de los transportadores brasileños. Los correntinos, que habían tomado con indiferencia la presencia de las huestes argentinas, salieron de sus casas para mirar las tropas. Paunero les dijo que proporcionaría transporte a todos los que desearan marcharse, pero pocos locales hicieron uso de la oferta. Para la mañana del 27 de Mayo, las Fuerzas aliadas estaban navegando al sur, una vez más buscando a Robles.
La prensa porteña celebró el asalto del 25 de Mayo de 1865 como un gran triunfo para Argentina y, de hecho, Paunero tenía mucho por lo cual sentirse bien al respecto. Como acción de desgaste, su ataque había sido completamente exitoso.
Confundió a los agrandados paraguayos y frustró sus planes de avanzar más hacia el sur. Ahora tendrían que preocuparse de similares ofensivas aliadas en su retaguardia y esta preocupación, a su vez, justificaba una revisión completa de su posición estratégica.
El Gobierno de Buenos Aires había ordenado a Paunero retrasar a Robles de cualquier manera; su asalto a Corrientes cumplió eso mejor que todo el hostigamiento que se había hecho hasta entonces sobre la principal columna paraguaya. Pese a este éxito del 25 de Mayo, Paunero no podía jactarse demasiado. Había sufrido fuertes bajas sin realmente disminuir el número de paraguayos que lo enfrentaban. Y, sin suficiente apoyo naval, jamás podría soñar mantener Corrientes.
Por lo tanto, aunque pudiera hablar de una significativa victoria aliada, todavía tenía mucho de qué preocuparse. Pronto corrió la voz entre el Ejército, además, de que los paraguayos peleaban como jaguares y que no se rendían ante fuerzas superiores.
- El mariscal exagera
Cuando Solano López se enteró del ataque de Paunero a Corrientes se enfureció. La mayor parte de su flota estaba anclada en Asunción, incapaz de responder apropiadamente a esta obvia amenaza.
El mariscal tenía hombres listos en Humaitá, pero ninguna forma de transportarlos en número suficiente a través del río hasta Martínez. Trastornado, convocó a su escriba y le dictó un elaborado despacho a Robles, quien en ese momento estaba todavía posicionándose a lo largo del río Santa Lucía.
López le ordenó a su general levantar campamento y retornar con prisa a Corrientes con la totalidad de la división Sur:
“No hay necesidad de marcha forzada, pero no debe perder tiempo. Se entiende que usted no debe dejar un solo hombre atrás, sino reforzar nuestras tropas (...). Si el general Urquiza lo persigue, intente evitar contacto y pelear únicamente si no le queda alternativa, siempre teniendo presente que cuanto más lo haga ingresar (a Corrientes) más lejos estará de su base de abastecimiento, mientras usted se estará aproximando y finalmente uniéndose con nosotros”(17).
(17) López a Robles, Asunción, 26 de Mayo de 1865, citado en Efraím Cardozo. “Hace cien años (crónicas de la guerra de 1864-1870)” (1968-1982), tomo 2, pp. 42-44, publicadas en el periódico “La Tribuna”, Asunción (trece volúmenes). Ediciones EMASA. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El mariscal tenía información incompleta cuando compuso su despacho y lo envió sin esperar una actualización. El hecho era que Martínez había reocupado Corrientes; el Ejército de Paunero se había retirado a Esquina, un pueblo bien al sur de Goya; Cáceres había vuelto a las tierras interiores, lejos de los paraguayos; y ni Mitre ni Urquiza podían prometer refuerzos en el corto plazo. No había amenaza.
El carácter de López era tal, sin embargo, que era incapaz de retractarse de su orden. Para entonces Robles estaba preparado para marchar sobre Goya. Cuando finalmente estaba comenzando a sentirse seguro de sí mismo como general en combate y sus hombres estaban descansados, llegaba ahora esta inexplicable instrucción de dar vuelta, abandonar el campo de batalla y retomar su camino al norte, hacia Corrientes.
Robles simplemente no podía creerlo, ya que una vez que la ofensiva había comenzado era obligación mantenerla. El general supuso, en consecuencia, que el mariscal había emitido su orden sin conocimiento completo de lo que había pasado en la capital provincial(18).
(18) Robles mismo supo de estos acontecimientos un día y medio después del retiro de Paunero. Ver: Orden General de Robles, Santa Lucía, 29 de Mayo de 1865, en “Copiador de Notas de Robles (Abril-Mayo 1865)”, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación, Nro. 2.373. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Por un tiempo el general le dio largas al asunto; luego envió a su propio mensajero para pedir una clarificación. Cuando la pregunta llegó a Asunción, Solano López salió de sí. ¿Cómo se atrevía este general a cuestionar sus órdenes?
Peor aún, comenzó a pensar que Robles no solamente era estúpido, sino que estaba activamente socavando los objetivos de guerra de los paraguayos. Sus sospechas se vieron confirmadas a sus ojos cuando se enteró de que Robles había ocupado Goya el 2 de Junio. Ese mismo día el mariscal anunció su decisión de trasladarse al frente a comandar personalmente a sus fuerzas en el campo de batalla(19).
(19) Proclama de López, Asunción, 2 de Junio de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 343, Nro. 9. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El general paraguayo no pretendía parecer insubordinado, pero Goya había siempre ocupado un amplio sitial en sus planes estratégicos. Poseía el mejor puerto de las inmediaciones. Los aliados la habían dejado sin defensa y todavía los paraguayos podían fácilmente incorporarla a su propio paraguas defensivo desde sus campamentos en Santa Lucía.
Más importante todavía: Goya estaba localizada en la ruta mejor y más corta hacia el río Uruguay lo que significaba, en efecto, que solamente unos pocos días de marcha separaban ahora a Robles de sus amigos orientales. Es fácil ver por qué era renuente a partir teniendo cerca un premio de semejante valor.
Solano López no tenía paciencia con los “rebeldes” comandantes de campo. Con sus acciones, Robles había plantado la semilla en la mente del presidente de que algo estaba muy mal en la división Sur. El 4 de Junio de 1865 el general recibió confirmación de la orden anterior. En un lenguaje que era a la vez brusco y agrio, Solano López le recordó el lugar que ocupaba, señalando que su desobediencia había frustrado el cronograma en el resto de las operaciones militares(20).
(20) Esto era sin duda una referencia a las operaciones que acababan de comenzar en las misiones. Ver: Solano López a Robles, Asunción, 2 de Junio de 1865, en Efraím Cardozo. “Hace cien años (crónicas de la guerra de 1864-1870)” (1968-1982), tomo 2, pp. 53-55, publicadas en el periódico “La Tribuna”, Asunción (trece volúmenes). Ediciones EMASA. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
¿Por qué tenía que insistir el mariscal ahora en este curso de acción preparado el 26 de Mayo? Robles, después de todo, tenía razón; la situación había cambiado. Al buscar una respuesta tenemos que recordar que el régimen de López estaba ataviadamente enfocado en el poder y prestigio del Jefe Ejecutivo.
Cualquier sugerencia de falibilidad pondría en entredicho todo el sistema. Solano López reaccionó instintivamente para protegerse a sí mismo, su familia y el orden establecido. El podía cambiar de opinión, pero nadie podía cambiarla en su nombre.
Tampoco está claro cuán confiable era la inteligencia que había recibido. Martínez se había reportado; sus hombres habían comenzado a levantar los cadáveres del campo de batalla y de las lodosas aguas del arroyo Poncho Verde. Ochenta y tres soldados heridos en el combate estaban siendo atendidos en un Convento convertido en hospital a un costado de la ciudad.
Aparte de esto, la única noticia digna de atención era la llegada, algunos kilómetros al sur, del barco británico “Dottorell” y el italiano “Veloce”, los dos con intenciones de navegar hasta Asunción a evacuar a sus respectivos compatriotas. Los brasileños, que insistían en la inviolabilidad de su bloqueo, trataron de detener el paso, por corto tiempo(21). No había evidencia de actividad enemiga(22).
(21) W. F. Johnson, comandante del “HMS Dottorell”, a José Bergés, fuera de Corrientes, 1 de Junio de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 22, 64, Nro. 7; Efraím Cardozo. “Hace cien años (crónicas de la guerra de 1864-1870)” (1968-1982), tomo 2, pp. 45-48, publicadas en el periódico “La Tribuna”, Asunción (trece volúmenes). Ediciones EMASA. Poco antes, el barco paraguayo “Pirabebé” había disparado fallidamente al “Dottorell”; el comandante de aquél se disculpó luego de que el británico izara la “Union Jack”, enviando una Nota en la que decía que la mala visibilidad lo había llevado a confundirlo con un buque de guerra brasileño. Ver: Toribio Pereira a W. F. Johnson, inmediaciones de Corrientes, 13 de Mayo de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 22, 64, Nro. 5; y el periódico “The Times” (Londres), 3 de Julio de 1865. El barco británico continuó hasta Asunción a evacuar a los súbditos que optaron por salir.
(22) “Memoria de José N. Alsina” (¿1889?), en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 141, Nro. 34. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El mariscal también había escuchado de Bergés, sin embargo, que en su Nota, el ministro de Relaciones Exteriores puntualizaba que los buques de guerra de Barroso estaban todavía merodeando en las cercanías del Riachuelo. Quizás Solano López sospechó que un nuevo asalto aliado estaba en preparación. En cualquier caso, él había dado a Robles dos veces una orden y esperaba ahora ser obedecido.
Robles se sintió castigado, incluso un poco temeroso. Olvidó todo acerca de las implicancias militares de abandonar Goya y, luego de prender fuego a algunos edificios, hizo regresar a su Ejército(23).
(23) Lagraña a Gelly y Obes, Esquina, 7 de Junio de 1865, en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 150, Nro. 45, p. 202. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El 13 de Junio de 1865 la división Sur alcanzó Empedrado. El raro movimiento de la columna paraguaya dejó perplejo a Paunero quien primero supuso que Robles pretendía atacar San Roque en su camino al Uruguay.
Cuando el comandante paraguayo no hizo movimientos en esa dirección, las principales fuerzas argentinas se mantuvieron en posición y dejaron que los irregulares de Cáceres provocaran algunas escaramuzas con el enemigo.
Como fuera, Paunero estaba considerando llamados urgentes a unir sus tropas a la fortificación aliada en Concordia y no quería confrontación en ese momento. Poco más ocurrió mientras los aliados ponderaban sus próximos pasos. Mientras tanto, Robles recibió una orden de acampar sus fuerzas en el Paraná, en el Rincón de Peguahó. Su misión ahora era evitar el paso de la flota brasileña, insólita tarea para un ejército.
Los aliados tenían razones para sentirse desconcertados, ya que en verdad los movimientos paraguayos no tenían sentido. En los dos meses desde que la guerra había comenzado en Corrientes, Robles había marchado alrededor de 350 kilómetros en territorio argentino y no había todavía peleado una batalla importante. Lo que había conseguido tenía poco valor estratégico si no lograba avanzar más allá.
En cambio, se retiró debido a un breve, aunque violento, asalto a sus espaldas. Y ahora, más extraño todavía, esperaba a orillas del río para mantener bajo control a siete buques de guerra brasileños. Nada de esto era útil y tampoco necesario.
En su ofensiva política, los paraguayos no lo hicieron mejor tampoco. Bergés y Silvero eran individuos trabajadores que luchaban incesantemente para convencer a los correntinos a adherirse a la causa del mariscal. Con los seguidores del partido federal -y sus extendidas familias- tuvieron cierto éxito. La Junta también se las arregló para reclutar varios centenares de hombres para servir en el Ejército paraguayo(24).
(24) La “división” correntina tenía diez oficiales y 130 hombres el 29 de Mayo de 1865. Robles al (¿ministro de Guerra?), Santa Lucía, 29 de Mayo de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 448, Nro. 1. El número creció hasta a alrededor de 900, de acuerdo con un desertor que se cruzó a líneas aliadas en Septiembre. Ver: Testimonio de Juan de la Cruz Arom, García Cué, 15 de Septiembre de 1865, en el Museo Mitre, Archivo inédito, Buenos Aires, Doc. 7.614. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Estas fuerzas eran tan irregulares como las de Cáceres y peleaban tan brutalmente como ellas. Sirvieron como exploradores y rastreadores para Robles y fueron particularmente efectivas contra la resistencia mitrista en los Departamentos de Itatí, San Cosme y Yaguareté Corá(25).
(25) El que estas tropas pelearan bajo bandera paraguaya demostraba la hipocresía de la denuncia del mariscal del patrocinio de Mitre a la Legión Paraguaya. Ver: Efraím Cardozo. “Hace cien años (crónicas de la guerra de 1864-1870)” (1968-1982), tomo 1, p. 206, publicadas en el periódico “La Tribuna”, Asunción (trece volúmenes). Ediciones EMASA; y “Memoria del comandante Manuel Vallejos” (28 de Mayo de 1889), en el Museo Histórico Militar, Asunción-Colección Zeballos, carpeta 141, Nro. 12. // Todo citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aún así, su número era reducido y su apoyo precario. Los correntinos comunes -la gente que Bergés y la Junta desesperadamente trataban de atraer- permanecieron indiferentes a los llamados paraguayos. Su actitud de incertidumbre era entendible, pero los paraguayos se cansaron de esperar su conversión. El mariscal era poco proclive a los gestos políticos cuando había soluciones militares libremente a disposición.
Ahora que la batalla de La Batería había terminado, se hartó de la interminable adulación a Corrientes y exigió que sus oficiales se pusieran a tono con la guerra. Bajo semejante presión, las esperanzas de Bergés de una reaproximación entre los dos pueblos guaraní-parlantes se diluían irremediablemente.
Hizo un nuevo intento al establecer un Comité de diez miembros para investigar denuncias de los robos y el caos provocados por los aliados luego del asalto del 25 de Mayo de 1865. Los comerciantes, especialmente extranjeros, presentaron sus quejas a este Comité, que siguió funcionando hasta finales de Agosto(26).
(26) Para ejemplos de grandes reclamos contra los brasileños, ver “Testimonio de Juan Cánepa”, 5 de Agosto de 1865, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco I-30, 26, 60, Nro. 100. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La Junta Gubernativa repetidamente trató de servir como un conducto entre los paraguayos y los correntinos en el sur de la provincia. Bergés alentaba a Silvero y sus asociados a considerarse aliados, no sivrientes. Un resultado al principio fue que abiertamente buscaron contactar con Nicanor Cáceres para proponerle alejarse del Gobierno Nacional(27).
(27) Ver, por ejemplo, Sinforoso Cáceres a Nicanor Cáceres, 27 de Abril de 1865, en el periódico “La Nación Argentina”, 10 de Mayo de 1865. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
También hicieron varios intentos clandestinos de abrir negociaciones con su viejo jefe, Urquiza, y al menos en una ocasión -ahora entendida como únicamente un sondeo- trataron de tentar a algunos importantes oficiales porteños a volverse contra Mitre y sus amigos brasileños(28).
(28) León Pomer. “Cinco años de guerra civil en la Argentina” (1986), pp. 27-28, Buenos Aires. Ed. Amorrortu. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Ninguno de estos esfuerzos tuvo éxito. Y mientras pasaba el frío invierno sudamericano, los miembros de la Junta fueron perdiendo la poca legitimidad que poseían en la provincia. También se dieron cuenta de los descartables que en verdad eran. Más y más el trío se veía recurriendo a Bergés como alguien que podía protegerlos de Solano López y de los Ejércitos Aliados.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores no sentía escrúpulos al responsabilizarlos por cada política fracasada en Corrientes.