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Ejecución de Peñaloza

Mientras Taboada y Paunero combatían la rebelión, cada uno por su lado, el impetuoso Sarmiento desplegó gran actividad. Empezó por declarar en estado de sitio la provincia que gobernaba, lo que obligó al ministro del Interior a salir en defensa de la Constitución Nacional, que prescribe que la atribución es privativa del Congreso o, en su defecto, del presidente, nunca de los Gobiernos de provincia.

Entre Sarmiento y Rawson se trabó entonces una agria y célebre polémica, que en la República despertó vivo interés y, si bien al final triunfaron las ideas del ministro, su adversario quedó clasificado -en las provincias- campeón de sus derechos y aspiraciones.

Luego decretó otra singular medida: dispuso que se aplicara la pena de azotes a quienes destrozasen las armas del Estado(1).

(1) Decreto de Mayo 29 de 1863, en: Registro Oficial del año 1863 (San Juan, “El Zonda”, 1866), p. 76. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

La Constitución Nacional había abolido esa pena bárbara; Sarmiento sostenía su subsistencia en virtud de unas viejas ordenanzas españolas que aun regían en el Ejército... La medida iba contra los montoneros, que recortaban las armas para adaptarlas a su modo de pelear.

Al par que dictaba esas resoluciones, el Director de la Guerra ordenó al coronel Arredondo que ocupase militarmente La Rioja.

Arredondo atravesó la provincia y al llegar a la capital la halló en poder de Taboada. En la mañana del 30 de Mayo, Taboada evacuó la ciudad con sus mil doscientos milicianos, respondiendo a una insinuación de Arredondo; y por la tarde del mismo día entró éste con sus fuerzas.

Decía Arredondo que las milicias santiagueñas se componían de hombres impagos y desnudos, desconocedores de las leyes militares y, por consiguiente, de los castigos que establecían las ordenanzas, y les imputaba haber atentado contra la propiedad de los vecinos.

Arredondo dejó de lado al Jefe Político que nombró el gobernador Taboada y, visto que la Legislatura no podía reunirse, pues algunos Diputados andaban fugitivos y otros mezclados con la montonera, resolvió designar un gobernador provisorio en uso de sus atribuciones de delegado del Director de la Guerra(2).

(2) Arredondo. Carta al gobernador Sarmiento (Mayo 31 de 1863), en: Domingo F. Sarmiento, “Sarmiento-Mitre. Correspondencia 1846-1868”, p. 200. Buenos Aires, Imp. de Coni Hermanos, 1911. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Al efecto nombró al ex gobernador Bustos, a quien encargó que convocase al pueblo para reorganizar los Poderes(3).

(3) Arredondo. Resolución de Mayo 31 de 1863, en: Memoria del Ministerio del Interior de la República Argentina presentada al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, Imprenta del Siglo, 1864), p. 25. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

En ausencia de las autoridades legítimas, el Jefe nacional delegaba en un vecino de la provincia la tarea de instalarlas, mostrándose respetuoso a las ideas proclamadas por los liberales desde los días de Aberastain, ideas que impedían al representante federal asumir los Gobiernos de provincia.

Con parecer tan medido, este acto provocó severas críticas: el jefe nacional debió abstenerse de nombrar gobernador provisorio y debió encomendar la elección a los vecinos de la capital. Los que así opinaba catalogaron el acto como un “paso célebre en los anales de las barbaridades políticas(4).

(4) John Brown [¿Antonino Taboada?], “La guerra y la política en el Interior”, (Santiago del Estero, Imprenta 24 de Septiembre, 1867), p. 11. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

En tanto, Peñaloza se batía en retirada, estrechado vez más por las fuerzas que el Director de la Guerra enviaba en su seguimiento.

El 26 de Agosto el caudillo propuso la paz, posiblemente con el deseo de concertar un convenio análogo al del año anterior, discutido también a mano a mano.

A mal puerto fue en busca de sosiego. Sarmiento conseguiría entonces lo que antes no obtuvo Paunero: que Peñaloza fuese colgado en alguna plaza. Derrotado en varios combates, el caudillo quedó, al fin, con poquísimos hombres, y el mayor Irrazábal marchó en su persecución.

En la noche del 11 de Noviembre de 1863, Peñaloza llegó al pueblo serrano de Olta y al cabo de dos o tres horas lo alcanzó el capitán Ricardo Vera. El caudillo, que tomaba mate tranquilamente, se rindió sin resistencia, y lo mismo hicieron sus acompañantes. El capitán se limitó a ponerles centinela de vista.

Momentos después se presentaba, al galope, Irrazábal y, excitado por la ira, ordenó que amarrasen al indefenso prisionero, le atravesó el cuerpo de una lanzada y mandó a los soldados que lo remataran a tiros de carabina(5).

(5) Salvador De la Colina, “Crónicas riojanas y catamarqueñas”, (Buenos Aires, J. Lajouane y compañía, 1920), p. 28. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Enseguida, decapitaron el cadáver y colocaron sobre un palo la cabeza del viejo general, al aire la barba blanca, en medio de la plaza y frente a Los Llanos; “y como era conocido por todos, hasta por las plantas que lo rodeaban, lo pusieron para terror y espanto de los demás montoneros(6).

(6) Rawson. Discurso, en: “Senado”, sesión de Julio 8 de 1875. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Irrazábal creyó haber cometido una acción meritoria. “Hoy a la madrugada -escribió apenas consumado el hecho- sorprendí al bandido Peñaloza, el cual fue inmediatamente pasado por las armas(7).

(7) Irrazábal. Nota al gobernador Sarmiento (Noviembre 12 de 1863), en: Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, 1864), p. 50. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Sarmiento participó de su alegría y felicitó al Ejército, convencido de que terminaba la guerra vandálica(8); y aplaudió la medida “precisamente por su forma”, pues, “sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses(9).

(8) Sarmiento. Nota al general Paunero (Noviembre 16 de 1863), en: Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, 1864), p. 49.
(9) Sarmiento. Carta al presidente Mitre (Noviembre 18 de 1863), en: Domingo F. Sarmiento, “Sarmiento-Mitre. Correspondencia 1846-1868”, p. 251. Buenos Aires, Imp. de Coni Hermanos, 1911.
// Todo citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Mitre dijo oficialmente que Irrazábal se había hecho acreedor a la gratitud del país y a la consideración del Gobierno, pero desaprobó la ejecución, declarando que sólo la Justicia Federal podía decidir de la vida del prisionero(10).

(10) Decreto de Noviembre 25 de 1863, en: Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, 1864), p. 52. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

Mitre, como Sarmiento, estaba persuadido de los buenos efectos que la desaparición de Peñaloza había de traer para la conservación de la paz, sobre todo cuando los riojanos viesen, con sus propios ojos, postrado y muerto a su caudillo(11).

(11) Mitre. Carta al gobernador Sarmiento (Diciembre 23 de 1863), en: Domingo F. Sarmiento, “Sarmiento-Mitre. Correspondencia 1846-1868”, p. 261. Buenos Aires, Imp. de Coni Hermanos, 1911. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

No existía motivo para alegrarse. El estéril sacrificio sólo sirvió para ahondar los resentimientos y retardar la hora de la suprema reconciliación de los espíritus(12).

(12) Joaquín V. González, “El juicio del siglo” (Buenos Aires, La Facultad, 1913), p. 165. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

El 1 de Febrero de 1864, el gobernador provisorio de La Rioja constituyó una nueva Legislatura, de la cual recibió el título de gobernador interino. Este acto determinó la protesta de algunos Diputados, que pidieron la Intervención federal, imputando al gobernador no haber restablecido la Legislatura antigua y haber anulado algunas elecciones con el propósito de lograr una mayoría favorable(13).

(13) Nicolás Barros, Lorenzo A. Blanco, Cesáreo Dávila, Domingo A. Villafañe, etc., Nota al ministro Rawson (Febrero 8 de 1864), en: Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, 1864), p. 28. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

El ministro Rawson se manifestó dispuesto en principio a rechazar la protesta porque, además de plantear cuestiones esencialmente locales, no había sido expedida en forma de resolución de la Legislatura, ni siquiera estaba suscripta por una mayoría de Diputados, circunstancias que impedían reputarla como requerimiento de autoridad constituida.

Decidió, sin embargo, ponerla en conocimiento del gobernador interino, atento a que la autoridad de éste no procedía del pueblo, sino del poder militar de la Nación, lo que creaba en el Ejecutivo cierto género de responsabilidades por el uso que aquél hiciese de su mandato(14).

(14) Rawson. Nota al gobernador Bustos (Marzo 16 de 1864), en: Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional de 1864 (Buenos Aires, 1864), p. 35. // Citado por Luis H. Sommariva. “Historia de las Intervenciones Federales en las Provincias” (1931), tomo I, capítulo VI: “Destrucción de las montoneras”. Ed. El Ateneo, Buenos Aires.

El gobernador Bustos no llevó a efectos los designios de perpetuarse en el Gobierno que se le atribuían, pues el 27 de Junio de 1864 entregó el cargo al teniente coronel Julio Campos, que había sido electo titular el 15 de Marzo.

El nuevo mandatario era porteño y carecía de influencia en la provincia, donde desempeñaba accidentalmente el cargo de segundo Comandante de las fuerzas nacionales. Tan difícil y penosa era la situación riojana, que los pocos liberales que en ella había, excogitaron como mejor solución, el sometimiento a un jefe nacional.

Verdad que también contribuyó a ello, por arrastre de su irresistible tendencia a los manejos políticos, el propio comandante de dichas fuerzas, coronel Arredondo.

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