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Los sucesos de la Banda Oriental

En la década de los 1830, la Provincia Oriental deviene en República y los viejos caudillos orientales en presidentes y opositores: Fructuoso Rivera primero y, Manuel Oribe después, quien asume en 1835, tras un breve interinato de Carlos Anaya.

Serán años de forja de las nacionalidades aún embrionarias y las visiones son naturalmente cambiantes. La atención de muchos aún está en el Virreinato, en la Liga Federal o en la Provincia Cisplatina.

En Agosto de 1830, una vez jurada la primera Constitución de Uruguay, se convocó a las elecciones nacionales que designarían el Cuerpo Electoral para nombrar al primer presidente.

El nuevo Estado surgía a la independencia con carencias señaladas en diversos e importantes campos. Sus límites con el poderoso Imperio brasileño no estaban acordados en forma definitiva.

Su población era escasa y dispersa. Se estimaba entre unos 100.000(1) ó 200.000(2) en total, de los cuales tres cuartas partes vivían en las ciudades de Montevideo, Colonia del Sacramento y Maldonado(3) o en sus cercanías.

(1) Información extraída de la colección del diario “El País”. “Batallas que Hicieron Historia”, tomo VIII: “Guerra Grande”, Parte I.
(2) Russell H. Fitzgibbon. “Uruguay: Portrait of a Democracy” (1956). Ed. George Allen & Unwin, Londres.
(3) Información extraída de la colección del diario “El País”. “Batallas que Hicieron Historia”, tomo VIII: “Guerra Grande”, Parte I. // Todo edición electrónica.

El resto se desperdigaba en el litoral y en el norte. En la capital y alrededores pueden estimarse unos 20.000 habitantes.

- Presidencia de Fructuoso Rivera

El elegido fue Fructuoso Rivera quien, a pesar que las elecciones estuvieron signadas con un alto grado de fraude, contaba con un gran prestigio adquirido en las diversas acciones militares en las que participó. Combinaba este perfil con un gran carisma en amplios sectores de la población, particularmente el rural.

Era un caudillo por naturaleza. Rivera asumió el Gobierno el 6 de Noviembre de 1830 y el 11 de Noviembre designó su gabinete y principales autoridades judiciales. En él se destacaba un grupo de cuñados y concuñados: José Ellauri, Julián Alvarez, Nicolás de Herrera y Juan Andrés Gelly, todos casados con hermanas de Lucas Obes.

Tenían además otras cosas en común: que eran letrados y habían apoyado a la Cisplatina conformando el grupo político denominado el “Club del Barón”, haciendo referencia al barón de la Laguna, Carlos Federico Lecor. Esta relación de parentesco recibió enseguida el mote popular por el que se los conocía: “los cinco hermanos”.

Rivera -por su parte- se desentendió del Gobierno y se dedicó a recorrer la campaña aduciendo diversos motivos, entre otros la lucha contra los charrúas, debido seguramente a que él se sentía más cómodo en la tranquilidad de Durazno que afrontando la burocracia cotidiana de la labor gubernamental.

Casi inmediatamente de iniciado el Gobierno, la desidia del presidente ambientó los resurgimientos de viejas rivalidades. Los dos caudillos de la “Cruzada Libertadora” ya se habían distanciado. Ahora, Lavalleja se haría eco en los reclamos de diversos grupos sociales (pequeños propietarios rurales y comerciantes).

Mientras los primeros se quejaban por la política implementada por Rivera en lo que hacía referencia a las tierras, fuente de continua discordia para la sociedad oriental en todo el siglo XIX, los segundos lo hacían por la política administrativa y el Gobierno que era conducido verdaderamente por “los cinco hermanos”.

Esta realidad estimuló a Juan Antonio Lavalleja a procurar la destitución de Rivera levantándose en armas en repetidas ocasiones, siendo en todas finalmente derrotado. Una de las figuras que apoyó a Rivera, pese a discrepar con él personalmente, fue Manuel Oribe. Para este último, el respeto a la constitucionalidad va a ser la norma a seguir.

En 1835 el desprestigio del Gobierno de Rivera había llegado a un punto tal que se temía que las próximas elecciones fueran ganadas por Lavalleja. Pero Rivera, que había intentado evitar alzamientos lavallejistas nombrando a Manuel Oribe su ministro de Guerra, decidió dar un paso más en esa dirección: nombró candidato a presidente al propio Oribe, con lo cual dividió a los partidarios de Lavalleja.

Antes de asumir el mando el general Oribe, Rivera se asignó a sí mismo el cargo de Comandante General de Campaña; en el Interior, este cargo estaba prácticamente fuera de la autoridad del presidente. Dejó el Gobierno el 24 de Octubre de 1834.

- Presidencia de Manuel Oribe

Finalizado el caótico período de Gobierno de Rivera, el 1 de Marzo de 1835 fue elegido presidente de la República Manuel Oribe por unanimidad en las Cámaras.

Austero, profundamente imbuido en una visión de la función pública que tenía en su esencia un componente de servicio a la sociedad, su Gobierno se destacó por la austeridad en los Gastos y el saneamiento de las finanzas públicas, manteniendo así una diplomacia de corte altamente nacionalista.

A pesar de que el Gobierno de Oribe se destacara altamente por conservar los órdenes institucionales, bajar notablemente la corrupción, la implementación de centros de higiene, tratar de construir un sistema educativo mejor (creación de la Universidad Mayor, implementación del sistema lancasteriano, etc.), controlar el despilfarro y establecer un registro de gastos y recaudo de impuestos, en otros aspectos fue ineficiente.

En Julio de 1836, Rivera, agraviado por los resultados a que arribó una Comisión nombrada para examinar las cuentas de su período de Gobierno y también destituido del cargo de Comandante de la Campaña, recurrió a las armas, siendo derrotado el 19 de Septiembre de 1836 en campos de Carpintería, en el Departamento de Durazno, refugiándose poco después en el Brasil, donde se vinculó a la revolución de los farrapos de la República Riograndense, a la que se habían adherido algunos de sus ex camaradas de armas del Ejército portugués, como Bento Gonçalves da Silva.

Volvió a intentarlo Rivera al año siguiente reforzado con tropas riograndenses y consiguió derrotar a Oribe el 22 de octubre de 1837, en Yucutujá, en el Departamento de Artigas. Poco después, Rivera es derrotado en la acción del Yí, pero la victoria brasileño-riverista de Palmar, el 15 de Junio de 1838, dejó la República en manos de Rivera.

Por otro lado, el bloqueo impuesto por una flota francesa a Buenos Aires, gobernada por su aliado en este conflicto, el caudillo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, dejó incomunicado al presidente Oribe.

Presionado desde el río y sitiado en la capital, Oribe presentó -dejando sentada su protesta y legitimidad del cargo que le obligaban a abandonar- su renuncia el 24 de octubre de 1838.

La guerra civil que inició Rivera el 18 de Julio de 1836 no obedeció, en profundidad, al avatar de las relaciones entre ambos caudillos, sino a una serie de intereses internacionales que actuaron sobre los dos jefes enfrentados.

Oribe estaba fuertemente presionado por Rosas, que por entonces no procedía como un aliado sino como un Gobierno amenazador y prepotente (el embajador Juan Correa Morales(4) fue muy firme y casi grosero frente a Oribe, al exigirle garantías de que los unitarios -aliados de Rivera- no seguirían conspirando contra el Gobierno de la Confederación Argentina).

(4) Militar porteño que en 1836 fue nombrado embajador de Rosas ante el Gobierno del Uruguay, con el especial encargo de vigilar las actividades de los emigrados argentinos. Apoyó al presidente Manuel Oribe contra la alianza del general Rivera y la Escuadra francesa, por lo que abandonó el país cuando ésta causó la renuncia del presidente.

Rivera, a su vez, se sometía -bien que con gusto, según todos los indicios- a las presiones de los unitarios porteños, que querían que tomase el poder y declarase la guerra a Rosas, y de los caudillos riograndenses, que veían en él un potencial aliado para sus proyectos independentistas.

Se sumaban las pretensiones de Francia, Inglaterra e incluso Estados Unidos, todos en plena expansión colonial y tratando de sentar sus reales en esa zona del planeta. Sin la consideración de este carácter internacional no se puede entender por qué este conflicto, inicialmente un combate más entre caudillos, tuvo las impensables consecuencias que tuvo.

- Las Relaciones Exteriores de la Confederación

Con fecha 2 de Agosto de 1836, pidió Rosas que “se le autorizase completamente para que, poniéndose de acuerdo con el Gobierno de Santa Fe, pueda expedirse libremente como Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, con toda la plenitud de facultades para salvarla de las asechanzas de los unitarios”.

Atienza pasó el asunto a la Legislatura, con recomendación de urgente y favorable despacho; su oficio encomiaba a Rosas y trató de evidenciar la necesidad de la delegación.

La Sala pasó los antecedentes al estudio de una comisión, compuesta por José V. García de Cossio y Fermín Félix Pampín. La comisión opinó que la Legislatura carecía de facultades para tratar el asunto; que él correspondía al Congreso General.

Atienza se exasperó y pasó otro oficio en el mismo sentido del anterior, pero menos tranquilo; predominó, sin embargo, el despacho de la comisión y el Congreso fue convocado.

El Congreso cayó en la debilidad de ceder al empeño del gobernador, con el objeto de evitar un conflicto. De esa complacencia surgieron más tarde otras, que pusieron a la provincia en menguado sometimiento a Rosas(5), dirá Mantilla al referirse al tema.

(5) Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, capítulo VIII: “Aislamiento Provincial. (1829-1839)”, parágrafo 139. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.

Sin embargo, hay que decir que los entusiasmos rosistas de Atienza no pasaban de los papeles públicos y privados. Estanislao López y Rosas no estaban contentos de él; el primero decía al segundo:

Recelo que el señor Atienza no observe mis indicaciones sobre los unitarios desde que, como Vd. sabe, aquella provincia está plagada de esos malvados y desde que aquél amigo ha tolerado que esos forajidos hayan tomado asiento en la Sala de Representantes.
Ha incurrido en esta anomalía y los ha tolerado hasta el extremo y no se puede creer que obre contra ellos con toda la firmeza y energía a que ellos se han hecho merecedores por sus maldades sin ejemplo”.

Domingo Cullen, Secretario, mentor y segunda persona de López, decía a Rosas:

Ninguna confianza inspira Corrientes, por la imbecibilidad del inepto señor Atienza”.

Los motejados de “unitarios” eran los contrarios al sistema de Rosas y López(6)

(6) Citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, capítulo VIII: “Aislamiento Provincial. (1829-1839)”, parágrafo 139. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.

- Corrientes adhiere a la política exterior de Rosas

Azuzado por Rosas, Atienza aparentó disposiciones guerreras cuando se produjeron en la República Oriental del Uruguay los sucesos que después dieron en tierra con la presidencia de Manuel Oribe.

Sus Proclamas violentas contra los insurrectos le valieron felicitaciones de Rosas(7); la autorización a éste para hacer la guerra en la Banda Oriental contra aquéllos(8), llenó al mismo de placer.

(7) Octubre 24 de 1836. “He leído con la mayor complacencia, la proclama de Vd. de fecha de Septiembre. Ese lenguaje, mi querido amigo, es el que debemos usar con los feroces unitarios si queremos tener orden, sosiego y, por estos medios, una sólida organización nacional. Esa marcha es digna de lo que verdaderamente debe llamarse Gobierno; lo demás es infelicidad” (carta de Rosas a Atienza).
(8) “Se autoriza completamente al P. E. para que por sí y a nombre de la provincia pueda dar y dé al Ecxmo. Señor Gobernador de Buenos Aires el poder para hacer la guerra en la Banda Oriental, contra la insurrección estallada en aquel Estado; como también para dirigirla y sistemarla de modo que considerase más conveniente, hasta restablecer a los pueblos confederados el reposo y tranquilidad de que gozaban” (ley del 13 de Septiembre de 1836). // Todo citado por Manuel Florencio Mantilla. “Crónica Histórica de la provincia de Corrientes” (1928), tomo I, capítulo VIII: “Aislamiento Provincial. (1829-1839)”, parágrafo 139. Notas biográficas por Angel Acuña, Buenos Aires. Ed. Juan Ramón y Rafael Mantilla.

Sobre la frontera del río Uruguay, Atienza acantonó el regimiento veterano de Granaderos a Caballo y el de tiradores de milicias activas “Decididos por la Federación”, bajo el mando del jefe del primero, teniente coronel Genaro Berón de Astrada.

Prohibió toda comunicación con los sediciosos orientales y declaró que ninguno de ellos sería admitido en la provincia.

Los mismos hombres de 1835 ocuparon las funciones públicas en 1836(9). Autorizado el P. E. a tomar medidas de seguridad ante la posible invasión que la Banda Oriental podía llevar a Entre Ríos(10), se mejoraron las fuerzas y se pone a la provincia en Asamblea Militar a efectos de la instrucción de las milicias(11).

(9) Hubieron algunas remociones. Fue Alcalde de 1ra. instancia, por renuncia de Esteban María Perichón, Manuel de Jesús Alvarez; Jueces Comisionados de Mburucuyá, sucesivamente, Juan B. Ortiz y Santiago Caballero, en vez de las magistraturas de Corregidor y Teniente que se conservaban en San Miguel y Loreto; como resto de sus formas municipales, se nombran dos Jueces Naturales o Indios, uno para cada pueblo; se crean dos Juzgados de Paz en Goya, por su extensión; uno en Santa Ana (Paso de los Libres), que se desmembra de la jurisdicción de La Cruz; etc. Entre los cargos políticos, tenemos que Manuel Antonio Ferré es elegido, el 4 de Febrero, vicepresidente del Congreso Permanente.
(10) Sanción del Congreso Permanente del 24 de Marzo de 1836.
(11) Decreto del 29 de Enero de 1836 sobre uniformes y atributos; ley del 16 de Marzo de 1836, prohibiendo al P. E. aumente la fuerza veterana sin permiso legislativo; y decreto de la misma fecha sobre Asamblea Militar. // Todo citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde la Revolución de Mayo hasta el Tratado del Cuadrilátero)” (1929), Capítulo XVIII. Edición del Estado.

El propio gobernador salió a campaña a atender estos aprestos(12), mientras el Congreso Permanente, informado de la próxima llegada de comisionados de Buenos Aires, resuelve la reunión del Congreso General y la integración de sus vacantes(13).

(12) En Agosto de 1835 delega por segunda vez el P. E. en Juan Felipe Gramajo. El Congreso aprobó el 21 de ese mes la delegación y convoca al Congreso General. Gramajo era Juez de Policía, teniente coronel, delegado de Atienza la primera vez durante la visita de éste a los Departamentos de campaña, desde el 26 de Marzo de 1836 hasta el 4 de Mayo de 1836. // Citado por Antonio Abraham Zinny. “Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas”.
(13) El 21 de Agosto de 1836. Eran dos las vacantes, por fallecimiento de Sebastián de Almirón y José A. Ruda, diputados de San Luis y la Capital. La Sala Permanente había estado en receso desde el 22 de Abril al 8 de Agosto de 1836. // Citado por Hernán Félix Gómez. “Historia de la provincia de Corrientes (desde la Revolución de Mayo hasta el Tratado del Cuadrilátero)” (1929), Capítulo XVIII. Edición del Estado.

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