Paraguay frente al Imperio
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El advenimiento de la independencia en Sudamérica a principios de los 1800 no estuvo acompañado por claras divisiones territoriales entre los nuevos Estados. Las disputas fronterizas plagaban el continente desde el Darién hasta la Patagonia y frustraban el desarrollo de buenas relaciones internacionales.
En ocasiones, tales disputas involucraban grandes o estratégicamente importantes superficies; más frecuentemente, era llamativa la oscuridad de las pendencias y la poca importancia de los territorios en cuestión.
Más notable todavía era la intensidad con que los bandos contendientes defendían sus respectivas posturas, algunas veces en la mesa de negociaciones, otras en el campo de batalla.
La Guerra de la Triple Alianza sólo parcialmente se debió a controversias limítrofes. Otros factores mucho más allá de las fronteras del Paraguay afectaron tanto el origen como el curso de la guerra. Sin embargo, las dificultades fronterizas del Paraguay con la Argentina y el Brasil habían siempre sido un factor determinante en el clima de desconfianza en la región y hacían que un choque violento a gran escala fuera tan factible como puede ser algo en historia(1).
(1) Diego Abente correctamente observa que la Guerra de la Triple Alianza “no estuvo directamente relacionada con desacuerdos limítrofes específicos” y que tales altercados minimizan la importancia de una dinámica crucial. El que Paraguay buscara relaciones internacionales estables era inherente a su posición geográfica. Al encontrar sólo éxitos modestos en esa búsqueda, su Gobierno fue proclive a sospechar de cualquier iniciativa extranjera (aun cuando ellas tuvieran que ver con cuestiones pequeñas); tal desconfianza, a su vez, era fácilmente traducible en violencia. Ver: Diego Abente. “The War of the Triple Alliance: Three Explanatory Models” (1987), pp. 47-69, en “Latin American Research Review” 22:2. Ed. Pittsburgh. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e Inicios del Mayor Conflicto Bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La cuestión fronteriza paraguaya, como la de sus primos de la Banda Oriental, estaba atada a concepciones contradictorias de nacionalismo. Una nación defiende su soberanía hasta sus fronteras legales.
El Paraguay, que formalmente declaró su independencia sólo a mediados de los 1840, había visto a su Gobierno construir un serio e inflexible nacionalismo simbolizado por fuertes y hasta irascibles reclamos.
Las consignas gemelas “¡Independencia o Muerte!” y “¡Vencer o Morir!” fueron acuñadas para satisfacer las necesidades de un Estado que estaba continuamente confrontado a sus vecinos. Cada papel oficial, cada publicación gubernamental, cada signo monetario contenía la advertencia de que la joven República del Paraguay demandaba el mismo respeto que exigían sus grandes vecinos. Y el más grande y más problemático de estos vecinos era el Imperio del Brasil.
- Una larga disputa: el Mato Grosso
El Brasil y el Paraguay heredaron y aceptaron el impulso imperial de sus respectivas Madre Patria. Así como España y Portugal se hacían mutuos reclamos sobre sus posesiones en Sudamérica, así lo hicieron sus Estados sucesores para obtener ventajas territoriales.
Formados en setecientos años de lucha contra los moros, los españoles y luego los paraguayos, basaban sus derechos de soberanía sobre preceptos legal y divinamente sancionados. La Bula de 1493, autorizada y supervisada por el Papa Alejandro VI, dividió el control de Sudamérica entre Portugal -en el extremo brasileño- y España en todo el resto. Ninguna otra justificación era necesaria.
En cambio, los portugueses y sus sucesores brasileños habían mostrado siempre mayor flexibilidad al interpretar mandatos legales y diplomáticos que sus vecinos españoles o hispanoamericanos. Lo que pudiera estar escrito en un pergamino tenía poca importancia para ellos, a no ser que fuera en su favor. La presencia física era lo determinante. Si sus pobladores podían ocupar el área, la autorización legal seguiría en algún momento.
Ambos bandos prepararon puntillosos argumentos para explicar y defender su propio crecimiento. Es cierto que los portugueses eran más activamente expansionistas y los españoles más defensivos en el largo plazo, pero había poca diferencia en la manera como se comportaban en las fronteras.
Ningún movimiento que irritara al otro era desechable a la consideración. Armar a grupos hostiles de indios, destruir asentamientos rivales, falsificar cartas y otros documentos, todo era usado una y otra vez en esta prolongada lucha. A veces la competencia tomaba la forma de un intruso en busca de oro o indios para esclavos en un área no autorizada. Otras veces, la plena fuerza de la política del Gobierno se alineaba en pos de la expansión territorial.
Incluso las áreas más desoladas y más raramente visitadas se convertían en objeto de intensos intereses y rivalidad. Una de esas áreas era lo que los primeros mapas de Sudamérica marcaban como un lago inmenso y que más tarde se llamó Mato Grosso.
Los indios lo llamaban Xarayes y los exploradores lo describían como un gigantesco espejo de agua que se esparcía hacia todas las direcciones, ininterrumpido a no ser por ocasionales islas de camalotes. En días nublados, los canoeros a veces se quedaban completamente desorientados, ya que era imposible diferenciar dónde terminaba el cielo y dónde comenzaba el agua. Dado este obstáculo, cualquier expedición para abrir el centro del continente debía tomar otro itinerario.
El lago Xarayes ejercía un poder profundo en las mentes de los exploradores, aun cuando nunca existió en la forma como era usualmente representado. El cenagoso Pantanal, que cubre miles de kilómetros del sur y sudoeste del Mato Grosso por temporadas, es generalmente superficial, normalmente con menos de un metro de profundidad.
De hecho, ningún cuerpo de agua, por infranqueable que pareciera, había detenido a los europeos en su penetración al interior de Sudamérica. Pero tal era el poder de leyenda del lugar que no hubo una colonización europea significativa en el sur del Mato Grosso sino hasta finales del siglo dieciocho(2).
(2) María de Fátima Costa. “História de um país inexistente: O pantanal entre os séculos XVI e XVIII. Estação Liberdade” (1999), São Paulo. Ed. Kosmos. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El que ni Portugal ni España pudieran establecer claros títulos sobre esta área era de poca consecuencia para los dos Gobiernos europeos. Resultó que el Pantanal era menos una barrera que una puerta a una variada y potencialmente rica provincia.
Hacia el norte, los esteros daban lugar abruptamente a una vasta extensión de bajas colinas y llanuras. El suelo fértil y el clima moderado caracterizaban esta región enorme, que poseía muchos riachos y arroyos, algunos de los cuales fluían al norte hacia la cuenca del Amazonas y otros al sur hacia el río Paraguay y el mar.
Ya en 1719, bandas de saqueadores paulistas, con el fin de capturar indios para los mercados de esclavos en la costa, encontraron señales de riqueza mineral en el norte de Mato Grosso. Más tarde hubo una fiebre del oro a gran escala, pero pocos encontraron algo de verdadero valor.
En cambio, enfrentaron tremendas penurias físicas lejos de casa. El aislamiento de la región, el miedo constante por los indios hostiles y la necesidad de pilotos canoeros expertos hacían que la mayoría de los mineros tuvieran que viajar en convoyes costosos y bien organizados. Viajar en estas condiciones significaba entre cinco y siete meses para alcanzar los distritos del oro desde São Paulo.
Los indios guaycurúes, mbayás y payaguás hostigaban a los portugueses en todo momento (los payaguás mataron a seiscientos hombres en un convoy en 1725 y cuatrocientos más en un ataque cinco años más tarde). Muchos prospectores murieron de necesidades y enfermedades tropicales antes de encontrar una sola pepita(3).
(3) A. J. R. Russell-Wood. “The Gold Cycle, c.1690-1750” (1987), p. 200, en Leslie Bethell, Cambridge University. Ed. Colonial Brazil, Cambridge, Reino Unido. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Para 1748, los remanentes de las colonias de mineros portugueses en el Mato Grosso fueron organizados en una Capitanía separada de São Paulo. Los asentamientos continuaban en el siglo diecinueve, aunque la mayoría se ubicaba en el norte, donde la ganadería gradualmente reemplazó a la minería. En el sur, las poblaciones fueron intermitentes e inciertas, ya que estos distritos eran zona de muchos grupos de indios agresivos y a la vez eran territorios reclamados por los españoles.
El Tratado de Madrid de 1750 específicamente abordó la cuestión de las disputas de límites en América del Sur. Se concentró más en la Banda Oriental y la región de las misiones jesuíticas que en la región de Mato Grosso. Sin embargo, el Tratado contenía una importante concesión en el sentido de que España ahora aceptaba el argumento portugués de que los dos Gobiernos debían utilizar el principio de uti possidetis para determinar sus fronteras comunes.
De esta forma, los españoles renunciaron a sus largamente anheladas, aunque inexorablemente poco realistas, pretensiones sobre territorios dominados por Portugal. La efectiva ocupación sería de allí en adelante un factor determinante para resolver importantes problemas de límites en el Mato Grosso y en todas partes(4).
(4) G. Kratz. “El Tratado Hispano-Portugués de Límites de 1750 y sus consecuencias” (1954), Institutum Historicum, Roma; Jaime Cortesão. “Do Tratado de Madri a Conquista dos Sete Povos. (1750-1802)” (1969), Biblioteca Nacional. Río de Janeiro; Jerry W. Cooney, “The Last Bandeira; The Struggle for Paraguay’s Eastern Matches. 1752-1777”, trabajo leído ante la Conference on Latin American History, Seattle, 10 de Enero de 1998; Jerry W. Cooney. “Dubious Loyalty: The Paraguayan Struggle for the Paraná Frontier. 1767-1777”, The Americas 55:4 (Abril 1999), pp. 561-578, Washington, DC. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Con el curso de los años, muchas secciones del Tratado de Madrid habían sido abolidas, aunque no las referencias al uti possidetis. Pero nadie podía decidir qué significaba realmente “ocupación efectiva” a lo largo del Alto Paraguay y muchos comisionados de límites discutieron ese punto por décadas.
Los portugueses teóricamente aceptaban lo que se suponía debía ser una frontera definitiva como resultado de una corta guerra (1776-1777) en la cual España ganó el pleno control sobre la Banda Oriental. El subsecuente Tratado de San Ildefonso de 1777 fijó el límite del Mato Grosso desde el río Ygurey hasta su fuente principal en la Sierra del Mbaracayú, de allí por la estrecha línea hasta la naciente del río más cercano que desembocara en el Alto Paraguay, de ahí río abajo por el Alto Paraguay, y nuevamente remontando esta hidrovía hasta los pantanos del Xarayes(5).
(5) Gordon Ireland. “Boundaries, Possessions and Conflicts in Latin America” (1971), pp. 117-119, Octagon Books, Nueva York. La geografía de la zona en disputa al sur de Mato Grosso era pobremente entendida incluso a finales del siglo dieciocho; la mayoría de los primeros mapas con los rasgos básicos en forma correcta salieron a luz en los 1780 y todavía pueden ser encontrados en Portugal. “Carta limitrofe do Paiz de Mato Grosso e Cuyaba (...) levantado pellos Officiaes da Demarcação. 1780-1782”, Gabinete de Estudios Históricos de Fortificação e Obras Militares, Lisboa, 4591/1ª-10ª-53; anónimo, “El derecho del Paraguay a las tierras en disputa con el Brasil” [¿1863?], Manuel Gondra Collection, Universidad de Texas, Austin, 1984; Duarte da Ponte Ribeiro. “Questões de Limites do Brazil com a República do Paraguay”, Rio de Janeiro, 6 de Junio de 1862, Arquivo Histórico do Itamaraty, Rio de Janeiro, lata 279, maço 5, p. 10. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Incluso esta precisa demarcación no satisfacía a ambas partes. La línea fronteriza en la Sierra del Mbaracayú no presentaba problemas pero, más lejos -al oeste- era otro asunto. Para los portugueses, el “río más cercano” al principio fue el Ypané y, finalmente, el Apa, mientras que los españoles sostenían que el curso designado era el río Blanco.
En 1792 los españoles fundaron el Fuerte Borbón en el lado chaqueño del Alto Paraguay, justo debajo de la boca del río Blanco. Este campamento desde entonces ejerció cierto control sobre ambas orillas del río. El Tratado de 1777 no indicaba, sin embargo, que España tuviera derechos sobre la margen izquierda. Los portugueses rechazaron tal pretensión, aunque no pudieron todavía hacerlo valer por sí mismos.
- Saqueos indígenas y disputas de límites a lo largo de la frontera de Mato Grosso
En 1801, durante la Guerra de las Naranjas de sesenta días, una fuerza española proveniente de Asunción penetró en el Mato Grosso y asaltó el pequeño Fuerte portugués de Nova Coimbra. Esta expedición, que tenía como misión la expulsión de los portugueses del sur del Mato Grosso, estuvo bien equipada en armamentos y personal, pese a lo cual fracasó miserablemente.
Una fuerte tormenta destruyó la pequeña flotilla cerca de su objetivo y los empapados oficiales, sin posibilidad de desembarcar, se retiraron río abajo a Concepción. Las memorias de este fiasco, que los textos de las escuelas militares de Asunción ahora omiten, fueron en ese tiempo una fuente de bochorno y resentimiento entre los paraguayos; más todavía porque, como secuela, indios apoyados por los portugueses comenzaron una serie de incursiones profundas en el norte del Paraguay(6).
(6) John Hoyt Williams. “The Undrawn Line: Three Centuries of Strife on the Paraguayan-Mato Grosso Frontier” (1980), en “Luso-Brazilian Review” 17:1; 17-40. Madison. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
La situación en la zona permaneció tensa las dos décadas anteriores a 1830. El contrabando era un factor, especialmente después de que estancieros paraguayos expandieran sus establecimientos a las aisladas áreas fronterizas justo antes del final del siglo anterior(7).
(7) Alguna idea de la extensión de esta nueva frontera ganadera y sus efectos en el contrabando con Brasil puede obtenerse en Renée Ferrer de Arréllaga. “Un siglo de expansión colonizadora: los orígenes de Concepción” (1985), Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Sus vecinos brasileños nunca habían logrado éxitos con sus propios emprendimientos pecuarios, por lo cual los paraguayos hallaron tentador eludir sus propios hitos fronterizos y arrear su ganado, caballos y mulas a los pueblos del Brasil, donde cambiaban animales por oro.
Menos a menudo, los contrabandistas brasileños a veces también cruzaban al Paraguay a devolver el favor. Su destino era el distrito de la yerba mate, al Este de la zona de estancias. Paraguayos pobres enviados a trabajar en la cosecha de yerba conformaban un mercado para artículos de lujo y alcohol. Changadores o macateros de Asunción a veces satisfacían esa demanda, pero contrabandistas brasileños también periódicamente los abastecían con damajuanas de cachaça y otras mercancías.
El Gobierno del doctor Rodríguez de Francia combatió por la fuerza este comercio ilegal e hizo todo lo posible por eliminarlo. El dictador rechazaba las peticiones de diplomáticos brasileños, quienes prometían estrechar lazos, pero al mismo tiempo no lograban garantizar el fin de estas correrías en el norte(8).
(8) El diplomático jefe brasileño, Antonio Manoel Correia da Camara, en un momento prometió a los paraguayos que el emperador los indemnizaría por los abusos de ciertos brasileños que habían alentado saqueos indígenas fuera de Mato Grosso. Correia da Camara a José Norberto Ortellado, Itapúa, 16 de Junio de 1825, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Rio Branco, I-29, 26, 10, Nro. 7. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
También rechazaba hablar de comercio legal, que él veía como muy poco promisorio más allá de un “insignificante intercambio de bagatelas, de no más que algunas hamacas, un poco de algodón y algunos fardos de ropa cruda y ordinaria”(9).
(9) Thomas Whigham. “The Back-Door Approach: The Alto Uruguay and Paraguayan Trade. 1810-1830”, en la Revista de Historia de América, Nro. 109 (Enero-Junio 1990), pp. 45-67. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Sí permitía un comercio supervisado en Pilar e Itaipúa en el extremo sur del Paraguay. Los mercaderes brasileños eran activos allí, particularmente en Itapúa, que ligaba al Paraguay con Rio Grande do Sul por medio de un circuito de rutas a través de las tierras que habían pertenecido a las misiones jesuíticas.
Hasta cierto punto, el dictador favorecía a los brasileños que frecuentaban el mercado de Itapúa; después de todo, algunas mercaderías importadas (tales como papel y pólvora) jugaban un rol importante en el sostenimiento del Gobierno. No obstante, mantenía a su policía vigilándolos cuidadosamente, dado que siempre sospechaba que sus actividades servían como pantalla para el espionaje(10).
(10) Thomas Whigham. “The Back-Door Approach: The Alto Uruguay and Paraguayan Trade. 1810-1830”, en la Revista de Historia de América, Nro. 109 (Enero-Junio 1990), pp. 45-67. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Las sospechas de Rodríguez de Francia eran justificadas. Cuando los brasileños no estaban tratando de comerciar con Paraguay, estaban tratando de subvertir su autoridad a lo largo de la frontera.
Los indios guaycurúes -que anteriormente asaltaban las poblaciones mineras brasileñas en Mato Grosso- también se involucraban en ataques regulares en el Norte paraguayo. La mayoría de estas incursiones eran para robar ganado, que los indios luego vendían a los brasileños. Aunque los colonos de Mato Grosso también lidiaban con los saqueadores, cuando les era posible los incitaban a irrumpir en el sur, mucho mejor si las víctimas eran paraguayas(11).
(11) Chiara Vangelista. “Los Guaikurú, españoles y portugueses em uma región de frontera: Mato Grosso. 1770-1830” (1993), en el Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Nro. 8, pp. 55-76; Nidia R. Areces. “Los Mbayá en la frontera Norte paraguaya: guerra e intercambio en Concepción. 1773-1840” (1998), en “Años 90”, Nro. 9, pp. 56-82. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Algunos de los asaltos fueron notablemente sangrientos. Para frenar sus pérdidas, Rodríguez de Francia ordenó a su milicia abandonar Concepción en los 1820. La mayoría de las grandes estancias al norte del río Aquidabán desaparecieron como consecuencia. Incluso las comunidades a lo largo del río Paraguay sintieron la presión de los atracos guaycurúes.
Refiriéndose al ahora desierto poblado de Tevegó, el dictador notaba que, a pesar de la presencia de sus tropas, “cada vez que lo desean, ellos caen allí como en un corral de ovejas, causan muchas muertes, saquean y se llevan todo lo que quieren”(12).
(12) Decreto del doctor Rodríguez de Francia, Asunción, 12 de Octubre de 1823, en el Aechivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 237, Nro. 2. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Para no crear la impresión de haber abandonado totalmente el Norte, el doctor Rodríguez de Francia dejó una pequeña guarnición en Fuerte Borbón, situado en una sólida posición elevada en la orilla chaqueña del Alto Paraguay. Desde ese punto y desde Concepción, Rodríguez de Francia ocasionalmente montaba barridas militares contra las tolderías indias.
Como los guaycurúes podían dispersarse en el monte rápidamente, estas campañas no tenían muchos resultados prácticos, pero el objetivo no era tanto pacificar la región como mantener la presencia paraguaya, aunque fuera intermitente. La muerte de Francia en 1840 trajo pocos cambios al principio.
El dictador había dedicado la última década a construir cuidadosamente su dominio sobre el Norte, pero su autoridad fue siempre condicional, afectada por los brasileños y las incursiones indígenas y costosamente mantenida.
Su sucesor, Carlos Antonio López, consideró que el gasto valía la pena. Los yerbales y las estancias más allá de Concepción ofrecían una fuente potencial de riqueza sin par en el resto del país y la única forma de resucitar la economía en esa región era proporcionando seguridad a los pobladores e inversores.
López enfrentó este desafío mediante el fortalecimiento de Borbón, que él renombró como Fuerte Olimpo. Además, fundó otros cuatro fortines en la margen izquierda del Apa, cada uno con una guarnición de más de cien hombres(13).
(13) Decreto de López, Asunción, 22 de Mayo de 1843, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 256, Nro. 12. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Este fue sólo el comienzo de sus esfuerzos por renovar el control sobre los territorios abandonados. En cinco años, su milicia había construido numerosos otros puestos y Guardias subsidiarias en el Norte, no solamente a lo largo del Apa, sino también del Alto Paraguay, el Aquidabán y el Ypané. López también ofreció tierras en esa zona a cualquier campesino que deseara migrar allí desde el sur(14).
(14) Renée Ferrer de Arréllaga. “Un siglo de expansión colonizadora: los orígenes de Concepción” (1985), p. 159, Asunción. Editorial Histórica. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Estas medidas funcionaron medianamente bien. La amenaza india menguó y muchas de las viejas estancias comenzaron a operar de nuevo. Lo mismo ocurrió en los yerbales, aunque en este respecto López tuvo considerables problemas para asegurar la mano de obra, debido al miedo pavoroso que se les tenía a los indios. Tuvo que recurrir frecuentemente a vagabundos para compensar las deserciones.
En 1848 llegó incluso a ordenar que “de hoy en adelante, los desertores de las estaciones yerbateras serán castigados con pena de muerte, igual a la impuesta a los desertores en combate”(15).
(15) Decreto de López, Asunción, 16 de Septiembre de 1848, en el Archivo Nacional de Asunción, Sector Histórico 282, Nro. 18. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Para finales de la década, la población permanente de paraguayos no indios entre los ríos Ypané y Apa había crecido a alrededor de diez mil, una cifra tal vez diez veces mayor que la de tiempos del doctor Rodríguez de Francia(16).
(16) John Hoyt Williams. “Paraguayan Isolation under Dr. Francia: Reevaluation”, Hispanic America Historical Review 52:4 (Octubre 1972): 112. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
- El incidente en Fêcho-Dos-Morros
Los mediados y finales de los 1840 vieron algunas marcadas mejorías en las relaciones oficiales entre el Gobierno brasileño y el de Paraguay. Para los brasileños, el acercamiento era parte de un plan para ganar aliados que los ayudaran a desbancar al régimen de Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires.
En esto, el Gobierno en Río siguió un precedente colonial: al estimular el descontento en el Litoral del Plata, los brasileños buscaban debilitar la influencia porteña y obtener una mayor libertad de acción en el estuario. El colapso de la revuelta republicana en Rio Grande do Sul en 1845 dio un nuevo impulso a esa meta. Este era un buen momento para golpear a Rosas(17).
(17) “Memorandum sobre o estado das nossas relações com o Paraguay”, Duarte de Ponte Ribeiro [¿Rio de Janeiro?], 31 de Mayo de 1845, Arquivo Histórico do Itamaraty, Rio de Janeiro, lata 281, maço 1, p. 3. En 1846, los brasileños llevaron adelante una especie de estudio hidrográfico en el área en disputa en Mato Grosso. Al ingeniero que organizó este esfuerzo, Maj. Henrique Beaurepaire Rohan, se le permitió viajar a través del Paraguay gracias a la distensión entre los dos países. “Viagem de Cuyabá ao Rio de Janeiro pelo Paraguay, Corrientes, Rio Grande do Sul e Santa Catharina”, en la Revista Trimensal de História e Geografía, segunda parte, tomo segundo, volumen 9 (1847). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Carlos Antonio López demandó concesiones por su cooperación. No era suficiente el reconocimiento brasileño de la independencia paraguaya, que finalmente llegó en 1844. Esto debía ser complementado -sostenía- por un acuerdo de libre navegación, comercio, extradición y, más importante aún, límites(18).
(18) “Acta de Reconocimiento de la Independencia Paraguaya por Brasil), [1844], en el Arquivo Histórico do Itamaraty, lata 240, maço 2, Río de Janeiro. Inmediatamente después del reconocimiento brasileño, algún pequeño comercio se generó entre Mato Grosso y Paraguay (mayormente chocolate, café, salitre y zarzaparrilla), pero fue efímero. “Entradas de Olimpo y Gabilán Cue” (1845), en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Histórica 267, Nro. 2. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Las negociaciones sobre estos puntos comenzaron en Asunción en 1850. Las discusiones al principio procedieron amigablemente. Luego, en medio de las conversaciones, Carlos Antonio López se enteró de que los brasileños habían construido un primitivo Fuerte, Fêcho-dos- Morros, cien kilómetros al norte de la confluencia de los ríos Apa y Paraguay, sobre una isla boscosa que se elevaba unos 25 metros por encima del nivel del agua del Alto Paraguay.
La isla tenía más carpinchos y tapires que soldados brasileños, pero su ocupación de todas maneras implicaba una amenaza, ya que muy cerca de allí, en la costa este del río, emergía una formación volcánica de 400 metros de altura desde la que se comandaba el terreno en todas las direcciones(19).
(19) El capitán naval estadounidense Thomas Jefferson Page, que visitó esta montaña cono tres años más tarde, la encontró digna de cuidadosa inspección. En su base, estaba rodeada por “tupidos matorrales y masas casi impenetrables de vegetación”, que se volvía más moderada hacia la punta. En su cima, “la vista no ofrecía obstáculos para un claro e ininterrumpido panorama del terreno”. Thomas Jefferson Page. “La Plata, the Argentine Confederation, and Paraguay” (1859), pp. 163-164. Nueva York. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Sobre su redondeada cumbre, los brasileños podían instalar una batería de artillería que podría cortar la conexión de las líneas paraguayas con su base en Olimpo. ¿Estaba Brasil negociando con mala fe? Ciertamente, la decisión de construir un Fuerte en el territorio en disputa no era aconsejable. La respuesta paraguaya fue clara. López ordenó la expulsión de las tropas brasileñas de Fêcho-dos-Morros y la destrucción del Fuerte en sí.
Un vigoroso destacamento partió inmediatamente río arriba y la mañana del 14 de Octubre de 1850 las lanchas paraguayas abrieron fuego durante tres horas sobre Fêcho. Los paraguayos tenían órdenes de dejar escapar a los brasileños debido a lo cual, aunque dispararon una gran cantidad de tiros de mosquete y cañón ese día, poco de ello se dirigió a la posición brasileña.
Al final, la guarnición de treinta y un hombres huyó al Este a refugiarse en las tolderías mbayás y de ahí a Coimbra; dos soldados y un auxiliar indígena muertos fueron dejados atrás. Los paraguayos procedieron entonces a destruir el sitio. El reinado del Brasil sobre Fêcho-dos-Morros había durado escasos quince días(20).
(20) Gen. Silveira de Mello. “O Incidente de Fêcho-dos-Morros em 1850: Um Capítulo da História do Forte de Coimbra”, en “A Defesa Nacional” (Septiembre de 1954), pp. 77-85. Ver también Efraím Cardozo. “El Imperio del Brasil y el Río de la Plata” (1961), p. 45, Buenos Aires. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los negociadores brasileños en Asunción se tragaron su orgullo al recibir noticias del revés militar. Tan ansiosos estaban de ganar aliados contra Rosas que firmaron un Tratado que sometía a su país a los viejos límites de San Ildefonso. Más tarde alegaron que López se había aprovechado de su incapacidad temporal de defender la línea del Apa. De todos modos, el Parlamento brasileño se negó a ratificar el Tratado, por lo que el Paraguay dio al Brasil sólo ayuda nominal contra el gobernador de Buenos Aires.
- Nuevas negociaciones y la cuestión del tránsito
El intento de establecer una presencia en Fêcho-dos-Morros era sólo una pequeña parte del esfuerzo brasileño por legitimar los reclamos fronterizos del emperador en Mato Grosso.
A medida que López consolidaba el ejercicio de su autoridad en el Norte, a la par daba estímulos a los brasileños para reforzar y desarrollar sus asentamientos a su lado de la línea.
Los paraguayos más tarde argumentaron que tal desarrollo tenía poco que ver con fronteras seguras. Si el Apa hubiera representado una barrera genuina -como podría serlo el Danubio, el Mississippi o el Plata- entonces el Paraguay habría desistido de su interés por las tierras entre este y el río Blanco.
El Apa, sin embargo, era poco más que un arroyo y López quería que los pantanos al norte sirvieran de barricada. Por supuesto había cierta malicia en esta posición: los esteros abundaban en todas partes y si ellos nunca habían detenido las incursiones de los indios (aun cuando estos montaban caballos lentos) entonces ¿por qué habrían de detener al Ejército del Brasil?
A esas alturas, los paraguayos no estaban interesados en ingresar al Mato Grosso más allá del Blanco. De hecho, a fines de los 1840, Carlos Antonio López había incluso enviado un agente a Río para sugerir la neutralización del territorio en disputa y así eliminar cualquier motivo de confrontación entre ambas partes(21).
(21) Cecilio Báez. “Resumen de la historia del Paraguay desde la época de la conquista hasta el año 1880” (1910), pp. 96-97, Asunción; R. Antonio Ramos. “Juan Andrés Gelly”, (1972), pp. 341-351. Ed. en Buenos Aires y Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Aunque esta sugerencia no tuvo respuesta y el incidente de Fêcho-dos-Morros temporalmente empañó las relaciones, López continuó presionando por una resolución pacífica de su querella con el Imperio. Debido a su postura prudente (y también debido a obvias limitaciones militares), la supervivencia de las poblaciones brasileñas en Mato Grosso nunca pareció estar realmente en entredicho. Su futuro como entidades económicas viables, sin embargo, planteaba un problema diferente y era en ese ámbito que los brasileños necesitaban una concesión de Asunción.
Dadas las dificultades de las comunicaciones terrestres y de suministros, el Gobierno imperial hacía mucho tiempo que buscaba utilizar el río Paraguay como un vínculo entre Río de Janeiro y el lejano oeste brasileño.
La ruta fluvial, sin embargo, era políticamente sensible. Pasaba a través de dos mil kilómetros de territorio argentino y paraguayo antes de ingresar al Brasil. Los diplomáticos brasileños nunca habían obtenido de López un claro acuerdo de tránsito a través del río.
El líder paraguayo temía que la cooperación en este punto pudiera nutrir el ya evidente expansionismo de parte del Brasil. Su periódico oficial, “El Semanario”, explicó su posición señalando que, si bien el Paraguay reconocía que la ley y la razón natural insistían en concederle al Brasil un derecho de paso para llegar a sus territorios, cosa que haría con gusto, al mismo tiempo existía en favor del Paraguay el derecho aún mayor de que ese tránsito no le sea perjudicial.
Agregaba que la real seguridad solamente podía llegar con la demarcación de límites, por lo cual exhortaba al Brasil a realizar esa demarcación para que el Paraguay recibiera las garantías necesarias, con lo cual todo quedaría solucionado(22).
(22) Periódico “El Semanario”, Asunción, 17 de Febrero de 1855. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Este impasse diplomático provocó el establecimiento -en 1853- de dos nuevas colonias militares brasileñas en el sur del Mato Grosso, Brilhante y Nioaque. Bajo un plan patrocinado por el barón de Antonina, estas colonias proporcionaban una ligazón clave en una nueva ruta fluvio-terrestre que conectaba la provincia con el Atlántico. El Gobierno imperial trataba de contrarrestar los efectos negativos del problema de tránsito con el Paraguay simplemente esquivándolo.
Pero la presencia de las colonias de Nioaque y Brilhante (y, en última instancia, de las más pequeñas de Dourados y Miranda), en vez de aliviar las dificultades con el Paraguay, de hecho las agravaban, ya que todos estos puestos estaban dentro o muy cerca de la zona en litigio(23).
(23) David Wood. “An Artificial Frontier: Brazilian Military Colonies in Southern Mato Grosso. 1850-1867” (1974). Proceedings of the Pacific Coast Council on Latin American Studies” Nro. 3, pp. 95-108. Carson. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Carlos Antonio López equiparó los fuertes brasileños con nuevos Fuertes propios. Para 1854, sus tropas habían construido ocho instalaciones de ese tipo a lo largo del Apa: Arrecife, San Carlos, Observación del Apa, Observación de Quién Vive, Itaguí del Apa, Rinconada del Apa, Estrella y Bella Vista. Otro gran campamento permanente, también llamado Bella Vista, fue fundado al mismo tiempo unos 25 kilómetros al sur.
La reforzada presencia paraguaya en el Norte no era solamente de carácter militar: veinte nuevas estancias entrarían pronto en operación dentro de una franja de 50 kilómetros del Apa(24).
(24) John Hoyt Williams. “The Undrawn Line: Three Centuries of Strife on the Paraguayan-Mato Grosso Frontier” (1980), p. 31, en “Luso-Brazilian Review” (1980), 17:1; : 17-40. Madison. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Una frontera de facto entró en existencia, una frontera delineada con bayonetas. Los Gobiernos no habían alcanzado ningún acuerdo sobre el tránsito en el río. Las relaciones entre Paraguay y Brasil se habían vuelto tensas y así se mantuvieron hasta 1858.
En una ocasión, en 1855, luego de un agrio intercambio de Notas, el Gobierno imperial despachó una flota de veinte barcos con 120 cañones para forzar al Paraguay a aceptar la posición brasileña sobre el tránsito.
Las autoridades argentinas, quienes algún día lamentarían la decisión, le dieron permiso al comandante de la flota para pasar río arriba a través de su territorio hacia el Paraguay. Habiendo llegado tan lejos, los brasileños se sentían optimistas acerca de resolver la cuestión bajo sus términos. Irónicamente, sus esfuerzos fueron en vano debido a que nadie consultó las cartas de navegación del río Paraguay para ver cuán bajo estaría en Febrero.
Con la flota brasileña incapaz de avanzar más allá de Corrientes, la confrontación de 1855 tuvo nulos resultados y fue considerada un completo fracaso en muchos círculos políticos y militares del Brasil. Los argentinos tampoco veían beneficios para nadie, ellos incluidos(25).
(25) Francisco Pico a Juan María Gutiérrez, Montevideo, 10 de Enero de 1855; y Tomás Guido a Gutiérrez, Asunción, 10 de Febrero de 1855, en la Biblioteca del Congreso, Archivo del doctor Juan María Gutiérrez, Epistolario, 7 volúmenes (Buenos Aires, 1982-1989), tomo 3, pp. 146-150; 171-172. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
- Libre navegación en el Alto Paraguay
El 6 de Abril de 1856, Paraguay y Brasil firmaron un Tratado de Amistad, Navegación y Comercio en Rio de Janeiro. Este Acuerdo concedía libre navegación al Brasil (y a todas las potencias extranjeras) sin una clara determinación sobre la cuestión de límites, discusión que fue pospuesta por seis años(26).
(26) “Tratado de Amistad, Navegación y Comercio”, Rio de Janeiro, 6 de Abril de 1856, en el “Archivo Diplomático y Consular del Paraguay” (1908), pp. 87-96, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El ministro de Relaciones Exteriores, José Bergés, quien había negociado por Paraguay en la capital brasileña, pensó que había conseguido el mejor Tratado que era posible alcanzar(27).
(27) Luis G. Benítez. “Cancilleres y otros Defensores de la República” (1994), pp. 59-79, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Cuando retornó a Asunción, se encontró con que Carlos Antonio López no pensaba igual. El presidente primero dilató la ratificación del Acuerdo y luego, después de tener que aprobarlo, hizo todo lo que pudo para frustrar su observancia; estableció impuestos irregulares sobre mercaderías en tránsito hacia Mato Grosso e instruyó a sus centinelas y oficiales de Aduana a exagerar su diligencia al lidiar con buques extranjeros con ese destino(28).
(28) John Hoyt Williams. “TheRise and Fall of the Paraguayan Republic. 1800-1870” (1979), p. 159, University of Texas. Ed. Austin. Ver también Tomás Guido a Juan María Gutiérrez, Asunción, 27 de Junio de 1856, en la Biblioteca del Congreso, Archivo del doctor Juan María Gutiérrez, tomo 4, pp. 203-205; y ministro de Relaciones Exteriores Nicolás Vázquez a Amaro José de Santos Barboza, Asunción, 17 de Noviembre de 1856, en el Archivo Nacional de Asunción, Colección Río Branco, I-29, 29, 20, Nro. 18. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Pero López no pudo mantener su posición y tuvo finalmente que ceder. Últimamente había estado envuelto en una complicada confrontación diplomática con los Estados Unidos sobre las poco diplomáticas actividades comerciales del representante norteamericano en el país y no quería más complicaciones internacionales(29).
(29) La disputa con los Estados Unidos, que finalmente involucró el envío de una fuerza expedicionaria a la frontera paraguaya, ha sido objeto de considerable debate histórico. Pablo Max Ynsfrán. “La expedición norteamericana contra el Paraguay. 1858-1859”, dos volúmenes, Ed. enBuenos Aires y Ciudad de México, 1954, 1958); Thomas O. Flickema. “The Settlement of the Paraguayan-American Controversy of 1859: A Reappraisal”, en “The Americas” Nro. 25 (Julio 1968); Robert D. Wood. “S.M., The Voyage of the Water Witch” (1985), pp. 83-87, Califormia. Ed. Culver City; Clare V. McKanna. “United States Relations with Paraguay. 1845-1860” (tesis de maestría, San Diego State College, 1968). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
En Enero de 1858, el consejero imperial José María da Silva Paranhos, el futuro vizconde de Rio Branco, arribó a Asunción con lo que equivalía a un ultimátum. El consejero tenía una figura impresionante, casi dos metros de altura y penetrantes ojos azules. Su resplandeciente uniforme de diplomático, que vestía en todas las ocasiones oficiales, brillaba luminosamente con brocados de oro, cuello alto y guantes blancos aun en el calor tropical.
El atuendo estaba calculado para darle una presencia sobrehumana, simbólica del enorme Imperio que representaba. Los paraguayos eran sensibles a las sutilezas de la apariencia y entendieron el significado de semejante imagen. Al mismo tiempo, notaron su cabeza calva, sus amplias y cuidadosamente arregladas patillas y su barbilla escrupulosamente afeitada. Su aspecto sugería el de un moderno estadista europeo, un hombre que combinaba astucia con una cómoda familiaridad con el poder.
En Paraguay, solamente los miembros de la familia presidencial se atreverían a darse aires semejantes. El Imperio estaba dispuesto, declaró rimbombantemente Paranhos, a ir a la guerra para poner en vigencia el Tratado de 1856. Francisco Solano López, cuya propia apariencia era igual de portentosa, había reemplazado momentáneamente a Bergés como negociador en jefe del Gobierno de su padre.
El futuro mariscal optó por tomar en serio la amenaza del consejero. El 12 de Febrero de 1858 los dos hombres firmaron una Convención que daba por terminadas las restricciones al tránsito brasileño en el Alto Paraguay(30).
(30) “Convención fluvial entre Brasil y Paraguay”, Asunción, 12 de Febrero de 1858, en el Archivo Nacional de Asunción, Sector Histórico 322, Nro. 16. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Después de este Acuerdo, los brasileños inauguraron una línea fluvial estatal que cubría la ruta por el Alto Paraguay hasta Cuiabá. Los vapores, que incluían el “Marqués de Olinda”, realizaban ocho viajes anuales entre Rio de Janeiro y los puertos de Mato Grosso y transportaban mercaderías a 6.500 kilómetros de distancia. La línea continuó en operación hasta 1864 sin interferencia de los paraguayos.
Con el tiempo, buques mercantes de Corrientes, Buenos Aires, Montevideo y varios puertos italianos se unieron a los barcos paraguayos y brasileños para expandir el comercio en Mato Grosso(31).
(31) La apertura del comercio de Mato Grosso capturó la atención de mercaderes en Paraguay y también en Argentina. “Efectos de la Libre Navegación”, periódico “El Comercio” (Corrientes), 27 de Noviembre de 1856. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Adicionalmente al tránsito de estas embarcaciones mercantes, el Tratado permitía que tres barcos de guerra por año remontaran el río sin inspección paraguaya ni límites de tonelaje o armamentos. Tampoco tenían la obligación de embarcar a pilotos paraguayos. En consecuencia, cada vez que les era posible navegaban cerca de las defensas paraguayas en el río para obtener valiosa inteligencia militar.
La Armada de López no podía hacer lo propio, debido a que las regulaciones aduaneras brasileñas obligaban a todas las embarcaciones extranjeras a descargar en Corumbá, más de seiscientos kilómetros al sur del punto estratégico principal de Mato Grosso, que era la capital provincial, Cuiabá(32).
(32) “Commercial Report of British Consul Henderson for the year” (1857), Asunción, 25 de Enero de 1858, Public Records Office, London - Foreign Office 59/19. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
El Acuerdo de 1858 también incluyó un Protocolo sobre límites territoriales. Ninguna de las partes tomó este documento con seriedad, pero lo aceptaron en aras de la conveniencia. Identificaba Bahía Negra -en la coyuntura de los ríos Negro y Alto Paraguay- como la frontera entre ambos países.
Bahía Negra estaba a más de cien kilómetros al norte del río Blanco en una zona casi totalmente deshabitada y claramente indefensa. El Protocolo no definía toda la frontera y confinaba su alcance a la margen occidental del río Paraguay. En lo concerniente a las disputas más importantes en la margen opuesta, el Protocolo solamente llamaba a una desmilitarización del área entre el Apa y el Blanco y, cuando fuera necesario, al libre paso durante las persecuciones a los saqueadores guaycurúes. Todas las cuestiones relevantes debían ser abordadas en el plazo de seis años impuesto previamente(33).
(33) “Protocolo Especial (...) de la Convención del 12 de Febrero de 1858”, citado en Juan I. Livieres Argaña. “Con la rúbrica del Mariscal” (1970), tomo 5, pp. 67-69, Asunción (seis volúmenes). // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Este lapso de seis años, que se suponía iba a hacer posible un período de reflexión y cooperación, no alivió las tensiones entre los dos países. Solano López había para entonces tomado el mando activo de las Fuerzas Armadas de su país y de los esfuerzos gubernamentales por expandir y modernizar el poder militar del Paraguay.
Importó armamentos, contrató a expertos militares europeos y transformó la pequeña estación fronteriza de Humaitá -en la confluencia del Paraná y el Paraguay- en una fortaleza que se decía nunca antes vista en Sudamérica, con fama de inexpugnable. Al mismo tiempo, continuó reforzando las defensas nacionales a lo largo de la frontera con Mato Grosso(34).
(34) Solano López al coronel Resquín, comandante de Concepción, Asunción, 4 de Septiembre de 1862, en el Archivo Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuadernación 2.834. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
En Junio de 1862, el plazo de seis años para fijar los límites expiró sin que ni unos ni otros hubieran movido un dedo para resolver sus problemas pacíficamente. Las relaciones entre el Paraguay y el Brasil, si bien formalmente correctas, no eran en modo alguno cordiales; antes bien, sufrían de suspicacia y desagrado mutuos.
Charles Ames Washburn, el recientemente nombrado ministro de los Estados Unidos en Asunción, percibió que Carlos Antonio López “quiere que se solucione la vieja cuestión de límites (...) y se queja de que (Brasil) lo presiona todo el tiempo y no busca una solución, ya que aprovecha el retraso para apropiarse continuamente de su territorio. Tiene un odio amargo hacia los brasileños y un desprecio hacia ellos como soldados y, hablando de ellos, usualmente los llama macacos (monos)”(35).
(35) Washburn a William Seward, Asunción, 24 de Abril de 1862, en National Archives and Records Administration, Washington, D.C., M128, Nro. 1. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
Los políticos de Río de Janeiro generalmente correspondían los malos sentimientos mostrados por el presidente paraguayo, pero estaban mucho más preocupados por la Banda Oriental. Las tierras en litigio con Paraguay caerían -casi con certeza- en manos del Imperio a través de un proceso de prolongadas negociaciones. El tiempo estaba del lado del Brasil y los paraguayos podían esperar.
En el largo rosario de ironías de preguerra, tal vez la más sugestiva -y más conmovedora- provino del propio Carlos Antonio López: en Septiembre de 1862, el corpulento presidente yacía en su lecho de muerte. La fiebre y los constantes sufrimientos por su diabetes habían consumido sus fuerzas y sólo quería pasar sus horas finales con su familia.
Uno de sus últimos gestos oficiales fue nombrar vicepresidente a su hijo mayor, Francisco Solano López, otorgándole el poder de ejercer la autoridad presidencial hasta tanto se reuniera el Congreso para elegir un sucesor.
Apelando a su última reserva de energía, el anciano luchó por hacerle oír sus opiniones y darle algunos consejos finales sobre cómo garantizar mejor la futura seguridad del Paraguay:
“Hay muchas cuestiones pendientes que ventilar; pero no trates de resolverlas con la espada, sino con la pluma, principalmente con Brasil”.
De acuerdo con el relato del sacerdote Fidel Maíz, pronunció esto último con particular énfasis: “El general permaneció en silencio; no le respondió a su padre quien, luego de finalizar, también se mantuvo en silencio”. Carlos Antonio López murió instantes después, sin pronunciar otras palabras(36).
(36) Fidel Maíz a M. L. Olleros, Arroyos y Esteros, 12 de Septiembre de 1905, citado en M. L. Olleros. “Alberdi a la luz de sus escritos en cuando se refiere al Paraguay” (1905), p. 341, Asunción. Juan E. Quell, Tip. y Enc. El Cívico, Asunción. // Citado por Thomas L. Whigham. “La Guerra de la Triple Alianza (Causas e inicios del mayor conflicto bélico de América del Sur)” (2010), volumen I, Asunción. Ed. Taurus.
En el curso de los siguientes días, Solano López llenó las calles de Asunción con sus soldados, con sus bayonetas y mosquetes listos. Esto aseguró su ascensión al mayor cargo de la Nación con mínimo debate(37). También marcó el tono que tendría toda su Administración.