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JUAN ESTEBAN PEDERNERA, PRESIDENTE PROVISIONAL

- El vice del "presidente olvidado"

Juan Esteban Pedernera nació en la Navidad de 1796, en San José del Morro, San Luis. Hay controversia en cuanto a quién fue su padre. En algunas constancias se habla de Juan Esteban Quiroga. En otras no. Su madre fue Dominga Pedernera.

Lo cierto es que su apellido fue el materno. Ingresó a un convento de los Dominicos, seguramente impulsado por sus tíos Pedro y Domingo Pedernera, quienes eran frailes de esa congregación. Sin embargo, su futuro no pasaba por ahí.

Escapó del convento para alistarse como soldado en el Regimiento de Granaderos a Caballo, el 1 de Septiembre de 1815. Integró luego el Ejército de los Andes, y tuvo destacada participación en las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú.

Formó parte de la segunda campaña al sur de Chile para terminar su liberación. Participó, en ese marco, de la batalla de Bío-Bío que puso fin a la presencia española en el país trasandino. Luego marchó a Perú, para actuar en la campaña que logró su independencia.

Pasó luego a formar parte del Escuadrón de Húsares, que sirvió de base al Ejército peruano. Su valiente comportamiento en la batalla de Ica, el 25 de Mayo de 1822, lo hizo acreedor al título de Héroe de Ica. También actuó bajo las órdenes del general Andrés Santa Cruz, en las acciones que significaron la derrota de las fuerzas españolas en el Alto Perú.

Terminada su participación en las guerras por la Independencia, decide regresar al país con el grado de Coronel. Se alista entonces como jefe del Regimiento 8 de Caballería en la guerra contra el Brasil. Luego integra las filas del general Lavalle, que persiguen, atrapan y dan muerte a Manuel Dorrego.

Participa de la mayoría de las batallas de aquella Argentina en guerra civil, desorganizada y a merced de los caudillos. Debe emigrar a Bolivia, en donde es muy bien recibido por el mariscal Santa Cruz. En 1834 se reincorpora al Ejército del Perú.

Deportado por el presidente Gamarra, en 1839, se dirige a Chile, y de ahí pasa a La Rioja. Acompaña al general Lavalle en su enfrentamiento contra Rosas. Allí, Lavalle es derrotado y cae muerto. La tropa que conduce su cadáver hasta Potosí, en donde es sepultado, es comandada por Pedernera quien, en 1843, reingresa al Ejército peruano, para retornar a Buenos Aires tras la caída de Juan Manuel de Rosas.

En 1855 es nombrado Senador por la provincia de San Luis. Ascendido a Brigadier General, en 1856 es designado Comandante de la División Sud y Fronteras de las provincias de Córdoba y San Luis.

El 9 de Abril de 1859 es electo gobernador de San Luis. El 2 de Junio abandona el cargo, para atender la seguridad de su provincia en el campo de acción. Participa de la batalla de Cepeda, que significó el triunfo de la Confederación sobre Buenos Aires.

El 11 de Noviembre de ese mismo año es signatario, junto con el doctor Dante Aráoz y el general Guido, del Pacto de San José de Flores.

El 19 de Febrero de 1860 es electo vicepresidente de la Nación, integrando la fórmula con Santiago Derqui, "el presidente olvidado". La elección tuvo su curiosidad, según relata el jurisconsulto Matienzo:

La diferencia entre los dos candidatos, Marcos Paz (49) y Pedernera (45) era de sólo 4 votos. El Congreso eligió al general Pedernera, que era el compañero de candidatura de Derqui. La prudencia política lo aconsejaba así, pues no hubiera sido atinado elegir para vicepresidente al candidato del partido contrario al presidente recién proclamado. Estados Unidos había reformado su Constitución, precisamente para evitar la anarquía gubernamental que resultaba de que un partido ocupara la presidencia, y sus opositores la vicepresidencia(1).

(1) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 246. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Ya en su cargo de vicepresidente, las crónicas señalan que disfruta de los debates, muchas veces acalorados, que se dan en el recinto del Senado. En la rutina diaria, se destaca la presencia de un joven taquígrafo, que había llegado desde Buenos Aires tras un duelo en el campamento del coronel Sotelo.

Su taquigrafía personal era muy apreciada por la precisión con la cual podía reproducir los debates. Ese joven, que con el sueldo estudiaba Derecho Constitucional, llama la atención de Pedernera. Un día, pues, el vicepresidente se acerca al meritorio, con quien mantiene el siguiente diálogo:

- “Yo le voy a poner el hombro... usted merece que se lo tenga en cuenta...".
- “Gracias, Excelencia".
- “Me gusta que tenga ideas propias y ¡que las defienda..! Y veo que hasta se anima a criticar en los papeles públicos al mismo general Urquiza... vaya, pues amiguito...(2).

(2) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), pp. 247-248. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Ese taquígrafo era nada menos que José Hernández. La violencia política continúa en aquella Argentina. Tras el asesinato del gobernador Benavídez, José Antonio Virasoro es designado Interventor de San Juan. Los rasgos obsesivos de su personalidad, sumados a sus arbitrariedades, dan pie a una reacción del pueblo.

Virasoro responde con violencia. Desde Buenos Aires se alzan voces con críticas severas hacia el interventor. Esa voces son encabezadas por Mitre y por Sarmiento. La respuesta a la represión de Virasoro es también brutal: el interventor es asesinado delante de su familia.

El crimen genera una dura polémica entre Urquiza y Mitre. Urquiza, quien luego de dejar el cargo de presidente había sido nombrado gobernador de Entre Ríos y seguía manejando las riendas del poder en la Confederación Argentina, reacciona ante ese hecho, de cuya responsabilidad se hace cargo a Mitre.

Muerto Virasoro, el presidente Derqui debe nombrar a su reemplazante. La decisión no es fácil, por lo que consulta tanto a Urquiza como a Pedernera, con quien mantiene el siguiente diálogo:

Derqui:
- “¿Qué podemos hacer? ¿A quién mandar?
Pedernera:
- “¿Recuerda, Presidente, que usted mismo tuvo que ir allá hace dos años a atemperar las pasiones?
Derqui:
- “Cierto; es inaudito. ¡Cómo un pueblo culto puede ensañarse así!
Pedernera:
- “Valiente y muy disciplinado es Barbeyto...”.
Derqui:
- “Más me gustaría el gobernador Saá, paisano suyo también...”.
Pedernera:
- “Saá es demasiado enérgico. Yo me inclinaría por Barbeyto”.
Derqui:
- “¡Vea que cuesta pacificar el país..! No, voy a mandar a Saá nomás. Debemos imponer disciplina, aunque sea a la fuerza(3).

(3) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 249. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Finalmente, Derqui nombra como Interventor de San Juan al coronel Saá, a la sazón gobernador de San Luis. Sus Instrucciones eran las siguientes:

Por la Nota insolente de Coll, por la carta de Aberastain publicada en Buenos Aires, se ve que están resueltos a resistir toda Intervención, y que tendrá V. S. que ejercerla con la espada en la mano.
Los medios de resistencia que emplearán serán la fuerza, si se creen con la suficiente, o la astucia, para adormecer a Ud. y esperar el tiempo...
Debe Ud. prepararse para dejar bien puesto el honor de las armas nacionales, en el primer caso, y para no dejarse entretener.
Debe Ud. exigir una sumisión perentoria, de grado o por fuerza; creo el uso de esta última, se hará indispensable...(4).

(4) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 249. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

En San Juan no habrá paz con Saá. Así, el levantamiento contra la Intervención se concreta el 11 de Enero de 1861, en la batalla de la Rinconada del Pocito. Mueren 400 sanjuaninos y, en el paraje Alamos de Barboza, es asesinado el cabecilla del movimiento, Aberastain.

El 14 de Enero de 1861, Pedernera recibe la notificación por la cual el Gobierno de Buenos Aires lo nombra para encabezar el cortejo que tiene como misión la de trasladar los restos del general Lavalle, procedentes de Chile.

En respuesta a esta invitación, el vicepresidente le dicta la siguiente carta a su taquígrafo, José Hernández:

He recibido con la copia del decreto de V. E., fecha 31 de Diciembre último, una nota invitación para presidir el cortejo que deberá acompañar los restos mortales del general, Dn. Juan Lavalle, hasta la capital de esa provincia.
V. E. alude en ella a mis antecedentes en la gloriosa lucha de la Independencia, e importantes servicios prestados a la causa de la Libertad, como compañero de armas del ilustre general Lavalle, esperando mi concurrencia a solemnizar el acto de justa reparación, a que han unido su nombre los generales Las Heras y Deheza.
Señor: cuando en la fuerza de la vida y en el vigor de la edad, salvé a todo riesgo, veinte años ha, el cadáver de mi valiente compañero de armas, por evitar a sus restos mortales los ultrajes de un enemigo feroz, que fanatizado por el inexorable espíritu de partido, habría despedazado su cuerpo muerto, llené un deber de caballero y de soldado que me imponía la amistad.
Conociendo íntimamente los sentimientos del general Lavalle, su patriotismo, su deseo de ver la patria unida, su magnánimo carácter, que no hacía distinción de partidos ni de localidades, siendo argentinos, soy uno de sus admiradores; porque estoy cierto que si el general Lavalle hubiera vivido, tendríamos todavía la fortuna de formar juntos, bajo una misma bandera con que atravesamos los Andes en busca de la Libertad, para afirmar la Independencia que debía darnos una organización nacional a la altura del siglo, y asegurando para todos los argentinos la igualdad de derechos, y para todas las provincias que componen la Nación la igualdad de cargos y deberes.
Una bala perdida, hiriendo en el corazón a mi noble compañero de armas, cortó su carrera, pero dejó vivo en todos los que le conocimos y en el pueblo argentino, un recuerdo imperecedero.
El general Lavalle, que en su guerra a la tiranía aceptaba igualmente los servicios de los federales y de los unitarios, siempre que quisieran verter su sangre por la libertad de la Nación, no necesita, a mi juicio, una reparación de parte de la patria, porque ella nunca le hizo la injuria de confundirlo con aquéllos de sus hijos a quienes mueven las pasiones bastardas de partidos enconados.
Si durante la vida acompañé al general Lavalle en sus largas campañas, y arriesgué gustoso la mía, para salvar sus despojos, yertos ya, bien puede comprenderse, señor, que acompañaría su féretro, con el alma dolorida, aunque satisfecho de asistir a los honores que se tributan a su memoria por el Gobierno de V. E.
Pero a consecuencia de esas mismas luchas por la Libertad en que ha corrido mi sangre varias veces, en holocausto siempre al gran principio de la organización nacional, que debía nacer de la Independencia, mi salud debilitada no me permite, bien a pesar mío, aceptar la honrosa invitación de V. E., acordándome la presidencia de la Comisión que debe conducir los restos mortales del general Lavalle a Buenos Aires, en memoria sin duda del honor que tuve, presidiendo el puñado de valientes que salvó su cadáver.
Dígnese V. E. aceptar mis agradecimientos y la expresión de perfecta consideración con que soy de V. E. obsecuente servidor(5).

(5) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), pp. 251-252. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

En tanto, las tensiones vuelven a aparecer entre los Gobiernos de la Confederación Argentina y el de la provincia de Buenos Aires. Se avecinaba una nueva revuelta armada. El espíritu del Pacto de San José de Flores estaba roto.

Es entonces que Pedernera, que se encuentra en ese momento a cargo de la Presidencia, envía al Congreso un proyecto de ley en el que pide se autorice al

Poder Ejecutivo Nacional para emplear la fuerza pública y usar todos los recursos de que dispone la Nación en cuanto sean necesarios, a fin de compeler y reprimir al Gobierno rebelde de la provincia de Buenos Aires, y sujete a la obediencia de la Ley común y el cumplimiento de sus deberes”.

En los fundamentos de este proyecto, el vicepresidente hace una dura imputación al Gobierno bonaerense, en los términos siguientes:

El Gobierno de un Estado soberano, en caso de guerra y sintiendo amenazadas su seguridad e independencia, podría apenas producirse en los términos en que lo hace la provincia de Buenos Aires, parte integrante de la Nación Argentina y sujeta a la obediencia de un Gobierno Nacional por la Constitución y los Pactos más solemnes.
Esta desobedece sus mandatos; interpreta y aplica las leyes en el sentido de sus deseos, y encontrando en su espíritu ambicioso, en sus tendencias dominadoras y en la pequeñez de sus fuerzas, bastantes elementos de insubordinación, intenta detener a cada paso la marcha política y administrativa de la Nación: pedir cuenta a sus altos poderes; protestar y condenarlos por cuanto han hecho o dejado de hacer, que se oponga a sus egoístas intereses y conocidos designios.
Así, se opuso a elegir Diputados con arreglo a la ley nacional; rehusó mandar a practicar nuevas elecciones; patrocina la no incorporación de los Senadores a su Cámara respectiva; condena la aprobación prestada a los actos del comisionado de San Juan, a la Intervención del Gobierno Nacional en las provincias de Córdoba y San Luis y, en general, toda medida de alguna trascendencia adoptada por el Congreso o por el Poder Ejecutivo Nacional en uso de sus derechos y altas atribuciones y al objeto de salvar y conservar esas mismas instituciones que el Gobierno de Buenos Aires supone violadas con hechos, que traducen por impunidad constitucional por los ejecutores de la ley, y reconocimiento de la facultad de los Gobiernos de provincia, para hacerse entre sí la guerra, y cuanto más ocurrir puede a un Gobierno de provincia, erigido en juez de la Nación.
Eso sólo basta para que reconozcáis los muchos errores, el espíritu díscolo y subversivo de un Gobierno de provincia que desobedece al Gobierno General y presenta en su actitud una resistencia pasiva a la marcha del país y del Gobierno. Al presente, esa acción no es de resistencia inerte, sino armada, invasora y disolvente de la nacionalidad argentina. Declara que sostiene y ayudará a sostener la resistencia y disposiciones anárquicas que se despiertan en las demás provincias de la República, prestándoles toda cooperación y ayuda, y marcha en fin sobre las fronteras de éstas en actitud bélica y con los expresados criminales designios.
Es tiempo ya de manifestarlo tal, y después de haber agotado inútilmente todos los recursos del patriotismo, los resortes de una sana política y una contemplación fraternal que se le contenga, repeliendo la fuerza con la fuerza, y usando ya de enérgicas medidas para hacerlo cumplir con su deber, impedir esa propaganda disolvente de la nacionalidad y castigar esos actos que tienden a echar por tierra toda institución, toda autoridad y todo elemento de vida propia en la República Argentina, a la que pretende sustituirse en nombre de una fracción del pueblo que le ha confiado sus destinos(6).

(6) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), pp. 264-265. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

El Congreso convalida la iniciativa, pero vota una ley aún más dura, que dispone la Intervención de la provincia de Buenos Aires y la declaración del estado de sitio en todo su territorio. La consecuencia es la batalla de Pavón.

Las fuerzas de la Confederación son lideradas por el capitán general Justo José de Urquiza, y las de la provincia de Buenos Aires por el brigadier general Bartolomé Mitre. La historia dice que fue una batalla extraña, en la que las huestes de Mitre salieron victoriosas.

Muchos de sus protagonistas nunca supieron bien qué pasó. La tropa de Urquiza jamás comprendió por qué el Capitán General decidió una retirada inexplicable, cuando podría haber ganado. Para otros, fue una batalla en la que no hubo vencedores.

Lo cierto es que, tras esa contienda, la Confederación queda herida de muerte y el Gobierno de Derqui también. El presidente intenta rehacerse. Logra que el Congreso apruebe el Presupuesto de 1862 pero, tras suyo, avanza el Acuerdo entre Urquiza y Mitre.

Urquiza, quien se ha sentido traicionado por Derqui, ha decidido derrocarlo. Derqui, conciente de ésto, se traslada a Santa Fe y, sorpresivamente, aborda el buque de guerra británico "Ardent". A las dos de la tarde del 5 de Noviembre de 1862 Pedernera -quien está a cargo del Poder Ejecutivo- se entrevista con el presidente:

Derqui:
- “Estoy decidido a retirarme de la escena pública, como lo haré conocer del Gobierno por una Nota que hoy mismo le pasaré. Inmediatamente saldré de aquí”.
Pedernera:
- “¿No cree, Excelencia, que antes de dar este paso, convendría agotar las tentativas de reconciliación?
Derqui:
- “Ya es imposible. Me reservo el derecho, para después de presentar un Manifiesto a los pueblos en el cual daré cuenta de mi conducta. No lo haré ahora para no promover la guerra civil. En cuanto se reúna el Congreso presentaré la renuncia”.
Pedernera:
- “Yo le insistiría, en nombre de la Confederación, que antes de dar este paso lo meditara con serenidad”.
Derqui:
- “Ya está resuelto en forma irrevocable. No quiero ni pretendo ser un obstáculo para lo que pueda hacerse -quitado el pretexto de mi persona-, en bien del país. Y, sobre todo, general Pedernera, por respeto a las Instituciones de Mayo. Deseo la conservación de nuestras Instituciones y hago votos por el triunfo definitivo de las mismas desde la vida privada a que me retiro para siempre(7).

(7) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 274. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Ese mismo día, Pedernera le envía una carta a Urquiza, en la que le detalla la entrevista con Derqui, y que finaliza así:

Por mi parte agregaría a V. E. que me consta el descontento y cansancio en que se encuentra toda la Guardia Nacional que tiene Mitre. Con ningún hombre de ésos hará campaña contra las provincias. De Buenos Aires también escriben que su campaña está insurrecta, que en la misma ciudad hay un foco de descontento, cuya fermentación estallará con la más pequeña chispa. En Santa Fe, nos quedan fuerzas, el espíritu se reanima y Mitre está reducido a sólo Rosario.
Laprida, con mil quinientos hombres bien montados y que cada día se refuerzan, está obteniendo triunfos sobre las partidas que salen fuera de Rosario. En fin, por no demorar más estos acontecimientos, que quizá importen a V. E., concluiré repitiéndome como siempre de V. E., su Afmo. compatriota y amigo(8).

(8) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 275. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

- Pedernera, Presidente Provisional

Pedernera se hace cargo de la Presidencia en una situación muy comprometida. La Confederación no tiene fondos para funcionar. Pedernera desconoce las negociaciones secretas entre Urquiza y Mitre. Debe hipotecar la Casa de Gobierno para salvar al ministro de Hacienda, que había salido de garante para obtener recursos para el Fisco.

Nombra como secretario de la presidencia a José Hernández. Le ofrece a Urquiza asumir el poder supremo de la Nación. Busca desesperadamente neutralizar el poder de Buenos Aires, pero no lo logra. Todo es en vano.

Para peor de males, el 1 de Diciembre de 1861, la provincia de Entre Ríos decide reasumir su soberanía. Se declara en paz con el resto de las provincias y retoma el control de su Aduana. Así, sin el manejo de la Aduana, ni de las cuentas públicas, con las arcas del Fisco vacías y sin poder reunir el Congreso, Pedernera comprende que su poder es nulo.

Las consideraciones militares eran aún más apremiantes, por cuanto hacia fines de Noviembre la campaña de Mitre en el Interior empezaba a cobrar forma. Con el fin de que el programa de Mitre de reorganización nacional tuviera éxito -de acuerdo con las condiciones impuestas por los porteños- había que colocar Gobiernos simpatizantes en las provincias.

Mucho antes de Pavón, las autoridades de Paraná habían seriamente debilitado con sus intervenciones la base de poder pro porteña en las provincias. En consecuencia, la responsabilidad de extender la influencia porteña en esas provincias, sea por medios políticos, sea por militares, dependía de Buenos Aires. Mitre había resumido esta situación al gobernador provisional de Buenos Aires, Manuel Ocampo, poco después de la captura de Rosario:

Mientras tanto tenemos en contra, además de la provincia de Córdoba, que no se moverá sino por nuestra acción directa, a la provincia de Entre Ríos, con Urquiza a la cabeza, y a Corrientes, mientras Urquiza armado sobre ella, como obra hoy, con más medios que nosotros, que por lo pronto no tenemos alli ningunos.
Sigue San Luis y Mendoza, y no quiero contar a San Juan, que seguiría el movimiento general en uno u en otro sentido. Después viene La Rioja y Catamarca, y Catamarca con el prestigio de una victoria que nos ha convertido en enemigo la provincia de Tucumán.
Salta estará con nosotros si triunfamos de los demás, pero no se comprometerá con nosotros, y Jujuy estará siempre con el más fuerte. En cuanto a Santiago del Estero ya sabemos que está con nosotros, pero hoy se encuentra en condiciones desfavorables para cooperar a nuestros propósitos(9).

(9) Mitre a M. Ocampo, 22 de Octubre de 1861. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo VIII, p. 258, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Las nuevas del avance porteño en Santa Fe dieron aliento a un movimiento sedicioso de los liberales que se apoderaron de la Ciudad de Córdoba el 12 de Noviembre. El 21 de Noviembre Mitre pudo enviar a Wenceslao Paunero con una columna de tres mil hombres a Córdoba en apoyo de esta iniciativa. No obstante, las dudas que abrigaba por la acción de Urquiza le hicieron advertir a Paunero de

... detener o establecer sus fuerzas en el punto que encuentre más conveniente al efecto teniendo en vista dos cosas: la primera mera (sic) cubrir a Córdoba por la parte de San Luis y, la segunda, alejarse lo menos posible de su base de operaciones, que es el Litoral, no internándose por lo tanto más de lo que fuese absolutamente necesario(10).

(10) Instrucciones, Mitre a Paunero, Noviembre de 1861. Museo Mitre. “Sarmiento-Mitre. Correspondencia, 1846-1868” (1911), “Cartas inéditas del general Bartolomé Mitre”, Nro. 9.165, Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Un golpe aún más significativo fue dado el 22 de Noviembre, cuando los restos de las fuerzas de la Confederación, al mando de Benjamín Virasoro, fueron completamente dispersados en la sangrienta, si no demasiado honorable, victoria porteña de Cañada de Gómez(11).

(11) Gelly y Obes a M. Ocampo, 23 de Noviembre de 1861. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo IX, pp. 277-278, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires: “El suceso de la Cañada de Gómez es uno de esos hechos de armas muy comunes, por desgracia, en nuestras guerras, que después de conocer sus resultados aterroriza al vencedor, cuando éste no es de la escuela del terrorismo. Esto es lo que pasa al general Flores y es por ello que no quiere decir detalladamente lo que ha pasado. Hay más de trescientos muertos, y como 150 prisioneros, mientras que por nuestra parte sólo hemos tenido dos muertos y cinco heridos”. La publicación del Informe Oficial, V. Flores, 24 de Noviembre de 1861, fue demorada hasta el 30 de Noviembre en “El Nacional”. Cuando apareció por fin, declaraba que el enemigo había sufrido una pérdida de 190 muertos y de 154 capturados mientras que los porteños sólo habían tenido dos bajas. No obstante queda en pie el hecho de que de los prisioneros tomados, los tres cuartos eran tropas porteñas que habían sido capturadas por el enemigo en Pavón. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

La unión de estos tres penosos hechos; la completa bancarrota financiera de la Confederación; la pérdida de su mayor centro de poder en Córdoba; y el fracaso militar en Cañada de Gómez, fue lo que forzó a Urquiza a aceptar el ultimátum de Mitre y reconocer el rechazo de la proposición hecha por Ocampo-Ruiz Moreno(12).

(12) Mitre formuló su ultimátum al rechazar la misión Ocampo-Ruiz Moreno: Mitre a Urquiza, 19 de Noviembre de 1861. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo X, pp. 56-61, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. Las noticias de otros éxitos porteños que habían tenido lugar simultáneamente, tal como la revuelta en Corrientes, las victorias de los Taboada en las provincias del Norte y la subsiguiente invasión a Tucumán, no llegaron a tiempo para influir en la decisión de Urquiza. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

En consecuencia, no sólo se negó Urquiza a acudir en ayuda de las autoridades de Paraná, sino que el 2 de Diciembre se sometió a las demandas de Mitre de que Entre Ríos retirase su reconocimiento al Gobierno Nacional, desarmase la flota de la Confederación y desmantelase las baterías de Diamante(13).

(13) Urquiza a Mitre, 2 de Diciembre de 1861. “Archivo del general Mitre” (1911-1913), tomo X, pp. 62-64, (veintiocho volúmenes), Buenos Aires. Esta decisión se tomó inmediatamente después de saberse el rechazo de la misión Ocampo-Ruiz Moreno. Santa Cruz a Urquiza, 28 de Noviembre de 1861. Archivo General de la Nación, Archivo del general Justo José de Urquiza. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

José María Francia fue nombrado Jefe Político en Paraná y las autoridades nacionales le entregaron el Gobierno de la ciudad; una Circular enviada a los representantes diplomáticos anunciaba que Entre Ríos tenía intención de retirar su apoyo al Gobierno Nacional; y se dieron órdenes para desarmar a la flota y desmantelar las baterías, lo que debía llevarse a efecto tan pronto como Mitre y las autoridades de Buenos Aires aceptaran este arreglo de paz(14).

(14) Urquiza a Francia y a López Jordán, 1 de Diciembre de 1861. Archivo General de la Nación, Archivo del general Justo José de Urquiza. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Urquiza, al mismo tiempo, convocó urgentemente a su antiguo colega, Del Carril, a San José, porque había resuelto encargarle la misión de discutir las condiciones de paz con Buenos Aires(15).

(15) Urquiza a Del Carril, 30 de Noviembre de 1861. Archivo General de la Nación, Archivo del general Justo José de Urquiza. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Cuando las nuevas de la decisión de Urquiza llegaron a Paraná, la ciudad fue dominada por la amargura y la indignación(16).

(16) Santa Cruz a Urquiza, 3 de Diciembre de 1861. Archivo General de la Nación, Archivo del general Justo José de Urquiza; Thornton a Russell, 7 de Diciembre de 1861. Oficina Británica de Documentos Públicos, Documentos del Foreign Office, Correspondencia General 6, República Argentina, volumen 234, Nro. 112. // Todo citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires.

Desencantado pero obediente, Pedernera aceptó lo hecho por Urquiza sin discusiones y envió otra vez a Santa Cruz a San José para que recibiera las últimas órdenes de Urquiza. Otro de los agentes de Urquiza, Ricardo López Jordán, igualmente con el corazón acongojado, informó a la flota la resolución de desarmar los buques y el 12 de Diciembre los navíos llegaron a Bajada Grande, puerto de Paraná, para empezar a desmantelar sus cañones.

El 11 de Diciembre, Santa Cruz, luego de su regreso de San José, escribió a Urquiza que todo estaba pronto para la disolución del Gobierno Nacional. Al día siguiente -12 de Diciembre de 1861- se publicó el decreto:

Declárase en receso el Ejecutivo Nacional, hasta que la Nación reunida en Congreso o en la forma que estimare conveniente, dicte las medidas necesarias a salvar las dificultades que obligan al Gobierno a tomar esta disposición(17).

(17) “Rejistro Nacional (los primeros tres volúmenes impresos como Registro Oficial) de la República Argentina que comprende los documentos espedidos desde 1810 hasta 1873” (1879-1884), tomo IV, p. 422, (seis volúmenes), Buenos Aires. // Citado por James R. Scobie. “La Lucha por la Consolidación de la Nacionalidad Argentina. 1852-1862” (1964). Ed. Librería Hachete S. A., Buenos Aires. También Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), p. 278. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Dice Pedernera en su testamento histórico:

Los destinos de la Confederación estaban fijados de antemano. La retirada, al tranco, como dice en su parte el capitán general Urquiza, hacia Rosario, con todas sus fuerzas vencedoras, ignorando que también la izquierda, o sea la mayor parte de su infantería, se hallaba en el campo de batalla, y la inconsecuencia de la Escuadra nacional, causó una confusión, de donde resultó lo que vulgarmente se dice: A río revuelto, ganancia de pescadores; como todos se dispersaron, y las tropas de la Provincia de Buenos Aires estaban más cerca, regresaron, se posesionaron del campo abandonado, y la negativa del señor capitán general Urquiza en regresar con sus fuerzas, so pretexto de hallarse enfermo, vino a dar por resultado final que la historia atribuye a la Provincia de Buenos Aires un triunfo, aunque los documentos de los archivos contienen seguramente datos para demostrar lo que hemos dicho: En Pavón, por lo menos, no hubo vencidos ni vencedores.
Mucho se puede decir a este respecto, pero yo no me hallo en condiciones de decir más. Las cosas empezaron a tomar otro cariz, y la sombra del general Mitre empezó a crecer, y en breve llegó a hacerse un árbol gigante. La correspondencia celebrada entre él, el capitán general Urquiza y la que me tocó dirigirle, desde mi puesto de vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo, demuestran bien claro lo que ocurrió hasta la firma del Decreto de disolución del Gobierno en general.
Sin faltar a mi decoro, preferí retirarme del escenario político con mi conciencia tranquila, antes que sacrificar mi Patria y sus hijos, que siempre los he considerado como mis hermanos, pues todos hemos nacido bajo una misma bandera protectora(18).

(18) Luis Horacio Velázquez. “Vida de un Héroe” (1958), pp. 279-280. Ediciones Peuser, Buenos Aires. // Citado por Nelson Alberto Castro. “La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos” (2009), Editorial Vergara, Grupo Zeta, Barcelona.

Tras ser destituidos Santiago Derqui y Juan Esteban Pedernera, se produce la disolución de los poderes constitucionales:
* Es la primera suspensión parcial de la Constitución Nacional de 1853; y
* Los derechos y garantían quedan sin vigencia por la guerra interior.

Tras su paso por el poder, la vida de Pedernera fue un largo después rodeado de los recuerdos de una existencia casi novelesca. Falleció el 1 de Febrero de 1886.

En su funeral, no faltaron los contrastes. Al despedir sus restos, Carlos Pellegrini dijo:

Ha caído, abatido por los años, el fuerte soldado que la muerte respetó en veinte campos de batalla y ha visto tranquilo llegar la última hora de una larga vida que abarca en su conjunto toda la historia de nuestra patria y encierra la relación gloriosa de su prolongada lucha por la independencia y por la libertad”.

Nada de esto parece haber conmovido al general Roca, quien era el presidente de la Nación en aquel momento, ya que ni siquiera asistió a aquel funeral.

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